“La gente entonces, al ver el signo que había hecho Jesús, decía: ‘Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo"

Evangelio según San Juan 6,1-15. 

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 

"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón sobre san Juan, 24, 1.6.7; CCL 36, 244

“La gente entonces, al ver el signo que había hecho Jesús, decía: ‘Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo"

Gobernar el universo es, verdaderamente, un milagro más grande que saciar el hambre a cinco mil hombres con cinco panes. Y nadie se sorprende de ello, y en cambio la gente se extasía ante un milagro de menor importancia porque sale de lo ordinario. En efecto ¿quién es capaz de mantener todavía hoy el universo sino aquel que con algunos granos creó las cosechas? Cristo, pues, hizo lo que Dios hace.

Sirviéndose de su poder de multiplicar las cosechas a partir de unos pocos granos, multiplicó cinco panes en sus manos. Porque el poder se encontraba en las manos de Cristo, y estos cinco panes eran como semillas que el Creador de la tierra multiplicaba sin ni tan sólo confiarlos a la tierra.

Esta obra fue puesta ante nuestros sentidos para hacernos elevar nuestro espíritu…Así nos es posible admirar “al Dios invisible al considerar sus obras visibles” (Rm 1,20). Después de habernos desvelado la fe y purificados por ella, podemos incluso desear ver, no con los ojos del cuerpo, al Ser invisible que conocemos a partir de las cosas visibles…

En efecto, Jesús, hizo este milagro para que lo vieran los que se encontraban allí, y lo pusieron por escrito para que nosotros lo conozcamos. El efecto que en ellos hizo la vista, en nosotros lo hace la fe. También nosotros reconocemos en nuestra alma  eso que los ojos no han visto, y recibimos el más bello elogio, puesto que es de nosotros que se ha dicho: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29).

17 de abril 2015 Viernes II de Pascua Hch 5, 34-42

El argumento de Gamaliel el Sanedrín aconsejando que tener cuidado porque, si la acción de los apóstoles era obra de hombres ya se disolvería por sí misma, pero que podría ser obra de Dios, convence a los miembros del tribunal; a pesar de ello, los hicieron azotar, los prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron; y el texto añade: «Los apóstoles se retiraron ..., contentos de que Dios les considerase dignos de ser maltratados por el nombre de Jesús». Hoy, si alguien te maltratara por ser cristiano, está contento? ¿Por qué estaban contentos los apóstoles? Señor, que el espíritu de las bienaventuranzas esté siempre vivo en mí.

Santa Kateri Tekakwitha

Kateri Tekakwitha (1656-1680), laica, india de América del Norte (Estados Unidos y Canadá), llamada también “lirio de los Mohawks”, muerta tres años después de su bautismo.

La América norteamericana ya tiene su santa india. Una figura extraordinaria llena de encanto, testigo de lo que la gracia divina hace en quien, con toda la inocencia de una juventud incontaminada, se deja llevar por su impulso. Kateri Tekakwitha vivió mucho en pocos años. Murió consagrada a Dios a los 24 años. En el inmenso territorio descubierto en el siglo XVI, se establecieron poco a poco colonias de todas las procedencias, ambicionando establecerse en aquellas grandes praderas. En medio de la presencia holandesa y luego inglesa, vivió una joven india mohawk. La santa ha realizado muchos milagros privados. La conocida como “el lirio de los mohawks” tiene su santuario nacional en Fonda, Nueva York. Fue fundado en honor de Kateri, en el lugar donde fue bautizada el domingo de Pascua, 5 de abril de 1676, y aquí vivió sus años de adolescencia.

Kateri nació en 1656 de una madre algonquina cristiana --raptada por los iroqueses y casada con un jefe mohawk--, en la aldea fortificada de Mohawk Canaouaga u Ossernenon (moderna Auriesville), en el actual estado de Nueva York.

Cuando sólo tenía cuatro años, quedó huérfana, debido a una epidemia de viruela. Kateri sobrevivió epro quedó marcada de cicatrices y con una visión reducida. Kateri fue apodada "tekakwitha", que significa "la que choca contra las cosas". Fue acogida por su tío, que se oponía duramente a la evangelización. Cuando Kateri tenía diez años, en 1666, una partida de guerra compuesta de soldados franceses e indios hostlles de Canadá destruyó las fortalezas mohawk en la orilla sur del río Mohawk. Los mohawks supervivientes se trasladaron a la parte norte del río. Kateri vivió en Caughnawaga, sede del actual santuario, los siguientes diez años.

Cuando tenía 18 años, inició la catequesis en secreto y finalmente su tío dio su consentimiento para que se convirtiera al cristianismo, a condición de saliera del pueblo indio. Tras caminar unos 320 kilómetros por el bosque hasta llegar a Sault Ste. Marie, un pueblo cristiano cerca de Montreal, en 1677. El asentamiento indio era conocido como Kahnawake, al otro lado del río San Lorenzo, fue denominado "El pueblo de los indios que rezan".

El día de Navidad de 1677, Kateri hizo la primera comunión y, en la Fiesta de la Anunciación de 1679, hizo voto de virginidad perpetua. Se ofreció a la Santísima Virgen María para que la aceptara como hija. En los últimos años de su vida, soportó un gran sufrimiento por una enfermedad grave. Murió el 17 de abril de 1680, poco antes de cumplir 24 años, y fue enterrada en Kahnawake, Quebec, Canadá. Sus palabras finales fueron: "Jesús, María, os amo". 

Oremos
Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Catalina Tekakwitha, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario  de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Haut (1267). Los Siete Gozos  de Nuestra Señora (Siglo II).

CONTEMPLACIÓN Y ORACIÓN
imagen de la oración

La contemplación. Como sucede con la meditación, y quizás aún más, la palabra contemplación puede significar una gran variedad de vivencias, experiencias y formas de orar. 1.- Hay meditaciones en que, en un momento determinado, una palabra o una frase toman una importancia grande para la persona que medita. Lo mejor que se puede hacer cuando esto ocurre es permanecer en quietud en esa palabra o frase, como degustando la densidad de valor y de sentido que nos suscita. Esta quietud y rumiament, acompañados muchas veces de un nivel afectivo superior al normal, es contemplación. Se comprendiendo cierta significación un poco al margen de la comprensión de nuestra lógica deductiva y comparativa. Se sintiendo novedad, generalmente de forma suave, y algunas veces con fuerte emoción, pero experimentando que lo que se vive es más dado que buscado, más recibo que conquistado, más de Él que no nuestro.

2.- Una segunda modalidad de contemplación parte de la belleza, la armonía, el orden y la grandiosidad de la naturaleza. No nos referimos a cualquier momento vibrante ante la naturaleza, el mar, el bosque frondoso. El silencio puede ser un camino para dejarnos impactar por el espectáculo que miramos. Demasiado habituados a hacer, a rendir, a programar ya dominar, no sabemos demasiado cómo reaccionar. De hecho, lo que necesitamos en estas circunstancias es abrirnos porque lo que vemos y escuchamos entre dentro nuestro y deje el mensaje que lleva. Para entendernos, cuando decimos belleza ahora nos referimos a un conjunto de dimensiones de colores, formas, cualidades, proporciones, armonías, etc. La belleza despierta la posibilidad de contemplación. Es posible que la contemplación de la naturaleza sea larga. El tiempo tiene una nueva velocidad y finalmente el corazón serenado y feliz deja el lugar contemplativo sabiendo que lleva dentro no sólo imágenes, sonidos y belleza, sino la semilla vibrante que ha recibido y que en otros momentos provocará no sólo el placer de la memoria sino el deseo de seguir contemplando en otros lugares de un mismo mundo. El universo, que es uno, y casi infinito para nuestras posibilidades tan limitadas, nos convoca a la contemplación.

3.- Dentro del ámbito de los retiros, los ejercicios espirituales y hasta de los ratos que diariamente dedicamos a la oración, muchas veces se nos propone la contemplación de textos bíblicos, en especial de los Evangelios. Como siempre, un rato de contemplación necesita el reposo de la mente, la quietud del espíritu y la recta intención. Quizás más que en otras formas de orar, para la contemplación que ahora mencionamos, son importantes la postura del cuerpo -ni demasiado tensa ni demasiado relaxada- y la atención al ritmo de la respiración: cómo entra el aire cargado de oxígeno vital, como penetra en los pulmones y vivifica el cuerpo, y como por la potencia del corazón sale de nuevo habiendo purificado nuestro organismo y lanzando fuera el anhídrido carbónico.

Situados ya en unas condiciones mentales, físicas y espirituales favorables, y que para muchos son ya oración por la presencia de Dios en nosotros, entramos en la contemplación leyendo lentamente el texto. Una vez leído, convocamos nuestra capacidad imaginativa y nos vamos hacemos presentes en el relato, primero de una manera más general y ambiental, hasta centrarnos en las personas, contemplando su figura, lo que hacen, lo que escuchan, lo que miran ... y desde la contemplación exterior entramos en la contemplación interior, es decir, lo que sienten, los movimientos afectivos, las sensaciones, las vivencias, etc.

En la contemplación del Evangelio no hace falta decir que Jesucristo ha de ocupar un espacio y tiempo primordial. Cuando desde la figura externa vamos entrando en sus sentimientos, en sus motivaciones y en sus relaciones, de forma especial con el Padre, es cuando nos acercamos a la profundidad de su Persona. Jesús, imagen visible del Dios invisible, se va mostrando cercano, presente y unido a nosotros. Él revela Dios.

4.- La contemplación puede también tener otras formas al margen de las tres mencionadas, que son: saborear y contemplar las palabras cargadas de sentido, la contemplación de la naturaleza y la contemplación evangélica. La contemplación puede llevar a una oración muy simple y profunda que podríamos llamar oración unitiva.

La oración unitiva, como gracia y don de Dios, nos relaciona con Él y, desde Él, abarca cierta totalidad.

TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN

"Nuestra oración no se puede limitar a un hábito convencional: actitudes corporales, silencio, genuflexión ... Hay que tener mucho cuidado sobre nuestro espíritu, esperando el momento en que Dios se haga presente en nuestra alma, visitando todos sus caminos, todas sus puertas, todos sus sentidos. Cuando el espíritu está firmemente unido a Dios no es necesario callar, ni gritar, ni clamó. El alma debe vaciar plenamente para la súplica y por el amor a Cristo, evitando distracciones y divagaciones en sus pensamientos. " Atribuido a Macario el Grande (Filocalia)

"Procurada luego, hija, que está sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del Mismo maestro que enseñan la oración que vais a rezar? Representadas en el Mismo Señor junto con vos y MIRAD con qué amor y humildad hueso está enseñando. Y creedme, Mientras pudiereis no cometas sino tan buen amigo. Si os acostumbráis a traerle menoscabe os y Él viene que el Haces con amor y que anda procurando contentarle, no el podre -como dicen- echar de vos, no os faltará para siempre, ayudaros Hay en todos vuestros Trabajos ... ¿pensaré que es poco un tal amigo al lado? " Santa Teresa de Jesús. Camino de perfección. C.26

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

1.- Recuerdo momentos contemplativos de la naturaleza, tal vez algunas contemplaciones de ejercicios o retiros que son referencias espirituales? Actualmente como vivo esta dimensión de la oración?

2.- Contemplo en oración situaciones vividas, personas, celebraciones, momentos de alegría o de tristeza, que corresponden a mi misión, y los contemplo desde el Señor, orando después?

3.- Tengo deseo espiritual y profundo de irme relacionando amigablemente con el Señor mediante la oración contemplativa? Medios posibles.

Presencia de Dios

Decía el teólogo alemán Karl Rahner: «El cristiano del futuro o será místico o no será cristiano». Únicamente el cristiano que ha hecho experiencia de su presencia puede vivir hoy en clave de evangelio.
Libertad

Pido ser liberado de los miedos que me paralizan. Sobre todo del miedo de darme sin reservas y de mostrarme tal como soy. Ante él me quito las máscaras que me oprimen

Conciencia
Tomo conciencia de lo que ha sido mi vida en las últimas horas. La gente que me he encontrado, los sentimientos que me han movido. También de mis silencios y mis omisiones. Tomo conciencia en una atmósfera de agradecimiento y deseo de reconciliación.
Palabra de Dios

Juan 6, 1-15
Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea o de Tiberíades. El seguía mucha gente, porque veían las señales que hacía con los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Entonces Jesús levantó los ojos y, al ver la gran multitud que llegaba al lugar donde estaba, dijo a Felipe:

- ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?
De hecho, lo decía para probarle, porque ya sabía qué quería hacer. Felipe le respondió:

- Ni con doscientos denarios no bastarían para dar un trozo de pan a cada uno.
Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús dijo:

- Haga sentarse todos.
En aquel lugar había mucha hierba y se sentaron; sólo de hombres, eran unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a la gente sentada, tantos como en quisieran, e igualmente repartió el pescado. Cuando todo el mundo quedó satisfecho, dijo a sus discípulos:

- Recoger los trozos sobrantes, para que no se pierda nada.
Ellos los recogieron y con los pedazos de los cinco panes de cebada llenaron doce canastas eran las sobras después de haber comido. Cuando la gente vio la señal prodigioso que él había hecho, decía:

- Realmente, este es el profeta que había de venir al mundo.
Jesús se dio cuenta de que venían a llevárselo para hacerlo rey, y se retiró otra vez solo a la montaña.
Algunos pensamientos sobre el pasaje de hoy
Cinco mil hombres en torno a Jesús. Aún más mujeres y niños. El escuchaban y se maravillaban. Hacía tiempo que nadie les cautivaba de aquella manera y realmente necesitaban palabras de ese tipo. La vida les era dura, y el yugo romano no ayudaba. Tenían hambre. De pan ... y de esperanza.

Si Jesús era el Profeta esperado ... toda su desdicha había terminado. Por fin la liberación esperada desde hacía generaciones. Era el momento de proclamarlo su líder. De someterse a ella. De adorarlo. Y Jesús ... fuga. No es ésta su misión. Camino de la Pascua, su destino es exactamente otro. Lo huele y se retira solo en la montaña, el lugar del encuentro con Dios, lo que lo ha enviado. "Que no se haga la voluntad del pueblo sino la tuya".

Teresa Gomà, rscj
Conversación

Me imagino a Jesús delante de mí y hablo con él como un amigo lo hace con otro amigo. Abriendo el corazón, le comunico todo lo que llevo dentro.
Conclusión

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre,los siglos de los siglos.

Santa Marta: el que no dialoga quiere callar a quien anuncia a Dios.  Fecha: 16 de Abril de 2015

El papa Francisco celebró la misa de este jueves pidiendo por su predecesor, Benedicto XVI, que hoy cumple 88 años.

En su homilía, el Papa se refirió a la liturgia del día, que habla de la obediencia. La obediencia - observó el Papa - "a menudo nos lleva a un camino diverso del que pensábamos”.

Obedecer es "tener el valor de cambiar de rumbo cuando el Señor nos pide", dijo y añadió que "los que obedecen tiene la vida eterna", mientras que "quien no obedece tiene la ira de Dios sobre él."

En la primera lectura de los Actos de los Apóstoles, los sacerdotes y los jefes le prohiben a todos los discípulos de Jesús predicar el Evangelio a la gente. Están furiosos, celoso, porque en su presencia ocurren los milagros y la gente los sigue. Los discípulos son encarcelados, pero por la noche, el ángel de Dios los libera y vuelven a anunciar el Evangelio. Detenidos e interrogados de nuevo, Pedro responde ante las amenazas del sumo sacerdote: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Los sacerdotes no comprenden: son testarudos.

"Entre tanto --precisa el Papa-- estos eran los doctores, había estudiado la historia del pueblo, habían estudiado las profecías, la ley, conocían toda la teología del pueblo de Israel, la revelación de Dios, lo sabían todo, eran doctores, y no fueron capaces de reconocer la salvación de Dios.

Pero, ¿cómo se entiende esta dureza de corazón? No eran cabeza dura, no sólo era "terquedad" Porque "la historia de esta terquedad --dijo el Papa-- es cerrarse en sí mismo, es no hablar, es la falta de diálogo”.

"Ellos no sabían dialogar, no sabían dialogar con Dios, porque no sabían orar y escuchar la voz del Señor, y no sabían el diálogo con los demás. Solamente interpretaban como era la ley para hacerla más precisa, y estaban cerrados a los signos de Dios en la historia, se cerraron a su pueblo. Estaban cerrados y la falta de diálogo, y el cierre del corazón, les llevó a no obedecer a Dios. Este es el drama de estos doctores de Israel, de estos teólogos del pueblo de Dios: no sabían a escuchar, que no sabían el diálogo. El diálogo se hace con Dios y con los demás”.

"Ellos son los mismos --recuerda Franciso- que le pagaron a los guardianes del sepulcro para decir que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús. Hacen de todo para no abrirse a la voz de Dios”.

Al concluir la homiía el Papa indicó que "en esta misa rezaremos por los profesores de los profesores, de los que le enseñan al pueblo sobre Dios. Para que no se cierren, para que dialoguen y así se salven de la ira de Dios que, si no cambian de actitud permanecerá sobre ellos

Perder a Cristo
Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza, Él no se va.

Le han matado a su Señor y ella no pudo socorrerle. Sus gritos en medio de la multitud no sirvieron de nada y en seguida los sofocaron con golpes y empujones. ¡No había podido hacer nada por Jesús! Seguirle en silencio y acompañarle de pie junto a la cruz. Y nada más.

Lloraba recordando, en cambio, lo bueno que había sido Jesús con ella aquel día en la casa de Simón, la paz que le había inundado siempre al lado del Maestro, su mirada bondadosa y limpia, aquella seguridad... Pero ya todo había acabado. Sus enemigos habían vencido y se habían desecho de Él y ahora ni siquiera le permitían a ella ungir como era debido el cuerpo del Señor.

Ella había creído que ya nunca podría llorar más. Que, después de la muerte de Jesús, quedaría insensible a cualquier otro dolor. Pero sí, aquello era demasiado. ¡Ya no tenía a Cristo! ¡Ni siquiera su cuerpo! Se lo habían quitado. Sintió rabia, amargura, odio, nostalgia. Todo a la vez.

Se le aparecen de pronto unos ángeles, pero ella ni se inmuta. ¿Qué le importa todo si ha perdido a Cristo? Jesús en persona se le acerca. No le oye llegar. Él se insinúa. Nada: está tan inmersa en su desesperación que no distingue la voz de Cristo hasta que Él mismo se le revela.

Ella se arroja sin dudarlo un instante a los pies de Cristo, los abraza llorando de alegría y en un instante cree entender todo lo que había pasado. Nosotros, mientras tanto, observémosla.

Ahí está María, de la que Jesús había expulsado siete demonios. Cristo le había perdonado sus muchos pecados porque ella había amado mucho. Y porque Jesús le había perdonado demasiado pensó que, en adelante, jamás podría decir que ella le amaba ya bastante.

Es una mujer y le ama como ella es: con sencillez, con naturalidad, con esos pequeños detalles que dejan la impronta de una alma delicada. No se le habían presentado oportunidades especiales, pero tampoco había perdido ninguna ocasión para demostrar a Jesús su cariño y su eterno agradecimiento por haberla salvado.

Con fina intuición esta mujer había experimentado que nada era comparable con la posesión de Cristo, con su amistad, con la paz que Él irradia. Y que, por ello, no existe peor tragedia que perderle o disgustarle.

Sólo se había equivocado en un detalle: creía que había perdido a Cristo, que se lo habían quitado. Y nadie pierde a Cristo "sin querer", como extraviamos un llavero o un reloj. María, en realidad lo llevaba muy, pero que muy vivo en su alma. Por eso se había levantado de madrugada. Por eso lloraba.

Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza. Si estuviese tan lejos como el demonio le sugiere, ninguna pena le daría. Una de dos: o ya tiene a Cristo o lo está tocando ya. Bastará, como hizo María, darse la vuelta, actuar como si ya lo hubiese hallado y descubrir la presencia de Cristo que le dice: "No me buscarías, si no me hubieses encontrado ya".


Señor, permíteme encontrarte en mi búsqueda de cada día.

Jesús, rostro de la misericordia
Necesitamos contemplar el misterio de la misericordia divina, porque es fuente, condición, revelación y acción del amor de Dios por nosotros

Con la bula de convocación para el Jubileo extraordinario de la Misericordia, Misericordiae Vultus (11-IV-2015) se abre un periodo preparatorio de oración y estudio, diálogo y acción. Es un camino, el de la misericordia, que la Iglesia viene recorriendo desde su comienzo, más intensamente desde mediados del siglo pasado; y que ahora Francisco propone como catalizador de un impulso nuevo.

Para facilitar la lectura del texto del Papa y su asimilación, cabe estudiarlo distinguiendo algunas partes (distinción que es nuestra, no del documento).

La Misericordia, característica de Dios y de su obrar

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (n. 1). El texto se abre con esta afirmación que sirve a la vez de explicación del título y de síntesis, no solo del documento, sino de la fe cristiana. Santo Tomás considera que “es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta u omnipotencia” (S. Th. II-II, q30, a4). La liturgia lo recoge desde antiguo. Dios, rico en misericordia, nos ha enviado a su hijo para salvarnos. “Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios” (Ib.). Necesitamos contemplar el misterio de la misericordia divina, porque es fuente, condición, revelación y acción del amor de Dios por nosotros, que se hace para nosotros ley y camino en nuestra relación con Él y los demás. 
  
El Concilio Vaticano II, signo de la Misericordia

El Jubileo extraordinario se iniciará el 8 de diciembre, a los 50 años de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II. También aquí la primera frase dice ya lo más importante: “La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento” (n. 4). El Concilio –tal como lo impulsaron san Juan XXIII y el beato Pablo VI– quiso anunciar el Evangelio en nuestro tiempo de un modo más comprensible, en el marco de la caridad y de la misericordia de Dios. 
  
La misericordia divina en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento describe a Dios como “paciente y misericordioso”, para presentarle con entrañas de padre y de madre. El salmo 136 repite continuamente “eterna es su misericordia”. Y Francisco lo interpreta como “un intento por romper el círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre” (n. 7). 

La misericordia, núcleo del Evangelio

Ese salmo 136 forma parte de un himno judío (el hallel), recitado en las fiestas litúrgicas importantes. Jesús rezó con él (cf. Mt 26, 30) y lo hizo suyo –señala el Papa– tras la última Cena, precisamente como explicación de la institución de la Eucaristía y preludio de su pasión y muerte, que llevaban hacia la consumación su entrega por nosotros. Una entrega manifiesta en toda su vida: en sus actitudes (particularmente hacia los enfermos y los pecadores, como Mateo) y en sus enseñanzas, sobre todo en algunas parábolas (como la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos, y la del siervo despiadado que no quería perdonar a su compañero) y en las bienaventuranzas.

A partir de ahí la misericordia es considerada por Francisco como núcleo del mensaje evangélico y como criterio para saber quiénes son realmente hijos de Dios, como ideal de vida y como signo de credibilidad de la fe cristiana; pues el amor se demuestra en la vida concreta: “intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano” (n. 9).

La misericordia en la misión de la Iglesia

Por todo ello “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (n. 10). Siguiendo los pasos de san Juan Pablo II (cf. encíclica Dives in misericordia”, 30-XI-1080), Francisco propone que anunciar la misericordia y testimoniarla en primera persona debe ser hoy camino para la Iglesia. De ahí el significado de la peregrinación–símbolo del camino que es la vida de cada persona– en los Jubileos. Cita las palabras del Evangelio que apuntan a la peregrinación interior: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque seréis medidos con la medida que midáis” (Lc 6,37-38).

Entre los modos concretos de ejercitar la misericordia, destaca las obras de misericordia corporales y espirituales: “Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina” (n.15). Más aún, en cada uno de los necesitados hemos de ver a Cristo mismo (cf. Mt 25, 31-45). Otros modos concretos de vivir el Jubileo de la misericordia serán la iniciativa “24 horas para el Señor” (adoración de la Eucaristía, y confesión de los pecados: el Papa pide “que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre”, n. 17), las misiones populares las indulgencias. Francisco invita a todas las personas a la conversión, especialmente a los más alejados de la gracia de Dios, a los criminales y a los promotores o cómplices de la corrupción.

La conexión entre justicia y misericordia

El documento se detiene a explicar la relación entre justicia y misericordia (que corre paralela a la relación entre verdad y caridad y es manifestación visible de esa relación). “No son –indica Francisco– dos momentos contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor” (n. 20).

La justicia, observa, ha sido interpretada con frecuencia de una manera estrecha, como mero cumplimiento de la ley. “Para superar la perspectiva legalista, sería necesario recordar que en la Sagrada Escritura la justicia es concebida esencialmente como un abandonarse confiado en la voluntad de Dios” (Ib.). Contra la mentalidad legalista de los fariseos, “Jesús subraya el gran don de la misericordia divina que busca a los pecadores para ofrecerles el perdón y la salvación” (Ib.) y reclama ante todo la atención a las necesidades que tocan la dignidad de las personas. 

También San Pablo, en palabras de Francisco, enseña que “el juicio de Dios no lo constituye la observancia o no de la ley, sino la fe en Jesucristo, que con su muerte y resurrección trae la salvación junto con la misericordia que justifica. La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón (cf. Sal 51,11-16)” (Ib.). En suma, “Dios no rechaza la justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior donde se experimenta el amor que está en la base de una verdadera justicia. (…) Esta justicia de Dios es la misericordia concedida a todos como gracia en razón de la muerte y resurrección de Jesucristo. La Cruz de Cristo, entonces, es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre el mundo, porque nos ofrece la certeza del amor y de la vida nueva” (n. 21).

Tiempo de crecer en misericordia

Concluye deseando que el Jubileo sea una ocasión de encuentro con el judaísmo, el Islam y otras nobles tradiciones religiosas. Y, tras evocar la figura de santa Faustina Kowalska –apóstol de la misericordia–, se confía en María, Madre de la Misericordia y Arca de la Alianza entre Dios y los hombres.

Como decíamos al principio, con este documento se abre, ante el Jubileo de la misericordia, un periodo preparatorio de oración y estudio, diálogo y acción, bajo el impulso del Obispo de Roma. Debe ser un periodo de crecimiento auténticamente espiritual y evangelizador para cada cristiano, y para la Iglesia en sus instituciones y agrupaciones.

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