Invoquemos al Espíritu Santo
- 14 Mayo 2016
- 14 Mayo 2016
- 14 Mayo 2016
Cuando Karol Wojtyla estudiaba en el instituto de Wadowice, el centro recibió una visita del arzobispo de Cracovia. Su profesor de religión le encargó decir unas palabras de bienvenida. Debió hacerlo bien porque el prelado preguntó al profesor qué estudiaría aquel chico y al contestarle que filología polaca, comentó: «Lástima que no sea teología.» Pero, ¡lo que son las cosas!, aquel alumno acabó estudiando teología, ordenándose sacerdote, fue arzobispo de Cracovia, y Papa durante veintisiete años.
Cuando, convertido ya en Juan Pablo II, recordaba su ordenación sacerdotal rememoraba una escena que tiene mucha relación con la festividad que celebramos este domingo :Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Escribió: «Me veo en aquella capilla, durante el canto del Veni Creator Spiritus y de la letanía de los Santos, mientras, extendido en forma de cruz en el suelo, esperaba el momento de la imposición de las manos (…) Hay algo de impresionante en la postración de los ordenandos: es el símbolo de su total sumisión ante la majestad de Dios y a la vez de su total disponibilidad a la acción del Espíritu Santo que desciende sobre ellos.» Todos los sacerdotes recordamos muy bien este momento, que yo viví también en la Catedral de Tarragona al recibir la ordenación episcopal.
El Papa polaco le dedicó este pensamiento: «Quieres ser aquí el suelo sobre el que caminan los otros… para llegar allá donde guías sus pasos».
Nuestra postura más propia con respecto a Dios es estar arrodillados; con las personas, es estar tumbados, que no es lo mismo que dormidos, como alfombras que hacen más agradable el paso de los demás por la vida. Y esto sabiendo que el Espíritu Santo desciende sobre nosotros con sus mociones y nos lleva a hacer propósitos de mejora y de servicio. El Espíritu Santo es Dios con nosotros, y si queremos conocerlo mejor nos puede servir meditar la secuencia que se lee en la misa del Domingo de Pentecostés. Allí se le invoca como «padre amoroso del pobre», «dulce huésped del alma», «descanso de nuestro esfuerzo», «gozo que enjuga las lágrimas»… Nuestra vida espiritual crecerá de verdad si invocamos la ayuda del Espíritu Santo para que distribuya sus dones sobre nosotros, entre otros el de la fortaleza para no dejarnos llevar por el ambiente o por el desánimo. Dios nos ha llamado por nuestro nombre y nos encarga ser sus brazos en ayuda de otros.†
Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
Invocación
Ven, Espíritu Creador, e infunde en nosotros la fuerza y el aliento de Jesús. Sin tu impulso y tu gracia, no acertaremos a creer en él; no nos atreveremos a seguir sus pasos; la Iglesia no se renovará; nuestra esperanza se apagará. ¡Ven y contágianos el aliento vital de Jesús!
Ven, Espíritu Santo, y recuérdanos las palabras buenas que decía Jesús. Sin tu luz y tu testimonio sobre él, iremos olvidando el rostro bueno de Dios; el Evangelio se convertirá en letra muerta; la Iglesia no podrá anunciar ninguna noticia buena. ¡Ven y enséñanos a escuchar solo a Jesús!
Ven, Espíritu de la Verdad, y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu guía, nunca nos liberaremos de nuestros errores y mentiras; nada nuevo y verdadero nacerá entre nosotros; seremos como ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. ¡Ven y conviértenos en discípulos y testigos de Jesús!
Ven, Espíritu del Padre, y enséñanos a gritar a Dios «Abba» como lo hacía Jesús. Sin tu calor y tu alegría, viviremos como huérfanos que han perdido a su Padre; invocaremos a Dios con los labios, pero no con el corazón; nuestras plegarias serán palabras vacías. ¡Ven y enséñanos a orar con las palabras y el corazón de Jesús!
Ven, Espíritu Bueno, y conviértenos al proyecto del «reino de Dios» inaugurado por Jesús. Sin tu fuerza renovadora, nadie convertirá nuestro corazón cansado; no tendremos audacia para construir un mundo más humano, según los deseos de Dios; en tu Iglesia los últimos nunca serán los primeros; y nosotros seguiremos adormecidos en nuestra religión burguesa. ¡Ven y haznos colaboradores del proyecto de Jesús!
Ven, Espíritu de Amor, y enséñanos a amarnos unos a otros con el amor con que Jesús amaba. Sin tu presencia viva entre nosotros, la comunión de la Iglesia se resquebrajará; la jerarquía y el pueblo se irán distanciando siempre más; crecerán las divisiones, se apagará el diálogo y aumentará la intolerancia. ¡Ven y aviva en nuestro corazón y nuestras manos el amor fraterno que nos hace parecernos a Jesús!
Ven, Espíritu Liberador, y recuérdanos que para ser libres nos liberó Cristo y no para dejarnos oprimir de nuevo por la esclavitud. Sin tu fuerza y tu verdad, nuestro seguimiento gozoso a Jesús se convertirá en moral de esclavos; no conoceremos el amor que da vida, sino nuestros egoísmos que la matan; se apagará en nosotros la libertad que hace crecer a los hijos e hijas de Dios y seremos, una y otra vez, víctimas de miedos, cobardías y fanatismos. ¡Ven, Espíritu Santo, y contágianos la libertad de Jesús!
PASCUA DE PENTECOSTÉS ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, ven, hazme reconocer tu acción en mí, como en la primera creación, por la que el Hacedor de todo, al final de cada jornada, vio que todo era bueno. Recrea en mi alma la bondad, la verdad y la belleza, por las que yo siempre pueda sentir el cimiento de mi estabilidad personal, al saber y reconocer la huella de tu acción. ¡Ven, Espíritu Santo, y recrea en mí tu proyecto! Espíritu Santo, ven, muéstrame, como lo hiciste en tiempos de Noé, la señal de paz, de vida, de habitabilidad, que me haga confiar y entregarme. Que no me encierre dentro de mí de manera ensimismada y egoísta, sino que salga a compartir la tarea y colabore contigo en la obra inmensa de hacer este mundo mejor, una casa habitable, en convivencia y en paz.
¡Ven, Espíritu Santo, y visítame con tu paz, signo de que cumplo la voluntad de Dios! Espíritu Santo, ven, y, como lo hiciste en tiempos de Moisés, descendiendo sobre la tienda del encuentro, santuario de tu presencia, desciende sobre mí, cúbreme, habítame, abrázame, sumérgeme, que respire tu vida en mí, que te encuentre dentro de mí, que camine bajo tu luz o bajo tu sombra, pero siempre llevando en mi conciencia que soy persona habitada, y considere a quienes miro reflejo del don de tu aliento. ¡Ven, Espíritu Santo, acompáñame siempre y así no perderé nunca la conciencia de que me habitas!
Espíritu Santo, ven, y como hiciste en tiempos de los profetas, fortaléceme para que tenga el valor, la fuerza, la energía de anunciar el mensaje del amor y de la misericordia, de la justicia, y de la bondad de Dios a todos los que hoy peregrinan por la vida y se cruzan en mi camino o viven junto a mí. Para que se anuncie la Buena Noticia entre los más necesitados de pan y de esperanza. ¡Ven, Espíritu Consolador, hazme instrumento de tu misericordia!
Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como en los tiempos de Ezequiel, revitalizar lo seco, lo inerte, hasta lo muerto, y hacer que se convierta en signo de vida y de esperanza. Tú eres quien da vida, rehabilita, endereza a los que ya se doblan. Tú fortaleces. ¡Ven, Espíritu Santo, Señor y dador de vida, haz que nunca pacte con la inercia ni con la apatía, y que gracias a ti sea signo de vida!
Espíritu Santo, ven, sé fuego, ardor en el corazón, valentía en el ánimo, motivo para testimoniar la experiencia desbordante de tu moción consoladora, de tu llamada, para ser testigo de Jesucristo resucitado, razón de la fe. ¡Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor!
Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como lo hiciste con los discípulos de Jesús, vencer el miedo, el escepticismo, la desesperanza, el tedio, la huida, la vergüenza, el cansancio. Sé que gracias a ti vivo, respiro, tengo ilusión, ánimo, fuerza, fe, deseos de bien, pero Tú conoces mi debilidad, mi pobreza, mi pecado, mi estado crónico. ¡Ven en ayuda de mi debilidad!
Especial de Pentecostés
Inicio de la Iglesia Católica, fiesta que se celebra 50 días después de la Pascua, 15 de mayo de 2016
Origen de la fiesta
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés. En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre. La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés. En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
La Promesa del Espíritu Santo
Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).
En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.
Explicación de la fiesta:
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.
¿Quién es el Espírtu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.
Señales del Espíritu Santo:
El viento, el fuego, la paloma. Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.
Nombres del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador. Misión del Espíritu Santo:
• El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
• El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
• El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.
• El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.
El Espíritu Santo y la Iglesia:
Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
• El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.
• El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
• El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.
• El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.
Los siete dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
• SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
• ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.
• CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
• CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.
• FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.
• PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.
• TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.
Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
OH Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor Amén.
Vida en el Espíritu
Catequesis Papa Francisco
- Ver con los ojos de Dios es la sabiduría que el Espíritu Santo hace en nosotros en la intimidad con Dios, Francisco en la catequesis (Espíritu de Sabiduría)
- Muchos dan testimonio de fe aún a costa de la vida, gracias al don de Fortaleza que infunde el Espíritu, expresó Francisco (Espíritu de Fortaleza)
Catequesis relacionadas al Espíritu Santo
Catequesis de San Juan Pablo II relacionadas al Espíritu Santo
El Espíritu de Dios y las «semillas de verdad» presentes en las religiones no cristianas
Catequesis de San Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles.
9 de setiembre de 1998.
El Espíritu Santo, fuente de comunión
Catequesis de San Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles.
29 de julio de 1998.
La vida en el Espíritu
Catequesis de San Juan Pablo II en la audiencia general de los miércoles.
21 de octubre de 1998.
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Oración de San Francisco de Asís
Oración de San Francisco de Asís
Oh, Señor, has de mí un instrumento de tu paz.
Que allí donde haya odio, ponga yo amor.
Que allí donde haya ofensa, ponga yo perdón.
Que allí donde haya discordia, ponga yo armonía.
Que allí donde haya error, ponga yo verdad.
Que allí donde haya duda, ponga yo la fe.
Que allí donde haya tinieblas, ponga yo la luz.
Que allí donde haya desesperación, ponga yo la esperanza.
Que allí donde haya tristeza, ponga yo la alegría.
Oh Maestro:
Que no me empeñe tanto
en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar.
Porque dando se recibe;
olvidando se encuentra;
perdonando, se es perdonado;
y muriendo se resucita a la Vida Eterna
San Francico de Asís
Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Divino
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Dom 15.5.16. Pentecostés 1. Las obras del Espíritu Santo (educación y consejo)
Año tras año he venido repitiendo en esta fiesta, desde 2007, el tema y teología del Espíritu Santo, y así podrá verlo quien lo quiera, buscando en mi blog de PAX
Pues bien, este año he querido hablar de las Obras del Espíritu Santo, que se identifican con las obras del misericordia espirituales, esto es,
Espíritu Santo, obras que iglesia viene proponiendo desde finales de la Edad Media.
Empezaré recordando, a modo de ejemplo que suele hablarse los siete “dones” del Espíritu Santo, en la línea de Is 11, para evocar después los siete frutos, citados por San Pablo en Gal 5, 22. Pero me detendré después en las obras del Espíritu Santo, que son obras de misericordia humana, pero son, al mismo tiempo, obras de la misericordia de Dios, que es el Espíritu Santo.
En esa línea, Pentecostés es la fiesta de Dios como Espíritu de amor/vida que se manifiesta y actúa en la vida de los hombres. Pero es al mismo tiempo la “fiesta y compromiso” de los hombres, que se van haciendo espirituales, en un gesto de amor mutuo, de experiencia de vida.
Como el tema es largo, publicaré hoy sólo las dos primeras obras (enseñar, aconsejar) A lo largo de la Semana de Pentecostés publicaré las cinco siguientes.
Como verá quien siga leyendo, según el evangelio, la primera “obra” del Espíritu Santo es la enseñanza (el Espíritu Santo os lo enseñará todo…). En esa línea, las obras del Espíritu Santo comienzan por la enseñanza. Buena Vigilia y día de Pentecostés.
Evangelio de Pentecostés: Juan 14, 15-16. 23b-26 (extracto)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros… Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."
1. SIETE DONES, SIETE FRUTOS
a. Siete dones (Is 11, 1-3)
La tradición católica ha puesto de relieve los siete dones o espíritus de los que habla la traducción latina de Is 11, 1-3 (cf. Catecismo de la Iglesia católica 1992, num 1831). El texto original hebreo habla sólo de de seis espíritus:
«Un retoño brotará del tronco de Jesé y un vástago de sus raíces dará fruto. Sobre él reposará el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de conocimiento y temor de Yahvé. Él se deleitará en el temor de Yahvé».
La traducción de la Vulgata ha interpretado el texto, añadiendo un don:
Y descansará sobre él el Espíritu del Señor:
Espíritu de sabiduría y entendimiento,
Espíritu de consejo y fortaleza,
Espíritu de ciencia y de piedad,
y le llenará el Espíritu del temor de Dios.
Al final del texto hebreo se repetía, por paralelismo literario, el espíritu de temor; pero EL texto latino pone «piedad» en lugar de la primera vez en que aparece temor. De esa forma quedan los siete dones del Espíritu, que la tradición católica ha destacado.
Esos siete dones son la expresión más alta del “espíritu mesiánico”, es decir, de la presencia y acción del Espíritu Santo en la vida de los que siguen a Jesús:
sabiduría y entendimiento,
consejo y fortaleza,
conocimiento y piedad
y temor de Dios.
b. Los siete frutos (Gal 5, 22)
San Pablo conoce y expone, en un lugar privilegiado de su obra, los siete frutos del Espíritu Santo, es decir, los frutos que produce en el creyente la presencia y obra del Espíritu Santo. San Pablo los contrapone a las obras de la “carne”, es decir, de la vida estéril de aquellos que se cierran en su egoísmo (Gal 5, 19-21) que son: fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas.
En ese contexto añade san Pablo los nueve frutos del Espíritu (que por paralilismo con lo anterior deberían llamarse obras del Espíritu Santo), que están mucho mejor estructurados que las obras de la carne (que eran al menos quince…):
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, continencia (Gal 5, 22)
De esos nueve frutos del Espíritu, que forman un esquema completo, que consta de nueve miembros (3 por 3) sólo quiero citar y comentar aquí los tres primeros, que forman una clara unidad:
‒ El primer fruto del Espíritu es el amor. Más que fruto se le podría llamar identidad, conforme a todo lo indicado: el espíritu de Dios se identifica en sí como con el amor, como supone 1 Cor 13. Comparando este pasaje con otros de San Pablo, podemos añadir que el amor es la verdad del Espíritu Santo, es decir, del perdón creador que Dios ofrece a los humanos en el Cristo.
‒ El segundo fruto es el gozo... que nace del amor y que aparece como signo del Espíritu. Frente al mensaje del Bautista, que puede condensarse como voz amenazante de juicio (cf. Mt 3, 7-12), el Espíritu del Cristo viene a presentarse como llamada desbordante a la alegría. Quizá pudiéramos añadir que el amor mismo se vuelve gozo: es el amor que ya no juzga, no se impone, no pretende nada por la fuerza, nada teme.
‒ El tercer fruto del Espíritu es la paz. En la trilogía anterior la paz venía antes que el gozo, ahora aparece después, como despliegue y culminación de ese gozo del Espíritu. Se trata, sin duda, de una paz interna, pero es claro también que ella se expresa en las diversas circunstancias de la vida externa, como expresión de la reconciliación humana lograda por el Cristo.
Amor, gozo y paz... Esta es la más perfecta definición del Espíritu Santo y de la vida del cristiano. Esto es el Espíritu de Dios, esto es Pentecostés. Del amor brota de un modo natural el gozo de la vida, la felicidad de ser amados y amar, en camino donde emerge la paz y se supera la violencia de la "carne" que conduce a la lucha y a la muerte entre todos los humanos.