«Niña, levántate»
- 28 Junio 2015
- 28 Junio 2015
- 28 Junio 2015
No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.
Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?
Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces solo son víctimas.
Personas buenas que se sienten indignas de acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca la paz?
Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.
La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.
Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan:
«Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
José Antonio Pagola. 28 de junio 2015. 13 Tiempo Ordinario – B. (Marcos 5,21-43)
XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- EL DIOS DE LA VIDA
(Sb 1, 13-15; 2, 23-24; Sal 29; 2 Co 8, 7. 9. 13-15; Mc 5, 21-43)
Es día de entonar el cántico de las criaturas, de bendecir al Señor por las obras de la Creación, de sumarnos a tantos que han cantado las alabanzas, al contemplar la obra magnífica del Creador: “Dios todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser” (Sb 1, 13-14). Es momento de reconocer la obra de Dios, de reivindicar la autoría de todo lo que existe, de dar a Dios lo que es de Dios, y al hombre lo que es del hombre. ¿Cómo caer en la pretensión de creernos autónomos, independientes, sin principio, como si no hubiera Autor de todo lo creado?
A poco que uno tenga experiencia de sí mismo, ¡cuántas veces tiene que reconocer como el salmista: “Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa” (Sal 29).
Si por voluntad divina aconteció la existencia de todo por su acción creadora, y como dice el texto, por envidia del Diablo entró la muerte en el mundo. En la plenitud del tiempo, se manifestó de nuevo el poder del Señor. “Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza (2 Co 8, 9). Gracias a la Redención la creación entera y en ella la humanidad, recuperan el destino por el que todo fue hecho, para gloria de Dios. Un ejemplo concreto que nos muestra que nuestro Dios es el Dios de la vida, y desea que el hombre viva, como dice San Ireneo, nos lo presenta el pasaje evangélico que se proclama este domingo, con un doble signo de Jesús, la curación de la mujer que aun teniendo la edad fértil no podía concebir, por sus hemorragias; y la devolución de la vida a la hija del sinagogo de Cafarnaúm, justo en la edad en la que empezaba a ser mujer.
Dice Jesús: “«La niña no está muerta está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años”. (Mc 5,42) No es indiferente el detalle que señala el Evangelio, al referirse a dos mujeres. En ellas germina la vida, y son la entrañas de todo ser nacido de mujer.
El evangelista escoge dos acontecimientos, referidos ambos a las que pueden concebir la vida, pero que por enfermedad o por muerte son incapaces de dar a luz. Cantemos al Dios de la vida, bendigamos a Jesucristo, a quien dio su vida por rescatarnos de la muerte, seamos colaboradores del Creador, respetando a las criaturas, y defendamos a todo ser viviente, de manera especial a los más débiles, como son los niños y los ancianos.
Decimotercero domingo - Sv 1,13-15; 2,23-24; 2 Co 8,7-9; Mc 5,21-43
Dos situaciones
Dos situaciones límites resueltas por Jesús. Pero el evangelio no nos quiere decir que Jesús tiene grandes poderes para hacer milagros. Lo que quiere decir el Evangelio es que Jesús tiene un gran corazón y una gran misión. La situación de aquella mujer era una situación de marginación y rechazo, tanto social como religiosa, debida a su enfermedad.
Era oficialmente "impura" y, por tanto, condenada a vivir en la marginación.
La situación de aquellos padres era de total desconsuelo, como no podía ser de otra manera en la situación de su hija cuando a los doce años, empezaba a ser alguien en su vida social.
El poder de la fe
Pero, en ambos casos, la curación se da por la fe en Jesús. En el caso de la mujer: "Aunque le toque sólo la ropa, ya me pondré buena" Y Jesús lo subraya diciéndole: "Hija, tu fe te ha salvado!". En el caso del jefe de la sinagoga: "Venid a imponerle las manos, para que se ponga bien!" Y Jesús le dice "Ten fe y no temas!". Ambas situaciones dan lugar a la expresión de la fe en Jesús, de la fe en su corazón bondadoso y compasivo. Él hará lo que sea para liberarlos de las dos angustiosas situaciones.
¿Cuál es el proyecto de Dios?
Y en las dos situaciones Jesús muestra, más allá de su acción curativa, cuál es su misión, cuál es su proyecto, cuál es el Reino que Él viene a instaurar. Jesús viene a liberar de la marginación quienes la sociedad rechaza, y viene a deshacer las falsas normas de las impurezas religiosas. Todos los hombres y mujeres, estemos a la situación que estemos, tenemos la misma dignidad. Es lo que hemos escuchado de San Pablo, pidiendo la solidaridad a los Corintios, "mirando que haya igualdad". Jesús viene a anunciar ya instaurar un proyecto de vida, de vida ya aquí, desde los inicios hasta su término. Esta vida ya es el anticipo de una vida nueva y llena para siempre, porque, como nos ha dicho el libro de la Sabiduría Dios creó al hombre "a imagen de su existencia eterna".
¿Nosotros?
Nosotros es necesario que tomemos conciencia de esta imagen a la que hemos sido hechos, y que vivamos al modo de quien más y mejor nos ha mostrado la imagen de Dios, su propio Hijo encarnado en Jesús de Nazaret. ¿Cuáles son nuestras actitudes frente a los que, aunque no oficialmente, pero, de hecho, viven, por la razón que sea, marginados de nuestra sociedad acomodada? ¿Cuál es nuestra solidaridad con los que sufren situaciones límites en estos momentos de crisis? ¿Cuál es nuestra actitud ante una cierta banalización, promovida o consentida en determinadas instancias de nuestra sociedad, de la vida humana en sus momentos iniciales, en su proceso o en los momentos terminales? ¿Nos sentimos llamados a ser colaboradores de la misión de Jesús?
La participación en la Eucaristía de Jesús nos debe mover.
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Cardenal José Ratzinger [Benedicto XVI, papa 2005-2013] El Dios de Jesucristo
«Tú no puedes abandonar mi vida en el reino de los muertos» (Sl 16,10). Esta palabra de la Escritura se cumple en Jesús en la medida en que él resucita al tercer día, antes de cualquier descomposición. La nueva forma de morir Jesús, conduce al sepulcro, pero no a la corrupción. Es la muerte de la muerte.... Esta victoria sobre el poder de la muerte, precisamente allí donde parece irrevocable, es un punto capital del testimonio bíblico... : el poder de Dios, que respeta a su creación, no está ligado a la muerte de esta.
Ciertamente, la muerte es la forma fundamental del mundo tal cual está actualmente. Pero la victoria sobre la muerte, su supresión real y no tan sólo en el pensamiento, es una aspiración y una búsqueda del hombre, hoy igual que lo ha sido siempre. La resurrección de Jesús nos dice que, efectivamente, esta victoria es posible, que, en su principio la muerte no formaba parte y de manera irreversible, de la estructura de lo creado, de la materia... Nos dice, además, que la victoria sobre las fronteras de la muerte no es posible alcanzarla a través de métodos clínicos perfeccionados. No existe más que por el poder creador de la Palabra de Dios, y del Amor. Tan sólo estos poderes son lo suficientemente fuertes como para cambiar la estructura de la materia de manera tan radical que las barreras de la muerte puedan llegar a ser superables… La fe en la resurrección es una profesión de fe en la existencia real de Dios y una profesión de fe en su creación, al «sí» incondicional que caracteriza la relación de Dios con la creación y la materia... Eso es lo que nos da autoridad para poder cantar el aleluya pascual en medio de un mundo sobre el cual planea la sombra amenazante de la muerte.
San Ireneo de Lyon
San Ireneo de Lyon, obispo
Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía.
Las obras literarias de san Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 135, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba san Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de san Policarpo, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con san Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos.
San Gregorio de Tours afirma que fue san Policarpo quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación. Desde tiempos muy remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó san Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, san Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión, se puso en evidencia el año de 177, cuando se le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al papa san Eleuterio, por conducto de Ireneo, «la más piadosa y ortodoxa de las cartas», con una apelación al Pontífice «en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia», para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia.
Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, es decir, a Ireneo, como a un sacerdote «animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo» y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre (efectivamente, «ireneo» significa «pacífico»). El cumplimiento de aquel encargo, que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio de san Potino y sus compañeros y ni siquiera lo presenció. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante san Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que, además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los santos Ferrucio y Ferreolo, a Besançon. Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre.
La propagación del gnosticismo en las Galias y el daño que causaba en las filas del cristianismo, inspiraron en el obispo Ireneo el anhelo de exponer los errores de esa doctrina para combatirla. Comenzó por estudiar sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, san Ireneo era «un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber», como nos dice Tertuliano, y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos y hasta con cierto gusto. Una vez empapado en las ideas del adversario, se puso a escribir un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió, en la parte donde trata el punto doctrinal de los gnósticos de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente y sin participación alguna en las actividades del Pleroma (el mundo espiritual invisible). Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz «reductio ad absurdum», procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que Él creó, en los siguientes términos: «El Padre está por encima de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y Él mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es Él esa agua viva que el Señor da a los que creen en Él y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas».
Ireneo se preocupa más por convertir que por confundir y, por lo tanto, escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién «iniciados» en el gnosticismo, dice: «Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo, que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel». Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y, de hecho, había tomado la determinación de «desenmascarar a la zorra», como él mismo lo dice, Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, de entonces en adelante, dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católicas.
Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el papa Víctor III los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto, no había impedido que el papa Aniceto y san Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.
Se desconoce la fecha de la muerte de san Ireneo, aunque por regla general, se establece hacia el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado, pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular. Los restos mortales de san Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de san Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el Oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la iglesia de Occidente.
El tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina y, en fechas posteriores, se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio. A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana. No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre san Ireneo, pero hay, en cambio, abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas.
En 1904 se despertó enorme interés general, a raíz del descubrimiento de la versión armenia de un escrito sobre el cual sólo se conocía el título hasta entonces: Prueba de la Predicación Apostólica. Se trata, sobre todo de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito, no se obtienen informaciones nuevas en relación con el espíritu y los pensamientos del autor. Sobre la teología de Ireneo puede consultarse con provecho la Patrología de Quasten (Tomo I). Entre las catequesis de los miércoles que SS Benedicto XVI dedicó a los Padres de la Iglesia, la del 28 de marzo del 2007 está referida a la figura y el pensamiento de Ireneo de Lyon.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos
Señor, tú que quisiste que el obispo san Ireneo hiciera triunfar la verdadera doctrina y lograra afianzar la paz de tu Iglesia, haz que nosotros, renovados, por su intercesión, en la fe y en la caridad, nos esforcemos siempre en fomentar la unidad y la concordia entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
El Papa saluda a los fieles en el Angelus
El Papa invita a los fieles a "ser difusores de esperanza y de vida entre nuestros hermanos"
"Jesús nos dice: 'Tú eres mi hijo, mi hija, tú estás curado, yo perdono todo, yo curo a todos y a todo'"
"Quien cree en Cristo debe reconocerse porque hace experimentar a todos el amor de Dios que libera y salva"
Jesús Bastante, 28 de junio de 2015 a las 12:27
La resurrección de Cristo actúa en la historia como principio de renovación y de esperanza. Quien se sienta desesperado si se confía a su amor, puede recomenzar a vivir. Cambiar de vida es un modo de resucitar, de resurgir
(Jesús Bastante).- Miles de personas, bajo un sol asfixiante, volvieron a dar la razón al Papa Francisco cuando se empeña en cuadrar su agenda para que, mientras sea posible, pueda celebrar todos los Angelus dominicales en la plaza de San Pedro. Ciclistas, ecologistas, jóvenes, scouts, niños de Chernobil, bolivianos (a quienes el Papa saludó en castellano con un "la semana que viene estaré en su patria")... Todos escucharon su comentario al Evangelio, que Bergoglio resumió en una frase: "Jesús nos puede curar, nos puede despertar de la muerte".
"Jesús es el Señor, tiene poder sobre el mal y sobre la muerte, y quiere llevarnos a la casa del Padre, en donde reina la vida", afirmó. "No temas, basta que tengas fe", le dijo Jesús a los padres de la niña muerta. "Esto da mucho ánimo, y Jesús también nos lo dice a nosotros", señaló Francisco, pues "se ve elpoder absoluto de Jesús sobre la muerte, que para él es un sueño del que nos puede despertar".
"Jesús ha vencido a la muerte y tiene poder sobre la muerte física", añadió el Papa, quien recordó también la curación de la hemorroísa, una mujer que, por su enfermedad, "tenía que evitar cualquier contacto humano" y "estaba condenada a una muerte civil". Y, sin embargo, se metió entre la multitud y tocó la túnica de Cristo.
"Quien cree, toca a Jesús y le saca la gracia que salva. La fe es esto: tocar a Jesús y tomar de él la gracia que salva. Porque salva. Nos salva de muchos problemas", añadió Bergoglio. "Cada vez que Jesús se acerca a nosotros, sentimos que nos dice: 'Tú eres mi hijo, mi hija, tú estás curado, yo perdono todo, yo curo a todos y a todo'".
"¿Creemos que Jesús nos puede curar y nos puede despertar de la muerte?", preguntó Francisco, quien subrayó que "todo el Evangelio está escrito en la luz de esta fe", en la de Jesucristo que ha resucitado y vencido la muerte, y por cuya victoria "también nosotros resucitaremos", subrayó el Papa, quien recordó cómo "la fe en los tiempos de los primeros cristianos era segura", mientras que ahora puede "apañarse y hacerse incierta" hasta el punto de que "algunos confundan la resurrección con la reencarnación".
"La resurrección de Cristo actúa en la historia como principio de renovación y de esperanza. Quien se sienta desesperado si se confía a su amor, puede recomenzar a vivir. Cambiar de vida es un modo de resucitar, de resurgir", concluyó el Papa, recordando que "la fe es una fuerza de vida, da plenitud a nuestra humanidad. Quien cree en Cristo debe reconocerse porque promueve la vida en cada situación, para hacer experimentar a todos, especialmente a los más débiles, el amor de Dios que vive y que salva"
"Quien cree en Cristo, debe reconocerse" incidió Francisco, "porque promueve la vida en toda situación, para hacer experimentar a todos, especialmente a los más débiles el amor de Dios que libera y salva" e invitó a pedirle al Señor por intercesión de la Virgen María, "el don de una fe fuerte y valerosa, que nos empuje a ser difusores de esperanza y de vida entre nuestros hermanos".
El Papa en el ángelus: ¿creo que Jesús me puede sanar"
Fecha: 28 de Junio de 2015
A las 12 de este mañana, el santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy presenta la historia de la resurrección de una niña de doce años, hija de uno de los jefes de la sinagoga, el cual se postra a los pies de Jesús y le suplica: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva” (Mc 5,23). En esta oración escuchamos la preocupación de todo padre por la vida y por el bien de sus hijos. Pero escuchamos también la gran fe que ese hombre tiene en Jesús. Y cuando llega la noticia de que la niña está muerta, Jesús le dice: “No temas; basta que tengas fe” (v.36). Da aliento esta palabra de Jesús, y también nos lo dice a nosotros muchas veces. ‘No temas, basta que tengas fe’. Al entrar en la casa, el Señor echa a la gente que llora y grita y se dirige a la niña muerta diciendo: “Niña, yo te digo: ¡álzate!” (v.41). Y en seguida la niña se alzó y se puso a caminar. Aquí se ve el poder absoluto de Jesús sobre la muerte que para Él es como un sueño del cual poder despertarse. Jesús ha vencido a la muerte, también tiene poder sobre la muerte física.
Dentro de esta historia, el Evangelista introduce otro episodio: la sanación de una mujer que desde hace doce años sufría pérdidas de sangre. A causa de esta enfermedad que, según la cultura del tiempo la hacía “impura”, ella debía evitar todo contacto humano: pobrecilla, estaba condenada a una muerte civil. Esta mujer anónima, en medio de la multitud que sigue a Jesús, se dice a sí misma: “Si logro tan solo tocarle sus vestidos, seré salvada” (v.28). Y así fue: la necesidad de ser liberada la empuja a osar y la fe “arranca”, por así decir, al Señor la sanación. Quien cree “toca” a Jesús y espera de Él la Gracia que salva. La fe es esto, tocar a Jesús y esperar de él la Gracia que salva, nos salva, nos salva la vida espiritual, nos salva de tantos problemas. Jesús se da cuenta y, en medio de la gente, busca el rostro de esa mujer. Ella se adelanta temblando y Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado” (v.34). Es la voz del Padre celeste que habla en Jesús: “¡Hija, no eres maldita, no eres excluida, eres mi hija!” Cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando nosotros vamos a Él con fe. Escuchamos esto del Padre: ‘hijo, tú eres mi hijo, tú eres mi hija, eres salvado, eres salvada. Yo perdono a todos, todo, yo sano a todos y todo’. Estos dos episodios --una sanación y una resurrección-- tienen un único centro: la fe. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos: ¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte? Todo el Evangelio está escrito a la luz de esta fe: Jesús ha resucitado, ha vencido a la muerte y por su victoria también nosotros resucitaremos. Esta fe, que para los primeros cristianos era segura, puede nublarse y hacerse incierta, hasta el punto que algunos confunden resurrección con reencarnación.
La Palabra de Dios de este domingo nos invita a vivir en la certeza de la resurrección: Jesús es el Señor, tiene poder sobre el mal y sobre la muerte, y quiere llevarnos a la casa del Padre, donde reina la vida. Y allí nos encontraremos todos, todos los que estamos aquí en la plaza hoy, nos encontraremos en la Casa del Padre, en la vida que Jesús nos dará. La Resurrección de Cristo actúa en la historia como principio de renovación y de esperanza. Quien está desesperado y cansado hasta la muerte, si se encomienda a Jesús y a su amor puede recomenzar a vivir. La fe es una fuerza de vida, da plenitud a nuestra humanidad; y quien cree en Cristo se debe reconocer porque promueve la vida en cada situación, para hacer experimentar a todos, especialmente a los más débiles, el amor de Dios que libera y salva. Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, el don de una fe fuerte y valiente, que nos empuja a ser difusores de esperanza y de vida entre nuestros hermanos. Al finalizar el ángelus, el Santo Padre ha añadido: Queridos hermanos y hermanas, os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. Saludo en particular a los participantes de la marcha “Una tierra, una familia humana”. Animo la colaboración entre personas y asociaciones de diferentes religiones para la promoción de una ecología integral. Doy las gracias a FOCSIV, Our Voices y los otras organizaciones y deseo buen trabajo a los jóvenes de las distintas localidades que en estos días debaten sobre el cuidado de la casa común. Veo muchas banderas bolivianas. Saludo cordialmente al grupo de bolivianos residentes en Italia, que han traído hasta aquí algunas de las imágenes de la Virgen más representativas de su país. La Virgen de Urkupiña, la Virgen de Copacabana y tantas otras. La semana que viene estaré en vuestra patria. Que nuestra Madre del cielo los proteja. Un saludo también para el grupo de jóvenes de Ibiza que se preparan para recibir la Confirmación. Se lo ruego, recen por mí.Saludo a las Guías, es decir a las mujeres-scout. Son muy buenas estas mujeres, muy buenas, y hacen mucho bien. Son las mujeres-scout que pertenecen a la Conferencia Internacional Católica y las renuevo mi aliento. Merci beaucoup. Saludo a los fieles de Novoli, la coral polifónica de Augusta, los chicos de algunas parroquias de la diócesis de Padua que han recibido la confirmación, los “Abuelos de Sydney”, asociaciones de ancianos emigrantes en Australia aquí reunidos con sus nietos, los niños de Chernobyl y las familias de Este y de Ospedaletto que les acogen; los ciclistas y motociclistas procedentes de Cardito y los amantes de coches antiguos.
Os deseo a todos un feliz domingo y un buen almuerzo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!
No temas, solamente ten fe
Marcos 5, 21-43. Domingo XIII Tiempo Ordinario. Jesús solo necesita tu fe para poder sanarte, resucitarte.
Oración introductoria
¡Qué infinito es tu poder y tu misericordia! Jesús, tú que te apiadas de todos, te pido que me permitas en esta oración contemplar tu Sagrado Corazón. Quiero enamorarme más de Ti para ser un propagador de tu amor entre todos los hombres.
Petición
Jesús, ayúdame a corresponder a tu amor y misericordia.
Meditación del Papa Francisco
Jesús se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él. En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo había muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”, lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: “Contigo hablo, niña, levántate”. Y esta se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: “Niña, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Por tanto, levántate por mí: el hecho de haber sido curada no depende de tus virtudes” […]
Para nosotros estos dos relatos de curación son una invitación a superar una visión puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos muchas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona.» (S.S. Benedicto XVI, Ángelus del 1 de julio de 2012).
Reflexión
La fe de una persona puede mover hasta el corazón del mismo Dios. Ésta es una condición que todo cristiano debe tener bien afirmada.
Recuerdo que un santo, antes de su conversión estaba buscando la fe. No la encontraba por ningún lado. Le pidió a un perito, a un doctor en teología, a varios cardenales, pero no lograba encontrarla. Un día, pasando por una iglesia se le ocurrió entrar para ver cómo era. Entró justo en el momento de la homilía, mientras el sacerdote que celebraba estaba diciendo: "¡Dios mío!" Esta expresión cambió toda su vida. Vio que la fe no es algo que un doctor en teología pueda dar, sino un don de Dios.
Propósito. Pedir la fe todos los días, para mover el corazón de Jesús, que espera de nosotros que le pidamos lo que más necesitamos. Si se lo pedimos con fe, entonces Él con más gusto nos la dará.
Diálogo con Cristo
Jesús, mi corazón, y el de mis hermanos, está siempre sediento de tu amor. Ayúdame a buscarte siempre en la Eucaristía.