Estad siempre alerta
- 28 Noviembre 2015
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El Papa y el presidente de Uganda
Asegura que "el mundo mira a África como el continente de la esperanza"
El Papa llega a Uganda, procedente de Kenia: "Me siento feliz de estar en su bello país"
Francisco agradece al país su "preocupación excepcional para recibir a refugiados"
José Manuel Vidal, 27 de noviembre de 2015 a las 17:05
Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que tienen que administrar con responsabilidad
(José M. Vidal).- Despedido en Kenia con danzas y acogido en Uganda al rítmico son de los tambores, el Papa sonríe. Uganda también canta, baila ante el Papa de la esperanza, que es recibido a pie de escalerilla por el presidente Museveni, que lleva 30 años en el poder. Desde un pequeño estrado, el Papa y el dirigente ugandés escuchan los himnos nacionales de ambos países, mientras suenan salvas de cañones.
El Papa saluda al séquito de recibimiento, mientras suenan los tambores.La fila de autoridades y obispos es larguísima, pero el Papa se detiene un rato con cada persona, le dice unas palabras y sonríe sin parar. mientras el ruido de los tambores y de las bubuzelas se hace cada vez más ensordecedor. Hasta quew el Papa se acerca a saludarlos.
Tras entrar en las dependencias del aeropuerto, se forma la comitiva de coches y el Papa se dirige a la State HOuse de Entebe, para realizar una visita de cortesía al presidente del país yun encuentro con las autoridades y el cuerpo diplomático.
En la sala, comparecen el presidente de Uganda y el Papa. El primero en hablar es elpresidente, que cuenta que el Papa ha saludado a la esposa del difunto presidente de Tanzania, Nyerere. Después presenta a las autoridades presentes, en una lista larga. Y, tras las presentaciones, el Papa se dirige al atril.
Algunas frases del Papa
"Les agradezco su amable bienvenida. Me siento feliz de estar en Uganda".
"En mi visita conmemoraré el 50 aniversario de la canonización de los mártires de Uganda por Pablo VI"
"MI presencia aquí un signo de amistad". "Los mártires son verdaderos héroes nacionales"
"Dan fe del lema de Uganda: Por Dios y mi país". "Recuerdan el papel fundamental de la fe, la rectitud moral"
"A pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad y a trabajar por la justicia y la reconciliación". "Respetarnos y querernos unos a otros como miembros de una única familia humana". "Altos ideales importantes en hombres y mujeres como ustedes, que tienen que garantizar una buena y transparente gestión pública...y una distribución de los bienes que el creador otorgó con abundancia a esta tierra"
"La visita para llamar la atención sobre las luchas y los logros de África"
"El mundo mira a África como el continente de la esperanza"
"Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que tienen que administrar con responsabilidad"
"La nación ha sido bendecida en su gente: sus familias, sus jóvenes y sus ancianos"
"Es importante ofrecerles esperanza y oportunidades de empleo y participar plenamente en la vida de la sociedad"
"Las personas mayores son la memoria viva de todos los pueblos"
"Siempre hay que valorar su sabiduría y experiencia como una brújula"
"Aquí, en África, Uganda mostró una preocupación excepcional para recibir a refugiados, para que puedan reconstruir sus vidas con dignidad"
"Nuestro mundo, atrapado en guerras, es testigo de un movimiento de personas sin precedentes"
"La manera como los tratamos es una prueba de nuestra capacidad de humanidad, de respeto y sobre todo de solidaridad con estos hermanos necesitados"
"Deseo alentar los muchos esfuerzos que se realizan en favor de los pobres y de los enfermos, signos que manifiestan el alma verdadera de un pueblo"
"Globalización de una cultura del descarte, que nos hace perder de vista los valores espirituales, endurece nuestros corazones y roba esperanza a nuestros jóvenes"
"Pido a Dios que el querido pueblo de Uganda responda a sus valores. Invoco sobre todos ustedes las abundante sbendiciones del Señor. Qie Dios los bendiga"
Palabras de Papa Francisco en el encuentro con las autoridades y cuerpo diplomático en Entebbe Uganda
Señor Presidente, Miembros del Gobierno, Distinguidos Miembros del Cuerpo Diplomático.
Hermanos Obispos Señoras y Señores:
Les agradezco su amable bienvenida; me siento feliz de estar en Uganda. Mi visita a su país está orientada, sobre todo, a conmemorar el quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires de Uganda por mi predecesor, el Papa Pablo VI. Aunque espero que mi presencia aquí sea vista también como un signo de amistad, aprecio y aliento a todo el pueblo de esta gran nación.
Los mártires, tanto católicos como anglicanos, son verdaderos héroes nacionales. Ellos dan testimonio de los principios rectores expresados en el lema de Uganda: «Por Dios y mi país». Nos recuerdan el papel fundamental que ha tenido y sigue teniendo la fe, la rectitud moral y el compromiso por el bien común, en la vida cultural, económica y política de este país. También nos recuerdan que, a pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a otros como miembros de una única familia humana. Estos altos ideales son especialmente importantes en hombres y mujeres, como ustedes, que han de garantizar una buena y transparente gestión pública, un desarrollo humano integral, una amplia participación en la vida nacional, así como una distribución racional y justa de los bienes que el Creador ha otorgado con abundancia a estas tierras.
Mi visita pretende también llamar la atención sobre África en su conjunto, sus promesas, sus esperanzas, sus luchas y sus logros. El mundo mira a África como al continente de la esperanza. En efecto, Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que ustedes tienen el cometido de administrar con responsabilidad. Pero, sobre todo, la nación ha sido bendecida en su gente: sus familias fuertes, sus jóvenes y sus ancianos. Espero con alegría reunirme mañana con los jóvenes, para dirigirles palabras de aliento y desafío. Qué importante es ofrecerles esperanza, oportunidades de educación y empleo remunerado y, sobre todo, la oportunidad de participar plenamente en la vida de la sociedad. Pero también quisiera mencionar la bendición que ustedes tienen en las personas mayores. Ellas son la memoria viva de todos los pueblos. Siempre hay que valorar su sabiduría y experiencia como una brújula que consiente a la sociedad encontrar la dirección correcta para afrontar los desafíos del presente con integridad, sabiduría y previsión.
Aquí, en África del Este, Uganda ha mostrado una preocupación excepcional por acoger a los refugiados, para que puedan reconstruir sus vidas con seguridad y con el sentido de la dignidad que proporciona el ganarse el sustento mediante un trabajo honrado. Nuestro mundo, atrapado en guerras, violencia, y diversas formas de injusticia, es testigo de un movimiento de personas sin precedentes. La manera como los tratamos es una prueba de nuestra capacidad de humanidad, de nuestro respeto por la dignidad humana y, sobre todo, de nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas necesitados.
Aunque mi visita sea breve, deseo seguir alentando los muchos esfuerzos que de modo discreto se están realizando en favor de los pobres, los enfermos y todos los que pasan dificultad. En estos pequeños signos se manifiesta el alma verdadera de un pueblo. En muchos sentidos, nuestro mundo experimenta hoy un crecimiento armónico; al mismo tiempo, sin embargo, vemos con preocupación la globalización de una «cultura del descarte», que nos hace perder de vista los valores espirituales, endurece nuestros corazones ante las necesidades de los pobres y roba la esperanza a nuestros jóvenes. Con el deseo de encontrarme con ustedes y compartir este tiempo juntos, pido a Dios que usted, Señor Presidente, y todo el querido pueblo de Uganda, respondan siempre a los valores que han forjado el alma de su nación. Invoco de todo corazón sobre todos ustedes las abundantes bendiciones del Señor. Mungu awabariki! (Que Dios los bendiga).
El Papa camino de Kangemi
"No le duelen prendas a la hora de la autocrítica"
Carne de cañón de África y el Papa 'Don Limpio'
El Papa-profeta le pone nombre a las miserias concretas de los empobrecidos
José Manuel Vidal, 27 de noviembre de 2015 a las 16:20
El Papa, en Kangemi hizo todo un canto a la "cultura de los barrios populares" y a sus valores
(José M. Vidal).- Nunca un Papa se había atrevido a llamar tan por su nombre a las cosas. Francisco ya nos tiene acostumbrados y, en África, al lado de los suyos, de los más pobres, su osadía se eleva. Bergoglio se convierte en todo un profeta que denuncia y anuncia. Con palabras claras y tajantes como espadas: "Organizaciones criminales utilizan a niños y jóvenes como carne de cañón para sus negocios ensangrentados". O "la corrupción, que hay incluso en el Vaticano, mata". En Kangemi, un 'slum' (villa miseria) de los más populosos de África, con sus 200.000 pobladores, el Papa estaba en su salsa. "Me siento como en casa". Porque los pobres son sus predilectos (como lo eran de Cristo, cuyo camino va "desde los pobres y con los pobres hacia todos") y no se avergüenza decirlo. Y con los pobres no sólo se siente a gusto, sino que los valora, porque son capaces de convertir "el hacinamiento en una experiencia comunitaria". Por eso, el Papa, en Kangemi hizo todo un canto a la "cultura de los barrios populares"y a sus valores: solidaridad, vida, alegría, compartir, cercanía, compasión. Valores que "no cotizan en Bolsa ni tiene precio de mercado", pero que pueden salvar a la humanidad herida y narcotizada por el consumo. 'Carne de cañón'. Francisco alaba sus valores, pero también comparte las penas de los pobres que son 'carne de cañón'. Y denuncia que su situación de exclusión no es natural, no se la merecen. Es provocada por otros. No son pobres, son empobrecidos. Los culpables de su miseria son "las minorías que concentran el poder y la riqueza y la derrochan con egoísmo". Es lo que el Papa llama "una nueva forma de colonialismo" del sistema económico internacional. Ese sistema, según Francisco, tiene contraída una "deuda social" con los pobres. Una deuda que solo se paga con las "tres T: tierra, techo y trabajo", que no son "filantropía, sino una obligación". Sistemáticamente incumplida. Pero, además, de las tres T, el Papa-profeta le pone nombre a las miserias concretas de los empobrecidos, que se llaman alquileres abusivos o falta de servicios básicos, como "baños, alcantarillado, desagües, residuos, luz, caminos, escuelas, hospitales, centros recreativos y deportivos, talleres artísticos". Los mínimos vitales, que dignifican las vidas de las personas.
Toda una ristra de carencias, entre las que hay una muy especial y muy dañina: la falta deagua potable, que es "un derecho humano básico, fundamental y universal", pero que sigue siendo pisoteado en muchos rincones de África y del mundo. Y el grito de la sed de los hombres llega hasta los oídos de Dios. Clama al cielo.
Reclutamiento de niños
Por eso, ante los jóvenes reunidos en el estadio de Nairobi, Francisco volvió a denunciar la falta de educación y de trabajo, que "podrían evitar el reclutamiento de jóvenes" por las mafias y las milicias, así como el tribalismo y la corrupción.
Con los jóvenes, el Papa se transforma en un auténtico líder de masas. Los hace vibrar, incluso hablando en español y con traductor en un país anglófono. Empatiza con ellos y los hace actuar, como cuando les pidió que se levantasen y se cogiesen de las manos como signo de repulsa al tribalismo.
Pero también les exige y les habla con parresía (la valentía que viene de Dios). Por eso, delante del presidente del país y de todos sus ministros (acusados de amasar dinero a espuertas a costa de los más pobres), el Papa lanzó un alegato contra la corrupción, ese "azúcar dulce, que se nos mete dentro y termina en diabetes". Un azúcar que mata el propio corazón y causa la muerte de los demás. "Una polilla que roe el alma".
Y como buen profeta no le duelen prendas a la hora de la autocrítica. Y el Papa reconoce que hay corrupción en todas partes, "incluso en el Vaticano". Lo demuestra el 'Vatileaks 1 y 2'. Pero Francisco hace lo que dice y lo que les pide a los demás. Por eso, le llaman ya 'Don Limpio' o 'El barrendero de Dios'. Y los curiales del Vaticano lo saben.
Evangelio según San Lucas 21,34-36.
Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Santa Catalina Labouré
1806-1876 Catalina la trabajadora parece decir su nombre, la activa y la oscura, la humilde y la obediente. Y así fue desde la niñez, sustituyendo a su madre muerta en la dirección de la granja paterna, cuidando a diez hermanos, atendiendo a todo y aun encontrando tiempo para ir a la iglesia y visitar enfermos.
Una modesta campesina bretona, no muy instruida por lo que sabemos, pero con el recio sentido común y el sólido equilibrio de las mujeres fuertes y sacrificadas acostumbradas al trabajo más ingrato y más duro. No le fue fácil cumplir su vocación religiosa (antes tuvo que ser criada y camarera en el café de su hermano en París), hasta que hizo el noviciado en las Hijas de la Caridad, la fundación de san Vicente de Paúl.
El resto de su vida no tiene relieve visible, cuarenta y tantos años en un hospital, en medio del anonimato más absoluto, personaje que representa a miles de monjas dedicadas al servicio de los desamparados por amor de Dios; en hospitales, asilos, manicomios, orfanatos, allí donde se sufre, y sin que nadie las conozca, una monjita, como se las suele llamar.
Nadie sabía que en su juventud, en 1830, en la capilla de la rue du Bac había tenido unas visiones de la Virgen, visiones muy plásticas (la Virgen sentada en una silla que aún se conserva) en las que Nuestra Señora le pedía que se acuñase una medalla con su imagen de cuyas manos saliesen rayos de luz, las gracias que derrama sobre el mundo.
Este fue el origen de la «medalla milagrosa», que se difundió rápidamente y obró numerosos prodigios sobrenaturales, sin que nadie supiera hasta la muerte de Catalina que fue ella quien vio a la Virgen y escuchó sus palabras, cumpliendo su encargo para luego poner el sello del silencio y de la caridad sin nombre a la misión recibida.
Oremos
Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina Labouré el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra. PPS 4,22
“Velad, pues, y orad en todo tiempo” (Lc 21,36)
“¡Velad!” nos dice Jesús con insistencia. No sólo tenemos que creer sino también velar. No sólo tenemos que amar sino también velar. No sólo hay que obedecer sino también velar. ¿Velar, por qué? A causa del grande, del supremo acontecimiento: la venida de Cristo. Es evidente que aquí se encuentra una llamada especial, un deber que no se nos hubiera ocurrido nunca si Jesús mismo no nos lo hubiese encarecido tanto. Pero ¿qué es, pues, velar?... Aquel vela esperando a Cristo que guarda su espíritu sensible, abierto, despierto, lleno de celo por buscar y honrar a Cristo. Desea encontrarse con él en todos los acontecimientos de la vida. No experimentaría ninguna sorpresa, ningún espanto ni agitación si llegara a saber que allí estaba Cristo. Aquel vela con Cristo (Mt 26,38) que, mirando hacia el futuro, sabe que no debe olvidar el pasado, que no olvida lo que Cristo sufrió por él. Vela con Cristo aquel que, acordándose de él, se asocia a su cruz y a la agonía de Cristo, que lleva con gozo la túnica que Cristo llevó hasta la cruz y que ha abandonado después de su Ascensión. A menudo, en las epístolas, los escritores inspirados experimentan el deseo del segundo advenimiento, pero no olvidan nunca el primero, la crucifixión y la resurrección... Así, el apóstol Pablo invita a los corintios a “esperar la venida del Señor”, pero no deja de avisarlos que hay que “llevar en nuestro cuerpo la muerte del Señor, para que la vida de Cristo Jesús se manifieste en nosotros” (cf 2Cor 4,10). El recuerdo de lo que Cristo es ahora para nosotros, no nos debe hacer olvidar lo que fue por nosotros... Velar es, pues, vivir desapegado de lo presente, vivir en lo invisible, vivir con el pensamiento en Cristo tal como vino la primera vez y tal como vendrá en su segunda venida, desear esta segunda venida recordando con amor y gratitud la primera.
Estad siempre alerta para estar en pie delante de Dios
Lucas 21, 34-36. Tiempo Ordinario. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente.
Oración introductoria
Señor Jesús, sé que tu Evangelio de hoy no tiene la finalidad de causar miedo o inquietud. Tú no estás esperando un momento de debilidad para llamarnos a juicio, al contrario, personalmente creo que llamas a cada persona en su mejor momento. Ilumina esta oración para que continúe con entusiasmo y confianza mi camino hacia la santidad: hacer lo que me toca hacer, siempre y todo por amor a Ti.
Petición
Señor, dame la gracia de la perseverancia final.
Meditación del Papa Francisco
Una pregunta está presente en el corazón de muchos: ¿por qué hoy un Jubileo de la Misericordia? Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de Dios.
Éste no es un tiempo para estar distraídos, sino al contrario para permanecer alerta y despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial. Es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre.
Por eso el Año Santo tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre. Un Año Santo para sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos. (Homilía de S.S. Francisco, 11 de abril de 2015).
Reflexión
En nuestras vidas hay "sorpresas" que en realidad no lo son tanto. No debería sorprendernos que llegue así la cuenta mensual del teléfono, si hemos estado haciendo largas llamadas al exterior. Para quien se dedica a los estudios y no se ha dedicado responsablemente a ellos, es lógico que al llegar al examen "le sorprenda" lo difícil que es. ¡Era de esperar! Nosotros mismos preparamos y fraguamos estas sorpresas, que pueden resultar desagradables o negativas. Pero sucede lo mismo en sentido positivo. Quien cumple su trabajo con profesionalidad, es emprendedor y tiene iniciativa, está "preparándose" una buena sorpresa, que puede ser un ascenso de puesto, más prestaciones, etc. De nosotros depende, entonces, que muchas situaciones del futuro sean buenas o malas. Por eso, el Señor nos recomienda vigilar y orar; estar activos, construyendo nuestras vidas. Vigilar y orar para descubrir si estamos aprovechando al máximo el tiempo presente, ¡no vaya a ser que nos estemos preparando una sorpresa desagradable para el futuro!
Propósito
Prepararnos en el Adviento, orando y meditando para estar preparados a la venida de Jesús.
¿Cómo orar en Adviento y en Navidad?
Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron... ¿Habrá posada para el Verbo encarnado en nuestros días?
"Dios puso su morada entre los hombres" (Ez 37,27) "por el gran amor con que nos ha amado." (Ef 2,4) Pero ¿es acogido? "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) ¿Habrá posada para el Verbo encarnado en nuestros días? Eso se juega en la libertad de cada uno. Quisiera sugerir algunas pautas para orar en Adviento:
1. Contemplar el misterio de la encarnación:
La encarnación del Verbo es la entrada de la presencia de Dios en el mundo y en la historia. El mundo de la carne busca a su Creador. El mundo de la Gracia busca al hombre. El Verbo encarnado es el lugar de encuentro de las dos búsquedas. La divinidad habita corporalmente en Jesús de Nazaret y así encuentra descanso la doble búsqueda. "Se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a un hombre." (Flp 2,7) Nuestra fe se pone a prueba: "esto no puede ser", el Trascendente no puede ser tan cercano, no puede ser que se vuelva tangible, de carne y hueso, un bebé indefenso; es demasiado que Dios llegue al extremo de hacerse siervo. Tenemos aquí la prueba más convincente del gran amor con que Dios nos ama, de su incomprensible predilección por el hombre. Dios prueba su amor, el hombre debe probar su fe. En Adviento y Navidad contemplamos el rostro de Dios que por amor se acercó a nosotros y vive en medio de nosotros. Más cercano está de quien más se acerque a contemplarle. Estar allí contemplándolo con mucho amor es acercarse; eso es lo que obra el amor: una creciente cercanía.
2. Dar posada al Redentor que ha venido, pero aún debe ser acogido.
La Redención la ha realizado Cristo con su encarnación, muerte y resurrección, pero aún debe verificarse en cada uno y eso depende de la acogida personal. Dios nunca se impone al hombre, siempre pregunta. Dios es mendigo de la acogida por parte del hombre; se toma muy en serio su libertad. La respeta hasta el grado de verse humillado. Con paciencia, nuestro Dios sigue tocando la puerta. La plenitud de los tiempos ya ha llegado con la venida de Cristo, pero no se ha cumplido del todo: se realiza o no en cada persona, que libremente lo acepta o lo rechaza. Lo acepta cuando permite que el amor de Dios le impregne del todo, cuando su persona se cubre con la sombra luminosa del Espíritu Santo y Él obra su transformación en Cristo, a través de una sinergia de donaciones repitiendo la historia de la Madre de Dios. El Redentor es acogido cuando cada uno vive una vida cristiana, una vida en Cristo, no una doble vida, donde aún se reserva algo para sí, sin tomar completamente en serio la búsqueda de la santidad. "Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad completa (Jn 16,13) La radicalidad de la irrupción de Dios en la historia por la encarnación del Verbo es la que Jesucristo pide hoy de cada uno de sus hijos por la aceptación libre e incondicional del Espíritu Santo, la ley del amor, en la propia vida. En ese sentido, Adviento es tiempo de conversión, por eso el ornamento morado en la misa: "El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo." (Benedicto XVI, 9 de diciembre de 2007)
3. Adorarlo con corazón de pastor y de ángel.
"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos" (Mt 18,3) Para entrar a la cueva de Belén hay que hacerse pequeño, como niño. Los pastores y los ángeles tienen corazón de niño. El niño tiene una mirada pura, se maravilla de todo, todo lo disfruta, es capaz de dar amor y de recibir amor con humildad y corazón de pobre. Los pastores y los ángeles se dieron el tiempo para centrarse en lo esencial: la contemplación del hijo de Dios que habita en medio de nosotros. Los pastores dejaron sus ganados, los ángeles dejaron el cielo; todos se juntaron para adorar a Dios en los brazos de María. Adviento y Navidad deben ser tiempos de más calma para pasar más tiempo junto a Cristo Eucaristía. Sí, hay que tener elvalor de romper esquemas y centrarse en lo esencial. Que esta Navidad, Cristo sea el mejor atendido y el más amado.
Francisco, en la misa de los mártires de Uganda
"Los mártires anglicanos y católicos dan sentido al ecumenismo de la sangre"
El Papa en el santuario de los mártires de Uganda: "Recibieron el don del Espiritu, para dar testimonio"
Invita a "construir una sociedad más justa que protega las maravillas de la creación"
José Manuel Vidal, 28 de noviembre de 2015 a las 08:36
El testimonio de los mártires muestra que el placer mundano y el poder terreno no dan alegría
(José M. Vidal).- El Papa rinde homenaje a los mártires de Uganda. Primero en el santuario anglicano y, después en el católico.Como signo del "ecumenismo de la sangre". Y en su homilía, Francisco invita a seguir las huellas de los 45 mártires, 23 anglicanos y 22 católicos, que fueron asesinados por el rey de Buganda, hoy parte de Uganda, entre 1885 y 1887, dando testimonio y construyendo "una sociedad más justa, que protega la dignidad humana y las paravillas de la creación de nuestra casa común".
En un claro gesto ecuménico, Francisco quiso visitar el santuario anglicano de Namugongo, acompañado del clero de esta confesión, con sus sotanas moradas. Allí rezó unos momentos, arrodillado en un reclinatorio, tras lo cual visitó la exposición sobre el martirio, depositó una corona de flores y firmó en el libro de honor. Con dedicatoria incluida.
Fuera del santuario le esperaban los fieles anglicanos, con los que todos juntos rezaron un Padre Nuestro. Y juntos bendijeron a la gente allí congregada, entre aplausos y gritos. Como si estuviese entre católicos.
Allí mismo estaba el papamóvil, para acercarlo al vecino santuario católico de los mártires, donde le esperaba una multitud para participar en la primera eucaristía del Papa en Uganda.
Entra el papamóvil en el reciento del santuario y se desata el delirio. La oración se convierte en canto, en baile, en grito, en silencio. En cuerpo y alma.
Y Francisco comienza la celebración de la eucaristía, rodeado de decenas de obispos africanos y con los fieles que prorrumpen en gritos de fervor cada vez que se comienza o se concluye una de las partes de la liturgia.
Un pueblo que disfruta cantando y se nota en las largas piezas musicales que acompañan y ritman toda la liturgia.
En el gloria, la gente canta y baila al ritmo de los tambores y de una bella melodía. Toda una multitud meciéndose como una ola de fervor y alegría.
La primera lectura es del segundo libro de los Macabeos: "Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres".
Tras la primera lectura, el salmo 123: "Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia".
Segunda lectura: "Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo...y serán mis testigos hasta los confines de la tierra"
El Evangelio es el episodio de las Bienaventuranzas, según San Mateo: "Dichosos los perseguidos, porque de ellos es el Reino de los cielos".
Algunas frases de la homilía del Papa
"Recibirán la fuerza del Espiritu Santo"
"Recordamos los mártires católicos, pero también los anglicanos, que dan sentido al ecumenismo de la sangre"
"Ellos recibieron el don del Espiritu, para dar testimonio"
"Estamos llamados a reavivar el don de su amor divino, para ser fuente de sabiduría para los demás"
"El don del Espíritu es dado para ser compartido, que une unos a otros con los creyentes"
"No recibimos el don del Espíritu para nosotros mismos sólo, sino para edificarnos en la fe, en la esperanza y en el amor"
"Hoy venerados como mártires, su ejemplo sigue insprando a tanta gente y proclaman la potencia de la cruz"
"Si, como los mártires, reavivimos el don del Espíritu, nos convertiremos en discípulos misioneros que Cristo nos llama a ser"
"Especialmente hacia los más hostiles hacia nosotros"
"La caridad comienza en nuestras casas, donde se aprende el amor"
"El amor que se expresa en el cuidado de los ancianos y de los niños, de las viudas y de los huérfanos"
"El testimonio de los mártires muestra que el placer mundano y el poder terreno no dan alegría"
"La fidelidad a Dios nos lleva a la paz que el muundo no puedo ofrecer"
"Cooperar con los demás para el bien común y para construir una sociedad más justa que promueva la dignidad humana y protega las maravillas de la creación de nuestra casa común"
"Ésta es la herencia que habéis recibido de los mártires ugandeses: vidas selladas por la potencia del Espíritu y que testimonian el poder transformador del Evangelio"
"Su memoria la honramos cuando acogemos su testimonio en nuestras casas"
"Que los mártires intercedan por nosotros y que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego del amor divino"
Texto íntegro de Homilía del Santo Padre en la Misa en el Santuario de los Mártires de Uganda, Namugongo
«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8).
Desde la época Apostólica hasta nuestros días, ha surgido un gran número de testigos para proclamar a Jesús y manifestar el poder del Espíritu Santo. Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente «los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad.
También nosotros hemos recibido el don del Espíritu, que nos hace hijos e hijas de Dios, y también para dar testimonio de Jesús y hacer que lo conozcan y amen en todas partes. Hemos recibido el Espíritu cuando renacimos por el bautismo, y cuando fuimos fortalecidos con sus dones en la Confirmación. Cada día estamos llamados a intensificar la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a «reavivar» el don de su amor divino para convertirnos en fuente de sabiduría y fuerza para los demás.
El don del Espíritu Santo se da para ser compartido. Nos une mutuamente como fieles y miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo. No recibimos el don del Espíritu sólo para nosotros, sino para edificarnos los unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor. Pienso en los santos José Mkasa y Carlos Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en la fe, han querido transmitir el don que habían recibido. Lo hicieron en tiempos difíciles. No estaba amenazada solamente su vida, sino también la de los muchachos más jóvenes confiados a sus cuidados. Dado que ellos habían cultivado la propia fe y habían crecido en el amor de Cristo, no tuvieron miedo de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida. Su fe se convirtió en testimonio; venerados como mártires, su ejemplo sigue inspirando hoy a tantas personas en el mundo. Ellos siguen proclamando a Jesucristo y el poder de la cruz.
Si, a semejanza de los mártires, reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los pobres, de las viudas y de los huérfanos.
Como aquella madre y sus siete hijos, que describe el segundo Libro de los Macabeos, se animaban unos a otros en el momento de la gran prueba (7,1-2.9-14), del mismo modo, como miembros de la familia de Dios, debemos ayudarnos unos a otros, protegernos y guiarnos a la plenitud de la vida. Pienso con gratitud en todos aquellos -Obispos, sacerdotes, mujeres y hombres consagrados y catequistas- que de mil modos diversos han ayudado a las familias cristianas. Que la Iglesia en este país, especialmente mediante las comunidades parroquiales, siga ayudando a las parejas jóvenes en su preparación al matrimonio, anime a los esposos a vivir el vínculo conyugal en el amor y la fidelidad, y ayude a los padres en su tarea de ser los primeros maestros de la fe de sus hijos.
Al igual que los Apóstoles y los mártires de Uganda antes que nosotros, hemos recibido el don del Espíritu Santo para ser discípulos-misioneros, llamados a salir hacia los otros y llevar el Evangelio a todos. En ocasiones esto supondrá ir hasta los confines del mundo, como misioneros en tierras lejanas. Esto es esencial para la difusión del Reino de Dios, y les pido siempre una respuesta generosa a esta exigencia. Sin embargo, no es necesario viajar para ser discípulos-misioneros. En realidad, solamente hace falta abrir los ojos a las necesidades que encontramos en nuestras casas y en nuestras comunidades locales para darnos cuenta de las numerosas oportunidades que allí nos esperan.
También en esto los mártires de Uganda nos indican el camino. Su fe buscó el bien de todos, incluso del mismo Rey que los condenó por su credo cristiano. Su respuesta buscaba oponer el amor al odio, y de ese modo irradiar el esplendor del Evangelio. Ellos no se limitaron a decir al Rey lo que el Evangelio prohibía, sino que mostraron con su vida lo que significa realmente decir «sí» a Jesús. Significa misericordia y pureza de corazón, ser humildes y pobres de espíritu, y tener sed de la justicia, con la esperanza de la recompensa eterna.
El testimonio de los mártires nuestra, a todos los que han conocido su historia, entonces y hoy, que los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera. Es más, la fidelidad a Dios, la honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer. Esto no disminuye nuestra preocupación por las cosas de este mundo, como si mirásemos solamente a la vida futura. Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común.
Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos, cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo.
Que los mártires ugandeses, junto con María, Madre de la Iglesia, intercedan por nosotros, y que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego del amor divino. Omukama abawe omukisa. (Que Dios los bendiga).