«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO -EXPERIENCIA PASCUAL
(Act 12,1-11; Sal 33; 2Tim 4, 6-8.17-18; Mt 16,13-19)

Observa las dos lecturas que propone la Liturgia; una se refiere en especial a Pedro, la otra a Pablo, pero ambas contienen la experiencia del proceso pascual: persecución, noche, acoso de circunstancias adversas. Y cuando todo parece irremediable, la presencia del ángel del Señor, la asistencia de la fuerza de lo alto, dejan gustar el núcleo de la fe cristiana, el Misterio Pascual de muerte y vida.“Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. (…) De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo: -«Date prisa, levántate.»Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: -«Ponte el cinturón y las sandalias.» Obedeció, y el ángel le dijo: -«Échate el manto y sígueme.» (…) Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.”Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje (…) Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.

Los relatos tienen resonancias de la noche en la que los israelitas alcanzaron la libertad, y sobre todo de la pasión del Señor. La Pascua es como un canon para interpretar la vida desde la perspectiva cristiana.

CONFESIÓN DE FE. Es en la noche de Pascua cuando se nos invita a profesar la fe. Este día de San Pedro y San Pablo, el Evangelio nos ofrece la posibilidad de declarar nuestra pertenencia a Jesucristo.-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo:«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»De la respuesta que cada uno demos a la pregunta que hace Jesús a sus discípulos, depende la coherencia de nuestra identidad cristiana. Hoy es día de profesar nuestra pertenencia a Cristo y a la Iglesia.

OFRECIMIENTO DE MISERICORDIA
La comunión con la Iglesia nos permite la mayor experiencia de liberación. En ella Jesucristo nos sigue ofreciendo el perdón, la misericordia. “Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”
Las cadenas que sufrieron tanto el pueblo de Israel como San Pedro y San Pablo, las podemos sufrir nosotros, de otra manera, cuando nos sentimos esclavizados por nuestros pecados. El perdón de Dios, que Él nos otorga por medio de la Iglesia, nos posibilita la experiencia pascual.


Sólo Jesús edifica la Iglesia

El episodio tiene lugar en la región pagana de Cesarea de Filipo. Jesús se interesa por saber qué se dice entre la gente sobre su persona. Después de conocer las diversas opiniones que hay en el pueblo, se dirige directamente a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

Jesús no les pregunta qué es lo que piensan sobre el sermón de la montaña o sobre su actuación curadora en los pueblos de Galilea. Para seguir a Jesús, lo decisivo es la adhesión a su persona. Por eso, quiere saber qué es lo que captan en él.

Simón toma la palabra en nombre de todos y responde de manera solemne: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús no es un profeta más entre otros. Es el último Enviado de Dios a su pueblo elegido. Más aún, es el Hijo del Dios vivo. Entonces Jesús, después de felicitarle porque esta confesión sólo puede provenir del Padre, le dice: “Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Las palabras son muy precisas. La Iglesia no es de Pedro sino de Jesús. Quien edifica la Iglesia no es Pedro, sino Jesús. Pedro es sencillamente “la piedra” sobre la cual se asienta “la casa” que está construyendo Jesús. La imagen sugiere que la tarea de Pedro es dar estabilidad y consistencia a la Iglesia: cuidar que Jesús la pueda construir, sin que sus seguidores introduzcan desviaciones o reduccionismos.

El Papa Francisco sabe muy bien que su tarea no es “hacer las veces de Cristo”, sino cuidar que los cristianos de hoy se encuentren con Cristo. Esta es su mayor preocupación. Ya desde el comienzo de su servicio de sucesor de Pedro decía así: “La Iglesia ha de llevar a Jesús. Este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta”.

Por eso, al hacer público su programa de una nueva etapa evangelizadora, Francisco propone dos grandes objetivos. En primer lugar, encontrarnos con Jesús, pues “él puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestras comunidades... Jesucristo puede también romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo”.

En segundo lugar, considera decisivo “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio” pues , siempre que lo intentamos, brotan nuevos caminos, métodos creativos, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Sería lamentable que la invitación del Papa a impulsar la renovación de la Iglesia no llegara hasta los cristianos de nuestras comunidades.

Gracias por el ministerio del Papa

Celebramos este domingo la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y también es el Día del Papa, una buena ocasión para recordar la función del obispo de Roma en la Iglesia y en el mundo, para dar gracias por su ministerio y para orar por la persona e intenciones del Papa, haciendo así lo que él tan a menudo nos pide: que recemos por él.

La fe cristiana se fundamenta en el testimonio de los apóstoles. Jesús escogió a los Doce "para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar". Los apóstoles Pedro y Pablo son las dos columnas de la Iglesia: Pedro, el líder en la confesión de la fe; Pablo, el que la puso a plena luz. Pedro instituyó la primera Iglesia con el resto de Israel. Pablo evangelizó a los otros pueblos llamados a la fe. Esto es lo que expone el prefacio de la solemnidad de estos dos apóstoles.

El apóstol Pedro fue uno de los primeros llamados por Jesús y siempre ocupa un lugar preeminente en los evangelios. Esta primacía la pone de relieve el Señor con estas palabras que le dirigió: "Tú eres Pedro. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará". El ministerio de Pedro proviene de la voluntad de Jesús, que quiso que él y sus sucesores fueran instrumentos a través de los cuales el Espíritu Santo constituye y mantiene la unidad de la Iglesia.

El oficio de Pedro y de sus sucesores está constitutivamente e íntimamente relacionado con Jesucristo. Viene directamente de él, siempre se refiere a él y a su presencia viva como cabeza y pastor invisible y supremo de la Iglesia, y el ejercicio de su servicio se ordena a conducir y a confirmar a toda la Iglesia en la comunión llena de verdad y de vida con Jesucristo.

Los cristianos, en el Día del Papa, debemos agradecer al Señor el ministerio de Pedro y de sus sucesores. El papa Francisco, en el acto de la canonización de san Juan XXIII y san Juan Pablo II, dijo que éstos fueron una gran bendición para la Iglesia y para el mundo, porque "colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos."

Como ejemplo de ello, el papa Francisco añadió que "en la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir por él y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado por el Espíritu. Este fue su gran servicio a la Iglesia; por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu Santo". Haciendo referencia a este servicio de los sucesores de Pedro a la Iglesia y al mundo, el Papa actual dijo que san Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Y pidió a estos dos santos predecesores suyos que intercedan por la Iglesia para que, durante estos dos próximos años de camino sinodal sobre la familia y con las familias, ésta sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia.

† Lluís Martínez SistachCardenal arzobispo de Barcelona

San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia

Por su importancia en el cristianismo primitivo y por la proyección de sus figuras hasta hoy, San Pedro y San Pablo han sido llamados columnas de la Iglesia. El primer Papa y el Apóstol de las gentes nos remiten directamente a Jesucristo y por ello su devoción es universal. En nuestra misma archidiócesis son muchas las muestras de devoción de que fueron objetos siempre.

A modo de ejemplo, pienso en Reus, que celebra en honor de San Pedro su Fiesta Mayor, y en su templo, la Prioral de San Pedro, construido sobre otra iglesia anterior. El actual comenzó a levantarse en el año 1512 y fue consagrado precisamente en la festividad de San Pedro en 1534, hace justamente 480 años.

Pienso en la fe de aquella gente que necesitó ampliar su iglesia para dar cabida a una población creciente y que quiso elevar un campanario que se viera en cuanto alguien se acercara a Reus. Medito también en un detalle emotivo: el corazón del gran pintor Fortuny, descansa entre los muros venerables de San Pedro.

Son muchas las parroquias, esparcidas por la archidiócesis y dedicadas al apóstol escogido por Cristo como fundamento de la Iglesia, o que honran a San Pablo, quien extendió el Evangelio en los países a los que pudo llegar a través de los medios de la época. Extendió su apostolado de Oriente a Occidente, y es precisamente la mención a los extremos de Occidente que hace probable su estancia en Tarraco.

De los templos y lugares de culto sometidos a su patronazgo, me fijo muchas veces en la capilla de San Pablo, conservada en uno de los claustros del Seminario. Considerando su antigüedad y su bella simplicidad de formas, la veo como una joya que se muestra en su caja, este claustro remodelado.

Cuando uno va al Vaticano encuentra, enmarcadas por la Columnata de Bernini y frente a la gran Basílica, las estatuas de estos dos gigantes de la fe: Pedro y Pablo. Todo el mundo les venera porque trascienden fronteras, pero a la vez son «nuestros», y he puesto ejemplos próximos para recoger esta realidad.

Estoy convencido de que nuestro mejor modo de ser fieles al testimonio de sus vidas es seguir con fidelidad y decisión lo que nos pide el papa Francisco, sucesor de Pedro y apóstol de las gentes de todo el mundo, como Pablo.

Evangelio según San Mateo 16,13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

San Elredo de Rievaulx (1110-1167), monje cisterciense
Para la fiesta de san Pedro y San Pablo. Sermón XVI.

«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Columnas de la tierra (Ps 75,4), todos los Apóstoles lo son, pero en primer lugar los dos de los que celebramos la fiesta. Son los dos pilares que sostienen la iglesia por su enseñanza, su oración y el ejemplo de su constancia. Estas columnas, es el Señor mismo quien las ha construido. Primeramente, eran débiles y no podían sostenerse, ni ellos ni los otros. Y aquí apareció el gran deseo del Señor: si habían sido siempre fuertes, se hubiera podido pensar que su fuerza dimanaba de ellos. También el Señor antes de fortalecerlas, ha querido mostrar de lo que eran capaces para que todos supieran que su fuerza viene de Dios.

Es el señor quien ha construido estos pilares de la tierra, es decir, de la santa Iglesia. Es por lo que debemos alabad de todo corazón a nuestros SANTOS PADRES que han soportado tantas penas por el Señor y que han perseverado con tanta fuerza. No es nada perseverar en la alegría, en la prosperidad y la paciencia. Pero he aquí quien es grande, ser lapidado, flagelado, golpeado por Cristo, y a pesar de esto perseverar con Cristo (2Co 11,25). Es grande con Pablo ser maldecido y bendecir ...ser como el desecho del mundo y de ello glorificarse (1 Co 4, 12-13)... ¿Qué decir de Pedro? Incluso si no hubiera padecido nada por Cristo, bastaría para festejarlo hoy que ha sido crucificado por él. La cruz fue su camino...

San Pedro y San Pablo

San Pedro, Apóstol (s. I )

Recorría las calles de Batsaida con las cestas llenas acompañado de su padre Jonás y su hermano Andrés para vender la pesca. También pasaron horas remendando las redes, recomponiendo maderas y renovando las velas.

Se casó joven. Era amigo de los Cebedeos, de Santiago y Juan, que eran de su mismo oficio. A veces, se sentaban en la plaza y, comentaban lo que estaba en el ambiente pleno de ansiedad y con algo de misterio; hablaban del Mesías y de la redención de Israel. En la última doctrina que se explicó en la sinagoga el sábado pasado se hablaba de Él.

Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, ha calentado el ambiente con sus bautismos de penitencia en el Jordán. Andrés está fuera de sí casi, gritándole: ¡Lo encontré! ¡Llévame a él!, le pidió. Desde entonces no se le quitará de la cabeza lo que le dijo el Rabbí de Nazaret: ¡Te llamarás Cefas!

Continúa siendo tosco, rudo, quemado por el sol y el aire; pero él es sincero, explosivo, generoso y espontáneo. Cuando escucha atento a Jesús que dijo algo a los ricos, tiempo le faltó para afirmar «nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué será de nosotros?» Oye hablar al Maestro de tronos y piensa de repente, sin pensarlo «Seré el primero».

Pedro es arrogante para tirarse al agua del lago y al mismo tiempo miedoso por hundirse. Cortó una oreja en Getsemaní y luego salió huyendo. Es el paradigma de la grandeza que da la fe y también de la flaqueza de los hombres. Se ve en el Evangelio descrita la figura de Pedro con vehemencia para investigar; protestón ante Cristo que quiere lavarle los pies y noble al darle su cuerpo a limpiar.

Es el primero en las listas, el primero en buscar a Jesús, el primero en tirar de la red que llevaba ciento cincuenta y tres peces grandes; y tres veces responde que sí al Amor con la humildad de la experiencia personal.

Roma no está tan lejos. Está hablando a los miserables y a los esclavos prometiendo libertad para ellos, hay esperanza para el enfermo y hasta el pobre se llama bienaventurado; los menestrales, patricios y militares... todos tienen un puesto; ¿milagro? resulta que todos son hermanos. Y saben que es gloria sufrir por Cristo.

En la cárcel Mamertina está encerrado, sin derechos; no es romano, es sólo un judío y es cristiano. Comparte con el Maestro el trono: la cruz, cabeza abajo. En el Vaticano sigue su cuerpo unificante y venerado de todo cristiano.

San Pablo, Apóstol (s. I )

Dejó escrito: «He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me está reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me dará en su día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida».

Y fue mucha verdad que combatió, que hizo muchas carreras y que guardó la fe. Su competición, desde Damasco a la meta -le gustaba presentar la vida cristiana con imágenes deportivas- no fue en vano, y merecía el podio. Siempre hizo su marcha aprisa, aguijoneado con el espíritu de triunfo, porque se apuntó, como los campeones, a los que ganan.

En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos de los que lapidaban a Esteban. Después se levantó como campeón de la libertad cristiana en el concilio que hubo en Jerusalén. Y vio necesario organizar las iglesias en Asia, con Bernabé; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.

Suelen acompañarle dos o tres compañeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de los ídolos: países bárbaros, gentes extrañas, ciudades paganas, caminos controlados por cuadrillas de bandidos, colonias de fanáticos hebreos fáciles al rencor y tardos para el perdón. Antioquía, Pisidia, Licaonia, Galacia.

Y siempre anunciando que Jesús es el hijo de Dios, Señor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte años antes había ido de un lado para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por blasfemo y sedicioso.

Los judíos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discípulo y muchos se amotinan, le apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo porque es el Espíritu quien le lleva; de casi todos lados le echan.

Filipos es casi-casi la puerta de Europa que le hace guiños para entrar; de allí es Lidia la primera que cree; pero también hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y declararlo judío indeseable haciendo que termine en la cárcel, después de recibir los azotes de reglamento. En esta ocasión, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas.

Tesalónica, que es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia. Judío errante llega a Atenas -toda ella cultura y sabiduría- donde conocen y dan culto a todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allí al Dios verdadero que es capaz de resucitar a los muertos como sucedió con Jesús.

Corinto le ofrece tiempo más largo. Hace tiendas y pasa los sábados en las sinagogas donde se reúnen sus paisanos. Allí, como maestro, discute y predica. El tiempo libre ¡qué ilusión! tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejías, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusión, se producen escándalos y algunos tienen miedo a la parusía cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con doctrina nítida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando ánimos y sugiriendo consejos prácticos. En Éfeso trabaja y predica. Los magos envidian su poder y los orfebres venden menos desde que está Pablo; el negocio montado con las imágenes de la diosa Artemis se está acabando. Las menores ganancias provocan el tumulto.

Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano, será una tierra bárbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados. Solo el límite del mundo pone límite a la Verdad. Quiere despedirse de Jerusalén y en Mileto empieza a decir «adiós». La Pentecostés del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalén la calumnia de haber profanado el templo con sacrilegio. Allí mismo quieren matarlo; interviene el tribuno, hay discurso y apelación al César. El camino es lento, con cadenas y soldado, en el mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio. La circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el misterio de la unión indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia. Al viajero que es místico, maestro, obrero práctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y magnánimo lo pone en libertad, en la primavera del año sesenta y cuatro, el tribunal de Nerón. Pocos meses más tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada cerca del Tíber.

¿Que nos enseña la vida de Pedro? Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse para ser santos todos los días Pedro concretamente nos dice: " sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado" ( I Pedro, 1, 15). Cada quién, de acuerdo a su estado de vida debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

¿Que nos enseña la vida de San Pablo?

Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar que viva, y de diferente maneras.

Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

San Pedro y San Pablo -

Ac 12,1-11; 2 Tm 4,6-8.17-18; Mt 16,13-19

De "atrapados" a "liberados"

Celebramos el fiesta de dos hombres, de carne y hueso, que se encontraron atrapados, bloqueados, encarcelados, pero que supieron llevarse, por la fuerza del Espíritu, y convertirse en hombres libres. Pedro, atrapado por su temperamento mezcla de un vacío entusiasmo y de una vergonzosa miedo. Paz, obcecado por el fundamentalismo y fanatismo farisaico. Pedro, niega y abandona Jesús. Pablo, lo persigue persiguiendo sus primeros seguidores.

Pedro, por la fuerza del Espíritu de Pentecostés sale de unas cuatro paredes, y proclama con coraje Jesús resucitado. Y el miedoso Pedro dará la vida por Aquel que un día, sin tenerlo demasiado interiorizado, proclamó como el "Mesías, el Hijo de Dios vivo". Pablo, en plena dedicación a perseguir cristianos, la misteriosa luz del Espíritu lo hace caer y se le trastorna la misión. Pedro, se siente alentado por anunciar a Jesús. Paz, se libera de su ciego fanatismo, y se le abre un amplio mediterráneo de diferente cultura para anunciar la buena nueva de Jesús. Y por ella pasa por innumerables persecuciones, prisiones y sufrimientos hasta dar su vida, como nos ha dicho él mismo, después de "luchar el noble combate y hacer su carrera".

La fuerza del Espíritu

Hoy celebramos la fiesta de los dos santos apóstoles, que junto con los otros diez, fueron creando diversas comunidades, que constituyeron la Iglesia de Jesús. Y la fiesta de los santos es la fiesta de la fuerza del Espíritu. El Espíritu es el que ha mantenido la Iglesia viva a lo largo de los tiempos, a pesar situaciones de persecución o de ambición de poder o de afán de riqueza o de bloqueo por el cierre ideológico o por la fuerza de una "inmutable" tradición .
El Espíritu no abandona la Iglesia. Todos sabemos que ha habido momentos muy manifiestos de la fuerza de este Espíritu. Muchos de nosotros hemos vivido los años en que el Espíritu, por medio de san Juan XXIII, promovió el Concilio Vaticano II; y ahora también estamos viviendo un momento de renovación de la Iglesia, por medio del papa Francisco. El Espíritu sigue bien vivo en la Iglesia, la misma Iglesia de Pedro y Pablo.

El Espíritu en nosotros

Pero el mismo Espíritu, que es muy vivo en la Iglesia en los momentos de renovación, el mismo Espíritu que obró el cambio en esos dos grandes personajes, Pedro y Pablo, también quiere ser vivo, y lo es, en cada uno de nosotros. Lo que hace falta es escucharlo y dejarlo actuar, para que vaya renovando nuestra vida.

Si creemos en el Espíritu, no podemos nunca darnos, ni yo ni los otros, por programados, ni por previstos, ni incapaces de cambio .. y ni mucho menos, en las peores situaciones en las que nos podamos encontrar, no podemos darnos por perdidos.

Aquel ángel del libro de los Hechos, que hemos contemplado en la primera lectura y que, dijo a Pedro encarcelado: "Ciñe-té y ponte las sandalias". Hoy el Espíritu nos lo dice a cada uno de nosotros: "Estate atento y no te pares!"

Solemne misa en el Vaticano por la fiesta de S. Pedro y S. Pablo

La celebridad de san Pedro y san Pablo, introducida desde los orígenes de la Iglesia y reunificada por Pablo VI en una misma fiesta como era originariamente, fue celebrada este domingo en Roma, en la basílica de San Pedro.

Estaba presente la delegación ortodoxa enviada por el patriarca Bartolomé I, y encabezada por el por su eminencia Ioannis (Zizioulas) metropolita de Pérgamo y co-presidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Al ingreso del papa Francisco a la basílica, el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina junto al Coro Sinodal del Patriarcado de Moscú cantaron 'Tu es Petrus', y el Santo Padre al pasar delante del enviado Ioannis le saludó con un ceremonioso beso y abrazo.
La misa de la presente solemnidad se caracterizó por la imposición del palio, un ornamento que se pone entorno sobre los hombros y entorno al busto, introducido en el IV siglo, que simboliza el yugo de Cristo, y la lana recuerda a la oveja perdida, al pastor que al mismo tiempo es el Cordero de Dios.

Los dos corderos de cuya lana se tejerán los palios son criados por los monjes benedictinos. Las monjas del monasterio de Santa Cecilia los tienen en un segundo momento hasta cuando les tosan y con su lana los confeccionan.

El Santo Padre al inicio de la misa bendijo los palios que habían sido depositados a los pies de la tumba de san Pedro y los impuso uno a uno a los 24 obispos metropolitas, de los cuales 21 presentes. Entre ellos dos de Brasil, uno de Chile y uno de Costa Rica.

La famosa estatua de bronce de san Pedro, ubicada al lado derecho de la basílica, estaba vestida con paramentos púrpura y dorado, colores también también usados aunque con paramentos más sobrios, por el Papa y los obispos.En su homilía el Santo Padre citando el estribillo del salmo: «El Señor me libró de todos mis temores», indicó: “Aquí está el problema para nosotros, el del miedo y de los refugios pastorales.
Nosotros -me pregunto- queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? Queridos hermanos obispos, ¿dónde ponemos nuestra seguridad?”.

El papa Francisco añadió: “El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme»”. Y recordó que “nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor”.Y concluyó recordando el mandato de Jesús: “Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del bautismo y la ordenación. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. ¡Tú sígueme!”.Al concluir la santa misa, el papa Francisco invitó al metropolita ortodoxo y juntos bajaron a la cripta en donde se encuentra la tumba de san Pedro. Ambos oraron algunos instantes en silencio. Al salir nuevamente se intercambiaron un abrazo y beso de paz. El Santo Padre invitó nuevamente al enviado del patriarca Bartolomé I, a salir juntos de la basílica, y en el tramo se detuvieron unos instantes delante de la imagen de bronce del apóstol Pedro.

Entrevista a San Pedro y San Pablo

¿Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.

Entrevista a San Pedro en el cielo 

Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro: 

Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo? 

Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón. 

Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón? 

Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro. 
Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia. 

Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»? 

Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad. 

Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí. 

Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció? 

Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre». 

Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo? 

Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor. 

Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa. 

Entrevista en el cielo a San Pablo 

Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso. 

Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo? 

Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo. 

Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección. 

En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré. 

Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida. 


Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo? 

Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad! 

Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo. 

Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?” 

Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía. 
El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?». 

Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido. 

Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero. 
Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí. 

Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra? 

Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”. 

Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?». 

San Pedro, en la basílica

El Papa impone el palio a los nuevos arzobispos, a quienes les pide confianza y fidelidad
Francisco: "El Señor nos libera de todas las cadenas, para que podamos ser verdaderamente libres"
"Jesús no te abandona nunca, porque no puede renegar jamás: Él es fiel"

Jesús Bastante, 29 de junio de 2014 a las 10:25

No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades

(Jesús Bastante).- Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, las dos columnas de la Iglesia. Dos de sus almas. Francisco presidió una solemne ceremonia en una abarrotada basílica de San Pedro, con la tradicional imposición del palio a los nuevos arzobispos. "Tú eres Pedro", dijo Jesús al pescador. Su sucesor, venido del fin del mundo, recuerda a todos los obispos que "el Señor nos libera de todo temor y de todas cadenas, para que podamos ser verdaderamente libres".

Un llamamiento a recordar que "Jesús no te abandona nunca, porque no puede renegar jamás: Él es fiel", y cuya fidelidad debe llevar a los auténticos pastores a "seguir a Jesús" en "la dificultad, la predicación del Evangelio a todos, especialmente a los últimos", que "libra de todo miedo y da confianza"

Como viene siendo habitual, y a diferencia de las audiencias de los miércoles y Angelus del domingo, la Eucaristía en San Pedro denotó un Papa concentrado, casi en trance, que apenas reflejaba signos de la "indisposición", la tercera en un mes, que le impidió acudir este viernes al Policlínico Gemelli.

El Coro Sinodal del Patriarcado de Moscú participó junto al Coro Pontificio de la Capilla Sixtina en la ceremonia, así como una representación del patriarcado de Constantinopla, ante quienes el Papa renovó su vivo desdeo de "reforzar nuestro camino para la plena comunión".

Estas fueron algunas de las frases de Francisco en su homilía:

En la solemnidad de los santos apóstoles, acogemos con alegría y reconocemos a la delegación enviada por el patriarcado ecuménico, el amado Bartolomé.

Oremos para que esta visita pueda reforzar nuestro camino para la plena comunión de estas dos iglesias, hoy tan deseada.

El Señor ha mandado a su ángel y le ha salvado de la mano de Herodes.
Gran temor por la persecución de Herodes contra los miembros de la Iglesia, incluido Pedro.

En su encierro, escucha de nuevo la voz del ángel. Y las puertas de la prisión se abren solas. 

El Señor nos libera de todo temor y de todas cadenas, para que podamos ser verdaderamente libres
Aquí está el problema para nosotros: el miedo y refugio pastoral. Hoy, os pregunto, hermanos obispos. ¿Tenemos miedo? ¿De qué tenemos miedo? ¿Dónde encontramos refugio?
¿Nos refugiamos en los poderes de este mundo, en el orgullo, en los reconocimientos, para estar seguros?
Queridos hermanos obispos, ¿dónde ponemos nuestra seguridad?
Nuestro verdadero refugio es Dios, que nos hace libres de toda esclavitud y tentaciones mundanas.
Hoy nos sentimos interpelados por el ejemplo de San Pedro, y verificar nuestra confianza en el Señor.
 
Pedro recobró la confianza reparando la triple negación a Jesús durante la Pasión.
Pedro no se fía de sus propias fuerzas, pero sí en la misericordia del Señor. "Señor, tú me conoces".
Pedro ha experimentado que la confianza de Dios es mucho más grande que nuestras infidelidades. La fidelidad del Señor supera toda la imaginación humana. Hoy, Jesús, vuelve a preguntarnos: "Tú, ¿me amas?" Y lo hace porque conoce nuestros miedos, conoce todo de nosotros.
Jesús no te abandona nunca, porque no puede renegar jamás: Él es fiel. La fidelidad que Dios nos da a los pastores es la fuente de nuestra fe y de nuestra paz. Tiene siempre el deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.
El amor de Jesús debe bastar a Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la seguridad, de la envidia.
La experiencia de Pedro constituye una gran lección para nosotros hoy. El Señor hoy me repite a mí, a vosotros, y a todos los pastores: Seguidme. No perdáis el tiempo en demandas y casos inútiles. No nos preocupemos de las cosas esenciales. Seguidme en la dificultad, en la predicación del Evangelio, en el testimonio de una vida que se corresponde con el Bautismo y la ordenación, en el modo de hablar de Mí, día a día; seguidme en el anuncio del evangelio a todos, especialmente a los últimos, porque la Palabra de Vida apaga todo el miedo. Tú, sígueme.

Antes de la celebración, y tras su bendición, el Papa fue imponiendo el palio a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. Ninguno español, por cierto. Fueron éstos:

Arzobispos metropolitanos presentes:
1. Mons. Victor Henry THAKUR
Arzobispo de Raipur (India)
2. Mons. José Rafael QUIRÓS QUIRÓS
Arzobispo de San José de Costa Rica (Costa Rica)
3. Mons. Giuseppe FIORINI MOROSINI, O.M.
Arzobispo de Reggio Calabria-Bova (Italia)
4. Mons. Leo W. CUSHLEY
Arzobispo de San Andrés y Edimburgo (Escocia)
5. Mons. Jaime SPENGLER, O.F.M.
Arzobispo de Porto Alegre (Brasil)
6. Mons. Jean-Luc BOUILLERET
Arzobispo de Besançon (Francia)
7. Mons. Leonard Paul BLAIR
Arzobispo de Hartford (U.S.A.)
8. Mons. Gabriel ‘Leke ABEGUNRIN
Arzobispo de Ibadán (Nigeria)
9. Mons. Sebastian Francis SHAW, O.F.M.
Arzobispo de Lahore (Pakistán)
10. Mons. Franz LACKNER, O.F.M.
Arzobispo de Salzburgo (Austria)
11. Mons. Thomas Luke MSUSA, S.M.M.
Arzobispo de Blantyre (Malawi)
12. Mons. Benjamin Marc Balthason RAMAROSON, C.M.
Arzobispo de Antsiranana (Madagascar)
13. Mons. René Osvaldo REBOLLEDO SALINAS
Arzobispo de La Serena (Chile)
14. Mons. Marlo M. PERALTA
Arzobispo de Nueva Segovia (Filipinas)
15. Mons. Emmanuel OBBO, dellaCongr. degliApostoli di Gesù
Arzobispo de Tororo (Uganda)
16. Mons. Daniel Fernando STURLA BERHOUET, S.D.B.
Arzobispo de Montevideo (Uruguay)
17. Mons. Marco ARNOLFO
Arzobispo de Vercelli (Italia)
18. Mons. Damian Denis DALLU
Arzobispo de Songea (Tanzania)
19. Mons. Romulo T. DE LA CRUZ
Arzobispo de Zamboanga (Filipinas)
20. Mons. Malcolm Patrick McMAHON, O.P.
Arzobispo de Liverpool (Inglaterra)
21. Mons. Paul BÙI VN OC
Arzobispo de Thành-PhôHôChí Minh, HôchiminhVille (Vietnam)
22. Mons. Wojciech POLAK
Arzobispo de Gniezno (Polonia)
23. Mons. José LuizMajella DELGADO, C.SS.R.
Arzobispo de Pouso Alegre (Brasil)
24.Mons. Agustinus AGUS
Arzobispo de Pontianak (Indonesia)

Arzobispos metropolitanos ausentes:
25. Mons. TarcisiusGervazio ZIYAYE
Arzobispo de Lilongwe (Malawi)
26. Mons. Nicholas MANG THANG
Arzobispo de Mandalay (Myanmar)
27. Mons. Stephan BURGER
Arzobispo de Friburgo de Brisgovia (Alemania)

Esta fue la homilía de Francisco:

En la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, patronos principales de Roma, acogemos con gozo y reconocimiento a la Delegación enviada por el Patriarca Ecuménico, el venerado y querido hermano Bartolomé, encabezada por el metropolita Ioannis. Roguemos al Señor para que también esta visita refuerce nuestros lazos de fraternidad en el camino hacia la plena comunión, que tanto deseamos, entre las dos Iglesias hermanas.
 

«El Señor ha enviado su ángel para librarme de las manos de Herodes» (Hch 12,11). En los comienzos del servicio de Pedro en la comunidad cristiana de Jerusalén, había aún un gran temor a causa de la persecución de Herodes contra algunos miembros de la Iglesia. Habían matado a Santiago, y ahora encarcelado a Pedro, para complacer a la gente. Mientras estaba en la cárcel y encadenado, oye la voz del ángel que le dice: «Date prisa, levántate... Ponte el cinturón y las sandalias... Envuélvete en el manto y sígueme» (Hch 12,7-8). Las cadenas cayeron y la puerta de la prisión se abrió sola. Pedro se da cuenta de que el Señor lo «ha librado de las manos de Herodes»; se da cuenta de que Dios lo ha liberado del temor y de las cadenas. Sí, el Señor nos libera de todo miedo y de todas las cadenas, de manera que podamos ser verdaderamente libres. La celebración litúrgica expresa bien esta realidad con las palabras del estribillo del Salmo responsorial: «El Señor me libró de todos mis temores».

Aquí está el problema para nosotros, el del miedo y de los refugios pastorales. Nosotros -me pregunto-, queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? ¿Dónde ponemos nuestra seguridad? 
El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana. Hoy, el Obispo de Roma y los demás obispos, especialmente los Metropolitanos que han recibido el palio, nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor.
 

Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,15.16.17). Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su

Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: «¿Me amas?», Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: «Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17). Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad. 

Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: «¿Me amas?». Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que «sabe todo» de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente a nosotros, los Pastores, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz, más allá de nuestros méritos. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.

El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» (Jn 21,21). Pero Jesús le respondió: «¿A ti qué? Tú, sígueme» (Jn 21,22). Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos arzobispos. El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme». No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo y la Ordenación. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios.

Francisco, en el Angelus de hoy

“Dios es así: nos transforma, nos perdona siempre”, afirma Francisco en el Angelus
El Papa llama a “preservar la unidad nacional y evitar la guerra en Irak”
"La violencia genera más violencia. El diálogo es el único camino para la paz"

Simón había renegado de Jesús en la Pasión. Saulo había perseguido con dureza a los cristianos, pero ambos acogieron el amor de Dios, y se han dejado transformar por su misericordia

(Jesús Bastante).- "La violencia genera más violencia. El diálogo es el único camino para la paz". Tras el rezo del Angelus, Francisco hizo un llamamiento a "preservar launidad nacional y evitar la guerra en Irak", donde "las noticias son muy dolorosas".

El domingo se presentó especialmente caluroso en Roma. Ello no fue óbice para quedecenas de miles de personas, muchas de ellas ataviadas con sombreros, sombrillas y paraguas, se resguardaran del sol escuchando las palabras de Francisco. Muchos de ellos, artistas que han engalanado las calles de Roma, participando en una gran muestra floral.

En sus palabras, el Papa recordó cómo la Iglesia, "desde tiempos muy antiguos", celebra "a los apóstoles Pedro y Pablo, en una única fiesta, el mismo día. "San Pedro y San Pablo, tan distintos entre ellos, han sido elegidos por el Señor Jesús, y han respondido a la llamada ofreciendo toda su vida. Entre ellos, la gracia de Cristo ha hecho grandes cosas, nos ha transformado", afirmó Francisco, quien subrayó que "la fe en Jesucristo los ha hecho hermanos".

Ambos, pecadores y traidores. "Simón había renegado de Jesús en la Pasión. Saulo había perseguido con dureza a los cristianos, pero ambos acogieron el amor de Dios, y se han dejado transformar por su misericordia. Así se han convertido en amigos y apóstoles de Cristo".

Un ejemplo más, añadió Francisco, de que, "aunque cayéramos en el pecado más grande, en la noche más oscura, Dios es siempre capaz de transformarnos, transformarnos el corazón y perdonarnos todo. Cambiando nuestra oscuridad de pecado en un alba de luz".

"Dios es así: nos transforma, nos perdona siempre", señaló. Y lo hace a través de la Palabra, como nos cuentan los Hechos de los Apóstoles o el camino de Damasco. "Antes Pablo era un acérrimo enemigo de la Iglesia, después pone toda su existencia al servicio del Evangelio", recordó Bergoglio, quien añadió que "el encuentro con la palabra de Cristo puede transformar completamente nuestra vida. No es posible escucharla y permanecer bloqueados en nuestros hábitos".

"La Palabra nos empuja a seguir decididamente al Maestro que dio su vida por sus amigos. Es Él el único que nos cambia, el Él quien nos perdona todo si abrimos el corazón y pedimos perdón", apuntó, señalando la "gran alegría" de saber que "Dios pone su misericordia en el corazón de los hombres".

"Dios quiere colmarnos a nosotros con su gracia, como hizo con Pedro y Pablo", concluyó el pontífice, antes de la oración mariana y la petición por la paz en Irak, en la que se mostró "cercano a miles de familias, especialmente cristianas, que han tenido que dejar sus casas y se hallan en grave peligro".

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