Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo

Los Dones del Espíritu: La Piedad
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hoy queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad. Hay que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.

1. Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición: es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.

2. Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad - ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día. ¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. En piamontés nosotros decimos: hacer la "mugna quacia", éste no es el don de piedad ¡eh! De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad. Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: "Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: "¡Abba, Padre!" (Rm 8, 14-15). Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo nos dé a todos nosotros este don de la piedad. Gracias.

Idea principal: la acción visible del Espíritu Santo en la Iglesia, a través de un viento estruendoso, un fuego y unas lenguas (primera lectura).

Resumen del mensaje: en el sexto domingo de Pascua vimos la acción invisible del Espíritu Santo en el alma de cada uno de nosotros: es nuestro Consolador o Paráclito. Hoy, Pentecostés, la liturgia resalta la acción visible del Espíritu Santo en la Iglesia. El Espíritu Santo convierte a la Iglesia en misionera y católica, cuyos efectos son: viento que lleva el polen divino, fuego que quema con la caridad cuanto toca y lengua para llevar el mensaje de Cristo.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, el Espíritu Santo hoy se manifiesta como viento, como soplo vivificador. El Espíritu Santo es como el alma de la Iglesia, que infunde santidad y estabilidad, a pesar de todos los pecados y miserias de sus integrantes. Es soplo que barre toda escoria para dejar en cada corazón el aroma del cielo. Si la Iglesia fuese solamente una institución humana, hace tiempo que se hubiera corrompido y desaparecido totalmente; como sucedió a tantas empresas e imperios humanos. La Iglesia, a pesar de retrocesos, contramarchas y crisis terribles, permanece siempre con el aroma de lo esencial, pues el Espíritu es soplo que limpia y purifica. Y ese aroma es transmitido como polen divino que fecundará todas las culturas con el amor de Cristo.

En segundo lugar, el Espíritu Santo también se manifiesta como fuego. Ese viento se convierte también en fuego que nos arde por dentro y nos lleva a salir fuera a todas las periferias existenciales, como diría el Papa Francisco, para incendiar este mundo con la palabra del Evangelio. En Pentecostés nace la Iglesia misionera y ardorosa, lanzada a llevar el calor divino a todos los lugares del mundo. Siempre tendremos la tentación de volver al Cenáculo y a cerrar la puerta, especialmente cuando fuera soplan vientos de contradicción. Solamente el Espíritu nos dará fuerza para vencer esos miedos y parálisis, como hizo con los primeros apóstoles, que de apocados y miedosos, los convirtió en intrépidos y audaces mensajeros de la Buena Nueva, que llevaron con ardor misionero el mensaje de salvación de Jesús.

Finalmente, el Espíritu Santo se manifiesta como lengua. Lengua, no lenguas, como pasó en la Babel soberbia del Génesis donde nadie se entendía. La lengua del Espíritu Santo es una: la caridad, que nos une a todos en un mismo corazón y una misma alma.

Y con esa lengua, la caridad, formamos un solo cuerpo en Cristo por el Espíritu (segunda lectura); y con esa lengua podemos hacernos entender por todas partes, como sucedió a los apóstoles, y llevar a todo el mundo el mensaje del amor y perdón traído por Cristo a este mundo (primera lectura y evangelio). Lo que destruye esta lengua del Espíritu son los mil dialectos ideológicos que a veces queremos hablar en las relaciones con los demás para defender nuestro egoísmo, nuestros intereses y nuestras ambiciones. En el Cenáculo, donde el Espíritu Santo es infundido, las diferencias y las divisiones son superadas. La verdadera unidad sólo proviene de Dios Espíritu que es principio de cohesión (segunda lectura).

Para reflexionar: ¿Dejaré la puerta y las ventanas abiertas de mi ser para que entre el viento y el fuego del Espíritu Santo en este Pentecostés para después contagiarlo a mi alrededor con mi lengua y conducta? ¿Experimento en mí otros vientos y fuegos que quieren destruirme y devorar mi vida de gracia y mi amor a Cristo? ¿Hablo la lengua del Espíritu Santo que es la caridad o tengo otros dialectos ideológicos?

Pentecostés - Tiempo Pascual

Ac 2,1-11;
1 Co 12,3 b -13
Jn 20,19-23

El Espíritu cuenta la vida entera de Jesús , desde su concepción en que la sombra divina , como la nube del desierto , fecundó María, hasta su muerte , en el que entregó el Espíritu en manos del Padre .

En la sinagoga de Nazaret declaró la magnitud de la posesión por el Espíritu . Al leer Isaías encontró la significación y el retrato de su unción espiritual : El Señor me ha enviado para dar la buena nueva a los pobres , a curar los corazones rotos , a anunciar a los cautivos la libertad , ya los presos el retorno de la luz y proclamar un año de gracia del Señor , el día que nuestro Dios hará justicia , a consolar a todos los que lloran , ... ( Is 61 , 1-2) .

Al ser Jesús el jefe de la Iglesia, todo el cuerpo participa de la unción del Espíritu . Jesús sopló sobre los discípulos y , como dice el Evangelio , los envió de la misma manera que él había sido enviado por el Padre . No es de extrañar , por tanto, que la secuencia que acabamos de cantar haga la súplica ardiente que venga el Espíritu , identificándolo como padre de los pobres . En Jesús fue padre de los pobres . En el Esgésia ha sido, es y debe ser , padre de los pobres .

Nuestro obispo , profeta y poeta , Pere Casaldàliga , lo declaraba así en su antología Cantares de la entera libertad ( Managua 1984, p 73 )

El Espíritu ha decidido administrar el octavo sacramento : ¡ la voz del Pueblo!

La temprana comunidad del Cenáculo tuvo una especialísima cuidado de los pobres , tal como narran repetidamente los Actos de los apóstoles . Hablan de poner todo en común y que cada uno sólo retire el necesario. Desde entonces, tanto la múltiple asistencia de la caridad como la desgarradora y comprometedora doctrina social de la Iglesia marca un camino real para vivir en el Espíritu . Las encíclicas sociales , el Concilio Vaticano II, los Sínodos , los documentos de Medellín , de Puebla , de Aparecida y, más actualmente , "La joya del Evangelio" del Papa Francisco amplifican el clamor de los pobres y urgen el remedio a nivel planetario .

En su Diario, San Ignacio discierne sobre la pobreza y subraya con comprensión profunda como el Espíritu secunda el éxito de la predicación en pobreza de los 72 enviados . Se le concede una visión del Espíritu a modo de " llama ígnea ". Reproduce el imaginario del relato de Lucas de la primera lectura . El Espíritu es fuego . El Papa se quejaba a Lampedusa de la frialdad europea y falta de misericordia , todo lo contrario del calor divino que comunica el Espíritu .

San Pablo dice que el Espíritu ayuda nuestra debilidad cuando no sabemos orar. Él nos suple , llamando a Dios confiadamente como Abba . También el Espíritu da voz a los pobres, con un grito desgarrador y entrañable . Es un lenguaje radical de una humanidad absoluta , exigiendo libertad y justicia . Dios reconoce este clamor del Espíritu . Y Dios nos lo da como Jesús y para Jesús . Tenemos la capacidad y la misión de escuchar y de interpretar estas tantas lenguas ... la lengua del hambriento , de las víctimas de guerra , los forasteros , los apaleados , los abusados ​​, los niños del trabajo , de la mujer despreciada, los diferentes, los nadie ... !

En una visión global , la tierra es como una patera que circula por el universo solar a 40 Km por segundo , donde el pasaje no mira unos por otros , sino que cada uno procura su propio bienestar . El Espíritu que planeando sobre las aguas dio vida al mundo urge la orientación de la brújula hacia el bien común . Entre todos lo haríamos todo, sólo que cada uno cuidara suficientemente su entorno , su parcela.

Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano ,
Jesucristo queda en el pasado ,
el Evangelio es como letra muerta ,
la Iglesia no pasa de una simple organización;
la autoridad es una dominación ,
la misión , una propaganda ,
el culto , una evocación melancólica ,
la actuación cristiana , una moral de esclavos .

Pero en el Espíritu , el cosmos es exaltado
y se percibe su gemido para dar a luz el Reino,
Cristo resucitado está presente ,
el Evangelio es una potencia de vida ,
la Iglesia significa la comunión trinitaria ,
la autoridad se experimenta como un servicio liberador ,
la misión se convierte potencia de un nuevo Pentecostés ,
la liturgia es un memorial y una anticipación ,
la actuación humana es divinizada . ( Ignacio Hazim , obispo ortodoxo oriental )

Ven, oh Santo Espíritu ;
Padre de los pobres , ven .

SEMANA DEL CENÁCULO
DÍA CUARTO: DON DE FORTALEZA

“No hay que pensar que el don de fortaleza es necesario sólo en algunas ocasiones o situaciones especiales. Este don debe constituir la nota de fondo de nuestro ser cristianos, en el ritmo ordinario de nuestra vida cotidiana. Como he dicho, todos los días de la vida cotidiana debemos ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe. El apóstol Pablo dijo una frase que nos hará bien escuchar: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4, 13).” (Francisco, Audiencia 14 de mayo, 2014)

SÚPLICA DEL DON DE FORTALEZA, AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, al interpretar tus dones según los nombres que les damos, cabe que lo haga en un sentido literal, y limitado al modo humano y lingüístico de entender las palabras.

Ya a la hora de pedir el don de Sabiduría y de Ciencia, he debido de superar el significado intelectual de los términos y abrirme a un sentido sobrenatural, que supera el afán dominativo y comprehensivo de la realidad, y descubrir en ambos dones la participación en el modo de ver, de conocer y de amar de Dios.

Ante el don de Fortaleza, me sucede algo semejante, y quizá confundo el sentido de ser fuerte según las categorías humanas, con ser fuerte por haber recibido tu don.
Naturalmente, al decir “fuerte”, imagino una persona con salud, bríos, energía, buena forma física. Pero si esta fuera la identidad de los ungidos por tu don de Fortaleza, ¿dónde quedarían los pequeños, los débiles, los enfermos y los marginados?

Me da luz San Pablo, cuando confiesa su experiencia de debilidad, de la que surge su conciencia de fortaleza: “Por este motivo tres veces rogué al Señor que lo alejase de mí (el aguijón). Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.” (2Co 12, 8-9)

Sin duda que la Fortaleza que procede de ti, Espíritu Santo, no es otra que la del Señor, como dice el salmo: “Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él es mi salvación”.

Quizá no valoramos tu don mientras no llegamos a sentir la debilidad. ¡Ven, Espíritu Santo, y derrama sobre nuestra carne débil el don de Fortaleza!

SEMANA DEL CENÁCULO
DÍA TERCERO: DON DE CONSEJO

“«El Señor me aconseja, hasta de noche me instruye internamente» (cf. Sal 16, 7). Y este es otro don del Espíritu Santo: el don de consejo. Sabemos cuán importante es, en los momentos más delicados, poder contar con las sugerencias de personas sabias y que nos quieren. Ahora, a través del don de consejo, es Dios mismo, con su Espíritu, quien ilumina nuestro corazón, de tal forma que nos hace comprender el modo justo de hablar y de comportarse; y el camino a seguir.” (Francisco, Audiencia 7 de mayo, 2014)

SÚPLICA DEL DON DE CONSEJO, AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, si tus dones fueran excluyentes, no sabría cual pedirte, pero, sin duda, en muchos momentos te pediría el don de Consejo. ¡Cuántas veces por haber acertado en la dirección del camino, he ahorrado pasos y trabajos inútiles! Y al revés: ¡Cuántos pasos perdidos he dado por haber confundido la senda!

Sé que se trata de un consejo para el bien más personal. Tú, Espíritu divino, tienes la mejor disposición de ayuda. Ya sabes que entre humanos es muy fácil orientar a una persona de manera dominativa, tendenciosa, especulativa e interesada, por afán de captar su voluntad, y hasta su conciencia.

Tengo para mí que, en muchas ocasiones, por malas experiencias, los discípulos se emancipan de sus maestros y los hijos se hacen independientes de sus padres, aunque es cierto que en el proceso de maduración personal uno debe llegar a tomar decisiones por sí mismo.

Es engañoso creer que, siendo autodidacta, se avanza de forma más coherente. La experiencia es fuente de sabiduría, y no dejarse acompañar por quien es el Don mismo de Sabiduría, despreciando su consejo, es un riesgo temerario e inútil.

¡Ven, Espíritu Santo, Consejero del alma! Sé compañero de camino, especialmente en las encrucijadas de la vida. Si un padre, un amigo, una persona de bien, se convierten en verdaderos consejeros, cuánto más Tú, que conoces el bien y el modo de alcanzarlo, eres el mejor acompañamiento.

El Siervo del Señor reconoce que, cada mañana, porque espabila el oído y escucha la instrucción, no solo acierta en su camino, sino que se convierte en guía para otros.

Tú forma de aconsejar, Espíritu Santo, es discreta, suave, interior. Y te vales de muchas y diversas circunstancias para hacer que se note tu insinuación, la que sin violencia ni manipulación conduce por el sendero de la voluntad divina.

¡Ven, Espíritu Santo, sé Tú mi Consejero!

SEMANA DEL CENÁCULO

DÍA SEGUNDO: EL DON DE ENTENDIMIENTO

“No se trata de una cualidad intelectual natural, sino de una gracia que el Espíritu Santo infunde en nosotros y que nos hace capaces de escrutar el pensamiento de Dios y su plan de salvación. San Pablo dice que, por medio del Espíritu Santo, Dios nos revela lo que ha preparado para los que le aman. ¿Qué significa esto? No es que uno tenga pleno conocimiento de Dios, pero sí que el Espíritu nos va introduciendo en su intimidad, haciéndonos partícipes del designio de amor con el que teje nuestra historia. En perfecta unión con la virtud de la fe, el entendimiento nos permite comprender cada vez más las palabras y acciones del Señor y percibir todas las cosas como un don de su amor para nuestra salvación.” (Francisco, Audiencia 30 de abril, 2014).

SÚPLICA DEL DON DE ENTENDIMIENTO, AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, Tú me sondeas y me conoces, y sabes bien de la tiranía que imponen los medios de opinión en la lectura de los acontecimientos.

¡Cuántas veces quedo enmudecido ante la fatalidad, el accidente dramático, el dolor humano, especialmente ante el sufrimiento de los niños y de los indefensos!

Tú conoces nuestra debilidad del ser humano, y lo proclive que es a imaginar el futuro de forma negativa, para quedar así atrapado en un horizonte oscuro, sin esperanza, resignado.

Ven en ayuda de mi debilidad y de la de tantos. Derrama el don que nos hace capaces de comprender en todo la huella de tu amor, tu plan de salvación, que supera todo determinismo negativo. Si el creyente es aquel que tiene la confianza y la certeza del amor de Dios, concédeme que me asista siempre esta certeza y que vislumbre, al menos, tu plan amoroso para cada una de tus criaturas y para mí. Sé que por la fe se vive de otra forma toda relación, la que debo establecer con Dios, la que a diario me sucede con mi entorno familiar y social, y la que cabe tener contigo dentro de mí mismo. El don de Entendimiento, que Tú puedes regalarnos, ayuda a conocer la voluntad divina, su designio de amor, a tratar de la forma más digna al prójimo, y a saberse habitado por la presencia íntima y amorosa de tu acción divina. Ven, Espíritu Santo, para que comprenda siempre la historia y las relaciones más allá de mi obstinación mental, desde tu luz.

Espíritu Santo, que no me pierda por inconsciencia el saberme habitado por ti, llamado a mantener un trato de intimidad contigo, desde el que podré adquirir el conocimiento de tu obra de salvación.

¡Ven, Espíritu Santo, y concédenos el don de ENTENDIMIENTO!

SEMANA DEL CENÁCULO
DÍA QUINTO: DON DE CIENCIA

“Cuando se habla de ciencia, el pensamiento se dirige inmediatamente a la capacidad del hombre de conocer cada vez mejor la realidad que lo rodea y descubrir las leyes que rigen la naturaleza y el universo. La ciencia que viene del Espíritu Santo, sin embargo, no se limita al conocimiento humano: es un don especial, que nos lleva a captar, a través de la creación, la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada creatura.” (Francisco, Audiencia, 21 de mayo, 2014)

SÚPLICA DEL DON DE CIENCIA, AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, debido a mis conceptos y formas de entender las palabras, vuelvo a enfrentarme con el significado bíblico y teologal de tus dones. En este tiempo positivista y cientifista, con frecuencia muchos contraponen ciencia y fe, razón y fe, y aquello que, según ellos, no es demostrable científicamente, queda fuera de consideración.
¡Qué necesario es tu auxilio para no quedar atrapado en los argumentos lógicos, racionales, experimentables! Más que nunca necesito tu ayuda para que mi capacidad intelectual, humana, que es regalo y desbordamiento de tu gracia, se abra a la realidad trascendente e invisible, y trate la materia y la realidad, a todo ser creado, con la dignidad sacramental que le has conferido.

El don de Ciencia es considerar, comprender y tratar a las personas y a los instrumentos y herramientas, no de forma despótica y posesiva, sino con respeto, descubriendo a través de las cosas creadas a su Autor.

El don de Ciencia permite reclamar la presencia del autor del universo, al que sostiene todo lo creado, a quien da al hombre la capacidad de desentrañar la virtualidad que contiene la materia.

El don de Ciencia hace al ser humano humilde, respetuoso, sensible, considerado, agradecido, trabajador, colaborador, porque es consciente de quién es el principio de todo, y meta del universo.

Dame, Espíritu Santo, el don de Ciencia, por el que me preste gozoso a poner mis manos en la tarea del bien hacer en provecho de todos, y me sepa con la vocación sagrada de cooperar con el Creador en la obra maravillosa de volver cada vez más habitable la sociedad.
¡Ven, Espíritu Santo, con tu don de Ciencia, para que, por inconsciencia, no caiga nunca en trabajar de forma emancipada y pretenciosa. Que siempre te reconozca a la hora de valorar mis capacidades y destrezas.

Evangelio según San Juan 17,20-26. 

Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo: "Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos". 

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia 
Manuscrito autobiográfico C, 34-35

“Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo”

Pero, finalmente, también para mí llegará la última noche, y entonces quisiera poder decirte, Dios mío: “Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. He dado a conocer tu nombre a los que me diste… Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mí” (Jn 17,4s). Sí, Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no.

Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el padre del hijo pródigo cuando hablaba con su hijo mayor, tú me dijiste: “Todo lo mío es tuyo” (Lc 15,31). Por tanto, tus palabras son mías, y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial…

Tu amor me ha acompañado desde la infancia, ha ido creciendo conmigo, y ahora es un abismo cuyas profundidades no puedo sondear. El amor llama al amor. Por eso, Jesús mío, mi amor se lanza hacia ti y quisiera colmar el abismo que lo atrae. Pero, ¡ay!, no es ni siquiera una gota de rocío perdida en el océano... Para amarme como tú me amas, necesito pedirte prestado tu propio amor. Sólo entonces encontraré reposo.

Jesús mío, tal vez sea una ilusión, pero creo que no podrás colmar a un alma de más amor del que has colmado la mía. Por eso me atrevo a pedirte que ames a los que me has dado como me has amado a mí. Si un día en el cielo descubro que los amas más que a mí, me alegraré, pues desde ahora mismo reconozco que esas almas merecen mucho más amor que la mía. Pero aquí abajo no puedo concebir una mayor inmensidad de amor del que te has dignado prodigarme a mí gratuitamente y sin mérito alguno de mi parte.

UTILIDADES

Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11; Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11; Juan 17, 20-26

Cuando compras una computadora y te instalan el sistema operativo se llena de carpetas, archivos y extensiones que, para los usuarios noveles como yo, no nos dicen nada. Te suelen meter unos jueguecitos para cuando desesperes de buscar un procesador de texto, y alguna carpeta que suelen llamar utilidades que traen distintos programas, unos de mantenimiento de la compu, medidores de color de pantalla, gestiones de actividad y unas cuantas aplicaciones más que habitualmente no se utilizan. Hasta que llega alguien, que sabe poco más que tu, y te dice lo fundamentales que son, las virtudes del uso de las utilidades y te mira con misericordia por tu falta de conocimiento y sensibilidad. Entonces empiezas a utilizarlas frenéticamente: desfragmentas el disco duro, revisas permisos, optimizas el espacio,… hasta que vuelves a tener trabajo y la carpeta de utilidades vuelve a ser completamente inútil. Hasta que un día empieza a fallar todo y regresas a la tabla de la salvación de la carpeta de utilidades, cuando ya no tiene remedio. A pesar del enfado no conozco a nadie que haya mandado a la papelera la carpeta entera, tal vez algún día sea útil. Algo así hacen algunos con la Iglesia. La tienen olvidada, no la entienden ni la apoyan, alguna vez la utilizan y, cuando hay problemas, amenazan con borrar la Iglesia del mapa social, pero en el fondo saben que no pueden hacerlo.

“No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.” La transmisión de la fe no es sólo una moda o una costumbre. Jesús quiere nuestra cooperación, pero es Dios quien mantiene, apoya y alienta la evangelización. La Iglesia no pone su confianza en una gran superestructura (por muy aparatosa que parezca a veces), sino en el impulso del Espíritu Santo. Por eso la Iglesia existe a pesar del ambiente político reinante, ya sea en libertad o en las catacumbas. Podemos, debemos, exigir la libertad no sólo como cristianos, sino como personas. Lo que no seremos será una moneda de cambio. “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.” Los enemigos de la Iglesia (que los hay), buscarán dividir a la Iglesia. Pero la unidad de la Iglesia no surge de un mismo sentimiento o unas aficiones comunes, que pueden variar con el tiempo. Nace de la misma vocación bautismal, de una misma fe en Jesucristo Salvador y de la participación de un mismo Espíritu Santo como hijos de Dios Padre. Cada uno en su lugar, pero íntimamente unidos por algo más importante que la carne y que la sangre. La Iglesia no es un juguete en manos de los políticos o los poderes económicos. Por eso la Iglesia nunca ha estado “a gusto,” ya sea por un lado o por otro siempre han surgido voces cristianas que han denunciado las situaciones de injusticia. En esa aparente diversidad se manifiesta la unidad de la Iglesia en torno a Jesucristo. En este mes miramos a María, la Virgen, y pedimos que nos conceda la inteligencia suficiente para entender qué es la unidad en el Espíritu Santo.

San Bonifacio

San Bonifacio, Arzobispo de Máinz, Mártir. Llamado el «Apóstol de Alemania» por haber evangelizado sistemáticamente las grandes regiones centrales, por haber fundado y organizado Iglesias y por haber creado una jerarquía bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede.

Sus dones de misionero y reformador generaron importantes frutos. Winfrido (su nombre de bautizo) se trasladó de muy joven a la abadía de Nursling, en la diócesis de Winchester, donde se le nombró director de la escuela. Ahí escribió la primera gramática latina que se haya hecho en Inglaterra. A la edad de 30 años recibió las órdenes sacerdotales y se dedicó al estudio de la Biblia. En el año 718 el Papa San Gregorio II otorgó a Winfrido un mandato directo para llevar la Palabra de Dios a los herejes en general. El Santo partió inmediatamente con destino a Alemania, cruzó los Alpes, atravesó Baviera y llegó al Hesse. En poco tiempo, pudo enviar a la Santa Sede un informe tan satisfactorio que el Papa hizo venir al misionero con miras a confiarle el obispado. El día de San Andrés del año 722, fue consagrado obispo regional con jurisdicción general sobre Alemania.

Bonifacio regresó a Hesse y como primera medida, se propuso arrancar de raíz las supersticiones paganas que eran el principal obstáculo para la evangelización. En el año 731, el Papa Gregorio III, sucesor de Gregorio II, mandó a San Bonifacio el nombramiento de metropolitano para toda Alemania más allá del Rin, con autoridad para crear obispados donde lo creyera conveniente. En su tercer viaje a Roma fue nombrado también delegado de la Sede Apostólica. San Bonifacio y su discípulo San Sturmi fundaron en el año de 741 la abadía de Fulda, que con el tiempo se convirtió en el Monte Casino de Alemania.   Años más tarde, cuando el Santo se disponía a realizar una confirmación en masa, en la víspera de Pentecostés, apareció una horda de paganos hostiles que atacó al grupo brutalmente. El cuerpo del Santo fue trasladado al monasterio de Fulda, donde aún reposa.

Oremos:Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Bonifacio anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 

Yo les he dado a conocer tu nombre

Juan, 17, 20-26. Estar siempre alegres, sean constantes en orar, den gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios

Del santo Evangelio según san Juan, 17, 20-26 

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí. Padre, quiero que donde esté yo, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y estos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas está en ellos y yo también en ellos.» 

Oración Introductoria 

Jesús, enséñame a orar. Creo en ti, y te doy gracias por el don de la fe. Tú te me has dado a conocer, me has enseñado que tu Padre es también mío. No tengo palabras para agradecerte este don. Ayúdame a corresponder viviendo como verdadero hijo de nuestro Padre Dios. Concédeme la gracia de amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas mis fuerzas. 

Petición

Jesús, que me abra al amor de tu Padre, y aprenda a llamarlo: Padre nuestro.

Meditación del Papa Francisco 

El empeño ecuménico responde a la oración del Señor Jesús que pide "que todos sean uno". La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara "a plenitud de catolicidad que le es propia, en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el Bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión". Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es artesanal. Jesús nos dijo: "¡Felices los que trabajan por la paz!". En este empeño, también entre nosotros, se cumple la antigua profecía: "De sus espadas forjarán arados" (S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n 244). 

Reflexión 

Todos somos hijos del mismo Padre. No nos pudo pasar algo más genial que tener un Papá como Dios, nuestro Señor. Con cuánta confianza debemos dirigirnos a Él, constantemente y con la simplicidad de un hijito pequeño. Hay momentos en la vida en los que sólo Él puede sostenernos y llevarnos adelante. ¡Jamás dudemos del amor de un Dios, que se nos ha manifestado como Padre Bueno! En la medida en que seamos conscientes de esta paternidad de Dios, en esa medida alcanzaremos la unidad que Él desea para nosotros. 

Propósito 

Rezaré un Padrenuestro en familia para ponernos en sus manos, y abandonarnos a su amor de Papá Dios. 

Dialogo con Cristo 

Jesús, enséñame a dialogar con nuestro Padre Dios, para confiarme enteramente a su Voluntad Santísima, y alcanzar esa familiaridad de la que Tú me has hecho partícipe con tu Encarnación. Gracias por ser como eres, y perdón por mis debilidades. No permitas que jamás dude de tu amor. No permitas que jamás me separe de ti. Tú me has dado a conocer su Nombre; me enseñaste a llamarle: «Abbá» -Papá-. 


Ayúdame a ser el hijo que Él espera de mí. Dios ruega porque quiere ser más Padre que Señor.(San Pedro Crisiólogo, Sermón 108) 

 

Oración al Espíritu Santo frente al Santísimo

Es el Espíritu Santo a quien tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar

Es jueves, Señor, y estoy frente a ti... 

Voy a empezar este diálogo con una invocación al Espíritu Santo: 

"Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo. Inspírame ser siempre razonable en mi pensar, acertar lo que voy a decir, cuando me convienen hablar y cuando me conviene callar, ilumíname para escribir, impúlsame para actuar, que tengo que hacer para saber perdonar procurando tu mayor gloria y bien de las alma y mi propia santificación. ¡Espíritu Santo ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad!. Amén" 
Yo se que esta oración te agrada porque cuando te llegó el momento de partir hacia el Padre, tu corazón de hombre supo de la pena, de lo que es una despedida... Dejabas a tu Madre que tanto amabas....la dejaste al cuidado y protección de Juan, pero...."la dejabas".... a tus queridos amigos, a las personas que te seguían fieles y que tanto estimabas.

Por eso nuestra fe, nuestra religión es única y verdadera por ser revelada cuando dijiste: - "Si me amaís guardareis mis mandamientos y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito (abogado y consejero) para que esté con vosotros para siempre. Espíritu de verdad a quién el mundo no puede recibir porque no lo ve ni le conoce. Pero vosotros le conoceís porque mora en vosotros y en vosotros está". Juan 14, 15-17. 

Tu, Jesús, nos enseñaste esta gran verdad... ¡y qué poco pensamos en ella ! 
El Espíritu Santo que es el Espíritu de Dios, no tiene otro deseo que el que le llamemos, ¡ven Espíritu Santo! para venir en nuestra ayuda en medio de nuestras tristezas y desolaciones... 

¡Qué poca fe, Señor, perdónanos! 

El es una fuente de gracias y de inspiraciones para llevarnos a obrar, en todos los momentos de nuestra vida con la seguridad de poder acertar en el seguimiento de la voluntad de Dios.

Es la Tercera persona de la Santísima Trinidad. Es Dios de la misma sustancia divina que el Padre y el Hijo pero al mismo tiempo una Persona distinta de las otras dos, pero solo hay un Dios. 

Y ese Dios-Padre por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue engendrado y se hizo hombre y es Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo porque es el AMOR de ambos. 

Y ese AMOR y ese ESPIRITU lleno de Dios es al que tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar. En este diario vivir que siempre nos salen al paso diferentes alternativas y decisiones y muchas veces son tan importantes que dudamos ante ¿dónde estará lo correcto?. 

Y hoy, Señor, al acercarnos a tu presencia en el Sagrario, pienso que ya estamos en el momento en que tu Iglesia y nosotros sus fieles, vamos a tener la conmemoración del GRAN DÍA DE PENTECOSTES. "La venida del Espíritu Santo" Ese Espíritu formado del amor entre el Padre y el Hijo por eso es, el Espíritu de Dios. 

Te fuiste para que se cumplieran tus palabras: "si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros, pero si ve voy, os lo enviraré". Y la promesa se cumplió. 

Para San Lucas es el nacimiento de la Iglesia por obra del Espíritu Santo. El, desciende sobre la comunidad de los discípulos, asiduos y unánimes en la oración reunida con María. "Podemos decir, por tanto, que la Iglesia comienza porque el Espíritu Santo entra en una comunidad que ora, que se mantiene unida y cuyo centro son María y los apóstoles". (Benedicto XVI). 

El Espíritu Santo tiene siete dones: ·  Sabiduría: Que nos hará gustar de Dios y saborear sus cosas, aumentando nuestro amor a El. ·  Entendimiento: Luz para entender, no los misterios de Dios, sino para entender y rendirnos a su Voluntad.·  Consejo: Prudencia a la hora de hablar y de escuchar y se unirá a la Sabiduría cuando se nos pida un consejo y también cuando se debe callar. ·  Fortaleza: Saber y ayuda a superar miedos y dificultades. ·  Ciencia: Conocer mejor las cosas de Dios y de lo hombres. ·  Piedad: Intensificar la relación con Dios y con el prójimo. ·  Temor de Dios: Humildad, dolor y respeto por nuestros pecados. 

En todos los momentos de nuestra vida, y en algunos muy especialmente, tenemos que pedir al Espíritu Santo, diciéndole : ¡Ven Espíritu Santo ! ya que El es, el Espíritu 
Vivamos esta gran maravilla de Dios que desea que nos acompañe el GRAN CONSOLADOR. 

Salimos y dejamos tu sacramental presencia en el Sagrario reconfortados por esta reflexión de hoy donde has puesto en nuestro corazón la fortaleza y la paz de ese tu Gran Espíritu. 

¡Gracias, Jesús !

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