Muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesari
- 06 Octubre 2020
- 06 Octubre 2020
- 06 Octubre 2020
Memoria Litúrgica, 6 de octubre
Fundador de los Cartujos
Martirologio Romano: San Bruno, presbítero, que, oriundo de Colonia, en Lotaringia, enseñó ciencias eclesiásticas en la Galia, pero deseando llevar vida solitaria, con algunos discípulos se instaló en el apartado valle de Cartuja, en los Alpes, dando origen a una Orden que conjuga la soledad de los eremitas con la vida común de los cenobitas. Llamado por el papa Urbano II a Roma, para que le ayudase en las necesidades de la Iglesia, pasó los últimos años de su vida como eremita en el cenobio de La Torre, en Calabria (1101).
Fecha de canonización: Su culto fue aprobado por el Papa León X y luego confirmado por el Papa Gregorio XV en el año 1623.
Etimologicamente: Bruno = "fuerte como una coraza o armadura metálica" (Brunne, en alemán es coraza).
Breve Biografía
Este santo se hizo famoso por haber fundado la comunidad religiosa más austera y penitente, los monjes cartujos, que viven en perpetuo silencio y jamás comen carne ni toman bebidas alcohólicas.
Nació en Colonia, Alemania, en el año 1030. Desde joven demostró poseer grandes cualidades intelectuales, y especialísimas aptitudes para dirigir espiritualmente a los demás. Ya a los 27 años era director espiritual de muchísimas personas importantes. Uno de sus dirigidos fue el futuro Papa Urbano II.
Ordenado sacerdote fue profesor de teología durante 18 años en Reims, y Canciller del Sr. Arzobispo, pero al morir éste, un hombre indigno, llamado Manasés, se hizo elegir arzobispo de esa ciudad, y ante sus comportamientos tan inmorales, Bruno lo acusó ante una reunión de obispos, y el Sumo Pontífice destituyó a Manasés. Le ofrecieron el cargo de Arzobispo a nuestro santo, pero él no lo quiso aceptar, porque se creía indigno de tan alto cargo. El destituido en venganza, le hizo quitar a Bruno todos sus bienes y quemar varias de sus posesiones.
Dicen que por aquel tiempo oyó Bruno una narración que le impresionó muchísimo. Le contaron que un hombre que tenía fama de ser buena persona (pero que en la vida privada no era nada santo) cuando le estaban celebrando su funeral, habló tres veces. La primera dijo: "He sido juzgado". La segunda: "He sido hallado culpable". La tercera: "He sido condenado". Y decían que las gentes se habían asustado muchísimo y habían huido de él y que el cadáver había sido arrojado al fondo de un río caudaloso. Estas narraciones y otros pensamientos muy profundos que bullían en su mente, llevaron a Bruno a alejarse de la vida mundana y dedicarse totalmente a la vida de oración y penitencia, en un sitio bien alejado de todos.
Teniendo todavía abundantes riquezas y gozando de la amistad de altos personajes y de una gran estimación entre la gente, y pudiendo, si aceptaba, ser nombrado Arzobispo de Reims, Bruno renunció a todo esto y se fue de monje al monasterio de San Roberto en Molesmes. Pero luego sintió que aunque allí se observaban reglamentos muy estrictos, sin embargo lo que él deseaba era un silencio total y un apartamiento completo del mundo. Por eso dispuso irse a un sitio mucho más alejado. Iba a hacer una nueva fundación.
San Hugo, obispo de Grenoble, vio en un sueño que siete estrellas lo conducían a él hacia un bosque apartado y que allá construían un faro que irradiaba luz hacia todas partes. Al día siguiente llegaron Bruno y seis compañeros a pedirle que les señalara un sitio muy apartado para ellos dedicarse a la oración y a la penitencia. San Hugo reconoció en ellos los que había visto en sueños y los llevó hacia el monte que le había sido indicado en la visión. Aquel sitio se llamaba Cartuja, y los nuevos religiosos recibieron el nombre de Cartujos.
San Bruno redactó para sus monjes un reglamento que es quizás el más severo que ha existido para una comunidad. Silencio perpetuo. Levantarse a media noche a rezar por más de una hora. A las 5:30 de la mañana ir otra vez a rezar a la capilla por otra hora, todo en coro. Lo mismo a mediodía y al atardecer.
Nunca comer carne ni tomar licores. Recibir visitas solamente una vez por año. Dedicarse por varias horas al día al estudio o a labores manuales especialmente a copiar libros. Vivir totalmente incomunicados con el mundo... Es un reglamento propio para hombres que quieren hacer gran penitencia por los pecadores y llegar a un alto grado de santidad.
San Hugo llegó a admirar tanto la sabiduría y la santidad de San Bruno, que lo eligió como su director espiritual, y cada vez que podía se iba al convento de la Cartuja a pasar unos días en silencio y oración y pedirle consejos al santo fundador. Lo mismo el Conde Rogerio, quien desde el día en que se encontró con Bruno la primera vez, sintió hacia él una veneración tan grande, que no dejaba de consultarlo cuando tenía problemas muy graves que resolver. Y aun se cuenta que una vez a Rogerio le tenían preparada una trampa para matarlo, y en sueños se le apareció San Bruno a decirle que tuviera mucho cuidado, y así logró librarse de aquel peligro.
Por aquel tiempo había sido nombrado Papa Urbano II, el cual de joven había sido discípulo de Bruno, y al recordar su santidad y su gran sabiduría y su don de consejo, lo mandó ir hacia Roma a que le sirviera de consejero. Esta obediencia fue muy dolorosa para él, pues tenía que dejar su vida retirada y tranquila de La Cartuja para irse a vivir en medio del mundo y sus afanes. Pero obedeció inmediatamente. Es difícil calcular la tristeza tan grande que sus monjes sintieron al verle partir para lejanas tierras. Varios de ellos no fueron capaces de soportar su ausencia y se fueron a acompañarlo a Roma. Y entonces el Conde Rogerio le obsequió una finca en Italia y allá fundó el santo un nuevo convento, con los mismos reglamentos de La Cartuja.
Los últimos años del santo los pasó entre misiones que le confiaba el Sumo Pontífice, y largas temporadas en el convento dedicado a la contemplación y a la penitencia. Su fama de santo era ya muy grande.
Murió el 6 e octubre del año 1101 dejando en la tierra como recuerdo una fundación religiosa que ha sido famosa en todo el mundo por su santidad y su austeridad. Que Dios nos conceda como a él, el ser capaces de apartarnos de lo que es mundano y materialista, y dedicarnos a lo que es espiritual y lleva a la santidad.
Las dos mejillas del rostro de la iglesia femenina
Santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42. Martes XXVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú que has hablado a tantas personas a lo largo de la historia, te pido que me concedas la gracia de sentirte cerca en mi vida y escucharte para hacer lo que me pides. Creo en ti, pero ayuda mi fe para que se convierta en obras.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este Evangelio podemos ver dos versiones del servicio que las mujeres hacen en la iglesia. De un lado encontramos la que es muy activa porque recibe gente en su casa con todo lo que esto implica, preparar la casa para los huéspedes como si fuera para Cristo mismo. Se preocupa por darles lo mejor y tiene el talento para conseguir todo lo que necesita para sus invitados. Ella sabe que estudiar, trabajar, manejar y una innumerable lista de quehaceres son importantes y pone todo su esfuerzo en estas tareas. Como buena mujer puede hacer varias cosas a la vez ganándose la admiración de los demás. Es tan activa que hasta en su forma de hablar se puede notar que tiene mil cosas en la cabeza, planes, iniciativas, personas, oraciones, etc. Todo lo que hace sería en vano si no lo hiciera por el amor de su vida, este sin fin de actividades caería en saco roto si no tiene la motivación correcta. Amar a Cristo para ella se hace palpable en su vida activa.
Del otro lado está la que escucha y escucha y cuando ya ha acabado, sigue escuchando. Parece que no tiene nada más que hacer, pero, aunque exteriormente no se vea tanta actividad algo está pasando dentro de ella. Ante la pasividad que se puede sentir de ella la gente le puede reclamar e interpelar al Señor si ese es el tipo de mujeres que necesita o qua ayudarán al mundo. El interior de una mujer es muy rico porque es todo un misterio y, en cierta forma, es más sensibles a las cosas espirituales, es la obra de Dios que crea un alma y, si esta la deja, puede seguir creando con su gracia cosas siempre nuevas. Ella es una invitación a todos nosotros de saber escuchar a los demás, especialmente a Dios.
Estas dos partes no están en contradicción, sino que son complementarias, las dos son necesarias para el buen funcionamiento de la iglesia y el mundo. Sin la acogida de Marta, María no hubiera tenido la oportunidad de escuchar a Cristo tan cerca. La mejor parte de estar cerca del Señor y escucharlo no se da sin esfuerzo y preparación.
«En el pasaje el evangelista Lucas narra la visita de Jesús a la casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. Lo reciben, y María se sienta a sus pies para escucharlo; deja lo que estaba haciendo para estar cerca de Jesús: no quiere perderse ninguna de sus palabras. Todo debe dejarse de lado porque, cuando Él viene a visitarnos en nuestra vida, su presencia y su palabra vienen antes que todo. El Señor siempre nos sorprende: cuando empezamos a escucharlo realmente, las nubes se desvanecen, las dudas dan paso a la verdad, los miedos a la serenidad y las diferentes situaciones de la vida encuentran el lugar que les corresponde. El Señor siempre, cuando viene, arregla las cosas, incluso para nosotros». (Ángelus de S.S. Francisco, 21 de julio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar por las vocaciones a la vida consagrada femenina.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
En esta segunda parte, el P. John Bartunek, LC nos da algunos consejos para evitar o lograr salir de la sequedad en la oración.
Sequedad en la oración – Nuestra parte en la lucha Segunda Parte
En la parte I, hablamos sobre lo que sucede con la sequedad o la aridez en la oración. Hoy, veremos nuestra parte en la lucha*.
Un lector pregunta: Estimado Padre John, desde hace mucho tiempo he utilizado la meditación para orar, pero últimamente estoy experimentando sequedad. Siento que no saco mucho fruto de ella, como antes. ¿Será que estoy en la «noche oscura del alma»? Si no, ¿qué es lo que me está pasando y qué debo hacer?
La sequedad en la oración es lo contrario al consuelo (la sensación de satisfacción que Dios da a nuestras emociones, imaginación, intelecto y voluntad cuando encontramos su verdad, bondad y belleza). La sequedad es la ausencia o disminución de esos consuelos, ya sea de vez en cuando o durante largos períodos de tiempo. El Catecismo identifica la sequedad como uno de los principales obstáculos en la oración. Pero no seremos capaces de comprender cómo lidiar con este obstáculo a menos que entendamos, al menos un poco, lo que lo causa.
La sequedad en la oración surge por una de dos razones: debido a nosotros, o debido a Dios. Comencemos con la primera razón.
Cuando las cosas se complican
Cuando no estamos haciendo un esfuerzo razonable de nuestra parte en la búsqueda de la oración, la sequedad viene por causa nuestra. A veces, en la vida espiritual, especialmente al principio (pero no únicamente), Dios manda consuelos frecuentes e intensos a nuestra alma. Es como un noviazgo y Él nos está cortejando, nos manda flores, nos da dulces, nos lleva a citas hermosas (en el sentido espiritual). Está tratando de convencernos de su bondad, sabiduría y poder; está tratando de ganarnos para Él. A medida que nuestra relación se profundiza, nos damos cuenta que seguir a Dios implica no sólo recibir buenos regalos de su parte, sino darle también el regalo de nosotros mismos.
Esto lo hacemos obedeciendo sus mandamientos y su voluntad, siguiendo su ejemplo, creciendo en virtud, edificando la Iglesia, amando a nuestro prójimo...Todas estas cosas, que se basan en nuestro deseo de crecer en amistad con el Único que nos está llamando, requieren esfuerzo de nuestra parte. Tenemos que escoger libremente, responder a la acción de Dios en nuestras vidas; no es algo automático (si fuera automático, no sería una relación de amor o de amistad).
A medida que este camino continúa, algunas veces nos sentimos cansados. Comenzamos a ansiar las «cebollas de Egipto», como los israelitas lo hicieron durante su travesía por el desierto, en camino hacia la Tierra Prometida. Anhelamos una vida más fácil, los placeres de la propia gratificación, las comodidades seductoras y las gratificaciones pasajeras que treinta monedas de plata puedan comprar para nosotros. Momentos como éstos son cruciales para el crecimiento espiritual. Nos dan una oportunidad para madurar nuestro amor a Dios, para crecer un poquito más, pero el jalón de nuestra naturaleza caída, azuzada por el brillo de la cultura popular y los cantos del demonio en nuestro interior, es fuerte.
Volviéndonos descuidados
Una reacción que podemos tener durante estos tiempos es simplemente repasar los momentos de nuestra vida de oración. En la superficie, pareciera que continuamos con los mismos compromisos de oración que siempre hemos guardado, compromisos que cuentan con la bendición de nuestro director espiritual; y sin embargo, comenzamos a cumplir con ellos de manera rutinaria, no haciendo un esfuerzo concreto para concentrarnos en nuestra oración vocal, por ejemplo, o no siguiendo cuidadosamente el método de nuestra oración mental. Nos volvemos tibios. No preparamos con tiempo el material para nuestra meditación, no guardamos silencio interior durante el día; de cuando en cuando quitamos algunos minutos de nuestra meditación o jugamos con distracciones involuntarias en lugar de poner el esfuerzo necesario para evitarlas...
Algunas veces esta disminución es extremadamente sutil, inclusive subconsciente; pero otras salta a la vista: evitamos ver a Dios a los ojos por algún pecado del cual no nos arrepentimos y no hemos confesado (deshonestidad, infidelidad, impureza, ambición desordenada, consentimiento voluntario a sentir coraje o envidia en un ataque de auto justificación...). Ya sea de manera sutil o flagrante, aflojarle al esfuerzo razonable por poner atención a Dios cuando oramos, frecuentemente nos inhibirá para escuchar su voz. No siempre, porque Dios puede hacerse oír aun cuando no estemos escuchando, pero casi siempre.
Esquivando el camino
Cuando nuestra bandeja de entrada está abarrotada de más, perdemos la motivación para levantarnos las mangas y ponernos a trabajar, así que lo dejamos para después o buscamos trabajo para distraernos manteniéndonos ocupados. Esto inhibe que experimentemos la satisfacción que viene de un trabajo bien hecho, del cumplimiento de las metas y de seguir prioridades objetivas. Lo mismo sucede en la vida espiritual.
Cuando siguiendo a Cristo llegamos a una parte escarpada del camino, podemos esquivarla, tomar un descanso o inclusive buscar un atajo, aunque sabemos muy bien que nuestro Señor está parado en la subida llamándonos a seguir adelante. Hasta que volvamos al camino no seremos capaces de experimentar el consuelo que Dios tiene para nosotros, porque no encontraremos a Dios (fuente de consuelo) donde Él nos está esperando.
Piensa en un gimnasta que llega a estancarse en su entrenamiento. Su entrenador sabe que necesita mantener el mismo esfuerzo que estaba poniendo cuando conseguía un progreso visible y rápido, pero ella empieza a desanimarse precisamente porque su progreso no es tan rápido y visible en este momento. Si confía en el entrenador y persevera, pronto estará más allá del nivel en que estaba estancada y conseguirá otros más elevados, experimentando la satisfacción que esto conlleva. El entrenador puede animar, pero al final, somos nosotros quienes decidimos si ponemos de nuestra parte y continuamos adelante esforzándonos..
La primera pregunta
Ésta es la primera pregunta que necesitamos hacernos a nosotros mismos si estamos experimentando sequedad en la oración: ¿Estoy poniendo de mi parte? ¿O algún pecado no confesado, una autocompasión sutil o simplemente la flojera (sé humilde), han provocado que se diluyan mis esfuerzos?
Para encontrar una respuesta objetiva a esta pregunta, a menudo es útil revisar nuestros compromisos de oración con nuestro director espiritual, para describirle cómo estamos rezando el rosario, la meditación, el ofrecimiento de la mañana y participando en la Misa. También puede ser útil repasar de nuevo las guías básicas de la oración, por ejemplo leer Los fundamentos de la meditación cristiana en la primera sección del libro La mejor parte. (Para tu conveniencia, he incluido una lista de comprobación más abajo que puede ayudarte a recordar lo que conlleva hacer tu parte en la meditación diaria).
Si descubres que realmente has estado flojeando un poquito, ¡no tengas miedo! Llévalo a la confesión y luego haz algunos pequeños ajustes en tus compromisos que ayuden a motivarte para retomar el ritmo. Por ejemplo, cambiar el libro que estás usando para apoyar tu meditación o el lugar de tu oración matutina, o el tiempo del día, o comprar un rosario nuevo... un nuevo comienzo puede detonarse sin esta clase de trucos externos, pero algunas veces pueden ayudar.
Por otra parte, si después de una calmada y objetiva autoevaluación, estás convencido que sí estás haciendo un esfuerzo razonable por poner de tu parte, entonces la sequedad que estás experimentando probablemente no se deba a ti, sino a Dios. La próxima vez vamos a hablar de por qué Dios a veces retiene sus consuelos. (Por cierto, sigo diciendo «esfuerzo razonable» porque eso es todo lo que Dios nos pide. Algunas personas tienden a pensar que si su esfuerzo no es perfecto en todos los sentidos, no es razonable. Eso no es verdad. Dios sabe que no somos ángeles).
...[Tomado de La mejor parte: Un método cristocéntrico para la oración personal] Entonces, medir si cada día tu meditación estuvo bien o mal no es fácil. Tu meditación bien pudo ser agradable para Dios y llena de gracia para tu alma, incluso si para ti fue desagradable y difícil desde la perspectiva emocional. Un atleta debe entrenar mucho incluso si le es doloroso o frustrante y, del mismo modo, pasa en la meditación diaria.
Lo más importante es simplemente seguir esforzándonos para orar mejor. En la dirección espiritual y en la confesión habla sobre tu vida de oración y confía que, si sinceramente estás haciendo tu mejor esfuerzo, el Espíritu Santo hará el resto.
Encontrarás más adelante algunos indicadores que te pueden ayudar. Lo más importante es mantenerse en pie de lucha para orar mejor. Habla sobre tu vida de oración en tu dirección espiritual o en la confesión, y confía en que si eres sincero, dando lo mejor de ti, el Espíritu Santo hará lo demás.
Mi meditación salió mal cuando yo.....
*No planeé lo suficiente sobre el material que iba a utilizar, cuándo y dónde iba a meditar, teniendo la delicadeza de apagar mi celular, etc.
*Simplemente cedí a las muchas distracciones que se me presentaron.
*Me dormí.
*Me salté el primer paso, concéntrate o lo hice de manera descuidada. ¿Cómo puede ir bien mi oración si no fui muy consciente de la presencia de Dios?
*No le pedí humildemente a Dios que me ayudara y me diera aquellas gracias que necesito para continuar creciendo en mi vida espiritual.
*Dediqué todo el tiempo a leer, pensar, soñar despierto, y no me detuve para preguntarle a Dios qué me quería decir y luego responderle desde mi corazón.
*Traté de despertar sentimientos intensos y emociones, en lugar de conversar de corazón a corazón al nivel de la fe.
*No renové mi compromiso con Cristo y su Reino al final de la meditación.
*Acorté el tiempo que me comprometí a rezar sin tener una razón importante para hacerlo.
Mi meditación salió bien cuando...
*Cumplí bien mi compromiso de dedicar un período de tiempo concreto a la meditación cada día.
*Seguí fielmente la metodología a pesar del cansancio, las distracciones, la sequedad o cualquier otra dificultad o, si fue imposible seguir el método de los cuatro pasos, hice lo mejor que pude para alabar a Dios de la manera que pude en el tiempo de meditación.
*Me quedé en los puntos de reflexión que más me llamaron la atención mientras hallaba más material para la reflexión y conversación.
*Busqué conocer y amar más a Cristo, para poder seguirlo mejor.
*Me aseguré de hablar con Cristo desde mi corazón acerca de lo que estaba meditando (o de lo que más había en mi corazón), aun cuando era difícil hallar palabras para ello.
*Fui completamente honesto en mi conversación. No dije cosas a Dios de manera mecánica o queriendo impresionar con mi elocuencia y, más bien, le dije lo que había en mi corazón.
*Hice un sincero esfuerzo por escuchar lo que Dios quería decir durante el tiempo de la oración, buscando aplicaciones para mi propia vida, circunstancias, necesidades y retos.
*Concluí la meditación mas firmemente convencido de la bondad de Dios y firmemente comprometido a dar lo mejor de mí para seguirlo fielmente.
Mirar a los otros como hermanos y hermanas para salvarnos todos
El mensaje de la nueva encíclica social del Papa Francisco.
Estamos rodeados por las "sombras de un mundo cerrado", pero hay quienes no se rinden ante el avance de la oscuridad y siguen soñando, esperando, ensuciándose las manos comprometiéndose a crear fraternidad y amistad social. La Tercera Guerra Mundial en pedazos ya ha comenzado, la lógica del mercado basada en el beneficio parece estar ganando a la buena política, la cultura del despilfarro parece prevalecer, el grito de la gente hambrienta es inaudito, pero hay quienes indican una forma concreta de construir un mundo diferente y más humano.
Hace cinco años el Papa Francisco publicó la encíclica Laudato si’, en la que se establece con claridad las conexiones entre la crisis ambiental, la crisis social, las guerras, las migraciones y la pobreza. Y señaló un objetivo a alcanzar: el de un sistema económico y social más justo y respetuoso con la creación, con el hombre como guardián de la Madre Tierra y no el dinero elevado a la divinidad absoluta. Hoy, con la nueva encíclica social Fratelli tutti (Hermanos todos), el Sucesor de Pedro muestra el camino concreto para alcanzar esa meta: reconocerse como hermanos y hermanas, hermanos porque hijos, guardianes unos de otros, todos en el mismo barco, como la pandemia ha hecho aún más evidente. La manera de no rendirse a la tentación del homo homini lupus, de los nuevos muros, del aislamiento, y mirar en cambio el icono evangélico del Buen Samaritano, tan actual y fuera de la caja.
El camino indicado por el Papa Francisco se basa en el mensaje de Jesús que hace caer toda extrañeza. El cristiano está llamado, de hecho, a "reconocer a Cristo en cada ser humano, a verlo crucificado en la angustia de los abandonados y olvidados de este mundo, y resucitado en cada hermano que se levanta". Pero el de la hermandad es un mensaje que puede ser aceptado, comprendido, compartido también por creyentes de otras religiones, así como por muchos no creyentes.
La nueva encíclica se presenta como una suma del magisterio social de Francisco, y recoge de manera sistemática las ideas ofrecidas por los pronunciamientos, discursos e intervenciones de los primeros siete años de su pontificado. Un origen e inspiración está ciertamente representado por el "Documento sobre la hermandad humana para la paz y la coexistencia mundial", firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dhabi junto con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib. A partir de esa declaración común, que constituye un hito en el diálogo entre religiones, el Papa reitera su llamamiento para que se adopte el diálogo como medio, la colaboración común como conducta y el conocimiento mutuo como método y criterio.
Sin embargo, sería reductivo relegar la nueva encíclica sólo a la esfera del diálogo interreligioso. El mensaje de todos los hermanos nos concierne a cada uno de nosotros. Y también contiene páginas esclarecedoras sobre el compromiso social y político. Puede parecer paradójico que sea el obispo de Roma, voz en el desierto, quien relance hoy el proyecto de la buena política. Una política capaz de retomar su propio papel, confiada durante demasiado tiempo a las finanzas y a la fábula de los mercados que produciría bienestar para todos sin necesidad de ser gobernada. Hay todo un capítulo dedicado a la acción política vivida como servicio y testimonio de la caridad, que se nutre de grandes ideales y planes para el mañana pensando no en la pequeña ganancia electoral sino en el bien común y sobre todo en el futuro de las nuevas generaciones. Una vez más, en un momento en que tantos países se están cerrando, es precisamente el Papa quien formula la invitación a no perder la fe en los organismos internacionales, aunque estén necesitados de una reforma para que no sean sólo los más fuertes los que cuenten.
Entre las páginas más fuertes de la encíclica se encuentran las dedicadas a la condena de la guerra y el rechazo de la pena de muerte. Después de la Pacem in Terris de Juan XXIII, partiendo de una mirada realista a los resultados catastróficos que tantos conflictos en las últimas décadas han tenido para la vida de millones de personas inocentes, Francisco recuerda que hoy en día es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible "guerra justa". Así como el uso de la pena capital, que debe ser abolida en todo el mundo, es injustificado e inadmisible.
Es cierto, como señala el Papa, "en el mundo actual los sentimientos de pertenencia a la misma humanidad se están debilitando, mientras que el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otros tiempos". Pero es necesario volver a soñar y sobre todo realizar ese sueño juntos. Antes de que sea demasiado tarde.
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra "rosario" significa "corona de rosas".
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
La Iglesia recomendó rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas, pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este "rosario corto" se le llamó "el salterio de la Virgen".
A finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán sufría al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses y decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral, alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.
En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia.
El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.
En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra" en la que murieron muchísimas personas.
Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.
¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto, en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla, su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de repente se levantó y anunció que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordena el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.
Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos
Misiones y ecumenismo
Prædicare (que viene de dicare, derivado de dicere), significa decir, más aún, decir con fuerza, proclamar, decir con autoridad, solemnemente, con insistencia
Cristo nos mandó y nos manda: «id a todo por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15).
Prædicare (que viene de dicare, derivado de dicere), significa decir, más aún, decir con fuerza, proclamar, decir con autoridad, solemnemente, con insistencia. Por supuesto que los enviados de Cristo también hemos de dialogar con todos, con amor, con paciencia y amabilidad. Pero ante todo hemos sido enviados por Él para predicar el Evangelio a todos los hombres, a todos los pueblos.
Hemos, pues, de predicar a los animistas que hay un solo Dios vivo y verdadero, y que sus ídolos no tienen vida, ni son dioses, ni pueden salvar, ni deben ser adorados. Hemos de predicar a los judíos que no van a salvarse por el cumplimiento de la Ley mosaica, sino por el Mesías salvador, que ya ha venido y que es nuestro Señor Jesucristo. Hemos de predicar a los protestantes que la fe sin obras buenas está muerta y no salva, que Cristo está presente en la eucaristía, que la eucaristía es el mismo sacrificio de la Cruz, que los sacramentos de la salvación son siete, que hay purgatorio, que las Escrituras sagradas, sin la guía de la Tradición y del Magisterio, no son inteligibles, y que la fe, sin obediencia a la autoridad docente de los apóstoles, no es propiamente fe, sino opinión. Hemos de predicar al Islam que en Dios hay tres personas divinas, y que la segunda se hizo hombre, y es el único Salvador del mundo. «Con oportunidad o sin ella», hemos de predicar a toda criatura (2Tim 4,2).
Bueno y prudente es sumar el diálogo y la predicación. Pero aquella Iglesia, en la que el diálogo sustituye a la predicación, y que prácticamente no se atreve ya a predicar el Evangelio a todos los hombres, llamándolos a conversión, desobedece a Cristo, está resistiendo al Espíritu Santo, se irá acabando, no tendrá vocaciones, ni los padres tendrán hijos...
También la Iglesia antigua, tan poderosamente evangelizadora, conocía y practicaba el diálogo, y no se limitaba a la predicación. Pero los antiguos Diálogos, que incluso encontramos por escrito en los comienzos de la Iglesia –en la mitad del siglo II, por ejemplo, el Diálogo con Trifón, de San Justino, o el Diálogo de Jason y Papisco sobre Cristo, escrito por Aristón de Pella – eran en realidad apologías del cristianismo, en las que se pretendía la conversión de los interlocutores y la refutación de sus errores.
La urgencia de la conversión –y de la llamada a la conversión, consiguientemente– es un dato continuo en los escritos del Nuevo Testamento. Llamando a conversión es como comienza tanto la predicación del Bautista como la de Jesús: «convertíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mt 3,2; Mc 1,15). Y así continua la predicación de los apóstoles, como San Pablo:
«Yo te envío para que les abras los ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y parte en la herencia de los santificados» (Hch 26,18). «Dios, habiendo disimulado los tiempos de la ignorancia, ahora intima a los hombres que todos en todo lugar se arrepientan» (Hch 17,30).
La conversión que el Espíritu Santo pretende operar en los hombres por el ministerio de los apóstoles es meta-noia, es decir, un cambio de mente, antes aún que un cambio de costumbres. Lo que la evangelización procura es que los hombres acepten «los pensamientos y los caminos de Dios», que distan tanto de los humanos, como el cielo de la tierra (Is 55,8). La lógica del Logos divino difiere tanto de la lógica humana como la luz de las tinieblas. Por eso el Apóstol dice a los filipenses:
«hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación perversa y adúltera, vosotros aparecéis como antorchas encendidas, que llevan en alto la Palabra de la vida» (Flp 2,15).
Por eso, «¿qué hay de común entre la luz y las tinieblas?» (2Cor 6,14). En este sentido, la sustitución sistemática de la predicación por el diálogo, y la exclusión en la predicación de toda finalidad de conversión –o como suele decirse, de todo proselitismo– es hoy una gran infidelidad al Evangelio, es una vergüenza, un escándalo.
«Los misioneros no pretendemos la conversión de los paganos. Eso era antes. Cuántas veces ellos, los paganos, sin bautismo y sin misa, son bastante mejores que nosotros. Lo que buscamos, pues, es participar de sus vidas y ayudarles en todo lo que podamos, sabiendo que muchas veces más tenemos nosotros que aprender de ellos que de enseñarles nada».
Así piensan no pocos de los que han sido enviados por Cristo con una clara misión: «enseñad a todas las naciones... en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado» (Mt 28,19-20).
La posición de estos «misioneros» respecto a la evangelización destruye prácticamente la misión apostólica, y necesariamente tiene que ser falsa, pues dista años-luz de la actitud de Cristo, Pablo, Bonifacio, Javier. Nos vemos, pues, en la obligación de asegurar que la disidencia en la doctrina y en la práctica de las misiones respecto de la doctrina de la Iglesia ha ido haciéndose abismal en los últimos años (1965, decreto conciliar Ad gentes; 1975; exhortación apostólica Evangelii nuntiandi; 1990,encíclica Redemptoris missio).
Pero el Espíritu Santo, el «glorificador de Cristo» (Jn 16,14), el «unificador de la Iglesia», quiere eliminar ese falso ecumenismo, y fortalecer el verdadero impulso misionero que busca la verdadera unidad de los cristianos y de los pueblos en la plena verdad de Cristo.
Predicación a los judíos
Si el Señor nos manda predicar el Evangelio a todos los pueblos, tendremos que predicarlo también, evidentemente, a los judíos. Así
lo hicieron Cristo, Esteban, Santiago, Pablo... con los resultados que ya conocemos. En este sentido, parece algo especialmente grave que hoy en la Iglesia muchas veces se renuncie, de hecho, a predicar a los judíos el evangelio de la conversión, y que solo se pretenda por el diálogo estar con ellos en relación de agradable amistad. Se diría que evangelizar a los judíos –lo más amoroso y benéfico que se les puede hacer– viene a ser antisemitismo.
¿Como Cristo, Esteban o Pablo, no amaban a su pueblo Hermann Cohen, los hermanos Ratisbonne o los hermanos Lémann, judíos conversos al cristianismo, que predicaron el Evangelio a sus hermanos con toda su alma?
Otros hay que se niegan a evangelizar a los judíos, creyendo que así los estiman y respetan más –y que, de paso, van a ahorrarse así muchos disgustos–. En un coloquio organizado por el International Council of Christians and Jews (8-IX-1997), un Cardenal expone la conferencia «¿El cristianismo tiene necesidad del judaísmo?». Y contesta a esa pregunta:
«Sin dudar respondo que sí, un sí franco y sólido, un sí que expresa una necesidad vital y, diría, visceral... Para mí, el cristianismo no puede pensarse sin el judaísmo, no puede prescindir del judaísmo... Mi fe cristiana tiene necesidad de la fe judía»... .
En la perspectiva del Cardenal, que se declara «lejos de toda teología cristianizante del judaísmo», para afirmar la fe cristiana en Cristo, necesitamos que los judíos nieguen la fe en Cristo, y lo rechacen como el Mesías anunciado por los profetas y esperado como Salvador.
Pero el Espíritu Santo quiere que la predicación del Evangelio a los judíos hecha por Cristo, Esteban, Pablo, o por Cohen, Ratisbonne, Lémann, siga resonando para la gloria de Dios y la salvación de todos.
¿Cómo evangelizar en Instagram?
Que hacer para evangelizar más (y algunos tips de lo que no debemos hacer)
Instagram superó a Twitter para convertirse en la segunda red social. He visto allí una auténtica masa de gente intentando -con buenas intenciones- evangelizar. Sin embargo, creo que la mayor parte de ellos tienen menos éxito del que podrían porque no han comprendido el medio lo bastante como para transmitir un mensaje que sea atractivo en ese medio. Sí, yo estoy en Instagram, y admito que no soy perfecto al usarlo para evangelizar.
En este artículo utilizo el término "evangelizar" de forma más genérica que en cualquier otro sitio: referido a la idea no sólo de llevar el Evangelio a quienes no lo conocen, sino también de apoyar a quienes creen con plenitud y llevan una vida cristiana.
Lo dividiré en tres partes: malas formas de evangelizar, principios importantes sobre Instagram que afectan a cómo lanzar ahí el mensaje, y ejemplos de personas que evangelizan en Instagram.
Algunos fallos.
-He visto un buen número de cuentas que se centran en asuntos políticos (visto desde el otro lado: tengo las mismas oportunidades de molestar) y luego ocasionalmente añaden citas bíblicas que parecen apoyar su posición. Los laicos deben implicarse en política para cambiar su país para bien, pero uno debe reconocer cuándo su objetivo es político y no religioso.
-He visto gente que postea imágenes de temas religiosos, y luego un selfie que sugiere falta de virtud (no entraré en detalles).
-Otros sólo postean cosas de baja calidad. Por ejemplo, imágenes en blanco y negro de su Biblia de siempre (creo que eso puede ser ocasionalmente un buen post, pero si esos son todos tus posts... tus aportaciones se hacen muy aburridas), o postean imágenes borrosas de objetos religiosos o celebraciones religiosas.
-Otro error es el de quien postea cantidades enormes de memes: unos son positivos, y otros despellejan a los demás. El cristianismo, sin embargo, es un mensaje positivo, así que los memes que despellejan a los demás alejan del mensaje.
Para comprender cómo evangelizar, hay que fijarse en por qué va la gente a Instagram. Instagram no va de acontecimientos de actualidad: a diferencia de otras redes sociales, no pueden enlazarse blogs o artículos desde Instagram. Instagram, al menos en general, no va de debatir sobre temas políticos, cuestiones provida o el ateísmo: más bien parece pensada para ser anti-polémica.
Creo que hay dos razones principales por las que la gente va a Instagram. En primer lugar, la gente va a Instagram para ver fotos de lo que están haciendo sus amigos. En segundo lugar, la gente va a Instagram buscando belleza, lo que se manifiesta de muchas formas diferentes, con posts de comida, de moda, de arquitectura, de fotografía, etc. Creo que cada una de esas razones nos abre una oportunidad para evangelizar.
Para evangelizar a los amigos, todo lo que tienes que hacer es ser espontáneamente positivo sobre la fe. Postea una foto de la excelente pizza que te comiste, y luego una foto de grupo que te guste de tu pequeño círculo de la parroquia, luego tu mascota, luego un versículo de la Biblia, etc. Este método debería consistir principalmente en posts personales y sólo poner versículos de la Biblia o material inspiracional que te inspire a ti. De esta forma, Instagram es simplemente una extensión de la amistad evangelizadora que Matthew Kelly propone con elocuencia en Rediscover Catholicism [Redescubre el catolicismo]. He visto algunos grandes ejemplos de ella, pero no los he conservado, por eso no los enlazo aquí.
Para evangelizar la belleza, necesitamos descubrir esa belleza. Este tipo de evangelización requiere un talento especial. Ese talento consiste en descubrir la belleza que ya está ahí. Dos personas en Instagram han hecho esto particularmente bien, y ocupan los lugares segundo y tercero, tras el Vaticano, en mi lista de los Top 12 instagrameros católicos.
En primer lugar, una chica de Dallas (Texas) que hace catholic_teen_posts [posts católicos adolescentes]. Ella capta lo que es bello en nuestra fe católica y es capaz de ponerlo en forma de meme. Lo que encuentro digno de atención es que ella expone constantemente belleza, jamás fealdad. Esto no significa que nunca argumente, y por ejemplo un reciente post decía: "Somete tu argumento pro-abortista a la prueba de añadir ´y por tanto, está muy bien matar niños´. Si no estás convencido de ello, entonces no pierdas tu tiempo posteando en un sitio provida". Esto desafía a la otra parte sin despreciarla.
En segundo lugar, el padre Jason Smith, LC es un sacerdote antiguo alumno de Arte y un gran fotógrafo. Postea imágenes extraordinariamente bellas de su vida diaria. (Nota: en mi cuenta le copio más a él que a la chica.) Capta la belleza física de una capilla o de una obra de misericordia, lo que te permite ver, a través de la belleza física, la belleza espiritual.
Espero que algunos de vosotros estéis inspirados para evangelizar más en Instagram. Si lo hacéis, por favor intentad evangelizar a vuestros amigos o evangelizar a través de la belleza.
PRECES
El deseo de hacer cosas buenas a veces nos hace olvidar lo único necesario. Sabiendo que en Jesús está todo nuestro bien, le decimos:
R/MSeñor, enséñanos a permanecer en tu amor.
Para que la actividad no nos haga perder la paz interior,
– y sepamos encontrar tiempo para la conversación con los amigos y el descanso.MR/
Para que la angustia por lo que hemos de hacer no nos genere impaciencia,
– ni caigamos en la crítica hacia los demás.MR/
Para que las actividades apostólicas vayan precedidas y acompañadas por la oración,
– y no las fiemos a nuestras fuerzas, sino al poder de Dios.MR/
Para que los que, como san Bruno, se han retirado para darse a la oración contribuyan con su ejemplo y entrega al crecimiento de toda la Iglesia,
– y nos estimulen a no dejar de mirar a lo alto.MR/
Para que sepamos apreciar lo único necesario,
– y nuestra vida esté cada vez más centrada en Cristo.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Dios todopoderoso, de quien dimana la bondad y hermosura de todo lo creado, haz que comencemos este día con ánimo alegre y que realicemos nuestras obras movidos por el amor a ti y a los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.