El que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo

 

 El Papa Francisco

El apoyo aumenta al 88% entre los católicos y al 71% entre los latinos
El 67% de los estadounidenses tiene una opinión favorable sobre el Papa Francisco
El Pontífice viajará a Estados Unidos a finales de septiembre, y será recibido por Obama
Redacción, 25 de julio de 2015 a las 08:34
Bergoglio goza de una popularidad aún mayor que la obtenida por la famosa presentadora norteamericana Oprah Winfrey

El papa Francisco llegará a Estados Unidos a finales de septiembre con "una amplia aceptación" entre el electorado, que el próximo año irá a las urnas, sobre su visión y mensaje de unidad, comunidad, inclusión y equidad, según reveló hoy una nueva encuesta.

El sondeo, realizado entre posibles votantes en las elecciones que tendrán lugar en 2016 en Estados Unidos y que son religiosos o están afiliados a una fe, reveló que un 67 por ciento tiene una opinión favorable del pontífice.

Entre este total que acompaña la visión de Jorge Bergoglio, el apoyo aumenta al 88 por ciento entre los católicos y al 71 por ciento entre los latinos, indica el estudio realizado por Lake Research Partners en nombre de una coalición de sindicatos y organizaciones religiosas.

Ese nivel de aceptación, señala el informe, ubica a Francisco como un "validador creíble para los votantes de fe" y con una "popularidad aún mayor" que la obtenida por la famosa presentadora norteamericana Oprah Winfrey, que obtiene un 61 por ciento de opinión favorable.

De acuerdo con este sondeo, los consultados "abrazan la llamada del Papa a responder a sus valores más altos y a su mensaje de inclusión, comunidad y equidad, y más de la mitad de los votantes (56 por ciento) están interesados en lo que él tiene que decir, incluidos un 55 por ciento de votantes independientes.

Así, la encuesta reflejó que el electorado religioso apoya esos mensajes que "buscan promover una economía equilibrada que valora a todas las personas, fomenta la igualdad y acepta a todos en la comunidad, y prioriza políticas que hacen a las familias más fuertes", concluye el estudio.

Bergoglio llegará a Washington el 22 de septiembre proveniente de Cuba, donde será recibido por el presidente Barack Obama y al día siguiente por el Congreso. Después viajará a Nueva York para participar de la asamblea general de Naciones Unidas y de una serie de actividades en la Gran Manzana, concluyendo su agenda el fin de semana con una misa de cierre de la Reunión Mundial de Familias, en Filadelfia. (RD/Télam)

Evangelio según san Mateo 20, 20-28


Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?» Ella le dice: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Le dicen: «Sí, podemos». Les dijo Jesús: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos». 



Oración preparatoria


Señor, te pido humildemente tu gracia, que es lo único que realmente importa y necesito. Soy todo tuyo, sin reserva alguna. Dame un corazón desinteresado que se consuma sólo por tu amor.



Petición


Señor, concédeme vivir en este día con la ilusión de entregarme y de servirte en los demás.



Meditación del Papa Francisco

Existe el riesgo de no entender la verdadera misión del Señor: esto sucede cuando se aprovecha de Jesús, pensando en 'el poder'. Esta actitud se repite en los evangelios. Muchos siguen a Jesús por interés. Incluso entre sus apóstoles: los hijos de Zebedeo querían ser, uno, primer ministro y el otro, ministro de economía, querían el poder.

Esa gracia de llevar la buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia, se vuelve oscura, se pierde y se convierte en querer algo del poder.

Siempre existió esa tentación del poder y de la hipocresía, de pasar del estupor religioso que Jesús nos da cuando nos encuentra, a querer sacar una ventaja personal.

Esta fue también la propuesta del diablo a Jesús en las tentaciones. Una la del pan, la otra la del espectáculo: Vamos a hacer un gran espectáculo, así todas las personas van a creer en ti. Y la tercera, la apostasía, es decir, la adoración de los ídolos. Y esta es una tentación diaria de los cristianos, nuestra, de todos los que son de la Iglesia: la tentación no del poder, de la potencia del Espíritu, sino la tentación del poder mundano. (Cf S.S. Francisco, 20 de abril de 2015, Santa Marta).

Reflexión


Ellos aún no comprendían el modo extraordinario con el que Cristo iniciaba la preparación del Reino de Dios. Quizás ellos también como los otros discípulos imaginaron que antes o después Cristo reivindicaría el poder sobre los hombres, para después administrarlo con aquella infinita sabiduría y compasión que demostró en las muchas regiones de Israel. Pero, una vez más, después de la rara intercesión de la madre de los hijos de Zebedeo, Jesús habla de una "copa que beber".

Si el que ha creado el universo ha asumido la naturaleza de sus mismas criaturas para quererlas, servirlas y salvarlas, humillándose hasta la muerte de cruz, del mismo modo quien elige seguir las huellas del Maestro tendrá que aprender a servir, a dejar que el poder del mundo lo humille y lo desprecie.

Quien quiere de verdad beber la copa de Cristo, acompañarlo a llevar la cruz del dolor a este mundo y aliviar los sufrimientos de sus hermanos, tiene que conocer lo que significa realmente sufrir y servir con generosidad. ¿Estamos listos también a hacer nuestra parte? Consolidemos nuestra fe en el ruego sincero a Dios antes de afrontar nuestra pequeña gran cruz.


Propósito



Servir con alegría y amor, especialmente a aquellos que más necesitan de mi atención.



Diálogo con Cristo


Señor, mi vocación de discípulo y misionero es una vocación al servicio. Ayúdame a rezar, a predicar, a sacrificarme para que Tú seas más amado. Dame tu gracia para poder caracterizarme por el servicio abnegado y eficaz del prójimo. Vivir con plenitud, con profundidad procurando que todas mis obras se caractericen por el servicio generoso.


Santiago el Mayor, Santo

Apóstol, 25 de julio

Apóstol del Señor


Martirologio Romano: Solemnidad del apóstol Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de san Juan Evangelista, que con Pedro y Juan fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor. Decapitado poco antes de la fiesta de Pascua por Herodes Agripa, fue el primero de los apóstoles que recibió la corona del martirio (s. I).

Etimológicamente: Santiago = Dios, recompensara, es de origen hebreo

Breve Biografía

Santiago es uno de los doce Apóstoles de Jesús; hijo de Zebedeo. El y su hermano Juan fueron llamados por Jesús mientras estaban arreglando sus redes de pescar en el lago Genesaret.

Recibieron de Cristo el nombre "Boanerges", significando hijos del trueno, por su impetuosidad.

En los evangelios se relata que Santiago tuvo que ver con el milagro de la hija de Jairo.

Fue uno de los tres Apóstoles testigos de la Transfiguración y luego Jesús le invitó, también con Pedro y Juan, a compartir mas de cerca Su oración en el Monte de los Olivos.



Los Hechos de los Apóstoles relatan que éstos se dispersaron por todo el mundo para llevar la Buena Nueva. Según una antigua tradición, Santiago el Mayor se fue a España. Primero a Galicia, donde estableció una comunidad cristiana, y luego a la cuidad romana de Cesar Augusto, hoy conocida como Zaragoza.

La Leyenda Aurea de Jacobus de Voragine nos cuenta que las enseñanzas del Apóstol no fueron aceptadas y solo siete personas se convirtieron al Cristianismo. Estos eran conocidos como los "Siete Convertidos de Zaragoza". Las cosas cambiaron cuando la Virgen Santísima se apareció al Apóstol en esa ciudad, aparición conocida como la Virgen del Pilar. Desde entonces la intercesión de la Virgen hizo que se abrieran extraordinariamente los corazones a la evangelización de España.



En los Hechos de los Apóstoles descubrimos fue el primer apóstol martirizado. Murió asesinado por el rey Herodes Agripa I, el 25 de marzo de 41 AD (día en que la liturgia actual celebra La Anunciación). Según una leyenda, su acusador se arrepintió antes que mataran a Santiago por lo que también fue decapitado. Santiago es conocido como "el Mayor", distinguiéndolo del otro Apóstol, Santiago el Menor.



La tradición también relata que los discípulos de Santiago recogieron su cuerpo y lo trasladaron a Galicia (extremo norte-oeste de España). Su restos mortales están en la basílica edificada en su honor en Santiago de Compostela. En España, Santiago es el mas conocido y querido de todos los santos. En América hay numerosas ciudades dedicadas al Apóstol en Chile, República Dominicana, Ecuador, Cuba y otros países.



El abrazo del Papa Francisco

Forma parte de la dimensión encarnatoria de la salvación y de la gracia
La pastoral del abrazo del Papa Francisco
"Abrazos tiernos y fuertes a la vez, sin palabras, como los de Jesús a los niños de Palestina"
Víctor Codina sj, 19 de julio de 2015 a las 10:31
Nos ha abierto un camino pastoral para que nosotros hagamos lo mismo: la pastoral del abrazo. ¿Seremos capaces de seguirla?

El abrazo de Francisco, Skorka y Abboud

(Víctor Codina sj, Bolivia).- Por pastoral se entiende el cuidado de los fieles cristianos por parte de sus pastores para encaminarlos a la plena salvación del Reino de Dios; por esto podemos hablar de diversos métodos pastorales. En primer lugar hay que señalar la importancia de la palabra, oral o escrita, para anunciar el evangelio del Señor.

Pero junto a la palabra hay que añadir las imágenes y los signos sacramentales que hablan a nuestros sentidos. Y no podemos olvidar la música y los modernos medios de comunicación con todas las variedades informáticas recientes.

Sin embargo el Papa Francisco ha añadido a estos métodos pastorales un camino pastoral nuevo: la pastoral de los gestos significativos y en concreto la pastoral del abrazo.

Desde comienzos de su pontificado Francisco ha realizado gestos muy significativos (no residir en los Palacios apostólicos vaticanos, vestir y viajar sencillamente, ir a Lampedusa...), pero sobre todo ha ido abrazando a niños y enfermos, a ancianos y a mendigos, a gente con diferentes capacidades físicas, a emigrantes africanos y asiáticos...

Y en su reciente viaje a América Latina ha abrazado, además, a hombres y mujeres privados de libertad y a todos los que se le han acercado para manifestarle su testimonio y sus peticiones. Son abrazos tiernos y fuertes a la vez, sin palabras, como los abrazos de Jesús a los niños de Palestina, o como el abrazo de padre de la parábola a su hijo que llegaba a casa destrozado y dolorido.

La Iglesia quiere manifestarse de este modo, como una madre cariñosa no como una institutriz regañona que con su dedo alzado amenaza a todos los que se han desviado del buen camino...Como dijo Juan XXIII en la inauguración del Concilio Vaticano II, en nuestro tiempo la Iglesia prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad.

No hay que ser especialmente culto o profesional para descubrir que el abrazo expresa cercanía, afecto, cariño, solidaridad, empatía, amor. El abrazo es sin duda algo común en la familia y en la sociedad, pero cuando se realiza en el ámbito religioso expresa con gestos concretos el amor y benevolencia de Dios Padre a sus hijos e hijas, sea cual sea su situación física, cultural, social o moral. Es un abrazo que anticipa el abrazo eterno del Padre a sus criaturas al final de los tiempos.

Por esto Francisco no se limita a hablar de los pobres o a optar por ellos, sino que se acerca a los pobres y los abraza. No es simplemente un abrazo pastoral sino algo más profundo, la pastoral del abrazo. Es un abrazo que tiene un profundo sentido profético de denuncia de un sistema que descarta y excluye. Por esto Francisco abraza sobre todo a los que no tienen quien les abrace, a los solos, a los marginados, a los descartados, a los heridos del camino. Y a estos les manifiesta la ternura y el cariño de Dios.

Seguramente la pastoral de abrazo necesita complementarse con otras mediaciones pastorales, pero es con seguridad el camino pastoral más impactante, en muchos casos el más necesario y el único posible cuando las palabras y los gestos son incapaces de expresar algo muy profundo. Los sectores populares son quienes mejor captan este tipo de pastoral. En cambio, el hermano mayor de la parábola no comprendió por qué su padre abrazaba al hijo descarriado.

El abrazo pastoral forma parte de la dimensión encarnatoria de la salvación y de la gracia. Dios no accede a nosotros a través de una especie de fluidos etéreos e invisibles, sino a través de mediaciones sensibles, físicas, corporales, sacramentales. El abrazo pastoral es como un sacramento que expresa la dignidad de cada persona y el amor misericordioso del Padre, que se nos ha revelado en Jesús y que el Espíritu actualiza en la historia.

Y por esto no basta el abrazo litúrgico de la paz en la eucaristía, hay que salir a la calle y abrazar al pobre, al enfermo, a la mujer abandonada, al anciano desamparado, al privado de libertad. Como afirma el Papa Francisco, en el abrazo al pobre estamos abrazando la carne de Cristo.

Francisco, en su reciente viaje por América Latina, ha intensificado sus abrazos y a través de esta pastoral del abrazo nos ha acercado la presencia y la ternura de Dios. Con sus abrazos nos ha manifestado y expresado el abrazo de Dios a su pueblo Y nos ha abierto un camino pastoral para que nosotros hagamos lo mismo: la pastoral del abrazo. ¿Seremos capaces de seguirla?

Santiago el Mayor, al amor por el dolor

En la figura del Apóstol Santiago, el amor verdadero se curte en el dolor y en la cruz.

Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé (Mc 15,40), hermano del Apóstol Juan, fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús: testigo de la curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31), de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37-43), de la transfiguración de Cristo (Mc 9,2-8) y de la agonía de Getsemaní (Mt 26,37).



La vocación de Santiago está relatada de forma precisa: "Caminando adelante vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando las redes, y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron" (Mt 4, 21-22). Era de temperamento fuerte, pues enfadado por el rechazo de los pueblos samaritanos a Cristo, le proponen hacer bajar fuego del cielo (Lc 9,54-56). Cristo, ante la petición materna por sus hijos, le anuncia el martirio (Mt 20,21-28).



Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Santiago cómo el amor verdadero se curte en el dolor y el la cruz. Sin duda, la cruz de Cristo es para nosotros el signo más evidente y claro del amor loco de Dios al hombre.



Amor y dolor constituyen dos términos de una misma realidad. Más aún, no puede existir el uno sin el otro. Un amor que no comportara sufrimiento, renuncia, sacrificio ya de entrada sería sospechoso. Un dolor que no se viviera con amor sería asimismo estéril e inútil. Justamente o el amor abre la puerta al dolor para demostrarse auténtico y el dolor se funde en el amor para vivirse en paz, o todo suena a patraña y a mentira. De hecho, cuando levantamos los ojos a la Cruz de Cristo, es cierto que vemos a un crucificado, pero sobre todo vemos en la Cruz el amor loco de Dios por nosotros. A través del dolor de Cristo comprendemos ese amor personal e infinito que nos tiene. Si en la cruz no hubiera amor, sería simplemente una estupidez. Por eso, como dice S. Pablo, la cruz es Aescándalo para los judíos , necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios@ (1 Cor 1, 23-24).




Al hombre de hoy de siempre la Cruz se le presenta como una realidad que inspira temor y rechazo. La sociedad siempre nos está prometiendo una vida fácil, cómoda, agradable, en la medida de lo posible ajena al sacrificio, al esfuerzo, al dolor. Por eso nos resulta tan difícil escoger el camino de Dios, y tan fácil seguir el derrotero del mundo. Sin embargo, la realidad es que nadie puede escapar a la presencia de la cruz y del dolor. Hay mucho tipo de cruces: cruces de todos los tamaños y de todos los colores, cruces más sangrantes y más profundas, cruces más llamativas y más calladas. El destino del hombre sobre la tierra pasa por la cruz en su camino hacia Dios. Si es inútil el querer escapar de su presencia; es todavía más bochornoso el vivir la cruz sin esperanza, sin amor, porque entonces la cruz amarga la vida y produce rebeldía.



El amor se convierte, por ello, en la única respuesta válida a todos los sacrificios, sufrimientos, luchas y trabajos del hombre. No se puede evitar la cruz en cualquiera de sus formas, pero siempre se puede vivirla con amor para darle sentido. Si esto se entendiera, los seres humanos verían en las dificultades de la vida, cualquiera de ellas, una forma de amor. Los problemas cotidianos de un matrimonio son ocasiones maravillosas para demostrarse un amor genuino y auténtico; los sufrimientos por los hijos se transforman en modos de amor más profundos que el simple cariño; los esfuerzos que exige la fe adquieren para ella el brillo de la autenticidad y de la verdad; el sacrificio en el seguimiento de Dios nos demuestra que Dios es demasiado grande y maravilloso para nosotros. Hay que sospechar generalmente de realidades que no cuestan, de matrimonios que no cuestan, de evangelios que no cuestan, de pertenencias a la Iglesia que no cuestan, de amores que no cuestan.



El dolor es, pues, la garantía del verdadero amor. Sólo es capaz de sufrir el que ama. Contemplamos así la vida de tantas personas que en el silencio de sus vidas, día a día, es el amor el que las impulsa a ir adelante, a pesar de todo y contra todo. Van adelante en su vida espiritual, aunque les atenace la sequedad; se humillan en el matrimonio esperando mejores momentos para solucionar las crisis; rezan con confianza a Dios cuando los hijos están pasando por momentos especialmente complicados; perseveran en las decisiones buenas, aunque a veces parezca que carecen de fuerza para seguir adelante. Sería extrañísimo e incluso desilusionador el amar sin tener que sufrir. Mas aun, el que ama se complace en el sufrir por aquél a quien ama. Hay santos que del cielo lo único que no les gusta es el no poder sufrir ya.



El Evangelio a través de dos evangelistas nos refiere de forma parecida, pero con matices diversos, una simpática escena en la que se pide para Santiago y Juan, su hermano, un lugar privilegiado en el Reino de Cristo. En Mt 20,21-28 es la madre de éstos, Salomé, quien eleva esta petición a Cristo. Y en Mc 10, 35-45 son ellos mismos directamente quienes hacen esta petición. Jesús en ambos relatos les dice que no saben lo que están pidiendo y les lanza esa misteriosa pregunta si pueden beber del cáliz que él va a beber. Ellos afirman que sí. Pero Jesús les anuncia que efectivamente van a beber el cáliz, pero respecto al sitio a su derecha e izquierda es para aquellos para quienes esté preparado.



"Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mc 10, 37). No hay duda de que es el amor el que impulsa a estos dos hermanos a pedirle a Cristo un privilegio tan extraordinario. Por el carácter apasionado, al menos de Santiago, suena lógico que quisiera estar cerca del Maestro en su gloria. El amor empuja hacia el amado de una forma irresistible. Sin embargo, para Santiago en este momento todavía el amor es un sentimiento, un impulso, una inclinación.



Es bello, pero no ha sido probado por el dolor. Aunque posteriormente se enfaden los demás por esta petición tan osada, no hay que quitarle valor a este deseo de los dos hermanos. Y Cristo la comprende. ¿Quién de los Apóstoles no desearía algo tan maravilloso? A Santiago no le bastaba la cercanía; quería la intimidad, la posesión, la totalidad.



"¿Podéis beber la copa que yo voy a beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10, 38). Cristo enseguida trata de hacerle comprender con esta dura pregunta que para poder decir que se ama es necesario decirlo con el dolor. Si quiere de veras amarlo a Él, estar cerca de Él, compartir todo con Él, tendrá que beber su cáliz, cáliz que es Getsemaní, cáliz que es la muerte en la Cruz, cáliz que es la renuncia total a sí mismo. De esta forma Cristo toca la verdad más hermosa del amor: no se puede amar, cuando el amor no cuesta, o también el dolor es el modo más genuino y auténtico de amar. Seguramente en la vida es así: hasta que el amor no ha sido purificado por el dolor, no se puede decir que se ama en serio.



"Sí, podemos" (Mc 10,39). Del corazón decidido y generoso de Santiago salen estas palabras que confirman por un lado que ha entendido lo que el Maestro le ha enseñado acerca del amor a él y por otro que está dispuesto a seguir la suerte del Maestro hasta donde sea necesario, incluida la muerte. Jesús le confirma que efectivamente va a beber la copa que él va a beber y a ser bautizado con ese bautismo de sangre que será su muerte, pero le anuncia que sentarse a su derecha o a su izquierda no puede él concederlo. De alguna manera, todavía Cristo le orienta hacia un amor desprendido. El premio del que ama sólo es amar. Así el amor llega a su plenitud. Si se muere por él, no es para conseguir un lugar privilegiado en su Reino, sino simplemente para poder demostrar el grado de amor que invade su corazón, pues "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos".



Para nosotros cristianos se convierte en una prioridad absoluta el aceptar la cruz y el dolor como la expresión más auténtica y genuina de nuestro amor a Dios, de nuestro amor a los demás y de nuestro amor a nosotros mismos. En todos estos campos se sigue realizando aquel camino de "a la luz por la cruz". Queremos que nuestro amor a Dios no se quede en meras palabras, deseamos que nuestro amor a los demás no se convierta simplemente en uso de los demás para nuestro egoísmo, pretendemos crecer como personas en el bien auténtico, tenemos que aceptar la cruz, amarla intensamente y vivirla en todas sus exigencias.




Nos tenemos que convencer de que el amor a Dios no son simplemente palabras, como nos enseña Cristo. El amor a Dios nos tiene que doler, es decir, tiene que vivirse en los momentos más difíciles para nosotros: cuando sentimos la oscuridad en la fe, cuando sentimos la desgana ante las cosas espirituales, cuando nos cuesta especialmente alguna exigencia del Evangelio como el perdón o la humildad, cuando tenemos que renunciar a nosotros mismos para aceptar el misterio de Dios, cuando tenemos que doblegar nuestro racionalismo ante la evidencia de la fe, cuando tenemos que aceptar el hecho de que el perdón de los pecados se confiera a través del sacramento del perdón, cuando en la persona del Vicario de Cristo tenemos que ver a Cristo mismo, cuando en el Magisterio de la Iglesia tenemos que reconocer a Cristo Maestro que nos habla por medio de sus representantes. Cuando me cueste amar a Dios, entonces estaré afirmando que mi amor a él es auténtico. Por el contrario, tenemos que sospechar cuando el amor a Dios nos resulte fácil, cómodo, tranquilo. Entonces no estaremos amando a Dios, sino buscándonos a nosotros mismos.



Y, ¿qué decir del amor a los demás? La esencia del amor es darse y entregarse, lo cual va en contra necesariamente de esa tendencia tan habitual en el hombre que es el egoísmo. Cada acto de amor es como una renuncia a uno mismo, lo cual se experimenta como dolor, aunque el amor sea capaz de darle un hermoso sentido. Por ello, tenemos que decidirnos a pasar por encima de nuestro egoísmo, aunque nos duela, cuando en casa nos resulte complicado sacrificarnos por los hijos o salir de nuestro mundo para entrar en contacto con el mundo de la mujer, cuando en el mundo profesional sintamos ganas o deseos de complicar la vida a cualquier precio a quienes compiten contra nosotros, cuando en la vida diaria sentimos que otros han pisoteado nuestros sentimientos y nos encontramos dolidos, cuando tenemos que mortificar nuestra lengua o nuestro pensamiento para no caer en el juicio temerario o en la crítica frívola, cuando hay que levantarse de la comodidad para servir y colaborar. Es natural que el amor a los demás esté hecho de renuncias propias, es decir, de gotas de dolor que, en este caso, sólo embellecen la propia vida.



Y finalmente, el amor verdadero a uno mismo tiene que aliarse con el dolor. Generalmente, porque nos atenaza la comodidad y no queremos sufrir, nos privamos a nosotros mismos de grandes posibilidades. No cultivamos nuestra mente, porque nos cuesta leer y formarnos, no desarrollamos los talentos que Dios ha depositado en nosotros, porque afirmamos que la vida en sí misma es ya muy complicada, no cuidamos muchas veces hasta nuestra misma salud porque no queremos renunciar a nuestros gustos y caprichos.

Amarse correctamente a uno mismo es disponerse a luchar y a sufrir con el objetivo de crecer como persona, pasando por encima de criterios de comodidad y de pereza. En cambio, el amor a nosotros mismos, que nos destruye, es ese amor que nos lleva a buscar en cada momento lo fácil, lo barato, lo vulgar, en todo lo cual no hay renuncia, sacrificio, esfuerzo.




La Cruz de Cristo se ha convertido a lo largo de los siglos en ese monumento, visible desde todas partes, del amor loco de Dios al hombre. Pero sería triste que la Cruz sólo suscitara en nosotros admiración. La Cruz debe inspirar seguimiento.La Cruz con Cristo para nosotros se convierte en camino de salvación y de progreso espiritual. La Cruz nos es necesaria en la vida para poder autentificar el amor a Dios. La Cruz nos es fundamental en la vida para poder demostrar a los demás la sinceridad de nuestro amor. La Cruz nos es clave en la vida para poder salvarnos y ser felices en nuestro peregrinar por la tierra. Dígamosle a Cristo con las palabras de Santiago Apóstol que queremos bebe el cáliz que él va a beber y ser bautizados con el bautismo que él va a ser bautizado.

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