«¿Quién es éste?»

Francisco, durante el Angelus

"María, Pedro y Pablo: son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios"
El Papa invita a los fieles a rezar por su próximo viaje a América Latina
Invitó a rezar para que se refuerce entre nosotros el camino de la unidad

Jesús Bastante, 29 de junio de 2015 a las 15:27

Roma siente especial afecto y reconocimiento por estos hombres de Dios, que vinieron de una tierra lejana a anunciar, a costa de su vida, aquel Evangelio de Cristo al que se había dedicado totalmente

Decenas de miles de personas en el Angelus

(J. B./RV).- "Del 5 al 13 me voy a Ecuador, Bolivia y Paraguay. Os pido que me acompañéis con la oración a este lugar tan querido para mí. Quiero expresar a los fieles de estos países mi alegría por estar en su casa". En el Angelus especial por la festividad de los santos Pedro y Pablo, Francisco anunció su inminente viaje a América Latina, el segundo de su pontificado.

Sobre la solemnidad de hoy, el Papa recordó que si bien se trata de una fiesta de la Iglesia universal, en la Ciudad Eterna se la vive con especial alegría, en reconocimiento al testimonio sellado con la sangre de estas dos columnas que vinieron desde lejos para anunciar el Evangelio a costa de su vida.

Tras recordar que la gloriosa herencia de estos dos Apóstoles es motivo de orgullo espiritual para Roma, Francisco afirmó que también es una llamada a vivir las virtudes cristianas, de modo particular la fe y la caridad. Y añadió que María - a la que se la invoca de modo especial como Salus Populi Romani - junto con Pedro y Pablo, son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios. Son - dijo - nuestras guías en el camino de la fe y de la santidad.

El Obispo de Roma recordó asimismo que durante la celebración Eucarística de la mañana en la Basílica de San Pedro, bendijo los Palios de los Arzobispos Metropolitanos nombrados en el último año. Por esta razón renovó sus saludos y felicitaciones a todos ellos, con sus familiares y cuantos los acompañaron, manifestando su deseo de que el Palio, además de acrecentar los lazos de comunión con la Sede de Pedro, sea un aliciente para un servicio cada vez más generoso a las personas encomendadas a su celo pastoral.

Además, Francisco destacó que durante la liturgia tuvo el gusto de saludar a los Miembros de la Delegación que viajó a Roma en nombre del Patriarca Ecuménico Bartolomé I, que cada año participa en esta fiesta de los santos Pedro y Pablo. Y afirmó que su presencia es signo de los vínculos fraternos existentes entre nuestras Iglesias, por lo que invitó a rezar para que se refuerce entre nosotros el camino de la unidad.

Antes de invocar a la Madre de Dios, el Papa Bergoglio dijo la oración en este día es sobre todo por la ciudad de Roma, por su bienestar espiritual y material, para que la gracia divina sostenga a todo el pueblo romano, a fin de que viva en plenitud la fe cristiana, que testimoniaron con intrépido ardor los santos Pedro y Pablo.

Y en sus saludos a los numerosos fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa felicitó a los artistas que realizaron un hermoso adorno floral, al igual que a quienes organizaron un tradicional espectáculo pirotécnico que tendrá lugar esta noche en Castel Sant'Angelo, cuya recaudación sostendrá una iniciativa caritativa en Tierra Santa y en los países de Oriente Medio.

La consagración 

Etimológicamente la consagración es la parte de la misa católica en que el sacerdote pronuncia las palabras de la institución de la eucaristía por las que el pan y el vino se identifican con el cuerpo y la sangre de Cristo.

Este acto sagrado, si se piensa fríamente, es algo que se escapa de nuestro entendimiento. Quizás en este punto, entre otros, es donde tendríamos que hacernos como niños, que muchas veces no entienden lo que sucede pero guardan un profundo respeto por lo que están viviendo. Nos observan de reojo para ver cuál es nuestra actitud y después ellos, como buenos imitadores, reproducen nuestra actitud. Es un misterio, y así es como lo perciben ellos.

La parte de la consagración es la parte más importante de la eucaristía donde mostramos este respeto por algo sagrado, bien estando de pie o arrodillándonos.

En esta parte vemos la importancia de los signos corporales, aquellos con los que se quedan los niños y que hay que ir explicándoles en pequeñas dosis, sobre todo a aquellos que aún no han hecho la comunión. Ellos ven un trozo de pan o galletita (como nosotros) pero no ven la parte más misteriosa y eso es lo que hay que explicarles previamente. Hacerles ver que el momento de la consagración, ese pan y ese vino pasan a ser el cuerpo y la sangre de Jesús. El que murió y resucitó por nosotros, y así lo decimos con el “Maranatha” que en su traducción “Ven, señor Jesús” oramos convencidos de esta venida del padre

Evangelio según San Mateo 8,23-27. 

Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!". El les respondió: "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?". Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?". 

San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia 
Catequesis bautismales, nº 10

«¿Quién es éste?»

Si alguno quiere honorar a Dios, que se prosterne ante su Hijo. Sin esta condición, el Padre no acepta ser adorado. Desde lo más alto del cielo el Padre ha pronunciado estas palabras para ser escuchadas: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto». El Padre encuentra todo su gozo en el Hijo; si tú no encuentras también en él todo tu gozo, no tendrás vida... Después de haber reconocido que hay un solo Dios, reconoce también que hay un Hijo único de Dios; cree en «un sólo Señor Jesucristo» (Credo). Decimos «un sólo» porque sólo El es Hijo, aunque tenga diversos nombres...

«Se le llama Cristo» [es decir, el Ungido], un Cristo que no ha recibido su unción de manos humanas sino que ha sido ungido desde toda la eternidad por el Padre para ejercer, en favor de los hombres, su sacerdocio supremo... Se le llama «Hijo del hombre», no porque su origen sea terreno, como cada uno de nosotros, sino porque ha de venir sobre las nubes a juzgar a vivos y muertos. Se le llama «Señor», no abusivamente como los señores humanos, sino porque su señorío le pertenece por naturaleza desde toda la eternidad. Muy a propósito se le llama «Jesús» [es decir «el Señor salva»], porque salva curando. Se le llama «Hijo», no porque haya sido elevado a este título por una adopción, sino porque ha sido engendrado según su naturaleza.

Hay todavía muchas otras formas de llamar a nuestro Salvador... Según el interés de cada uno, Cristo se muestra bajo diversos aspectos. Para los que necesitan gozo, se hace «vid»; para los que han de entrar, es «la puerta»; para los que quieren orarle, es entonces «Gran Sacerdote» y «Mediador». Para los pecadores, se hace «cordero» para ser inmolado por ellos. Se hace «todo a todos» conservando lo que es por naturaleza.

(Referencias bíblicas: Mt 3,7; Mt, i,17; Mt 24,30; Dn 7,13; Mt 24,30; Lc 2,11; Mt 1,21; Mt 3,17; Jn 15,1; Jn 10,7; Hb 7,26; 1Tm 2,5; Hch 8,32; 1C 9,22)

Santos Mártires de Roma

La celebración de hoy, introducida por el nuevo calendario romano  universal, se refiere a los protomártires de la Iglesia de  Roma, víctimas de la persecución de Nerón después del incendio  de Roma, que tuvo lugar el 19 de julio del  año 64. 

¿Por qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos  lo dice Cornelio Tácito en el libro XV de los  Annales: “Como corrían voces que el incendio de Roma había  sido doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas excepcionales,  a los que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba  cristianos”.

En tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad  hebrea, vivía la pequeña y pacífica de los cristianos. De  ellos, poco conocidos, circulaban voces calumniosas.

Sobre ellos descargó Nerón,  condenándolos a terribles suplicios, las acusaciones que se le habían  hecho a él. Por lo demás, las ideas que profesaban  los cristianos eran un abierto desafío a los dioses paganos  celosos y vengativos... “Los paganos—recordará más tarde Tertuliano— atribuyen a  los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas  del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por  el contrario el Nilo no se desborda ni inunda los  campos, si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es  toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y  por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”.

Nerón  tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda hostilidad del  pueblo romano, más bien tolerante en materia religiosa, respecto de  los cristianos: la ferocidad con la que castigó a los  presuntos incendiarios no se justifica ni siquiera por el supremo  interés del imperio. 

Episodios horrendos como el de las antorchas  humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo en los jardines  de la colina Oppio, o como aquel de mujeres y niños vestidos con pieles de animales y dejados  a merced de las bestias feroces en el circo, fueron  tales que suscitaron un sentido de compasión y de horror  en el mismo pueblo romano.

“Entonces —sigue diciendo Tácito—se manifestó  un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente merecedora de  los más ejemplares castigos, porque se veía que eran eliminados  no por el bien público, sino para satisfacer la crueldad  de un individuo”, Nerón.

La persecución no terminó en aquel  fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año  67.

Entre los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de  los apóstoles, crucificado en el circo neroniano, en donde hoy  está la Basílica de San Pedro, y el apóstol de  los gentiles, san Pablo, decapitado en las “Acque Galvie” y  enterrado en la vía Ostiense. Después de la fiesta de  los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar la memoria  de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar  especial en la liturgia.

Himno

Testigos de la sangre
Con sangre rubricada,
Frutos de amor cortados
Al golpe de la espada.
Testigos del amor
En sumisión callada;
Canto y cielo en los labios
Al golpe de la espada.
Testigos del dolor
De vida enamorada;
Diario placer de muerte
Al golpe de la espada.
Testigos del cansancio
De una vida inmolada
Al golpe de Evangelio
Y al golpe de la espada.
Demos gracias al Padre
Por la sangre sagrada;
Pidamos ser sus mártires,
Y a cada madrugada
Poder mirar la vida
Al golpe de la espada.  Amén

Señor, tú que fecundaste con la sangre de numerosos mártires los primeros gérmenes de la Iglesia de Roma, haz que el testimonio que ellos dieron con tanta valentía en el combate fortalezca nuestra fe, para que también nosotros lleguemos a obtener el gozo de la victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Francisco y Benedicto

Ratzinger ya está en Castel Gandolfo
Francisco visita a Benedicto
El Papa emérito pasará allí las vacaciones

Redacción, 30 de junio de 2015 a las 12:18

Está previsto que allí tenga algunas apariciones públicas como la que servirá para recibir un doctorado honoris causa de la Pontificia Universidad Juan Pablo II

El Papa Francisco ha visitado esta martes al Papa emérito Benedicto XVI en el convento Mater Ecclesiae, para saludarle y desearle felices vacaciones. Según ha informado el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, el Papa emérito se ha trasladado esta mañana hasta Castel Gandolfo, la residencia estival de los pontífices, donde pasará las próximas dos semanas. Está previsto que allí tenga algunas apariciones públicas como la que servirá para recibir un doctorado honoris causa de la Pontificia Universidad Juan Pablo II.

El pasado lunes 29 de junio se cumplieron 64 años desde que Joseph Ratzinger fuera ordenado sacerdote junto su hermano Georg, por el entonces Arzobispo de Munich y Freising, Cardenal Faulhaber.

¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!

Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.

Reflexiones del Evangelio. 13a. Semana del Tiempo Ordinario

Oración introductoria

Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición
Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación del Papa Francisco
La situación que se da sobre el barco es el miedo. Cuando hay una gran agitación en el mar, el barco se cubría por las olas. ‘¡Sálvanos, Señor, que estamos perdidos!’, dicen. ¡El miedo! Incluso aquella es una tentación del diablo: tener miedo de avanzar en el camino del Señor.

Hay una tentación que dice que es mejor quedarse aquí, donde estoy seguro. Pero esto es el Egipto de la esclavitud. Tengo miedo de seguir adelante, tengo miedo de ir hacia donde me llevará el Señor. El temor, sin embargo, no es un buen consejero. Jesús muchas veces, ha dicho: ¡No tengan miedo! El miedo no nos ayuda.

Cuando Jesús trae la calma al agitado mar, los discípulos en la barca se llenaron de temor. Siempre, ante el pecado, delante de la nostalgia, ante el temor, debemos volver al Señor. Mirar al Señor, contemplar al Señor. Esto nos da estupor por un nuevo encuentro con el Señor. ‘Señor, tengo esta tentación: quiero quedarme en esta situación de pecado; Señor, tengo la curiosidad de saber cómo son estas cosas; Señor, tengo miedo’. Y ellos vieron al Señor: ‘¡Sálvanos, Señor, estamos perdidos!' Y llegó la sorpresa del nuevo encuentro con Jesús. No somos ingenuos ni cristianos tibios, somos valientes, valerosos. Somos débiles, pero hay que ser valientes en nuestra debilidad. Y nuestro valor muchas veces debe expresarse en una fuga y no mirar hacia atrás, para no caer en la mala nostalgia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de julio de 2013, en Santa Marta).

Reflexión 
Uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará.

En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente.

Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido… sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

Propósito
Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo
Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.

SOLEMNIDAD DE ST. PEDRO Y ST. PABLO. 29 DE JUNIO DE 2015

Ac 12, 1-11; 2 Tm 4, 6-8.17-18; Mt 16, 13-19

La Iglesia, extendida de oriente a occidente, celebra hoy el martirio de los dos grandes apóstoles St. Pedro y S. Pablo. Ambos, , sellaron con la muerte sangrienta su vida y su predicación del Evangelio, "el uno para la cruz y el otro para la espada ". Habían dado testimonio de Jesucristo de palabra y con la manera de vivir porque Jesucristo era el todo de su existencia. Acabamos de escuchar en el evangelio la confesión de fe de Pedro -una confesión que sostiene la fe de la Iglesia-: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Y antes habíamos escuchado la segunda lectura que hablaba de los esfuerzos y de la abnegación de Pablo para proclamar el mensaje del Evangelio partes; un Evangelio que se centraba en la misma confesión de fe de Pedro: Cristo es Dios por encima de todo (Rm 9, 5). "Triunfaron el uno por la cruz y el otro por la espada", dice uno de los himnos de la solemnidad de hoy (cf. "Aurea luce" de Y vísperas). Efectivamente, debido a la fe en Jesucristo fueron condenados a la pena capital. En su existencia, habían imitado la vida de Jesús lo más fielmente posible y luego imitan la muerte. Por su enseñanza, por su ministerio en los inicios de la Iglesia, Pedro y Pablo son dos testigos por excelencia de la fe cristiana. Pero su testimonio no es sólo obra de ellos mismos, de su convicción y de su coraje, es sobre todo un testimonio de la gracia del Espíritu Santo que les daba fuerzas. En ellos, ocurrió lo que había prometido Jesús: cuando os detengan, no se preocupe de lo que tenga que decir; en ese momento diréis lo que os será inspirado, porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros (Mt 10, 19-20). Eran conscientes de que quien no toma su cruz no es digno de Jesucristo (cf. Mt 10, 38), pero tenían sus debilidades. Tanto de Pedro como de Pablo conocemos algunas por los escritos del Nuevo Testamento. Y de Pedro, sabemos,  además, como negó a Jesús por miedo. Por eso decía que su entrega al martirio era fruto de su firme convicción de fe, pero sobre todo de la gracia del Espíritu Santo que actuaba en ellos. Terminada la carrera de su vida, se mantuvieron fieles y, con la fuerza del Señor, ofrecieron su vida como testimonio supremo de Jesucristo y asociándose radicalmente a su muerte en cruz. Lo hicieron "el uno para la cruz y el otro para la espada ".

Hoy glorificamos Dios por este martirio y admiramos la hazaña de nuestros apóstoles san Pedro y San Pablo, invocando su intercesión a favor de todos los pastores del Pueblo de Dios, particularmente a favor de su sucesor, el obispo de Roma, el Papa Francisco, que constantemente pide que oremos por él; y invocamos también su intercesión sobre toda la Iglesia extendida de oriente a occidente. Pero, además, su martirio nos interpela. Como dice la Carta a los Hebreos, el compromiso cristiano no es firme del todo mientras no hayamos resistido hasta derramar la sangre en nuestra lucha contra el pecado (He 12, 4). Es decir, mientras nuestro seguimiento de Jesucristo no nos cueste sacrificio. En nuestro contexto social, tenemos el peligro de acomodarse a las formas de hacer del mundo y de perder el mordiente profético de la fe cristiana. Ante el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, ¿podemos decir que nos tomamos en serio el cristianismo? ¿Podemos decir que estamos dispuestos a jugarnos la vida por Jesucristo? Aguar, aunque sea en la práctica, la Seriosidad de la cruz y la resurrección del Señor, y aguar la radicalidad del seguimiento hasta a la muerte que han hecho tantos hermanos nuestros en la fe también en nuestros días, nos llevaría a perder la identidad cristiana. El diálogo con el mundo contemporáneo, tal como pedía el Concilio Vaticano II, no pasa por adaptarse al mundo sino para entrar en diálogo con él desde la seriedad de la fe en Cristo, de una fe vivida en profundidad, en una existencia comprometida con Jesucristo y su Evangelio, dispuestos a dar testimonio de la esperanza que hay en nosotros (1 P 3, 15), si es necesario jugándose todo. Debido al Cristo. Esta disponibilidad debería ser el sello que marca la seriedad de nuestra fe.

También nosotros, y tal vez más que los dos grandes apóstoles que hoy celebramos, tenemos nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestras dificultades a seguir a Jesucristo con una fe profunda. Sin embargo, debemos tener presente que, como por San Pedro y San Pablo, la vida de seguimiento del Señor, no es una hazaña de grandeza humana sino una hazaña que el Dios de la alianza realiza en nosotros si procuramos estarle abiertos. Él ayuda nuestra debilidad, da fuerzas nuestra vida por medio de la gracia del Espíritu Santo y nos va transformando según el modelo que es Jesucristo. Así lo que va adquiriendo importancia no es el valor de nuestras convicciones y de nuestras obras, sino la fidelidad del Dios del amor.

La fortaleza de los grandes testigos de la fe no es fruto de sus capacidades humanas, sino de la gracia del Espíritu que brota en el propio interior y se despliega en una vida entregada a Dios y a los demás, hasta los sacrificios, si es necesario. "El uno por la cruz y el otro por la espada" ¿Y nosotros? Le celebración de hoy, en el martirio de San Pedro y San Pablo, nos pide confiar en la gracia amorosa de Dios y de profundizar nuestra fe en Jesucristo, de tomarla en serio, de ser testigos en medio de nuestra sociedad. Es una sociedad que aparentemente muestra indiferencia ante el hecho cristiano, y alguna vez incluso una cierta agresividad, pero que está necesitada de testigos fieles y serios que, con la mayor coherencia posible, le hagan palpable la belleza de la adhesión a Jesucristo, que es, también y de manera inseparable, adhesión a la causa humana, a la dignidad ya los derechos de cada persona. Nuestra sociedad necesita testigos de esperanza, de ternura, de misericordia. Testigos, además, de cómo afrontar positivamente las propias fragilidades, los propios miedos y los propios fracasos. La eucaristía que celebramos es acción de gracias por la obra de Dios en San Pedro y San Pablo y por la fe que nos ha sido transmitida. Pero es, también, alimento que nos da fuerzas para ser testigos de Jesucristo, de una manera seria y creíble; nos da fuerzas para poner nuestra vida en función de la de él. Sirviendo al Señor por su Palabra y Reino desde PAX TV al Mundo por Amor.

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