Dios escogió al apóstol Matías
- 14 Mayo 2016
- 15 Mayo 2016
- 14 Mayo 2016
Evangelio según San Juan 15,9-17.
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.» Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Fiesta de san Matías, apóstol
Matías significa: "Regalo de Dios".
Este es el apóstol No. 13 (El 14 es San Pablo). Es un apóstol "póstumo" (Se llama póstumo al que aparece después de la muerte de otro). Matías fue elegido "apóstol" por los otros 11, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó. La S. Biblia narra de la siguiente manera su elección:
"Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: "Campo de sangre". El salmo 69 dice: "su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite", y el salmo 109 ordena: "Que otro reciba su cargo".
"Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos". Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas".
Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles (Hechos de los Apóstoles, capítulo 1).
San Matías se puede llamar un "apóstol gris", que no brilló de manera especial, sino que fue como tantos de nosotros, un discípulo del montón, como una hormiga en un hormiguero. Y a muchos nos anima que haya santos así porque esa va a ser nuestra santidad: la santidad de la gentecita común y corriente. Y de estos santos está lleno el cielo: San Chofer de camión y Santa Costurera. San Cargador de bultos y Santa Lavandera de ropa. San Colocador de ladrillos y Santa Vendedora de Almacén, San Empleado y Santa Secretaria, etc. Esto democratiza mucho la santidad, porque ella ya no es para personajes brillantes solamente, sino para nosotros los del montón, con tal de que cumplamos bien cada día nuestros propios deberes y siempre por amor de Dios y con mucho amor a Dios.
San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta que murió crucificado. Lo pintan con una cruz de madera en su mano y los carpinteros le tienen especial devoción.
Santa Gemma Galgani
(Gemma: “Joya preciosa”). El 12 de abril de 1903 fue sepultada Santa Gemma Galgani, una de las santas modernas más famosas. Había nacido en Lucca, Italia en 1878. Su padre murió de tuberculosis y esta enfermedad se la transmitió a la hija y la hizo sufrir terriblemente durante toda su existencia. Al morir su padre, la niña quedaba muy desprotegida, pero una familia muy católica la recibió en su casa y la atendió siempre con especial cariño. Gemma fue dirigida espiritualmente por un Padre Pasionista, y por orden de su director espiritual escribió los fenómenos espirituales que le sucedían.
Dice así en sus memorias: "En el año 1899, de pronto sentí un profundísimo arrepentimiento de todos mis pecados y se me apareció Jesucristo con sus cinco heridas y de cada una de ellas salían como llamas de fuego que vinieron a tocar mis manos y mis pies y mi pecho, y aparecieron en mi cuerpo las cinco heridas de Jesús". Desde 1899 tuvo permanentemente las cinco heridas de Jesús Crucificado que ella ocultaba cuidadosamente. Sus manos las cubría con unos sencillos guantes. Desde entonces, cada semana, desde el jueves a las 8 de la noche hasta el viernes a las tres de la tarde, aparecían por toda su piel las heridas de los latigazos y en la cabeza las heridas de la corona de espinas y sentía en el hombro el peso de una gran cruz que le producía dolor y heridas y la hacía encorvarse dolorosamente. Gemma es patrona de los que sufren graves enfermedades y tentaciones, pero que quieren ofrecer todo por Dios y por la salvación de las almas.
Gemma le venía pidiendo a Dios con oraciones, misas, comuniones y sacrificios, que se convirtiera un tabernero que se emborrachaba y hacía emborracharse a muchos más. Un día, los que estaban en el templo oyeron en un confesionario que un hombre lloraba fuertemente. Era el tabernero que había venido a confesarse muy arrepentido y en adelante vivió santamente. Porque la oración y el sufrimiento que se ofrecen a Dios nunca quedan sin conseguir conversiones y salvación para otros.
El Sábado Santo 11 de abril de 1903 cuando apenas tenía 25 años, Gemma Galgani, sencilla mujer seglar que con sus sufrimientos había tratado de pagarle a Dios sus propios pecados y los de muchos otros, voló a la eternidad a recibir el premio de sus sufrimientos y del gran amor que tuvo siempre a Jesucristo y a la Santísima Madre de Dios. El Papa Pío XI la declaró beata apenas 30 años después de su muerte (en 1933). Pío XII la canonizó en 1940
Oremos
Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa Gemma Galgani, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Fourviere, Francia.
San Lorenzo Justiniano (1381-1455), canónigo regular, Patriarca de Venecia Sermón para la fiesta de San Matías
Dios escogió al apóstol Matías
El apóstol Pablo escribe: ¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!» (Rm 11,33)... «Lo has hecho todo con sabiduría», dice el salmo (103, 24), es decir, en tu Verbo. Si todo ha sido hecho en el Verbo y por el Verbo (Jn 1,3), ¿quién dudará que se ha hecho con sabiduría, y que eligió perfectamente sus discípulos sin acepción de personas? «Nos eligió en él, dice el apóstol, antes de la creación del mundo» (Ef 1,4)...
Consideremos la elección de Matías. Los apóstoles había elegido a Barsabas, llamado Justo, y a Matías...; a continuación se pusieron a invocar al que juzga según el corazón y que «conoce el corazón de cada uno» de ellos para que indicase quién era el elegido. Y seguramente que él tenía ya elegido a Matías para este honor antes que se echaran las suertes, incluso antes que el mundo fuera creado...
«Todo cuanto pidáis en la oración, dice el Señor, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (Mc 11,24). Por eso la Iglesia acostumbra a orar unánimemente todas las veces que se ve necesitada de pedir algo al Señor; y no hay medio tan eficaz sobre el querer divino como la oración, al menos si se hace con fe, serenidad, humildad y perseverancia. El echar las suertes no ha supuesto ningún prejuicio a la elección de este glorioso apóstol ya que, como dice la Escritura, los apóstoles comenzaron por orar; el echarlo a suerte fue más bien una inspiración del Señor en respuesta a su oración. Por otra parte, Matías no obtuvo una gracia menor que Pedro o cualquier otro de los apóstoles, aunque fuese el último. Recibió el Espíritu con la misma plenitud que los demás, y los mismos dones espirituales que ellos. El Espíritu Santo, viniendo sobre él, lo llenó de caridad, le concedió expresarse en todas las lenguas, hacer milagros, convertir naciones, predicar a Cristo y alcanzar el triunfo del martirio.
Ámense los unos a los otros como yo los he amado
Juan 15, 9-17. Fiesta de San Matías apóstol. Si llevamos en nuestro corazón a Dios tendremos el verdadero amor.
Oración introductoria
Señor, dame a entender que el amor es la esencia del cristianismo, que éste debe ser mi distintivo como cristiano, no dejes que olvide la necesidad urgente de vivir a fondo el espíritu de caridad. Tú, que eres todo Amor, infunde en mi corazón, en esta oración, tu divino amor.
Petición
Jesús, hazme comprender que la verdadera caridad cristiana se dirige a todos, sin distinciones ni medidas.
Meditación del Papa Francisco
Esta palabra "amor" es una palabra que se usa muchas veces y no se sabe, cuando se dice, qué significa exactamente. Pensamos en el amor de las telenovelas: no, eso no se parece al amor. Eso que parece amor es en realidad entusiasmo por una persona y después se apaga. ¿De dónde proviene el verdadero amor?
Escribe san Juan: "Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, porque Dios es amor”. El apóstol no dice todo amor es Dios. Lo que dice es «Dios es amor». Y continúa Juan, "Dios nos ha amado tanto que envió a su Hijo unigénito, para que vivamos por medio de él". Por ello, es Dios quien da su vida en Jesús, para darnos a nosotros la vida. El amor es hermoso, amar es hermoso y en el cielo habrá sólo amor, la caridad: lo dice Pablo. Y si el amor es hermoso, se hace siempre fuerte y crece en el don de la propia vida: crece en el darse a los demás. (Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016).
Reflexión
"Amaos los unos a los otros como yo os he amado"; es el nuevo mandamiento que sale del Corazón de Dios; no sale de la ley, ni de una prohibición. Sale de un reclamo de Cristo que quiere que le imitemos hasta dar nuestra vida por nuestros hermanos, porque así lo ha hecho Cristo muriendo en la cruz.
Muy cerca de nosotros está la Virgen María; nadie mejor que ella ha amado a Dios y a todos los hombres, pues por su amor en la Anunciación se convirtió en Madre de Dios, y por su amor en la cruz en Madre de todos los hombres; su amor ha sido tan grande que ni siquiera el pecado, se ha atrevido a tocarla. La clave de todo está en el amor, donde se encuentra la paz, donde se encuentra la fortaleza en el seguimiento de la voluntad de Dios.
Como dice san Juan: "Dios es amor". Por lo tanto si llevamos en nuestro corazón a Dios tendremos el verdadero amor, y la medida del amor a Dios está en el amor a nuestros hermanos, porque si no somos unos mentirosos, como dice la carta de Santiago.
Propósito
Ser un auténtico testigo del amor de Dios al hacer hoy, en su nombre, una obra buena, aunque sea difícil.
Diálogo con Cristo
El cristianismo es una llamada al verdadero amor, por eso estoy llamado a ser un auténtico testigo del amor. La caridad nunca debe limitarse a evitar el mal sino que debe concentrarse en hacer a todos el bien, brindándoles apoyo en todo lo que es posible y dando de lo propio con generosidad. Jesús, no dejes que me olvide que el sí amoroso a mi vocación cristiana debe también llevarme un sí a las demás personas, especialmente a las más cercanas.
Hoy celebramos la Fiesta de San Matías, apóstol.
Con María...esperado Pentecostés
¿Cómo reconoceré al Espíritu Santo, Señora? Porque Él te dará la fuerza que necesites para cumplir la Voluntad de Dios.
Aquí te espero, Señora mía, en este punto de mi vida y unos días antes de Pentecostés para que tú, Madre querida, me enseñes, me expliques, me acompañes a recibir al que nos ha prometido Jesús…
Quiero encontrarte hoy Señora, mas, ¿dónde te busco?… mi alma comienza a susurrarte amorosamente un Ave María: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo… Sí, Madre, el Señor es contigo y eres llena de gracia… llena de gracia, esa gracia que enamora al mismo Dios, y ha sido sembrada en tu alma por el Espíritu Santo… tú le conoces bien, Señora, háblanos de El…
Y mi corazón te busca, y tú, siempre atenta, te llegas a mi alma y a mis sueños y me cuentas… me enseñas… me amas…
- Hija querida, para que tu corazón entienda lo que significa albergar al Espíritu Santo, lo primero y mas necesario es que sea un corazón de puertas abiertas… un corazón que espera, un corazón que confía mas allá de los límites, un corazón que pide a Jesús a cada instante "Señor, aumenta mi fe"…
- Es bien cierto Señora, tú has hallado gracia delante de Dios por tu oración silenciosa, perseverante, confiadísima, y por tus virtudes, delicadamente sembradas en el alma de quien debía recibir al Salvador del mundo, y aceptadas por ti con alegría, y vividas con fe, no como carga u obligación, sino como signo de amor… Señora, tú conoces bien al Espíritu… no en vano la Iglesia nos dice que eres su fiel esposa…
- Así es hija, el Espíritu llego a mí el día de la Encarnación como propuesta de amor… Y me inundó el alma… mi vida no fue la misma a partir de aquel día, es que las personas ya no son las mismas luego que El entra en sus almas…
- ¿Cómo es esto, Señora? ¿Cómo sabemos que El ha llegado a nuestra alma?, lo sabemos por fe, sí, que lo hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, pero… ¿como nos damos cuenta en nuestra vida diaria, en la rutina, de que nos estamos dejando guiar por El o si hacemos oídos sordos a sus consejos, a las santas inclinaciones que sugiere a nuestra alma?
- No eres la primera que me hace esta pregunta… Hace ya tiempo me la hizo Tomas… sí, Tomas, el Mellizo, el Apóstol, el que no había creído cuando Jesús se presentó a sus compañeros…, pero ven, vamos a Jerusalén, así lo ves por ti misma…
Mi corazón cierra los ojos al mundo y te sigue, es una sensación hermosa, seguirte, adondequiera que vayas, seguirte, no hay camino más hermoso, María, no hay camino mas seguro…
Jerusalén se presenta ante nuestros ojos quieto y sin ruido, apenas está por salir el sol, uno que otro habitante va saliendo a sus diarias tareas, entramos las dos a la ciudad sin ser vistas… Llegamos a una construcción de dos plantas, que en nada se diferenciaba del resto de las viviendas… Allí se reunían los Apóstoles y algunas mujeres… Quizás era la misma casa en que se celebró la Ultima Cena, pero no quise preguntar…, era demasiado fuerte toda la situación, preferí seguirte sin preguntas…
Entraste, delicadamente, como entras en las almas de los que te aman, te sigo…, era el día de Pentecostés, la fiesta de la cosecha, la plenitud y la abundancia, habían transcurrido 50 días desde el Domingo de Pascua…, los Apóstoles estaban ya reunidos en oración en el piso superior…Te dedicaste a prepararles unos alimentos, te ayudé en lo poco que yo sabía, en realidad, solo atinaba a mirarte, extasiada… Cuando todo estuvo listo, subiste a alimentar a tus amigos, a tus hijos… y recordé como alimentas a todos tus hijos, proporcionando a tus devotos todo lo necesario para el cuerpo y el alma…
Los hombres habían hecho un alto en la oración y agradecieron tu gesto maternal… Cuando bajaste, noté que te seguía Tomas, el Mellizo… el hombre estaba un poco turbado y sus ojos denotaban una gran preocupación…
Señora mía- te dijo, y su voz rebosaba de amor y respeto- necesito preguntaros algo…
Dime hijo, te escucho…
Señora, bien sabes lo que me ha sucedido con el Maestro, cuando me negué a creer en su Resurrección… cuando se presentó ante mí yo me sentí avergonzado a causa de mi incredulidad y lo que más me dolió fue la expresión de sus ojos cuando me dijo "En adelante no seas incrédulo sino hombre de fe"… su mirada reflejaba dolor por mi falta de fe… Señora, no quiero fallarle de nuevo al Maestro, Él nos dijo que nos enviaría el Paráclito, el Espíritu Santo y yo… yo tengo miedo de no reconocerlo… tu sabes, Madre…
Madre… la palabra revoloteaba en el aire y lo perfumaba, sí Madre, Madre nuestra, Madre de la Iglesia, Madre que escucha y aconseja, Madre que calma y consuela… Madre
Tomas, hijo, no temas…-contestó la llena de gracia- no temas… tu corazón debe tener abierta sus puertas al amor de Dios, confiar… Él conoce tus debilidades, pero también conoce tu amor… solo pide, hijo mío, solo pide a Dios luz para el alma, luz para tu corazón, y el Espíritu te dará todo lo que pides y más, mucho más…
¿Cómo lo reconoceré, Señora?
Porque El te dará la fuerza que necesites para cumplir la Voluntad de Dios…
¿Cómo sabré que es lo que Dios espera de mí?
Hijo, lo que Dios espera de ti es que ames como Jesús te ama… el amor, además de mandamiento es camino, y es mandamiento porque es camino… ama, hijo, pero ama como Jesús te ama, con esa intensidad….
No esperes realizar grandes milagros u obras para sentir que estás cumpliendo la voluntad de Dios…. Se puede cumplir la voluntad del Padre en las cosas más sencillas, y se puede desobedecer al Padre también en las cosas más sencillas… La madre, cumple la voluntad de Dios amando, cuidando, alimentando a sus hijos, siendo su amiga y serena consejera…. El padre, cumple la voluntad de Dios protegiendo a su familia, velando por su unidad, siendo faro en las tormentas del alma, llevando calma y paz… un trabajador cumple la voluntad de Dios siendo fiel en su labor, respetando a los demás, buscando siempre la paz… Tomas te miró con rostro aliviado, te abrazó con infinita ternura y vi como gruesas lágrimas surcaban el rostro del hombre… qué hermosa imagen me regalabas al corazón, Madre querida, un hombre que se abraza a ti y puede llorar… toda la angustia del alma, se transforma en lágrimas y caen sobre tu manto… Y retornan al hombre hechas consejo y camino…
Subimos nuevamente al piso superior, y Pedro comenzó nuevamente las oraciones… De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa, y aparecieron unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos… Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran…
Los hombres estaban entre maravillados y emocionados, y comenzó a escucharse el griterío de la gente que había llegado atraída por el ruido del viento y se agolpaba fuera de la casa… Los Apóstoles bajaron y se acercaron a las personas que allí estaban y comenzaron a proclamar las maravillas de Dios en distintos idiomas, así, cada uno de los presentes les escuchaba en su propia lengua nativa…
Tan opuesta esta escena a la de la Torre de Babel, donde el orgullo de los hombres provocó el nacimiento de las distintas lenguas y no podían entenderse… aquí, gracias al Espíritu, las diferentes lenguas no eran obstáculo para el mensaje, sino canal por el que llegar a todo hombre…
Tú, Señora mía, te quedaste arriba… yo te pregunté, tímidamente…
¿Y ahora, Madre?
Pues, acabas de presenciar el nacimiento de la Iglesia… Una Iglesia que proclama el amor de Dios en toda lengua y a toda cultura… Una Iglesia de puertas abiertas y corazón orante… una Iglesia que es cuerpo de Cristo… y, como todo cuerpo, tiene muchos miembros…
Explícame esto, Señora…
Hija, todos acaban de ser bautizados en el único Espíritu, y así lo serán los que vayan creyendo el mensaje de Jesús… pero cada uno tiene un lugar dentro del cuerpo Místico de Cristo… para que entiendas… un cuerpo no es solo ojos, o manos, o pies, eso no seria un cuerpo, un cuerpo esta formado por muchos miembros, unos mas notables, otros menos notables, pero todos igualmente necesarios y dignos… algunas personas piensan que porque no es evidente en ellos alguna habilidad especial, no pueden encontrar la voluntad de Dios para ellos, nada más lejos de la realidad… mira, no se trata de las cosas que se hacen, sino del amor con que se hacen…. Tiene mas mérito a los ojos de Dios una mamá que sirve un plato de arroz a sus hijos con infinito amor en la intimidad del hogar, que una persona que alimenta a diez solo para que los demás vean su generosidad…, no se trata de las escalas del mundo sino de las escalas de Dios ¿puedes entenderlo? Todos los bautizados han recibido un don especial del Espíritu Santo… Encontrar ese don, a veces dormido dentro del alma, es todo un esfuerzo, implica idas y venidas en el interior de uno mismo, pero luego de la búsqueda y del esfuerzo, el don despliega las alas… todas las personas son muy capaces para algo, según los dones del Espíritu, algunos serán favorecidos con el don de la sabiduría, otros de la inteligencia, otros de la fortaleza, otros del consejo, para otros habrá espíritu de ciencia y en otros de piedad, y para otros habrá un santo temor de Dios…, pero encontrar esos dones dentro del alma, supone un esfuerzo, nadie pretenda descubrirlos mágicamente… además, luego de encontrarlos hay que hacerlos dar fruto, pues recuerda lo que dijo Jesús "Al que tiene se le dará más y al no tiene, aun lo poco que posee le será quitado" se refería aquí a los dones del Espíritu…
Te acercas a mí, tu mirada me da paz, mucha paz… bajamos, la gente se agolpa a la puerta de la casa, salimos sin ser vistas… Un hombre reparó en ti y te reconoció, se acercó y te dijo…
Señora… Señora…
Me alejé para que hablaran solos… Cuando te retiraste, el hombre tenía la mirada como iluminada, y una sonrisa llena de paz… Los primeros devotos tuyos, Señora, los primeros sencillos y fieles devotos…
Volvemos juntas a mi realidad de todos los días… se acerca el domingo de Pentecostés, quiero esperarlo en oración y con las puertas de mi corazón abiertas, como tu me enseñaste… Debemos despedirnos…
-Gracias, Madre -susurra mi alma sin ganas de dejarte- gracias… cada vez que mi corazón te encuentra termina fortalecido, gracias…
- Nos vemos, querida, nos vemos en la misa de Pentecostés, te estaré esperando…
Vuelvo a mi realidad, mientras mi corazón te da el último abrazo y se despide de ti…
Tú susurras algo, que no alcanzo a escuchar… Me quedo con la duda ¿Qué dijiste María, que mi apuro no me dejó oír?... Un pensamiento me viene al corazón, quizás dijiste…"Hija, algún día comprenderás que no hay despedidas entre nosotras, que siempre estamos juntas, que siempre estoy a tu lado, aunque muchas veces, tu angustia, tu soledad, tu tristeza, no te permita verme"….
Amigo que lees estas líneas… espero que tengas un hermoso domingo de Pentecostés… que tu corazón se llene de fuerza para multiplicar los hermosos dones con que el Espíritu ha adornado tu alma…
Reflexión ecuménica de Pentecostés La unidad sin fin
"El Espíritu Santo es, ante todo, Creador"
El Espíritu Santo es, ante todo, Creador. De ahí que Pentecostés sea fiesta de la creación
(Pedro Langa).- Pentecostés clausura los cincuenta días de Pascua y abre la Iglesia a las maravillas del Espíritu Septiforme. Celebrar, por tanto, dicha solemnidad equivale a concluir el ciclo pascual, desde luego, pero también, en clave teológica, a recibir el Don del Espíritu Santo y comprender con él la misión apostólica desde los orígenes de la Iglesia. Revive el cristianismo así con esta celebración lo que sucedió cuando los Apóstoles «perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1,14).
El Espíritu Santo es, ante todo, Creador. De ahí que Pentecostés sea fiesta de la creación. El mundo es fruto de un acto de amor de Dios, a quien le pareció que «todo estaba muy bien» (Gen 1,31). Por eso mismo, no es el absolutamente Otro, innombrable y oscuro, sino que se revela y tiene un rostro. Dios es amor. Y belleza. Se antoja, en este sentido, imposible entender de modo correcto el Pentecostés cristiano sin el Pentecostés judío, su preludio. Porque hubo en el Antiguo Testamento dos interpretaciones del evento. Al principio, Pentecostés era la fiesta de las siete semanas, de la cosecha, de la recolección: se le ofrecía a Dios en ese día la primicia del trigo. Más tarde, en cambio, y seguro ya en tiempos de Jesús, pasó a verse como fiesta de la entrega de la ley -y de la alianza- en el monte Sinaí. Lo cual nos conduce, entre otros posibles rumbos del análisis, a la faceta ecuménica de la solemnidad.
Las imágenes del fuego y del viento que san Lucas utiliza para describir la venida del Espíritu Santo (cf Hch 2,2-3), traen a la memoria el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza: «Todo el monte Sinaí -afirma el Éxodo (19,18) - humeaba, porque Yahveh había descendido sobre él en el fuego». Israel, de hecho, festejó el quincuagésimo día después de la Pascua, tras la conmemoración de la fuga de Egipto, como la fiesta del Sinaí, la del Pacto. Cuando san Lucas habla de lenguas de fuego para designar al Espíritu Santo, pretende, pues, recordar también el antiguo Pacto establecido sobre la base de la Ley recibida por Israel en el Sinaí. Pentecostés entonces viene a ser desde esta perspectiva como un nuevo Sinaí, el don de un nuevo Pacto: el que el Espíritu «escribe» en los corazones de cuantos creen en Cristo.
Pero Pentecostés, por otra parte, también puede ser entendido como el día de la catolicidad de la Iglesia. Lo cual denota que la universalidad eclesial no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas, sino, más bien, que el Espíritu Santo la formó desde el principio como Iglesia de todos los pueblos. De ahí que abrace al mundo entero, acabe con las barreras, derribe muros divisorios y congregue a los hombres sin distinción de raza, lengua, pueblo y nación en la fe del Dios Unitrino. Es la Iglesia desde el primer instante, siguiendo este mismo símil, una, santa, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal ha de ser reconocida. Y tampoco es que sea santa gracias a la capacidad de sus miembros. Lo es, antes que nada, porque Dios mismo, mediante su Espíritu, la crea, la purifica, la renueva y la santifica de modo incesante.
En el Tratado contra las herejías (3, 17, 1-3) san Ireneo refiere que san Lucas narra cómo el Espíritu Santo, «después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas (= don de la glosolalia), al ser el Espíritu Santo protagonista principal en la reducción de todos los pueblos distantes a la unidad, y al serle ofrecidas al Padre las primicias de todas las naciones».
La faceta ecuménica de Pentecostés, en consecuencia, se asoma también aquí por la torre de Babel, espejo del orgullo, de la arrogancia, de la autosuficiencia. Querer ser como Dios es el colosal dislate que acarrea, como castigo del pecado, la confusión de lenguas. La petulancia de aquellos babélicos fanfarrones acabó por dividir a los hablantes en grupos de idéntica lengua, y los enfrentó, rompiéndose así el monolingüismo que el Paraíso había legado al mundo. Porque la obra del pecado es odio, separación, lejanía. «Mientras trataban de ser como Dios, corrían el peligro de ya no ser ni siquiera hombres -precisó muy sagazmente Benedicto XVI en su bella homilía de Pentecostés 2012-, porque habían perdido un elemento fundamental del ser personas humanas: la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos». Babel así es disgregadora. Pentecostés, por el contrario, congrega, eleva, enamora: es obra de amor, entendimiento de lenguas, prenda de caridad, principio de unidad. Así lo entendió san Agustín al interpretar Babel como la ciudad construida sobre el amor de sí, mientras Jerusalén, o sea, la Iglesia, la ciudad construida sobre el amor de Dios (De civ. Dei 14,28).
El Espíritu Santo es asimismo el misterio de la permanencia de Jesús entre nosotros: «En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu» (1 Jn 4,13). Y san Pablo agrega de forma elíptica: Porque el Señor es el Espíritu (2 Cor 3, 17), o sea, el Señor Jesús, resucitado, vive y se manifiesta en el Espíritu. «Como el Padre se hace visible en el Hijo insiste san Basilio , así el Hijo se hace presente en el Espíritu» (De Spir. Sancto 26, 64). Hasta tal punto llegaba esta convicción en la magna Iglesia que, durante las horas de Pentecostés, no se celebraba tanto la llegada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles el día quincuagésimo después de Pascua, cuanto, más bien, la nueva presencia, según el Espíritu, de Jesús, inaugurada con la resurrección. Dicho de otro modo: la presencia espiritual de Cristo en su Iglesia, de la que los cincuenta días después de Pascua eran una manifestación. Cristo, pues, otorga a su Iglesia el don de la unidad mediante la efusión del Espíritu Santo.
«A la fiesta de Pascua escribe san Atanasio añadiremos la de Pentecostés, a la que nos apresuraremos, como de fiesta en fiesta, para celebrar al Espíritu que está ya entre nosotros en Cristo Jesús (Ep. fest. 14, 6)». Nosotros, pues, somos cuerpo de Cristo, esto es, Iglesia, porque estamos animados del Espíritu de Cristo. «No sólo fue ungida nuestra Cabeza -escribe deliciosamente san Agustín , sino también su cuerpo, es decir, nosotros mismos somos cuerpo de Cristo, porque todos somos ungidos, y todos estamos en El, siendo Cristo y de Cristo, porque en alguna manera el Cristo total es cabeza y cuerpo. Esta unción nos perfeccionará espiritualmente en aquella vida que se nos promete» (In Ps.26, 2). La dimensión ecuménica de la Iglesia, por tanto, apunta a «la vida que se nos promete», de unidad sin fin.
Pentecostés, en definitiva, ilustra maravillosamente la esencia misma de la Ecúmene, término del que deriva ecumenismo, mediante la escenificación que san Lucas hace del evento, cuando acumula junto al cenáculo, en desconcertada actitud de escucha a los Apóstoles, a «partos, medos y elamitas..., forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes» (Hch 2, 9-11), haciendo así de la solemnidad punto menos que un plebiscito neumático. La teología ecuménica, en consecuencia, lo va a tener fácil a la hora de sacar de ahí el estrecho vínculo entre unidad y pluralidad. La Ecúmene, por eso, pide proceder según el espíritu de Pentecostés, y éste, que de suyo es congregacional, anti-babélico y ecuménico, compaginar a la vez, respetuosas y armónicas, la unidad y la pluralidad. No le faltó razón al Concilio Vaticano II cuando dejó dicho que «El Espíritu Santo que habita en los creyentes, y llena y gobierna toda la Iglesia, efectúa esa admirable unión de los fieles y los congrega tan íntimamente a todos en Cristo, que El mismo es el principio de la unidad de la Iglesia» (UR, 2).