María, Madre de Dios
- 01 Enero 2021
- 01 Enero 2021
- 01 Enero 2021
Solemnidad Litúrgica. 1 de enero
Primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental
En la octava de la Natividad del Señor y en el día de su Circuncisión. Los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.
Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es el culmen de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de "santísima" del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra... y siempre atendida su oración.
Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más.
El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José.
Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan.
Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana.
Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo.
También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos.
Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda.
Ya, en la etapa de la "vida pública" de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío.
En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios.
Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el "piso de arriba" donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés.
Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla.
Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad.
El sujeto nacido en Belén es peculiar. Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad.
María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio.
Recibamos al Niño Dios con la sencillez de los pastores
Santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21. Santa María Madre de Dios
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy, Señor, quiero alabarte, quiero darte gloria con todo mi corazón. Tú me conoces bien. Conoces mi pobreza y mi miseria. Sin embargo has querido venir a mi corazón. Has tocado a mi puerta y me has mirado. Por eso quiero darte gracias y alabarte, porque siendo Dios, has venido como Pastor a las ovejas necesitadas de tu luz. Has venido a mostrarnos el camino, la verdad y la vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Estos días navideños son muy propicios para reflexionar y pensar en el gran misterio del nacimiento de Cristo, pero ¿cómo meditar? En el silencio. Cuántas veces se pasan las navidades y nos preguntamos ¿Qué hice estas navidades? ¿Qué me dejó y dijo Jesús? Y nos podemos dar cuenta que se nos han pasado volando y apenas hemos dedicado un tiempo largo para estar delante de Él, en el silencio, escuchándolo…
Ahora veamos cómo vivieron los pastores la primera navidad. Cómo recibieron al Mesías en esa noche fría, en una cueva oscura. Lo primero que vemos es un corazón sencillo. Los pastores no eran gente muy preparada, eran, más bien, gente muy humilde. Al mismo tiempo eran gente auténtica, se mostraban como eran, no había apariencias. Eran gente que escuchaba; apenas escucharon el mensaje del ángel, se fueron directos a ver a ese Mesías. Y, finalmente, era gente de fe. Supieron ver al Mesías, al Rey, aun en medio de la suciedad de un establo. Supieron reconocerlo en ese niño envuelto en pañales.
Y en estas navidades nos enseñan en primer lugar a ser sencillos, a presentarnos delante del Señor como somos, sin apariencias, porque en el fondo Él conoce nuestro corazón. Nos enseñan a hablarle a Jesús con pocas palabras, pero con mucho corazón. Y, al mismo tiempo, nos enseñan a escuchar. ¿Qué es lo que nos quiere pedir Jesús hoy? No hay que tener miedo a ponernos en sus manos, a confiar. Finalmente, nos invitan a tener fe, a ver más allá; a ver realmente a Jesús, en la Eucaristía y a no acostumbrarnos al misterio de la Navidad.
«Al comienzo de un nuevo año, la Iglesia nos hace contemplar la Maternidad de María como icono de la paz. La promesa antigua se cumple en su persona. Ella ha creído en las palabras del ángel, ha concebido al Hijo, se ha convertido en la Madre del Señor. A través de ella, a través de su “sí”, ha llegado la plenitud de los tiempos. […] Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe, has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín). Madre, derrama sobre nosotros tu bendición en este día consagrado a ti; muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que trae a todo el mundo misericordia y paz. Amén».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, voy a estar especialmente atento a la misa dominical y a lo que Tú me quieras decir.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ofrecemos una lista de 12 propuestas que pueden ayudarte a definir tus propósitos para el año que comienza.
Es costumbre al fenecer el año, revisar nuestra vida y plantearnos metas y propósitos para el Año Nuevo. Muchos se esfuerzan por realmente cumplir y vivir según los propósitos trazados. Otros tantos -los más- suelen quedarse en el camino. Sus buenos propósitos se quedaron tan solo en buenas intenciones. Pero alguien dice por ahí -y quizás diga bien- que de buenas intenciones, está empedrado el camino del infierno.
Los hijos de Dios debemos ser hombres y mujeres de palabra. Jesús nos enseñó a decir “Sí” cuando sea sí, y a decir “No” cuando sea no. En esta línea, es preciso al definir nuestros propósitos para el año que comienza, tomárnoslos en serio. Y hacer de ellos un verdadero compromiso.
Hay quienes optan por plantearse propósitos materiales: nuevo auto, el viaje jamás realizado, una casa más grande, un mayor sueldo. Esto está bien si es que estos objetivos no se definen como una mera meta -lo cual sería simplemente materialista- sino más bien como medios para algo más importante, como dar un mayor bienestar a la familia.
Unos más, prefieren definir propósitos que les ayuden a ser mejores personas. En esta línea, lectora, lector querido, quisiera compartir contigo una lista de 12 propósitos que pueden ayudarnos a ser sobre todo, mejores cristianos. Se trata de hacer ciertas cosas y dejar de hacer otras. También de asumir ciertas actitudes y dejar de lado otras tantas.
1. Acercarnos más a Dios. Es innegable que de esto se desprende todo lo demás. Incluso el éxito al lograr cumplir con el resto de nuestros objetivos depende en gran medida de la cercanía a Dios. Pues sin Cristo, nada podemos hacer. Es importante aumentar nuestro tiempo de oración y participar de manera más consciente en los sacramentos. También bendecir siempre nuestros alimentos sea quien sea nuestro comensal.
2. Confiar más en Dios. Muchos se frustran porque Dios no les habla. ¿Quieres escuchar a Dios? Abre tu empolvada Biblia y léela. Te garantizo que si lo haces con la frecuencia debida -es decir, diario- escucharas de Dios las palabras que necesitas. No le exijas ni demandes favores, pídele todo pidiendo siempre que se haga su voluntad, pues Él sabe cuándo, cómo y en qué medida. Y al tener frente a ti las oportunidades que necesitas, acéptalas. Deja de cuestionar cada oportunidad, quedarte inmóvil y dejar de actuar. Dios te ayuda, pero necesita de tu parte. Dios te inspira, pero necesita de tu inteligencia. Dios te cuida, pero necesita tu confianza. Este año confía más en Dios, acepta lo que te envía y actúa en consecuencia.
3. Dejar de Murmurar y de ver la Paja en Ojo Ajeno. Es increíble lo rápida que es nuestra lengua para desatarse y correr cual caballo desbocado en contra de alguien más. Y lo peor es que muchas veces murmuramos en contra de alguien según nosotros en aras de la justicia divina: porque éste peca mucho, porque ésta gasta mucho dinero, porque este otro es muy sucio y descuidado, porque esta otra es una chismosa, porque este va a misa pero se pelea con todos al salir y entrar en su automóvil, porque esta otra también va a misa pero se queda dormida… La lista es inacabable. ¿Qué tal como propósito de este año dejar de murmurar y mejor mirar a nuestro interior cada vez que algo nos parece mal? Porque es un hecho irrefutable que casi siempre que nos disgusta algo que vemos que otro hace, ¡es porque en el fondo nos disguta que nosotros hacemos lo mismo! Por eso advertía Jesús que es fácil ver paja en el ojo ajeno y no la viga que se lleva en el propio. Hagámonos el propósito de que al sentir la tentación de murmurar, cerrar la boca, ver a nuestro interior y en justicia decidir qué actitud debemos nosotros mismos cambiar, qué debemos dejar de hacer o que debemos comenzar a hacer.
4. Ser Portadores de Ayuda y Generadores de Cambio. Es fácil criticar lo que no nos gusta. Pero eso rara vez sirve de algo. A lo largo de este año, hagámonos el firme propósito de que cada vez que algo nos parezca malo, pensemos cómo ayudar para corregirlo o cambiarlo y actuemos en consecuencia. Si nada podemos hacer, mejor no estorbemos. Igualmente, seamos solícitos para ayudar a todo aquél que lo necesita.
5. Dejar de Ofendernos por Todo y de Pelear contra Todos. Jesús declaró bienaventurados a los mansos, porque heredarán la tierra. La mansedumbre es una virtud que nos ayuda a dejar de lado la violencia. Cuántas personas se ofenden por la forma en que los saluda el empleado de una tienda. Cuántos más se indignan porque el mesero no los vio al pasar frente a ellos. Cuántos estallan porque el conductor de adelante no va más de prisa. Cuántos se encolerizan porque su hija no guardó el cepillo y el espejo. Y en consecuencia agreden, gritan, insultan, ofenden, se vengan, toman represalias y lo peor, ¡se amargan la vida y se la amargan a los demás! “¡¿Y cómo no me voy a enojar?!” es su típica justificación. Pero esa actitud no es digna de un hijo de Dios. Este año hagámonos el propósito de evitar pleitos y riñas. Desarrollemos mejor la virtud de la mansedumbre. Además de vivir en paz con los demás, seremos bienaventurados y heredaremos la tierra que el Señor nos tiene prometida.
6. Desarrollar la Pulcritud. Esto a muchos les cuesta trabajo. Pero es necesario reconocer que no podemos comprender el concepto de un “alma limpia” si no somos capaces de vestir una camisa limpia. El desaliño no es virtud, es por el contrario, un vicio terrible. No hay que confundir no ser vanidosos con ser sucios y desaliñados. Ir despeinados, con la ropa sucia y arrugada no es propio de un hijo de Dios. Porque nuestro cuerpo es un templo vivo del Espíritu Santo. Y ese templo debe siempre ser digno, tanto en su interior como en su exterior.
7. Ser más Laboriosos. Sobre todo a los laicos, Dios nos ha confiado el orden de la creación. Debemos trabajar para hacer del mundo que Dios nos ha regalado, uno mejor. Debemos también trabajar para crecer como personas, en talento y dignidad. Para el hijo de Dios, es inaceptable el trabajo a medias, entregado tarde o mal hecho. El hijo de Dios debe poner su sello en todas sus obras. Este año propongámonos hacer nuestro trabajo con pasión y calidad, recordando siempre cuando Dios puso en manos de Adán el Paraíso que había creado.
8. Ser Limpios de Corazón. Jesús prometió que los limpios de corazón verán a Dios. Sin embargo, los programas de TV cada vez más vulgares, las conversaciones con amigos y compañeros de trabajo cargados de palabras soeces, los chistes en doble sentido son fuertes barreras para mantener limpio el corazón. Este año que comienza, comprometámonos a mantener una diversión sana, conversaciones en la línea del respeto y un humor blanco que siempre divierte sin ofender ni contrariar a nadie más.
9. Dar Más Tiempo a Nuestra Familia. Bien que lo sabemos. Pero bien que fingimos excusas para no cumplirlo. Necesitamos trabajar mil horas extras para pagar más horas de guardería y más maestros privados y más cursos de qué se yo para que nuestros hijos estén en un lugar seguro para poder trabajar más para tener más dinero para pagar más guarderías, maestros privados y cursos mientras trabajamos más… El ridículo torbellino que termina por destruir las familias mientras alguien escala peldaños y amasa fortunas. Basta ya. Este año fijemos bien nuestras prioridades: Dios, familia y trabajo. En ese orden. El resto, Dios nos lo dará por añadidura.
10. Disfrutar más la Vida que Dios nos Da. Ya basta de quejarnos de todo. Es suficiente de encontrarle peros a todo. Es hora de dejar de encontrarle a todo su lado malo. Acepta por el contrario con gozo todo lo que Dios te da, agradécelo y alaba al Señor por su bondad.
Encuentra la mano de Dios en todo lo que tienes. Mira a cuántos más les hace falta. Alaba a Dios por cada mañana, por la frescura del agua que corre en la ducha, por el desayuno que te da energía, por el sol que te calienta. Alábalo por la taza de café que te devuelve el buen ánimo, por la galleta dulce que lo acompaña, por quien te hace compañía mientras la bebes. Disfruta al “perder el tiempo” con tus hijos, pues son una de las mayores bendiciones que Dios te ha dado. Disfruta tus ratos de enfermedad, pues te dan tiempo para leer aquél libro pendiente y hasta para acercarte más a Dios. Que este sea uno de nuestros propósitos más firmes para este año. Pues así viviremos en paz, llenos de gozo y siendo infinitamente agradecidos a nuestro Dios.
11. Bajar de Peso. ¿Y por qué no? Este casi siempre es un propósito de Año Nuevo de casi todas las personas adultas. Y curiosamente, es el propósito menos cumplido. Sin embargo, para los hijos de Dios resulta importante porque bajar de peso va más allá que una cuestión de vanidad corporal. El exceso de peso en gran parte se debe al pecado capital de la gula. Y bajo esa óptica es que los cristianos debemos afrontar esta situación. Los pecados capitales se llaman así porque de ellos se desprenden muchos más hasta poner fuertemente en riesgo la integridad de la persona. Quien come demás, desarrolla usualmente otro pecado: la pereza, manifestada en la falta de ejercicio. El exceso al comer suele acompañarse en excesos al beber. Y tras las comidas, al fumar. La cadena puede no tener fin y los riesgos para la salud corporal e innegablemente para la salud del espíritu son muchos. Hagámonos pues el propósito para este año, de declara la guerra a la gula que nos ha esclavizado. Dejar atrás este pecado y mejorar la salud del cuerpo que Dios nos ha dado.
12. Ser Portadores de la Bendición de Dios. Las personas que necesitan de la bendición de Dios no precisan de un momento de éxtasis en que Jesús o la Virgen se les manifiesten y con su mano en la frente los bendigan. Necesitan más bien de cariño, de alguien que los escuche, de alguien que los ayude, de alguien que les dé trabajo, de alguien que les dé pan. Siendo hijos de Dios, hagámonos el propósito este año de ser portadores de las bendiciones de Dios para los demás: con nuestro tiempo, con nuestra ayuda, con nuestras manos, con nuestros labios y con nuestros bienes materiales.
Deseo que esta lista te ayude a definir tus propósitos para el año que comienza. Que Dios te bendiga y sostenga con su mano providente, bendiga todos tus sueños y te ayude a alcanzar cada una de tus metas.
¡Apasiónate por Nuestra Fe!
El Papa no preside los ritos de fin y principio de año debido a la ciática
La celebración del Te Deum esta tarde será presidida por el Cardenal Re.
Un fuerte dolor y la constatación de no poder estar en el altar para concluir el año 2020 con el rezo del Te Deum y abrir el 2021 con la misa en la solemnidad de la Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz - excepto por el rezo del Ángelus que lo verá regularmente en su lugar.
La noticia de la ausencia del Papa fue dada a última hora de la mañana por el director de la Oficina de Prensa vaticana, Matteo Bruni, quien informó a los medios de comunicación que "debido a una dolorosa ciática las celebraciones de esta tarde y mañana por la mañana en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana no serán presididas por el Santo Padre Francisco".
Bruni especificó que sustituyendo al Papa en San Pedro para el Te Deum, previsto para hoy a las 5 p.m., estará el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, mientras que la misa del 1 de enero de 2021, que comenzará a las 10 a.m., será presidida por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin. "Mañana, 1 de enero de 2021 - concluyó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede - el Papa Francisco guiará de todos modos el rezo del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, como estaba previsto".
El año nuevo en perspectiva católica
Unas pequeñas reflexiones cristianas para finalizar el año
El magisterio y la Tradición de la Santa Madre Iglesia nos enseña que el hombre es una creatura creada a imagen y semejanza de Dios que se distingue por su complejidad. Es a la vez espíritu y materia, libre y dependiente; autónomo e irrepetible y se realiza, quiera o no, en la entrega a los demás; abierto a la trascendencia y naturalmente sociable, mal dotado en comparación con el resto de los animales, pero por el contrario ha cambiado la faz de la tierra porque posee razón y es co-creador del orden natural.
Boecio nos enseñó que el hombre es una sustancia individual de naturaleza racional y el tomismo que las propiedades de la Persona Humana son: 1. Unidad, 2. Identidad, 3. Autonomía limitada y relativa a un fin último.
El hombre es capaz de ciencia objetiva y de religión, reconociendo con su inteligencia un fundamento objetivo absoluto de lo real: Dios creador y sólo en un Dios personal se reconoce plenamente como ser espiritual.
Santo Tomás nos prueba que el alma entendida como un acto primero de un cuerpo físico, natural y organizado que tiene su vida en potencia[1], es espiritual al demostrar que la inteligencia es una facultad del alma enteramente inorgánica y espiritual mediante estos 5 argumentos:
La inteligencia es enteramente inmaterial, porque “si entiende todas las cosas, debe estar exenta de toda mezcla con el cuerpo”.
La toma de la posibilidad de corrupción de los sentidos al conocer esencialmente por medio un sentido. Mientras que la facultad sensitiva de conocimiento no puede estar sin cuerpo, el entendimiento está separado de él.
La inteligencia conoce las naturalezas universales de las cosas por lo tanto el entendimiento es algo independiente de la materia.
El entendimiento conoce las cosas incorporales (sabiduría, verdad, etc.).
El entendimiento es capaz de reflexión.
El Objeto de la Felicidad Suprema.
El hombre moderno tiende a poner el eje de su felicidad en falsos dioses representados en quiméricas festividades o afrontando con espíritu poco evangélico, a lo pagano y sin Dios, los acontecimientos de la vida del Redentor y que solo Dios puede dar. De aquí deducimos tres sistemas éticos contemporáneos que alimentan a las espiritualidades new age, según el lugar que se coloque la bienaventuranza, y que naturalizan el espíritu sobrenatural de las fiestas de esta época del año que terminan:
1. Aquellos sistemas que colocan el objeto de la felicidad suprema en los bienes corporales (sensibles, riquezas y sensualidad) denominados hedonismo o utilitarismos y los sensualistas modernos como Bentham, stendhal, Taine, Litré y los socialistas en general.
2. Aquellos que ponen el objeto de la felicidad suprema en los bienes del alma, intrínsecos como la ciencia o extrínsecos como la fama o la gloria denominados estoicismo y el eudemonismo (búsqueda exclusiva de lo verdadero y de lo honesto) que profesan los racionalistas contemporáneos.
3. Colocan la bienaventuranza en la evolución completa del hombre o del género humano y se los conoce como evolucionistas como los panteístas, Spencer y la escuela krausista.
Por eso que de aquí afirmamos sin temor a equivocarnos que la bienaventuranza no consiste ni en los bienes corporales, ni en los bienes espirituales, ni en la reunión de unos y otros ni en su evolución progresiva, sino sólo y exclusivamente en Dios. Porque solo Dios es un bien absoluto, seguro, estable, exclusivo de todo mal y accesible a todos los hombres. El Objeto de la voluntad humana es el bien universal y sin límite, así como el objeto de la inteligencia es lo verdadero universal, como lo proclama el Rey Profeta: “…Es Dios quien saciará de bienes tu corazón”.[2] La Teología Natural, nos prueba que el fin último de todos los seres creados deber ser el procurar la gloria de Dios. Luego, el hombre hallará su fin último y su bienaventuranza en el conocimiento perfecto, el amor y la alabanza de Dios, según la admirable expresión de San Agustín: “…Tú nos has hecho para ti, oh Dios mío, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”.[3] El deber no es más que un medio, no un fin. La bienaventuranza subjetiva del hombre consiste esencialmente en la contemplación intelectual de Dios, acompañada de un amor igual en la voluntad. Dios no puede ser poseído físicamente por el hombre, sino intencionalmente por sus facultades espirituales. La bienaventuranza consiste esencialmente en la contemplación
Los bienes corporales como la fuerza, la riqueza, la salud, los alimentos, los vestidos son bienes de orden inferior y no son el fin último del hombre porque son bienes que no pueden perfeccionar y satisfacer la inteligencia y la voluntad. Tampoco excluyen de todo mal, como la ignorancia y el vicio, no son estables y en fin de nos accesibles a todos. Lo mismo sucede con los bienes exteriores del alma como el poder, la fama, el honor y la gloria y la misma suerte corre para los bienes interiores como la ciencia y la virtud.
Asimismo, la virtud no satisface plenamente nuestra alma porque está erizada de dificultades y no impide las rebeliones de la concupiscencia, los justos pueden estar enfermos, ser pobres o ignorantes.
El sentido cristiano de las festividades.
El pesebre de Belén y el nacimiento del Redentor nos lleva a reflexionar y a meditar sobre el paso del año viejo al nuevo, del hombre viejo que debemos dejar atrás para convertirnos en el nuevo. Todo hombre naturalmente desea saber, pero si algo nos debe dejar la meditación del pesebre es que mejor es el rústico humilde que sirve a Dios, que el soberbio filósofo o hombre de negocio que aprovecha ciencia o vanidad sin temor de Dios, abrazando al materialismo como estilo de vida. Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña, nos edifica el Kempis en su Imitación a Cristo.
Para el cristiano no hay vacilaciones, la Redención de Cristo, que comienza en la Santa Noche de Navidad, debe encaminarnos bruscamente al triunfo sobre el pecado y la muerte. Indudablemente quienes vayan hacia el encuentro con la persona del redentor padecerán pruebas y dificultades y sentirán el desprecio del mundo por seguir el camino de Cristo. Pero la Santa Madre Iglesia en su infinita sabiduría nos alienta y sostiene durante el año litúrgico, con sus festividades periódicas haciéndonos vivir los principales fundamentos del pensar, sentir y el actuar cristiano, como un inestimable don de Dios, presente en nuestra historia alimentando nuestra fidelidad al mensaje salvífico, accediendo a una real y profunda metanoia. Las festividades litúrgicas nos permiten al mismo tiempo hacer fructificar continuamente en nuestros corazones la infinita virtualidad de Cristo para crecer y ser en Cristo.
Después de convertirse en un creyente, el apóstol Pablo escribió: “He sido crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”. (Gálatas 2:20) Saulo estaba “muerto”, y Cristo ahora estaba vivo en Pablo. ¡Y la diferencia que hizo!
Para un cristiano el hombre Viejo está inmerso en el pecado, en el propio “Yo”. La parte más difícil acerca de los propósitos de Año Nuevo no es la necesidad de la perseverancia sino la transformación completa y profunda en Cristo. Y esto sólo puede suceder con Cristo en el centro de nuestras vidas, y el “yo” fuera del camino. El grito de santidad “…amigo ¿y cuándo vamos a empezar a volvernos mejores?” de San Felipe Neri, debe ser el propósito de vida cristiana para el año que comienza.
Para hacer carne en nuestro testimonio de vida la máxima de San Pablo, “…donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (ROM 5, 20), la luz de Belén y la confirmación de Fe de los Reyes Magos deben indicarnos la dirección a seguir, a buscar lo mejor, ya que nos imprimen la victoria final del bien caminando con esperanza y sin miedo, "sin apartarnos ni a la derecha ni a la izquierda" (Jos 23, 6) porque el verdadero Rey de Reyes ha nacido y su sacrificio tiene que ser el nuestro para que ser en Cristo.
Notas:
[1] De anima II, 412 a y b
[2] Salmo 103, 5; Suma Teol., I-II, q. 2, a. 8
[3] San Agustín, Confesiones I, c.1
¿Cuándo festejamos a María, Madre de Dios?
¿Existe la festividad de María, Madre de Dios? ¿Por qué se celebra?
El primero de enero celebramos a María como Madre de Dios.
María fue la elegida para ser Madre de Cristo y aceptó esta misión al decir “sí” a Dios. Festejamos el tener una Madre en el cielo que nos ayuda y auxilia en nuestras necesidades y nos ama.
Historia
Todo año que se inicia es “Año del Señor”. Sólo con Él se construye el puente que nos conduce del tiempo a la eternidad. Este día, como todos los demás días, debemos rezar a Dios con infinita confianza. Nuestra vida espiritual debe crecer cada año que pasa. Por esto hoy, que es el primer día del año, le pedimos a María Santísima que nos ayude a lograrlo.
Este día es día de precepto, hay que ir a misa. La misa está dedicada a honrar a María, Madre de Dios y de la Iglesia.
María Madre de Dios. María era una joven Israelita que vivía en Nazaret de Galilea y, como todos los Israelitas, esperaba que se cumpliera la promesa de Dios de mandar un Salvador al mundo. María no era una mujer como todas, pues desde siempre Dios había pensado en ella y había nacido sin pecado original.
El Papa Juan Pablo II a lo largo de su Pontificado nos ha recordado constantemente la grandeza de María. Nos recuerda que estamos bajo la protección de María que es Madre de Dios y Madre Nuestra. Gracias al “sí” de María, Dios se hizo hombre.
Con su respuesta, María cambió el rumbo de la historia. Dijo “sí” aceptando con alegría la voluntad de Dios, entregándose a sí misma como colaboradora de Dios y de su plan de salvación.
María fue la elegida para ser la Madre de Dios y ella respondió al llamado “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
La Virgen María nos ayuda a vencer la tentación, conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo.
Si elegimos vivir como hijos de María debemos adoptar varias actitudes:
Abrir nuestro corazón a su amor:
Es dejarnos querer, abandonarnos a su cuidado con total confianza. Ella no se desanima a pesar de nuestros caprichos y debilidades.
Mirarla como nuestra Madre:
Hablarle de nuestras alegrías y penas, contarle nuestros problemas y pedirle ayuda para superarlos.
Demostrarle nuestro cariño:
Hacer lo que a Ella le gustaría que hicieras, que es lo que Dios quiere de nosotros. Acudir a Ella a lo largo del día nos puede ayudar grandemente.
Confiar plenamente en ella:
Todas las gracias que Jesús nos da pasan por las manos de María, y ella mejor que nadie intercede ante su Hijo por nuestras necesidades.
Imitar sus virtudes:
Es la mejor manera de demostrarle nuestro amor.
Debemos aprovechar esta fiesta para ofrecerle a la Virgen el año que comienza, para pedirle su ayuda de Madre para vencer las dificultades y agradecerle su presencia y cuidado maternal en cada momento de nuestras vidas. Al acudir a la Eucaristía, donde está Dios vivo, pedirle que nos ayude a permanecer cerca de María todo el año, porque fue Él quien nos la dio como madre desde el pie de la cruz.
Algunas personas dirán que María no es especial, que eso de que fue Virgen es cuento. Recuerda que fue Jesús mismo quien nos la dejó como Madre (Jn 19, 25-27).
Además, honrar a la Madre es siempre dar gusto al Hijo. A Jesús pues, le agrada cuando decimos cosas bonitas de María, como el “Ave María” del Rosario.
Oración para un año que empieza
Te pido Fe para mirarte en todo...
¿Qué traerá el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras; Señor!
Te pido Fe para mirarte en todo.
Esperanza para no desfallecer.
Caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mi mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir.
¡Que pueda yo amarte cada vez más; y hacerte amar de los que me rodean!
¡Que sea yo grande en lo pequeño!
¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas, el pie dispuesto!
¡Derrama, Señor tus gracias sobre todos los que quiero. Mi amor abarca el mundo y aunque yo soy muy pequeño, sé que todo lo colmas con tu bondad inmensa!
Papa Francisco: ¿Dónde estaba Dios en 2020?
Sus palabras en el Te Deum del 31 de diciembre, leídas por el cardenal Giovanni Battista Re
Por su interés, ofrecemos la homilía completa, traducida al español por Aleteia, que el Papa Francisco preparó ayer para despedir el año 2020, y que no pudo leer en persona por hallarse aquejado de una fuerte ciática:
¡Queridísimos hermanos y hermanas!
Esta celebración vespertina tiene siempre un doble aspecto: con la liturgia entramos en la fiesta solemne de María Santísima Madre de Dios; y al mismo tiempo concluimos el año solar con el gran himno de alabanza.
El primer aspecto se discutirá en la homilía de mañana por la mañana. Esta noche damos espacio al agradecimiento por el año que llega a su fin.
«Te Deum laudamus», «Te alabamos, Dios, te proclamamos Señor…». Puede parecer forzado dar gracias a Dios al final de un año como este, marcado por la pandemia. Mis pensamientos van a las familias que han perdido a uno o más miembros; pensemos en los que han estado enfermos, los que han sufrido la soledad, los que han perdido el trabajo…
Dios no es despiadado
A veces alguien pregunta: ¿qué sentido tiene un drama como este? No debemos apresurarnos a responder a esta pregunta. Ni siquiera Dios responde a nuestros “porqués” más angustiosos recurriendo a “razones superiores”.
La respuesta de Dios sigue el camino de la Encarnación, como pronto cantará la Antífona del Magnificat: «Por el gran amor con que nos amó, Dios envió a su Hijo en carne de pecado».
Un Dios que sacrificara a los seres humanos por un gran designio, incluso el mejor posible, ciertamente no es el Dios que nos reveló a Jesucristo. Dios es Padre, «Padre eterno», y si su Hijo se hizo hombre, es por la inmensa compasión del corazón del Padre.
Dios es Padre y pastor, ¿y qué pastor daría aunque fuera una oveja, pensando que mientras tanto le quedan muchas? No, este dios cínico y despiadado no existe. Este no es el Dios a quien «alabamos» y «proclamamos Señor».
Está en el Buen Samaritano
El buen samaritano, cuando se encontró con ese pobre medio muerto al lado del camino, no le dio un discurso para explicar el significado de lo que le había sucedido, quizás para convencerlo de que realmente era bueno para él.
El samaritano, movido por la compasión, se inclina sobre ese extraño, lo trata como a un hermano y lo cuida haciendo todo lo que está a su alcance (cf. Lc 10, 25-37).
Aquí sí, quizás podamos encontrar un «sentido» de este drama que es la pandemia, como de otros flagelos que afectan a la humanidad: el de suscitar en nosotros compasión y suscitar actitudes y gestos de cercanía, cuidado, solidaridad, de cariño.
Esto es lo que ha sucedido y está sucediendo en Roma en los últimos meses; y sobre todo por esto, esta noche, demos gracias a Dios, demos gracias a Dios por las cosas buenas que sucedieron en nuestra ciudad durante el encierro y, en general, en la época de la pandemia, que lamentablemente aún no ha terminado.
Los buenos samaritanos de hoy
Son muchas las personas que, sin hacer ningún ruido, han intentado hacer más llevadero el peso de la prueba. Con su compromiso diario, animados por el amor al prójimo, realizaron esas palabras del himno Te Deum: «Todos los días te bendecimos, alabamos tu nombre por siempre». Porque la bendición y alabanza que más agrada a Dios es el amor fraternal.
Los trabajadores de la salud – médicos, enfermeras, enfermeras, voluntarios – están a la vanguardia, y por eso están particularmente en nuestras oraciones y merecen nuestra gratitud; así como muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, que hicieron todo lo posible con generosidad y dedicación.
Pero esta noche, nuestro agradecimiento se extiende a todos aquellos que se esfuerzan todos los días para que sus familias sigan adelante de la mejor manera posible y a aquellos que están comprometidos con su servicio al bien común.
Pensemos en los administradores y docentes escolares, que juegan un papel fundamental en la vida social y que tienen que afrontar una situación muy compleja. También pensamos con gratitud en los administradores públicos que saben aprovechar todos los buenos recursos presentes en la ciudad y en la zona, que se desvinculan de los intereses privados y también de los de su partido.
¿Porque? Porque realmente buscan el bien de todos, el bien común, el bien partiendo de los más desfavorecidos.
Dios está en quien hace el bien
Todo esto no puede suceder sin la gracia, sin la misericordia de Dios. Nosotros – lo sabemos bien por experiencia – en los momentos difíciles tendemos a defendernos – es natural – tendemos a protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos, a proteger nuestros intereses …
¿Cómo es posible entonces que tantas personas, sin otra recompensa que la de hacer el bien, encuentren la fuerza para preocuparse por los demás? ¿Qué los impulsa a entregar algo de sí mismos, de su propia comodidad, de su tiempo, de sus posesiones, para dárselo a los demás? Después de todo, incluso si ellos mismos no lo piensan, la fuerza de Dios los empuja, que es más poderosa que nuestros egoísmos.
Por eso, esta noche lo alabamos, porque creemos y sabemos que todo el bien que se hace día a día en la tierra viene, al final, de él, viene de Dios. Y mirando al futuro que nos espera, nuevamente imploramos: «Que tu misericordia esté siempre con nosotros, en ti hemos esperado». En ti está nuestra confianza y nuestra esperanza.
Preces
Al inicio de este nuevo año, recemos a Dios a través de la intercesión de María:
R/MMira a la llena de gracia y escúchanos.
Por intercesión de la Madre de Jesús, te pedimos que nos ayudes a seguir este año los caminos de la paz.MR/
Por mediación de la Virgen, suscita gobernantes que trabajen por el desarrollo de todos los pueblos y fomenten la justicia y la paz.MR/
Unidos a la oración de María, te pedimos por la Iglesia, para que este año vea acrecentada su santidad y aumente el número de fieles.MR/
Confiados en la protección de María, te suplicamos que nos ayudes a reconocerte a lo largo de este nuevo año y a crecer en la fe, la esperanza y el amor.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Oh, Dios, que por la maternidad virginal de santa María entregaste a los hombres los bienes de la salvación eterna, concédenos experimentar la intercesión de aquella por quien hemos merecido recibir al autor de la vida, tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Él, que vive y reina contigo.
¿Un año perdido?
Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas
VER
Por la pandemia COVID-19, cientos de miles de personas han fallecido en todo el mundo. En nuestra patria, más de un millón se han contagiado, de los cuales casi ciento veinticinco mil han muerto. Esto según cifras oficiales; en realidad, son muchísimos más, de los que no se lleva información oficial. Ya fallecieron 4 obispos, 128 sacerdotes, 8 diáconos, 5 religiosas y muchos catequistas. ¿Los hemos perdido? Depende del criterio que tengamos. Si tenemos fe en Dios y en la resurrección de los muertos, esperamos que tengan una vida eterna plenamente feliz. Esto por obra y gracia de Jesucristo Redentor.
Millones han quedado desempleados. Miles han pasado al trabajo informal, como vendedores ambulantes, o empleados en cualquier oficio, con tal de que su familia no carezca de lo necesario. Otros se han dedicado a la delincuencia común; se han hecho, por ejemplo, asaltantes ocasionales, tomadores de casetas de cobro en las autopistas, como un modus vivendi. ¿Es un año perdido? Depende. Que se han perdido empleos, ni duda cabe. Pero muchos han usado su creatividad para emplearse de otras formas, quizá menos redituables, pero igualmente nobles; no se hacen ricos, pero sobreviven dignamente.
No hemos podido celebrar las fiestas navideñas, los onomásticos y cumpleaños de familiares y amigos, como lo hacíamos antes. ¿Todo está perdido? Depende. Si hemos encontrado otras formas de relacionarnos, de felicitarnos, de estar cerca, tanto por los medios electrónicos, como por otras maneras de expresar nuestro amor y nuestra amistad, no se han roto estos vínculos que nos dan vida; se han fortalecido en la adversidad.
Durante meses, han estado cerrados los templos para la presencia física de los fieles, o con muchas limitaciones según el aforo de cada lugar. Se han suspendido las fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades. ¿Se ha perdido la fe? Depende. Para algunos, ha sido pretexto para no acercarse a Dios. Para la mayoría, los medios electrónicos los han acercado a la Misa y a las demás celebraciones, como adoración al Santísimo Sacramento, Rosarios, Vigilias, Peregrinaciones, etc., incluso más que antes. Por estos medios, son más las personas que participan, que en los días sin pandemia.
La pastoral de muchas parroquias y diócesis se paralizó. Se pospusieron varios sacramentos. ¿Se perdió la vida de la Iglesia? Nada de eso. Respetamos las restricciones sanitarias, pero no nos hemos quedado sin saber qué hacer. Se encontraron muchas otras formas de estar cerca del pueblo, de los enfermos, y sobre todo de los contagiados y de los pobres. Hemos aprendido a usar otros medios de trabajo y de servicio. Se incrementó la ayuda a los necesitados. Se renovó la pastoral y los fieles no se han sentido desamparados.
PENSAR
San Pedro dice: “El Dios de toda gracia que en Cristo Jesús los llamó a su gloria eterna, él mismo, después de un corto sufrimiento, los restablecerá, afianzará, fortalecerá y consolidará. ¡A él sea el poder para siempre! ¡Amén!” (1 Pe 5,10-11).
El Papa Francisco, en su homilía de la pasada noche de Navidad, nos dijo: “El nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba… Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! ¿Tienes la sensación de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: ‘Ten valor, yo estoy contigo’. No te lo dice con palabras, sino haciéndose hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partido de cualquier renacer. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito, pura gracia”.
En su Mensaje Urbi et Orbi de este 25 de diciembre, expresó: “En Navidad celebramos la luz de Cristo que viene al mundo y Él viene para todos, no sólo para algunos… Que el Niño de Belén nos ayude, pues, a ser disponibles, generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia doméstica. Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada persona veo reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al Señor que pide mi ayuda. Lo veo en el enfermo, en el pobre, en el desempleado, en el marginado, en el migrante y en el refugiado: todos hermanos y hermanas… Jesús nació en un establo, pero envuelto en el amor de la Virgen María y san José. Al nacer en la carne, el Hijo de Dios consagró el amor familiar. Mi pensamiento se dirige en este momento a las familias: a las que no pueden reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa. Que la Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad”.
ACTUAR
Que en nuestra familia de sangre y en la familia eclesial encontremos formas de estar cerca unos de otros y de los que más sufren, para que nadie se sienta desprotegido ante esta pandemia tan contagiosa. Con la fe en Dios y con la fuerza comunitaria, el año que termina, así como el que viene, no serán perdidos, sino redimensionados y redimidos.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre
Meditación al Evangelio 31 de diciembre de 2020 (audio)
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Hoy cerramos las páginas de este año que se hizo viejo en nuestras manos y está a punto de fenecer. Un año difícil, que nos ha golpeado, nos ha hecho recapacitar en lo que nosotros somos y a dónde caminamos.
Los ritos, las tradiciones, las fiestas, parece que quieren sepultar un año y dar luz al nuevo tiempo. Son tantas las supuestas recetas para iniciar con suerte el año nuevo, los talismanes y amuletos que nos procurarán bienestar y protección, que rayan en lo absurdo y sin embargo son seguidos puntualmente y con una credulidad ingenua por muchas personas: las doce uvas, los colores de la ropa, las maletas en la puerta, las peripecias de un profundo aseo… ¡Pero nada que vaya al interior y a lo profundo de la persona!
¿Qué pensar cristianamente sobre el año que termina y el nuevo año que está a punto de comenzar? Miremos nuestro tiempo con los ojos de Dios y tendremos que expresar, a pesar de todo, un profundo agradecimiento por el año que termina. Los días se han sucedido y cada minuto, cada hora, ha sido un regalo silencioso de un Dios que es amor y nos ha mantenido en la existencia.
Cada segundo con sus luces y sus sombras, con sus sonrisas y sus dolores, ha sido una expresión de este amor de Dios. Por eso debemos expresar un profundo y sincero gracias. Pero si miramos hacia atrás y descubrimos la presencia de Dios, también descubriremos nuestra respuesta y los vacíos que ha dejado. No hemos sabido corresponder a este amor.
Hemos llenado el tiempo con nuestros egoísmos, nuestras venganzas, nuestros odios y nuestras indiferencias. Ciertamente descubriremos algunas flores que hemos sembrado y algunas obras buenas que hemos realizado. Un examen sincero nos llevará a pedir perdón por los errores cometidos y a agradecer los momentos de armonía y paz que hemos vivido. En silencio, en la presencia de Dios contemplemos el año que termina… ¿Qué descubrimos en él? ¿Cómo ha sido la huella del amor de Dios en estos días? ¿Cómo descubrimos nuestras acciones en este año que termina? … Para el año que comienza el evangelio de San Juan nos da la pista más maravillosa que nos puede sostener y animar.
El que existía desde la eternidad, la Palabra que es la luz verdadera se hace carne y habita entre nosotros. En esta esperanza iniciaremos nuestro próximo año. No importa que haya nubarrones y malos augurios, nosotros junto con la Palabra que ha puesto su tienda en medio de nosotros, le daremos sentido y esperanza. Dios camina con nosotros. Feliz Año Nuevo 2021.
Ángelus: Los deseos del Papa para un 2021 solidario y de paz
El Pontífice recordó que empezamos el nuevo año poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima
El viernes 1 de enero, primer día del año 2021, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y 54° Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la pandemia.
Un momento que permitió al Papa conectar con los fieles tras su ausencia (a causa de molestias de ciática) en la celebración de las vísperas y el Te Deum, el jueves 31 de diciembre, y en la primera misa del año, que fue presidida hoy por el cardenal Pietro Parolin.
La ternura de la Virgen María
En su alocución, el Pontífice recordó que empezamos el nuevo año poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima, que la liturgia de hoy celebra como Madre de Dios.
“Retomamos así el camino a lo largo de las sendas del tiempo, encomendando nuestras angustias y nuestros tormentos a Aquella que todo lo puede. María nos mira con ternura materna así como miraba a su Hijo Jesús. La mirada tranquilizadora y consoladora de la Santísima Virgen es un estímulo para que este tiempo, que nos ha dado el Señor, sea dedicado a nuestro crecimiento humano y espiritual, sea tiempo de suavizar los odios y las divisiones, sea tiempo de sentirnos todos más hermanos, sea tiempo de construir y no de destruir, cuidándonos unos a otros y de la creación”
54° Jornada Mundial de la Paz
Y precisamente al cuidado del prójimo y de la creación está dedicado el tema de esta Jornada Mundial de la Paz, que hoy celebramos:
«La cultura del cuidado como camino de paz», dijo Francisco, indicando que los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, «nos enseñan lo necesario que es interesarse por los problemas de los otros y compartir sus preocupaciones».
“Esta actitud representa el camino que conduce a la paz, porque favorece la construcción de una sociedad fundada en las relaciones de fraternidad. Cada uno de nosotros, hombres y mujeres de este tiempo, está llamado a traer la paz cada día y en cada ambiente de vida, sosteniendo la mano al hermano que necesita una palabra de consuelo, un gesto de ternura, una ayuda solidaria”
Asimismo, el Santo Padre hizo hincapié en que la paz «se puede construir si empezamos a estar en paz con nosotros mismos y con quien tenemos cerca, quitando los obstáculos que nos impiden cuidar de quienes se encuentran en necesidad y en la indigencia».
Primera Misa del Año: «María enséñanos a encontrar tiempo para Dios y los demás»
Se trata de desarrollar una mentalidad y una cultura del “cuidado” – continuó Francisco- para derrotar la indiferencia, el descarte y la rivalidad, que lamentablemente prevalecen. La paz no es solo ausencia de guerra, sino vida rica de sentido, configurada y vivida en la realización personal y en el compartir fraterno con los otros. Entonces esa paz tan ansiada y puesta siempre en peligro por la violencia, el egoísmo y la maldad, se convierte en posible y realizable.
2021: un año de solidaridad y paz para todos
En este sentido, el Papa pidió a la Virgen María, que ha dado a luz al «Príncipe de paz» (Is 9,6), que nos obtenga del cielo «el bien precioso de la paz que con tan solo las fuerzas humanas no se logra perseguir en plenitud».
“La paz es sobre todo don de Dios; debe ser implorada con incesante oración, sostenida con un diálogo paciente y respetuoso, construida con una colaboración abierta a la verdad y a la justicia y siempre atenta a las legítimas aspiraciones de las personas y de los pueblos. Mi deseo es que reine la paz en el corazón de los hombres y en las familias; en los lugares de trabajo y de ocio; en las comunidades y en las naciones”
Al comenzar este año nuevo, el Santo Padre dirigió a todos un feliz y sereno 2021: «Que sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas, que encomendamos a la celeste protección de María, madre de Dios y madre nuestra», concluyó.