“Yo soy la luz del mundo”
- 14 Marzo 2016
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Evangelio según San Juan 8,12-20.
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida". Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió. En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?". Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre". El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
Santa Matilde Alemania
Reina de Alemania (c.a. 890-968) Hija de Teodorico, conde sajón, nació en Wesfalia alrededor del año 890. Se educó en el monasterio de Herford. Sus padres la casan en el año 909 con Enrique el Pajarero -llamado con este apodo por su afición a la caza con halcones- duque de Sajonia. A la muerte de Conrado, es elegido Enrique rey de Alemania en el 919. Es un buen príncipe con sus súbditos y añade a sus territorios Baviera después de conquistarla.
Matilde se ha hecho una reina piadosa y caritativa. Está como alejada de las vanidades de la corte; día y noche reza; conocen los palaciegos sus costumbres. Gran parte de su tiempo está ocupada con atención a los desvalidos; visita a los enfermos e intenta dar consuelo a afligidos. Y esto lo sabe, aprueba y apoya su marido. Así transcurrieron sus 23 años de matrimonio hasta el año 936 en que muere Enrique. Después de la muerte del esposo, entrega sus joyas a los pobres, significando la total ruptura con la pompa del mundo. El matrimonio ha tenido tres hijos: Otón, emperador de Alemania en el 937 a la muerte de su padre y luego de Roma en el 962 después de haber vencido a los bohemios y lombardos; Enrique, duque de Baviera y san Bruno, arzobispo de Colonia.
Sufrió las tensiones y luchas entre sus hijos Otón y Enrique por el poder y hasta tuvo que soportar la amargura de la conspiración contra ella por parte de sus hijos que la acusaron injustamente de dilapidar los bienes del Estado. Es su época de restaurar iglesias y fundar monasterios; sobresalen sobre todos el de Polden, en el ducado de Brunswich, que llega a albergar para Dios a trescientos monjes, y el de Quedlimburgo, en Sajonia, donde murió y reposan sus restos junto a los de su marido que allí los trasladó. Antes de morir en el año 968, quiso hacer humilde confesión pública de sus pecados ante los monjes del lugar.
Oremos. Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste à Santa Matilde, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Breche, Chartres, Francia (1568)
San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo Stromatas
“Yo soy la luz del mundo”
Cuando tú, Señor Jesús, me conduces a la luz y encuentro a Dios, gracias a ti y, gracias a ti, recibo al Padre, soy coheredero contigo (Rm 8,17), ya que tú no te avergüenzas de tenerme como hermano. (Hb 2,11) Apartemos, pues, el olvido de la verdad, venzamos la ignorancia. Habiendo disipado las tinieblas que nos envuelven como una nube, contemplemos al Dios verdadero y proclamemos: “Bendita sea la luz verdadera.”
Porque la luz ha brillado sobre nosotros que estábamos hundidos en las tinieblas y en la sombra de la muerte. (Lc 1,79), luz más pura que el sol y más bella que la vida de este mundo. Esta luz es la vida eterna y todos aquellos que participan en la luz tienen vida eterna. La noche huye de la luz, se esconde por miedo y cede ante el día del Señor. La luz que no se puede apagar se ha extendido por todas partes, de Oriente a Occidente. Esto es lo que significa “la creación nueva”. En efecto, el sol de justicia (Ml 3,20) que ilumina toda cosa resplandece sobre toda la humanidad, a ejemplo de su Padre que hace salir el sol sobre todos los seres humanos (Mt 5,45) y deja caer sobre ellos el rocío de la verdad.
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre
Juan 8, 12-20. Cuaresma. Cristo es nuestra luz, solo hace falta que nosotros seamos luz del mundo.
Oración introductoria
Señor, gracias por esta oportunidad de estar contigo en esta oración; te suplico me liberes de lo que pueda obscurecer tu verdad radiante, estoy abierto de mente y corazón para abrazar tu voluntad.
Petición
¡Ven, Espíritu Santo! Dame la luz de la fe.
Meditación del Papa Francisco
La coherencia de vida nos aleja de la mundanidad espiritual. Tú finges ser así, pero vives de otra forma. Es la mundanidad que se introduce en el espíritu humano y poco a poco va tomando posesión de él: es difícil identificarla desde el comienzo porque es como la polilla que lentamente destruye, carcome la tela y luego esa tela es inutilizable. Así el hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana, la arruina, llegando a ser incapaz de coherencia.
En efecto está quien dice: «Oh, yo soy muy católico, padre, voy a misa todos los domingos, soy muy católico»; luego, sin embargo, en la vida cotidiana o en el trabajo es incapaz de ser coherente. Así, por ejemplo, cede ante el discurso de quien le propone: «Si me compras esto, hacemos este acuerdo y tú te quedas con una suma de dinero».
Esto no es coherencia de vida, esto es mundanidad. Y es precisamente la mundanidad la que conduce a la doble vida, la que es apariencia y la que es verdadera, y te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana. Por esto Jesús es tan fuerte cuando pide al Padre: Padre, no te pido que los quites del mundo sino que los salves, que no tengan el espíritu mundano, es decir ese espíritu que destruye la identidad ¡cristiana! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de noviembre de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Si echamos una mirada nos daremos cuenta que las nubes del materialismo han cubierto el horizonte cultural. La luz penetra cada vez menos. La esperanza parece menguar. En medio de la oscuridad brillan pequeñas lucecitas. Son luciérnagas. Fugaces momentos de felicidad que el mundo da. Así paga el mundo a los que le sirven. Les promete felicidad y diversión, y se los concede. Pero un instante, un suspiro; y después, la oscuridad.
Pero no estamos solos. Un rayo de esperanza rasga las nubes. Es Cristo que viene a recordarnos: “Yo soy la luz del mundo”.. Como nos dice el catecismo en el número 2466: el que cree en Él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, permanece en su palabra, para conocer "la verdad que hace libre" y que santifica.
Nosotros, como cristianos bautizados, estamos llamados a ser luz del mundo. ¿Cómo? Predicando el Evangelio del amor con el ejemplo de nuestra vida y el testimonio de nuestra palabra.
Reforzando la unidad familiar, por ejemplo rezando en familia; escuchando y compartiendo las penas de mi prójimo, ayudándolo cuando lo vea en apuros. En fin, la caridad es ingeniosa, hay mil maneras de vivirla. Sólo hace falta querer ser luz del mundo.
Propósito
Darme el tiempo y la paciencia para dar hoy un consejo, estímulo o ayuda a quien lo necesite.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, qué diverso sería mi comportamiento si nunca olvidara de dónde vengo y a dónde voy. Tú eres quien da significado, sentido, esperanza y propósito a mi vida. Las presiones de la sociedad afectan mis decisiones, el estira y afloja de la «moda» me apartan de la auténtica felicidad, por eso te suplico me des la luz de la fe para buscarte siempre y, unido a Ti, pueda ser la luz que ilumine a los que hoy encuentre en mi camino.
Francisco, hoy en la misa de Santa Marta
"Ante los valles oscuros de nuestro tiempo, la única respuesta es confiar en Dios"
Francisco: "Esas cuatro hermanas asesinadas, ¡servían por amor, y fueron asesinadas por odio!"
"¿Por qué sufre un niño? No sé por qué, pero confío en Dios",a firma el Papa en Santa Marta
Redacción, 14 de marzo de 2016 a las 12:05
Pensemos en tanta gente que ni siquiera tiene una última caricia en el momento de morir. Hace tres días murió uno aquí, en la calle, un sin techo: murió de frío. En plena Roma, una ciudad con todas las posibilidades para ayudar
(RV).- El transeunte muerto de frío en Roma, las hermanas de Madre Teresa asesinadas en Yemen, las personas que se enferman en la "Tierra de los fuegos". En la Misa matutina en Casa Santa Marta, el Papa Francisco recuerda algunos hechos dramáticos de los últimos tiempos. Ante estos "valles oscuros" de nuestro tiempo, afirma, la única respuesta es confiar en Dios. Incluso cuando no entendemos, como ante la enfermedad rara de un niño, dijo, confiémonos en las manos del Señor que nunca deja a su pueblo.
Susanna, una mujer justa, es "ensuciada" por el "mal deseo" de dos jueces, pero prefiere confiarse a Dios y elige morir inocenteantes que hacer lo que querían estos hombres.
Francisco tomó pie de la primera lectura, tomada del libro de Daniel, para subrayar que, incluso cuando nos encontramos recorriendo un "valle oscuro", no debemos temer ningún mal.
Cuántos valles oscuros, ¿dónde estás, Señor?
El Señor, dijo el Papa, siempre camina con nosotros, nos quiere y no nos abandona. De aquí, Francisco volvió la mirada a tantos "valles oscuros" de nuestro tiempo.
"Cuando hoy miramos a tantos valles oscuros, tantas desgracias, tanta gente que muere de hambre, de guerra, tantos niños discapacitados, tantos ... tantos que ahora, tu preguntas a los padres: ‘¿Pero qué enfermedad tiene?' - ‘Nadie lo sabe: se llama enfermedad rara'. Es la que nosotros hacemos con nuestras cosas: pensemos en los tumores en la Tierra de los fuegos ... Cuando tu ves todo esto, pero ¿dónde está el Señor, dónde estás? ¿Tu caminas conmigo? Este era el sentimiento de Susana. También el nuestro. Tú ves a estas cuatro hermanas asesinadas: ¡servían por amor, y fueron asesinadas por odio! Cuando ves que se cierran las puertas a los prófugos y se les deja fuera, al aire, con el frío... Pero, Señor, ¿dónde estás Tu?".
¿Por qué sufre un niño? No sé por qué, pero confío en Dios
"¿Cómo puedo confiar en Ti - prosigue el Papa - si veo todas estas cosas? Y cuando las cosas me pasan a mi, cada uno de nosotros puede decir: ¿pero cómo me confío a Ti?". "A esta pregunta sólo hay una respuesta", dijo Francisco: "No se puede explicar, yo no soy capaz".
"¿Por qué sufre un niño? No lo sé: es un misterio, para mi. Sólo me da algo de luz- no a la mente, sino al alma - Jesús en el Getsemaní: ‘Padre, este cáliz no. Pero que se haga tu voluntad'. Se confía a la voluntad del Padre. Jesús sabe que no acaba todo, con la muerte o con la angustia, y la última palabra desde la Cruz: ‘¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!', y muere así. Confiarse a Dios, que camina conmigo, que camina con mi pueblo, que camina con la Iglesia: esto es un acto de fe. Yo me confío. No lo sé: no sé por qué sucede esto, pero yo me confío. Tú sabrás por qué".
El mal no es definitivo, el Señor es siempre con nosotros
Y esta, dijo, "es la enseñanza de Jesús: al que se confía que es Pastor, nada le falta". Aunque camine por valle oscuro, añadió, "sabe que el mal es un mal del momento, pero el mal definitivo no existirá porque el Señor, ‘porque Tu estás conmigo. Tu vara y tu cayado me consuelan'". Esta, subrayó, "es una gracia" que debemos pedir: "Señor, enséñame a confiarme a Tus manos, a confiarme a Tu guía, incluso en los momentos malos, en los momentos oscuros, en el momento de la muerte".
"Nos hará bien, hoy, pensar en nuestra vida, en los problemas que tenemos, y pedir la gracia de confiarnos a las manos de Dios. Pensemos en tanta gente que ni siquiera tiene una última caricia en el momento de morir. Hace tres días murió uno aquí, en la calle, un sin techo: murió de frío. En plena Roma, una ciudad con todas las posibilidades para ayudar. ¿Por qué, Señor? Ni siquiera una caricia ... Pero yo me confío, porque Tu no me defraudas".
"Señor - concluyó - no te entiendo. Esta es una bella oración. Pero sin comprender, me confío a tus manos".