Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo
- 20 Diciembre 2020
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Domingo de Silos, Santo
Abad, 20 de diciembre
Martirologio Romano: En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina († 1073).
Breve Biografía
Su vida la escribió con devoción precisa un monje contemporáneo llamado Grimaldo, que además fue religioso de su casa. Lo que se describe en latín decadente de última hora fue luego puesto en el balbuciente romance de lengua castellana por Gonzalo de Berceo ya en el siglo XIII.
Nace alboreando el siglo XI en Cañas, cerca de Nájera, en el reino de Navarra; no se sabe si de cuna noble o del pueblo llano, ni si rico o pobre. Sí se le conoce pastoreando cuando niño y dado a compartir comida y leche de oveja con los viandantes. Es apacible de carácter y muestra cierta inclinación al estudio; quizá por eso sus padres le orientan hacia la clerecía que es, en su tiempo, un modo de conseguir honores y riquezas, casi tanto como las armas, aunque él piensa más en su santificación y en la gloria de Dios que en los triunfos humanos.
El obispo lo ordena sacerdote. Pero Domingo Manso llega a sentirse indigno y nota pavor porque es duro y muy difícil vivir en solitario tan sublime ministerio. Después de año y medio se retira. Ya no hay eremitas; la quintaesencia se busca en los monasterios. Entra en el antiguo y observante cenobio de San Millán de la Cogolla, tomando el hábito negro de San Benito. Recibe y da ejemplo.
Encargado del priorato de Santa María, lo rehace.
Los monjes de San Millán vuelven los ojos a él y le piden sea su prior. Pasa de "pastorcillo" a "pastor". Y mientras cumple este encargo, el rey don García de Navarra, duro de carácter y tenaz, conocido como "el de Nájera", le pide los tesoros del cenobio; pero da con un compatriota que también lleva en la sangre lo que dan la tierra y la época en cuanto se refiere a tozudez y firmeza. Pone cara al rey y defiende lo que es patrimonio de su casa y de su iglesia. Esta actitud le valió el destierro voluntario a las tierras de Castilla donde reina el hermano de don García.
El bondadoso rey Fernando, le encomienda poner en pie el monasterio —por entonces en ruinas— de San Sebastián de Silos que fundó o restauró Fernán González en el 909 y que sobrevive casi deshabitado. Fue una obra gigantesca que en España ayuda a la configuración de la gran Castilla en cuanto llega a convertirse en un foco civilizador en el lugar por donde poco antes andaban los sarracenos. Llegan más y más gentes al calor del monasterio. Entre el ruido de los martillos de canteros, las sierras de carpinteros, los cinceles de los escultores, los cencerros de las vacas y las esquilas de las mulas, también suenan las campanas que llaman a Vísperas, a Misa y a los rezos. Con ello, se escucha la alabanza de los monjes que va aprendiendo el pueblo. Las tierras son bien labradas y hay horno de pan dispuesto. Ovejas y bueyes pastan por los amplios campos llanos. Se va haciendo arte al terminar las obras con esmero. Y el estudio de los monjes requiere libros que se guardan como tesoro sin precio.
Murió el santo abad —"Abad de santa vida, de bondad acabado", según escribe su cantor— que supo vivir de oración y penitencia el 20 de diciembre del año 1073 dejándole al monasterio de Silos su nombre como título.
Santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38. Domingo IV de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy las gracias por este momento que me regalas. Has esperado desde siempre este momento. Me amas y me has esperado pacientemente. ¡Gracias! De tus manos amorosas he recibido todo lo que tengo y lo que soy. Hoy quisiera agradecerte por ser quien eres. Porque eres simplemente maravilloso…y me amas tal cual soy. Creo en ti, pero ayúdame a creer cada día más en ti y en que, si Tú estás conmigo, nada debo temer. Confío en ti, pero aumenta mi confianza. Ayúdame a abandonarme en tus brazos igual que un bebé se abandona en los de su mamá. Te amo, Jesús, empero, te suplico que me enseñes a amarte. ¡Aumenta mi amor! Hazme un instrumento de tu amor. Quiero ser un reflejo de tu amor para los demás. Ayúdame y no permitas que me separe de ti. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».
María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
María, hoy quisiera penetrar en tus pensamientos y descubrir cuáles son los sentimientos que se albergan en tu corazón. ¿Cómo pasas las noches antes de que llegue el momento en que puedas mirar el rostro de tu Hijo?
Me parece verte allí, sentada, acariciando tu vientre con un amor casi tan indescriptible como grande. Han pasado ya casi nueve meses desde el anuncio del ángel. En tu corazón todavía resuenan las palabras: «alégrate, el Señor está contigo».
¡Realmente está contigo! Puedes sentir cómo poco a poco el Dios todopoderoso va haciéndose carne en tus entrañas. El Señor está contigo y Él es tu alegría. Él es tu alegría como lo es cualquier hijo para su mamá…pero sobre todo, Él es tu alegría porque Él es Dios y está contigo… está dentro de ti.
Me parece ver a José que te mira desde un ángulo de la habitación, también él absorto en sus pensamientos. Recuerda las dudas que le asaltaron cuando te vio encinta y pensó en dejarte en secreto. Ha pasado el tiempo. Mira cómo dentro de su esposa crece el Dios todopoderoso a quién él deberá de defender.
Veo que te percatas de la presencia de José y lo invitas a venir a tu lado. ¡Qué silencio tan maravilloso! No tienen necesidad de palabras para comprender lo que pasa en el corazón del otro. Ese silencio es tan sagrado, es como si tú y José, intentaran escuchar a la Palabra eterna de Dios que ahora crece en silencio dentro de ti, María.
¡Enséñame, Madre, a esperar a Jesús con el amor con que tú y José lo esperan ya!
«La Virgen María está llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor hizo en ella. La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, también el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se revela. La plenitud de la gracia transforma el corazón, y lo hace capaz de realizar ese acto tan grande que cambiará la historia de la humanidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de diciembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me detendré delante de un nacimiento y rezaré un Avemaría pidiéndole a María que me enseñe a esperar, como ella, a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La Anunciación del ángel a María...momento solemne para la historia
Vida Oculta de Jesús.
Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios. Hasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.
Infancia de María
Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y sintoniza plenamente con el querer divino.
Los planes de Dios
Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio con José.
El saludo del ángel
Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación"(Lc).
Momento solemne para la historia
Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.
No temas
El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia las palabras de su embajada: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin"(Lc).
El "no temas" es la introducción que usa la Escritura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la gran misericordia de Dios.
María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!
La respuesta de María
"María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.
"He aquí la esclava del Señor"
El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su colaboración libre en una empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres.
María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa:
"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia"(Lc).
Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.
Indicaciones para celebrar el domingo de la Palabra de Dios
Una nota de la Congregación para el Culto Divino publicada el 19 de diciembre.
El Papa Francisco instituyó el 30 de septiembre del año pasado con la Carta Apostólica en forma de Motu proprio "Aperuit illis" el domingo de la Palabra de Dios. Fue fijado en el tercer domingo del tiempo ordinario y el Pontífice quiso que fuera un día dedicado a la celebración, reflexión y difusión de la Palabra.
Este 19 de diciembre, La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó una nota para "recordar algunos principios teológicos, celebratorios y pastorales sobre la Palabra de Dios proclamada en la Misa".
El documento, elaborado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, fue firmado el 17 de diciembre por el prefecto, el cardenal Robert Sarah, y tiene por objeto contribuir a despertar la conciencia de la importancia de la Sagrada Escritura para la vida de los creyentes, especialmente en la liturgia, "que los coloca en un diálogo vivo y permanente con Dios". También añade que el domingo de la Palabra de Dios es "una buena oportunidad para releer algunos documentos eclesiales, especialmente el Praenotanda del Ordo Lectionum Missae, y luego se divide en diez puntos que ofrecen otras tantas indicaciones para la celebración.
Destaca que "a través de las lecturas bíblicas proclamadas en la liturgia, Dios habla a su pueblo y Cristo mismo proclama su Evangelio", indica como "una de las modalidades rituales adecuadas para este domingo (...) la procesión introital con el Evangeliario o, en su defecto, su colocación en el altar".
La nota de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos especifica entonces que las lecturas bíblicas dispuestas por la Iglesia en el Leccionario no deben ser reemplazadas o suprimidas y que deben utilizarse las versiones de la Biblia aprobadas para uso litúrgico. "La proclamación de los textos del Leccionario constituye un vínculo de unidad entre todos los fieles que los escuchan", se lee en el documento, que también recomienda el canto del Salmo Responsorial. El documento recomienda también el canto del Salmo Responsorial.
En cuanto a la homilía, invita a los obispos, sacerdotes y diáconos a "explicar y hacer comprender a todos la Sagrada Escritura" y a "hacerla accesible a sus propias comunidades", desempeñando este ministerio "con especial dedicación, atesorando los medios propuestos por la Iglesia". A continuación, se subrayó la importancia del silencio en la celebración litúrgica porque, "al fomentar la meditación, permite que la Palabra de Dios sea recibida interiormente por quienes la escuchan".
En cuanto a los que proclaman la Palabra de Dios en la asamblea -sacerdotes, diáconos y lectores-, la nota especifica que "se requiere una preparación interior y exterior específica, la familiaridad con el texto que se va a proclamar y la práctica necesaria en la forma de proclamarlo". Insiste en el cuidado del ambón desde el que se proclama la Palabra de Dios, y aunque "la homilía y las intenciones de la oración universal pueden ser proclamadas desde él", "es menos oportuno que se acceda a él para comentarios, anuncios, dirección del canto". También se pide que se cuide el valor material y el buen uso de los "libros que contienen los pasajes de la Sagrada Escritura", definiéndolo como "inapropiado recurrir a folletos, fotocopias, ayudas en lugar de libros litúrgicos".
Para dar a conocer mejor la Sagrada Escritura y su valor en las celebraciones litúrgicas, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos exhorta a que se promuevan, en la proximidad o en los días siguientes al domingo de la Palabra de Dios, encuentros formativos, por ejemplo, para ilustrar más detalladamente "los criterios de distribución litúrgica de los diversos libros bíblicos en el curso del año y en sus tiempos, la estructura de los ciclos dominicales y semanales de las lecturas de la Misa". Por último, la nota identifica el Domingo de la Palabra de Dios, en el que se promueve la celebración comunitaria de Laudes y Vísperas, como "una ocasión propicia para profundizar en el vínculo entre la Sagrada Escritura y la Liturgia de las Horas, la oración de los Salmos y Cánticos del Oficio, las lecturas bíblicas".
La nota de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos concluye sugiriendo que se proponga a San Jerónimo como ejemplo "por el gran amor que alimentó por la Palabra de Dios". Porque, como recordó el Papa Francisco en su Carta Apostólica Scripturae sacrae affectus del 30 de septiembre pasado, escrita con ocasión del XVI centenario de la muerte de San Jerónimo, era un "incansable estudioso, traductor, exégeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura", que poniéndose a la escucha se encontró a sí mismo, el rostro de Dios y el de sus hermanos y hermanas, y refinó su predilección por la vida comunitaria.
¿Cuánto dura la presencia de Cristo en la Eucaristía?
Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros?
Sabemos que en el altar, al momento de la consagración, la hostia y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Pero ¿cuánto tiempo permanece su presencia en ellos? Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros? Vamos a responder estas preguntas.
En cada pedazo de la hostia consagrada y en cada gota del vino consagrado está Cristo completo, es decir, todo su Cuerpo, su Sangre, alma y divinidad. Por lo tanto, cada que comulgamos, recibimos al mismo Cristo vivo y resucitado. Así lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica al decir: “En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (1374).
De tal manera que al fraccionar la Hostia consagrada no es que se divida a Cristo, ya que hasta en la más pequeña partícula de la Hostia está Cristo con todo su Cuerpo y su Sangre. Lo mismo al recibir el vino en el cáliz, no es solamente la Sangre de Cristo, sino que es el Señor en toda su persona divina. “Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo” (CCE 1377).
Ahora bien, la presencia real de Cristo en la Eucaristía permanece desde la consagración del pan y del vino, hasta que duren las especies que sirvieron para su ofrecimiento. Es decir, que cuando las especies del pan y del vino se alteran por el tiempo o se disuelven a través del estómago, la presencia física de Jesús deja de estar.
Se pudiera decir que son aproximadamente entre 10 y 15 minutos los que dura la presencia física de Jesús dentro de nosotros. El que ya no esté en su presencia real y verdadera, no quiere decir que Cristo nos abandone. Sigue presente en nuestra alma, habita en nosotros, en unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de manera real.
Al reconocer que es Cristo en cuerpo y alma a quien recibimos, es necesario que preparemos también nuestro cuerpo ya que no es un alimento ordinario. Por lo tanto, por respeto a su presencia dentro de nosotros, el Código de Derecho Canónico nos dice cómo debemos prepararnos: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas” (919). Asimismo, no debemos comer ningún alimento de manera inmediata luego de haber comulgado, hasta que haya pasado el tiempo prudente para que se disuelva totalmente la Hostia dentro de nuestro organismo.
Qué triste es ver a tantos que después de recibir a nuestro Señor permanecen como si hubiesen recibido un simple trozo de pan. Hagamos el compromiso de vivir con piedad y cuidado ese momento de la comunión. Deleitemonos en comerlo, platiquemos con Él desde el corazón.
Al comulgar al Señor nos convertimos en sagrarios vivientes, dentro de nosotros está el mismo cielo; por lo tanto, debemos aprovechar ese momento tan especial para adorar y conversar con aquel que nos ama y que ha decidido vivir en ti y en mí. La presencia de Cristo Eucaristía permanece para siempre, para toda la eternidad. ¡Cuida tu gracia y no te prives de este alimento que da la vida eterna!
Ni escéptico, ni crédulo. 7 Rasgos de la fe.
Vivimos en una época en la que hay una tremenda crisis de confianza: en medio de un océano de mensajes, que a veces son contradictorios
A todos nos gustan las relaciones: de pareja, de amigos, de familia, etc. En las relaciones humanas damos pasos de fe todo el tiempo: creemos en lo que nos dicen las personas a las que amamos y actuamos con base en eso, por ejemplo, si un amigo muy querido nos dice que visitó una ciudad que no conocemos y nos cuenta con emoción todos los detalles, nuestra primera reacción es creerle sin necesidad de que nos muestre “evidencias”, nos basta el cariño. Por otro lado, cuando una relación es débil o está rota es muy difícil confiar.
Vivimos en una época en la que hay una tremenda crisis de confianza: en medio de un océano de mensajes, que a veces son contradictorios, necesitamos saber en qué o en quién depositar nuestra confianza. Dicen por ahí que los extremos son viciosos, y en este sentido valdría la pena huir de dos caminos extremos frecuentes: Aceptar solo lo que podemos verificar empírica y racionalmente (escepticismo) porque entonces dejaríamos de tener una vida humana; y el otro extremo es creer todo (credulidad), porque podíamos vivir siempre en la ilusión y la mentira.
En el caso de la fe en Dios pasa lo mismo: nadie nos puede obligar a creer en un Dios con quien no hemos establecido primero una relación. El camino de la fe se diferencia de estos 2 extremos, es aceptar libremente que Dios se ha revelado, es decir, que ha dicho cosas sobre sí mismo, sobre el mundo y sobre quiénes somos para Él; y a la vez creerle y adherirme con confianza a su persona. Esta relación de confianza, en Dios y en su Palabra es lo que nos proporcionará un mayor grado de felicidad que cualquier otra relación.
En resumen… ¿Qué es la fe?
La fe es saber y confiar… y tiene siete rasgos:
• La fe es un puro don de Dios, que recibimos, si lo pedimos ardientemente.
• La fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria para obtener la salvación.
• La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre cuando acepta la invitación divina.
• La fe es absolutamente cierta, porque tiene la garantía de Jesús.
• La fe es incompleta mientras no sea efectiva en el amor.
• La fe aumenta si escuchamos con más atención la voz de Dios y mediante la oración estamos en un intercambio vivo con él.
• La fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría del cielo. (Youcat #21)
Probablemente ya conoces los caminos extremos, el del crédulo y del escéptico…
Ahora te invitamos a conocer más tu fe, a empezar un camino hacia esta fe que transforma la vida y la hace plena
Oración para el Cuarto Domingo de Adviento
Oración para prender la cuarta vela de la Corona de Adviento
La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.
La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.
Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona oguirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.
ORACIÓN PARA EL CUARTO DOMINGO CUARTO DOMINGO
Todos hacen la señal de la cruz.
Guía: "Nuestro auxilio es en el nombre del Señor"
Todos: "Que hizo el cielo y la tierra"
Liturgia de la Palabra:
Primera lectura: Rm 13,13-14 "Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestios del Señor Jesucristo". "Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".
Segunda lectura: 2 Tes. 1,6-7 "Es justo a los ojos de Dios pagar con alivio a vosotros, los afligidos, y a nosotros, cuando el Señor Jesús se revele, viniendo del cielo acompañado de sus poderosos ángeles, entre las aclamaciones de sus pueblo santo y la admiración de todos los creyentes." -"Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".
Guía: "Ven, Señor, y no tardes.
Todos: "Perdona los pecados de tu pueblo".
SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS
Guía: "Bendigamos al Señor"
Todos hacen la señal de la cruz mientras dicen: "Demos gracias a Dios".
Humildad y gloria
El Nacimiento de Jesús
Guía: Lectura del Evangelio según San Lucas (2:6-7)
"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron
los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito,
le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento."
"Palabra de Dios"
Todos: "Te alabamos Señor".
MEDITACION
La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.
Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.
Tiempo de silencio / Tiempo de intercesión
Padre Nuestro / Ave María.
ORACIÓN FINAL
Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
Todos: "Amén"
Preces
En la mañana de este domingo alabemos a Dios, que predestinó a María para que fuera la Madre de su Hijo, y digámosle:
R/MProtege al pueblo que tú has congregado.
Te pedimos por la Iglesia,
– dispón el corazón de todos los fieles para celebrar
las fiestas que se acercan.MR/
Protege a todas las comunidades cristianas,
– que en ellas se cumpla el mandamiento del amor.MR/
Tú que nos has mostrado tu preferencia
y nos has incorporado a la Iglesia por el bautismo,
– haz que seamos conscientes de que sin ti
nada podemos.MR/
Que la celebración de este domingo nos ayude
a darnos cuenta de que estás en medio de nosotros,
– y nos impulse a querer hacer mejor
todas las cosas.MR/
Oración
Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
Haciéndose eco de esta misma tradición, san Juan XXIII, en el mensaje de Navidad de 1962, elevaba esta ardiente oración: «Oh Palabra Eterna del Padre, Hijo de Dios y María, renueva también hoy, en el secreto de las almas, el admirable prodigio de tu nacimiento». Hagamos nuestra esta oración, pero, en la dramática situación en la que nos encontramos, añadamos también la súplica ardiente de la liturgia navideña: «Rey de los pueblos, esperado por todas las naciones, piedra angular que unes a los pueblos en uno: Ven y salva al hombre que has formado de la tierra»[14]. Ven y levanta de nuevo a la humanidad exhausta por la larga prueba de esta pandemia.
Ángelus: El consumismo nos ha secuestrado la Navidad
Papa Francisco ha instado a seguir el ejemplo de María, a no “dejar para más tarde” lo que tenemos que hacer, sino a decir “sí” y dar un paso concreto hacia la Navidad.
El Papa Francisco ha rezado la oración mariana del Ángelus ante cientos de fieles, que se congregaron en la Plaza de San Pedro, este 20 de diciembre, cuarto domingo de Adviento.
El Obispo de Roma, comentando el Evangelio, recordó que el relato bíblico “nos propone una vez más la historia de la Anunciación. «Alégrate- dice el ángel a María- concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 28. 31).
Un momento de alegría y prueba para María
Francisco puntualizó dos elementos: primero, “Parece un anuncio de alegría pura, destinado a hacer feliz a la virgen”. Segundo, “junto con la alegría, estas palabras predicen a María una gran prueba”. Entonces profundiza sobre la razón de la prueba:
Porque en aquel momento estaba «desposada» (v. 27) con José. En una situación como esa, la Ley de Moisés establecía que no debía haber relación ni cohabitación. Por lo tanto, si tenía un hijo, María habría transgredido la Ley, y las penas para las mujeres eran terribles: se preveía la lapidación (cf. Dt 22, 20-21). Ciertamente el mensaje divino habrá colmado el corazón de María de luz y fuerza; sin embargo, se encontró ante una decisión crucial: decir «sí» a Dios, arriesgándolo todo, incluso su vida, o declinar la invitación y seguir con su camino ordinario.
Una aceptación activa, fuerte, que no hace esperar a Dios
La respuesta de María no se hace esperar: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). El papa comenta: María no dice: «Si tiene que hacerse, que se haga…, si no puede ser de otra manera…». No, no expresa una aceptación débil y desganada, sino un deseo fuerte y vivo. No es pasiva, sino activa. Se adhiere a Dios. Es una enamorada dispuesta a servir a su Señor en todo e inmediatamente”.
Postergar nuestra respuesta a Dios
El Papa, refiriéndose a las respuestas que damos a las llamadas del Señor, afirma:
¡Cuántas veces nuestra vida está hecha de postergaciones, incluso nuestra vida espiritual! Sé que me hace bien rezar, pero hoy no tengo tiempo; sé que ayudar a alguien es importante, pero hoy no puedo. Lo haré mañana, es decir, nunca. Hoy, a las puertas de la Navidad, María nos invita a no aplazar, a decir «sí». Todo «sí» cuesta, pero siempre es menos de lo que le costó a ella ese valiente y decidido «sí», ese «hágase en mí según tu palabra» que nos trajo la salvación.
Hora de actuar
Francisco nos anima a que “hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, vayamos a confesarnos, porque sólo así nuestro corazón se parecerá al de María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios”. El Papa indicó que para que Jesús nazca en nosotros «preparemos nuestros corazones, vamos a la oración, no dejemos que el consumismo nos lleve: «Ah, tengo que comprar regalos, tengo que hacer esto, esto…» Ese frenesí de hacer cosas, cosas, cosas… lo importante es Jesús. Consumismo: el consumismo, hermanos y hermanas, ha secuestrado la Navidad para nosotros. El consumismo no está en el pesebre de Belén: hay realidad, pobreza, amor», insistió el Papa. «Hágase en mí según tu palabra”. Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca la vida, pasa en vano, afirmó Francisco.
PAPA FRANCISCO