Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre

Anselmo, Santo

Memoria Litúrgica, 21 de abril

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia, que, nacido en Aosta, fue monje y abad del monasterio de Bec, en Normandía, enseñando a los hermanos a caminar por la vía de la perfección y a buscar a Dios por la comprensión de la fe. Promovido a la insigne sede de Canterbury, en Inglaterra, trabajó denodadamente por la libertad de la Iglesia, sufriendo por ello dificultades y destierros ( 1109).

Etimológicamente: Anselmo=Aquel que tiene la protección divina, es de origen germánico.

Breve Biografía

San Anselmo nació en Aosta (Italia) en 1033 de noble familia. Desde muy niño se sintió inclinado hacia la vida contemplativa. Pero su padre, Gandulfo, se opuso: no podía ver a su primogénito hecho un monje; anhelaba que siguiera sus huellas. A causa de esto, Anselmo sufrió tanto que se enfermó gravemente, pero el padre no se conmovió. Al recuperar la salud, el joven pareció consentir al deseo paterno. Se adaptó a la vida mundana, y hasta pareció bien dispuesto a las fáciles ocasiones de placeres que le proporcionaba su rango; pero en su corazón seguía intacta la antigua llamada de Dios.

En efecto, pronto abandonó la casa paterna, pasó a Francia y luego a Bec, en Normandía, en cuya famosa abadía enseñaba el célebre maestro de teología, el monje Lanfranco.

Anselmo se dedicó de lleno al estudio, siguiendo fielmente las huellas del maestro, de quien fue sucesor como abad, siendo aún muy joven. Se convirtió entonces en un eminente profesor, elocuente predicador y gran reformador de la vida monástica. Sobre todo llegó a ser un gran teólogo.

Su austeridad ascética le suscitó fuertes oposiciones, pero su amabilidad terminaba ganándose el amor y la estima hasta de los menos entusiastas. Era un genio metafísico que, con corazón e inteligencia, se acercó a los más profundos misterios cristianos: "Haz, te lo ruego, Señor—escribía—, que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia". Sus dos obras más conocidas son el Monologio, o modo de meditar sobre las razones de la fe, y el Proslogio, o la fe que busca la inteligencia. Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica. Sus obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provienen del vivo impulso del corazón y de la inteligencia. En esto, el padre de la Escolástica se asemejaba mucho a San Agustín.

Fue elevado a la dignidad de arzobispo primado de Inglaterra, con sede en Canterbury, y allí el humilde monje de Bec tuvo que luchar contra la hostilidad de Guillermo el Rojo y Enrique I. Los contrastes, al principio velados, se convirtieron en abierta lucha más tarde, a tal punto que sufrió dos destierros.

Fue a Roma no sólo para pedir que se reconocieran sus derechos, sino también para pedir que se mitigaran las sanciones decretadas contra sus adversarios, alejando así el peligro de un cisma. Esta muestra de virtud suya terminó desarmando a sus opositores. Murió en Canterbury el 21 de abril de 1109. En 1720 el Papa Clemente XI lo declaró doctor de la Iglesia.

La necesidad de amar y perdonar

Santo Evangelio según san Juan 6, 35-40. Miércoles III de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, concédeme la gracia de poder experimentar y transmitir tu amor a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: ¨Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día.

La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día¨.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

En todo momento y ante toda circunstancia, estamos llamados a buscar las verdades que conforman nuestra vida, ¿Por qué vivímos? ¿Por qué estamos viviendo esta situación? ¿Qué nos quiere decir Dios a través de esta meditación?

Ante estas preguntas que nos pueden surguir, tenemos que ser conscientes de que existen verdades fundamentales, verdades que conforman cada una de las respuestas que queremos encontrar. Una de ellas es el descubrir la verdad sobre la voluntad de Dios en nuestra propia vida, es decir, qué quiere Él de mí y qué quizó desde el momento en que me creó, pues si vemos el camino y la vida de toda persona, podremos descubrir que hay una orientación natural hacia Aquél que nos ha creado. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, que hemos sido creados para amar y para ser amados, a ejemplo del amor de Dios.

En el Evangelio de hoy el Señor nos da una de las pautas para poder mantenernos plenos en aquellos momentos en los cuales experimentamos un vacío en nuestro corazón. Él viene a enseñarnos que, ante esa sed o esa hambre que podamos experimentar en nuestra vida, nos da plenitud y paz. Dos acciones, en primer lugar, tener un encuentro personal con Él y, en segundo lugar, vivir y transmitir a los demás aquello que hemos experimentado en ese encuentro personal.

Esto se lleva a cabo cuando somos conscientes de ese gran tesoro dado por Dios, el don de poder amar y más aún, de sentirnos amados; es decir, es a través del encuentro personal con Dios como se puede llenar nuestro corazón y de esta manera lo podremos experimentar y transmitir a los demás.

«El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él» Jesucristo.

«Cada uno sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte. En primer lugar debemos reconocer esto: ninguno de nosotros, todos los que estamos aquí, puede decir: “Yo no soy un pecador”. Los fariseos lo decían y Jesús los condena. Eran soberbios, altivos, se creían superiores a los demás. En cambio,

todos somos pecadores. Es nuestro título y es también la posibilidad de atraer a Jesús a nosotros. Jesús viene a nosotros, viene a mí porque soy un pecador».

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de julio de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Viviré con verdadera caridad por amor a Dios, a mí y a los demás.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cremación o entierro, ¿cómo resucitaremos?

Nuestra resurrección no será como la de Lázaro: un tiempo extra en la Tierra, sino como la de Jesús, a una nueva vida.

Si me incineran y la mitad de mis cenizas se quedan en el horno crematorio ¿cómo resucitaré?

Cuando pensamos en nuestra resurrección, puede ser que nos venga a la mente la imagen evangélica de los habitantes de Betania, junto con Marta y María que han ido a la tumba de Lázaro. El Maestro, Jesús, ha querido acompañarlas en su dolor y visitar el lugar donde pusieron a su amigo. De pronto y ante el estupor de Marta, pide que quiten la piedra que servía de entrada a la última morada de Lázaro y con voz potente le ordena: “¡Lázaro, sal fuera!” (Jn. 11, 43). Y así, “resucita” a Lázaro, ante los ojos estupefactos de la multitud.

Puede ser que nos hayamos quedado con esta idea de la resurrección: los muertos saldrán de sus tumbas y volverán a esta tierra, como lo hizo Lázaro.

Pero esta no es la clase de resurrección que proclamamos en el Credo: “Creo en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”.

Mientras que la resurrección de Lázaro fue una extensión de su vida temporal, algo así como vivir un “tiempo extra” en esta vida, la resurrección al final de los tiempos será para otra vida distinta a ésta, para la vida eterna.

Cuando hablamos de la resurrección de los muertos deberíamos pensar en Cristo después de su muerte que se aparece a sus amigos en forma de peregrino en el camino de Emaús (Lc. 24, 13-35), a María Magdalena (Mc. 16, 1-8), cuando come con ellos un pedazo de pez asado (Lc. 24, 41-42).

El cuerpo de Cristo resucitado no vuelve a la vida terrenal como el de Lázaro, pues ya no está sujeto a las leyes de la naturaleza: puede presentarse en un lugar u otro sin necesidad de caminar, puede traspasar las paredes, puede aparecer y desaparecer a la vista de sus amigos. Hablamos entonces de un cuerpo glorioso, de un cuerpo resucitado a otra vida, a la vida eterna.

No es nada fácil pensar en la resurrección de nuestro cuerpo. Éste ha sido uno de los puntos más controvertidos del cristianismo. Desde tiempos de San Pablo era difícil creer en la resurrección. Incluso los griegos, uno de los pueblos más cultos de la historia, se reían ante la predicación de San Pablo: “Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: ´Sobre esto ya te oiremos otra vez´”. (Hch.17, 32-34). Para los sabios griegos la resurrección era inconcebible.

Los católicos creemos en la resurrección de los muertos porque Cristo resucitó y Él mismo lo afirmó cuando dijo: “Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos”. (Mc.12, 26-27). Y por si esto fuera poco, Jesús nos dice que todos, buenos y malos, vamos a resucitar: “... y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Jn. 5,29)

La resurrección, según nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 997 sucede de la siguiente manera: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia, dará definitivamente a nuestro cuerpo la vida incorruptible, uniéndolo a nuestras alma, por la virtud de la Resurrección de Jesús”.

Al final de los tiempos, es decir, el día del juicio universal, vendrá Cristo y unirá nuestra alma a un cuerpo glorioso.

¿Cómo será este cuerpo? No lo sabemos con certeza, sólo lo podemos imaginar contemplando el cuerpo de Cristo resucitado: un cuerpo con ciertas similitudes al cuerpo terrenal, pero no sujeto a sus leyes, un cuerpo perteneciente a otra dimensión, a la dimensión de la vida eterna.

Entonces, contestando a la pregunta inicial, si las cenizas de mi cuerpo se pierden en el horno crematorio, si mis huesos se pudren en mi tumba y se convierten en polvo, o si caigo al mar y mi cuerpo es devorado por los tiburones, no tengo de qué preocuparme.

En el momento de la muerte se me juzgará y si soy digno de la vida eterna mi alma irá a la gloria. Después, en el día del juicio universal cuando todos los muertos resuciten, el poder de Cristo unirá mi alma incorruptible, que ya ha estado gozando del Cielo, a un cuerpo transfigurado en cuerpo de gloria (Flp. 3, 21), un cuerpo espiritual (1Co. 15, 44).

Será, por el valor salvífico de la Resurrección de Cristo, que volverán a juntarse los restos de ese cuerpo destrozado por los tiburones, o dispersado por el polvo de los años o perdido en el horno crematorio. Será como una nueva creación. No en vano los primeros cristianos la llamaban “paleo génesis” que significa precisamente eso: nueva creación.

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Esta afirmación de San Pablo nos da la clave de la esperanza en la verdadera vida, en el tiempo y en la eternidad.

25 de julio: Primera Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores

El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida anuncia en un comunicado la celebración.

“Yo estoy contigo todos los días”: es el tema elegido por el Santo Padre para la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores, a celebrarse el próximo 25 de julio. Así lo da a conocer un comunicado del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. El tema – se lee - quiere expresar la cercanía del Señor y de la Iglesia en la vida de cada persona mayor, especialmente en este difícil momento de pandemia.

“Yo estoy contigo todos los días” es también una promesa de cercanía y esperanza que jóvenes y mayores pueden expresarse mutuamente – precisa el comunicado. De hecho, no sólo los nietos y los jóvenes están llamados a estar presentes en la vida de las personas mayores, sino que los mayores y los abuelos tienen también una misión de evangelización, de anuncio, de oración y de guía de los jóvenes a la fe.

Asimismo, se informa que para facilitar la celebración de la Jornada, en las iglesias locales y las asociaciones, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida propondrá, a partir de mediados de junio, algunas herramientas pastorales que estarán disponibles en el sitio www.amorislaetitia.va

Los abuelos, transmisores de la fe
El Papa Francisco anunció la institución de esta Jornada tras el rezo del Ángelus del domingo 31 de enero, estableciendo la celebración el cuarto domingo de julio, cerca de la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús. “Eslabón” entre generaciones para transmitir a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe, “los abuelos son a menudo olvidados – subrayó el Papa en esa ocasión–y nosotros olvidamos esta riqueza de custodiar las raíces y transmitirlas”. De aquí la decisión del Pontífice de instituir esta Jornada Mundial.

La misa presidida por el Papa
Con motivo de la celebración de la  1ª Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores, que tendrá lugar en el Año Familia Amoris Laetitia, el Papa Francisco presidirá, en la basílica de San Pedro, la misa vespertina del domingo 25 de julio, respetando las normas anti-contagio debidas a la situación sanitaria.

La oración es un don

La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor.

Hoy queremos hablar del gran regalo que Dios nos ha hecho con la oración. El poder hablar con Dios es una condescendencia divina que no la podemos comprender.

Cuando oramos, cuando se abren nuestros labios para rezar, pensamos que somos nosotros los que hemos tenido la iniciativa.

Y ha sido Dios quien nos ha buscado, quien ha elevado nuestro pensamiento, quien nos ha dictado las palabras, quien ha fomentado nuestros sentimientos.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que la oración es primero una llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. La oración es, por lo mismo y ante todo, una gracia de Dios.

¿Es posible que Dios tenga necesidad de nosotros? ¿Es posible que sea Dios el que nos busque? ¿Es posible que sea Dios quien salga a nuestro encuentro?...

Solamente el cristianismo sabe responder que sí. Porque solamente Jesús nos ha dicho que Dios es nuestro Padre, un Padre que nos ama. Y el padre que ama, no puede pasar sin hablar con el hijo querido.

¿Sabemos lo que nos pasa cuando queremos orar? Nos ocurre lo mismo que a la Samaritana junto al pozo de Jacob, como nos cuenta Juan en su Evangelio. ¿A qué se redujo la petición de la Samaritana, aquella mujer de seis maridos y siempre insatisfecha? Pues, a reconocer que tenía sed. Y, por eso, pidió a Jesús:
- ¡Dame, dame de esa agua tuya, para que no tenga más sed en adelante!

La pobre no se daba cuenta de que había sido Jesús el primero que había pedido agua:
- ¡Mujer, dame de beber!...
Y ella le daba al fin el corazón, porque Jesús se había adelantado a pedírselo.

La oración es una comunicación entre Dios y nosotros. Tenemos un corazón inmenso, con capacidad insondable de amar y de ser amados. Sólo Dios puede llenar esas ansias infinitas. Por eso nos atrae, nos llama, y, si le respondemos con la oración ansiosa, nos llena de su amor y de su gracia.

Santa Teresa del Niño Jesús, tan querida de todos, lo expresó de una manera maravillosa con estas palabras, que nos trae el Catecismo de la Iglesia Católica:

- Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría.

La otra Teresa, Teresa de Jesús, había dicho lo mismo con otras palabras:
- Oración, a mi parecer, no es otra cosa que tratar de amistad con Aquél que sabemos que nos ama.

¡Claro! Si Dios me ama, es un amante que no puede pasar sin mí, y por eso me busca.
¡Claro! Si yo amo a Dios, no me aguanto sin El, y por eso lo busco.

¡Claro! Y, cuando nos encontramos, ¿qué hacemos? Como somos tan amigos, nos ponemos a hablar amistosamente, y no hay manera ni de que Dios deje de llamarme a la oración, ni de que yo deje de suspirar por pasar en oración todos los ratos posibles.

La oración resulta ser entonces el termómetro que mide el calor del corazón.
La oración resulta ser entonces el metro que precisa la distancia que hay entre Dios y yo.
La oración resulta ser la balanza que calcula con exactitud el peso de mi amor.

Porque todos valemos lo que vale nuestro amor.
Y nuestro amor vale lo que vale nuestra oración.
La oración no nace precisamente de nosotros, sino de Dios. Es Dios el primero en llamar.

Es Dios el primero en darnos sed y ansia del mismo Dios. Es Dios el que impulsa nuestra oración, por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Por lo cual, la oración es propiamente un don, un regalo de Dios. Y así, tiene pleno sentido eso de la que la oración no es una carga, sino un alivio; no una obligación pesada ni aburridora, sino una ocupación deliciosa, la más llevadera y la de mayor provecho durante toda la jornada...

Al decirnos el Catecismo de la Iglesia Católica que Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración, hemos de decir que la oración es una verdadera vocación. ¡Dios que nos llama a estar con Él!...

Así lo entienden tantos y tantos cristianos, cuya principal ocupación es gastar horas y más horas en la presencia de Dios.

Como aquel buen campesino, que decía:
- No sé cómo se puede rezar un Padrenuestro en menos de diez minutos.

Y como lo dijo con esta naturalidad e ingenuidad, le preguntaron:
- ¿Diez minutos le cuesta a usted rezar un Padrenuestro? En ese tiempo, y haciéndolo en particular, se puede rezar casi un Rosario.
- Sí, es lo que hace mi mujer. Es muy devota, y reza mucho. Pero yo prefiero rezar menos y estar con mis ojos y mi corazón clavados en Dios.

El buen hombre no se daba cuenta de lo que nos estaba confesando. Había llegado a lo que se llama la contemplación. Sin palabras, se pasaba las horas en la presencia de Dios, pues en eso consiste lo que llamamos vida de oración, o espíritu de oración, que es uno de los mayores regalos que Dios hace al alma, cuando ésta responde fiel a esa vocación de la oración.

¡Señor! Si Tú nos llamas, ¿por qué no te respondemos? ¡Qué felices que vamos a ser el día en que nuestra ocupación primera sea ésta: pasarnos buenos ratos hablando contigo!....

La oración es un don

La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor.

Hoy queremos hablar del gran regalo que Dios nos ha hecho con la oración. El poder hablar con Dios es una condescendencia divina que no la podemos comprender.

Cuando oramos, cuando se abren nuestros labios para rezar, pensamos que somos nosotros los que hemos tenido la iniciativa.

Y ha sido Dios quien nos ha buscado, quien ha elevado nuestro pensamiento, quien nos ha dictado las palabras, quien ha fomentado nuestros sentimientos.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que la oración es primero una llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. La oración es, por lo mismo y ante todo, una gracia de Dios.

¿Es posible que Dios tenga necesidad de nosotros? ¿Es posible que sea Dios el que nos busque? ¿Es posible que sea Dios quien salga a nuestro encuentro?...

Solamente el cristianismo sabe responder que sí. Porque solamente Jesús nos ha dicho que Dios es nuestro Padre, un Padre que nos ama. Y el padre que ama, no puede pasar sin hablar con el hijo querido.

¿Sabemos lo que nos pasa cuando queremos orar? Nos ocurre lo mismo que a la Samaritana junto al pozo de Jacob, como nos cuenta Juan en su Evangelio. ¿A qué se redujo la petición de la Samaritana, aquella mujer de seis maridos y siempre insatisfecha? Pues, a reconocer que tenía sed. Y, por eso, pidió a Jesús:
- ¡Dame, dame de esa agua tuya, para que no tenga más sed en adelante!

La pobre no se daba cuenta de que había sido Jesús el primero que había pedido agua:
- ¡Mujer, dame de beber!...
Y ella le daba al fin el corazón, porque Jesús se había adelantado a pedírselo.

La oración es una comunicación entre Dios y nosotros. Tenemos un corazón inmenso, con capacidad insondable de amar y de ser amados. Sólo Dios puede llenar esas ansias infinitas. Por eso nos atrae, nos llama, y, si le respondemos con la oración ansiosa, nos llena de su amor y de su gracia.

Santa Teresa del Niño Jesús, tan querida de todos, lo expresó de una manera maravillosa con estas palabras, que nos trae el Catecismo de la Iglesia Católica:
- Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría.

La otra Teresa, Teresa de Jesús, había dicho lo mismo con otras palabras:
- Oración, a mi parecer, no es otra cosa que tratar de amistad con Aquél que sabemos que nos ama.

¡Claro! Si Dios me ama, es un amante que no puede pasar sin mí, y por eso me busca.
¡Claro! Si yo amo a Dios, no me aguanto sin El, y por eso lo busco.

¡Claro! Y, cuando nos encontramos, ¿qué hacemos? Como somos tan amigos, nos ponemos a hablar amistosamente, y no hay manera ni de que Dios deje de llamarme a la oración, ni de que yo deje de suspirar por pasar en oración todos los ratos posibles.

La oración resulta ser entonces el termómetro que mide el calor del corazón.
La oración resulta ser entonces el metro que precisa la distancia que hay entre Dios y yo.

La oración resulta ser la balanza que calcula con exactitud el peso de mi amor.

Porque todos valemos lo que vale nuestro amor.
Y nuestro amor vale lo que vale nuestra oración.
La oración no nace precisamente de nosotros, sino de Dios. Es Dios el primero en llamar.

Es Dios el primero en darnos sed y ansia del mismo Dios. Es Dios el que impulsa nuestra oración, por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Por lo cual, la oración es propiamente un don, un regalo de Dios. Y así, tiene pleno sentido eso de la que la oración no es una carga, sino un alivio; no una obligación pesada ni aburridora, sino una ocupación deliciosa, la más llevadera y la de mayor provecho durante toda la jornada...

Al decirnos el Catecismo de la Iglesia Católica que Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración, hemos de decir que la oración es una verdadera vocación. ¡Dios que nos llama a estar con Él!...

Así lo entienden tantos y tantos cristianos, cuya principal ocupación es gastar horas y más horas en la presencia de Dios.

Como aquel buen campesino, que decía:
- No sé cómo se puede rezar un Padrenuestro en menos de diez minutos.
Y como lo dijo con esta naturalidad e ingenuidad, le preguntaron:
- ¿Diez minutos le cuesta a usted rezar un Padrenuestro? En ese tiempo, y haciéndolo en particular, se puede rezar casi un Rosario.
- Sí, es lo que hace mi mujer. Es muy devota, y reza mucho. Pero yo prefiero rezar menos y estar con mis ojos y mi corazón clavados en Dios.

El buen hombre no se daba cuenta de lo que nos estaba confesando. Había llegado a lo que se llama la contemplación. Sin palabras, se pasaba las horas en la presencia de Dios, pues en eso consiste lo que llamamos vida de oración, o espíritu de oración, que es uno de los mayores regalos que Dios hace al alma, cuando ésta responde fiel a esa vocación de la oración.

¡Señor! Si Tú nos llamas, ¿por qué no te respondemos? ¡Qué felices que vamos a ser el día en que nuestra ocupación primera sea ésta: pasarnos buenos ratos hablando contigo!....

Una receta que... ¡ni el Cordon Bleu!

El "cuarto camino" tiene de todo, y todo está bien promocionado por los conferencistas del new age. Alfonso Ruiz Soto es el simpático showman que trabaja en México para el “cuarto camino”.

¡Atención! Toma unos doscientos gramos de psicología transpersonal y júntalos con ciento cincuenta de enegrama. Ponlos dentro de un recipiente. A continuación bátelo todo con elegancia, echando cuatro gramos de panteísmo, seis de sexo libre y... media libra de misticismo islámico. Sí, sí, islámico. Vas bien. Ahora, a dar vueltas al asunto con entusiasmo. ¿Ya está bien mezclado? Perfecto. En este momento deposita todo esto en una olla llena de energía y medicina psiconeurótica o algo que se le parezca. Genial, ya estás terminando. Sólo falta que tires un poco de sal hindú, y unos granitos de astrología barata, la más barata que encuentres. Caliéntalo todo a fuego lento con matemáticas psicodélicas. Un detalle: es importante que a partir de ahora te pongas a danzar mientras terminas de cocinar la pócima. Venga, ¡a bailar con soltura! ¡Eso! Esto se llama gimnasia sagrada, ¿sabes? No te detengas, sigue moviendo el esqueleto con arte y emoción. Sobre todo emociónate muchísimo...

¿Te dije que colocaras hidrógeno hasta hartarte? ¿Ah, no?, ¿Cómo se me pudo pasar esto? Pues, hazlo pronto, por favor. Es importante, porque el hidrógeno es como el ron en la cola-cola... ¡Te crea unos estados de autoconciencia impresionantes! Bueno, ya se acabó. Ahora envuélvelo todo en papel de regalo con colores ultramágicos y llenos de esoterismo. ¡Estupendo! Pon moño o lazo new age de color violeta a todo el paquete y... ¡Ya está! ¿Qué tal está quedando todo? Sólo falta que pongas una tarjeta de presentación “made in México” con el nombre de Alfonso Ruiz Soto. Ahora la adivinación, ¿qué es lo que tengo listo para regalar? ¡Muy bien! ¡Adivinaste! Efectivamente se trata del “cuarto camino” o como lo quieran llamar.

Nos encontramos ni más ni menos que ante el “cuarto camino”. El “cuarto camino” tiene de todo, y todo está bien promocionado por los conferencistas del new age. Alfonso Ruiz Soto es el simpático showman que trabaja en México para el “cuarto camino”. En realidad Alfonso Ruiz es sólo un plagio de sus antecesores europeos. ¡Qué poco original! En Estados Unidos y en Europa tenemos listillos de ese estilo desde inicios de siglo: Maurice Nicoll en Inglaterra, Piotr Demianovich Ouspensky en Rusia, Alfred Richard Orage y Jean Toomer en Estados Unidos, Olga (esposa del compositor ruso Tomás de Hartmann) en Francia... Todos ellos son discípulos de nuestro amigo greco-armeno George Gurdjieff.

Así que cuando oigas hablar del “cuarto camino”, ya sabes de qué se trata. Como podrás imaginarte es mejor buscar algo más digerible, porque la receta alimenticia de Alfonso Ruiz y los suyos está realmente indigesta. ¡Indigesta como no ha habido nada igual hasta ahora! Yo diría que es casi mortal... Y es que desde el entremés ya comienza uno con los dolores, ¡pero dolores en serio! ¡Qué náuseas da esa cosa! Y no te cuento si pasas al primer plato... Bueno, y si llegas al postre... Si llegas al postre eres casi un hombre muerto. Tan mal te deja eso que no hay brujo que te cure.

Ya te puede venir el brujo, cualquiera de ellos, y comenzar a poner huevos en la cabeza, chiles, limones, ramas de albahaca, agua perfumada, alcohol, aves... Ya te pueden embadurnar con lo que quieran, que... ¡que nada! ¡La indigestión del “cuarto camino” no hay “limpia” que la cure! Con eso de la “limpia” te podrán quitar unos dólares del bolsillo, pero la indigestión te la dejan tal cual. ¡Las cosas como son! Porque esas “limpias” sirven para curar enfermedades, lo que el chocolate para construir centrales atómicas... No sé si me explico...

Por eso, lo mejor es evitar esos líos y buscar recetas más apropiadas al ser humano. ¡Las hay! ¡Claro que las hay! Están las peregrinaciones marianas, los rezos del rosario, la asistencia dominical a la Misa, la confesión con uno de esos curas de primera categoría, la lectura de la Biblia, el amor al prójimo... ¡Eso sí que son recetas! Eso sí que le sienta bien al cuerpo... ¡y al alma!

Innovación y creatividad continua

Pequeña guía que ofrecen los expertos de la Unión Social de Empresarios de México para generar estrategias de innovación

¿Qué es la creatividad humana? Es la capacidad de hacer algo nuevo o de un modo nuevo. Implica, pues, imaginar cómo serían las cosas de otro modo y la voluntad férrea de ir más allá del consabido "esto es lo que siempre se hace y así es como siempre se ha de hacer".

Quien tiene la habilidad encuentra un universo casi infinito de soluciones a los problemas, aun los más difíciles, monótonos, rutinarios, penosos, que le puede presentar al desempeño de su trabajo. Combina en nuevas formas los materiales y componentes con que cuenta o los busca.

¿Cómo se puede propiciar en la empresa la innovación y creatividad continua como un medio de alcanzar la productividad?

Varios consejos nos han dado las empresas que lo han hecho. Podemos apuntar:

Pensar que la productividad no sólo es cantidad, también es calidad.

Lograr que los colaboradores sean críticos con su trabajo, que se cuestionen sobre su calidad y su posible mejora.

Tratar de innovar en tecnología y sistemas, y permitir en ello la participación de todos sus integrantes.

Tener planes concretos para la investigación y desarrollo de tecnologías y productos dentro de la empresa.

Muchas personas, dotadas de excelentes cualidades no han pasado de seguir haciendo monótonamente lo que aprendieron en su juventud. Otras no se conformaron con esto y se forjaron ideales más altos y pusieron manos a la obra sin temor al fracaso y lograron el éxito. Aprovecharon su creatividad o la adquirieron tesoneramente, con la cual se mejoran a sí mismas, mejoraron a los demás, contribuyeron al bienestar de su familia y, de manera modesta o excelente, a la humanidad entera.

Hazte las preguntas...

¿Cómo defines la innovación?
¿Dentro de tu empresa se toman en cuenta las ideas innovadoras del personal?
¿Existe un reconocimiento por parte de la empresa a las ideas innovadoras del personal que redunden en un ahorro o incremento de la productividad?

Estrategias que puedes seguir

Establece un sistema de mejoras dentro de la empresa y haz partícipe de los beneficios económicos al personal que las propone.

Crea un comité de mejoras que evalúe y estudie las propuestas.

Establece un sistema de estímulos y reconocimientos a las propuestas aceptadas e implementadas y da reconocimiento al creador de la idea.

Esto es la Biblia: Episodio 3 - Génesis 2. Hombre y mujer

Preces

Jesús es el Pan de vida que ha bajado del cielo. Sabemos que él nos sostiene en nuestro caminar diario, y por eso le decimos:

R/M Bendito seas por siempre, Señor.

Bendito seas porque, siendo el alimento de vida eterna, te hiciste hombre como nosotros y quisiste pasar hambre y sed.MR/

Te damos gracias porque venciste las tentaciones del maligno enseñándonos que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios.MR/

Te alabamos porque multiplicaste los panes y los peces para saciar a la multitud hambrienta, y te partes cada día sobre el altar para acercarte a todos los hombres.MR/

Bendito seas, Señor, porque sostienes a tu Iglesia con el pan de la Eucaristía, y en ella encontramos fuerzas para serte fieles.MR/

Te alabamos porque la Eucaristía es escuela de caridad y la comunión nos impulsa a ayudar a los más necesitados.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Atiende, Señor, a tu familia y ayúdala como conviene, y concede participar en la resurrección de tu Unigénito a quienes has dado la gracia de la fe. Él, que vive y reina contigo.

 

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