Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre
- 07 Mayo 2016
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Evangelio según San Juan 16,23b-28.
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".
San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo Stromates 7,7; PG 9, 450s
“Pedid y recibiréis: así vuestro gozo será pleno”
Venerar y honrar a quien creemos que es el Verbo, nuestro Salvador y nuestro jefe, y por su medio al Padre, es nuestro deber, y no solamente ciertos días especiales como algunos hacen, sino continuamente, durante toda la vida, y de todas las maneras. “Siete veces al día entonaré tus alabanzas” (sl 118, 164) clama el pueblo elegido, según un precepto que lo santifica. No es, pues, en un lugar determinado, ni en un templo escogido, ni en ciertas fiestas o en días fijos, sino que durante toda la vida, en todas partes, el verdadero espiritual, honra a Dios, es decir, proclama su acción de gracias por el conocimiento de la verdadera vida. La presencia de un hombre de bien, por el respeto que inspira, hace mejorar siempre al que se le acerca, ¡Cuánto más el hombre que está continuamente en presencia de Dios por el conocimiento, la manera de vivir y la acción de gracias, no se hará normalmente mejor cada día en todo: acciones, palabras, disposiciones!... Viviendo, pues, toda nuestra vida como una fiesta, con la certeza de que Dios está totalmente presente en todas partes, trabajamos cantando, navegamos al son de himnos, nos comportamos como “ciudadanos del cielo” (Flp 3,20). Me atrevería a decir que la oración es una conversación íntima con Dios. Aunque musitemos suavemente y hablemos en silencio sin mover los labios, interiormente gritamos. Y Dios tiene constantemente atento el oído a esta voz interior… Sí, el verdadero espiritual ora durante toda su vida, porque orar es para él esfuerzo de unión con Dios, y rechaza todo lo que es inútil porque ha alcanzado ya el estado en que de alguna manera he recibido la perfección que consiste en actuar por amor…Toda su vida es una liturgia sagrada.
¿ Mirando al cielo? La Ascensión del Señor
Hechos de los Apóstoles 1, 1-11: “Se fue elevando a la vista de sus apóstoles”
Salmo 46: “Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya”.
Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23: “Cristo entró en el cielo mismo”.
Tiene la tristeza metida entre sus ojos, miedo de vivir, angustia por el futuro, incertidumbre en el presente. Sus 22 años no logran borrar su cara de niña y sus palabras se arrastran como si salieran a fuerzas. Las vendas en las muñecas de sus manos no logran ocultar su deseo de muerte. “¿Para qué vivir cuando una no quiere? No tiene sentido estar sufriendo. No me dejaron morir pero no me dan esperanzas para vivir”. Es cierto su mamá y su hermano lograron rescatarla cuando se estaba desangrando en búsqueda de escapar de esta vida. ¿Cómo dar esperanza a quien ya no quiere vivir? ¿Cómo fortalecer un corazón vacío? Cada día es más frecuente el suicidio entre nosotros, principalmente entre los adolescentes pero no sólo. Nos falta darle sentido a nuestra vida y hoy la fiesta de la Ascensión puede ayudarnos a descubrir nuestro camino. Hoy tenemos una celebración muy especial en nuestro tiempo litúrgico: la Ascensión del Señor a los cielos. ¿Qué tiene que ver la Ascensión del Señor con el sentido de la vida, con la pérdida de la esperanza, con el vacío del corazón? Para quienes tienen fe, todo. Trato de explicarme. Con la Ascensión de Cristo, recordamos el triunfo de Jesús sobre la muerte, sobre la injusticia y sobre todo pecado. Pero este triunfo de Jesús también nos implica a nosotros. En la medida que Él se encarnó, participó de nuestras miserias, vivió nuestros riesgos, ahora con su triunfo nos da la esperanza de también triunfar nosotros. Cristo entra en la vida nueva que supone su Resurrección, no solamente como Dios e Hijo de Dios, sino también como hombre e Hijo del hombre que es. Pues Cristo no asciende Él solo, sino que lleva consigo la condición humana que asumió por la Encarnación. Hoy es un día luminoso por la victoria de Jesús; por lo tanto despierta en nosotros gozo y alabanza, esperanza y optimismo; ¡Vale la pena esta vida humana! Tenemos razones para vivir y amar, sufrir y esperar, contagiar entusiasmo y testimoniar que hemos sido liberados por Cristo y que vale la pena ponerse a trabajar por un mundo mejor. Atención, en ningún momento esta fiesta es una invitación a olvidarnos de nuestros compromisos y sumirnos a vivir en un mundo de ilusiones. Cuando Jesús se despide de sus discípulos, les recuerda que ellos son testigos de que solamente por medio de la cruz, del sufrimiento y de la conversión se llega a la resurrección. Para llegar al triunfo, necesitamos vivir el misterio de un Jesús plenamente humano y plenamente Dios, siguiendo sus pasos, viviendo en la cercanía con los pobres, participando en sus gozos y sufrimientos. Jesús nos revela a un Dios providente, cercano y misericordioso, profundamente comprometido con los humildes. A veces se ha utilizado el cielo como señuelo que apacigua y adormece. Como las promesas de los políticos en campaña, que prometen y prometen y nunca se alcanzan sus ideales y sirven sólo para engañar y adormecer al pueblo en sus justas reivindicaciones. Nunca el cielo debe ser escape hacia un cristianismo individualista y conservador que puede convivir con la injusticia y la opresión. No es la invitación a quedarnos mirando al cielo, sino es la urgencia de trabajar en la tierra teniendo bien fijos y seguros nuestros ideales. “Trabajar en la tierra mirando al cielo”.
El cielo es la auténtica esperanza cristiana que nos impulsa a construir desde la tierra el Reino de Dios del que hablaba Jesús a sus discípulos, mediante el amor, el trabajo y el servicio a los hermanos. Claramente les dice Jesús que este Reino lo deben construir conforme a su Espíritu. “Aguarden aquí, a que se cumpla la promesa de mi Padre… ustedes serán bautizados en el Espíritu”. No se vale construir el Reino a nuestro estilo, o al estilo del “mundo”, que se base en el egoísmo, en la ley del más fuerte y en el bienestar de los poderosos. Debemos mantenernos en fidelidad al Espíritu que nos empuja a la vida y a conseguir condiciones de una vida humana digna para todos, que alienta al decaído, que no deja que se rompa la caña resquebrajada, que infunde valor y anima a levantarse de la postración.
¿Podremos construir un mundo como nos lo propone Jesús? Ciertamente fácilmente caemos en los extremos: a veces nos olvidamos de que trabajamos con Jesús conforme a la voluntad del Padre y solamente miramos hacia el suelo, perdemos el rumbo. Y otras, en cambio, mirando solamente al cielo, perdemos “piso” y divorciamos nuestra fe de nuestra realidad. Olvidamos la relación indivisible que hay entre la vida espiritual y la vida misma. Y somos capaces de encerrarnos en la concha de nuestro egoísmo sin mirar la realidad, sin sentir la fraternidad y sin construir al estilo de Jesús.
Cuando leemos con atención los textos que hoy nos propone la liturgia descubrimos que la comunidad no puede realizar “su tiempo” en una actitud de mera contemplación; tiene que emprender su camino, el mismo del Maestro. Es evidente que Jesús ya no estará presente en términos físicos, materiales. Con gran sentido pedagógico, Lucas ilustra esta “separación” con el relato de la Ascensión. Jesús ha llevado a término su parte en el plan de Dios, y vuelve al Padre; “asciende”. Los discípulos no pueden quedarse mirando al cielo, como esperando en forma pasiva o contemplativa a ver cuándo ellos también serán llevados al cielo. Ellos “ascenderán” también, pero sólo cuando hayan realizado la parte de la misión que el Señor les tiene señalada. Esa parte de la misión que deben realizar queda muy bien definida en el Evangelio: Ir por todo el mundo a anunciar la Buena Noticia, con un solo objetivo: despertar la conciencia y la fe de los oyentes, quienes han de ser bautizados, es decir, incorporados a la familia de los hijos de Dios. Ciertamente, en esta época, podemos caer en los miedos, en el inmovilismo y la duda y la frustración. Pero hoy, la Ascensión de Jesús nos lanza a abrirnos a la esperanza. Con los pies bien firmes en la realidad, queremos construir un mundo capaz de abrir sus horizontes a todos los hombres, que superen los límites egoístas de tiempos y razas. Llenemos, pues, nuestros corazones de sano optimismo. Miremos a Cristo glorificado y comprometámonos en la construcción del Reino a nosotros encomendado. Dios, Padre Bueno, que nos llenas de júbilo con la glorificación de Cristo Jesús, descúbrenos que más allá de nuestros límites egoístas hay un Cielo posible que construiremos con tu presencia y nuestros esfuerzos. Amén.
Cuanto pidan al Padre en mi nombre, se les concederá
Juan 16, 23-28. Pascua. Dios tiene en abundancia todo eso que necesitamos.
Oración introductoria
Señor, Tú dijiste que todo lo que pidiera en tu nombre me lo concederías. Te pido, Señor y Dios mío, la fe, la esperanza y el don de la caridad. Estas tres virtudes me bastan, con ellas puedo amarte, darte gloria, servirte y comunicarte a los demás.
Petición
Jesús, te suplico me concedas aquello que más necesite para ser un discípulo y misionero de tu amor.
Meditación del Papa
Después del gran descubrimiento de Jesucristo -nuestra vida, camino y verdad- entrando en el terreno de la fe, en "la tierra de la Fe", encontramos a menudo una vida oscura, dura difícil, una siembra con lágrimas, pero seguros de que la luz de Cristo, al final, nos da una gran cosecha.
Debemos aprender esto también en las noches oscuras; no olvidar que la luz está, que Dios ya está en medio de nuestras vidas y que podemos sembrar con la gran confianza de que el "sí" de Dios es más fuerte que todos nosotros. Es importante no perder este recuerdo de la presencia de Dios en nuestra vida, esta alegría profunda de que Dios ha entrado en nuestra vida, liberándonos: es la gratitud por el descubrimiento de Jesucristo, que ha venido a nosotros. Y esta gratitud se transforma en esperanza, es estrella de la esperanza que nos da la confianza, es la luz porque los dolores de la siembra son el inicio de la nueva vida, de la grande y definitiva alegría de Dios,Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.
Pidamos al Señor que nuestra oración siempre tenga esa raíz de fe, pidamos la gracia de la fe. La fe es un don y no se aprende en los libros. Un don del Señor que se debe pedir. Dame la fe. Creo, Señor, ayuda mi poca fe. Por ello, debemos pedir al Señor la gracia de rezar con fe, de estar seguros que cada cosa que pedimos a Él nos será dada, con esa seguridad que nos da la fe. Y esta es nuestra victoria: nuestra fe. (Homilía de S.S. Francisco, 14 de enero de 2016).
Reflexión
Si contásemos las cosas que pedimos a los demás durante el día, nos llevaríamos una sorpresa. Desde pedir la mermelada durante el desayuno, o el billete de metro en la taquilla, o el número de teléfono de un cliente... Nos pasamos el tiempo como pedigüeños, porque no hay nadie que lo tenga todo. Cada uno es necesario para los demás. Y por eso aportamos de lo que tenemos. De esta manera se construye la sociedad, con la puesta en común de los dones que cada uno posee. Y si pedimos cosas materiales, ¿nos acordamos de pedir aquello que más necesitamos en nuestro interior? ¿Cuándo fue la última vez que pedimos a Dios el don de la fe? ¿Y el de vivir en gracia? ¿Cuántas veces le hemos pedido perdón en los últimos días? Porque cada uno da lo que tiene. Y Dios tiene en abundancia todo eso que necesitamos; la fe, la gracia, el perdón... Cristo también pidió muchas cosas a su Padre. Lo podemos leer en la oración del Padrenuestro, y en el capítulo 17 del evangelio de San Juan. Jesús nos enseñó y nos invita a hacerlo hoy, pidiendo en su nombre, porque el Padre quiere a quienes creen en su Hijo.
Propósito
Hoy hablaré a alguien sobre la confianza que tengo de que Dios siempre escucha mi oración.
Diálogo con Cristo
Señor, dame la gracia de mantener siempre un buen humor, para poder ser ese testigo de la alegría al saberme amado por Ti. Ser misionero de la alegría y ser un misionero alegre, para los demás, que hermosa forma de poder corresponder a tanto amor que me das.
Con María, recordando la Ascensión
La Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza.
Cuarenta largos y extraordinarios días han trascurrido, Madre querida, desde el glorioso Domingo de Pascua.
Durante este tiempo, tu humilde corazón de madre repasó una y otra vez sus tesoros escondidos.
En ése volver del alma cada acontecimiento vivido cobra ahora, sentido diferente. Pero tú, dulce Madre, a pesar de ser la elegida, la llena de gracia, la saludada por los ángeles y por los creyentes, tú no quieres brillar por esos días, pues Aquél cuya luz es inextinguible aún debe terminar la labor por la que había bajado del cielo a habitar en tu purísimo vientre. Por eso te mantienes casi oculta, limitándote a ser una presencia orante en la Iglesia naciente. Así te encuentro en los Evangelios, pero… necesito que me cuentes, Señora, lo que ha sido para ti el día de la Ascensión.
Y cierro los ojos tratando de imaginar tu rostro, tu mirada, tu voz serena que me responde al alma.
- El día de la Ascensión fue el final ansiado, presentido, mas nunca totalmente imaginado por mí, de la historia de amor más bella que jamás haya existido. Una historia de amor que comenzó un día, ya lejano, y al mismo tiempo tan cercano, en Nazaret. Una historia que trascurrió durante treinta años, en el silencio y sumisión a mi amor materno, de Aquél por quien el mundo debía salvarse.
- ¡Ah, Señora!, en esa sumisión a ti Jesús glorificó grandemente al Padre, por ello es que tus hijos glorificamos al Padre sometiéndonos a ti (1).
Sonríes…
Tu mirada se pierde ahora en la lejanía.
- Como te decía, la Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza… por esos días Jesús se aparecía a sus amigos y les daba, con la fuerza extraordinaria de quien es la Verdad, los últimos consejos, las últimas recomendaciones, y les regalaba al alma, las más hermosas promesas.
Recuerdo claramente el día de su partida… era casi mediodía, el sol brillaba con fuerza, y hasta casi con alegría. Mi Hijo caminaba cerca de Betania con sus amigos, les pedía que fuesen hasta los confines de la tierra enseñando su Palabra. Su voz sonaba segura, serena, protectora, especialmente cuando les entregó aquella promesa que sería luego manantial de fe y esperanza para tantos hijos de mi alma…” Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”
Yo presentía la partida… y Él sabía que necesitaba abrazarlo… como cuando era pequeño, como cuando le hallamos en el Templo, luego de aquella lejana angustia. Él lo sabía y vino hasta mí, me miró con ternura infinita y me abrazó fuerte, muy fuerte, y susurró a mis oídos…:
- Gracias Madre, gracias… gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar… gracias.
Cuando se alejaba ya de mí se acercó Juan, el discípulo a quien Jesús amaba mucho. Entonces el Maestro le dijo, mirándome:
- Cuídala Juan, cuídala y hónrala… protégela y escúchala. Ella será para ti, y para todos, camino corto, seguro y cierto hasta mi corazón. Hónrala Juan, pues haciéndolo… me honras.
- Lo haré, Maestro, lo haré…- contestó Juan desde lo más profundo de su corazón.
Jesús y Juan volvieron con los demás. En ese momento mi Hijo, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y subió al cielo ante sus ojos y una nube comenzó a cubrirlo, delicadamente.
Los apóstoles se arrodillaron ante Él.
Mientras yo levantaba mi mano en señal de despedida y mis ojos se llenaban de lágrimas, sentí que me miraba… y su mirada me hablaba…
- ¿Qué te decía, Señora? ¿Qué te decía Jesús mientras partía?
- “Espérame, Madre, enviaré por ti… espérame…”
Ay! Hija mía, mi corazón rebosaba de gozo. En tanto los amigos de Jesús miraban fijamente al cielo, como extasiados. En ese momento se acercaron a ellos dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “ Hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”( Hch 1,11)
Los hombres tardaron un rato en reaccionar, luego, uno a uno, se fueron acercando a mí.
- Debemos volver a Jerusalén, tal como Él lo pidió- dijo Pedro, quien sentía que debía velar por esa Iglesia naciente, hasta en el más mínimo detalle.
Los demás asintieron. Volvimos y subimos a la habitación superior de la casa. Nos sentamos todos. Pedro comenzó a recitar, emocionado, la oración que Jesús nos enseñó, al finalizar dijo:
- Hermanos, permanezcamos en oración hasta que llegue el día en que, según la promesa de Cristo, seamos bautizados con el Espíritu Santo.
Yo me retiré a prepararles algo para comer. Juan se acercó y me abrazó largamente. Yo sentía que comenzaba a amarlos como a mis hijos… me sentía madre… intensamente madre… y nacía en mí una necesidad imperiosa de repetir a cada hijo del alma, aquellas palabras que pronunciara en Caná de Galilea: “...Hagan todo lo que él les diga”( Jn 2,5)
Así nos quedamos, hija, nos quedamos todos esperando Pentecostés, la Iglesia primera, en una humilde casa de Jerusalén.
Espero haber contestado lo que tu alma me preguntó…
-Claro, Madre amada, claro que sí, como siempre, eres para tus hijos modelo de virtud, camino seguro hacia Jesús… compañera y amiga . Una vez más y millones de veces te lo diría, gracias, gracias por haber aceptado ser nuestra mamá, gracias por ocuparte de cada detalle relacionado a la salvación de nuestras almas, gracias por enseñarnos como honrarte, porque haciéndolo, honramos a Jesús… gracias por defendernos en el peligro… gracias por ser compañera, compañera, compañera….
Ahora, Santa Madre, debes enseñarnos a esperar, adecuadamente, Pentecostés.
Amigos que leen estas líneas, María ansía entrar a sus corazones para contarles las maravillas de Pentecostés… háganle sitio… es la mejor decisión que pueden tomar… no lo duden jamás…
(1) San Luis María Grignon de Montfort “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen” pag 94. Edit. Esin, S.A. -1999
Sin pecado concebida
El fundamento bíblico de este dogma de fe: la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo
La Inmaculada Concepción es un término usado para referirse al nacimiento de María exenta del pecado original. Este término no se encuentra en la Biblia, así como el término "Trinidad" no se halla en las Escrituras. Los fundamentos de esta enseñanza, sin embargo, son totalmente bíblicos.
Exodo 25, 8-16 — Con todo esto me harán un Santuario y yo habitaré en medio de ellos. En la construcción de la morada y de todo su mobiliario te ajustarás exactamente a los modelos que yo te mostraré. Tú harás un arca de madera de acacia, que deberá tener ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho y setenta y cinco de alto. La recubrirás de oro puro por dentro y por fuera y pondrás alrededor de ella, en la parte de arriba, una moldura de oro. También le harás cuatro argollas de oro fundido y se las colocarás en los cuatro extremos inferiores, dos de un lado y dos del otro. Asimismo, harás unas andas de madera de acacia, las revestirás de oro y las harás pasar por las argollas que están a los costados del arca, para poder transportarla. Las andas estarán fijas en las argollas y no serán quitadas. En el arca pondrás las tablas del testimonio que yo te daré.
La antigua Arca de la Alianza fue preparada con gran esmero y cuidado, usando materiales vírgenes siguiendo las expresas instrucciones de Dios. Como hemos visto en los capítulos anteriores, el Arca de la Alianza es una prefiguración de María. Dios no tiene ningún motivo para crear a María con menos cuidado que a aquella, su representación profética de la antigüedad. Por eso tenemos la seguridad que la gracia de Dios se manifiesta en su plenitud en María, con la perfección que el Arca antigua prefigura. Génesis 1, 27 — Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
Eva, la primera mujer, el arquetipo femenino del Antiguo Testamento, fue creada sin pecado original. Así también fue creada María, quien es el cumplimiento completo de ese modelo en el Nuevo Testamento como la nueva Eva. María tiene una importancia mucho mayor que Eva en la historia de la salvación y por eso Dios no le dio una forma inferior a aquella primera mujer. No es posible que el cumplimiento sea de menor calidad que su prefiguración. Tampoco se puede pensar que la "nueva arca" que daría vida humana al profetizado Emanuel estuviera manchada por el pecado original, siendo que su modelo, el Arca del Pacto, fue construída con materiales preciosos e intachables.
Lucas 1, 26-28 — Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".
El ángel Gabriel alaba a María con su saludo. La palabra griega original (kejaritomene) que se traduce al castellano como "llena de gracia" y al latín como "gratia plena", significa literalmente "la que desde siempre ha estado llena de gracia, la que hoy está llena de gracia y la que por siempre estará llena de gracia", es decir describe a la mujer que ha sido perfeccionada en la gracia. Este saludo angelical no tiene precedente en las Escrituras. Nunca un ángel había honrado a alguien de esa manera. San Gabriel no hubiera usado esas palabras si María hubiese estado en un estado pecaminoso.
Lucas 1, 45-49 — ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me bendecirán, porque ha hecho en mi favor maravillas el Todopoderoso, Santo es su nombre".
María describe las bendiciones que Dios le ha dado en forma especial y personal. No habla en nombre de toda la humanidad o en nombre de los pecadores. María reconoce que Dios ha hecho con ella algo singular, único..
Apocalipsis 21, 27 Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Esta referencia de San Juan a la santidad de la Jerusalén celestial es útil para entender que la vida humana de Jesús no puede haber sido formada dentro de una persona tocada por el pecado original. Dios simplemente no puede estar en comunión con el pecado. Esa es justamente la razón por la cual los pecadores no pueden entrar en el cielo.
Romanos 3, 10-18 — Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, como dice la Escritura: "No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo. No hay un sensato, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua urden engaños. Veneno de áspides bajo sus labios; maldición y amargura rebosa su boca. Ligeros sus pies para derramar sangre; ruina y miseria son sus caminos. El camino de la paz no lo conocieron, no hay temor de Dios ante sus ojos."
Algunos utilizan una parte de este pasaje bíblico para intentar probar que todos los seres humanos han pecado, incluyendo a María. Pero basta una lectura detenida del contexto para darnos cuenta de que esto no puede ser interpretado universalmente. Primeramente, si esta escritura es interpretada literalmente, debemos concluir que Jesús también fue un pecador y eso sería contradictorio con el resto de las Escrituras. Lo que sí sabemos es que San Pablo está refiriéndose a los Salmos 14 y 53. En el Salmo 14 encontramos una reflexión sobre la insensatez de ignorar a Dios:
El necio se dice a sí mismo: "No hay Dios. Todos están pervertidos, hacen cosas abominables, nadie practica el bien. El Señor observa desde el cielo a los seres humanos, para ver si hay alguien que sea sensato, alguien que busque a Dios. Todos están extraviados, igualmente corrompidos; nadie practica el bien, ni siquiera uno solo. ¿Nunca aprenderán los malvados, los que devoran a mi pueblo como si fuera pan y no invocan al Señor? Mirad cómo tiemblan de espanto, porque Dios está a favor de los justos. Vosotros os burláis de las aspiraciones del pobre, pero el Señor es su refugio. ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob, se regocijará Israel."
Es obvio que el apóstol no tiene en mente enseñar que todo ser humano creado desde los tiempos de Adán y Eva ha sido enteramente depravado, tal como enseñaron algunos seguidores de la Reforma. El salmista y el apóstol están hablando de "necios" y "malvados" que acechan al pueblo de Dios. Es claro que estos pasajes condenan a ciertos malhechores en forma específica por ser perseguidores de los justos que sirven a Dios. Es absurdo imaginar que San Pablo citó este texto con la intención de cambiar su significado, distorsionando así el sentido original de la Escritura.