“Eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”

Evangelio según San Lucas 6,12-19. 

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

San Simón Cananeo

Santos Simón y Judas, apóstoles

Fiesta de san Simón y san Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».

Al igual que nos pasa con los demás Apóstoles, no tenemos sobre Simón y Judas Tadeo más que noticias imprecisas. Es natural: la Iglesia de los primeros años aguardaba la llegada del Reino con tanta inminencia, que no se ocupó de guardar memoria de los más cotidiano e insignificante -el día a día- de quienes la hacían; así que, paradójicamente, conservó con extremada fidelidad doctrina, espiritualidad, predicación, fe, todo lo más difícil de conservar... porque todo ello debía perdurar hasta el Reino; pero esos detalles mínimos que nos hacen «palpable» a cualquier personaje, no se conservaron: ¿tenían esposa? ¿hijos? ¿cuántos? ¿dónde nacieron? ¿dónde y cómo vivían? ¿dónde predicaron? ¿cómo murieron?

Pasadas una o dos generaciones la Iglesia tuvo que comprender que la promesa de Jesús de una vuelta inmediata no se medía en la escala del tiempo humano, y naturalmente se volvió más cuidadosa al detalle de la memoria cotidiana; pero los datos concretos de los principales «héroes humanos» de su propia historia, los Apóstoles y la Virgen, se habían perdido ya. Sin embargo la memoria popular no soporta vacíos: la memoria cotidiana de esos primeros años se comenzó a rellenar con datos recopilados aquí y allá. Muchos de esos datos seguramente se basan en un boca a boca cierto, sin embargo todos tienen algo en común: no pueden ser verificados ni falsificados, porque carecemos de fuentes externas para contrastarlos. No son pues -según el criterio que aplicamos a todo lo demás, y corresponde también aplicar al conocimiento histórico de la Iglesia- datos «históricos». Algunos autores tienen por costumbre confundir al pueblo cristiano enseñándole que todos esos datos son «tradición» de la Iglesia, y que por ello deben ser aceptados. No es verdad: la Tradición que debe ser admitida como revelación es la Tradición de la fe, es decir «aquello que los apóstoles creyeron y nos transmitieron en la vida de la Iglesia como parte del depósito de la fe, aunque no esté escrito en la Biblia». Es Tradición de la fe la Inmaculada Concepción, la Asunción de la Virgen, el culto de los santos, la economía sacramental de la salvación... es Tradición de la fe todo aquello que, siendo esencial a la identidad de la fe católica, no está explícito en la Biblia pero podemos saber, por testimonios indirectos, que formaba parte de las creencias de la generación apostólica. No es Tradición de la fe un montón de detalles simpáticos, anecdóticos y cotidianos sobre la primera Iglesia, que carecen de relevancia para la fe y cuya fuente histórica nos es desconocida. Dicho esto, y aunque sea una auténtica lástima no poder cubrir la curiosidad mínima de cualquier persona, lo que sabemos con certeza sobre los Doce en conjunto no llega a ocupar lo mínimo que sabemos sobre uno sólo de los cristianos de la siguiente generación.

Simón el «zelote»

De lo poco que conocemos de los apóstoles, casi nada más que su nombre es lo que sabemos de Simón, llamado por Mateo y Marcos «el cananeo», mientras que por Lucas/Hechos, «el zelote». Puede ser que con ese apodo se refiera a los «zelotes» (que podría traducirse como «llenos de celo»), un grupo radical dentro de los tantos que conformaban el polifacético judaísmo de la época; estos zelotes se oponían a la dominación romana, y al sincretismo cultural que ello traía aparejado. Se comprende que Jesús -que hablaba de una inminente instauración del Reino de Dios- atrajera la atención de estas corrientes. Aunque algunos autores afirman que los zelotes, como grupo de resistencia, nacieron algunas décadas después, así que este adjetivo indicaría más bien el hecho de que era un celoso cumplidor de la Ley, que más que un problema con la dominación romana, lo tenía con los judíos de mentalidad más relajada. No parece claro qué podía atraer de Jesús, que comía con publicanos y pecadores, a alguien que mereciera el apodo de «legalista celoso»; sin embargo, el mismo Jesús que comía con publicanos y pecadores dijo que no caería ni una «iod» de la Ley. Sin duda que Jesús se supo atraer a todas las sensibilidades, a un recaudador de impuestos como Leví y a un celoso cumplidor como Simón, y a cada uno le enseñó, y le exigió -y le exige- renunciar a sus criterios exclusivistas para abrazar los criterios de inclusividad del Reino.

El apelativo «cananeo» podría corresponder al gentilicio de «nacido en Caná» (aldea que conocemos por las bodas narradas por Juan), sin embargo podría ser también -y en general la crítica actual toma este partido- la forma aramea original (qan'ana) del nombre «zelote», que es griego y que, por tanto, no es la forma original del apelativo. Por lo demás a Simón a no se le atribuye ninguna anécdota dentro de los evangelios; es uno de los Doce, y sólo lo podemos imaginar actuando como coro, ya que cuanto se habla de Simón en el NT se refiere a Simón Pedro.

No sabemos, por tanto, tampoco cómo continuó el curso de su vida ni cómo murió, más allá de la suposición general de que los Doce sufrieron la misma suerte martirial que el Maestro. A partir de esta falta de datos, la imaginación ha hecho el resto, y lo ha hecho así:

-Puesto que se dice de él que es «de Santiago», algunos lo identifican como «hermano de Santiago» y no -como es más natural- como «hijo de [algún] Santiago», por lo tanto deducen que tiene que ser el Simón que es pariente de Jesús, según Mt 13,55 (y paralelos). Como al Santiago pariente del Señor la tradición posterior lo ha identificado (también sin demasiada base) con uno de los Santiago Apóstol (el llamado menor), entonces Simón resultaría ser, según cuenta Hegésipo en el siglo II, el sucesor de Santiago el Menor como obispo de Jerusalén, hasta el 107, cuando sufrió el martirio en Pella.
-También se lo ha identificado con Natanael de Caná y con el maestresala de las Bodas de Caná!, apoyadas estas identificaciones en la solidísima base del supuesto gentilicio «cananeo».

-en Armenia se lo identifica como apóstol de los armenios, y habría sufrido allí el martirio.

-San Fortunato de Poitiers transmite que evangelizó Persia con Judas Tadeo, y sufrió allí el martirio y fue enterrado, aunque otras tradiciones sitúan la tumba en el Cáucaso...

Los atributos del apóstol en la iconografía son variables: hasta el siglo XIII, pero retomado en el XVI, suele estar representado con un rollo o libro, sin símbolos de martirio, mientras que en los siglos intermedios a los mencionados aparece con distintos atributos martiriales, acorde con las mil leyendas sobre su muerte (serrado en dos, decapitado, etc).

Judas Tadeo

En cuanto a Judas Tadeo, poco más de lo mismo: le cupo la escasa suerte de llamarse con un nombre precioso en la tradición bíblica («el judío», que es lo que significa Judas), pero lamentablemente infamante para los cristianos, por el otro Judas, el traidor; con una mano en el corazón, por mucha devoción que se le tenga a Judas Tadeo, ¿quién le pondría a su hijo de nombre Judas? Tadeo (Thaddaios) es un apelativo, cuyo significado quedó incierto para nosotros; algunos lo hacen significar «de pecho amplio», es decir, «magnánimo». A este Judas se le atribuye una única intervención individual en el Evangelio, en Juan 14,22:«Le dice Judas -no el Iscariote-: 'Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?'» Lo que mereció de Jesús esa hermosa respuesta:«Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»

A Judas Tadeo se le atribuye una epístola muy breve -apenas 25 versículos- del NT, la llamada, precisamente, Epístola de San Judas, última del grupo de las siete «católicas» (es decir, sin destinatario conocido, y por tanto universales). La epístola depende estrechamente del libro apócrifo de Henoc, y a su vez es citada casi literalmente por 2Pedro 2; es sin duda una epístola-puente en un problema que acució a la primera iglesia: ¿por qué Jesús, que dijo que volvía enseguida, se retrasa? El hecho de que subyaga precisamente esta pregunta, junto a otros datos de crítica interna del texto hacen casi seguro afirmar hoy que la epístola es escasísimamente probable que provenga de mano directa de uno de los apóstoles. Las tradiciones posteriores hacen de Tadeo el evangelizador de Mesopotamia o de Libia, y sufrido el martirio, su cuerpo estaría, junto con Simón Zelote, en Persia, según la tradición ya mencionada de Fortunato de Poitiers. En la iconografía tradicional se lo representa con una alabarda o lanza, dato que proviene de algunas leyendas sobre su martirio. Debe señalarse que no todos los autores están de acuerdo con que Judas «no el Iscariote» y Judas «Tadeo» sean la misma persona, en cuyo caso lo poco que afirmábamos antes, se reduce a mucho menos. Es el patrono de las «causas perdidas», dentro de las cuales se encuentran los intentos por conocerlo históricamente un poco mejor...

Para los datos críticos sobre las listas neotestamentarias de los Apóstoles, así como la epigrafía de la Carta de Judas puede verse cualquier introducción actual al NT; por ejemplo, en Comentario Bíblico «San Jerónimo», tomo V, nº 78, Aspectos del pensamiento neotestamentario, hay un interesante capítulo dedicado a Los Doce, que puede servir como punto de partida; allí mismo, en el Tomo IV, está el comentario a la Carta de Judas. En el libro de Meier «Un judío marginal», en el tomo III, capítulo 27, se encontrará una muy sólida aproximación estrictamente histórica a los Doce, aunque conviene leer previamente los capítulos metodológicos introductorios, que están en el volumen I. Los datos «tradicionales» sobre los apóstoles pueden leerse en buena síntesis en Santi e Beati (en italiano), que consagra un artículo para cada uno de los dos apóstoles, además de la noticia de conjunto.
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San Simón y San Judas aparecen siempre juntos en las relaciones de los Doce. Al Apóstol Simón se le denomina el Cananeo (Mc. 3, 18) o Celotes (Lc. 6, 15), probablemente porque había pertenecido al partido extremista de los Celotes, que preconizaba la resistencia activa ante la dominación romana y llevaba a cabo de tiempo en tiempo ciertas operaciones de guerrilla.   Semejante pormenor revela la diversidad de opciones temporales a que habían podido estar adheridos los Apóstoles antes de ser elegidos por Jesús. Ahora bien, el Señor llama así y agrupa dentro de un mismo conjunto a unos hombres tan distintos como el publicano Mateo el nacionalista Simón: su reino no es de este mundo.    Pedirá a todos sin discriminación que sean sus testigos delante de los nombres. En cuanto a judas, a quien Lucas llama «judas, hijo de Santiago» (Lc. 6, 18), y, tanto Marcos como Mateo, le añaden el sobrenombre de Tadeo (Mc 18), es aquel que, en la última cena declaró a Jesús:  «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?», cosa que le valió el recibir la gran promesa de la inhabitación divina en el alma de los fieles «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».   Porque este Judas de tan ingrata homonimia es el patrón de las causas desesperadas. Durante la antigüedad y casi toda la Edad Media fue un santo ignorado, quizá porque repelía su nombre funesto, pero en el siglo XIV santa Brígida de Suecia contó en sus revelaciones que el Salvador le había instado a dirigirse con confianza a san Judas, y desde entonces pasó a tener una grande y dramática veneración.  

Muy poco se sabe de él por la Escritura; que fue uno de los Doce, tal vez hermano de Santiago el Menor, citado en la lista apostólica en penúltimo lugar, inmediatamente antes del traidor. Se supone que tras la muerte de Jesús predicó el cristianismo en Siria y Mesopotamia, y quizá murió en Persia con san Simón, martirizado a golpes de maza.   Siglos atrás sus reliquias se veneraban en Reims y Toulouse, y su culto llegó a ser muy popular en Polonia, donde abundaban los Tadeos, pero san Judas, es sobre todo la última tabla de salvación para los que ya no esperan nada, más allá de la esperanza aún está él

Epístola de San Judas  San Judas Tadeo, hermano de Santiago el Menor, compuso la carta entre los años 62 y 67, con el fin de fortalecer en la fe a los judío-cristianos y prevenirlos, como San Pedro ( II Pedr. 2 );San Juan (I Juan 2, 18 ss; II Juan 7) San Pablo ( I Tim. 3, 1 s., etc ) y también Santiago ( Sant. 3, 1 ), contra las doctrinas de los falsos doctores. En muchos pasajes tiene marcada semejanza con II Pedr. 2.   Tanto en los Evangelios como en otros escritos pasa enteramente si ser notado, sólo conocido por las listas de los Apóstoles. Sin embargo, hemos de creer que respondió à los designios del Señor al elegirle para el Colegio Apostólico.

Oremos
Dios nuestro, que quisiste que te conociéramos por la predicación de los apóstoles, concédenos, por la intercesión de los Santos Simón y Judas, que tu Iglesia siga creciendo en el mundo, acogiendo continuamente en su seno a nuevos pueblos que vengan a la fe en ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia 
Comentario sobre el evangelio de San Juan, 3,130 (trad. breviario 28 de octubre)

“Eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles”

Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías y maestros de todo el mundo y “administradores de sus divinos misterios” (1Co 4,1), y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la Escritura: “Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama” (He 5,4). (…) 

Si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus discípulos como el Padre lo había enviado a él (Jn 20,21), era necesario que ellos, que habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.” (Lc 5,32) Y también: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. (Jn 6,38) Porque “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Jn 3,17)

De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido.

Salía de Él una fuerza que sanaba
Lucas 6, 12-19. Fiesta Simón y Judas, apóstoles. Nuestras grandes decisiones deben surgir tras un encuentro con Dios en la oración. 

Oración introductoria
Señor, yo también me acerco a Ti para ser curado de todo lo que me puede apartar del cumplimiento de tu voluntad. A mí también me llamas por mi nombre y me escoges para llevar tu Amor a todos los que me rodean.

Petición
Jesús, ayúdame a entender mi presente a partir del futuro del cielo que me espera e iluminarlo con espíritu de esperanza.

Meditación del Papa Francisco
Cuando vemos a estos cristianos, con tantas actitudes triunfalistas, en sus vidas, en sus discursos y en su pastoral, en la liturgia y tantas otras cosas, es porque en lo más profundo no creen en el Resucitado.

Y Él es el ganador, el Resucitado. Por lo tanto ha ganado. Por esto, sin temor, sin miedo, sin triunfalismo, simplemente mirando al Señor resucitado, su belleza, incluso poniendo los dedos en las heridas y la mano en el costado.

Esto es el mensaje que Pablo nos da: Cristo es todo, es la totalidad y la esperanza, porque es el Esposo, el vencedor.

El evangelio de hoy muestra una multitud de gente que va a escuchar a Jesús y hay muchas personas enfermas que tratan de tocarlo, porque de Él salía una fuerza que sanaba a todos. Nuestra fe, la fe en el Señor resucitado es aquello vence al mundo. Vayamos hacia Él y dejémonos, como estos enfermos, tocar por Él, por su fuerza, porque Él está en carne y hueso, no es una idea espiritual que flota... Él está vivo. Y está resucitado. Y así ha vencido al mundo. Que el Señor nos conceda la gracia de entender y vivir estas cosas. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de septiembre de 2013, en Santa Marta).

Reflexión
La oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los Olivos, en la Cruz, etc.

Aquí se nos narra la elección de los Doce apóstoles. Eran los hombres con los que iba a comenzar la Iglesia y debían ser aptos para llevarla a buen término con paso firme.

Por tanto, era una decisión importante, que no podía hacerse con prisas y a la ligera. Necesitaba dedicar una noche entera para consultarla con su Padre.

De la misma manera, todas nuestras grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración. Por ejemplo, al elegir una carrera, al optar por la vida matrimonial o seguir una vocación religiosa, etc. También debemos rezar cuando llegan situaciones difíciles en el trabajo o en la familia, ya que Dios nos puede ayudar a encontrar la solución más adecuada.

¿Y cómo sabemos si la respuesta viene realmente de Dios? Cuando Dios “ilumina” un alma por la acción del Espíritu Santo le envía algunas señales, por ejemplo, una profunda paz interior, alegría, amor, etc.

Es lo que llamamos “frutos del Espíritu”. Y por si hubiera dudas, nos damos cuenta de que esa solución está completamente de acuerdo con lo revelado en las Sagradas Escrituras. También es provechoso contar con la ayuda de un buen sacerdote que nos pueda orientar a encontrar la voluntad de Dios para nosotros, ya que ellos reciben unas gracias especiales para ejercer su ministerio.

Propósito. Que todas nuestras grandes decisiones surjan tras un encuentro con Dios en la oración.

El fenómeno de San Judas
La devoción a San Judas Tadeo siempre debe de tener un fundamento sólido en Jesucristo, para evitar muchas malas interpretaciones

Un análisis cultural para una pastoral efectiva
Poco sabemos de San Judas Tadeo, como de otros apóstoles. Los evangelios son relatos de la vida de Jesucristo y los demás personajes, incluida la Virgen María, son secundarios.
En cualquier devoción de la Iglesia católica siempre nos preguntamos por los fundamentos o los orígenes de la misma. Para nuestro caso, en un primer momento, precisaremos algunos aspectos sobre: ¿Quién es San Judas Tadeo?

Un poco sobre su persona
La Santa Iglesia Católica dedica el día 28 de octubre para recordar el martirio de los santos apóstoles San Judas Tadeo y San Simón, a partir del hecho ocurrido en el año 78, cuando dieron su vida por nuestro Señor Jesucristo.

También, el dato fehaciente al cual recurrimos es aquel que nos narran las Sagradas Escrituras en el contexto de Jesucristo cuando elige a sus doce discípulos: “El primero Simón, apodado Pedro, y Andrés su hermano, Jacobo de Zebedeo y su hermano Juan, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el recaudador, Jacobo de Alfeo y Tadeo, Simón el zelota y Judas el traidor” (Mt 10, 2-4).

En la tradición de la Iglesia es mencionado como familiar cercano a Jesucristo, el Hijo de Dios: “¿No se llama su madre María y sus hermanos Jacobo, José, simón y Judas?” (Mt 13, 55). Es apodado el Tadeo o el Lebeo, que significan el “muy amado”.

Ambos textos bíblicos nos hacen hincapié en que San Judas Tadeo es un personaje muy cercano a Jesucristo y por lo mismo continuador de su obra misionera, pues, todos los discípulos de Jesucristo según la Tradición de la Iglesia católica fueron los pilares de la misma a través de su gran testimonio, incluso, dando su propia vida por la causa del Evangelio.

La devoción a San Judas Tadeo
Por otra parte, también nos surge otro interrogante: ¿Cómo se fue consolidando la devoción a San Judas Tadeo en nuestro país?

La devoción a los santos ha sido un aspecto muy recurrente en todos los lugares católicos desde los inicios de la Iglesia, debido sobre todo a su papel de intermediarios. Ahora bien, en cuanto a San Judas Tadeo en México, algunas crónicas nos narran que un sacerdote Misionero Claretiano de origen español, había prestado su servicio evangelizador en los Estados Unidos, lugar donde la devoción a San Judas Tadeo estaba en gran auge (primera mitad del siglo XX). Y una vez que de ese país fue destinado a prestar su servicio misionero en México, llegó al Templo de San Hipólito y San Casiano, lugar donde él fue importante propagador de la devoción a San Judas Tadeo.

Aunado a lo anterior, podemos decir que esta devoción se fue gestando de manera primigenia en la ciudad de México hacia la década de 1950, tiempo aproximado en que la imagen de San Judas Tadeo fue entronizada en el Templo de San Hipólito y San Casiano (ubicado en dicha ciudad). Posteriormente, las crónicas indican que hacia el año de 1982, era tanto el auge de la devoción a San Judas Tadeo que la imagen de este santo, que se encontraba ubicada a mitad del templo (finales de la década de 1960), tuvo que ser traslada al altar principal.

Así pues, el Templo cuyo nombre oficial es de “San Hipólito y San Casiano” (ubicado muy cerca de la Alameda Central, de la mega-ciudad de México) fue el que albergó por vez primera la imagen de San Judas Tadeo y desde donde se fue gestando y expandiendo esta devoción a otros lugares del país. Entonces, dadas las relevantes obras de intercesión de San Judas Tadeo en la vida de muchas personas, este Templo de San Hipólito y San Casiano o como la gente le dice: “La Iglesia de San Juditas”, a  estas fechas es el epicentro religioso de esta devoción.

Una sana interpretación
Pero esta devoción a San Judas Tadeo siempre debe de tener un fundamento sólido en la persona de Jesucristo, en general para evitar muchas malas interpretaciones. Jesucristo a sus doce discípulos y entre ellos a San Judas Tadeo les dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio…” (Mc 16, 15).  Lo cual, nos permite hablar con certeza de la persona de San Judas Tadeo como un discípulo elegido por el mismo Jesucristo y continuador de su mandato misionero.

Empero, es importante tener muy en claro que un santo es sólo un intercesor, y quien obra los milagros es Dios a través de él. Los santos no buscan permanecer siempre o ser reconocidos, sino mostrar las bondades de Dios y de Jesucristo en la historia del género humano.

De esto podemos remarcar lo siguiente: La centralidad de toda vida cristiana es la persona de Jesucristo. Jesucristo el Hijo de Dios que se hace hombre de su tiempo y obra milagros por el bien del prójimo: multiplica el pan, cura a los enfermos, libera de su mal a los endemoniados…, y sobre todo: invita a la conversión.

San Judas Tadeo y la Religiosidad Popular
Hoy día esta polifacética devoción religiosa-urbana es también tema recurrente de muchas disciplinas como: la sociología, ciencias de la comunicación y la antropología, entre otras. Desde la perspectiva antropológica podemos decir que es una manifestación religiosa muy importante en la vida de la mega-ciudad de México. Sobre todo porque crea identidad, cohesiona a los grupos de la ciudad que son muy plurales y sobre todo, manifiesta una manera religiosa muy singular de recrear el espacio y el tiempo urbano, donde la mayoría de las veces aparece como a-religioso o lleno de secularismo.  

Otro aspecto muy importante es toda la vivencia que se da desde la perspectiva de la Religiosidad Popular. Y aquí es donde el Papa Pablo VI, en la exhortación Evangelii Nuntiandi número 48, nos habla sobre hacer una distinción entre Religiosidad Popular (manifestaciones religiosas bajo la dinámica meramente cultural) y Piedad Popular (manifestaciones religiosas iluminadas por el Evangelio). La exhortación nos ayuda a percibir –y sobre todo a discernir– entre algunas manifestaciones y actitudes que se quedan en el plano de la superstición y de posturas seudo-religiosas, y entre las manifestaciones y actitudes evangélicas como: la ayuda por los necesitados, el compartir, el respeto por la vida, la fraternidad, el respeto, el amor y la veneración a la Virgen y a los Santos… 

San Judas Tadeo y la Pastoral Urbana
Ahora bien, en cuanto a la devoción a San Judas Tadeo, pueden existir diversas maneras de interpretarla. Por nuestra parte, creemos importante tomar en cuenta los contextos en que esta devoción se desarrolla y se va manifestando. Así pues, en esta descripción quisiéramos compartir algunas reflexiones desde la perspectiva de la Pastoral Urbana.

La Pastoral Urbana nos brinda una nueva manera teológico-histórica de ver y concebir a la ciudad (como es el caso concreto de México), ya no sólo desde la postura y visión de los cronistas y de los urbanistas. Dicha interpretación de la realidad consiste en percibir la Historia de la Salvación realizada y expresada bajo signos y símbolos propios de la pluriculturalidad de esta ciudad.

Dios y su Hijo Jesucristo habitan la ciudad. Y son el hombre y la mujer quienes buscan a Dios a través de sus historias diarias en la ciudad. Dios y su Hijo Jesucristo recrean y resignifican la historia del ser urbano. Y así, el hombre y la mujer buscan y encuentran a Dios y a los rostros de Jesucristo en el espacio urbano.

La misma Pastoral Urbana, centrada en el meta-paradigma Jesucristo, es la que nos invita a tener una manera propia de atención ante este mosaico de manifestaciones culturales y religiosas. Una de ellas muy marcada en esta ciudad es la denominada Religiosidad Popular, que se ve, se vive y se revive en las venas de un buen número de personas.

Por otra parte, cabe destacar que la ciudad también está conformada de una manifestación de Religiosidad Popular muy singular: por ejemplo la devoción a San Judas Tadeo en la ciudad de México ha tenido un relevante y singular crecimiento en las últimas décadas. Los días 28 de cada mes, un relevante número de personas asisten a un sinnúmero de iglesias dentro de esta ciudad a rendirle veneración al santo. Dicha devoción creemos que es un reflejo de la cultura religiosa del urbanita. El ambiente es familiar, se crea una atmosfera de compartir y sobre todo es muy relevante la cercanía que se tiene entre San Judas Tadeo y los sectores juveniles. Es una religiosidad que se renueva cada mes y que contrasta con el anonimato de la gran metrópoli.

En algunas iglesias la mayoría de los asistentes los días 28 escuchan misa y una vez terminada, acuden al lugar en el que su imagen y sus cuerpos son rociados con agua bendita. En general, son hombres y mujeres que rinden un gran respeto a este santo, entre otras cosas por algún favor o milagro que de él reciben o que desean pedir: recobrar la salud, conseguir empleo…

Ahora bien, entre otras características que resaltan en la devoción a San Judas Tadeo es que se le ha denominado el “abogado de las causas difíciles y desesperadas”, es decir, se le tiene como aquel que da sentido al sinsentido. Dicha manifestación religiosa nos lleva a pensar en la fe y esperanza en un ser sagrado que acompaña, acoge y reanima el diario vivir.

Algunas consideraciones finales
Debemos seguir valorando la Religiosidad Popular y recordar que ella conforma el mapa socio-cultural de México, ya que es uno de los vehículos más importantes que le dan identidad al católico. Pero también hay que ir depurando los aspectos de la Religiosidad Popular que no van acordes con el mensaje evangélico: supersticiones, idolatrías, fetichismos…

No menos debe ser nuestro interés en potenciar el sentido misionero de la Religiosidad Popular; en el caso concreto de la devoción a San Judas Tadeo, nos debe llevar ésta a un sólido compromiso con la misión. Necesario es hoy día considerar que en las urbes hay un plus de sentido religioso, el cual debe ser encausado a la persona de Jesucristo, quien siempre es buen anuncio en cualquier historia y en cualquier cultura. Después de haber sido olvidado durante mucho tiempo el nombre de San Judas Tadeo, por llevar el mismo nombre de Judas el traidor, nos atrevemos a decir que la devoción a dicho santo ha sido un regalo de Dios en esta ciudad de México, y que el pueblo creyente ha ido consolidando.

Así pues, más que tomar posturas rígidas o satanizar esta devoción, hay que saber que en ella existen muchos elementos religioso-culturales que se están reactualizando y resignificando nuestra cultura y nuestra fe. Por lo tanto, invito a un sano diálogo, para que esta devoción lleve a un compromiso social, ecológico y evangélico.

Por último, no olvidemos involucrar a los devotos(as) como agentes de cambio en todos los ambientes sociales.

Francisco, hoy, en San Pedro

"El mundo nos mira a nosotros, creyentes, y nos pide un diálogo interreligioso abierto y respetuoso"
Francisco pide a todas las religiones "respeto recíproco" para alcanzar "la armonía de la diversidad"
El Papa lamenta que "la violencia y el terrorismo han difundido sospeha y condena hacia las religiones"

Jesús Bastante, 28 de octubre de 2015 a las 11:53

Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión

(Jesús Bastante).- "Que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad". El Papa Francisco hizo esta mañana un llamamiento "a colaborar entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier religión" para acabar con "el hambre, la miseria, la crisis ambiental o la violencia, en particular la cometida en nombre de Dios", durante la Audiencia que sirvió para celebrar los 50 años de la declaración Nostra Aetate. "El respeto recíproco es condición del diálogo religioso. Respetar el derecho del otro a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales: de conciencia, pensamiento, expresión y religión", señaló el Papa, quien también denunció "la corrupción, la degradación moral, la crisis de la familia, la economía o la finanza, y sobre todo de la esperanza. Nosotros, creyentes, tenemos una gran responsabilidad". Francisco animó a todos, creyentes y no creyentes, a custodiar a la gran familia humana, aunque se centró especialmente en las comunidades judía y musulmana. "el mundo nos mira a nosotros, creyentes, nos llama a colaborar con todos", proclamó el Papa, quien pidió "un diálogo interreligioso recíproco, que ayude a conocernos más" y a "dejar un mundo mejor que el que nos han dejado". "Con el Señor todo es posible", incidió Francisco, quien animó a todos los creyentes, a orar "con sus propias tradiciones", pues la oración es el gran patrimonio de los hombres y mujeres de fe. Recordando la Nostra Aetate, Bergoglio incidió en que "la Iglesia aprecia a todas las religiones, y está abierta al diálogo con todos, fiel a la verdad en la que cree". Aunque han sido incontables las iniciativas y encuentros interreligiosos en este último medio siglo, el Papa destacó el primer encuentro de Asís, el 27 de octubre de 1986. "La llama de Asís prendió en todo el mundo, y constituye un permanente signo de esperanza".


Bergoglio destacó cómo cristianos y judíos, con la Nostra Aetate, se reconocieron y "de enemigos y extraños nos convertimos en amigos y hermanos". También tuvo palabras para los seguidores del Islam que, "como recuerda el Concilio, adoran al Dios único, viviente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres; que creen en la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su madre María, esperan el día del Juicio y practican la oración y el ayuno".

En este punto, el Papa afirmó que "el respeto recíproco es condición del diálogo religioso", y recordó que "el mundo nos exhorta a colaborar hoy con los hombres y mujeres de buena voluntad" y lamentó que "la violencia y el terrorismo han difundido una actitud desospecha y condena de las religiones". "En realidad, ninguna religión está inmune al riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas, en individuos o grupos", reconoció, para solicitar después "guardar el valor positivo que viven y proponen".

"El diálogo basado en el respeto puede aportarnos mucho bien (...) Podemos caminar juntos, tomándonos los unos de los otros, todos los creyentes, de cualquier religión. Podemos realizar proyectos en común para combatir la pobreza y asegurar a todos hombres y mujeres condiciones de vida mejores", incidió Bergoglio, quien apuntó que "el Jubileo de la Misericordia es una ocasión propicia parea trabajar juntos en el campo de las obras de la caridad". Un ámbito en el que "pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes, que ponen en el centro el dolor del otro, del que sufre. La Misericordia a la que somos llamados abraza a todo lo creado, de lo que somos custodios, y no, como ahora, destructores".


"Tenemos la obligación de dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado, a partir del ambiente en que vivamos y los pequeños gestos de la vida cotidiana", insistió el Papa, quien reclamó que "lo primero que debemos hacer es rezar, y rezar los unos por los otros. Seamos hermanos. Sin el Señor, nada es posible. Con él, todo se puede hacer. Que nuestra oración pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, que desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad". Día lluvioso en Roma. La plaza de San Pedro aparecía algo menos llena que de costumbre. Falsa alarma, pues al cabo de diez minutos el centro de la Cristiandad volvió a llenarse de decenas de miles de personas saludando, gritando, chillando a Francisco, que continúa deteniéndose a saludar, recoger camisetas, besar niños, sonreír y bendecir a su grey. Comenzó la audiencia con unas palabras del cardenal Tauran, recordando los 50 años de la declaración Nostra Aetate, que supuso el comienzo de las relaciones de respeto, amistad y diálogo con personas de distintas religiones. De hecho, miembros de distintas confesiones, que se encuentran reunidos en Roma, participaron de la audiencia papal de hoy. "Hoy vamos a orar por la paz y a demostrar a todo el mundo que la fraternidad universal es posible", subrayó un desmejoradísimo Tauran. A la vez, el cardenal Koch habló de las conexiones, prejuicios y acuerdos entre judíos y cristianos a lo largo de la Historia, y cómo Nostra Aetate marcó el comienzo de un camino común. "No se puede ser cristiano y antisemita", subrayó el presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. "Quien no ama al prójimo, no conoce a Dios", decía la Nostra Aetate, en un párrafo que se recordó en distintos idiomas antes de la intervención papal.

Texto de la catequesis del Papa traducida del italiano:
Queridos hermanos y hermanas,

En las Audiencias generales hay a menudo personas o grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es del todo particular, para recordar juntos el 50º aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del beato Papa Pablo VI, que en la fiesta de Pentecostés del año anterior al final del Concilio había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diferentes religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a quienes vienen de lejos.

El Concilio Vaticano II ha sido un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de los tiempos en miras a una actualización orientada a una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De hecho Dios, que se ha revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su Hijo hecho hombre (cfr Heb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.

El mensaje de la Declaración Nostra aetate es siempre actual. Recuerdo brevemente algunos puntos:

La creciente interdependencia de los pueblos ( cfr n. 1);

La búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro camino (cfr n.1);

El origen común y el destino común de la humanidad (cfr n. 1);

La unicidad de la familia humana (cfr n. 1);

Las religiones como búsqueda de Dios o del Absoluto, en el interior de las varias etnias y culturas (cfr n. 1);

La mirada benévola y atenta de la Iglesia sobre las religiones: ella no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de bello y verdadero (cfr n. 2);

La Iglesia mira con estima los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n. 3);

La Iglesia abierta al diálogo con todos, y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.

Son tantos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es difícil recordar todos. Un hecho particularmente significativo ha sido el Encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986. Este fue querido y promovido por san Juan Pablo II, quien un año antes, es decir hace treinta años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 de agosto de 1985). La llama, encendida en Asís, se ha extendido en todo el mundo y constituye un signo permanente de esperanza.

Una especial gratitud a Dios merece la verdadera y propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia y oposición se transformaron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños nos hemos transformado en amigos y hermanos.

El Concilio, con la Declaración Nostra aetate, ha trazado el camino: "si" al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; "no" a cualquier forma de antisemitismo y condena de todo insulto, discriminación y persecución que se derivan. El conocimiento, el respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si vale en modo peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones. Pienso en particular en los musulmanes, que -como recuerda el Concilio- «adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres» (Nostra aetate, 5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).

El diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.

El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza. Nosotros creyentes no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad.

A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza. Se trata de alzar la mirada para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en tantos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien es excluido. Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.

El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobretodo la compasión, pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato si', 194), a partir del ambiente en el cual vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.

Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los otros, somos hermanos. Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se convierte! Que nuestra oración pueda, cada uno según la propia tradición, pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad. Gracias.

Saludos en castellano:
Queridos hermanos y hermanas:

Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad.

El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias.

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