La multitud estaba asombrada de su enseñanza


El Papa Francisco y su imán con la gente

¿Por qué seduce a tanta gente y produce rechazo en la minoría "selecta" al mismo tiempo?
El enigma del Papa Francisco
"Le está pasando algo que se parece mucho a lo que le pasó a Jesús"
José María Castillo, 24 de junio de 2015 a las 17:27
La acogida entusiasta de las masas populares y el rechazo de los grupos selectos del templo y el poder, en el fondo, se parecen más de lo que imaginamos. En última instancia, el Evangelio está presente ahora mismo

(José María Castillo).- En vísperas del día de San Pedro, viene bien, es conveniente y hasta necesario pensar despacio lo que está ocurriendo con el pontificado del papa Francisco. Este papa es un enigma. Porque es un hombre que produce atracción y rechazo al mismo tiempo. Atrae y seduce a la inmensa mayoría de la población mundial, sobre todo a las gentes populares. Pero, al mismo tiempo, es motivo de rechazo (a veces patente, a veces camuflado) que curiosamente se produce en aquellos grupos humanos que jamás rechazaron a un papa, hombres de Iglesia y gentes importantes de la economía y la política. Que yo sepa o yo recuerde, esto nunca se vio, tal como ahora lo estamos viendo y viviendo. ¿Qué está pasando con este papa y qué estamos viendo en él? Lo más claro, lo más evidente, es que el papa Bergoglio es un hombre popular. Habla como habla la mayoría de la gente. Y su comportamiento es sencillo y popular. Lo que resulta chocante, puesto que, como bien sabemos, no estábamos acostumbrados a ver un papa hacer y decir las cosas que hace y dice este papa. Esto es evidente y, con todos los matices y precisiones que haya que ponerle a este asunto, la cosa es así.

Pero ocurre que el papa Bergoglio, además de un hombre popular, es también un hombre inquietante. Produce, a veces, intranquilidad, malestar, incluso rechazo y, en no pocos casos, causa decepción. Pero no en todo el mundo, sino en los grupos que ya he in dicado. O sea, entre los importantes de este mundo, especialmente sin son grupos de gente integrista.

Como es lógico, el balance global es positivo. Muy positivo. Y esperanzador. Por la sencilla razón de que los sectores populares, que se sienten identificados con este papa, abarcan un volumen de población inmensamente mayor que cuanto pueden alcanzar los grupos clericales y las gentes de la burguesía integrista que se ponen nerviosos con no pocas cosas que ven y oyen en este sorprendente obispo de Roma.

No pretendo analizar el pensamiento teológico o político de Jorge Mario Bergoglio. Me parece más importante, ahora mismo, indicar brevemente el enigma humano que representa este hombre. ¿Por qué seduce a tanta gente y produce rechazo en algunos (una minoría "selecta") al mismo tiempo?

Decir que el papa es un hombre popular es tanto como afirmar que en Francisco encuentran acogida y respuesta las gentes que, sobre todo, se sienten necesitadas por motivos de salud, dinero, edad, inseguridad, soledad o abandono. En definitiva,gentes que se ven privadas de derechos que los grupos más selectos disfrutan y en los que se sienten seguros. Por el contrario, es lógico que el papa resulte inquietante para quienes, por su estilo de vida, su posición social y sus apetencias, sienten deseos de poder y seguridad en los privilegios que les pueden garantizar el futuro que anhelan mantener o conquistar. Un ideal de futuro que puede ser apetecido por puro egoísmo; o bien porque es visto como lo mejor para las generaciones venideras.

No es ninguna casualidad que, si todo esto se piensa despacio, pronto se da uno cuenta de que, en el fondo, se advierte un sorprendente parecido entre lo que ahora ocurre con Francisco y lo que, hace dos mil años, sucedió con la vida y las enseñanzas de Jesús según relatan los evangelios. Lo de ahora y lo de entonces coinciden en un curioso paralelismo: a Francisco le está pasando algo que se parece mucho a lo que le pasó a Jesús.

La acogida entusiasta de las masas populares y el rechazo de los grupos selectos del templo y el poder, en el fondo, se parecen más de lo que imaginamos. En última instancia, el Evangelio está presente ahora mismo, como en tiempo de Jesús estaba ya presente y operante la distancia y el conflicto - con todas las variantes que imponen el tiempo y la cultura - que ha existido y sigue existiendo entre las gentes del pueblo y los grupos selectos que, entonces y ahora, fueron y siguen siendo los señores de la tierra.

Evangelio según San Mateo 7,21-29. 


Jesús dijo a sus discípulos: "No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 
Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'. Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

Filomeno de Mabboug (¿-c. 523), obispo de Siria Homilía 1, 4-8

“Despierta tú que duermes” (Ef 5,14)

“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. “(Mt 7,24) Según nos dice nuestro Maestro, debemos no sólo escuchar la palabra de Dios, sino conformar nuestra vida a ella... Escuchar la ley es cosa buena porque nos incita obrar la virtud. Hacemos bien en leer y meditar las Escrituras porque así nos purifica el fondo de nuestra alma de los pensamientos malos.

Pero leer, escuchar y meditar asiduamente la palabra de Dios sin ponerla en práctica es una falta que el Espíritu de Dios ha condenado por adelantado...Incluso ha prohibido al que está en estas disposiciones tomar los libros santos en sus manos. Dios declara al impío: “¿Por qué recitas mis preceptos, y tienes siempre en tu boca mi alianza, tú que detestas la instrucción y no tienes en cuenta mis palabras?” (Sal 49,16-17)...Aquel que lee asiduamente las Escrituras sin ponerlas en práctica encuentra su acusación en su lectura; merece una condena tanto más grave cuanto que desprecia y desdeña cada día lo que oye y lee diariamente. Es como un muerto, un cadáver sin alma. Miles de trompetas y coros ya pueden sonar a los oídos de un muerto, no los sentirá. Así mismo, el alma que está muerta por el pecado, el corazón que ha perdido la memoria de Dios, no oye el sonido ni los gritos de las palabras divinas y la trompeta de la palabra espiritual no le llega; esta alma está sumida en el sueño de la muerte...

Es pues necesario que el discípulo de Dios guarde firmemente en su corazón la memoria de su Maestro, Jesucristo, que piense en él día y noche.

San Juan

Cuando el grano de oro la espiga está llena
hacia la tierra baja el frente.
El hombre también, más si se rellene,
Jesús, del oro de su tipo,
se su mano quien recoge la espiga,
y en su pecho, como dulce amiga,
de su amor va a hacer el sueño.

Jacint Verdaguer, Rosario de Todo el año

San Guillermo Vercelli

Nació en Vercelli, Italia, en 1085. Procedía de un familia piamontesa de noble ascendencia. No pudo gozar de sus padres porque le dejaron huérfano tempranamente; entonces se hicieron cargo de él unos familiares. La vida austera con su sacrificio le llamaba invitándole a emprender esa vía cuánto antes. Tanto le urgía que, siendo un adolescente, con un rasgo de madurez inusual a esa edad, renunció a la herencia que le correspondía y se dispuso a peregrinar a Compostela; como tantos romeros quería postrarse ante la tumba del apóstol Santiago. Llegar a España en esa época era toda una hazaña, como él constató. Sin embargo, debieron parecerle una minucia las dificultades ya que, a las inclemencias meteorológicas y penalidades del camino, añadió un instrumento de penitencia que ciñó a su cuello para mortificarse: dos aros de hierro forjados por un hábil herrero con un resorte que le permitía desprenderse de ellos cuando lo deseaba. Más de un lustro tardó en llegar a su destino. Un periodo que le permitió profundizar en el amor de Dios manteniendo su presencia constante en su mente, y compartir las delicias de la unión con Él con las numerosas personas que halló al paso. Progresaba en su vida ascética y con ella iba incrementándose su devoción y piedad, una simbiosis coronada por la oración que tenía su expresión en el más completo abandono. Los pies desnudos, pan y agua por todo alimento, o, como mucho, alguna verdura aliñada exclusivamente con vinagre, y el mínimo descanso efectuado al aire libre; esto era todo lo que se permitía. Y fue fortaleciéndose, viendo cómo se acrecentaba vertiginosamente el anhelo de darse a sí mismo por amor a Dios.

Tras un periodo de tiempo impreciso de permanencia en España, regresó a Italia. Entonces se propuso emprender nueva peregrinación para llegar a Tierra Santa. De camino recorrió diversos lugares de Italia. Solía detenerse en los templos de las ciudades compartiendo la devoción de los habitantes por los santos venerados en ellos. En Taranto sufrió un grave percance; fue atacado por unos ladrones. El hecho, que juzgó providencial, le hizo comprender que tal vez su destino era otro. Mientras se reponía del asalto tuvo ocasión de dilucidarlo. Acudió a san Juan de Matera, que había fundado en Taranto una congregación regida por la regla benedictina, y le hizo partícipe de su inquietud. Juan convino con él en la pertinencia de ese episodio que parecía esconder un signo de la voluntad divina. En unos días Guillermo determinó renunciar al viaje y permanecer en Italia. La decisión fue corroborada con una visión en la que se le hizo ver que sería artífice de una nueva congregación dedicada a la Virgen. Despejada toda duda, buscó el lugar más conveniente para dedicarse a la meditación adoptando el espíritu del yermo.

Después de haber convivido junto a san Juan de Matera, cruzó Basilicata y llegó a Irpinia. Atrás dejaba una bien ganada fama que le persiguió por algún que otro prodigio realizado en Monteserico y en el Sasso Barisano, cerca de Matera. Huía de aclamaciones populares; sería uno de los signos que iban a acompañarle. Donde llegaba, con su virtud atraía a las multitudes. Eso le sucedió en el monte Partenio, aunque lo eligió buscando la soledad, refugiándose en una de sus cimas a efecto de recluirse en oración y penitencia. Los años de permanencia en el lugar no le permitieron lograr plenamente su propósito. Era una época floreciente para la vida eremítica, y no tardaron en unirse a él nuevos aspirantes que integraron la primera comunidad. A ésta se debe la construcción de la iglesia dedicada a la Virgen, cuyas obras culminaron en 1124; a partir de entonces, el monte comenzó a denominase Montevergine. Este hombre austero, célebre también por su forma de comparecer en público –chocante para una mayoría– aherrojado con cadenas y grilletes como un presidiario, tenía como modelo a Cristo Redentor; pensaba en los atroces suplicios que padeció por el género humano. Como no le asustaban las penitencias del grado que fueran, la regla que dio a sus discípulos para que la siguieran en su día a día, impregnada por este sentimiento, y fundamentada en la de san Benito, no contentó a todos. Y eso que había proporcionado a los suyos pautas claras, sencillas, inspiradas en el Evangelio, como las siguientes: «Soy del parecer, hermanos, que trabajando con nuestras manos nos ganemos la comida y el vestido para nosotros y para los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos».

Guillermo perseguía el sosiego requerido para dialogar con Dios. Cuatro años más tarde, abandonó Partenio y se dirigió a Goleto. Allí creó un monasterio para mujeres, atendidas espiritualmente por varones. Fue otra estación de paso. A partir de ahí, emprendió una constante peregrinación por Irpinia, Sannio, Lucania, Apulia, donde, junto a Juan de Matera, fundó Monte Laceno, y Sicilia. En todas los lugares quedaba marcada la huella de sus muchas virtudes. Los monasterios que erigía tenían la misma regla. Una vez que estaban en marcha los dejaba bajo custodia de un prior, y se encaminaba a realizar nueva fundación; ese fue siempre su criterio. El rey normando Rogelio II de Nápoles, que logró unificar Sicilia, Calabria y Apulia, le tuvo en gran estima; lo nombró consejero. En todo momento gozó de su protección y generosa ayuda para sus fundaciones, y Guillermo se hizo cargo de otras que el monarca puso bajo su amparo. Murió con fama de santidad en Goleto el 25 de junio de 1142. Su culto fue aprobado por la Santa Sede en 1728 y lo difundió a la Iglesia en 1785. En 1807 sus restos fueron trasladados a Montevergine. Pío XII lo declaró patrono de Irpinia en 1942.

La presencia del mal

El mal parece levantar mil banderas de victoria, pero son banderas efímeras y engañosas 


El padre abad estaba agotado. Acababa de terminar unas misiones populares: horas y horas de visitas a los hogares de la gente, de confesiones, de misas, de conferencias, de oración.
Pocas veces había tocado tan de cerca el pecado y el mal. Familias rotas, esposos infieles.

Adolescentes y jóvenes “quemados” por el trío que forman droga, alcohol y sexo. Ancianos abandonados y tristes, dolidos por la ausencia de los hijos y por el avance imparable de enfermedades destructoras. Pobres sumergidos en su miseria. Mujeres humilladas y maltratadas por esposos prepotentes.


Al acostarse, el peso del cansancio selló sus ojos. Luego, en lo más profundo de la noche, empezó a soñar.


Veía a un diablo veterano, lleno de odio y vanidad, acercarse a un crucifijo. El diablo llegaba ufano, como quien ha logrado grandes victorias, como quien se siente satisfecho por su obra.

Empezó a hablar con arrogancia:


“Nazareno: sigues clavado en una cruz. Tu derrota es cada vez más evidente. ¿No te rindes ante un mundo que te da las espaldas? ¿No sientes el dolor por tu sangre derramada inútilmente?


La victoria entre los hombres está en mis manos. Mira cómo tengo embobados a millones de adolescentes y jóvenes.Observa de qué manera inician a vivir borrachos de placeres y obsesionados por músicas estrambóticas.



Acogen cadenas de caprichos mientras sueñan con ser libres. Como si no supieran que el placer obsesiona, que sus rebeldías los esclavizan, que su presunta autonomía no es más que un sometimiento a las pasiones más bajas de la soberbia y la lujuria.



Observa a los adultos, que ya no quieren ni se atreven a educar a sus hijos. ¿Cómo pueden los padres pedir a sus hijos rectitud, pureza, altruismo, si ellos mismos ya no creen en los valores del espíritu? ¿Cómo van a enseñarles que el dinero no es todo si están obsesionados por los números de las cuentas bancarias? ¿Cómo van a mostrar la belleza del amor si llevan, en sus conciencias, el drama de egoísmos atroces, de uno o varios abortos, de trampas en la empresa, de mentiras y calumnias despiadadas, de infidelidades, de divorcios?



Observa a los que piensan que son “tuyos”, a los consagrados. Poco a poco han caído en mis manos. Cientos de sacerdotes, de religiosos y de religiosas, están más preocupados en la programación neurolingüística, el eneagrama, el Reiki, la meditación transcendental o el budismo zen que en el Evangelio. Han dejado atrás las páginas de la Biblia para leer las obras de Marx, Freud, Nietzsche, Kafka, Buda o Gandhi. Han abandonado los hábitos para vestir como el mundo, para vivir como el mundo, para buscar caminos de maduración y autorrealización lejos de la cruz y lejos del amor que Tú, Galileo, quisiste sembrar entre los hombres. Están más preocupados por su “estabilidad psicológica” que por transmitir tu mensaje de misericordia a los hombres. Viven encerrados en mundos pequeños donde la envidia, la crítica o la desesperanza son el alimento cotidiano de sus espíritus empobrecidos.



Observa a los políticos y a los intelectuales. No hacen más que promover mi programa: libertad para el aborto, libertad para el sexo, libertad para la diversión, libertad para la droga, libertad para la eutanasia. Imponen poco a poco, hasta los últimos rincones del planeta, la cultura de la tristeza y de la muerte, donde el aborto sea algo trivial e “higiénicamente correcto”, donde el suicidio y la eutanasia se disparan hasta llegar a ser el paso absurdo de quienes se olvidan de Ti y vienen a ponerse entre mis garras diabólicas...

”

El Crucificado guardaba silencio. Un sudor denso, sangriento, caía por su Cuerpo flagelado. Pero en sus ojos había un fulgor extraño, una confianza intensa, una señal de esperanza. El diablo estaba inquieto: no podía resistir ante esos ojos del Nazareno, no comprendía por qué Jesús no reconocía una derrota que parecía irremediable, no aceptaba que pudiera surgir algo nuevo y noble entre los hombres.



El padre abad despertó. Sentía en su alma una extraña mezcla de pena y de sosiego. Había palpado, durante las misiones, la presencia del mal en tantos bautizados. Pero también recordaba a aquel borracho que había prometido dejar el vicio. A aquella esposa que perdonaba y amaba a su marido traicionero. A aquel enfermo que sonreía cada vez que miraba al Crucificado que estaba junto a su lecho de dolores y esperanzas.



Es cierto: el mal parece levantar mil banderas de victoria. Pero son banderas efímeras y engañosas. Mientras, en silencio, la Sangre de Cristo entra en corazones heridos, lava penas profundas, perdona pecados y enciende amores.



La última palabra de la historia será la del perdón y la alegría: la Cruz vence, la tumba queda vacía, la paz y la esperanza guían los pasos de las almas que se hacen sencillas como pequeñuelos. Mientras, Cristo el Nazareno nos susurra con cariño: “No estoy muerto: vivo para ti, corazón humano, corazón herido, corazón inquieto, corazón muy amado por mi Padre que también es Padre tuyo...”


¿De qué nos habla el Papa en su nueva encíclica?

Una sencilla síntesis para conocer y comprender la «Laudato si'», una encíclica de carácter social


La segunda encíclica del Papa Francisco tiene como título “Laudato si'“, en recuerdo del Cántico de las creaturas de san Francisco de Asís. Trata sobre el cuidado de nuestra “casa común”, en medio de los graves problemas ambientales del tiempo presente. Está dirigida a todos los hombres, no sólo a los creyentes (n. 3).

En la introducción el Papa Francisco indica el tema y expone cómo los últimos papas han hablado sobre temas ambientales, especialmente ante la degradación de la naturaleza que muchos no alcanzar de comprender en toda su gravedad y urgencia (nn. 3-6).

¿Y qué pretende el Papa con este texto? Ante el “desafío urgente de proteger nuestra casa común” muestra “la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”. Todo ello se enmarca en una confianza sincera en Dios y en el esfuerzo del hombre: “El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” (n. 13).

El documento papal está dividido en 6 capítulos, que son presentados de modo sintético en el número 15. De ese número entresaco varios textos que aparecen entre comillas como resumen para cada capítulo:

El capítulo primero se titula “Lo que le está pasando a nuestra casa”, y ofrece “un breve recorrido por distintos aspectos de la actual crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual como se indica a continuación”.

El capítulo segundo, “El Evangelio de la creación”, tiene en cuenta lo dicho en el capítulo anterior y presenta “algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente”.

El capítulo tercero, titulado “Raíz humana de la crisis ecológica”, tiene como fin “llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas”.

El capítulo cuarto, con el sugestivo título “Una ecología integral”, elabora una propuesta ecológica “que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea”.

En el capítulo quinto, “Algunas líneas de orientación y acción”, el Papa expresa su deseo de “avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional”.

El capítulo sexto y último, “Educación y espiritualidad ecológica”, propone “algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana”.La encíclica “sobre el cuidado de la casa común” termina con dos oraciones, una que pueda servir a quienes creen en Dios, y otra para los que compartimos la misma fe cristiana.

Tenemos ante nosotros un documento amplio, que es parte del magisterio social de la Iglesia (n. 15). Es, de un modo particular, una invitación a pensar en temas importantes no sólo para quienes caminamos sobre un mismo suelo y bajo un mismo cielo, sino también para quienes nacerán en el futuro que Dios ofrezca a la humanidad, en la espera de la llegada del cielo nuevo y la tierra nueva (cf. Ap 21,1) que el Padre ha preparado para los redimidos por la Sangre del Cordero.

El Papa en Sta. Marta: es necesario hablar, actuar y escuchar
 

Fecha: 25 de Junio de 2015

La gente sabe cuando un pastor tiene esa coherencia que le da autoridad. Así lo ha asegurado el Santo Padre esta mañana en la homilía de Santa Marta, en la que ha reflexionado sobre la distinción entre verdaderos predicadores del Evangelio y los “pseudoprofetas”.

Tal y como ha recordado Francisco, el pueblo siguió a Jesús porque Él enseñaba con autoridad y no como los escribas. Durante su homilía ha reflexionado sobre el Evangelio del día asegurando que la gente percibe cuando "un sacerdote, un obispo, un catequista, un cristiano tiene esa coherencia que les da la autoridad”. Asimismo, ha indicado que Jesús “advierte a sus discípulos” sobre los “falsos profetas”. Igualmente ha explicado cómo discernir “dónde están los verdaderos profetas y dónde están los ‘pseudoprofetas’”, “dónde están los verdaderos predicadores del Evangelio y dónde los que predican un Evangelio que no es Evangelio”.

Francisco ha hablado de tres palabras claves para entender esto: hablar, actuar y escuchar.  Además, ha recordado las palabras de Jesús: “no todos los que me dicen ‘Señor, Señor’, entrarán en el Reino de los Cielo”.

Y lo ha precisado así: “estos hablan, hacen, pero les falta otra actitud, que es precisamente la base, que es precisamente el fundamento del hablar, del actuar: les falta escuchar. Por eso Jesús continúa: ‘Quien escucha mis palabras y las pone en práctica”. El binomio hablar-actuar no es suficiente… nos engaña, tantas veces nos engaña, ha advertido.

Y Jesús cambia y dice: “el binomio es el otro, escuchar y actuar, poner en práctica: ‘quien escucha mis palabras y las pone en práctica será como el hombre sabio que construye su casa sobre la roca”.

Sin embargo, el Santo Padre ha subrayado también que “quien escucha las palabras pero no las hace suyas, las deja pasar, no escucha seriamente y no las pone en práctica, será como el que edifica su casa sobre arena”.

Al respecto ha precisado que “cuando Jesús advierte a la gente sobre los ‘pseudoprofetas’ dice: ‘por sus frutos les conoceréis’. Y de aquí, su actitud: muchas palabras, hablan, hacen prodigios, hacen cosas grandes pero no tienen el corazón abierto para escuchar la Palabra de Dios, tienen miedo de la Palabra de Dios y estos son ‘pseudocristianos’, los ‘pseudopastores’. Es verdad, hacen cosas buenas, es verdad, pero les falta la roca”.

Por esta razón, el Papa ha advertido que sin esta roca “no pueden profetizar, no pueden construir: fingen porque al final todo cae”.

Y así, Francisco ha insistido en que “uno que habla y actúa, solamente, no es un verdadero profeta, no es un verdadero cristiano, al final caerá todo: no está sobre la roca del amor de Dios, no es seguro como la roca”. Y ha añadido: “uno que sabe escuchar y desde la escucha, actúa, con la fuerza de la palabra de otro, no de la propia, ese permanece seguro. A pesar de que sea una persona humilde, que no parece importante, pero ¡cuántos de estos grandes hay en la Iglesia! ¡Cuántos obispos grandes, cuántos sacerdotes grandes, cuántos fieles grandes que saben escuchar y desde la escucha actúan!"

Para finalizar la homilía, el Pontífice ha puesto como ejemplo a la madre Teresa de Calcuta que “no hablaba, y en el silencio ha sabido escuchar” y “ha hecho tanto”. No ha caído --ha observado-- ni ella ni su obra.

De este modo ha concluido recordando que “los grandes saben escuchar y desde la escucha, actúan, porque su confianza y su fuerza está sobre la roca del amor de Jesucristo”. La debilidad --ha finalizado el Papa-- de Jesús que de fuerte se ha hecho débil para hacernos fuertes a nosotros, nos acompañe en esta celebración y nos enseñe a escuchar y a hacer desde la escucha no desde nuestras palabras”.

¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?

Porque he sido creado a tu imagen. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo mismo. 


Hoy Señor, no estás oculto tras la puerta del Sagrario, no, estás expuesto en el Altar en una hermosa Custodia. Ahí te ha puesto el sacerdote para que nuestros ojos te vean y te adoremos.
El alma se arrodilla ante ti, ¡Oh, Señor de la Historia, Rey de reyes, Dios de misericordia!



Y llega la pregunta: - “¿Qué tanto conozco yo a este Cristo, a este Jesús, que está oculto en esa Sagrada Hostia? ¿Eres para mí algo lejano, algo distante, eres alguien a quien tengo que tratar de usted? O, ¿eres mi amigo y tengo contigo una relación cordial y amorosa? ¿Eres algo así como mi padre, mi madre, mi hermano, mi mejor amigo? ¿Qué respuesta puedo darte, Señor?



Solo sé que te amo. Porque he sido creada a tu imagen. A imagen de Dios. Y siendo imagen tuya, sé que cuando llegue la hora de presentarme ante Ti, me abrazarás y me pondrás a tu lado. Pero para ser reflejo de Ti, tengo que dejar de ser yo misma y empezar a juzgar a los demás como juzgas tú, como amas tu a todo los seres, como haces tú con esta enfermedad, con esta soledad, con esta ancianidad, con esta juventud, con este matrimonio, con estos hijos, con estos nietos, con este trabajo duro y cansado, o con esta falta de él. Y como haces tú con mi miedo, con mi angustia. Y sentir como tú sientes, para perdonar o para pedir perdón.



¿Qué tanto me parezco a ti, Señor?


Tú lo hiciste todo por amor. Esa es tu gran enseñanza, esa es tu gran verdad. Pero los actos de amor no son siempre para ratos bonitos, a veces es algo que duele, que cuesta, porque no está en las palabras sino en los actos y a veces esos actos son de sacrificio, de renuncia, de aceptación, de tolerancia, de entrega: eso es amor.

¿Y cómo lograremos todo esto? ORANDO. Orar es tener un trato personal con Dios. No solo rezar cuando hay dificultades. Y tampoco la oración se concreta, como ahora, que estoy en la Capilla y Tú estás expuesto para ser adorado y que brote ante Ti, una oración. No, todo nuestro día puede convertirse en oración, en rezo, si te involucro en todo mi diario vivir, los buenos ratos, los malos, los alegres, los tristes… el día completo, con sus horas y minutos, el descanso de la noche y el amanecer del nuevo día… todo eso es orar.



Unido a esa forma de vivir puedo poco a poco irme pareciendo a Ti, Señor. Tu ayuda y apoyo será mi mayor fuerza para dar testimonio de QUE A TU IMAGEN NOS CREASTE, SEÑOR.

PAXTV.ORG