El que cree en mí, tiene vida eterna

Agapito I, Santo

LVII Papa, 22 de abril
 
Martirologio Romano: En Constantinopla, nacimiento para el cielo de san Agapito I, papa, que trabajó enérgicamente para que los obispos fuesen elegidos libremente por el clero de la ciudad y se respetase la dignidad de la Iglesia. Enviado a Constantinopla por Teodorico, rey de los ostrogodos, ante el emperador Justiniano confesó la fe ortodoxa, ordenó a Menas como obispo de aquella ciudad y descansó en paz (536).

Etimológicamente: Agapito = Aquel que es amable, es de origen griego.

Breve Biografía

Su fecha de nacimiento es incierta; murió el 22 de abril del 536.

Fue hijo de Gordianus, un sacerdote Romano que había sido liquidado durante los disturbios en los días del Papa Symmachus.

Su primer acto oficial fue quemar en presencia de la asamblea del clero, el anatema que Bonifacio II había pronunciado en contra de Dioscurus, su último rival, ordenando fuera preservado en los archivos Romanos.

El confirmó el decreto del concilio sostenido en Cartago, después de la liberación de África, de la yunta de Vándalo, según los convertidos del Arrianismo, fueron declarados inelegibles a las Santas Ordenes y aquellos ya ordenados, fueron admitidos meramente para dar la comunión.

Aceptó una apelación de Contumeliosus, Obispo de Riez, a quien un concilio en Marsella había condenado por inmoralidad, ordenando a San Caesarius de Aries otorgar al acusado un nuevo juicio ante los delegados papales. Mientras tanto, Belisarius, después de la sencilla conquista de Sicilia, se preparaba para una invasión de Italia.

El rey Gótico, Theodehad, como último recurso, mendigó al viejo pontífice proceder a Constantinopla y traer su influencia para lidiar con el Emperador Justiniano.

Para pagar los costos de la embajada, Agapito se vio obligado a prometer las naves sagradas de la Iglesia de Roma.

Se embarcó en pleno invierno con cinco obispos y un séquito imponente. En febrero del 536, apareció en la capital del Este y fue recibido con todos los honores que convienen a la cabeza de la Iglesia Católica.

Como él había previsto sin duda, el objeto aparente de su visita fue condenado al fracaso. Justiniano no podría ser desviado de su resolución para restablecer los derechos del Imperio en Italia. Pero desde el punto de vista eclesiástico, la visita del Papa a Constantinopla marcó un triunfo escasamente menos memorable que las campañas de Belisario.

El entonces ocupante de la Sede Bizantino era un cierto Anthimus, quien sin la autoridad de los cánones había dejado su sede episcopal en Trebizond, para unir el cripto-Monophysites que, en unión con la Emperatriz Teodora, intrigaban para socavar la autoridad del Concilio de Calcedonia.

Contra las protestas del ortodoxo, la Emperatriz finalmente sentó a Anthimus en la silla patriarcal.

No bien hubo llegado el Papa, la mayoría prominente del clero mostró cargos en contra del nuevo patriarca, como un intruso y un herético. Agapito le ordenó hacer una profesión escrita de la fe y volver a su sede abandonada; sobre su negativa, rechazó tener cualquier relación con él.

Esto enfadó al Emperador, que había sido engañado por su esposa en cuanto a la ortodoxia de su favorito, llegando al punto de amenazar al Papa con el destierro. Agapito contestó con el espíritu: "Con anhelo ansioso vengo a mirar hacia el Emperador Cristiano Justiniano. En su lugar encuentro a un Dioclesiano, cuyas amenazas, sin embargo, no me aterrorizan." Este atrevido idioma hizo que Justiniano tomara una pausa; siendo convencido finalmente de que Anthimus era poco sólido en la fe, no hizo ninguna objeción al Papa en ejercitar la plenitud de sus poderes a deponer y suspender al intruso, y, por primera vez en la historia de la Iglesia, consagrar personalmente a su sucesor legalmente elegido, Mennas.

Este memorable ejercicio de la prerrogativa papal no se olvidó pronto por los Orientales, que, junto con los Latinos, lo veneran como un santo.

Para purificarlo de cualquier sospecha de ayudar a la herejía, Justiniano entregó al Papa una confesión escrita de la fe, que el último aceptó con la juiciosa cláusula, "aunque no pudiera admitir en un laico el derecho de enseñar la religión, observaron con placer que el afán del Emperador estaba en perfecto acuerdo con las decisiones de los Padres".

Poco después Agapito cayó enfermo y murió, después de un glorioso reinado de diez meses. Sus restos fueron introducidos en un ataúd y dirigidos a Roma, siendo depositados en San Pedro.
 
Creer en Dios es creer en su amor

Santo Evangelio según san Juan 6, 44-51. Jueves III de Pascua
 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, creo pero aumenta mi fe.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ¨Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquél que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.

Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida¨.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Qué significa creer? ¿Qué significa creer en Dios? ¿Qué implica decir «yo creo en Dios»?

Jesús se presenta como el pan de vida, es decir, como el pan que sacia en plenitud el hambre de amor, de felicidad, de eternidad.

Se presenta como luz que ilumina el sendero de la vida. Se presenta como la vida verdadera; como una promesa que tiene su cumplimiento en el presente.

Jesús se presenta como un Dios que está vivo. Él sabe que somos hombres y, como hombres que somos, quiere saciar nuestra necesidad. Sabe que necesitamos un Dios concreto, un Dios que podamos ver y tocar pues comprende que no somos sólo espíritu y, por ello, no solamente se da, sino que se entrega en totalidad hoy en la Eucaristía.

Es verdad que sigue velado por el misterio y necesitamos fe pero, Él continúa estando…, ahí, callado, sencillo. Es Dios que hoy sigue repitiendo: «El que crea en mí, ése tendrá vida eterna».

Por tanto, creer en Dios significa creer en alguien que está vivo, aquí presente, que no simplemente conoce mis necesidades más profundas y más particulares, sino que también quiere dar a ellas una respuesta.

Creer en Dios significa creer que sí existe alguien en quien puedo encontrar lo que mi corazón necesita. Creer en Dios es creer en el amor.

«La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado. Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto, Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios». (Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré a lo largo de mi día hacer una visita a la Eucaristía.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El problema de quien no cree

¿Cuál es el verdadero problema de quien carece de fe?

Por: P. Eduardo María Volpacchio | Fuente: www.algunasrespuestas.com

“Si el ser humano sólo confía en lo que ven sus ojos, en realidad está ciego porque limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial.

Porque tampoco tiene en cuenta su inteligencia. Las cosas realmente importantes no las ve con los ojos de los sentidos, y en esa medida aún no se apercibe bien de que es capaz de ver más allá de lo directamente perceptible.”
Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16

Tener fe o no tener fe, esa es la cuestión

Hay personas con fe y personas sin fe. Personas que la tienen y viven como si no la tuvieran; y personas que no la tienen y quisieran tenerla.

Personas que nacen en el seno de una familia cristiana y son casi genéticamente cristianas. Personas a las que nunca nadie habló de Dios, no lo conocen y por falta de experiencia “divina” carecen de sensibilidad para las cosas espirituales. La fe no les dice nada, porque no pueden imaginar lo que es tenerla.

Personas que perdieron la fe que alguna vez tuvieron; se les quedó por el camino y no les interesa mucho por dónde. No les dice nada porque se aburrieron de lo que creían.

Personas ansiosas por encontrar un sentido a la rutina de sus vidas.

En estas breves páginas, quisiera explicar al creyente (que más allá de crisis coyunturales nunca ha experimentado lo que es vivir sin fe) el problema de quien carece de fe. Porque, digámoslo de entrada, aunque no sea conciente, quien no tiene fe tiene un problema muy serio.

¿Cuál es el problema de quien carece de fe?

Para comenzar, se pierde de conocer mucho de la realidad. Y, en concreto, lo más elevado.

Puede alcanzar sólo una visión muy superficial de la vida humana: lo que se ve, se oye, se come, engorda, enferma, etc. Pero el hombre es bastante más que una máquina que procesa comida, trabaja y se reproduce. Quien pierde el espíritu humano (lo más valioso del hombre) pierde mucho (y la relación con Dios es la expresión más alta del espíritu humano).

Pierde, además, la trascendencia y su vida queda así encerrada en la “cárcel” de la inmanencia de este mundo. Podrá disfrutar muchas cosas, divertirse, etc., pero su vida -considerada globalmente- se ha convertido en un camino hacia el cáncer y la tumba. Es duro, pero no cabe esperar otra cosa.

Pierde el sentido más profundo del amor, que sin espíritu queda reducido a mero placer.

Se le escapa el sentido más profundo de la vida (para qué vivo, dónde voy…). No sabe de dónde viene ni adónde va.

No es capaz de alcanzar lo único que, en definitiva, realmente importa. No tiene una sola respuesta para los problemas cruciales de la existencia humana. Como reconocía un premio Nobel español, agnóstico, lleno de tristeza hacia el final de su vida: “no tengo una sola respuesta para las cosas que realmente me interesan. Soy un sabio muy especial. Un sabio que no sabe nada de lo que le importa”.

Quien dice que sólo creerá lo que toque y vea (“si no lo veo no lo creo”), en realidad no sabe lo que está diciendo. La realidad más profunda de las cosas no está a nivel superficial y, por tanto, está fuera del alcance de los sentidos. No se ve con los ojos, no se pesa en una balanza, ni siquiera se alcanza con un microscopio. Se “ve” con la inteligencia, pero más allá de donde llegan los sentidos. Y, la verdad más grande -cómo es la vida íntima de Dios-, supera incluso esta capacidad intelectual de “ver”: sólo se accede a ella por la fe.

De modo brillante y resumido se lo explica el zorro al Principito cuando le dice: “no se puede ver sino con el corazón. Lo esencial está oculto a los ojos” (Antoine de Saint-Exupery, El Principito, XXI).

El hombre sin fe nunca llega a entender algunas de las cosas más importantes de su vida

Como por ejemplo:

•    La felicidad y las ansias de infinito
•    Las realidades espirituales
•    El sentido de la vida (para qué estamos acá)
•    Los anhelos más profundos de la persona
•    El fracaso
•    El dolor
•    La muerte (tanto en general, como la propia y la de los seres queridos)
•    Y sobretodo lo que viene después.

Quien se cierra en su no-creeencia tiene cerrado el acceso a Dios, a la redención, a la salvación.

Cerrado a la trascendencia, está cerrado a su desarrollo más pleno, y sobre todo a la felicidad perfecta.

En el ser humano hay unas ansias de infinito que no es posible reprimir: nada de este mundo lo satisface plenamente, porque las cosas de aquí le “quedan chicas”. Esas ansias de infinito serán saciadas después de esta vida. Por eso quien está cerrado a la trascendencia, está frustrado existencialmente, pues le resulta imposible concebir como posible la satisfacción de la tendencia más radical de su ser: su tendencia a la plenitud.

Sólo quien sabe quién es puede vivir con plenitud

En la Misa inaugural de su Pontificado Benedicto XVI recordó que “únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo” (Benedicto XVI, Homilía del 24.4.05).

El hombre sin fe, se pierde lo mejor de la vida (que no necesariamente es lo más divertido): Dios y la vida eterna quedan fuera del horizonte de su vida y de su alcance.

Algunos, con buen corazón, pueden ocuparse de cosas muy nobles, como la ciencia o el arte; también contribuir al bien temporal de los demás. Todo esto es muy bueno. Pero, les falta algo, en realidad mucho: la apertura al infinito y la perfección, que da sentido y valor a lo que hacen. Para ellos, este bien, en cierta manera, se convierte en un camino hacia Dios.

Otros -quizá coherentemente con su visión materialista de vida (quien no cree en la trascendencia queda “encerrado” en la materia)- viven en la frivolidad (“comamos y bebamos que mañana moriremos”) pueden distraerse (dis-traerse: alejar la atención de lo importante), entretenerse (entre-tener: pasar ligeramente un rato entre dos cosas), divertirse (ocuparse jugando de cosas livianas), vivir en y para la pavada.

La sociedad actual (tecnológica) les ofrece todo tipo de medios para conseguirlo... y pueden distraerse, entretenerse y divertirse con bastante éxito... y de a ratos olvidarse de quienes son, pero no se realizan: pierden la vida.

Pueden pasar su existencia distraídos, entretenidos y divertidos (con la atención fuera de lo que lo conduciría a una vida realizada).

Incluso morir sin darse cuenta. Pero al final, se desvelará el misterio y se verá cómo han frustado su existencia llenándola de nada.

¿Es cómodo ser creyente?

Hay quienes repiten una frase gastada: “es duro ser no creyente”.

Como si la postura de los creyentes fuera más cómoda. Como si los no creyentes fueran más honrados al no creer al precio de su inseguridad (cosa realmente dolorosa).

Esta expresión tiene dos partes.

Ser creyente es mucho más seguro y, al mismo tiempo, exigente.

Es cierto que sin fe se carece de la seguridad del creyente. Y esto no puede no ser duro. Pero también puede resultar muy cómodo. No se puede conocer el interior de las personas. Hay quienes para estar cómodos “pagan” el precio de vivir en la oscuridad. No se comprometen con la verdad, no la buscan. Viven tranquilos en su ignorancia para no exponerse a tener que hacer aquellas cosas que les exijiría la fe si la encontraran… y por eso prefieren no buscarla.

No están condenados a no creer. Quienes son honestos consigo mismo no nunca abandonan la búsqueda de la verdad.

La curiosa pretensión del agnóstico Resulta realmente curioso el planteo del agnóstico: afirmar la imposibilidad de conocer lo que él no conoce...

¿No sería más razonable afirmar simplemente que él todavía no pudo conocer lo que no conoce? Hace una extrapolación que no es válida: pasar de un dato particular (su no-conocimiento personal de Dios) a la afirmación general de la imposibilidad del mismo. Pero que él no conozca no demuestra en lo más mínimo que sea imposible conocer.

La fe es el tesoro escondido en un campo.

No haberlo encontrado todavía no alcanza para negar su existencia. Sólo prueba que debo seguir buscando. En cambio, parece bastante irrefutable el hecho de que muchas personas cuerdas (no están locas) han vendido todo lo que tenían para comprar ese campo...

La fe y las apuestas

Quien no cree arriesga demasiado.

La fe no es cuestión de probabilidades, tampoco de cálculos de intereses y conveniencias, pero hace ya mucho tiempo, una mente matemática como la de Pascal planteó las siguientes alternativas:

•    Si creo en Dios y Dios existe, lo he ganado todo.
•    Si creo en Dios y Dios no existe, no pierdo nada.
•    Si no creo en Dios y Dios existe, lo pierdo todo.
•    Si no creo en Dios y Dios no existe, no gano nada.

Pero no es cuestión de apuestas. La fe no es una apuesta, aunque por cálculo de probabilidades tenga más chances de ganar.

No cree el que quiere sino el que puede La fe es un don que Dios no niega a nadie. Es un misterio de la gracia y la libertad humana.

Impresiona ver a Jesús dar gracias al Padre celestial porque se ha mostrado a los humildes y ha ocultado a los que se tienen a sí mismos por sabios y prudentes (cfr. Mt 11,25). Dios se esconde y se muestra. Sólo los humildes son capaces de ver.

La verdad no se impone: cada uno debe recorrer el camino que conduce a ella. Un camino muy personal. Buscar la verdad y ponerse en condiciones de poder encontrar a Dios.

No se trata de conseguir entender a Dios, sino de encontrarlo. Y cuando se lo encuentra, entonces, se entiende y sobretodo se lo ama.

Ser capaz de escuchar a Dios y ser capaz de hablar a Dios
¿Cómo se llega a encontrar a Dios, a escucharlo y hablarle?
“¿Hay que aprender a hablar con Dios?”

Uno puede ser -o volverse- sordo para las cosas de Dios. “El órgano de Dios, explica el Card. Ratzinger, puede atrofiarse hasta el punto de que las palabras de la fe se tornen completamente carentes de sentido”.

“Y quien no tiene oído tampoco puede hablar, porque sordera y mudez van unidas”. Entonces habrá que aprender -hacerse capaz- a comunicarse con Dios. “Poco a poco se aprende a leer la escritura cifrada de Dios, a hablar su lenguaje y a enteder a Dios, aunque nunca del todo. Poco a poco uno mismo podrá rezar y hablar con Dios, al principio de manera infantil -en cierto modo siempres seremos niños-, pero después cada vez mejor, con sus propias palabras” (Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16).

¿Cómo?

No hay fórmulas mágicas, hay recorridos. En primer lugar, con la apertura a la trascendencia: quien descartara de entrada la posibilidad de lo sobrenatural, cerraría la puerta a la verdad. Estaría rechazando apriorísticamente la existencia de algo que no es irracional. Y con esta actitud obviamente, difícilmente encontrará aquello cuya existencia rechaza voluntariamente. Pero no es que la verdad se le oculte, sencillamente la niega.

Después con todo lo que favorece la actividad del espíritu: arte, poesía, música, etc. Las expresiones del espíritu humano.

•    Con el realismo filosófico.
•    Con la lectura de vidas ejemplares (los santos), y en particular con el recorrido de los grandes conversos de la historia.
•    Con la lectura de la Sagrada Escritura: Dios habla en ella.
•    Con la oración. Incluso aunque parezca que no sirve para nada: Dios escucha aunque yo no sea consciente de su presencia.

Un secreto

Georges Chevrot nos explica que “Dios se hace amar antes que hacerse comprender” (El pozo de Sicar, Ed. Rialp, p. 291). En efecto, a Dios lo conocemos más a través del amor que de la inteligencia. Juan entendió más a Jesús no porque fuera más inteligente sino porque amó más y, por tanto, tuvo más intimidad con El. Quien no lo entiende, debería comenzar a tratar de amarlo y lo acabará entendiendo. El camino inverso no es de éxito seguro: con facilidad se enreda por la soberbia, y para encontrar la fe, la humildad es requisito fundamental.

Y a quien lo entiende –aquel a quien el cristianismo le “cierra” perfectamente– todavía le queda camino por recorrer, para llegar a amarlo con todo el corazón.

Buscarlo, intentar dirigirse a El, incluso antes de creer en El. La fe es un acto de conocimiento, pero también supone el ejercicio de la voluntad: hay que querer creer. Es difícil que alguien queriendo no creer llegue a creer. Dios no fuerza nuestra libertad. Son muy raros los encuentros inesperados como los de San Pablo o André Frossard (en su libro “Dios existe, yo me lo encontré” cuenta su historia personal).

Pero la fe, es sobretodo un encuentro. No se alcanza por razonamientos intelectuales, sino que la inteligencia se rinde cuando se encuentra delante de Dios. En concreto, un encuentro personal con Cristo (de quien los cristianos afirmamos que vive y por eso es “encontrable”).

Un riesgo frecuente

No pocas personas caen en la tentación de crearse una fe a su medida, según su propio gusto. Pero esto sería un auto-engaño notable.

La verdad tiene que venir de afuera. En el caso de Dios, sólo puede provenir de El. Por mi cuenta puedo llegar a conocer algunas cosas de Dios, pero lo más importante es lo que El revela, que es inaccesible a nuestra inteligencia.

La grandeza de la fe

Permite ir más allá de las apariencias, más allá de este mundo. Descubrir las realidades más profundas, el verdadero sentido de las cosas, el sentido de la vida. Y penetrando en el misterio, encontrarse con Dios.

Los cristianos deberíamos tener una sano complejo de superioridad... que en realidad no es un complejo propiamente dicho. Es simplemente el gozo de vivir una realidad superior. Saberse llamados a algo muy grande, a la vida eterna.

La fe da respuesta a los interrogantes más importantes de la persona. Los más vitales, acuciantes, agudos. Los que el hombre no puede dejar de plantearse. Los que modelarán su vida según la respuesta que les dé.

Quien carece de fe no los resuelve, sencillamente necesita negarse a planteárselos porque sabe que no puede encontrar respuesta para ellos.

Las cuestiones de fe requieren fe. Esto es obvio. Para creer hay que tenerla. Quien no la tiene no puede “ver”.

Pero también es cierto que muchas cosas no “cierran” sin fe (la existencia del mal, la vida después de la muerte, el sentido del dolor, y un largo etc.) y las cosas de la fe “cierran” (no son fábulas descolgadas): llegan a explicar el mundo de un modo totalmente coherente.

La fe no es demostrable, pero creer es razonable. Mucho más razonable que no creer.

No despreciar la oración vocal, es la más segura

Catequesis del Papa Francisco, 21 de abril de 2021

“La oración humana elemental es siempre vocal. Y aun cuando rezar no signifique repetir sólo palabras, la oración vocal es parte de la oración cristiana. No la podemos despreciar, pensando que se trate sólo de una aburrida repetición de fórmulas”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, 21 de abril, continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración. En esta ocasión, el Pontífice dedicó su catequesis a la “Oración vocal” a partir del Salmo 130. El Santo Padre recordó que, “la oración es diálogo con Dios; y toda criatura, en un cierto sentido, dialoga con Dios. En el ser humano, la oración se convierte en palabra, invocación, canto, poesía”.

Las palabras modelan los sentimientos

Asimismo, el Papa Francisco señaló que, las palabras son nuestras criaturas, pero son también nuestras madres, y de alguna manera nos modelan. El Papa dijo que, las palabras esconden sentimientos, pero existe también el camino inverso: en el que las palabras modelan los sentimientos. En este sentido, la Biblia educa al hombre para que todo salga a la luz de la palabra, que nada humano sea excluido, censurado. Sobre todo, el dolor es peligroso si permanece cubierto, cerrado dentro de nosotros. Porque, un dolor cerrado dentro de nosotros, agregó el Papa, puede envenenar el alma, es mortal.

Rezar también con palabras a veces audaces

Por esta razón, el Pontífice subrayó que, la Sagrada Escritura nos enseña a rezar también con palabras a veces audaces. Los escritores sagrados no quieren engañarnos sobre el hombre: saben que en su corazón albergan también sentimientos poco edificantes, incluso el odio. Ninguno de nosotros nace santo, y cuando estos sentimientos malos llaman a la puerta de nuestro corazón es necesario ser capaces de desactivarlos con la oración y con las palabras de Dios. En los salmos encontramos también expresiones muy duras contra los enemigos; y también son palabras que pertenecen a la realidad humana y que han terminado en el cauce de las Sagradas Escrituras. Están ahí para testimoniarnos que, si delante de la violencia no existieran las palabras, para hacer inofensivos los malos sentimientos, para canalizarlos para que no dañen, el mundo estaría completamente hundido.

La oración vocal es la más segura

El Santo Padre también señaló que, la primera oración humana es siempre una recitación vocal. En primer lugar, se mueven siempre los labios. Aunque como todos sabemos rezar no significa repetir palabras, sin embargo, la oración vocal es la más segura y siempre es posible ejercerla. Los sentimientos, sin embargo, aunque sean nobles, son siempre inciertos: van y vienen, nos abandonan y regresan. No solo eso, también las gracias de la oración son imprevisibles: en algún momento las consolaciones abundan, pero en los días más oscuros parecen evaporarse del todo. La oración del corazón es misteriosa y en ciertos momentos se ausenta. La oración de los labios, la que se susurra o se recita en coro, sin embargo, está siempre disponible, y es necesaria como el trabajo manual.

Los grandes intercesores de las parroquias

Asimismo, el Papa Francisco dijo que, en la iglesia existen los ancianos que recitan a media voz las oraciones que aprendieron de niños, llenando el pasillo de susurros. Esa oración no molesta el silencio, sino que testimonia la fidelidad al deber de la oración, practicada durante toda la vida, sin fallar nunca. “Estos orantes de la oración humilde son a menudo los grandes intercesores de las parroquias: son los robles que cada año extienden sus ramas, para dar sombra al mayor número de personas. Solo Dios sabe cuánto y cuándo su corazón está unido a esas oraciones recitadas: seguramente también estas personas han tenido que afrontar noches y momentos de vacío. Pero a la oración vocal se puede permanecer siempre fiel”.

La oración repitiendo infinitas veces la misma invocación

En este sentido, el Santo Padre afirmó que todos tenemos que aprender de la constancia de ese peregrino ruso, del que habla una célebre obra de espiritualidad, el cual aprendió el arte de la oración repitiendo infinitas veces la misma invocación: “¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de nosotros, pecadores!”. Si llegaran gracias en su vida, si la oración se hace un día suficientemente caliente como para percibir la presencia del Reino aquí en medio de nosotros, si su mirada se transforma hasta a ser como la de un niño, es porque ha insistido en la recitación de una sencilla jaculatoria cristiana. Al final, esta se convierte en parte de su respiración.

No debemos despreciar la oración vocal

Por tanto, no debemos despreciar la oración vocal, concluyó el Papa Francisco, no es una cosa de niños o para la gente ignorante, no debemos caer en la soberbia de despreciar la oración vocal, ya que es una oración sencilla, la nos ha enseñado Jesús. Y sobre todo son las únicas, de forma segura, que dirigen a Dios las preguntas que Él quiere escuchar. Jesús no nos ha dejado en la niebla. Nos ha dicho: “¡Ustedes, cuando recen, digan así!”. Y ha enseñado la oración del Padre Nuestro.

Padre Dios sí, “madre tierra” no

La tierra es nuestro hogar, pero no es nuestra creadora, ni “vela” por nosotros, simplemente está allí, en donde Dios la puso y como Él la creó.

¿Hay que ver por “la tierra”? Sí, sin duda, porque es parte de la creación, la cual debemos saber “contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias”.
 
Esta es la orientación razonable, que se presentó en la reunión de “Aparecida”, Brasil, en 2007, en la cual el actual Papa Bergoglio presidió la Comisión Central de Redacción, junto con el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga y Mons. Carlos Aguiar Retes.
 
La tierra es nuestro hogar, pero no es nuestra creadora, ni “vela” por nosotros, simplemente está allí, en donde Dios la puso y como Él la creó. Aquellos que hablan de “la madre tierra”, como si fuera una persona, un ser con espíritu, con voluntad propia, se equivocan soberanamente.
 
“La tierra” es un conjunto de materia, con leyes que la gobiernan que no provienen de ella misma, sino de su creador, Dios. La tierra no es madre de nadie, es hogar de muchos seres vivos: plantas, animales y personas humanas. Pero la tierra misma no tiene vida, tampoco voluntad o poder alguno. No le debemos a este planeta absolutamente nada, ya que no es persona, no hace más que seguir las reglas que le fueron diseñadas e impuestas por Dios.
 
Esto es importante por la deificación que se hace de nuestro planeta de parte de algunos grupos con ideas extravagantes. Lo malo es que hay personas que ingenua y entusiastamente le rinden pleitesía, incluso hasta llegar a posiciones realmente fanáticas. No tiene sentido alguno, y eso debe preocuparnos.
 
Igualmente se habla de otra madre que no puede ser tal, y que es una versión más amplia, que abarca digamos la creación material entera: ¡la “madre naturaleza”! No hay tal, la naturaleza es el conjunto de obras de la creación de Dios; no siendo persona, sin poder, sin vida propia, sin voluntad, tampoco es madre de nadie.
 
Detrás de la promoción de estas deificaciones, pues son tales, de la tierra y de la naturaleza, hay intereses reales, no son simples ingenuidades, aunque en principio en algunos casos sí lo fueron. La intención de los promotores es perversa, de trata de sustituir la visión de una deidad creadora, centro de las religiones mayores del mundo por una visión terrenal, sin Dios y por tanto sin religión, pues no haya relación con esa persona-divinidad, a quien llamamos Dios y con términos propios en otros idiomas.
 
De hecho, se sustituye al Dios personal por diversas personalidades supuestamente poderosas, espíritus capaces de regir la vida del mundo. Pero esas personalidades son cosas o fenómenos naturales, como la luna, el relámpago, o la aurora boreal. Estos “espíritus” son a su vez supuestamente contactados por brujos, chamanes o sacerdotes y sacerdotisas que controlan voluntades humanas, y hasta del mundo del espíritu, de las tinieblas, de las profundidades del mal.
 
Esto de la madre tierra no es tan simple, conlleva muchas cosas, hasta llegar a sustituir las religiones de un Dios personal, por una supuesta religiosidad universal, con sus propios mandamientos terrenales, no provenientes de la voluntad de Dios, sino como convenciones de la gente para convivir “en armonía con la naturaleza”.
 
Por iniciativa de los promotores de esta religiosidad mundana, terrenal, la de la madre tierra o la madre naturaleza, las mismas Naciones Unidas proclamaron un “día de la Tierra”, el 22 de abril, y justificaron el uso de la expresión “Madre Tierra”, como "una expresión común utilizada para referirse al planeta Tierra en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos", esto en la Resolución 63/278 de la Asamblea General.
 
No podemos caer en este juego anti-Dios, con la aceptación de ese tema de la “madre tierra”, que parece, porque así se maneja, como algo poético, espiritual, de alto contenido humano y de comprensión responsable del valor del planeta en que habitamos.
 
Entre los promotores del culto (aunque no se le llame así) a la madre tierra, está el New Age (que por cierto no tiene nada de “new”).
 
Hay que estar alerta, sobre todo con los niños, a quienes fácilmente se les puede convencer de esta pseudo-espiritualidad del culto a la “madre tierra”, o a la “madre naturaleza”, pues les llevaría a una torcida interpretación de la religiosidad, de la divinidad personal de un Dios creador omnipotente y misericordioso. Celebrar a la madre tierra es el camino para trastocar la religión como una auténtica relación con Dios y con los demás seres espirituales, con las personas de cuerpo y alma, sujetos de Dios.
 
Apoyo de la tecnología a la Formación

El e-learning, que se define por tres elementos: la comunicación, el conocimiento y la tecnología, es una herramienta indispensable a la hora de establecer procesos de formación continua.

El e-learning, que se define por tres elementos: la comunicación, el conocimiento y la tecnología, es una herramienta indispensable a la hora de establecer procesos de formación continua. Esta nueva forma de aprender establece una nueva relación alumno/profesor que hace desaparecer la jerarquía existente entre ambos.

El e-learning es la utilización y aprovechamiento de internet para desarrollar proyectos formativos. Permite el acceso a una red de conocimiento dinámico que facilita a las personas un aprendizaje de una manera personalizada y flexible. Además permite a las organizaciones construir, mantener y fidelizar su personal con una gran aportación de un valor a un coste más competitivo.

Las compañías europeas han gastado 320 millones de dólares en e-learning en el año 2000. En el 2004 el mercado europeo gastará 4 billones de dólares. En España la cifra que se alcanzará será de 175 millones de dólares. Este aumento en el mercado se producirá debido a que mientras que los ciclos de vida del conocimiento son cada vez más cortos, los cambios tecnológicos y la aplicación de nuevos procesos cada vez más rápidos.

Las empresas deben mantenerse actualizadas en sus áreas de trabajo ya que el conocimiento de los empleados no es el adecuado a la nueva economía. No obstante los procesos de formación tradicionales pueden ser complejos, les falta flexibilidad e implican en muchas ocasiones desplazamientos y tiempo suplementario, por lo que es necesario permitir acceder al conocimiento cuando y donde más convenga a los alumnos, es decir, formación just-in-time. Se percibe entonces la necesidad de sistemas flexibles de formación.

La implantación de un plan de formación mediante e-learning puede reducir el 50% del tiempo de formación respecto los modelos clásicos donde se incluyen los desplazamientos y las dietas. Con la implantación del e-learning se cubren las necesidades empresariales: se aumenta la fidelización del personal, se adecua a los cambios del mercado y se reduce la inversión en formación. Además este método de aprendizaje tiene otras ventajas como son la solución total de formación, el acceso a la formación, permitir definir planes de carrera individuales, el acceso a información actualizada y el soporte tutorizado en el que se ha de motivar y supervisar a los alumnos constantemente.

La tecnología debe llegar al detalle a las necesidades de formación de las personas ya que con ella se permite definir los programas, los temarios, eventos. No obstante la pedagogía es un papel fundamental ya que se deben presentar los contenidos de manera atractiva. La creación de contenidos es una obligación de la empresa ya que ésta ha de ser capaz de crear programas. Dichos contenidos han de cumplir el proceso lógico de formación: descripción del tema, explicación, práctica y evaluación, dinámicos, interactivos, las prácticas en entorno simulado y que permitan certificación. Con el uso de las bases de datos y la combinación de sesiones presenciales con e-learning, la personalización de entornos es más sencillo para el alumno.

Según Artés: “Hoy, las organizaciones de éxito, son aquellas que son capaces de adquirir, asimilar, gestionar y distribuir el conocimiento interno de la manera más eficaz, rápida y económica posible”.

Desde Irlanda, discos de oro para Dios

Rotundo éxito el de King of Kings consiguiendo el récord histórico de ventas más rápidas de un disco clásico en Reino Unido

Consiguieron el récord histórico de ventas más rápidas de un disco clásico en Reino Unido y en doce meses vendieron un millón de CD en el mundo. Pero la mayor parte del año, los hermanos sacerdotes Martin y Eugene O´Hagan y su amigo de la escuela, el padre David Delargy, se dedican a sus parroquias en Irlanda.

En "Harmony", su nuevo disco, interpretan angelicalmente el "Noche de paz" en español y canciones universales como "Amazing Grace", el "Te Deum" de Haydn o el "Stabat Mater" de Pergolesi. Y por primera vez ofrecen una canción compuesta por ellos: "King of Kings".

El Papa ha predicado contra el consumismo navideño, pero estos curas están tranquilos. "El Papa ha sacado su propio disco, "Alma Mater", ¿no es cierto? Navidad es un tiempo para promover la fe, mediante la belleza, que es un reflejo de Dios. En Navidad la gente expresa su amor regalando algo a sus seres queridos, y esta música es algo hermoso, religioso, es un regalo especial", afirma el padre David.

"Con nuestros discos ayudamos a que estas canciones religiosas no se conviertan en rarezas para musicólogos, sino que sean populares, "mainstream"", explica el padre Eugene. "Hacemos cercana y accesible la música religiosa, mantenemos viva la cultura cristiana. Lo de la sentencia de Estrasburgo contra los crucifijos en los colegios es algo que resuena por toda Europa. La cruz no es nuestro pasado, no es sólo algo identitario, sino que es nuestro presente, es integral a lo que somos hoy", añade.

Público mundano

Sin olvidar su oración

"En este año de giras hemos aprendido a relacionarnos con la gente", explica el padre Martin. "Si el público y el ambiente es sagrado, intentamos transmitir la esencia de esa sacralidad. Si es público mundano, recordamos lo que dijo Benedicto XVI, acerca de que la música es un lenguaje universal. Un profesor de música nos dijo que lo que viene del corazón es lo que llega al corazón. Queremos llegar al corazón. La melodía en sí ya tiene un sentido. Puede transmitir profundidad y sinceridad. En nuestras parroquias los coros no son perfectos, la música no suele ser genial, pero la intención de interiorizar la Palabra de Dios siempre está ahí. Y desde ese fundamento, se puede construir".

De gira, celebran juntos la misa. "Celebrar juntos hace más profunda nuestra amistad", afirman. No olvidan su breviario. Martin dice además que le gusta rezar el Rosario cuando va al volante, y meditar salmos y poesía religiosa.

A Eugene le ayuda rezar en su grupo parroquial, y usar iconos. "Los curas tenemos tantas obras que atender, que corremos el peligro de olvidar al Señor de la obra", admite.

PRECES

Para que seamos libres nos ha liberado Cristo. Elevemos nuestros corazones a Dios, que quiere que perseveremos en su amor, diciendo:
R/MPor tu misericordia, escúchanos.
Protege a tu Iglesia que peregrina en este tercer milenio,
– que el trabajo de todos sus miembros sea fecundo en frutos de santidad.MR/
Tú que nos has dado un planeta en el que podemos vivir bien,
– haz que sepamos aprovechar los recursos que pones a nuestra disposición cuidando la naturaleza.MR/
Te pedimos por todos los que se dedican a la moda,
– que en sus propuestas no olviden que la persona no tiene solo cuerpo, sino también alma.MR/
Que los matrimonios cristianos, que nos recuerdan tu amor a los hombres, vivan la fidelidad prometida al recibir el sacramento,
– para que no falte en el mundo el testimonio de tu gracia.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, concédenos experimentar más de cerca tu amor, que, por tu bondad, hemos conocido con mayor profundidad en estos días de Pascua, y afianza en el testimonio de la verdad a quienes has librado de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo.

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