«Para abrirle, apenas venga y llame»

Francisco, hoy, en la Pablo VI

"El camino sinodal empieza escuchando al Pueblo, que participa de la función profética de Cristo"
Francisco anuncia la urgencia de "una sana descentralización" de la Iglesia y una "conversión del Papado"
"La única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio, el único poder es el poder de la cruz"

Jesús Bastante, 17 de octubre de 2015 a las 12:19

El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma

(Jesús Bastante).- Y, de pronto, sopló el Espíritu en mitad del Aula Pablo VI. Con todos los padres sinodales, y durante la celebración del 50 aniversario del Sínodo de Obispos, el Papa Francisco anunció la urgencia de "una sana descentralización" de la Iglesia, que lleve a "una conversión del Papado" y de la autoridad en la Iglesia, donde se escuche, primero y ante todo, al pueblo de Dios, "que participa de la función profética de Cristo".Francisco entró al aula mientras el coro entonaba "Heal the World", el himno que Michael Jackson compuso para luchar por un mundo más unido en contra de las injusticias. Se hacía raro escuchar al "rey del pop" en la Pablo VI, pero apenas resultó una anécdota cuando, tras una suerte de interminables intervenciones (desde Baldisseri a Schonborn, pasando por representantes de las iglesias de los cinco continentes), Bergoglio tomó la palabra para señalar que "la única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio; el único poder es el poder de la cruz". "Desde el comienzo de mi ministerio como Obispo de Roma, he querido valorar el Sínodo, una de las herencias más bonitas del Conicilio Vaticano II", arrancó el Papa, destacando la belleza de la "colegial responsabilidad pastoral" "El mundo en el que vivimos, y donde estamos llamados a servir, aun con sus contradicciones, exige de la Iglesia potenciar las sinergías, en todos los ámbitos de su misión", subrayó, indicando que "el camino de la sinodalidad es el que Dios espera para la Iglesia en el tercer milenio". Un camino cuyo significado "está contenido en la palabra 'Sínodo'. Caminar juntos: laicos, pastores, obispo de Roma. Es un concepto fácil de llevar a palabras, pero difícil de llevar a la práctica", constató Bergoglio, quien dejó claro, frente a los profetas de desventuras y los expertos en descartes, que "el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, llamados a un sacerdocio santo". Se trata de la "infalibilidad de los creyentes", del pueblo santo, al que ya se refirió Bergoglio en Evangelii Gaudium. "El pueblo de Dios es santo en razón de esta unción, que lo hace infalible. Cualquier bautizado, sea cual sea su función en la Iglesia, o su grado de instrucción, es un sujeto activo de evangelización. Es inadecuado un esquema de evangelización con "actores cualificados"; en los que el resto del pueblo de Dios sea mero receptor de sus acciones", criticó el Papa, que recordó que el "sensus fidei" impide "separar rígidamente los maestros y los discípulos". Es por ello que "quise consultar al Pueblo de Dios" en sendas encuestas, antes del Sínodo de la Familia.


"Una consulta, en ningún modo, podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero no es posible hablar de familia sin interpelar a las familias, ver sus dolores, esperanzas y angustias", justificó Francisco, quien añadió que a través de las respuestas a los dos cuestionarios, "hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de esas cuestiones, que le tocan cerca y sobre la que tienen tanto que decir". Y es que "una Iglesia sinodal, es una Iglesia de la escucha. Escuchar y sentir. Es una escucha recíproca: pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma. Los unos escuchando a los otros, y todos a la escucha del Espíritu Santo, el espíritu de verdad, para saber qué dice Él a la Iglesia".
En este punto, "el Sínodo de Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo". "El camino sinodal se inicia escuchando al pueblo, que puede participar en la función profética de Cristo, siguiendo el principio de la Iglesia del primer milenio. El camino continúa escuchando a los pastores, a través de los padres sinodales, auténticos custodios e intérpretes de la fe de toda la Iglesia, que debemos saber distinguir de lo espeso de la opinión pública". "En la vigilia del Sínodo del pasado año -recordó el Papa-, afirmaba que el Espíritu Santo, tengamos el don de la escucha. Escucha de Dios, para sentir el grito del pueblo. Escucha del pueblo, para respirar la voluntad a la que Dios nos llama". 

Finalmente, el camino sinodal "culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como pastor y doctor de todos los cristianos, no a partir de su personal convicción, pero sí como supremo garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia", explicó el Papa. "El hecho de que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro -no sólo cum Petro, también sub Petro- no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad", observó Francisco, quien advirtió que la sinodalidad, "como dimensión constitutiva de la Iglesia" es necesaria para entender el ministerio jerárquico. "Si sostenemos que Iglesia y Sínodo son sinónimos, ninguno puede ser elevado por encima del otro. En la Iglesia es necesario que cualquiera se abaje para entrar al servicio de llos hermanos durante el camino". Desde el Papa hasta los fieles. "Jesús ha constituido a la Iglesia, poniendo en su vértice al colegio apostólico, en la que Pedro es la roca, que tiene que confirmar a sus hermanos en la fe. Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada la vuelta, el vértice se coloca en el lugar de la base, por eso los que ejercen la autoridad se llaman "ministros", porque son los más pequeños de todos. Sirviendo al pueblo de Dios", recordó el Papa a los obispos. Y se puso a sí mismo de ejemplo, como vicario de Cristo, "vicario del mismo Jesús que en la Última Cena se inclinó a lavar los pies de los apóstoles". "Los sucesores de Pedro no son sino los siervos de los siervos de Dios", recordó el Papa. Y fue más allá: "la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz". Las palabras de Jesús, Quien quiera ser el primero, que sea el servidor, resultan fundamentales. "Aquí radica el ministerio de la Iglesia", subrayó. "En una Iglesia sinodal, el Sínodo de Obispos es solo la manifestación más evidente de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales (...).

Así, el Sínodo, que representa al episcopado católico, se convierte en expresión de la colegialidad episcopal, dentro de una Iglesia toda sinodal", reclamó Francisco, quien puso como ejemplo las iglesias particulares, las provincias y regiones episcopales, las conferencias episcopales... y el Papado. "En una Iglesia sinodal no es oportuno que el Papa sustituya al episcopado local en el discernimiento de cada problemática. En este sentido, veo la necesidad de proceder a una saludable descentralización", proclamó Francisco, arrancando la única ovación que interrumpió su discurso.

Por ello, el Papa mostró su empeñó en "edificar una Iglesia sinodal en misión, a la que todos seamos llamados, según el rol que el Señor nos diga". Laicos, obispos, Papa de Roma. Con unas implicaciones ecuménicas, que implican el propio "ejercicio del primado petrino". "Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino recibirá una mayor luz. El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma, que preside en el amor a toda la Iglesia". Por ello, reclamó "la necesidad, la urgencia, de pensar en una conversión del Papado", para llegar a "una Iglesia sinodal en un mundo que invoca la participación, la solidaridad y la transparencia". "Como Iglesia que camina junto a los hombres, partícipe de los trabajos de la Historia, custodiamos el sueño de la dignidad inviolable del pueblo y del servicio de la autoridad, podrán ayudarnos a que la sociedad civil se edifique en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello para las generaciones posteriores", concluyó, en un discurso histórico. 

 

Texto del discurso del Papa:
Texto completo del discurso del Papa Francisco

Beatitudes, Eminencias, Excelencias, Hermanos y Hermanas,

Mientras se encuentra en pleno desarrollo la XIV Asamblea General Ordinaria, conmemorar el cinquantesimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos es para nosotros motivo de alegría, de alabanza y de agradecimiento al Señor. Desde el Concilio Vaticano II a la actual Asamblea sinodal sobre la familia, hemos experimentado de manera poco a poco más intensa la necesidad y la belleza de "caminar juntos".

En esta alegre circunstancia deseo dirigir un cordial saludo a Su Eminencia el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General, con el Sub-Secretario Su Excelencia Monseñor Fabio Fabene, los Oficiales, los Consultores y los otros Colaboradores de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos. Junto a ellos, saludo y agradezco por su presencia a los Padres sinodales y a los otros Participantes a la Asamblea en curso, así como a todos los presentes en esta Aula.

En este momento también queremos recordar a aquellos que, en el transcurso de cincuenta años, han trabajado al servicio del Sínodo, comenzando por los Secretarios Generales que se han alternado: los Cardenales Władysław Rubin, Jozef Tomko, Jan Pieter Schotte y el Arzobispo Nikola Eterović. Aprovecho esta ocasión para expresar de corazón mi gratitud a todos cuantos, vivos o difuntos, han contribuido con un compromiso generoso y competente al desarrollo de la actividad sinodal.Desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma he intentado valorizar el Sínodo, que constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar. Para el Beato Pablo VI, el Sínodo de los Obispos debía volver a proponer la imagen del Concilio ecuménico y reflexionar sobre su espíritu y el método. El mismo Pontífice anunciaba que el organismo sinodal «con el pasar del tiempo podrá ser mayormente perfeccionado». A él hacia eco, veinte años más tarde, San Juan Pablo II, cuando afirmaba que «tal vez este instrumento podrá aun ser mejorado. Quizás la colegial responsabilidad pastoral puede expresarse en el Sínodo aún más plenamente» . Finalmente, en el 2006, Benedicto XVI aprobaba algunas variaciones al Ordo Synodi Episcoporum, también a la luz de las disposiciones del Código de Derecho Canónico y del Código de los Cánones de las Iglesias orientales, promulgados en el interin .

Debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el potenciamiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio

Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra "Sínodo". Caminar juntos - Laicos, Pastores, Obispo de Roma - es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica.

Después de haber reafirmado que el Pueblo de Dios está constituido por todos los Bautizados llamados a "formar una casa espiritual y un sacerdocio santo", el Concilio Vaticano II proclama que "la totalidad de los Fieles, teniendo la unción que viene del Santo (Cfr. 1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse en creer, y manifiesta esta propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el Pueblo, cuando desde los Obispos hasta el último de los Fieles laicos muestra su consenso universal en cosas de fe y moral".

En la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium he subrayado como "el Pueblo de Dios es santo en razón de esta unción que lo hace infalible in credendo", agregando que "todo Bautizado, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización y sería inadecuado pensar a un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados en el cual el resto del Pueblo fiel sería solamente receptivo de sus acciones". El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens ed Ecclesia dicens, ya que también la Grey posee un "instinto" propio para discernir los nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia.

Ha sido esta convicción a guiarme cuando he deseado que el Pueblo de Dios viniera consultado en la preparación de la doble cita sinodal sobre la familia. Ciertamente, una consultación de este tipo en ningún modo podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero, ¿cómo sería posible hablar de la familia sin interpelar las familias, escuchando sus alegrías y sus esperanzas, sus dolores y sus angustias? Por medio de las respuestas de los dos cuestionarios enviados a las Iglesia particulares, hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de ellas en relación a las cuestiones que tocan muy de cerca y sobre el cual tienen mucho que decir.

Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia que escuchar "es más que oír". Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el "Espíritu de verdad" (Jn 14,17), para conocer lo que Él "dice a las Iglesias" (Ap 2,7).

El Sínodo de los Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo de escucha llevado a todos los niveles de la vida de la Iglesia. El camino sinodal inicia escuchando al Pueblo, que "también participa en la función profética de Cristo", según un principio querido en la Iglesia del primer milenio: "Quod omnes tangit ab ómnibus tractari debet". El camino del Sínodo prosigue escuchando a los Pastores. Por medio de los Padres sinodales, los Obispos actúan como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, que debe saber distinguir atentamente de los flujos muchas veces cambiantes de la opinión pública. A la vigilia del Sínodo del año pasado afirmaba: "da el Espíritu Santo para que los Padres sinodales pidan, sobre todo, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta sentir junto con Él el grito del Pueblo, escucha del Pueblo, hasta respirar la voluntad a la cual Dios nos llama". Además, el camino sinodal culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como "Pastor y Doctor de todos los cristianos": no a partir de sus convicciones personales, sino como testigo supremo de la fides totius Ecclesiae, "garante de la obediencia y de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia".

El hecho que el Sínodo actué siempre cum Petro et sub Petro - por lo tanto no sólo cum Petro, sino también sub Petro - no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad. De hecho el Papa es por voluntad del Señor, "el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad tanto de Obispos cuanto de la multitud de los Fieles". A esto se une el concepto de ""jerarchica communio", usado por el Concilio Vaticano II: Los Obispos están unidos al Obispo de Roma por el vínculo de la comunión episcopal (cum Petro) y al mismo tiempo están jerárquicamente sometidos a él como jefe del Colegio (sub Petro)

El carácter sinodal, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico. Si comprendemos que, como dice San Juan Crisóstomo, "Iglesia y Sínodo son sinónimos" - porque la Iglesia no es otra cosa que el "caminar juntos" de la Grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de a Cristo Señor - entendemos también que en su interior nadie puede ser "elevado" por encima de los demás. Al contrario, en la Iglesia es necesario que alguno "se abaje" para ponerse al servicio de los hermanos a lo largo del camino.

Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la "roca" (Cfr. Mt 16, 18), aquel que debe "confirmar" a los hermanos en la fe (Cfr. Lc 22, 32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada vuelta, la cima se encuentra por debajo de la base. Por esto quienes ejercen la autoridad se llaman "ministros": porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos. Cada Obispo, sirviendo al Pueblo de Dios, llega a ser para la porción de la Grey que le ha sido encomendada, vicarius Christi, vicario de Jesús, quien en la última cena se inclinó para lavar los pies de los apóstoles (Cfr. Jn 13, 1-15). Y, en un horizonte semejante, el mismo Sucesor de Pedro es el servus servorum Dei.

¡Jamás lo olvidemos! Para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro: "Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo" (Mt 20, 25-27).

Entre ustedes no será así: en esta expresión alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia y recibimos la luz necesaria para comprender el servicio jerárquico.

En una Iglesia sinodal, Sínodo de los Obispos es sólo la más evidente manifestación de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales.

El primer nivel de ejercicio de la sinodalidad se realiza en las Iglesias particulares. Después de haber citado la noble institución del Sínodo diocesano, en el cual Presbíteros y Laicos están llamados a colaborar con el Obispo para el bien de toda la comunidad eclesial, el Código de derecho canónico dedica amplio espacio a aquellos que usualmente se llaman los "organismos de comunión" de la Iglesia particular: el Consejo presbiteral, el Colegio de los Consultores, el Capítulo de los Canónigos y el Consejo pastoral. Solamente en la medida en la cual estos organismos permanecen conectados con lo "bajo" y parten de la gente, de los problemas de cada día, puede comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal: tales instrumentos, que algunas veces proceden con cansancio, deben ser valorizados como ocasión de escucha y de participación.

El segundo nivel es aquel de las Provincias y de las Regiones Eclesiásticas, de los Consejos Particulares y, en modo especial, de las Conferencias Episcopales. Debemos reflexionar para realizar todavía más, a través de estos organismos, las instancias intermedias de la colegialidad, quizás integrando y actualizando algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico. El auspicio del Consejo de que tales organismos puedan contribuir a acrecentar el espíritu de la colegialidad episcopal todavía no se ha realizado plenamente. En una Iglesia sinodal, como ya afirmé, "no es oportuno que el Papa sustituya a los Episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, advierto la necesidad de proceder a una saludable descentralización".

El último nivel es aquel de la Iglesia universal. Aquí el Sínodo de los Obispos, representando al episcopado católico, se transforma en expresión de la colegialidad episcopal al interno de una Iglesia toda sinodal. Eso manifiesta la collegialitas affectiva, la cual puede volverse en algunas circunstancias "efectiva", que une a los Obispos entre ellos y con el Papa, en el cuidado por el Pueblo de Dios.

El compromiso de edificar una Iglesia sinodal - misión a la cual todos estamos llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía - está grávido de implicaciones ecuménicas. Por esta razón, hablando con una delegación del Patriarcado de Constantinopla, he reiterado recientemente la convicción de que "el atento examen sobre cómo se articulan en la vida de la Iglesia el principio de la sinodalidad y el servicio de quien preside ofrecerá una aportación significativa al progreso de las relaciones entre nuestras Iglesias".

Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado Petrino recibirá mayor luz. El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como Bautizado entre los Bautizados y dentro del Colegio episcopal como Obispo entre los Obispos, llamado a la vez, como Sucesor del apóstol Pedro- a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en el amor a todas las iglesias.

Mientras reitero la necesidad y la urgencia de pensar a «una conversión del papado», de buen grado repito las palabras de mi predecesor el Papa Juan Pablo II: "Como Obispo de Roma soy consciente [...], que la comunión plena y visible de todas las Comunidades, en las que gracias a la fidelidad de Dios habita su Espíritu, es el deseo ardiente de Cristo. Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva".

Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un emblema levantado entre las naciones (cfr. Is 11, 12) en un mundo que - aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de la cosa pública - a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que "camina junto" a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros.

Evangelio según San Lucas 12,35-38. 

Jesús dijo a sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. 

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!" 

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia 
Sermón 12 sobre el salmo 118; CSEL 62, 258

«Para abrirle, apenas venga y llame»

El Dios Verbo sacude al perezoso y despierta al dormilón. En efecto, el que viene a llamar a la puerta viene siempre para entrar. Pero depende de nosotros si no siempre entra y si no siempre se queda con nosotros. Que tu puerta esté siempre abierta al que viene; abre tu alma, ensancha la capacidad de tu espíritu, y así descubrirás las riquezas de la simplicidad, los tesoros de la paz, la suavidad de la gracia. Dilata tu corazón; corre al encuentro del sol de la luz eterna que «ilumina a todo hombre» (Jn 1,9). Es cierto que esta luz verdadera luce para todos; pero si alguno cierra sus ventanas, él mismo se privará de la luz eterna.

Así, también Cristo permanece fuera si tú cierras la puerta de tu alma. Ciertamente que él podría entrar, pero no quiere introducirse a la fuerza, no quiere forzar a los que lo rechazan. Nacido de la Virgen, salido de su seno, irradia todo el universo para resplandecer para todos. Los que desean recibir la luz que brilla con esplendor perpetuo, le abren; ninguna noche vendrá a apagar la luz. En efecto, el sol que vemos todos los días cede el lugar a las tinieblas de la noche; pero el Sol de justicia (Ml 3,20) no conoce el ocaso, porque la Sabiduría no es vencida por el mal.

Que el Señor al venir los encuentre despiertos
Lucas 12, 35-38. Tiempo Ordinario. La salvación no es cosa de un día. Requiere estar siempre en actitud vigilante.

Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.

Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.

Meditación del Papa Francisco
El evangelista Lucas nos muestra Jesús que está caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia su Pascua de muerte y resurrección, y en este camino les educa confiándoles lo que Él mismo lleva en el corazón, las actitudes profundas de su alma.

Entre estas actitudes están el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la providencia del Padre y, también, la vigilancia interior, la espera activa del Reino de Dios. Para Jesús es la espera de la vuelta a la casa del Padre. Para nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para llevarnos a la fiesta sin fin, como ya ha hecho con su Madre María Santísima, que la ha llevado al Cielo con Él.

Este Evangelio quiere decirnos que el cristiano es uno que lleva dentro de sí un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarse con su Señor junto a los hermanos, a los compañeros de camino. Y todo esto que Jesús nos dice, se resume en un famoso dicho de Jesús: "Dónde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". El corazón que desea, todos nosotros tenemos un deseo. La pobre gente que no tiene deseos, deseo de ir hacia adelante, hacia el horizonte. Para nosotros cristianos este horizonte es el encuentro con Jesús, el encuentro precisamente con Él, que es nuestra vida, nuestra alegría, lo que nos hace felices. (Homilía de S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).

Reflexión
¿Se salvan todos? ¿No será mejor vivir bien la vida y arrepentirse al final? Estos y otros interrogantes aparecen con frecuencia entre los jóvenes. Algunos piensan que Dios, como es Padre misericordioso, hará la vista gorda el día del Juicio y nos meterá a todos en el cielo. Otros dicen que, como lo importante es el último momento, basta con una buena confesión justo antes de la muerte. Estos han leído muy bien la historia del "buen ladrón" crucificado junto a Cristo.

Los más viejos del lugar ya no saben qué decir. Las cosas van tan deprisa que lo que antes era verdad ahora parece que ha cambiado. Eso de la "salvación de las almas" ya no les dice mucho.

¿Y nosotros qué pensamos?
La salvación no es cosa de un día. Requiere estar siempre en actitud vigilante. Puede ayudarnos el hacer un examen de conciencia al final del día. De hecho, quienes se examinan con frecuencia sobre el estado de su alma, difícilmente sucumben. Al examinarnos, estamos tomando la "temperatura" de nuestra alma y descubrimos si está fría o caliente. Sabemos si vamos por buen camino o hay algo que corregir. Nos damos cuenta si estamos o no preparados para abrir la puerta "al señor que vuelve de la boda".

Por eso, no hay que arriesgarlo todo para el último momento, porque es posible que nos sorprenda cuando menos lo esperemos. Es más prudente seguir el consejo que Jesús nos dio: "El que persevere hasta el final, ése se salvará".

Propósito
Vivir responsablemente este día, aprovechando mi tiempo, esforzándome por «ganar tiempo al tiempo», para comprometerme más en la nueva evangelización.

Diálogo con Cristo
Sean pocos o muchos los años que me quedan de vida, necesito estar listo para lo que la Providencia permita. Jesús, Tú conoces todas mis acciones, mis pensamientos y guías siempre mi camino, por eso te doy gracias; pero también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir la urgencia de trabajar por tu Iglesia.

Aceptó ser madre tuya por siempre
Meditaciones del Rosario. Quinto Misterio Doloroso. Muerte de Jesús. Me amó y se entregó a la muerte por mí

La agonía de Jesús no fue un deslizarse sin retorno hacia la muerte. Su agonía fue consciente y eficaz; pues durante la misma hizo su testamento, maravilloso testamento.

Al llegar a la cima la cruz yace sobre el suelo. Ya no le pesará más. Espera el abrazo de clavos en manos y pies. De ahora hasta el fin cruz y crucificado se harán uno en un abrazo de muerte. Le arrancan las vestiduras, tan pegadas estaban a la carne viva. Y ya no es dueño de nada, salvo de su humanidad desnuda, arada por los latigazos y la cruz. Así se presenta como espectáculo al mundo. ¿Qué le quedaba de dignidad a este Hombre-Dios? Su dignidad era un amor infinito, escondido tras aquella telaraña del desprecio infinito de los hombres.

El primer clavo penetró en la mano izquierda, rompiendo todo a su paso y salpicando sangre a los ojos de los verdugos. Luego la mano derecha: Dolor sobre dolor hasta el máximo de la resistencia. Pero faltan los pies. Carne sensible, leño seco, clavo inerte ensamblados de tal forma que la carne se vuelve seca e inerte como el clavo y el leño.

Si fueron tres horas de dolor, resultaron eternas para el que las sufría, como eterno era el amor por quienes lo soportaba. Tres horas de dolor sublime, eternidad de amor divino. ¿Será tan difícil amar entrañablemente a un ser que de forma tan heroica, tierna y total nos ha amado? Ese amor es tan tuyo como mío, hermano que caminas por la vida. Toda la existencia lo tendrás y, si no lo matas, será tuyo por toda la eternidad. Dios te amó y se entregó a la muerte por ti.

Había dicho grandes mensajes al mundo. Parecía haber concluido de hablar. Pero no. Todavía le quedaban en el corazón sublimes revelaciones. María había sido hasta ese momento la fiel Eva que le acompañó siempre: A Belén, a Egipto, hasta el Calvario. Era su Madre, su joya, su fortaleza. Pero ahora se le ocurre –divina ocurrencia- regalárnosla a nosotros. El regalo impresiona por el donador: Dios; y por el receptor: pobres pecadores; y por la joya misma: María. Regalo sublime es poco decir. La joya más preciosa es un mineral; la flor más bella es un vegetal. El regalo aquí tiene vida y un corazón, el que más y mejor ha amado en la tierra. ¡Cuánto amor supuso este regalo! Realmente nos quiere Jesús.

Y María, acostumbrada a la obediencia total, dijo nuevamente a Jesús: “Sí. He aquí la esclava del Señor, he aquí la madre de los hombres”. Y dijo sí a cada uno de sus hijos. Me dijo a mí: “Acepto ser madre tuya por siempre”. De Madre del Primogénito a madre de millones ... Un gracias inmenso debería oírse a lo largo y a lo ancho del mundo de parte de sus pobres, miserables, felicísimos hijos. La herencia recibida de María enriquece inmensamente al más pobre ser humano, pues puede decir con verdad: “¡Madre mía!”

De pronto se escucha una petición, una queja, una súplica: Tengo sed”. El Creador de mundos pedía un poco de agua, porque estaba realmente muriendo de sed. Sed del amor de los hombres. Dios-Amor desea que los hombres le digan: “Te amo, Dios mío” ¿Quién no se lo puede decir?

Sed de que todos se salven, de que todos sin excepción se santifiquen, se arrepientan. Es una sed de que otros se sacien. No es sed para Sí mismo. Dios tiene sed de que los sedientos hallen el agua viva; de que los sedientos de paz, de amor, de felicidad beban a raudales en la fuente inmortal que salta hasta la vida eterna. Lo dijo muy claro en la cruz: Tiene sed de que tú y yo nos salvemos. Y como muchos no le harían caso, por eso Jesús murió de sed en la cima del monte Calvario. La libertad humana que le dijo no fue el golpe de gracia, y lo que le hizo morir en el Gólgota.

“¡Dios mío, Dios mío!¿por qué me has abandonado? Esta pregunta taladró el cielo y resonó en las puertas del Paraíso. Se la dirigía a quien había proclamado: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias”. Da por hecho el haber sido abandonado. ¿Por qué...? Era, más bien, el grito doloroso de todos los desesperados, suicidas, abandonados, moribundos sin esperanza. Jesús quiso sentir lo que sentirían todos esos desgraciados en los momentos más trágicos de su vida, para obtener de su Padre un alivio y una esperanza. Jesús quiso pedir al Padre en nombre de todos los desgraciados del mundo que se compadeciera. El Padre le respondió: “Todo el que tenga fe en Ti, Hijo predilecto, encontrará la paz y la salvación”.

A ese mismo Padre al que al inicio de su vida le dijo: “He aquí vengo para hacer tu voluntad”, le susurra ahora, en la antesala de la muerte: “Misión cumplida. He reconciliado a la Humanidad contigo. He cumplido tu voluntad hasta los azotes, la corona de espinas, los clavos y el estertor de la muerte. ¿Estás complacido de tu Hijo predilecto?”
Tan complacido estaba que le extendió sus brazos y su pecho para que reclinara su cabeza y así muriera, pronunciando la última palabra que brotó de su alma: “En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu”. Luego se dejó caer en aquellos brazos, y expiró. Dios murió, Dios murió, La Vida murió. ¿Por qué tenía que morir? ¿Por quién murió el Hijo de Dios? Por sus hermanos, por todos, por amor a ellos. Cristo me amó y se entregó a la muerte por mí.

El cardenal Martini.

Elogia su capacidad de diálogo
Bergoglio homenajea al cardenal Martini
"Nunca dejó de interrogarse"

Redacción, 20 de octubre de 2015 a las 09:40

La invitación a acoger a los olvidados y marginados fue el eje central del magisterio del cardenal Martini

El papa Francisco rindió este lunes un homenaje especial al fallecido cardenal italiano Carlo Maria Martini, gran figura del ala progresista de la Iglesia católica, muy crítico con la institución y proclive a los cambios, fallecido en 2012.

En una introducción a un libro que recopila la obra del cardenal, firmada por el papa Francisco y publicada por el diario Il Corriere della Sera, el pontífice elogia la capacidad del prelado de promover el debate interno, los sínodos y asambleas de obispos de todo el mundo, introducidos a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965). El texto del pontífice se publica un día después de un importante discurso de Francisco ante los obispos reunidos en el Vaticano para un sínodo sobre los retos de la familia moderna que ha generado divisiones y fricciones sobre temas candentes.

"Nunca dejó de interrogarse", recuerda Francisco, que se formó con los textos de Martini, jesuita como él."La invitación a acoger a los olvidados y marginados fue el eje central del magisterio del cardenal Martini", escribió el papa quien también elogia el "talento pastoral para comunicar la palabra de Dios a todos los creyentes, laicos, intelectuales y gente sencilla".
Martini "no hizo concesiones a las modas ni a las encuestas sociológicas", pero era "consciente de la presencia en la Iglesia de tantas sensibilidades diferentes, de los contextos culturales, por lo que es indispensable un debate libre y humilde", recuerda.

Gran estudioso de la Biblia, el cardenal italiano figuró entre los "papables" en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger como sustituto de Juan Pablo II en 2005 y abogó siempre a favor del diálogo de la Iglesia con el mundo, sobre temas controvertidos para la doctrina, tales como la prohibición de la anticoncepción, la ordenación de mujeres y la concesión de la comunión a los divorciados que se vuelven a casar.

Todos asuntos que cerca de 400 obispos y cardenales de todo el mundo debaten en el Vaticano hasta el 24 de octubre a pedido de Francisco.

Aurora, Santa

Octubre 20

Etimológicamente significa “ “brillante”. Viene de la lengua latina y tiene un origen indo-europeo.

Muchas veces es importante buscar la vida de los santos. Cuando se está en sintonía con ellos y ellas, los proyectos de nuestra vida adquieren un matiz nuevo y hasta un bello encanto.

Ellos no son seres lejanos, sino muy cercanos. Con el ejemplo de sus virtudes nos animan cada día a proseguir nuestro camino por la conquista de la santidad que, al fin y al cabo, es la mejor carta de identidad, la mejor credencial para presentarse ante Dios, cuando al final de nuestra existencia, él nos juzgue por el amor y la entrega.

Y justamente la fiesta de santa Aurora o Orora se celebra el día 20 de octubre según consta en los diversos santorales que he consultado. Un mes bello del otoño en que quizá el brillo del sol adquiere una belleza distinta.

La fecha y o el origen de esta santa permanece desconocido.

Lo que sí se sabe es que muy venerada en la preciosa Isla le Man ( en sur de Inglaterra).

Es una pena que su historia se haya perdido por causa de las invasiones y la guerras..

No obstante, lo que hay de cierto es que el Obispo Mark de Sodor celebró un sínodo en la iglesia de san Bradan y Aurora en el año 1291.

Más tarde, en el siglo XVI, los benedictinos escribieron notas acerca de la bella iglesia situada en la sin par Isla le Man, con el fin de que todo el mundo supiese algo de la historia de esta joven y de la gran devoción que por ella sentían los habitantes de es lugar paradisíaco.

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