«Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»
- 24 Julio 2014
- 24 Julio 2014
- 24 Julio 2014
El Jesucristo de Pier Paolo Pasolini
El Vaticano rehabilita la película prohibida sobre Jesús del cineasta italiano
En la primavera de Francisco, Pasolini va al paraíso
Hoy la Santa Sede la califica como "obra de arte" y "la mejor jamás filmada" sobre Cristo
Dedicada por Pasolini "al recuerdo querido, alegre y familiar de Juan XXIII"
Hace 50 años, aunque premiada y exitosa, 'El Evangelio según San Mateo' de Pier Paolo Pasolini fue objeto de escándalo y censura. Hoy la Santa Sede la califica como "obra de arte" y "la mejor jamás filmada" sobre Cristo. Su director era un ateo fascinado por el relato evangélico.
El presitigioso cineasta Pier Paolo Pasolini -asesinado en noviembre de 1975 en circunstancias nunca del todo esclarecidas- leyó el Evangelio según San Mateo, casi por casualidad, en el año 1962 y quedó impactado. Ateo y marxista, siempre sintió atracción por la religión: "Soy anticlerical (¡no tengo miedo de decirlo!), pero sé que hay en mí dos mil años de cristianismo -decía-. Sería loco si negase tal poderosa fuerza que hay en mí...". Y sobre el Evangelio, aseguraba: "Ninguna otra palabra podrá alcanzar la altura poética del relato" bíblico.
Decidió entonces hacer una película, con ese mismo título bíblico (El Evangelio según San Mateo), para la que no le hacía falta un guión: bastaba con la traducción del texto a imágenes. Al estilo del neorrealismo de moda entonces, tampoco apeló a actores profesionales: el papel de Jesús lo hizo un joven militante anarquista catalán, Enrique Irazoqui, mientras que María -en su vejez- fue interpretada por la madre del propio Pasolini. Y así se conformó el reparto: amigos y parientes de amigos interpretaron a discípulos y demás figuras del relato; ningún actor profesional en esta coproducción franco italiana filmada en Sicilia, con estilo sencillo, despojado, casi minimalista. El film, como se dijo, no se aparta en lo más mínimo del texto bíblico.
Sin embargo, en el momento de su estreno, en 1964, en el Festival de Venecia, recibió críticas de sectores católicos conservadores, precisamente por lo demasiado "realista", poco "sacra", y fue censurada. En cierta forma, era también prejuicio hacia su realizador, quien un año antes había sido condenado a 4 meses de prisión -condena más tarde revocada- por "ultraje a la religión de Estado", por otro de sus films -Ricotta- considerado blasfemo. Pero El Evangelio según San Mateo, dedicada por Pasolini "al recuerdo querido, alegre y familiar de Juan XXIII", fue bien recibida por el público y obtuvo el premio especial del jurado en Venecia.
Los tiempos cambian, y ahora la película de Pasolini ha recibido el "perdón" oficial de la Iglesia. L'Osservatore Romano, órgano oficial de la Santa Sede, lo define como "la mejor obra cinematrográfica sobre Jesús". La película de Pasolini se encontraba en el archivo de la Filmoteca Vaticana desde hace varios años. En una revisión del material, el film mostró signos de pérdida de luminosidad e intensidad de las imágenes, por lo que se tomó la decisión de digitalizarlo.
Reconociendo su valor, el diario católico afirma que "la humanidad febril y primitiva que el cineasta lleva a la pantalla confiere un nuevo vigor al verbo cristiano que aparece en este contexto aún más actual, concreto y revolucionario".
"El Evangelio según San Mateo es una obra de arte, probablemente el mejor film jamás realizado sobre Jesús", se lee en el artículo del Osservatore, que anuncia que la película, rodada en 16 milímetros, ha sido digitalizada por la filmoteca del Vaticano. De este modo, Pasolini pasa de intelectual herético a artista "canonizado". Giovanni Maria Vian, director del Osservatore Romano, dijo al diario italiano La Stampa que este reconocimiento a Pasolini es "un signo de la Iglesia de la misericordia de Francisco".
Y en verdad es un merecido homenaje a la fidelidad del director italiano al texto bíblico: la suya fue la primera versión no hollywoodense, edulcorada, de la vida de Cristo, algo que se verifica tanto en la selección de los actores, como en la sencillez de los parlamentos y la simplicidad de la trama, reflejo exacto del estilo del evangelista. El de Pasolini es un Jesús humano, pero esa humanidad está en el relato de Marcos: un Cristo que le teme a la muerte y al sufrimiento que le espera, que le pide a su Padre que se lo evite -"aparta de mí ese cáliz"-; pero nada de eso es blasfemia, sino fidelidad al Evangelio.
Aunque ateo, Pasolini reivindicaba a Jesús como una figura mítico-popular, un "resistente", un revulsivo para el estilo de vida moderno. "Nada me parece tan opuesto al mundo moderno como aquel Cristo afable en su corazón, pero 'violento' en su razón". "Yo no creo que Cristo sea hijo de Dios -decía Pasolini-, porque no soy creyente. Pero creo que Cristo es divino: es decir, creo que en él la humanidad es elevada, rigurosa, ideal".
Evangelio según San Mateo 13,10-17.
En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?". El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."
San Pedro Crisólogo (c.406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia Sermón 147; PL 52, 594-596
«Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»
Desde que Dios ha visto que el mundo estaba trastornado por el temor, ha puesto en acto su amor para llamarlo de nuevo a sí, su gracia para invitarlo, su ternura para abrazarlo. En tiempo del diluvio... llama a Noé para engendrar un mundo nuevo, lo alienta con dulces palabras, pone en él su familiar confianza, le instruye con bondad sobre el presente y con su gracia le consuela sobre el porvenir... Le ayuda en su trabajo y encierra en el arca lo que había de ser germen del mundo entero a fin de que el amor a su alianza alejara de él el temor... Después Dios llama a Abraham de entre las naciones, engrandece su nombre y le hace padre de los creyentes. Le acompaña en su camino, le protege en país extraño, le colma de riquezas, le honra con victorias, le asegura con promesas, le arranca de las injusticias, le consuela en su hospitalidad y le maravilla con un nacimiento inesperado a fin de atraerle por la gran dulzura del amor divino; así le enseña a... adorar a Dios amándolo y ya no más temblando. Más tarde, a través de sueños, Dios consuela a Jacob en su huída. Al regresar le provoca al combate y, durante la lucha, le estrecha entre sus brazos a fin de que ame al padre de los combates y ya no le tema más. Después llama a Moisés y le habla con amor de padre para invitarle a liberar a su pueblo. En todos estos acontecimientos, la llama de la caridad divina ha abrasado el corazón de los hombres..., y estos, con el alma herida, han comenzado a desear ver a Dios con sus ojos de carne... El amor no se conforma con no ver al que ama. ¿No es cierto que todos los santos han considerado como cosa sin importancia todo lo que podían obtener a no ser el ver a Dios?... Que nadie, pues, piense que Dios se ha equivocado viniendo a los hombres a través de un hombre. Se ha encarnado entre nosotros para ser visto por nosotros.
Allí donde está mi Madre la Iglesia
Éxodo 19, 1-2. 9-11. 16-20b; Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56; Mateo 13, 10-17
En un viaje a Inglaterra un país de mayoría católica me llamó poderosamente la atención cómo, la iglesia anglicana, tiene concebidos los actos litúrgicos y la diversidad de celebraciones de manera peculiar. Anduve buscando, por ejemplo, (pues en un primer momento pensé que se trataba de un templo católico) la capilla del santísimo. En un tríptico explicativo de la historia y composición de ese edificio, se hacía referencia a la capilla del “recogimiento” (traduzco literalmente). Cuando entré allí descubrí que no se trataba de una Iglesia Católica. Siento un gran respeto por otras religiones y confesiones distintas a la mía pero, aunque sean “pocas” cosas las que nos separan de otros credos cristianos, se nota que algo falta, y que no es precisamente accidental. Hay un sello de identidad de la universalidad de la Iglesia. Allí donde está mi Madre la Iglesia (los sacramentos, la devoción a la Virgen, el amor al Papa…), se puede percibir una unidad que no se ve en otros sitios. Algunos dirán que soy un exagerado, y que dentro de la Iglesia Católica también existen problemas graves. ¡Evidentemente que existen!, pero cuando somos conscientes de que nuestra Iglesia es pecadora (compuesta de hombres y mujeres limitados como tú y como yo), aún brilla más su santidad, pues descubrimos con una claridad mayor la presencia del Espíritu Santo en ella. “¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!”. Vuelvo a repetir que no estoy en contra de ninguna aptitud ecuménica, todo lo contrario, cada día rezo por la unidad de los cristianos del mundo entero. Sin embargo, lo que puedo oír y ver eso intento transmitir, y una de esas cosas es la belleza de mi Madre la Iglesia, por muy pobre o lejano que sea el lugar donde se encuentre, pues irradia una única hermosura: la de su Esposo Jesucristo, que se entrega totalmente a cada uno de los que formamos su Cuerpo Místico en el sacramento de la Eucaristía. Pido a la Virgen que acreciente mi amor al Papa y a la unidad de la Iglesia. Amén
SAN FRANCISCO SOLANO, presbítero.
Nació en Montilla, España, en 1549. Todavía adolescente, ingresó en la Orden de los frailes Menores.
Ordenado presbítero, se destacó por su predicación, con la que ganó muchas almas para Cristo, especialmente en tiempos de la peste que asolaba Andalucía, en España.
Movido por el celo apostólico pidió ser enviado a la misión de África, pero fue enviado a la misión de América, en las regiones del Tucumán. Instruido en la lengua de los indígenas y brillando por su caridad, convirtió a muchos a la fe cristiana.
Después de catorce años fue destinado a Lima, donde falleció en 1610. Fue beatificado por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII.
Cristo, cabeza, rey de los pastores,
el pueblo entero, madrugando a fiesta,
canta a la gloria de tu sacerdote
himnos sagrados.
Con abundancia de sagrado crisma,
la unción profunda de tu Santo Espíritu
lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
jefe del pueblo.
El fue pastor y forma del rebaño,
luz para el ciego, báculo del pobre,
padre común, presencia providente,
todo de todos.
Tú que coronas sus merecimientos,
danos la gracia de imitar su vida,
y al fin, sumisos a su magisterio,
danos su gloria. Amén.
Señor, que, por medio del presbítero san Francisco Solano, llevaste a muchos pueblos de América al seno de la Iglesia, por sus méritos e intercesión, míranos con bondad y atrae hacia ti a los pueblos que aún no te conocen. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Un universo de alegría
Dice el Señor: "Cuando os volveré a ver, su corazón se alegrará, con una alegría que nadie os podrá quitar." (Juan 16, 22)
Es la alegría del Señor. No es una huida utópica; menos aún una evasión o una excitación pasional. No es él. Sencillamente Él, Jesús, cerca, casi tocar, en aquella fe que emociona y fortalece.
Presencia y silencio; también transformación y cambio. El nuevo ritmo, aquel tan esperado, más allá de vibraciones y energías. Muchas veces al margen de toda previsión y preparación sistemática. Si la quieres analizar desde la psicología, podrás aplicar mil hipótesis; y ninguno es capaz de llegar a explicar lo que no tiene explicación inmanente.
Un universo de alegría tiende a abarcar todas las dimensiones, la subjetiva, la de las relaciones, la del cuerpo y del alma, aquellas que parecen lejos de nuestra experiencia, el conocido y el que queda por conocer, que es casi infinito.
Quizás estamos en un sueño? Ni que lo fuera, valdría la pena, en medio de tanta seriedad, aburrimiento, insatisfacción, dolor e injusticia. Como puedes estar alegre en medio del mundo cruel que te rodea y llega a coser tu tejido interior? No es como una droga, una iluminación fantasmagórica?
Pues no. Es la alegría del Señor, aquella que "nadie puede tomar", la que espera, lucha, ayuda, se deja ayudar, agradece, vuelve a empezar, descansa y se vuelve a cansar, convive en la enfermedad y en el amor , todas las edades y lugares ...
Las grandes limitaciones de la vida, las luchas por un mundo más justo y libre, el llanto y el dolor por la pérdida o la distancia ... todo lo que es negativo, atropellado, oprimido y forzado ... no puede destruir esta alegría . Al contrario, vigoriza la lucha, suaviza las heridas, ilumina la oscuridad, acompaña la soledad y da esperanza en el camino oscuro, porque en el punto central de la alegría está Él que promete que "todo acabará bien" (Juliana de Norwich).
Lo que dice quizás es posible, y sobre todo si está fundamentado en la fe, pero realmente poco testimonio tenemos de esta alegría.
Recuerdo que Jesús comparó su proyecto con un hombre que encontró un tesoro en un campo, vendió todo lo que tenía y compró el campo, y con él el tesoro. Si examinas racionalmente este universo de la alegría nunca acabarás de entender. A medida que vayas dando todo lo que tienes para comprar el campo, quizás irás experimentando en este vaciarse para llenar el campo del mundo de más libertad, más fraternidad, más justicia y más igualdad, irán brillante en el fondo del corazón las primeras luces de este universo de alegría que Él nos ha prometido.
Empieza a probarlo, en la dimensión abarcable y humilde de tu entorno inmediato ... y comenzará la luz.
Francisco rodeado de jóvenes
Misión que compete a los laicos
La obligación de armar lío
"Una iglesia que no sea testimonio similar al del Cristo a quien dice seguir, no será creíble"
Alfredo Barahona, 24 de julio de 2014 a las 09:21
Ya lo han tildado de "marxista" por su discurso social. Es el recurso habitual contra los pastores capaces de hablar y actuar como Cristo
(Alfredo Barahona Zuleta, revista claretiana TELAR).- Lo enfatizó el papa Francisco a los jóvenes argentinos, en uno de los numerosos coloquios que mantuvo con más de dos millones de representantes de las nuevas generaciones durante la última Jornada Mundial de la Juventud:
"Espero lío. Aquí en Río de Janeiro sé que va a haber, pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera. Quiero que la Iglesia, las parroquias, los colegios salgan a la calle".
Las tajantes expresiones del pontífice produjeron escozor en algunos sectores; talvez los mismos que se han escandalizado por las formas, estilo y vientos de cambiocon que Francisco ha sacudido a la Iglesia desde el inicio de su pontificado.
Es que "armar lío" suele asociarse -y más aun cuando se trata de "salir a la calle"- con manifestaciones masivas de protesta en que son frecuentes los desórdenes, violencia, represiones y, en defintiva, la pérdida de la tranquilidad pública; un bien muchas veces más preciado que la defensa de la dignidad y los derechos esenciales del ser humano.
Es indudable que la intención del Papa no es azuzar a los jóvenes a la violencia, los destrozos de cuanto encuentren a su paso ni el atentado contra la vida o integridad de sus semejantes. Nada de eso cometió Cristo, nuestro máximo ejemplo de vida; pero hizo tales líos contra los abusos de los poderosos de su tiempo, que se granjeó nada menos que la condena a muerte. Sus gritos contra los "¡hipócritas, sepulcros blanqueados!", sus anatemas como "¡ay de ustedes, los ricos...!", su condena a colocar una piedra al cuello y lanzar al mar a quien escandalizare a uno de los más pequeños, y aun más su espectacular azotaina a los mercaderes del templo, son hitos descollantes en la conducta de nuestro supremo paradigma. Cuando Francisco dice hoy que "quiere lío en las diócesis, que la iglesia, las parroquias, los colegios salgan a la calle", está llamándolos a seguir el ejemplo del Maestro, que se convirtió en "signo de contradicción" por decir las cosas por su nombre "buscando primero el reino de Dios y su justicia". Una iglesia que no sea testimonio similar al del Cristo a quien dice seguir, no será creíble; no ayudará a transformar a un mundo dominado por el más poderoso sistema global de la injusticia que ha conocido la historia. Una iglesia que no "salga a hacer líos" y prefiera atrincherarse en las sacristías, seguirá haciendo noticia más por sus propios escándalos, antisignos y vergüenzas que por la misión redentora del ser humano ejemplificada por Cristo a costa de su vida.
Esta misión compete de modo especial a los laicos; al hombre y la mujer que viven inmersos en los problemas cotidianos y sienten en carne propia o en su entorno las injusticias, la segregación, la marginalidad y el abandono; los dramas sociales de viviendas inhumanas; de sistemas de salud vergonzosos; de una educación que desde las primeras letras acopia a una gran masa de modernos siervos de la gleba y selecciona a los grupos superiores destinados a manejarla. Ello, manteniendo sistemas de trabajo precario, bajos salarios, jubilaciones miserables y otras cargas sociales que agobian a las grandes mayorías de nuestros pueblos. Todo ello en un mundo que camina a una destrucción tan acelerada por la insensatez y el egoísmo de la economía globalizada, que si no se toman medidas urgentes en contrario generará catástrofes incalculables sobre nuestros hijos y nietos. "Esta civilización mundial se pasó de rosca en el culto que ha hecho al dios dinero", resumió el Papa a sus jóvenes compatriotas en la Jornada Mundial de Río. "¡No miren la vida desde el balcón; mézclense allí en donde están los desafíos!", recalcaba hace poco a jóvenes universitarios. Directo, entendible, "aterrizado" y coloquial es el estilo de Francisco. Ya lo han tildado de "marxista" por su discurso social. Es el recurso habitual contra los pastores capaces de hablar y actuar como Cristo. A éste lo llamaron "endemoniado". ¿Adecuación idiomática para un mismo objetivo?
Eucaristía y apostolado
Cada Eucaristía debe traernos, espiritualmente a nuestro lado, a todos aquellos que vamos encontrando en nuestro camino.
¿Cómo iban creciendo los primeros cristianos? A través de la fracción del pan y la predicación.
No sé si todos nosotros sentimos el mismo aguijón de San Pablo: “Ay de mí, si no evangelizo . . .” (1 Cor. 9,16). Urge el apostolado. El papa en la encíclica sobre “La misión del Redentor” nos dice: “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (n.1).
¿Qué es el apostolado?
El apostolado es precisamente ese comprometernos con todas nuestras energías a llevar el mensaje de Cristo por todos los continentes. Jesús al irse al cielo no nos dijo: “Id y rezad”; sino que dijo clarísimamente: “Id y anunciad”.
Esto es el apostolado: anunciar a Cristo.
Para san Juan , el apostolado es dar a los demás lo contemplado, escuchado, vivido, comido, experimentado con Jesús. Eso es el apostolado. Apostolado es llevar el buen olor de Cristo (2 Cor. 2,15). Es llevar la sangre de Cristo, y esa sangre se derrama en cada eucaristía. Es llevar el mensaje de Cristo, y ese mensaje se proclama en cada eucaristía. Es salvar las almas, y esas almas son redimidas en cada eucaristía.
¿Para qué hacemos apostolado? Para que Cristo sea anunciado, conocido, amado, imitado y predicado. En la eucaristía hemos escuchado, comido y contemplado a Jesús.
¿Dónde hacer apostolado? En la familia, la calle, la profesión, los medios de comunicación social, la facultad. En todas partes encontramos púlpitos, auditorios, escenarios, estrados y areópagos desde donde predicar a Cristo, con valentía y sin miedo.
¿Cómo hacer apostolado? Con humildad, ilusión, alegría, voluntad, ánimo, caridad. La caridad es el alma de todo apostolado y nos urge. No imponemos con la fuerza, sólo proponemos con el bálsamo del amor y del respeto.
El apostolado es, pues, llevar el mensaje de Cristo a nuestro alrededor, dando razón de nuestra fe. En cada eucaristía Jesús nos entrega su mensaje, vivo en la Liturgia de la Palabra y en la Comunión. Es el derramamiento al exterior de nuestra vida espiritual e interior. En cada eucaristía Jesús nos llena de su gracia y amor y vamos al apostolado a dar de beber esas gracias a todos los sedientos. Es poner a las personas delante de Jesús para que él las ilumine, las cure, las consuele, como hicieron aquellos con el paralítico que llevaron en una camilla. El encuentro con Jesús en la eucaristía nos debería comprometer a ir trayendo a las personas a este encuentro con Jesús.
La misa acaba con este imperativo latino: “ite, missa est”. Es una invitación al apostolado. Missus quiere decir “enviado”. El apostolado debe ser el fruto de la eucaristía, el fruto de la liturgia. Es como si se dijera: “id, sois enviados, vuestra misión comienza”.
El apostolado debe brotar de la misa y a ella debe retornar. Es decir, debemos salir de cada eucaristía con ansias de proclamar lo que hemos visto, oído, sentido, experimentado, para que quienes nos vean y escuchen estén en comunión con nosotros y ellos se acerquen a la eucaristía. Y al mismo tiempo debemos volver después a la eucaristía para hablar a Dios, traer aquí todas las alegrías y gozos, angustias, problemas y preocupaciones de todas aquellas gentes que hemos misionado.
Todos sabemos que el fin último del apostolado es la glorificación de Dios y la santificación de los hombres. Este fin es el mismo que el fin de la liturgia y de la eucaristía o misa, que es el sol y el corazón de la liturgia.
Si esto es así, la misa nunca termina, sino que se prolonga ininterrumpidamente. El apostolado hace que la misa se prolongue. Porque en todas partes, durante las 24 horas del día se está celebrando una misa. Ese Sol de la eucaristía nunca experimenta el ocaso. Ese Corazón de la eucaristía nunca duerme, siempre está vigilando y palpita de amor por todos nosotros.
¿Cómo vivir entonces cada eucaristía?
Con muchas ansias de alimentarnos para tener fuerza para el camino de nuestro apostolado; con mucha atención para escuchar el mensaje de Dios a través de la lectura, para después comunicarlo en el apostolado; con espíritu apostólico, pues cada misa debe traernos, si no en persona, al menos espiritualmente a nuestro lado, a todos aquellos que vamos encontrando en nuestro camino.
Por tanto, ya en cada misa estamos haciendo apostolado. Colocamos a esas personas en la patena del sacerdote, las encomendamos en la Consagración y pedimos por ellas en la Comunión. A ellas, Cristo les hará llegar los frutos de su Redención eterna.
Pidamos la misma pasión por la almas de san Pablo, de san Francisco Javier, que no nos deje tranquilos hasta ver a todos los hombres conquistados para Cristo, y valoremos la misa como medio para salvar almas y prepararnos para el apostolado e incendiar este mundo. ¡Incendiemos no sólo el Oriente, sino también el Occidente, el Norte y el Sur, el Este y el Oeste!
Chárbel Makhluf, Santo
Solitario de Dios y Taumaturgo del Líbano, 24 de julio
Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima
Martirologio Romano: San Sarbelio (José, Charbel) Makhluf, presbítero de la Orden de los Maronitas Libaneses, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, viviendo con gran austeridad, ayunando y orando (1898).
Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.
Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Chárbel, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el
imperio de Trajano. Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo...!
Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica que, de acuerdo con la tradición cristiana, se debe hacer viviendo en soledad. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.
El 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración. Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Maron, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.