¿Por qué pide un signo esta generación?

Claudio de la Colombiére, Santo

Presbítero, 15 de febrero

Presbítero Jesuita

Martirologio Romano: En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio de La Colombière, presbítero de la Compañía de Jesús, que siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios (1682).

Fecha de canonización: 31 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II.

Breve Biografía

Glorias para Nuestro Dios

Un artista, contemporáneo de Claudio, nos ha dejado un retrato, pintado cuando éste tenía entre treinta y cinco y cuarenta y un años: rostro alargado, ojos pequeños pero brillantes y de mirada penetrante, frente amplia, boca bien proporcionada y mentón un tanto afilado. Se dice que cuando Claudio entró en la Compañía de Jesús era más bien robusto, de carácter muy alegre, de elevados ideales, prudente y agradable. La vida religiosa no hizo sino desarrollar sus dones naturales.

Su inteligencia innata se acostumbró a los juicios agudos y certeros. Claudio amaba las bellas artes y sostuvo una correspondencia con Oliverio Patru, miembro de la Academia Francesa, quien alaba mucho sus escritos. Pero poco valor habrían tenido estos dones naturales en el trabajo por las almas, si no hubiera unido a ellos el espíritu interior de un religioso sediento de la gloria de Dios. La fuente de su vida interior era la unión con Dios en la oración, a la que se entregaba constantemente. Llegó a habituarse de tal modo a referirlo todo a Dios, que el respeto humano y los motivos mundanos no existían para él. Este extraordinario despego del mundo fue su característica principal.
Nacimiento y más acontecimientos

El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d´Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón. Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía.

Al terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés. A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes.

Cuando la paz quedó restablecida, Aviñón celebró la canonización de San Francisco de Sales. En el más antiguo de los dos conventos de la Visitación se llevó a cabo una gran función litúrgica. En aquella ocasión, el Santo Claudio desplegó por primera vez sus dotes de orador, pues, aunque todavía no era sacerdote, fue uno de los elegidos para predicar el panegírico del santo obispo en la iglesia del convento. El texto que escogió fue: "De la fuerza ha brotado la suavidad" (Jueces: 14, 14), y el sermón resultó magnífico. Entre tanto, los superiores habían decidido enviar al joven Claudio a terminar sus estudios de teología en París, centro de la vida intelectual de Francia. En dicha ciudad se le confió el honor de velar por la educación de los dos hijos del famoso Colbert. Lo que ocurrió, probablemente, es que Colbert descubrió la envergadura intelectual de Claudio y lo escogió para ese importante oficio, aunque él personalmente no era amigo de los jesuitas. Sin embargo, las relaciones del santo con esa distinguida familia terminaron mal, pues una frase satírica que Claudio había escrito llegó al conocimiento del ministro, quien se mostró sumamente ofendido y pidió a los superiores de la Compañía que enviaran al santo nuevamente a su provincia. Esto no pudo realizarse, sino hasta 1670.

La Palabra es proclamada y el Corazón elevado

En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje. El santo parece haber predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios espirituales en la llamada "tercera probación". Ese retiro fue de gran provecho espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado Corazón. El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles.

Según anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: "Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular".

Escogido por y para el Corazón de Jesús

Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. Por una parte, era un honor excepcional confiar a un joven profeso el gobierno de una casa; pero por otra parte, la pequeña comunidad de Paray, que sólo tenía cuatro o cinco padres, era insignificante para las grandes dotes de Claudio.

En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un período de perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias revelaciones de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Siguiendo las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se había confiado a un sacerdote muy erudito, pero que carecía de conocimientos de mística. El sacerdote dictaminó que Margarita era víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de desconcertar a la santa. Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a su fiel siervo y perfecto amigo, Claudio de la Colombiére.

El P. La Colombiére fue un día a predicar a la comunidad de la Visitación. "Mientras él nos hablaba escribió Margarita, oí en mi corazón estas palabras: "He aquí al que te he enviado" Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con el P. La Colombiere, éste la trató como si estuviese al tanto de lo que le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En la siguiente confesión, el P. La Colombiere le dijo que estaba muy contento de ser para ella una ocasión de vencerse y, "en seguida -dice Margarita-, sin hacerme el menor daño, puso al descubierto cuanto de bueno y malo había en mi corazón, me consoló mucho y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera.

El padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir Sus comunicaciones con fe y humildad". Este fue el gran servicio del P. La Colombiere a Margarita María. Por otra parte, el santo trabajó incansablemente en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella el mejor antídoto contra el jansenismo.

Testimonio ante la persecución

El santo no estuvo mucho tiempo en Paray. Su siguiente ocupación fue muy diferente. Por recomendación del P. La Chaize, que era el confesor de Luis XIV, sus superiores le enviaron a Londres como predicador de María Beatriz d´ Este, duquesa de York. El santo predicó en Inglaterra con el ejemplo y la palabra. El amor al Sagrado Corazón era su tema favorito. El proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra y de los numerosos protestantes que convirtió. La posición de los católicos en aquel país era extremadamente difícil, debido a la gran hostilidad que había contra ellos. En la corte se formó un movimiento para excluir al duque de York, que se había convertido al catolicismo, de la sucesión a la Corona sustituyéndole por el príncipe de Orange o algún otro candidato. El infame Titus Oates y sus secuaces inventaron la historia de un "complot de los papistas", en el que el P. La Colombiere se hallaría complicado con el resto de los católicos. El complot tenía por objeto, según los calumniadores, el asesinato del rey Carlos II y la destrucción de la Iglesia de Inglaterra, Claudio fue acusado de ejercer los ministerios sacerdotales y de haber convertido a muchos protestantes. Aunque fue hecho prisionero, la intervención de Luis XIV impidió que sellase su vida con el martirio. El santo fue simplemente desterrado de Inglaterra. La prisión había acabado con su débil salud. A su vuelta a Francia, en 1679, el santo estaba ya mortalmente enfermo; aunque en algunas temporadas se rehacía un poco y podía ejercer los ministerios sacerdotales, una enfermedad de los riñones no le dejaba reposo. Sus superiores, pensando que los aires natales podrían ayudarle a recobrar la salud, le enviaron a Lyón y a Paray. Durante una de sus visitas a esta última ciudad, Margarita María le avisó que moriría ahí.

El P.Claudio llega a Paray en Abril de 1681, enviado por los médicos en busca de la salud que le negaban otros climas; siendo así hubo comunicación entre el P. Claudio y la Hermana Margarita. Hablando de los ardores de sus almas y proyectos apostólicos en favor del Sagrado Corazón.

Aquí se agravó la enfermedad del P.Claudio; estaba listo para ir a otros climas, pero Sta. Margarita avisa que si le era posible sin faltar a la obediencia se quedara en Paray. Y le envía este mensaje: El me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida. Tan categórica afirmación deshizo todos los preparativos de viaje.

Muerte y gloria

En efecto, después de haber dado maravilloso ejemplo de humildad y paciencia, Claudio La Colombiére entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió un aviso del cielo en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: "Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; mas poder tiene ahora que nunca para socorrernos."

El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre!

Los signos auténticos del amor

Santo Evangelio según san Marcos 8,11-13. Lunes VI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy me encuentro ante ti, Señor; ante tu presencia. Estoy dispuesto a hablarte y a escucharte… aquí quiero estar.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8,11-13

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiro profundamente y dijo: «¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal».

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas veces me doy cuenta que padezco de ceguera. Ceguera ante los signos del amor de Dios en mi vida.

Una irónica ceguera que no ve lo bueno de mi vida; sólo ve aquello que no va bien, que duele, que lastima… que incomoda.

Ceguera que no es capaz de ver lo maravilloso en lo sencillo… en los detalles de las cosas pequeñas, aun cuando siempre están frente a mis ojos.

Señor, esta ceguera la sanas de una manera muy sencilla, así como Tú eres. Me dices –sólo abre los ojos y observa. Ahí en lo sencillo y lo cotidiano. En las miradas, en los abrazos… en el deseo de amor… en el arrepentimiento. En la familia, en el trabajo. En el señor de la esquina, en la persona que está a mi lado. En la alegría de los días, aun en el sufrimiento… ahí estoy.

Los verdaderos signos de tu amor están escondidos en las cosas más sencillas. No sólo están en el caminar sobre las aguas o en la multiplicación de los panes; en el ordenar calma a los mares. Están en el acto de lavar los pies de los discípulos. En la cueva sucia y escondida de Belén; en el fracaso ante los ojos humanos de la cruz…Ésos son signos de Dios…son signos de amor.

Ante la búsqueda de lo maravilloso dame la gracia de abrir bien mis ojos, Señor, para que ahí…en lo sencillo, en lo insignificante pueda descubrir tu presencia. Hazme dócil a tu amor, Señor, para que pueda, en los actos cotidianos y comunes de mi vida, descubrir los signos de tu amor.

«Signo e instrumento de un encuentro. Eso somos. Atracción eficaz para un encuentro. Signo quiere decir que debemos atraer, como cuando uno hace señales para llamar la atención. Un signo debe ser coherente y claro, pero sobre todo comprensible. Porque hay signos que son claros sólo para los especialistas, y estos no sirven. Signo e instrumento. El instrumento se juega la vida en su eficacia —¿sirve o no sirve?—, en estar a mano e incidir en la realidad de manera precisa, adecuada. Somos instrumento si de verdad la gente se encuentra con el Dios misericordioso».

(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Antes de acostarme, hacer un repaso de mí día para ver los momentos en los que Dios se ha hecho presente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Las Señales de Dios

Pueden ser muy claras en ocasiones y en otras puedes tardar en detectarlas.

No te da el juego armado ni el tutorial paso a paso que debes seguir para ser feliz. Dios te da “señales” para que disciernas y tomes el camino que responde a su voluntad. A veces las señales son muy claras, pero en otras ocasiones te puedes tardar años en detectarlas. Así como también las señales pueden ser muy evidentes, pero simplemente no las logras ver.

“Yo le pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 22,10)

Lo cierto es que nada ocurre al azar en esta vida. Todo lo que sucede desde lo grande a lo pequeño pertenece al Plan perfecto de Dios, quien al darnos libre albedrío, espera que sigamos su voluntad que revela mediante esas señales.

“Reconócelo a él en todos tus caminos y él allanará tus senderos” (proverbios 3,6)

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27)

Pero, ¿cómo logramos verlas? Más complejo aún… ¿Cómo logramos detectar de que esas señales provienen realmente de Dios y no de otras fuentes o simplemente de nuestra imaginación? Es recurrido el comodín: “Dios me lo reveló mediante sueños y visiones”. Tampoco se trata de engañarse y de obedecer a todo que llega a nosotros o a cualquier pensamiento que se nos venga a la mente.

Seguramente hemos escuchado el relato de aquel pescador que tras el naufragio de su bote, se estaba ahogando en el mar; esperaba la ayuda de Dios, pero sólo llegó a él la ayuda de un barco pequeño, uno más grande y un helicóptero. Tras su muerte le pregunta a Dios: ¿Por qué no me salvaste cuando te pedí ayuda? Dios le contesta que aquellos salvavidas fueron enviados por Él, sin embargo el pescador no lo creyó en su momento. Y es que Dios se comunica con cada uno de nosotros sirviéndose de cualquier instrumento.

En la medida que nuestra fe sea más fuerte y mediante una vida de oración constante, podemos ir discerniendo cada vez más la voluntad de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura, que es la palabra viva del Señor, es también el instrumento por medio del cual Dios se comunica con nosotros. Y por cierto, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, pidiendo en oración que nos ayude a ver las señales que Dios va colocando en nuestro camino. Él quiere que nos abandonemos en su voluntad y confiemos en su Plan maravilloso aunque a veces resulte difícil o simplemente inimaginable.

Generalmente se trata bastante este tema en aquellas personas que sienten una inquietud vocacional respecto a la vida consagrada. Podemos recoger muchos testimonios de personas consagradas que jamás imaginaron serlo; que luego de muchas señales que Dios les enviaba pudieron responder con un Sí. Cada caso es único, pues Dios se ha manifestado en ellas de diferentes maneras; lo común de todas esas personas es su grandioso amor, pues en ellas fijó su mirada, las eligió y las llamó para servirles en su Reino. Esas personas viven en paz y con alegría, gozando de este regalo inmenso de Dios.

Sin embargo en nuestra vida cotidiana, siempre se nos presentan inquietudes de todo tipo y en toda materia. Generalmente tenemos más de un camino al que podemos optar y estamos en constante inseguridad de qué opción tomaremos. Los cristianos le pedimos ayuda a Dios y nos aferramos a la oración mientras que otros buscan respuestas en dónde por cierto, no las encontrarán. Y en este punto debemos reflexionar. ¿En dónde esperamos encontrar las señales que debemos seguir? Debemos tener presente que sólo Dios tiene ese Plan perfecto para cada uno de nosotros, un plan único e intransferible, un plan que con toda seguridad nos llevará a encontrar la felicidad. Lo demás, es fantasía, bienestar momentáneo quizás o una opción menos exigente, pero en ningún caso la voluntad de Dios y el camino a la Santidad.

Es el espíritu Santo quien nos guía para caminar en la senda que Dios nos ha preparado desde siempre. Por ello debemos invocarlo en todo momento, pidiendo que nos asista y que nos indique el camino que responde a la voluntad del Padre.

“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios”  (Romanos 8,14).

“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5,25)

“El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro” (Hechos 8,29)

“El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche” (Éxodo 13,21)

Pidamos la gracia de amar superando miedos y prejuicios

Ángelus del Papa, 14 de febrero de 2021

El 14 de febrero, VI domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus finalmente asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano ante la presencia de fieles, ya que a causa de la pandemia del Covid-19, el Santo Padre ha celebrado, en las últimas semanas, su cita dominical desde la biblioteca del Palacio apostólico.

Jesús cura al leproso
Reflexionando sobre el Evangelio de hoy (Mc 1,40-45) que relata el momento en el que Jesús cura a un hombre enfermo de lepra, el Papa recordó que en aquel tiempo, "los leprosos eran considerados impuros y, según las prescripciones de la Ley, debían permanecer fuera de los lugares habitados".

"Eran excluidos de toda relación humana, social y religiosa. Jesús, en cambio, deja que se le acerque aquel hombre, se conmueve, incluso extiende la mano y lo toca", dijo el Pontífice, subrayando que de este modo, el Hijo de Dios pone en práctica la Buena Noticia que anuncia:

“Dios se ha hecho cercano a nuestra vida, tiene compasión de la suerte de la humanidad herida y viene a derribar toda barrera que nos impida vivir nuestra relación con Él, con los demás y con nosotros mismos”.

Dios es Padre de la compasión y del amor
Además, el Papa señala que en este episodio podemos ver que se encuentran dos "transgresiones": el leproso que se acerca a Jesús y Jesús que, movido por la compasión, lo toca para curarlo.

La primera transgresión -explicó Francisco- es aquella del leproso:

“A pesar de las prescripciones de la Ley, sale del aislamiento y se acerca a Jesús. Su enfermedad era considerada un castigo divino, pero en Jesús él pudo ver otro rostro de Dios: no el Dios que castiga, sino el Padre de la compasión y del amor, que nos libera del pecado y que nunca nos excluye de su misericordia”.

Igualmente, el Papa hizo hincapié en que aquel hombre "sale de su aislamiento, porque en Jesús encuentra a Dios que comparte su dolor. La actitud de Jesús lo atrae, lo empuja a salir de sí mismo y a confiarle a Él su historia de dolor".

Un aplauso para los "confesores misericordiosos"
En este punto, Francisco dirigió un pensamiento especial para los "tantos buenos sacerdotes confesores que tienen esta actitud", de atraer a la gente.

«Atraen a tanta gente que no siente nada, que se siente "en el suelo" por sus pecados... y lo hacen con ternura, con compasión... Buenos son esos confesores que no están con el látigo en la mano, sino que están solo para recibir, para escuchar, y para decir que Dios es bueno y que Dios siempre perdona, que Dios no se cansa de perdonar», aseveró el Obispo de Roma pidiendo a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro un aplauso para estos "confesores misericordiosos".

Dios no es indiferente a nuestro sufrimiento
La segunda transgresión -continuó el Santo Padre- es la de Jesús:

“Mientras la Ley prohibía tocar a los leprosos, Él se conmueve, extiende su mano y lo toca para curarlo. No se limita a las palabras, sino que lo toca. Tocar con amor significa establecer una relación, entrar en comunión, implicarse en la vida del otro hasta el punto de compartir incluso sus heridas”.

Pero... ¿Qué significa este acercamiento no sólo físico, sino también espiritual entre el Maestro y el enfermo de lepra?

Para Francisco, este gesto de Jesús muestra que Dios no es indiferente, que no se mantiene a una "distancia segura"; al contrario, "se acerca con compasión y toca nuestra vida para sanarla".

No caer en los prejuicios sociales
Antes de concluir su alocución, el Papa recordó que incluso en la actualidad, en todo el mundo, hay tantos hermanos y hermanas que sufren de lepra, "o de otras enfermedades y condiciones a las que, lamentablemente, se asocian prejuicios sociales" y en algunos casos hay incluso discriminación religiosa.

Un sufrimiento del que nadie está completamente exento -indicó el Sucesor de Pedro- ya que a cada uno de nosotros nos puede ocurrir experimentar a lo largo de la vida, "heridas, fracasos, sufrimientos, egoísmos que nos cierran a Dios y a los demás".

Aquel que se "contamina" con la humanidad herida
Frente a todo esto, «Jesús nos anuncia que Dios no es una idea o una doctrina abstracta, sino Aquel que se "contamina" con nuestra humanidad herida y que no teme entrar en contacto con nuestras heridas», puntualizó Francisco, poniendo en guardia sobre el riesgo de silenciar nuestro dolor "usando máscaras", para "cumplir con las reglas de la buena reputación y las costumbres sociales", o directamente cediendo ante nuestros egoísmos y temores internos con el fin de no "implicarnos demasiado en los sufrimientos de los demás".

Antes de finalizar, el Papa invitó a los fieles a pedir al Señor la gracia de vivir estas dos "transgresiones" del Evangelio:

“La del leproso, para que tengamos la valentía de salir de nuestro aislamiento y, en lugar de quedarnos allí a lamentarnos o a llorar por nuestros fracasos, vamos a Jesús tal como somos. Y luego la transgresión de Jesús: un amor que nos hace ir más allá de las convenciones, que nos hace superar los prejuicios y el miedo a mezclarnos con la vida del otro”.

"Que en este camino nos acompañe la Virgen María, a la que ahora invocamos en la oración del Ángelus", concluyó el Santo Padre.

¡Mañana empieza la Cuaresma!

No olvides ir mañana a imponerte la ceniza: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio"

El miércoles de ceniza, los buenos cristianos asisten a las iglesias a que les impongan la ceniza, al mismo tiempo que escuchan unas palabras: Arrepiéntete y cree en el Evangelio. Esas palabras explican el sentido de ese rito tan atrevido con el que da inicio la cuaresma. ¡Arrepiéntete!, se nos dice.

Hay tiempo de pecar y tiempo de convertirse. El tiempo de pecar suele ser muy largo. Todos pasamos por momentos malos, en que abandonamos el buen camino y nos adentramos en la mala vida. Incluso, podemos observar, cuando miramos hacia atrás, que hay un período en la vida en que nos hemos alejado mucho de Dios, de la Iglesia, de las buenas costumbres. Son esos días negros a los que no queremos mirar.

Pero hay también épocas buenas, en las que hemos sido capaces de hacer el bien, hemos estado en paz con Dios, con los demás y con nosotros mismos.
Si pudiéramos observar en una película nuestro mejor día vivido y nuestro peor día, nos asombraríamos de dos cosas: Primero: de cómo hemos bajado tanto. Quizá tendríamos que decir: "Nunca me imaginé que podía llegar a hacer lo que he hecho". Pero también nos asombraríamos de lo bien que nos hemos portado en nuestro mejor día; de tal forma que si todos los días de nuestra vida hubieran sido como ese día, podríamos ser contados entre los hombres verdaderamente buenos y honrados de este mundo.

De aquí podemos sacar la siguiente conclusión: el hombre puede, si se esfuerza, subir mucho, mejorar; o, por el contrario, bajar, corromperse, destruirse. El ser humano puede llegar a ser un ángel o un demonio.

Se cuenta que a la hora de buscar a un personaje que representara a Cristo en una película, eligieron a un joven que, por su vida y costumbres reflejadas en el rostro, parecía ser el más idóneo. Al pasar el tiempo se trató de buscar a alguien que representara el papel de Judas, y después de mucho buscar, encontraron por fin a un hombre que, por la expresión de su cara parecía el más acertado. Era el mismo hombre que un día representó el papel de Cristo. ¿Tanto había cambiado...?

En la cuaresma se nos invita a un cambio. Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos. Es un tiempo de gracia en que Dios nos ofrece su perdón con especial generosidad.

Aún sabiendo que lo tenemos que hacer, preferimos seguir lo mismo, dejando para más adelante esa conversión, ese cambio de vida que nos cuesta tanto.

Un hombre dejó hasta los 31 años su cambio. Una vez cuando sus compañeros decían: "vamos a cambiar la vida, pero más adelante", el convertido les contestó: "Si alguna vez lo vas a hacer, ¿por qué no ahora?, y, si no lo haces ahora ¿por qué dices que lo harás más adelante? ¿Podrás? ¿Querrás hacerlo? ¿Tendrás tiempo?"

También de él es esta frase significativa: "Teme a Dios que pasa y que no vuelve". Dios suele pasar una y varias veces por nuestra vida, pero no tiene obligación de volver apasar. Por eso decía respetuosamente aquél, que primero no tenía ningún miedo ni respeto: "Teme a Dios que pasa y que puede no volver a pasar en tu vida".

¿Por qué sufren los niños y los inocentes?

El Beato Carlo Gnocchi responde: Sufre en primer término por su condición de hombre, responsable en esencia del pecado original

Pregunta:

Estimado Padre:
Algo que nunca he podido entender es el tema del dolor de los niños y de las personas inocentes. ¿Por qué Dios lo permite? ¿Acaso no es Dios? ¿Acaso no puede impedirlo? Estas preguntas a veces me quitan el sueño… y a veces parece que me pueden quitar incluso la fe. Ayúdeme.

Respuesta:

Para su pregunta puntual este artículo de Sebastián Sánchez puede representar la respuesta más precisa y magnífica. Resume el autor el pensamiento del Beato Don Carlo Gnocchi y de una pequeña joya de la teología católica, su obrita: ‘Pedagogía del dolor inocente’. Léalo; no tiene desperdicio.

El título original de este artículo es: ‘Breve semblanza de la figura y pensamiento del padre de los niños mutilados ‘, pero supera la pura semblanza y responde al tema del dolor del niño y del inocente.

Tomado de la Revista Arbil nº 87 // por Sebastián Sánchez

Según la acertada expresión de S.S. Juan Pablo II . Don Carlo Gnocchi, un desconocido para las generaciones hodiernas, fue uno de los más eminentes apóstoles de la Caridad del siglo XX dedicado especialmente al auxilio, espiritual primero y físico después, de los niños sufrientes. Su figura debe ser justipreciada en estás épocas de diabólica inquina contra la niñez

Vida y obra

Nació Don Carlo Gnocchi en San Colombano al Lambro el 25 de Octubre de 1902. Siendo muy pequeño, apenas cinco años, Carlo perdió a su padre y se trasladó a Milán con su madre y sus dos hermanos, Andrea y Mario, quienes poco después murieron víctimas de la tuberculosis. Apenas unos años más tarde ingresó al seminario del Cardenal Andrea Ferrari y en 1925 fue ordenado sacerdote del Arzobispo de Milán, Eugenio Tosi. El 6 de junio de ese año celebró su primera misa en Montesiro.

En 1936 el Cardenal Ildefonso Schuster lo nombró director espiritual de la escuela del prestigioso Instituto Gonzaga de los Fratelli delle Scuole Crist iane. Allí, Don Carlo se dedicó profundamente a estudiar y escribir sobre pedagogía, una de sus más grandes preocupaciones. Hacia fines de esa década, el Cardenal Schuster le encomendó la asistencia espiritual de los estudiantes de la Universidad Católica de Milán y en ese puesto lo encontró el inicio de la II Guerra Mundial, hacia la que partieron muchos de sus jóvenes universitarios. Por ello, sin dubitaciones, el P. Gnocchi se enroló como capellán voluntario del batallón alpino Val Tagliamento con el que fue destinado al frente greco albanés. Una vez terminada la Campaña de los Balcanes, y luego de un breve interregno en Milán, Don Carlo partió nuevamente al frente, esta vez a la Rusia desangrada por los rojos, junto a los alpinos de la División Tridentina . Allí comenzó su peregrinar por el dolor y el horror y, al mismo tiempo, su más grande aventura evangélica.

Una oscura y helada noche de enero de 1943 encontró a Don Carlo marchando junto a sus soldados en la dramática retirada del contingente italiano, poco después de ser derrotados por los comunistas. Mientras marchaba daba ánimo a los heridos y ateridos milites hasta que, extenuado por el dolor y vencido por el frío, se dejó caer junto a un grupo de agotados soldados a la vera del helado camino ruso. Poco después, un médico amigo pretendió recogerlo pero él, casi agonizante, se negó a dejar a sus soldados. Mas éstos le dijeron una y otra vez: ‘Id, Capellán, ayudad a nuestros hijos, amparad a nuestros huérfanos’. Estremecido por el pedido, Don Carlo aceptó ser trasladado a un hospital de campaña en el que se recuperó de las heridas del cuerpo. Allí terminó la guerra para él.

Una vez retornado a Italia, el P. Gnocchi comenzó su peregrinación por el Valle Alpino buscando a los huérfanos, en cumplimiento de la palabra empeñada a sus alpinos en Rusia.

En 1945 fue nombrado director del Istituto Grandi Invalidi de Arosio donde acogió a los primeros huérfanos de guerra y niños mutilados. De ahí en más una maravillosa obra coronaría los esfuerzos de nuestro sacerdote. En 1949 obtuvo su primer reconocimiento: el permiso para la fundación de la Federazione Pro Infanzia Mutilata. A partir de ese momento comenzó a fundar colegios para los niños mutilados y para los acuciados por una terrible enfermedad: la poliomielitis. Así nacieron los colegios de Parma (1949), Pessano (1949), Turín (1950), Inverigo (1950), Roma (1950), Salerno (1950) y Pozzolatico (1951).

Víctima de un tumor maligno incurable, Don Carlo Gnocchi partió a la Casa del Padre el 28 de febrero de 1956 en Milán. Italia entera se dispuso entonces a darle el último adiós al ‘padre dei mutilatini’.

Treinta años después de su muerte, el Cardenal Carlo María Martini instituyó el Proceso de Beatificación, cuya fase diocesana concluyó en 1991. El 20 de diciembre de 2002 el Papa Juan Pablo II lo declaró Venerable.

La Teología del dolor

Sin duda la obra del P. Gnocchi ha sido impresionante pero de poco habría de estimarse si no se comprende el sentido último que le impuso desde un primer momento. No fue filantropía la que lo movió a ocuparse de los niños sufrientes pues para ello hubiese bastado con la acción de las muchas logias masónicas que asolaban, y asolan, a Italia. Nuestro sacerdote no padeció la tara ideológica del progresismo eclesial que considera a la Iglesia una ‘agencia social’ y, justamente por ello, pudo dar testimonio del valor del dolor de los niños. Testimonio indeleble unido a la Tradición de la Iglesia para ejemplo del mundo.

Para que no hubiese confusiones respecto de su obra el P. Gnocchi escribió un libro precioso en el que magistralmente conjuga sus dos amores primeros: la enseñanza y la atención de los niños dolientes. De ese modo, el breve ‘Pedagogía del dolor inocente’ resulta ser su obra magna, en la que retoma la Tradición inefable y el Magisterio Auténtico para presentar las razones que deben mover a respetar y, en cierta medida, venerar el carácter salvífico del dolor de los niños. En ese sentido, esta pequeña gran obra es un antecedente de la magnífica Carta Apostólica Salvifici Doloris de Juan Pablo II, en tanto magnífica exposición de la ‘teología del dolor’.

Don Gnocchi señala que la comprensión del dolor de los pequeños es la clave para comprender cualquier dolor y, puesto en esa tarea aprehensiva, concibe el sufrimiento humano en general como parte de una arcana solidaridad que ‘actúa en sentido vertical y en sentido horizontal, vincula a los miembros con la Cabeza y a todos los miembros entre sí’. Del mismo modo, el Santo Padre, en la Carta citada dice que ‘aunque el mundo del sufrimiento exista en la dispersión (en forma individual), contiene en sí un singular desafío a la comunión y a la solidaridad'(Salvifici Doloris, N°8).

Dos fuentes tiene entonces el dolor de niño: sufre en primer término por su condición de hombre, responsable en esencia del pecado original y ‘por consiguiente implicado en su secular expiación’. He allí su solidaridad vertical.

Pero el niño sufre también, y esta es la base de la solidaridad horizontal, por los pecados y abominaciones cometidas por todos los hombres. Razón ésta, dice Don Carlo, que ‘debería servir de freno al hombre cada vez que se siente tentado a pecar’.

Para el primer caso, el ‘remedio’ es el óleo y el crisma del Santísimo Sacramento del Bautismo. Para el segundo, vale la reiteración, que los hombres se guarden de pecar convirtiéndose al Bien, la Verdad y la Belleza en tanto aceptación del llamado de Cristo.

Sin embargo, y pese a esta explicación, el hombre se pregunta: ‘¿Por qué sufre este inocente? ¿Por qué se abaten sobre él las iniquidades de los esbirros del Mal?’ ¿Por qué, Señor, no he de ser yo, pecador miserable, quien sufra en vez de esta criatura pura? En la base de estos interrogantes se encuentra el argumento que, como dijera en su día Gilson, más conquistas ha propiciado al ateísmo: ‘Si Dios existe, ¿por qué el mal?’.

La respuesta a esta cuestión nos la ha dado el Apóstol de los Gentiles cuando dice: ‘Cumplo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo’ (Col 1, 24). La comprensión del dolor inocente se completa y plenifica al advertir que el Cordero de Dios es el arquetipo del sufriente puro e inocentísimo. Alzando nuestra mirada al Varón de Dolores, como proféticamente lo llamara Isaías, nos acercamos al misterio inefable que permite aprehender el porqué del dolor de los niños.

En efecto, para la remisión total de los pecados del mundo era necesaria tal pureza en la víctima que sólo Dios podía poseerla y por ello envió a su propio Hijo sobre la tierra a morir en la Cruz. Pero para completar el sufrir del Ungido, como enseña San Pablo, es necesaria la más alta contribución que el hombre puede brindar: el ofrecimiento de las almas que sufren sin el peso de las propias culpas personales, al modo de Nuestro Señor.

‘El niño doliente – dice el P. Gnocchi – es un pequeño cordero que purifica y redime’. Es por ello, como dijera Pío XII en su hora, ‘un sacrificio viviente de la humanidad inocente por la humanidad pecadora’. Cada niño mancillado es, en virtud del Misterio, un precioso intercesor y mediador de gracias.

La Pedagogía del dolor inocente

El P. Gnocchi llega al núcleo de su obra cuando advierte que los educadores cristianos, es decir los padres, los sacerdotes y los maestros, deben conocer y aplicar los principios de la ‘pedagogía sobrenatural del dolor’. Tienen el deber de procurar, en cada niño sufriente, la conciencia y el sentido del valor de su dolor. El pequeño ha de reconocer así que el fin último de su pesar es Cristo crucificado que sufre con él y por él por la remisión de los pecados del mundo.

Sin esta conciencia debidamente inspirada por los educadores cristianos se produce un ‘enloquecedor derroche’ pues el niño no sabe porqué sufre (una razón más, vale agregar, para resistir el avance destructivo del laicismo anticristiano en nuestras escuelas). Si los pequeños no alcanzan esta conciencia, nos dice Don Carlo, ‘se priva a Cristo y a la Iglesia del tesoro insustituible y precioso del dolor infantil’.

En efecto, la casi siempre impertérrita desatención hacia las ‘cosas del Cielo’ suele impedir a los hombres advertir el enorme valor de tesoros espirituales como éste, escondido en las almas de los inocentes.

Es cierto que Don Gnocchi, testigo inmediato de la orfandad, enfermedad y mutilación de los niños, dedica poca atención al sufrimiento moral de los mismos. Pero es verdad también que vivió en una época signada por la guerra y en la que todavía no se vislumbraban los oscuros contornos de la Cultura de la Muerte. Hoy, el ‘dolor del alma’ de los pequeños es cosa cotidiana, asediados como están por quienes con escarnio e irrisión los hacen objeto de las más terribles atrocidades. Don Gnocchi no llegó a conocer la prostitución infantil institucionalizada, el aborto considerado como derecho humano, la ideología de género embebiendo toda perversa educación sexual. No alcanzó a ver, ¡feliz de él!, la retorcida pretensión destructiva de la niñez de los ‘defensores de los derechos de los niños’ que ocupan sitiales de honor en los organismos internacionales ni escuchó los argumentos a favor de la eutanasia de los niños enfermos, bajo pretexto de ‘no hacerlos sufrir’. Valga esto de excusa suficiente para algunas omisiones, que hoy en día resultarían del todo inadmisibles.

El Buen Combate por los niños dolientes

Grande yerro se comete si se cree que de lo antedicho se colige la pasividad ante el sufrimiento de los niños. La necesidad de adquirir el sentido de la sublime teología del dolor y su consecuente pedagogía, no invalida en absoluto el hecho de combatir la iniquidad del ‘mundo’ hacia los que sufren, especialmente contra los débiles e inocentes.

Lo sostiene con vigor el Santo Padre al advertir que ‘el Evangelio es la negación de la pasividad ante el sufrimiento’ (S.D., N° 29) Nada puede, ni debe, abolir nuestra pena cuando asistimos a la visión de un niño mancillado en su pureza, vulnerado en su inocencia.

Lo ha dicho el Señor a los justos que piadosamente acunaron a los párvulos: ‘Todo lo que hiciereis a uno de mis pequeños, a Mi me lo hacéis’ (Mt 10,42). Pero también sentenció a los impíos que los avasallaron: ‘En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo’ (Mt 25,45)

Apremia el derecho y la obligación del combate contra los que propalan el dolor físico y moral a niños. Son sus enemigos y por ello lo son de la Iglesia y de Cristo mismo.

El Buen Combate que ha de librarse es ante todo interior, para evitar que los párvulos sufran por la remisión de nuestras miserias. Pero es también exterior pues se trata, como dice Juan Pablo II, de ‘la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal que nos presenta el mundo contemporáneo’ (S.D, N° 31)

Por ello, y se nos disculpará lo atrevido de la afirmación, restaurar los verdaderos derechos (naturales y sobrenaturales) de los niños es restaurar de los derechos de Cristo Rey. Es, en definitiva, iniciar el tránsito por el largo y providencial camino hacia la Restauración de Cristo en todas las cosas.

¿Cómo comenzar? Hagamos lo que nos ordena el P. Gnocchi: todas las mañanas besemos el corazón de nuestros pequeños para reconocer allí la Santísima Trinidad presente y operante.

Preces

A Dios, que no deja de compadecerse de los hombres y de darnos testimonio de su amor, le decimos:

R/M Señor, escucha la oración de tu pueblo.

Para que no decaiga el celo pastoral de los ministros de la Iglesia,

– ni se apague el impulso apostólico de los fieles.MR/

Para que no cese la acción de los misioneros,

– ni falten laicos comprometidos en las tareas de catequesis y evangelización.MR/

Para que los educadores católicos no se desanimen ante las dificultades,

– ni los padres cristianos dejen de transmitir la fe a sus hijos.MR/

Para que se mantenga viva y constante la oración de los contemplativos,

– y no cese la acción social y caritativa.MR/

Para que durante este día nos mantengamos en tu presencia,

– y nuestras obras te den gloria.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos.

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