“Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido reunir a tus hijos”
- 29 Octubre 2015
- 29 Octubre 2015
- 29 Octubre 2015
Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte". El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
San Narciso de Jerusalén
San Narciso de Jerusalén, obispo
Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe.
Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años.
San Narciso nació haciaa el año 100, y vivió, como veremos, unos 116 años. Además de ser obispo de Jerusalén, fue testigo privilegiado del gran cambio que se obró en la cristiandad de la Ciudad Santa, cuando, por la política de Adriano, se pasó de población judía a población gentil, de obispos de origen judío a obispos de origen gentil, al primero de los cuales, san Marcos de Jerusalén, hemos celebrado hace pocos días. Al igual que con éste, también con san Narciso nuestra fuente privilegiada es Eusebio de Cesarea, pero, sea por un especial gusto que Eusebio tuviera en las noticias de la vida de Narciso, sea que por su longevidad había mucho para contar, le dedica, además de los pequeños fragmentos en las listas cronológicas, una pequeña narración continuada, que transcribiré.
Pero antes de eso, algunos pocos datos que pueden ayudar a ubicarnos: san Narciso fue elegido obispo cuando ya era septagenario; su figura era respetada, y también, por qué no, también un poco envidiada. Así que no le faltaron pruebas, como la difamación que nos mencionará Eusebio, sin decirnos propiamente en qué consistió. Del relato de Eusebio surge que a causa de esa difamación se alejó algún tiempo del episcopado, sin embargo debemos tener presente que las causas pueden ser más complejas, y Eusebio escribe cien años más atrde de los hechos. Aclaro esto porque no se ve del todo bien por qué, pasando tres episcopados en medio (que plantean problemas de cronología aun no resueltos), Narciso reaparece como si nada hubiera pasado, y le restituyen su cargo.
Allí se produce el acontecimeinto que Eusebio, siguiendo sus fuentes, pone todo en manos directas de la Providencia: que va revelando a unos y a otros lo que quiere que ocurra, pero que, seguramente ocurrió de alguna manera un poco más compleja: san Alejandro viene de Capadocia a Jerusalén para visitar los lugares santos, y es elegido obispo de Jerusalén para ayudar a san Narciso, que era ya muy anciano: es el primer caso perfectamente registrado de un obispo coadjutor, algo tan común en las enormes diócesis de la actualidad.
San Narciso tuvo fama de gran taumaturgo, de lo cual nos queda el milagro de la lámpara que nos contará Eusebio, también con él tenemos testimonio de que la Iglesia de Jerusalén, como la de Alejandría, adhiere a la celebración de la Pascua en domingo, a diferencia de las iglesias de Asia, que seguían celebrando la Pascua en la fecha judía, es decir, el 14 Nisán (los llamados «cuartodecimanos»). A cien años por delante, el relato de Eusebio es, como siempre, tan vivo, que nos deja con ganas de más: Muchos, pues, y diversos son los milagros que los ciudadanos de aquella iglesia recuerdan de Narciso, transmitidos por tradición de los hermanos que se han sucedido. Entre ellos refieren también el siguiente prodigio realizado por él: Dicen que una vez, durante la gran vigilia de Pascua, faltó el aceite a los diáconos, por lo cual se apoderó de toda la muchedumbre un gran desánimo. Narciso mandó entonces a los que preparaban las luces que sacasen agua y se la llevaran a él. Hecho esto, oró sobre el agua y con toda la sinceridad de su fe en el Señor ordenó echarla en las lámparas. Ejecutado que se hubo también esto, por un poder maravilloso y divino y contra todo razonamiento, la naturaleza del agua cambió su cualidad en la del aceite, y muchos de los hermanos que allí estaban conservaron largo tiempo, desde entonces hasta nuestros días, un poquito de aquel aceite como prueba del milagro de entonces.
Muchas otras cosas dignas de mención se cuentan de la vida de este hombre, entre ellas también la siguiente. Unos pobres hombrecillos, incapaces de soportar el vigor de aquél y la constancia de su vida, temerosos de ser arrestados y sometidos a castigo, pues eran conscientes de sus delitos innumerables, tomaron la delantera y urdieron y esparcieron una calumnia terrible contra él. Luego, con el fin de asegurarse la confianza de los oyentes, confirmaban con juramento sus acusaciones: uno juraba porque el fuego le destruyese; otro porque una enfermedad funesta consumiera su cuerpo, y un tercero, porque sus ojos cegaran. Pero ni aun así, ni siquiera jurando, un solo fiel les prestó atención, por la templanza de Narciso, que de siempre brilló ante todos y por su conducta virtuosa en todo. Él, sin embargo, no pudiendo sobrellevar en modo alguno la maldad de estas calumnias, y por otra parte, estando desde hacía largo tiempo en busca de una vida filosófica, huyó de la muchedumbre entera de la iglesia y pasó muchos años oculto en regiones desiertas y recónditas. Pero el gran ojo de la justicia tampoco permaneció quieto ante tales desmanes, sino que a toda prisa se dio a la persecución de aquellos impíos con las mismas desgracias con que se habían ligado perjurando contra sí mismos, pues el primero, sin motivo ninguno, simplemente así, habiendo caído una chispita en la casa en que él moraba, la incendió por completo durante la noche, y pereció abrasado con toda su familia; el otro se vio de repente con el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la cabeza, lleno de aquella enfermedad con que él mismo se castigó de antemano; y el tercero, así que vio el final de los primeros, temblando ante la ineludible justicia de Dios que lo ve todo, hizo confesión pública de lo que habían tramado en común los tres. En su arrepentimiento, se agotaba de tanto gemir y no cesaba de llorar, tanto que llegó a perder sus dos ojos. Tales fueron los castigos que sufrieron éstos por sus mentiras.
Retirado Narciso, y como nadie sabía dónde podía hallarse, los obispos que presidían las iglesias limítrofes resolvieron imponer las manos a un nuevo obispo. Díos se llamaba éste. Después de presidir no mucho tiempo, le sucedió Germanión, y a éste, Gordio, bajo el cual reapareció Narciso, de alguna parte, como un resucitado. Los hermanos le llamaron de nuevo para ocupar la presidencia. Todos le admiraban todavía más, por causa de su retiro, de su filosofía y, sobre todo, por la venganza que Dios había obrado en su favor. Como quiera que Narciso no estaba ya en condiciones de ejercer el ministerio por causa de su extrema vejez, la providencia de Dios llamó a Alejandro, que era obispo de otra iglesia, para ejercer las funciones episcopales junto con Narciso, conforme a una revelación que tuvo éste en sueños por la noche. Ocurrió, pues, que Alejandro, como obedeciendo a un oráculo, emprendió un viaje desde Capadocia, donde por primera vez fue investido del episcopado, a Jerusalén, por motivos de oración y de estudio de los lugares. La gente de allí le recibió con los mejores sentimientos y ya no le permitieron regresar a su país, conforme a otra revelación que también ellos habían tenido durante la noche y según una voz que se dejó oír clarísima a los más celosos de entre ellos, pues les indicaba que se adelantasen fuera de las puertas de la ciudad y recibiesen al obispo que Dios les había predestinado. Después de obrar así, con el común parecer de los obispos que regían las iglesias circundantes, obligaron a Alejandro a permanecer allí forzosamente.
El mismo Alejandro, en carta privada a los antinoítas, que todavía hoy se conserva entre nosotros, menciona el episcopado de Narciso, compartido con él, cuando escribe textualmente al final de la carta: «Os saluda Narciso, el que rigió antes que yo la sede episcopal de aquí, y ahora, a sus ciento dieciséis años cumplidos, ocupa su lugar junto a mí en las oraciones y os exhorta, lo mismo que yo, a tener un mismo sentir».
Historia Eclesiástica, IV,9-11, BAC, 1973(1ª), traducción de Argimiro Velasco Delgado; hay también otras citas incidentales sobre san Narciso en el mismo libro IV, especialmente en relación a la cuestión de la fecha de Pascua.
En el día de hoy es posible elegir entre dos obispos homónimos de la misma época, pero de características muy dispares. Uno fue obispo de Jerusalén y en el año 195 contribuyó a decidir que la Pascua se celebrase siempre en domingo. Al parecer murió a los ciento dieciséis años. El otro san Narciso, más popular, tiene una historia más enredada; quizá fue de origen centroeuropeo y es probable que durante la persecución de Diocleciano tuviese que huir y se refugiara en la ciudad de Augusta o Augsburgo. Allí se alojó en casa de «una mujer principal, pero deshonesta», una cortesana famosa cuyo nombre era Afra (incluida también en el santoral). Esta además era idólatra, pero la oración de Narciso la convirtió junto con su madre y tres criadas suyas. Más tarde, en unión de su diácono Félix, llega a Gerona, que convierte en su centro apostólico, y unos años después, quizá en el recinto extramuros del cementerio de los fieles (se supone que donde hoy se levanta la colegiata de San Félix, que debe su nombre a un santo anterior), cuando iba a celebrar misa fue asesinado con el citado diácono. Murió a consecuencia de tres heridas en el hombro, en la garganta y en el tobillo. En Gerona (de donde es patrón, además de serlo de Augsburgo) es el santo de las moscas, ya que se dice que en 1285 de su sepulcro salieron enjambres de tábanos que con sus picaduras mortales hicieron huir al ejército francés invasor.
Señor, tú que colocaste a San Narciso en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Tratado sobre el salmo 95; CCL 78, p. 154-155; Cartas 58,2-4; PL 22, 580
“Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido reunir a tus hijos”
La cruz de Cristo es la salvación del género humano; sobre esta columna se construye su casa. Cuando hablo de la cruz, no me refiero al madero sino a la pasión. Esta cruz se encuentra tanto en Bretaña como en India y en el universo entero.... Feliz aquel que lleva en su corazón la cruz y la resurrección, al igual que el lugar de su nacimiento y el lugar de la ascensión de Cristo al cielo. Feliz aquel que tiene Belén en su corazón y en el que Cristo puede nacer cada día...
Feliz aquel en cuyo corazón Cristo resucita cada día porque cada día se arrepiente de sus pecados más leves. Feliz aquel que cada día sube del monte de los olivos al Reino de los cielos, donde las aceitunas son sabrosas y donde nace la luz de Cristo...
No hay que congratularse por haber estado en Jerusalén sino por haber vivido santamente en Jerusalén. No hay que buscar la ciudad que mató a los profetas y que derramó la sangre de Cristo, sino aquella que se alegra por los canales de un río que viene de Dios (cf Sl 46,5), aquella que, edificada en un monte no se puede ocultar (Mt 5,12), aquella que es la madre de los fieles y por ella se regocija el apóstol al poder vivir en ella con todos los justos. (cf Gal 4,26-27)
Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte
Lucas 13, 31-35. Tiempo Ordinario.
La voluntad de Dios es, a fin de cuentas, lo único que nos cuenta en esta vida.
Oración introductoria
Gracias, Padre, por mostrarme la pasión y la valentía con las que debo cumplir tu voluntad. Te suplico con humildad que aumentes mi fe y mi esperanza.
Petición
Padre Santo, te pido que no rechase tu Amor, que esté siempre cerca de Ti como los polluelos a la gallina. Que mi libertad sea siempre elegirte a Ti.
Meditación del Papa Francisco
Ayudar a nuestros jóvenes a redescubrir el valor y la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios. Esto es muy difícil, pero cuando un joven lo entiende, un joven lo siente con la unción que le da el Espíritu Santo, este "ser amado personalmente por Dios" lo acompaña toda la vida después.
La alegría que ha dado a su Hijo Jesús por nuestra salvación. Educarlos en la misión, a salir, a ponerse en marcha, a ser callejeros de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como la gallina con los pollitos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra institución parroquial o en nuestra institución diocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, enviados. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar. Empujemos a los jóvenes para que salgan. Por supuesto que van a hacer macanas. ¡No tengamos miedo! Los apóstoles las hicieron antes que nosotros. ¡Empujémoslos a salir! Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. Ellos son los invitados VIP. Al cruce de los caminos, andar a buscarlos. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de junio de 2013).
Reflexión
Este pasaje está situado en la última subida de Cristo hacia Jerusalén. Sabe que va allí para morir de la manera más horrible. Sin embargo va decidido y declara que debe seguir adelante hoy, mañana y pasado porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén, es decir, tiene interés en llegar a tiempo a la cita que tiene con la muerte, en la que dará gloria a su padre y nos mostrará su amor. Ante esta premura no le importan los poderes políticos (Herodes que lo amenaza de muerte) ni sociales. (los fariseos que le invitan a irse de sus dominios)
Durante la persecución religiosa en España, en el año de 1936, un grupo de milicianos llegó a un convento de carmelitas descalzas con la orden de subir a todas las monjas a un camión y llevarlas a fusilar. La sorpresa de los soldados fue mayúscula cuando escucharon a la madre superiora comunicar a las religiosas que "estos señores nos llevan al cielo porque nos van a hacer mártires, como los primeros cristianos" y acto seguido ver a las monjas felicitarse alegremente porque recibían el mayor don de Dios. A los ojos de Cristo eran de las pocas que habían entendido lo que significa amar a Dios hasta dar la vida por él.
Cristo va subiendo a Jerusalén decidido; lleva prisa. En otro pasaje del Evangelio se nos dirá que en este su último viaje «iba delante de los discípulos». No tiene miedo, sino premura. Sabe que la voluntad de Dios es, a fin de cuentas, lo único que nos cuenta en esta vida, y sabe que muchos cristianos a lo largo de la historias sabrán renunciar a muchas cosas, incluso a su vida misma, por cumplir fielmente la voluntad de Dios. Jesús está loco, porque es el amor.
Por eso todo amor que se precie ha de llevar un dosis de locura e incomprensión. Locura porque lo que se hace no tiene sentido desde el punto de vista humano, parece ir en contra de lo natural y de lo que es razonable. Incomprensión porque no sólo va a estar teñido de un color que las personas que no entiendan, sino que provocará sorpresa por lo desconocido que es y desatará todo tipo de opiniones desde las risas y tachaduras de tontos hasta las más incisivas y violentas. Jesús con su vida provoca, ha llegado la hora de preguntarse qué pasa con nuestra vida, que reacción provocamos en los demás, ojalá que la respuesta no sea indiferencia.
Propósito
Repetir el versículo del Evangelio durante el día: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! para estar consciente que quiero estar siempre cerca de Dios.
Una sonrisa de María vale más que todos los cariños
Meditaciones de las letanías del Rosario. Ella es la puerta del cielo y la causa de nuestra alegría.
Virgen poderosa
A la más poderosa de las Reinas, Dios no le niega nada. Se le llama La omnipotencia suplicante. Semper vivens ad interpellandum pro filiis suis: Que vive siempre para interceder por sus hijos.
“No tienen vino”, dijo en una boda. Y qué vino más exquisito se bebió en Caná. Los que se acogen a Ella no deben tener miedo a nada. Ni al demonio, ni a la muerte, ni a los peligros.
El rosario parece una oración frágil, y como propia de abuelitas, pero Dios ha querido que sirva para detener los cañones y las bombas. La tierna Virgencita es el terror del infierno entero. Por eso los devotos de María no tienen nada que temer.
Buscar una alianza perpetua con María de Jesús equivale a ser inexpugnable en la lucha por el cielo. Ella es la puerta del cielo y la causa de nuestra alegría. Los hijos de María son personas muy alegres, como su Madre. No se explica que los hijos e hijas de María Santísima se dejen morder por la serpiente de la desesperanza y del temor. No tienen ningún temor.
Virgen clemente
Lo aprendió de Jesús. Es la Madre del Hijo pródigo. Sabe curar las heridas, consolas las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar todo. Como Ella no debe juzgar, sólo perdona e intercede por sus hijos.
Cualquier madre es clemente, pero María más que todas juntas. Buena falta nos hace, pues la clemencia la requieren los malhechores. Hemos de saber que los tales no son los que andan en las cárceles, pues cada uno de nosotros, sumando todas sus maldades es un verdadero malhechor que necesita clemencia.. Cuando María intercede ante el Juez divino por uno de sus hijos, obtiene el perdón.
Oh Madre del Hijo pródigo, que aprendiste de Jesús a perdonar, a hacer una fiesta cuando éste regresa a casa. He huido de casa muchas veces, creyendo ingenuamente que sin Dios la vida es más atractiva y emocionante. Cuantas veces he regresado a casa herido, decepcionado, miserable. Tú has sido, junto con Dios, la que me ha puesto un anillo en el dedo, nuevas sandalias a mis pies descalzos, una túnica, y has mandado hacer la fiesta del becerro gordo. Si en el corazón de Dios hay más alegría por un pecador que se convierte, también en el tuyo una de las más grandes alegrías es la de recuperar un hijo perdido, un hijo muerto.
Hay un momento crucial en el que clemencia me es absolutamente necesaria: el día del juicio particular. No dejes de asistir, como abogada defensora, a la cita definitiva en la que se decide mi eternidad.
Virgen fiel
Es uno de sus títulos más grandes. La fidelidad hecha carne de mujer. Fidelidad a Dios, demostrada en su fórmula favorita: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
Fidelidad a sus hijos; aún a los hijos que se pierden los ha amado hasta el último segundo de su vida.
Estaba junto a la cruz... Ella no cayó en la tentación del sueño como Pedro y sus compañeros.
¿Qué más se te podía pedir, Virgen Fiel? Todo lo diste.
Espejo de justicia
Espejo de santidad...Es la Inmaculada. El tres veces Santo se refleja en Ella como en un espejo.
Pero no es espejo que, cuando la imagen desaparece, también del espejo desaparece. María es, más bien, una copia muy bien hecha, del Modelo, la más perfecta, hermosa y fiel que se haya dado. María nos aventaja con mucho.
Irradia la santidad, la transmite. Quisiera que todos sus hijos se parecieran a Ella. Con más verdad que san Pablo puede decirnos: ”Hijos, sed imitadores míos, como yo lo soy de Jesús”.
Debemos parecernos a nuestra Madre. “Sed santos como yo soy santa”, podría decir, al estilo de Jesús. Cualquier virtud adquiere un brillo y un encanto particular en María. Ella no hace amables practicar dichas virtudes. Es una Maestra incomparable que hace amar y apasionarse por la vida cristiana. Queremos ser discípulos en tu escuela, María.
Trono de sabiduría
Lugar donde se asienta la sabiduría. La sabiduría del arte de vivir: Maestra del vivir, porque es maestra del amor. Vivir, en su esencia más alta, es amar. Maestra en el arte del amor: Madre del amor hermoso se le llama. Maestra de todas las virtudes cristianas: Enséñame a ser un discípulo excelente.
Por ser la mejor discípula de Jesús se convirtió en la mejor Maestra de los hombres.
Ella nos enseña la sabiduría más alta, la de cumplir la voluntad de Dios, de la santidad. De acuerdo a la frase: “El que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”.
Nos enseña la verdad de Dios en las Escrituras. Nos ha dado al Verbo, la Palabra de Dios, de una forma en que le podemos tocar, abrazar, mirar, comer. “Haced lo que Él os diga”. Esta frase pronunciada en las bodas de Caná resuena en todos los corazones de los cristianos. Si le hiciéramos más caso a Jesús, nos iría mucho mejor.
Es una sabiduría humilde. No es fácil hallar sabios humildes, porque la ciencia suele hinchar. María nunca reclamó a su esposo nada, nunca insistió en las preguntas, aceptaba las respuestas que le resolvían solo en parte los misterios.
Causa de nuestra alegría
Ella lo sabe. Se lo recordó a Juan Diego. “¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la causa de tu alegría?”
¿Quién es esa persona? ¿Dónde vive? ¿Cómo se llama? Me muero por verla.
El que se junta con María es un ser alegre por contagio. Porque Ella contagia la alegría a los hijos de Dios.
Su sí a Díos abrió la puerta que estaba cerrada. Nos abrió la puerta de la felicidad eterna. Nos dará un abrazo y nos presentará a Jesús y al Padre.¡Qué ilusión me da el pensar en ese momento!
Las legítimas alegrías humanas tienen color y sabor mariano. Pienso en la sonrisa de María; lo más entrañable de su rostro. Una sonrisa de María vale más que todos los cariños humanos del mundo, por hermosos que sean.
Vaso espiritual, vaso digno de honor, vaso insigne de devoción
Se habla aquí de los vasos sagrados, como son el cáliz y la patena. María es un vaso sagrado, como una patena que ha encerrado al Verbo en sus entrañas; es un cáliz precioso, porque encerró en sus venas la sangre de Jesús, la que se derramaría en Getsemaní, en la flagelación y en el Calvario.
Vaso digno de ser honrado por todos. A María no se le puede faltar al respeto, es una ingratitud y una grosería sin nombre. Pienso en los que, con la Biblia en la mano, predican que María no es la Madre de Dios. Al llegar al cielo, les va a abrir María la puerta. Antes que nada tendrán que pedir atentas disculpas. Y al presentarse ante Dios las disculpas deben ser muy serias, porque, aunque de buena fe, toda la vida dijeron que la Madre de Dios no era su Madre. Eso es muy fuerte.
Cuando se habla de devoción a la Santísima Virgen, a esto se refieren. Por eso los que sinceramente tienen una gran devoción a María están en el justo y recto camino. Dios los bendice y los premia. Amar y bendecir a su Madre, es amarlo y bendecidlo a Él mismo. Si Él dijo: “Todo lo que hacéis a uno de mis hermanos más pequeños me lo hacéis a Mí”, ¿qué decir cuando se lo hacen a la hermana más grande y a su misma Madre? Se lo hacen a Él en persona. No tengan miedo, por tanto, los que aman a María, Madre de Dios. Sepan que cuentan con la bendición de Dios.
Vaso insigne de devoción, es decir que merece nuestra devoción, amor y cariño como nadie.
"Texto conclusivo, paradoja aparente"
Al concluir el Sínodo de la Familia, se rasgó el velo del templo
"Importantes dilemas pastorales de la Iglesia quedaron lanzados al futuro"
Marco A. Velásquez, 29 de octubre de 2015 a las 08:40
El papa Francisco, pensativo
El Papa ha tenido que exponer su autoridad personal para abordar temas tabúes en el Sínodo
(Marco A. Velásquez).- Ha concluido el sínodo de la familia en Roma. El sábado 24 de octubre se sometió a votación el documento final, aprobado íntegramente por la mayoría de los 265 padres sinodales asistentes.
Se ha señalado al sínodo como un triunfo delpapa Francisco, del que el sucesor de Pedro habría salido fortalecido. La verdad es que la tarea pastoral recién comienza y que a buena hora llega el Año de la Misericordia, para sanar las profundas heridas provocadas en el proceso sinodal.
A juzgar por las expectativas, la vara había sido elevada exigentemente. Se esperaba algo más que un cambio de lenguaje para acoger situaciones familiares dolorosas, como la de personas separadas o divorciadas vueltas a casar, o respecto al trato de las personas homosexuales. También se esperaba mayor sintonía con el sensus fidelium, por ejemplo ante al rechazo práctico de la encíclicaHumanae Vitae de Paulo VI, en cuestiones relativas a fertilidad y métodos contraceptivos.
Las expectativas apuntaban a que se impusiera la misericordia como criterio pastoral y que se avanzara en el respeto a la actuación en conciencia de los fieles, incluyendo la plena acogida a la vida sacramental. El documento recogió tímidamente aquello, pero sin concederle fuerza moral para no opacar el imperio de la doctrina.
Paralelamente, si se considera que la palabra sínodo significa "caminar juntos", la verdad es que éste, a diferencia de otros, fue precedido y desarrollado en un ambiente inéditamente belicoso contra el papa, dejando al descubierto profundas divisiones.
Esta vez, la oposición al papa se organizó férreamente, con documentos, seminarios, recolección de casi un millón de firmas, así como con volantes y cartas difundidas al interior de la asamblea, que criticaron la metodología sinodal para desligitimar el proceso. Más grave fueron los corrillos que pretendieron sembrar dudas acerca de la salud del papa, así como los escándalos externos provocados para llamar la atención de los padres sinodales. La pérdida de la decencia alcanzó a tal nivel, que el mismo papa intervino, fuera de programa, previniendo a la asamblea contra la "hermenéutica de la conspiración".
Los adversarios del papa activaron una hostil campaña, con la que intentaron presionar a la asamblea sinodal, infiltrando la idea de que el futuro de la Iglesia estaba en peligro, al alejarse de la doctrina. La amenaza se expresó tocando la fibra más sensible para un papa: el riesgo de la división eclesial, representada en la posibilidad de un cisma.
En ese contexto, la aprobación del documento conclusivo, respaldado holgadamente con los quórums necesarios, más de dos tercios de los votos, es una paradoja aparente.
En efecto, la comisión redactora tuvo la precaución de darle al documento una redacción genérica, destacando los principios universales de aceptación general, y omitiendo cuestiones prácticas divergentes. La audacia sólo alcanzó para sentar algunos principios generales de la misericordia y del respeto a la conciencia, pero sin darle fuerza imperativa respecto de la doctrina.
De esta manera, la comisión redactora intentó, con medios efectivos, ahorrar un precedente eclesial impensado, como hubiera sido el rechazo de la Asamblea del Sínodo a los anhelos reformistas de un papa, en importantes materias pastorales.
Dicha comisión tuvo el acierto de subordinar la solución de los temas discutidos a la decisión personal del papa, con lo que -en cierto modo- quedaron lanzados al futuro importantes dilemas pastorales de la Iglesia y que deberán ser abordados por Francisco y sus sucesores.
Algún día, cuando el Pueblo de Dios tenga voz y voto, cuando los años sean más cercanos a los tiempos escatológicos, y mientras no sea tarde, la misericordia será el eje rector de la pastoral de la Iglesia.
Entretanto, el Sínodo de la Familia ha concluido. La autoridad moral del papa ha conseguido que temas cosiderados tabúes fueran abordados con libertad. Para lograr aquello ha tenido que exponer su integridad y su autoridad personal. Los costos están a la vista y sus responsables son conocidos.
El papa, siguiendo las huellas de Jesucristo, optó por asumir tales costos personalmente para no endosarlos a la Iglesia. Para ello, echó la cruz de la Iglesia a sus espaldas, tal vez con la esperanza que la vergüenza y el arrepentimiento de algunos consiga doblegar la dureza de los corazones de quienes "Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo." Mt 23, 4..