Ascensión del Señor

El Papa con los médicos con Africa

"La Iglesia no es una super clinica para los vip, sino un hospital de campaña"
El Papa a los médicos que trabajan en África: "La salud no es un bien de consumo, sino un derecho fundamental"
"El acceso a los servicios sanitarios no puede ser un privilegio de pocos"

José Manuel Vidal, 07 de mayo de 2016 a las 11:49

Los pueblos son los primeros artífices de su desarrollo, los primeros responsables

(José Manuel Vidal).- Le encanta la solidaridad activa y real. Por eso, el Papa no pierde ocasión de alentar a los que la practican. Hoy recibió en el Aula Pablo VI, a los miembros de la ONG 'Doctors with Africa', profesionales que curan a los enfermos más pobres de los países más pobres de la pobre África. Y ante ellos, proclama que "la salud no es un bien de consumo, sino un derecho fundamental" y que "la Iglesia no es una superclínica vip, sino un hospital de campaña".

El aula Pablo VI a rebosar. Con gento dentro y fuera de la sala y en lso pasillos adyacentes. Como siempre, la gente le abraza, le besa, se emociona a su paso. El Papa estrecha manos, besa a los niños y a los ancianos, sobre todo, firma autógrafos, se hace selfies y recoge los sobres que la gente entrega a su Papa. Todos quieren tocarlo. Como si fuese un santo. El papa se deja, sin cansarse, sin protestar. Y eso que algunos fieles, movidos por la emoción, tiran de sus manos e incluso de su esclavina. Recorrer el pasillo central del Aula Pablo VI le lleva más de un acurto de hora.

La presentación del director de la ONG: "Gracias por tus gestos, tus palabras que nos ayudan, que nos hacen seguir adelante".
"Te traemos África y nuestro compromiso con ella". Y lee testimonios de médicos que trabajan en el continente africano.
"Aquí, en África, la sanidad es un privilegio de pocos"
Al final de su intervención, le regala una Virgen africana de madera.

Algunas frases del discurso del Papa
"Los testimonios han llevado mi corazón allí, donde vais vosotros, para encontraro sencillamente con Jesús. Gracias"
"Gracias por lo que hacéis por el derecho humano fundamental de la salud para todos"
"La salud no es un bien de consumo, sino un derecho funfamental"
"El acceso a los servicios sanitarios no puede ser un privilegio"
"La sanidad básica es negada en muchas regiones de África, donde no es un derecho para todos, sino un privilegio para pocos que se lo pueden permitir"
"Los más pobres no consiguen pagar y son excluidos de los servicios hospitalarios más esenciales y primarios"
"Habeís elegido las periferias geográficas, donde el Señor os envía como buenos samaritanos o como lázaros, que pasan del primer al tercer mundo"

"Ésta es vuestra puerta santa"
"En África, demasiadas madres mueren durante el parto y demasiados niños no superan los primeros meses de vida" "Esta humanidad herida y sufriente es Jesús"
"Sembrar con confianza y esperar con paciencia"
"Africa necesita acompañamiento"
"Sois médicos con Africa y no para África. Esto es muy importante"
"Caminando juntos, compartiendo dolores y entusiasmos"
"Los pueblos son los primeros artífices de su desarrollo, los primeros responsables"
"La lógica de la semilla: que desaparece y muere para dar fruto duradero"
"Ir por el mundo a socorrer a los últimos como médicos misioneros laicos"
"La Iglesia no es una super clinica para los vip, sino un hospital de campaña"
"Iglesia cercana a los heridos y humillados de la historia"
"Les aseguro mi cercanía y mi oración"
"Recen por mí, para que el Señor me haga cada día más pobre"
Y la audiencia termina con el avemaría y la bendición papal. Y, una vez más, Francisco se acerca a saludar, bendecir y acariciar a los enfermos que están en primera fila.

Crecimiento y creatividad

Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la tierra?

Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?

Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes... Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la protección del Maestro.

La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros tiempos y otra cultura.

Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que, terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos «el tiempo del Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús «recetas eternas». Nos da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de Jesús. José Antonio Pagola. Ascensión del Señor – C. (Lucas 24,46-53). 08 de mayo 2016

VI DOMINGO DE PASCUA LA IGLESIA
(Act 15, 1-2. 22-29; Sal 66; Ap 21, 10-14. 22-23; Jn 14, 23-29)

Estamos llegando al final de la cuarentena pascual, y las palabras de Jesús en el Evangelio suenan a despedida, pero a la vez nos ofrecen una clave que es transfiguradora en todo tiempo. “Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo” (Jn 14, 28-29).

En principio parece que el despojo de la visión de la persona de Jesús es motivo de tristeza, pero si creemos que el Resucitado permanece entre nosotros, su marcha nos posibilita una relación más inmediata que si se apareciera visiblemente. Es la presencia que nos promete en la Iglesia, en la Palabra, en la Eucaristía, en la asamblea reunida en su nombre, en el prójimo, y hasta en los mismos acontecimientos.

La nueva Jerusalén ha comenzado, y la visión del Apocalipsis tiene su mejor concreción en la Iglesia. Ella es la esposa, la revestida como una novia, la nueva Jerusalén: “El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios” (Ap 21, 10).

A lo largo de los siglos, gracias a la asistencia del Espíritu a la Iglesia, los creyentes pueden participar de la vida divina. La gracia bautismal, el perdón de los pecados, tomar parte en la mesa del Señor, el fortalecimiento en la fe, la sacramentalidad divina del amor humano, el ministerio sacerdotal y el bálsamo que cura las heridas son las mediaciones sacramentales que nos posibilitan vivir en este mundo como familia de Dios y formar, como piedras vivas el nuevo templo, la ciudad santa.

Vivimos momentos de esperanza. Si en los primeros tiempos del cristianismo, los discípulos, reunidos en concilio, bajo la acción del Espíritu, comprendieron que para pertenecer a la Iglesia, no era necesaria la circuncisión -“Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables” (Act 15, 28), el mismo Espíritu, por voz del papa Francisco, sigue alentando a los hombres y mujeres de nuestro tiempo para que todos se sientan atraídos hacia el recinto de la misericordia y del perdón, y gocen así de la alegría del Evangelio. Jesús se despide, pero el Maestro nos ha dejado la posibilidad de convivir con Él, de sentir su acompañamiento, de sabernos en la comunidad de los discípulos gracias a la mediación de la Iglesia, que nos ofrece la gracia sacramental, según la necesidad de cada uno.

¡Que nadie se prive del gozo de la misericordia! ¡Que todos puedan sentir la cercanía de Cristo resucitado, quien a través del Espíritu Santo, sigue alegrando el corazón de sus fieles!

Homilía para la Solemnidad de la Ascensión del Señor - C
Hech 1, 1-11; Heb 9, 24-28 Lc 24, 46-53

Nexo entre las lecturas
En la solemnidad de la Ascensión el conjunto de la liturgia parece decirnos: Misión cumplida, pero no terminada. En el evangelio Lucas resalta el cumplimiento de la misión: misterio pascual y evangelización universal.

La narración del libro de los Hechos se fija principalmente en la tarea no terminada: seréis mis testigos...hasta los confines de la tierra; este Jesús...volverá...

Finalmente, la carta a los Hebreos sintetiza en el Cristo glorioso, sumo sacerdote del santuario celeste, la misión cumplida (entró en el santuario de una vez para siempre), pero no terminada (intercede ante el Padre en favor nuestro...vendrá por segunda vez...a los que le esperan para su salvación).

Mensaje doctrinal
1. Jesucristo puede irse tranquilo. La Ascensión no es ningún momento dramático ni para Jesús ni para los discípulos. La Ascensión es la despedida de un fundador, que deja a sus hijos la tarea de continuar su obra, pero no dejándolos abandonados a su suerte, sino siguiendo paso a paso las vicisitudes de su fundación en el mundo mediante su Espíritu.

Cristo puede irse tranquilo, porque se han cumplido las Escrituras sobre él, y los discípulos comienzan a comprenderlo. Cristo puede irse tranquilo, no porque sus hombres sean unos héroes, sino porque su Espíritu los acompañará siempre y por doquier en su tarea evangelizadora.

Puede irse tranquilo Jesucristo, porque los suyos, poseídos por el fuego del Espíritu, proclamarán el Evangelio de Dios, que es Jesucristo, a todos los pueblos, generación tras generación, hasta el confín de la tierra y hasta el fin de los tiempos.
Cristo puede irse tranquilo, porque ha cumplido su misión histórica, y ha pasado la estafeta a su Espíritu, que la interiorizará en cada uno de los creyentes.

Cristo puede irse tranquilo, porque los discípulos proclamarán el mismo Evangelio que él ha predicado, harán los mismos milagros que él ha realizado, testimoniarán la verdad del Evangelio igual que él la testimonió hasta la muerte en cruz.

Puedes irte tranquilo, Jesús, porque tu Iglesia, en medio de las contradicciones de este mundo, y a pesar de las debilidades y miserias de sus hijos, te será siempre fiel, hasta que vuelvas.

2. Irse de este mundo quedándose en él. Todo hombre siente en su interior, a la vista de la muerte, el deseo intenso de quedarse en el mundo, de dejar en él algo de sí mismo, de marcharse quedándose.

Dejar unos hijos que le prolonguen y le recuerden, dejar una casa construida por él, un árbol por él plantado, dejar una obra -no importa si grande o pequeña- de carácter científico, literario, artístico... Jesucristo, en su condición de hombre y Dios, es el único que puede satisfacer plenamente este ansia del corazón humano.

Él se va, como todo ser histórico. Pero también se queda, y no sólo en el recuerdo, no sólo en una obra, sino realmente. Él vive glorioso en el cielo, y vive misterioso en la tierra.

Vive por la gracia en el interior de cada cristiano; vive en el sacrificio eucarístico, y en los sagrarios del mundo prolonga su presencia real y redentora.

Vive y se ha quedado con nosotros en su Palabra, esa Palabra que resuena en los labios de los predicadores y en el interior de las conciencias.

Se ha quedado y se hace presente en el papa, en los obispos, en los sacerdotes, que lo representan ante los hombres, que lo prolongan con sus labios y con sus manos.

Se ha quedado Jesús con nosotros, construyendo con su Espíritu, dentro de nosotros, el hombre interior, el hombre nuevo, imagen viviente suya en la historia.

La presencia y permanencia de Jesucristo en el mundo es muy real, pero también muy misteriosa, oculta, sólo visible para quienes tienen su mirada brillante como una esmeralda e iluminada por la fe.

Sugerencias pastorales
1. Cristo se ha quedado con nosotros. En la vida humana tenemos necesidad de una presencia amiga, incluso cuando estamos solos.

Una presencia real: la esposa, los hijos, un pariente, un compañero de trabajo, un vecino de casa...O al menos una presencia soñada, imaginaria: el recuerdo de la madre, la imagen del amigo del alma, el pensamiento del hijo que vive en otra ciudad o en otro país...
Esa presencia real o soñada nos conforta, nos consuela, nos da paz, nos motiva. Cristo se ha quedado con cada uno y con todos nosotros. La suya es una presencia real y eficaz, bien que no visible y palpable.

Una presencia de amigo que sabe escuchar nuestros secretos e intimidades con cariño, con paciencia, con bondad, con misericordia y con amor; que sabe igualmente escuchar nuestras pequeñas cosas de cada día, aunque sean las mismas, aunque sean cosas sin importancia; que sabe incluso escuchar nuestras rebeliones interiores, nuestros desahogos de ira, nuestras lágrimas de orgullo, nuestros desatinos en momentos de pasión...

Cristo se ha quedado contigo, a tu lado, para escucharte. La presencia de Cristo es también una presencia de Redentor, que busca por todos los medios nuestra salvación. Está a nuestro lado en la tentación, para darnos fuerza y ayudarnos a vencerla.

Es nuestro compañero de camino cuando todo marcha bien, cuando el triunfo corona nuestro esfuerzo, cuando la gracia va ganando terreno en nuestra alma. Está con nosotros en el momento de la caída, en la desgracia del pecado, para ayudarnos a recapacitar, para echarnos una mano al momento de alzarnos.

Cristo se ha quedado contigo para salvarte. ¿Piensas de vez en cuando en esa presencia estupenda de Cristo amigo y Redentor?

2. La liturgia de la vida diaria. Cristo, como sacerdote de la Nueva Alianza, ha ofrecido su vida día tras día sobre el altar de la cotidianidad, hasta consumar su ofrenda en la liturgia de la cruz.

Con la Ascensión, nuestro sumo sacerdote ha partido de este mundo. Nosotros, los cristianos, pueblo sacerdotal, asumimos su misma tarea de consagrar el mundo a Dios en el altar de la historia.

Para el cristiano cada acto es un acto litúrgico, cada día es una liturgia de alabanza y bendición de Dios. No hay ninguna actividad de la vida diaria de los hombres que no pueda convertirse en hostia santa y agradable a Dios.

Por tanto, nos dice la constitución dogmática sobre la Iglesia del Vaticano II, todos los discípulos de Cristo, en oración continua y en alabanza a Dios, han de ofrecerse a sí mismos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (cf Rom 12,1) (LG 10).

Por el bautismo, que nos introdujo en el pueblo sacerdotal, estamos llamados a confesar delante de los hombres la fe que recibimos de Dios por medio de la Iglesia. En cuanto miembro del pueblo sacerdotal confieso mi fe en casa, ante mis hijos o ante mis padres.

Con mi postura y con mi palabra confieso mi fe en una reunión de amigos o de trabajo. Como partícipe del sacerdocio bautismal, pongo mi fe por encima y por delante de todo, y hago de ella el metro único de mis decisiones y comportamientos. ¿Es ya mi vida una liturgia santa y agradable a Dios? ¿Es éste mi deseo más íntimo y mi más firme propósito.

Fiesta de la Ascensión, verdadera esperanza
Cristo no sube solo, somos parte suya, y por lo tanto, algo nuestro ya está en la casa el Padre.

Los niños de hoy están acostumbrados a oír de los viajes espaciales, a naves que viajan a velocidades que escapan a la imaginación y que tocan países insospechados con otras costumbres y otras formas de vida. Por eso podrían quedarse con la impresión de que Cristo en su Ascensión a los cielos, se hubiera adelantado al tiempo, subiendo en su propia nave hasta desplazarse hasta el mismísimo cielo.

Tenemos que decir entonces de entrada que el cielo y el espacio de las estrellas, los astros, los asteroides y los cometas, un mundo vastísimo, es otro totalmente distinto del que nos presentan los evangelistas que afirman que Cristo subió al cielo, donde “Dios habita en una luz inaccesible” (1 Tim 6.16), lo cual quiere decir que nosotros mismos estaremos invitados a subir con Cristo pero no precisamente a un espacio o a un lugar sino a una situación nueva si vivimos en el amor y en la gracia de Dios.

La fiesta de la Ascensión del Señor es entonces la fiesta de la Verdadera esperanza para los cristianos y en general para todos los hombres, pues cuando Cristo envía a sus apóstoles al mundo, quiere hacer que su mensaje llegue precisamente a todos los hombres, rotas ya las barreras y todas las fronteras, hasta hacer de la humanidad una sola familia salvada por la Sangre de Cristo. Cristo no sube solo, somos parte suya, y por lo tanto, algo nuestro ya está en la casa el Padre, esperando la vuelta de todos para sentarnos con Cristo a ese banquete que se ofrece a todos los que fueron dignos de entrar al Reino de los cielos.

La fiesta en cuestión comenzó a celebrarse hasta el siglo VI pues los siglos anteriores se consideraba como una sola festividad tanto la Resurrección de Cristo como su misma Ascensión, pero se pensó en celebrar ésta última como la plena glorificación de Cristo, su exaltación a los cielos, el sentarse a la diestra de Dios Padre, su constitución como Juez y Señor de vivos y muertos y por lo tanto con poder para enviar a su Iglesia al mundo a hacerlo presente en sus sacramentos, en su Eucaristía, descubriéndole en los pobres y los marginados del mundo, comprometiéndose seriamente con ellos como él lo hizo con cada uno de los actos de su vida, pero sobre todo con su muerte en lo alto de la cruz.

La Ascensión tiene lugar en Galilea, donde Jesús comenzó su ministerio público pero no fue tanto un dato meramente geográfico, sino para hacerles entender a sus apóstoles que Jerusalén ya no era el centro de religiosidad y de culto, sino que desde ahora él se constituía en Aquél por el que se podía tener libre acceso al Padre. Galilea sería como un símbolo de una humanidad que vive una nueva esperanza y una nueva acogida por el Buen Padre Dios, invitándonos a romper toda esclavitud, pues él ya no quiere más sirvientes sino hijos.

Cristo tuvo mucho cuidado antes de su subida de darles poder a sus Apóstoles para hacerlo presente en el mundo, pero también afirmó, y con un verbo en presente que él estaría con ellos siempre, hasta el fin de los tiempos. Esa es la gran alegría de los cristianos, poder unirse desde ahora al Salvador sin tener que esperar hasta el momento final, y hacerlo como discípulos del único Maestro, que quiere a la humanidad unida en su Amor.



Papa, en la ventana

Quiere una comunicación eclesial que "una la verdad con la misericordia"
Francisco pide unos medios de comunicación que "tiendan puentes"
Recuerda a las madres, en el día en que en muchos países se celebra su fiesta

José Manuel Vidal, 08 de mayo de 2016 a las 11:47

Dios, hombre verdadero, está en el cielo. Es nuestra ancla allá

(José M. Vidal).- Regina coeli del Papa Francisco en una plaza de San Pedro, llena a rebosar. Tras la catequesis sobre la Ascensión, Bergoglio recuerda que hoy se celebra la Jornada de las Comunicaciones, pide unos medios "que tiendan puentes" e insta a los medios de la Iglesia a comunicar "la verdad con la misericordia".

Algunas frases de la catequesis del Papa
"Hoy se celebra la Ascensión de Jesús al cielo"
"Lleva con él nuestra humanidad, que entra, por vez primera, en el cielo"
"Dios, hombre verdadero, está en el cielo. Es nuestra ancla allá"
"Emmanuel: Dios con nosotros y nunca mos deja solos"
"Los apóstoles son testigos de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo"
"Testimonio no sólo con palabras, sino con la vida cotidiana"
"Este testimonio tenemos que llevarlo a las casas de acogida de emigrantes"
"Incluso en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades"
"Mantengámonos en el Cenáculo espiritualmente, junto a la Virgen para acoger el Espíritu Santo"

Saludos después del regina coeli
"Hoy es la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, querida por el Vaticano II"
"Importancia crucial de las comunicaciones, que pueden tender puentes entre personas, familias, grupos sociale sy pueblos"
"Dirijo a todos los operadores de la comunicación un saludo cordial y deseo que nuestro modo de comunicar en le Iglesia tenga siempre un estilo evangélico, que una la verdad y la misericordia"
"HOy, en muchos países se celebra la fiesta de la madre. Recordemos con gratitud y afecto a todas las madres, las que están entre nosotros y las que están en el cielo"
"Por todas las madres, recemos el Avemaría"


 
Texto completo de las palabras del Papa antes del Regina Coeli:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terrenal para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. El Evangelio de Lucas nos muestra la reacción de los discípulos ante el Señor que «se separó de ellos y fue llevado al cielo» (24,51). No hubo en ellos dolor y pérdida, sino «que se postraron delante de él, y volvieron a Jerusalén con gran alegría» (v. 52). Es el regreso de quien no teme más a la ciudad que rechazó al Maestro, que vio la traición de Judas y la negación de Pedro, la dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado.

A partir de ese día, para los Apóstoles y para cada discípulo de Cristo, fue posible vivir en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, incluso en aquellas más atormentadas por la injusticia y la violencia, porque sobre cada ciudad, está el mismo cielo, y cada habitante puede elevar la mirada con esperanza. En este cielo habita aquel Dios que se reveló tan cercano de asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret.

Él es por siempre el Dios-con-nosotros, y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer ante nosotros nuestro futuro. En la Ascensión de Jesús, el Crucificado Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de la vida con Dios.

Antes de separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al acontecimiento de su muerte y resurrección, les dijo: «Ustedes son testigos de todo esto» (v. 48).

Y de hecho, después de ver a su Señor ascender al cielo, los discípulos volvieron a la ciudad como testigos que con alegría anuncian a todos la nueva vida que viene del Crucificado Resucitado, en cuyo nombre «debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (v. 47). Éste es el testimonio - hecho no sólo con las palabras, sino también con la vida cotidiana - que cada domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en los hogares, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de diversión, en los hospitales, en las cárceles, en los hogares de ancianos, en los lugares atestados de los inmigrantes, en las periferias de la ciudad...

Jesús nos aseguró que en este anuncio y en este testimonio estaremos «revestidos con la fuerza que viene de lo alto» (v. 49), es decir, con la potencia del Espíritu Santo. Aquí reside el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu sigue abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para proclamar su amor y su misericordia, también en los ambientes refractarios de nuestras ciudades.

El Espíritu Santo es el verdadero artífice del testimonio multiforme que la Iglesia y todos los bautizados restituyen en el mundo. Por lo tanto, no podemos descuidar nunca el recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu. En esta semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente en el Cenáculo, con la Virgen María, para recibir el Espíritu Santo. Lo hacemos incluso ahora, en comunión con los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya para tradicional Súplica.

En el Día de la Madre el Papa Francisco las saluda y reza por ellas

El Santo Padre recuerda a todas las mamás, también a aquellas que nos dejaron

El papa Francisco rezó este domingo desde su estudio en el Palacio Apostólico, la oración del Regina Coeli, ante miles de fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro. Recordó que la Resurrección y la Ascención de Jesús al Cielo nos invita a dar testimonio todos los días, en los diversos lugares en que vivimos o trabajamos. Saludó a las mamás por su día y a los periodistas en la Jornada de las comunicaciones sociales les pidió informar uniendo la verdad a la misericordia. Y en el día en que la fiesta de la madre se celebra en tantos países les saludó y rezó junto al los presentes en la plaza, un Ave María por todas ellas.

A continuación el texto completo:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy en Italia y en el mundo se celebra la Ascención de Jesús al cielo, sucedida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. Nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo.El evangelio de Lucas nos muestra la reacción de los discípulos delante del Señor que “se separó de ellos y era llevado al Cielo”. No hubo en ellos ni dolor ni desorientación, sino que se “postraron delante de él, y después volvieron a Jerusalén con gran alegría”. Es el regreso de quien no tiene más el temor de la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la traición de Judas y a Pedro que le renegaba, la dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado.

Desde aquel día para los apóstoles y para cada discípulo de Cristo fue posible habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, inclusive en aquellas más golpeadas por la injusticia y la violencia, porque encima de cada ciudad está el mismo cielo y cada habitante puede levantar la mirada con esperanza.

Dios es hombre verdadero y su cuerpo de hombre está en el cielo, y esta es nuestra esperanza, es el ancla nuestra que está allá y nosotros estamos firmes en esta esperanza si miramos hacia el cielo. En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que tomó el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. El se queda para siempre, es Dios-con-nosotros. Recordemos esto, Emanuel, ¡Dios-con-nosotros! y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros el futuro. En la Ascención de Jesús, el Crucifijo Resucitado, está la promesa de nuestra participación a la plenitud de vida junto a Dios. Antes de separarse de sus amigos, Jesús refiriéndose al evento de su muerte y resurrección les dijo: “Ustedes son testigos de todo esto”. O sea los discípulos, los apóstoles son testimonios de la muerte y de la resurrección de Cristo y ese día también de la Ascención de Cristo. Y de hecho, después de haber visto a su Señor subir a los cielos, los discípulos volvieron a la ciudad como testimonios que con alegría anuncian a todos la vida nueva que viene del Crucifijo Resucitado, en cuyo nombre “será predicado a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”. Este es el testimonio –hecho no solo con palabras pero también con la vida cotidiana– que cada domingo debería salir de nuestras Iglesias para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en las escuelas, en los lugares de reunión y diversión, en los hospitales, las cárceles, las casas, para los ancianos, en los lugares abarrotados de inmigrantes, en las periferias de la ciudad.Este testimonio tenemos que llevarlo cada semana: ‘Cristo está con nosotros, Jesús subió al cielo, está con nosotros, Cristo está vivo’. Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos “revestidos por la potencia de lo alto”. O sea con la potencia del Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia real entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu sigue abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para que anunciemos su amor y su misericordia también en los ambientes más hostiles de nuestras ciudades. Es el Espíritu Santo el verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada bautizado dan al mundo. Por lo tanto no podemos nunca descuidar el recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don de Espíritu. En esta semana que nos lleva a la fiesta de Pentecostés nos quedamos espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para recibir el Espíritu Santo. Lo hacemos también ahora en comunión con los fieles que se han reunido en el Santuario de Pompeya, para la tradicional súplica». El Papa rezó la oración del Regina Coeli y después dirigió las siguientes palabras

«Queridos hermanos y hermanas, Hoy es la 50 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, querida por el Concilio Vaticano II. De hecho los padres conciliares, reflexionando sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, entendieron la importancia crucial de las comunicaciones, que ‘pueden crear puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto sea en el ambiente físico que en aquel digital’.

Dirijo a todos los operadores de la comunicación un cordial saludo, y les deseo que nuestro modo de comunicar en la Iglesia tenga siempre un claro estilo evangélico, un estilo que una la verdad y la misericordia.

Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y a los peregrinos de Italia y de varios países. En particular a los fieles polacos de Varsovia, Lowicz y Ostroda; a la Filarmónica de Viena; al grupo irlandés ‘Amigos de Mons. O’Flaherty‘; a los estudiantes del colegio Corderius (Países Bajos); y a la Katholische Akademische Verbindung ‘Capitolina’. Saludo a los participantes a la Marcha por la Vida, a los amigos de la Obra Don Folci y del preseminario san Pio X, a los Scouts de Europa de Roma Oeste y Roma Sur, y a los numerosos confirmados de la diócesis de Génova. ¡Son ruidosos los genoveses!

Hoy en tantos países se celebra al fiesta de la madre, recordamos con gratitud y afecto a todas las mamás, las que que están hoy en la plaza, a nuestras mamás, a las que están entre nosotros o las que se fueron al cielo. Confiándolas a María la madre de Jesús, por todas ellas rezamos un Ave María: Ave María… A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo e arrivederci!’».

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