Ve, y que suceda como has creído
- 27 Junio 2015
- 27 Junio 2015
- 27 Junio 2015
El Papa, con el escultismo femenino
Jesús tiende la mano al excluido, porque incluye
Francisco recibe al escultismo femenino: "Vivir como guía la alegría del Evangelio"
"Anunciar a los otros que encontrar a Jesús nos hace felices; que encontrar a Jesús nos libera"
Redacción, 26 de junio de 2015 a las 16:15
(RV).- Hacer resonar el anuncio explícito de Cristo, que dona alegría y luz al mundo; diálogo sincero y respetuoso entre culturas y religiones; educación ecológica; valorar el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, en un mundo en que se difunden ideologías sobre familia y matrimonio, contrarias a la naturaleza y al designio de Dios, y ante explotaciones y maltratos. Son algunas de las intensas exhortaciones del Papa Francisco a la Conferencia Internacional del escultismo femenino.
«La educación es, en efecto, el medio imprescindible para consentir a las chicas que lleguen a ser mujeres activas y responsables, que vivan en su día a día - con legítimo orgullo y felicidad - su fe en Cristo. De este modo ellas participarán en la construcción de un mundo impregnado por el Evangelio».
«Vivir como guía la alegría del Evangelio». El Obispo de Roma expresó su aprecio por el tema elegido para este encuentro:
«Es un magnífico programa: anunciar a los otros, con el testimonio de nuestra vida, que encontrar a Jesús nos hace felices; que encontrar a Jesús nos libera y nos sana; que encontrar a Jesús nos abre a los demás y nos impulsa a anunciarlo, en particular a los más pobres, a los que están más lejos, más solos y abandonados».
Tras invitar a atesorar esta herencia preciosa, el Papa destacó asimismo el anuncio explícito de Cristo y el diálogo intercultural e interreligioso:
«En calidad de responsables católicas, ustedes tienen también la oportunidad de hacer resonar el anuncio explícito de Cristo, que dona alegría y luz al mundo, en la Asociación Mundial de Guías y Escultismo, donde encuentran a guías jefe de toda cultura y religión. Deseo que sea ocasión de diálogo sincero y verdadero, en el respeto de las convicciones de cada uno y en la afirmación serena de su fe y de su identidad católica».
Recordando que en su Encíclica Laudato si' señala que la educación a la ecología es esencial para transformar las mentalidades y costumbres, para superar los inquietantes desafíos, que se presentan a la humanidad, en lo que respecta al ambiente, el Santo Padre expresó su anhelo de que las guías perseveren en su actitud pedagógica en el contacto con la naturaleza, percibiendo la presencia y bondad del Creador:
«Esta actitud contemplativa las llevará a vivir en armonía consigo mismas, con los demás y con Dios. Es un nuevo estilo de vida, más conforme al Evangelio, que luego podrán transmitir en los ambientes en que viven».
El Papa Francisco reiteró, una vez más, la importancia de que la mujer sea valorizada adecuadamente y pueda asumir plenamente el lugar que le corresponde en la Iglesia y en la sociedad:
«Estamos en un mundo en el que se difunden las ideologías más contrarias a la naturaleza y al designio de Dios sobre la familia y el matrimonio. Se trata, por lo tanto, de educar a las chicas, no sólo a la belleza y a la grandeza de su vocación de mujeres, en una relación justa y diferenciada entre hombre y mujer, sino también a asumir responsabilidades importantes en la Iglesia y en la sociedad. En algunos países, donde la mujer está aún en posición de inferioridad, e incluso es explotada y maltratada, ustedes están llamadas ciertamente a desarrollar un papel destacado de promoción y educación».
El Obispo de Roma culminó su denso discurso invocando el amparo de la Madre de Dios:
«La Virgen María es el modelo de la mujer, según el Evangelio y según el corazón de Dios, del que tienen necesidad la Iglesia y nuestras sociedades. Que Ella sea para ustedes manantial de aliento y de inspiración. Las encomiendo a todas a su intercesión y las bendigo de corazón»
Misa en Santa Marta
"Los cristianos deben acercarse y tender la mano a aquellos a los que la sociedad tiende a excluir, como hizo Jesús con los marginados de su tiempo. Y esto hace de la Iglesia una verdadera "comunidad". Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
El bien no se hace desde lejos
Jesús fue el primero que se "ensució las manos acercándose" a los excluidos de su tiempo. Se "ensució las manos" tocando a los leprosos, por ejemplo, curándolos. Y enseñando así a la Iglesia "que no se puede hacer comunidad sin cercanía". El Papa Francisco centró su homilía en el protagonista del breve pasaje del Evangelio del día: un enfermo de lepra que se postra ante Jesús y se anima a decirle: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Y Jesús lo toca y lo cura.
Jesús tiende la mano al excluido
El milagro - observó el Papa - se produce ante los ojos de los doctores de la ley para los cuales, en cambio, el leproso era un "impuro". Y afirmó que "la lepra era una condena de por vida" y que "curar a un leproso era tan difícil como resucitar a un muerto", razón por la cual eran marginados. Jesús, en cambio, tiende la mano al excluido y demuestra el valor fundamental de una palabra, "cercanía":
"No se puede hacer comunidad sin cercanía. No se puede hacer la paz sin cercanía. No se puede hacer el bien sin acercarse. Jesús podía decirle: ‘¡Que te cures!'. No: se acercó y lo tocó. ¡Es más! En el momento en que Jesús tocó al impuro se volvió impuro. Y éste es el misterio de Jesús: tomar sobré si nuestras suciedades, nuestras cosas impuras. Pablo lo dice bien: ‘Siendo igual a Dios, no estimó un bien irrenunciable esta divinidad; se rebajó a sí mismo'. Y después Pablo va más allá: ‘Se hizo pecado'. Jesús se hizo pecado. Jesús se ha excluido, ha tomado sobre sí la impuridad para acercarse a nosotros".
Jesús incluye
El pasaje del Evangelio contiene también la invitación que Jesús hace al leproso curado: "No se lo digas a nadie; ve, en cambio, a mostrarte al sacerdote y presenta la oferta establecida por Moisés como testimonio para ellos". El Papa subrayó que para Jesús, además de la proximidad, en esto es fundamental la inclusión:
"Tantas veces pienso que sea, no digo imposible, pero muy difícil hacer el bien sin ensuciarse las manos. Y Jesús se ensució. Cercanía. Y además va más allá. Le dijo: ‘Ve a lo de los sacerdotes y haz lo que se debe hacer cuando un leproso es curado'. A aquel que estaba excluido de la vida social, Jesús lo incluye: incluye en la Iglesia, incluye en la sociedad... ‘Vete para que todas las cosas sean como deben ser'. Jesús no margina jamás a nadie. Se margina a sí mismo para incluir a los marginados, para incluirnos a nosotros, pecadores, marginados, con su vida".
Cercanía quiere decir tender la mano
El Papa puso de relieve el estupor que Jesús suscita con sus afirmaciones y con sus gestos. "Cuánta gente - comentó el Santo Padre - siguió a Jesús en aquel momento" y "sigue a Jesús en la historia porque se siente maravillada al oírle hablar":
"Cuánta gente mira desde lejos y no entiende, no le interesa... Cuánta gente mira desde lejos pero con corazón malo, para poner a prueba a Jesús, para criticarlo, para condenarlo... Y cuánta gente mira desde lejos porque no tiene el coraje que ha tenido éste, ¡pero tiene tantas ganas de acercarse! Y en ese caso, Jesús ha tendido la mano, primero, pero en su ser, ha tendido la mano a todos, haciéndose uno de nosotros, como nosotros: pecador como nosotros pero sin pecado, pero sucio con nuestros pecados. Y ésta es la cercanía cristiana". Es una "bella palabra la de la cercanía", concluyó Francisco. E invitó a hacer un examen de conciencia: "¿Yo sé acercarme?". ¿"Tengo ánimo, tengo fuerza, tengo coraje de tocar a los marginados?". Una pregunta - dijo - que también tiene que ver con "la Iglesia, las parroquias, las comunidades, los consagrados, los obispos, los sacerdotes, todos".
Evangelio según San Mateo 8,5-17.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos". En cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Basilio de Seleucia (¿-c. 468), obispo. Homilía 19 sobre el centurión, PG 85, 235s
«Muchos vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán... en el Reino de los cielos»
En el Evangelio he visto al Señor hacer muchos milagros y, asegurado por ellos, consolido mi voz temerosa. He visto al centurión echarse a los pies del Señor; he visto a las naciones mandar a Cristo sus primeros frutos. Todavía la cruz no ha sido levantada y ya los paganos se apresuran a ir hacia el maestro. Todavía no se ha oído: «Id, enseñad a todas las naciones» (Mt 28,19) y ya las naciones acuden apresuradamente. Empiezan su camino antes de sentir la llamada, arden en deseo del Señor. A penas se ha dejado oír la predicación y ya se apresuran hacia el que predica. Todavía es enseñado Pedro... y ya se reúnen entorno de aquel que les enseña, todavía no ha resplandecido, bajo el estandarte de Cristo, la luz de Pablo y ya las naciones vienen a adorar al rey con incienso (Mt 2,11).
Y he aquí que ahora un centurión le ruega diciéndole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Y ya tenemos un nuevo milagro: el criado cuyos miembros están paralizados, conduce a su amo al Señor; la enfermedad del esclavo da la salud a su propietario. Buscando la salud de su criado, es conquistado por Cristo.
Sínodo de la Familia
Borrador del Sínodo, un texto de 146 párrafos farragosos, "más de lo mismo"
Juan Masiá: "Parió la montaña, nació un ratoncillo"
26 de junio de 2015 a las 19:36
Cardinal Baldisseri ha de condescender con el lenguaje "eclesiástico neo-con"
Esto es lo que desde hace años ya se hace al acompañar pastoralmente a las personas para resolver el problema
(Juan Masiá sj).- A quienes estudiaron el Bachillerato de Humanidades clásicas les suena en latín la rima lapidaria: Parturiunt montes, nascetur ridiculus mus: Están de parto los montes, dan a luz un ridículo ratoncillo (De arte poetica,139). Pongamos la frase horaciana como título al borrador (Instrumentum laboris) del próximo Sínodo de los obispos (Octubre, 2015)
El documento de trabajo publicado el pasado 23 de Junio recoge (supuestamente) laspropuestas de la iglesia universal sobre el Documento Final del Sínode de 2014, convertido por deseo del Papa Francisco en material de debate (Lineamenta) para el próximo Sínodo de 2015.
Pero al Instrumentum laboris recién publicado le cuadra la cita horaciana sobre el parto de los montes (cordillera larguísima, un texto de 146 párrafos farragosos,"más de lo mismo").
Parto difícil para el Cardinal Baldisseri, abierto y de buena voluntad, que ha de condescender con el lenguaje "eclesiástico neo-con" para pagar el precio por unos mínimos del cambio esperado.
Un ejemplo: al tratar la integración en la comunidad de los divorciados vueltos a casar civilmente (párrafos 120ss.), insinúa tímidamente repensar "las formas de exclusión actualmente practicadas en el campo litúrgico-pastoral, educativo y caritativo"(121); pero añade, con estilo ambiguo de curia: "Manteniéndose firme lo propuesto por la exhortación Familiaris consortio en su número 84". Es decir, que no cambia nada.
En el párrafo 123 se atreve a flexibilizar un poco esa exhortación Juan Pablina, proponiendo "un camino penitencial acompañado por un presbítero designado para ello, que conduzca a la persona interesada a un juicio honesto sobre su propia condición, de tal modo que el presbítero pueda madurar una evaluación con el fin de poder hacer uso de la potestad de ligar y desatar de modo apropiado a la situación".
Esto es lo que desde hace años ya se hace al acompañar pastoralmente a las personas para resolver el problema, ya sea en el foro de la conciencia o en el marco de la conversación en el consultorio o en el sacramento de la reconciliación, sin necesidad de sentirse atados por ningún derecho canónico, trámite episcopal o documento pontificio. Como reza el clásico adagio teológico: Sacramenta propter homines!
Pero, como si se asustase el redactor por la mínima apertura que acaba de conceder, añade en el párrafo siguiente la cita de dos documentos (La Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la comunión de los divorciados, 1994; y la Declaración del Consejo Pontificio para los textos legislativos, de 2000); en ellos “se profundiza la reflexión acerca de la situación objetiva de pecado e imputabilidad moral”.
Pues estamos en las mismas... En los próximos meses, de cara al Sínodo, dedicaremos el tema del blog a comentar y anotar este Instrumentum laboris, a la vez que rezamos por la salud del hermano Francisco con la plegaria tradicional: “Oremus pro Pontifice nostro Francisco. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in manus inimicorum eius.”
Señor, no soy digno de que entres en mi casa
Mateo, 8, 5-17. Tiempo Ordinario. Él está siempre esperándonos y basta una sola palabra suya y seremos curados.
Oración introductoria
Señor, creo en Ti, creo que caminas conmigo y me acompañas. Hoy me presento ante Ti para que bendigas mi oración y me santifiques con tu amistad. No soy digno de tanto amor, pero tu amor me da la posibilidad de acercarme a Ti, ¡muchas gracias!
Petición
Padre santo, te pido perdón por todas las veces que no creo, no espero y no amo como Tú lo mereces de mí.
Meditación del Papa Francisco
Cuando somos nosotros solos los que encontramos al Señor, somos nosotros –digámoslo, entre comillas – los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él quien entra en nosotros, es Él el que vuelve a hacer todo de nuevo, porque esta es la venida, lo que significa cuando viene Cristo: volver a hacer todo de nuevo, rehacer el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y, sobre todo, ¡para dejar que Él nos encuentre!
Pero se necesita un corazón abierto ¡para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiere decirme, ¡que no es siempre aquello que yo quiero que me diga! Él es Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno a la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es un amor concreto! De persona a persona: el Señor persona me mira a mí persona. Dejarse encontrar por el Señor es precisamente esto: ¡dejarse amar por el Señor! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de diciembre de 2013, en Santa Marta).
Reflexión
El mensaje de este pasaje es un mensaje de esperanza. Sí, a nosotros que nos podemos sentir muchas veces cansados, sin ganas de seguir luchando, enfermos, afligidos o solos, se nos recuerda que Él tomó sobre sí nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades.
Cristo es el médico de todos los dolores, que con sólo decir una palabra nos salva, pero el ser curados depende mucho del modo en que nos acercamos a Cristo. Y aquí es maravilloso el ejemplo que nos da el centurión. Como nosotros, se encuentra ante un problema, ante una necesidad y acude a Cristo. Se acerca con fe y confianza, como un niño se acerca a su padre. Se acerca con humildad, con la humildad del siervo que se sabe indigno. Pero ante todo se acerca con amor, amor a Dios y amor a los hombres que le hacen olvidarse de sí mismo. Pide por los demás.
Probemos a poner estos elementos cuando nos acerquemos a Jesús. Él está siempre esperándonos y basta una sola palabra y seremos curados.
Propósito
Haré una visita al Santísimo Sacramento para pedirle a Jesús que aumente mi fe y pueda, así, servir mejor a mis hermanos.
Diálogo con Cristo
Dame, Señor, la fe y la humildad del centurión. Esa humildad que nace de la fe y que da la confianza, la seguridad, de ver en todos los sucesos de la vida tu mano providente y amorosa. Dame la gracia de entregarme completamente sin reservarme nada, porque únicamente así me haré digno de tanto amor.
María cumple la misión que Dios le da
Pedirle a María que nos de la fuerza para saber responder a Dios cada día.
Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. María es el ejemplo más noble de una creatura que recibe una misión de Dios y la lleva a término de modo acabado y perfecto.
Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S. Agustín- si no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó marcado, de modo singular, en la historia el plan de Dios, el misterio escondido desde todos los siglos. Ella, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo para ser santa en el amor. Pero María tiene una misión muy particular y única: La de hacer posible la presencia del Verbo entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre del Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.
Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni tampoco quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos define, por tanto, en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios. “El mundo y el hombre -nos dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34- atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin”. Hemos sido elegidos en Cristo y “destinados de antemano según el designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef 1,11). Esta es la elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como tenemos que llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma muy patente: Dios envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes, a una doncella llamada María. Dios sabe el cuando de cada una de nuestras vidas y de un modo u otro nos descubre la forma de llevar adelante nuestra vocación: Amarle en esta vida y gozar de El eternamente en el cielo.
Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de Dios para cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En ella nos jugamos el destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión de poco más o menos. Es la cuestión fundamental de la vida. “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad, si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con atención el plan que el Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia, confiando en la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices”.
Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día con mayor autenticidad y responsabilidad.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Advocación Mariana, 27 de junio
Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití
El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.
Historia
En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.
Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordó un navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.
Cae la pintura en manos de una familia
Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen.
Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura.
La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.
La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.
Accede la viuda a entregar la pintura
Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.
La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia.
Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.
En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.
Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.
Hallazgo de un sacerdote Redentorista
Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su sede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.
Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.
Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.
Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.
El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.
Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora.
Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.
A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.
La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios .
A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.
Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.
Patrona de Haití
Teniendo esta advocación mariana como patrona de su congregación, los Padres Redentoristas la llevaron a sus misiones en Haití. Allí se le edificó un santuario en Béle-Aire, cerca de Puerto Príncipe.
En 1883 una terrible epidemia de viruela azotaba el país. Los devotos acudieron a la Virgen del Perpetuo Socorro y le hicieron una novena. La epidemia cesó milagrosamente y se decidió nombrarla patrona del país. En 1993 se celebró con gran regocijo el centenario del milagro y del nombramiento de la Virgen como patrona.
El Papa Juan Pablo II visitó Haití para esta celebración y puso al país bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.
Los Haitianos también tienen gran devoción a la Virgen de la Asunción.
Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro
(conocida en el Oriente bizantino como el icono de la Madre de Dios de la Pasión)
Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.
Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.
Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.
Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion (velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.
Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.
En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.