Enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas
- 12 Enero 2021
- 12 Enero 2021
- 12 Enero 2021
Mártir, 12 de enero
Martirologio Romano: En Cesarea de Mauritania (hoy Argelia), san Arcadio, mártir, que se escondió en tiempo de persecución, pero, al ser detenido un familiar suyo se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio (c. 304).
Etimología: Arcadio = Aquel que es venturoso, es de origen griego.
Breve Biografía
Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital.
Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.
En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad.
Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara. Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses.
Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta.
Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.
Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadaver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.
Nos enseña con su Palabra y su vida
Santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28. Martes I del Tiempo Ordinario
Por: Luis Adrián Olvera De la Cruz, LC | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús mío, enséñame a escuchar tu palabra como fiel discípulo para que aprenda a amar como Tú amas y a confiar en que sólo Tú eres mi roca donde puedo refugiarme de las asechanzas del mal.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy la Palabra nos presenta una faceta de Jesús que pocas veces nos detenemos a reflexionar, Jesús maestro que transforma a quien lo escucha hablar.
Jesús no se presenta a sí mismo como un transmisor de conocimientos aprendidos de memoria y repetidos hasta el cansancio, como los fariseos; él simplemente deja asombrados a quienes lo escuchan porque habla con la autoridad de quien vive el mensaje que predica. Jesús maestro nos enseña con su misma vida, nos revela el amor de su corazón y nos forma para ser sus apóstoles.
El deseo más ardiente del corazón de Jesús es que intentemos, con todo nuestro ser, amarle como Él nos ama. Ésa es la mayor enseñanza de vida que nos puede dar. Sólo en la medida en que crezca nuestro amor hacia Él, seremos capaces de amar verdaderamente a nuestro prójimo, y sólo por este crecimiento en el amor tendremos la fuerza para combatir las asechanzas del mal.
La enseñanza de Jesús no es algo que se quede en el papel, porque Él nos da las herramientas para combatir contra las fuerzas del mal: La oración, la Eucaristía y la confesión. Cuando las caídas son muchas y creemos que no podemos tener una verdadera relación con el Señor, Él actúa a través de su perdón, su cuerpo y su sangre para sanar nuestras heridas y expulsar el mal de nuestro corazón. Por último, y no por eso menos importante, la oración nos da la fortaleza para arrancar de raíz el mal, porque la oración es el contacto directo y personal con el Amado.
Jesús maestro quiere tomar tu corazón en sus manos laceradas, para transformarlo y que tú también lleves su enseñanza de amor a quienes más lo necesiten.
«¿Qué significa «con autoridad»? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros con frecuencia pronunciamos palabras vacías, sin raíz, o palabras superfluas, palabras que no corresponden a la verdad». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Oraré por aquellas personas que viven alejadas de Dios y procuraré vivir en gracia acudiendo a la confesión si lo necesito o si tengo mucho tiempo de no hacerlo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El asombro: Reconocer que todo está en relación
Este es el tiempo favorable para asombrarnos otra vez.
Por: Celso Júlio da Silva, LC | Fuente: Catholic.net
“El mundo no es un problema para resolverse, sino un misterio para ser contemplado en la alabanza y el gozo”-escribía el Papa Francisco hace cinco años en la Laudato sì. La preocupación del Papa por la casa común radica en la preocupación por el ser humano, puesto que todo está en relación.
Desafortunadamente el mundo recordará, aunque sea por los libros o por las imágenes, un 2020 pandémico. Época en que la vida humana se vio en riesgo y la muerte sesgó a muchos. Y aún resuena lo que el mismo Papa Francisco rezó en aquella Plaza de San Pedro desierta: “nos hemos considerado sanos en un mundo enfermo”. El problema de la enfermedad del mundo es el problema de la enfermedad del hombre. El misterio del cosmos es el misterio del hombre. Porque al fin y al cabo todo está en relación.
La mejor medicina para este mundo ante esta época pandémica se encuentra dentro del corazón del mismo hombre. Las mejores respuestas no se fabrican en laboratorio, se dan espontáneamente frente a las circunstancias diarias. Porque el hombre lleva dentro de sí no sólo la semejanza con el Creador, sino la relación con su creación.
Gandhi concienzudamente afirmaba que dentro del hombre están las tres dimensiones fundamentales del cosmos: el mar, la tierra y el cielo. En el mar habitan los peces y su característica es el silencio. Sobre la tierra habitan los animales salvajes y su característica es el grito. En el cielo habitan los pájaros y el cielo es caracterizado por el canto.
El hombre es capaz de aceptar el misterio de su existencia en relación sólo cuando, dejando el griterío de la tierra de su corazón, entra en la profundidad del mar de su alma y guarda silencio para entonar un canto desde su interioridad a Dios Providente. La minuciosa comprensión de lo que puede estar pasando a nuestra casa común no será la receta a los problemas del mundo, sino la respetuosa contemplación del don de Dios al mundo y a la vida de cada ser humano.
Si los hombres mirasen este mundo con asombro y no con ojos egoístas de poder y explotación quizás disminuiríamos la fabricación de armas, el comercio de seres humanos- niños, mujeres- el aborto que sólo deja tristeza y remordimiento en las mujeres, la matanza de seres humanos por factores políticos y religiosos, las discriminaciones raciales, sociológicas, religiosas, culturales, lo cuerpos de inmigrantes tirados en el mar o abandonados por las carreteras periféricas de tantos países.
Si hubiera más asombro en el corazón humano los enfermos y los ancianos serían la prioridad de la política internacional y los pobres de este planeta se convertirían en la referencia de la agenda de lo que ejerce la política. Si hubiera asombro en la mirada de tantos hombres su grito egoísta se convertiría en el silencio del mar y en el canto del cielo. Y la mirada del hombre dejaría de ser la mirada de un niño empobrecido.
Ciertamente no basta el deseo de un mundo mejor, es necesario construir cada día con la propia vida esa casa común que ahora se encuentra más afectada, ya que desafortunadamente el hombre se ha olvidado de que no está solo, siempre está en relación. El silencio y la oración son los espacios más adecuados en los que el hombre puede encontrar las mejores soluciones a los problemas que acosan nuestro planeta, nuestra vida, nuestro entorno.
Siempre se dice que después de la tormenta viene la bonanza. Y es cierto. En la tormenta en medio del mar no se pueden ver los peces. Sólo se puede pescar en la bonanza, en el silencio y en la quietud. Así también en los momentos de dificultad, de turbulencia y de prueba no podemos ver las mejores soluciones y ni tomar las mejores decisiones. Es necesario que el tiempo traiga nuevamente la bonanza a nuestra vida y a nuestra sociedad y entonces podremos ver lo que es mejor para construir un futuro.
Este es el tiempo favorable para asombrarnos otra vez. Este es el tiempo favorable para fortalecer las relaciones dentro de la armonía de la creación. Este el tiempo favorable para volver a lo que es esencial dentro de la vida humana de cada día. Todos los contratiempos y todas las atrocidades que ha dejado atrás de nosotros está pandemia nos ha hecho caer en la cuenta de lo que sabiamente decía Cicerón: nadie admira lo que ve con frecuencia (cfr. De divin. 2 22).
La pandemia nos ha quitado no sólo posibilidades y cosas que hacíamos con frecuencia y de modo rutinario. Nos ha quitado tal vez algún ser querido, algún amigo, algún vecino. Y esto nos ha hecho pensar más en el don del otro que en uno mismo. Nos ha hecho asombrarnos del don de la creación, de la persona que vive a nuestro lado, de esta vida que es don y misterio porque es la mejor poesía de Dios.
Si hemos aprendido esto en la tormenta que no se nos olvide cuando estemos en la bonanza. Lo peor que puede suceder a un ser humano es habituarse a vivir ante lo extraordinario y nunca asombrarse. Bien ya lo decía Chesterton: “la mediocridad posiblemente consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”. Sólo quien es capaz de asombrarse sabrá que todo está en relación y que el mundo y el hombre no son un problema para ser resuelto, sino un misterio para ser contemplado en la alabanza y el asombro.
El mundo necesita unidad y hermandad para superar la crisis
Entrevista del Papa Francisco con el canal italiano Tg5.
Fuente: Vatican News
Redescubrirnos más unidos, más cercanos a los que sufren, sentirnos como hermanos para superar juntos la crisis mundial causada por la pandemia. Al principio de la entrevista con Tg5, Francisco reiteró que "uno nunca sale de una crisis igual que antes, nunca. Salimos mejor o salimos peor". Para el Papa, "hay que hacer la revisión de todo. Los grandes valores siempre están ahí en la vida, pero los grandes valores deben ser traducidos a la vida del momento". A continuación, enumera una serie de situaciones dramáticas, desde los niños que sufren de hambre y no pueden ir a la escuela hasta las guerras que trastornan muchas zonas del planeta. "Las estadísticas de las Naciones Unidas", subraya, "son aterradoras en esto. Advierte que, si salimos de la crisis "sin ver estas cosas, la salida será otra derrota". Y será peor. Veamos sólo estos dos problemas: los niños y las guerras".
La vacunación es una acción ética, no una opción
El Papa responde entonces a una pregunta del periodista Fabio Marchese Ragona sobre las vacunas. "Yo - afirma - creo que éticamente todos deben tomar la vacuna. No es una opción, es una acción ética. Porque juegas con tu salud, juegas con tu vida, pero también juegas con la vida de los demás. Y explica que en los próximos días las vacunas comenzarán en el Vaticano y él también ha hecho una "reservación" para esto. "Sí, debe hacerse", repite, "si los médicos lo presentan como algo que puede ir bien y que no tiene peligros especiales, ¿por qué no tomarlo? Hay una negación suicida en esto que no puedo explicar". Para el Pontífice, este es el momento de "pensar en el nosotros y borrar el yo por un período de tiempo, ponerlo entre paréntesis. O nos salvamos todos con el "nosotros" o nadie se salva". Sobre esto habla largamente ofreciendo su reflexión sobre el tema que le es tan querido de la fraternidad. "Este - observa - es el desafío: hacerme cercano al otro, cercano a la situación, cercano a los problemas, hacerme cercano a la gente". El enemigo de la cercanía es "la cultura de la indiferencia"... Se habla, señala, "de una saludable indiferencia ante los problemas, pero la indiferencia no es saludable. La cultura de la indiferencia destruye, porque me distancia".
Es el "tiempo del nosotros" para superar la crisis
"La indiferencia nos mata, porque nos distancia. En cambio, la palabra clave para pensar en las formas de salir de la crisis es la palabra "cercanía". Si no hay unidad, no hay cercanía, advierte el Papa, "se pueden crear tensiones sociales incluso dentro de los Estados". Así, habla de la "clase dirigente" en la Iglesia como en la vida política. En este momento de crisis, exhortó, "toda la clase dirigente no tiene derecho a decir yo... debe decir nosotros y buscar la unidad frente a la crisis". En este momento, reafirma con fuerza, "un político, un pastor, un cristiano, un católico, incluso un obispo, un sacerdote, que no tiene la capacidad de decir nosotros en lugar de yo, es porque no está a la altura de la situación". Y añade que "los conflictos en la vida son necesarios, pero en este momento deben dar lugar a unas vacaciones", dar lugar a la unidad "del país, de la Iglesia, de la sociedad".
El aborto es un asunto humano antes que religioso
Francisco señaló que la crisis causada por la pandemia ha exacerbado aún más la "cultura del descarte" de los más débiles, ya sean pobres, migrantes o ancianos. Se centra especialmente en el drama del aborto que descarta a los niños no deseados. "El problema del aborto", advierte, "no es un problema religioso, es un problema humano, pre-religioso, es un problema de ética humana" y luego religioso. "Es un problema que incluso un ateo debe resolver en su conocimiento". "¿Es correcto", pregunta el Pontífice, "acabar con una vida humana para resolver un problema, cualquier problema? ¿Es correcto contratar a un asesino a sueldo para resolver un problema?".
El Capitolio, aprendiendo de la historia: nunca la violencia
El Papa no deja de comentar los dramáticos acontecimientos en el Capitolio el pasado 6 de enero. Confesó que estaba "asombrado", considerando la disciplina del pueblo de los Estados Unidos y la madurez de su democracia. Sin embargo, señala, incluso en las realidades más maduras, siempre hay algo malo cuando hay "gente que toma un camino contra la comunidad, contra la democracia, contra el bien común". Ahora que esto ha estallado, continúa, ha sido posible "ver bien" el fenómeno y "poner el remedio". Francisco condenó la violencia: "Debemos reflexionar y comprender bien y para no repetir, aprender de la historia", estos "grupos para-regulares que no están bien insertados en la sociedad, tarde o temprano realizarán estas situaciones de violencia".
La fe, un regalo para pedirle al Señor
El Papa finalmente responde cómo él personalmente está experimentando las restricciones debido a la pandemia. Confiesa que se siente "enjaulado", se detiene en los viajes, cancelados para evitar las multitudes, habla de la esperanza de visitar Irak. En este tiempo, dedica más tiempo a la oración, a hablar por teléfono y reitera lo importante que fueron para él algunos momentos, como la Statio Orbis en San Pedro el pasado 27 de marzo, "una expresión de amor a todas las personas" y que hace que uno "vea nuevas formas de ayudarse mutuamente". Así, ofrece una reflexión sobre la fe en el Señor, la cual - dice - es ante todo "un regalo". "Para mí", dice, "la fe es un regalo, ni tú, ni yo, ni nadie puede tener fe por su propia fuerza: es un regalo que el Señor te da", que no se puede comprar. Retomando entonces un pasaje del Deuteronomio, el Papa Francisco exhorta a invocar la "cercanía de Dios". Esta cercanía "en la fe es un regalo que debemos pedir". La entrevista concluye con la esperanza de que en 2021 "no haya desperdicio, que no haya actitudes egoístas" y que la unidad pueda prevalecer sobre el conflicto.
El secreto para ser un buen católico
La humildad y la paciencia son virtudes clave.
Por: Aarón Mariscal Zúñiga | Fuente: Catholic.net
Muchas veces me he preguntado: ¿qué actividad misionera debe priorizar un católico auténtico como para servir bien a Dios? ¿Evangelizar y predicar? ¿U ofrecer buenas obras en su comunidad? La respuesta verdadera parece ser similar al clásico dilema de hechos vs palabras: los hechos siempre hablan y pesan más que las palabras.
Puede parecer algo obvio, pero no lo es, puesto que en la vida diaria nos enfrentamos a situaciones que desafían nuestra capacidad de aplicar nuestra fe de manera correcta. Esto sucede más a menudo en personas de alta jerarquía en la sociedad: autoridades, adinerados e intelectuales. Quienes cuentan con los mejores medios o recursos para sobrevivir tienden a pecar de soberbia con mayor fuerza que las clases inferiores.
Esa soberbia consiste en creer que el intelecto es lo que más importa para conocer a Dios: otorgar a las buenas obras un papel secundario y preocuparse más de leer acerca de la fe católica, es decir, conocer y difundir antes que servir. Inclusive, por su misma naturaleza, esta visión de la fe católica se asemeja un poco a la protestante, que es la sola fide (‘solo la fe basta para salvarse’).
Muchas veces somos seducidos por la idea de que, al estar dotados de capacidades extraordinarias (ya sea oratoria, escritura, dibujo, etc.), tenemos que dar prioridad a conocer y difundir la fe católica haciendo uso de nuestras habilidades. A esta acción nos motivan las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, como la parábola de los talentos (Mateo 25,14-30) y la higuera que no da frutos (Lucas 13,6-9).
En principio, esta motivación es buena y noble: nos ayuda a movernos con ánimos a todo tipo de acciones que hacen de este mundo un mundo más católico; hay varios ejemplos de esto. El catequista que lee sobre el tradicionalismo católico y enseña a sus alumnos sobre la Fraternidad San Pío X. El periodista que escribe artículos sobre la vida de los santos y los difunde en sitios web católicos. La ilustradora que descubre libros clave de teología medieval y decide difundir su contenido mediante dibujos e infografías a sus seguidores en redes sociales.
Sin embargo, existe un peligro en esta actitud de constante activismo, semejante al concepto de ‘productividad’ u ‘orientación a resultados’ que prima en muchas empresas actualmente. Trabajar mucho para la gloria de Dios a costa de otras cosas más importantes que descuidás es algo que puede llevarte al infierno, y no porque te explotés a vos mismo; de hecho, en parte eso es bueno, porque Jesús mismo dio el ejemplo sacrificándose por nosotros. Es un peligro cuando te motiva a eso una actitud de soberbia y ceguera.
Soberbia, porque creés que con tus propias capacidades sos autosuficiente y que de, no ser por vos, no podría haber otras personas que hagan lo mismo que vos por el bien de la humanidad y del reinado de Cristo. Ceguera, porque cuando te enfocás en predicar o misionar, pero no practicás con mucho éxito esos principios en tu vida íntima, descuidás lo más esencial para cuidar lo superficial, es decir, ejercés un cristianismo de forma y no de fondo.
Aplicar los talentos se vuelve mucho más tentador si ejercer nuestras facultades implica una manera cómoda y sin riesgos de servir a la iglesia. Esta falla personal se evidencia cuando sacrificamos actividades importantes en nuestra vida diaria bajo la excusa del apostolado, de explotar nuestras habilidades para servir a Dios. En parte, esta actitud trata de imitar a Cristo cuando, a los doce años, dice a sus padres, quienes lo buscaban porque estaba perdido: «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lucas 2,49). Es cierto, dedicar tiempo a Dios es sano y justo, pero nosotros no somos Jesús como para tener justificada esa omisión de cosas también importantes.
Un ejemplo para ilustrar: imaginá que sos consultor y estás trabajando desde tu casa. Tenés en tus manos el preparar un proyecto importante para colaborar con las parroquias de tu ciudad, redactás un documento en tu computadora. Creés en tus habilidades planificadoras y con mucha razón: sos un capo, todos te reconocen por tener alto potencial en la elaboración de proyectos. El tiempo de entrega no está tan cerca, pero el proyecto es muy importante para vos y querés dedicarle incluso más horas de las necesarias porque le tenés mucho cariño a Dios.
Sin embargo, tu hija hace travesuras por toda la casa y le exigís a tu esposa que la cuide, a pesar de que ella también está muy ocupada cocinando. Le gritás a tu esposa, la regañás e incluso le pegás a tu hija para moderarla porque no se comporta ni te deja trabajar. ¿Es eso lo que haría un buen católico? ¿Agradaría a Dios que sacrifiqués la atención a tu familia por una obra en beneficio de su iglesia?
Ante esta perspectiva, toca proponer el dilema siguiente: la salvación del rústico vs la condena del docto. Personas dotadas de habilidades especiales podrían condenar su alma por más buenas que sean sus intenciones, precisamente porque tienden a olvidar lo íntimo y enfocarse en lo exterior. Y por otro lado, mucha gente pobre que ejerce su fe de manera rústica, artesanal, improvisada y hasta ignorante, podría tener más posibilidades de salvar su alma por la sinceridad con la que ejerce su fe a pesar de no conocerla a profundidad.
Esto no quiere decir que todas las personas talentosas sean más pecadoras que las no talentosas, sino que, al parecer, las primeras tienen más posibilidades de caer en pecado mortal que las segundas. No por nada tenemos de ejemplo lo que pasó con Adán y Eva: desobedecieron a Dios comiendo el fruto del conocimiento y fueron castigados con la expulsión del paraíso. Querer apoderarse de todo, controlarlo todo al estar en un puesto de alta jerarquía, conlleva el riesgo de caer en la pedantería, la vanidad, el egoísmo. Y esto es algo que vemos en muchas personas anticatólicas de hoy, como los progresistas, los comunistas y los liberales.
Si predicás la buena nueva mediante tus artículos de opinión en diarios o revistas de tu país, estás haciendo bien, pero acordate de aplicar a tu vida diaria esos principios que predicás. Cuando escribás sobre la importancia de defender la familia y evitar el aborto, advertí a tus tíos y primos que no aborten si es que un día te visitan de casualidad y hay oportunidad de charlar. Cuando escribás sobre la importancia de recoger las tradiciones de nuestros abuelos sobre el rezo y la devoción a los santos, charlá también con tu abuela para conocer vos mismo sus experiencias personales con eso.
No te engañés con mantras tramposos como ‘dedicar tu alma a Dios’ o ‘ejercer el apostolado’ a costa de tu propia conversión en la vida privada. No basta con promover el buen catolicismo: hay que ser un buen católico. Antes de evangelizar al mundo, preocupate de ejercer la humildad, conocer la vida dura del trabajador, contribuir con las tareas del hogar y conocer a tus familiares.
Eso sí, tratá de tomar decisiones sabias y prácticas según tu caso particular. Por ejemplo, supongamos que sos una jovencita de 18 años y tenés un blog donde escribís sobre apologética cristiana. Un día, tu prima viene a visitarte; no estás acostumbrada a charlar con ella y de pronto querés conocerla más. Vos y ella conversan toda la tarde y cumplís con tu objetivo: fortalecer los lazos familiares.
La conociste más: ahora sabés que a ella le encanta hablar de chicos guapos que ve en las revistas, de su música electrónica favorita y de maquillaje. Sin embargo, descubrís también algo importante: no congeniás con ella, ya que sus temas favoritos son vacíos y superficiales. Resulta que te visita una segunda ocasión, una tercera, una cuarta… y vos has tratado de hablarle de Dios, pero a ella no le importa; es más, el tema casi se le hace motivo de burla.
Si en la siguiente visita ella quiere persistir en charlas mundanas, y vos dejás a un lado tu apostolado (redactar artículos de apologética para tu blog) por sentarte a conversar con ella, estás cometiendo una falta. El tiempo que invertís en una conversación que sabés que no va a rendir frutos ni despertar deseos de convertirse en ella, podrías haberlo invertido en elaborar textos para convertir a la gente mediante tu blog. Dejala, no lo intentés más: ya Dios se va a encargar de obrar en su vida y tocar su corazón de maneras que no podés controlar; vos hiciste lo que pudiste. Lo importante es que lo intentés: hipótesis, experimentación, resultados y conclusión.
Otro ejemplo: los tíos borrachos, la madre obsesionada con las telenovelas, el padre pervertido, etc. Si dejás de lado tu talento para expandir el reino de Dios luego de que la evidencia indica que tus familiares no reciben el evangelio de buena manera, estás obrando mal. Esto no quiere decir que debás odiar a tus familiares en estas situaciones, sino que simplemente tratés de evitar desperdiciar tu tiempo con ellos en los momentos específicos en que te impiden ejercer mejores obras.
Y así como estos, hay muchos casos en los que podemos vernos tentados a abandonar el apostolado por prácticas de humildad que nos pueden hacer caer verdaderamente en la higuera infructuosa. Es muy difícil detectar esos momentos, pero hay que hacerlo y se logra con la práctica, con experiencias de vida; también con la oración, por supuesto, pidiendo a Dios que te ilumine haciéndote saber qué quiere de vos.
Lo cierto es que, no obstante, pueden ser más frecuentes y determinantes para nuestra salvación los momentos en los que estamos obligados a darnos un tiempo para mejorar nuestra vida privada sacrificando el apostolado. Muchos santos dedicaron su tiempo a obras de caridad y meditación antes que las lecturas teóricas y la predicación. De nada sirve que difundás la doctrina de la iglesia en tus círculos sociales si no la practicás en tu día a día: hay que ser buen católico antes que hacer buenos católicos.
Ahora bien, aquí viene un concepto profundo que hace falta tomar en cuenta para transformar esta máxima correctamente: la santificación. ¿Qué implica esto? Que para ser un buen católico, hay que santificarse a uno mismo antes que santificar a los demás. Así es, tal como lo leés: no se trata de solo corregirse a uno mismo antes que corregir a los demás, sino de santificar, palabra sumamente importante que implica una diferencia sustancial respecto a la corrección.
El concepto de ‘corregirse’ implica algo muy vago y general: corregir tus defectos, corregir tus tropiezos, corregir tus errores y equivocaciones. Implica una visión muy secular del mundo, ya que podés ser un buen ciudadano o un buen empresario, pero la pregunta de fondo es ¿eso agrada a Dios? ¿’La mejor religión es ser buena persona’?
Para un católico íntegro, no basta ‘corregirse’: hay que ir más allá, esforzarse al máximo, corregirse a la infinitésima potencia. Así como los atletas se esfuerzan en superar ciertas marcas para lograr un buen récord o clasificar en las olimpiadas, así también debe un buen católico potenciar al máximo sus virtudes para contentar a su Dios y salvador.
Ser ciudadano ejemplar es bueno, ser empresario exitoso es bueno, pero ¿qué hay de ser un ciudadano ejemplar católico, de ser un empresario exitoso católico? ¿Suena mucho mejor, no? Y no hay excusas como para decir que no hay ejemplo de tales casos: está el empresario argentino Enrique Shaw. Él logró una vida agradable a Dios aun en los campos pantanosos de la riqueza, que suele tentar a muchos con el pecado de la avaricia. Consiguió una vida de riqueza no solo material, sino también espiritual.
Dios quiere que seamos santos, no solo ‘que seamos buenos’ o ‘que nos corrijamos’. Estas actitudes son un muy buen primer paso y ayudan muchísimo, pero el hecho estancarnos ahí podría condenar nuestras almas. Los santos patrones de la iglesia, los primeros santos, donaron buena parte de sus bienes y vivieron en la pobreza, el retiro y la meditación. Si personas como ellos, tan sabias, dotadas y talentosas a nivel intelectual, pudieron santificarse en dichas condiciones, ¿por qué nosotros no?
Eso no significa que tengamos que literalmente abandonarlo todo para ser buenos católicos. De nada sirve empobrecerte si eso te convierte en alguien muy impaciente, iracundo o hasta promiscuo o ladrón; los pecados no discriminan clases sociales. Lo importante es renunciar a tus propios gustos y darte cuenta de que el camino al cielo es angosto.
Sobrellevar los sufrimientos con paciencia y mucha fe ayuda a purificar el alma, tal y como sucede en el purgatorio; de hecho, podría ahorrarnos el camino del purgatorio y llevarnos directamente al cielo si lo ejercemos con santidad. Hacer lo que menos nos gusta, lo que más nos evita comodidades, es a veces mucho más valioso que trabajar en las condiciones óptimas actividades como el apostolado.
Como se ha dicho anteriormente, la gente más dotada (intelectuales, autoridades, artistas, etc.) tiende a ser más tentada por el pecado de la soberbia: todo lo puedo, todo lo controlo, esto está en mis manos, esto depende de mí, etc. Y precisamente por esto es que la humildad y la paciencia son virtudes clave para la santificación de estas personas: rebajarse al nivel de ‘la plebe’, relacionarse con ellos, predicar en la familia, etc.
Jesús nos advierte acerca del peligro de no priorizar nuestra propia conversión cuando habla del que se fija en la paja del ojo ajeno antes que en la del propio (Lucas 6,41). También nos invita a perfeccionarnos inspirándonos en Dios, nuestro padre, que es perfecto (Mateo 5,48). Y dado que el catolicismo procura seguir las enseñanzas de Cristo, que es Dios revelado ante los hombres, queda más que claro que nuestro deber es guardar estas enseñanzas y aplicarlas a nuestra vida diaria.
Yo suelo rezar un salmo, el 120. Me encanta por su sencillez y la forma como nos enseña a confiar, sobre todas la cosas.
Hace algún tiempo quería escribirte. Escuché en un programa de televisión a una señora que contaba sobre su esposo, desanimado, sin fuerzas, porque no hallaba empleo. Pensé mucho en las dificultades que enfrentaba este buen hombre.
Como él, somos de barro y en alguna ocasión podremos astillarnos. Y vaya que todo cuesta en esos momentos. Es entonces cuando conviene recurrir a la oración. Y encontrarnos con Dios. Verlo a los ojos y dejarnos amar, con su amor tierno y profundo. Un amor singular, que no es de este mundo y que te llena de paz.
La oración es el mejor medio para acercarnos al Padre.
Yo suelo rezar un salmo, el 120. Me encanta por su sencillez y la forma como nos enseña a confiar, sobre todas la cosas.
Me levanto temprano, miro al infinito y rezo:
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te aguarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
PRECES
Jesús habla con autoridad y tiene poder para librarnos de todo mal. Con fe le decimos:
R/MSeñor, muéstranos tu misericordia.
Te pedimos por el Papa y por todos los ministros de tu Iglesia,
– que ejerzan su cargo con humildad y su vida nos anime a vivir según el evangelio.MR/
Ayúdanos a cuidar del mundo que nos has dado,
– y a saber agradecer la belleza que hay en él y los bienes que encontramos.MR/
No permitas que nos acostumbremos al pecado,
– danos tu gracia para que no dejemos de luchar por ser mejores.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Escucha, Señor, nuestras súplicas matinales y, con la luz de tu misericordia, alumbra la oscuridad de nuestro corazón: que los que hemos sido iluminados por tu claridad no andemos nunca tras las obras de las tinieblas. Por nuestro Señor Jesucristo.