¡Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!

Evangelio según San Lucas 9,11b-17. 

Pero la multitud se dio cuenta y lo siguió. El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". 

El les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas. 

San Felipe Neri

Nació en Florencia en 1515.  En medio del paganismo que imperaba en el ambiente renacentista romano, Felipe entrega todos sus haberes a los pobres, mientras él ayuna a pan y agua. Pasa los días en obras de caridad, y las noches en las catacumbas de San Sebastián, entregado a la oración y a la penitencia.   Alcanza altísima oración.

Sus éxtasis duran horas y a veces se le oye clamar: ¡Basta, Señor, basta! ¡Detén el torrente de tu amor! Ante esta vida angelical poco podían hacer los asaltos del mal. Un par de mujerzuelas acechan un día contra su castidad. Las pupilas de fuego del Santo las hacen huir asustadas.

Con todo, le gustaba rezar así: Señor, no te fíes de mí. Señor, ten de tu mano a Felipe, que, si no, un día, como Judas, te traicionará.   Funda una cofradía para atender a pobres y peregrinos. Visita cárceles y hospitales. Busca sobre todo a los niños y a los jóvenes. En 1551 se ordena sacerdote por obediencia. Desea ir a las Indias, como Javier. El P. Ghattino 1e dice de parte de Dios: Roma será tus Indias.   Y por toda Roma derrama sus caridades, sus fervores, su alegría contagiosa, la certeza de que hay más alegría en la virtud que en el pecado. Es proverbial su don de lágrimas, y de hacer milagros.

Se le atribuye haber resucitado al príncipe Paulo Máximo, para que confesase un pecado.    Un éxtasis le produjo la dilatación del corazón y la deformación de dos costillas. Una se conserva en el Oratorio de Nápoles.   Todos los Papas y Príncipes acudían a él. Fue amigo de San Carlos, San Ignacio, San Camilo y San Félix de Cantalicio. Su obra definitiva fue la fundación del Oratorio, para instruir y entretener a niños y jóvenes.   El Oratorio influyó mucho a través del Cardenal Baronio y otros muchos. Murió Felipe en 1595. Era la noche del Corpus y se fue a acabar la fiesta al cielo. Sus restos descansan en la Chiesa Nuova de Roma.

Fue canonizado por Gregorio XV el 1622 junto con cuatro santos españoles


"Quien quiera algo que no sea Cristo,
no sabe lo que quiere; 
quien pida algo que no sea Cristo, 
no sabe lo que pide; 
quien no trabaje por Cristo, 
no sabe lo que hace"
 

 -San Felipe Neri

"Como es posible que alguien que cree en Dios
pueda amar algo fuera de Él".
 
 -San Felipe Neri

"¿Oh Señor que eres tan adorable
y me has mandado a amarte,
por qué me diste tan solo un corazón
y este tan pequeño?"  
-San Felipe Neri

Oremos

Señor Dios nuestro, que nunca deja de glorificar la santidad de quienes con fidelidad te sirven, haz que el fuego del Espíritu Santo nos encienda en aquel mismo ardor que tan maravillosamente inflamó el corazón de San Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia Homilías sobre los evangelios, 2

La Escritura nos presenta con razón a este ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna, ya que la Verdad mismo dijo: “Yo soy el camino.” (Jn 14,6) Así, cualquiera que ignora la claridad de la luz eterna está ciego.

Si el ciego ya cree en el redentor es que está sentado en el borde del camino. Si cree ya pero descuida pedir que la luz eterna, si no la pide, este ciego, aunque esté sentado en el borde del camino no pide limosna. Pero si cree, si conoce la ceguera de su corazón y pide, por fin, recibir la luz de la verdad, entonces está bien sentado en el borde del camino pidiendo limosna.

Aquel que reconoce las tinieblas de su ceguera y se da cuenta de la privación de la luz eterna, que grite desde el fondo de su corazón, con todas las fuerzas de su alma: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”

San Felipe Neri – 26 de mayo

«Apóstol de Roma, heraldo de la alegría que derrochó en todo su quehacer impregnando los suburbios de la Ciudad Eterna donde conquistó a niños, jóvenes y adultos. Rehusó el cardenalato diciendo que prefería el paraíso»

Este prodigio de caridad advirtió: «Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace». Nació en Florencia, Italia, el 22 de julio de 1515. Su padre era notario; procedía de una familia que había gozado de una excelente posición. Enviudó pronto y se casó de nuevo. Su segunda esposa fue como una madre para sus hijos. Felipe era un niño obediente y amable que cultivaba la oración. De su padre heredó el amor por la lectura. Vivían cerca del monasterio dominico de San Marco, que le gustaba frecuentar, y con el testimonio de los frailes se sintió impulsado a encarnar tan altos ideales religiosos.

Hacia los 18 años su padre le envió a San Germano para que aprendiera el oficio de un primo suyo que era mercader. Felipe lo dejó muy pronto para ir en pos de elevados anhelos. Retirado a Montecassino para orar, vio claramente su vocación. Se fue a Roma en 1533 sin dinero ni proyecto alguno, confiando únicamente en la Providencia. Nada dijo a su padre ni aceptó ayuda de parientes. Se alojó en la casa de Galeotto Caccia, un aduanero florentino, y contribuyó a sufragar los gastos educando a sus hijos. Escribía poesías, pero casi todas ellas las quemó antes de morir junto a otros escritos que redactó. En 1535 comenzó a estudiar filosofía en la Sapienza y teología con los agustinos. Juzgando que sabía lo suficiente, vendió sus libros y entregó las monedas que le dieron a los pobres. Prefería los solitarios claustros y recintos, como las catacumbas, que le traían el aroma de la fe genuina por la que derramaron su sangre tantos cristianos.

Aparcó sus estudios, pero sorprendía a los sabios con la profundidad y claridad de su conocimiento teológico. Se centró en el apostolado que inició con visitas a los hospitales, invitando a otros a acompañarle. Luego añadió tiendas, almacenes, bancos y lugares públicos de Roma. Alegre, simpático, jovial, con proverbial sentido del humor, siempre dejaba caer alguna palabra sobre el amor de Dios. Saludaba a sus conocidos diciendo: «Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?». Su vida apostólica se caracterizó por la relación entrañable y directa con las personas. Dejaba en ellas el poso de un trato paternal, dulce y, a la par exigente, buscando conducirlas a Dios a través de la confianza en Él, con la sencillez evangélica y el gozo que proporciona vivir la unión divina.

En torno a 1544 conoció a Ignacio de Loyola. En un primer momento le guió la intención de seguir sus pasos, pero después decidió centrarse en el apostolado que estaba realizando. Vivía austeramente, se alimentaba de pan, aceitunas y agua, y en su cuarto solo había una cama, algunas sillas y una cuerda para colgar la ropa. Solía disciplinarse con pequeñas cadenas. Sufrió grandes pruebas y tentaciones. Al atardecer se retiraba para orar en la iglesia de San Eustachio. A veces pasaba la noche al raso. Una de ellas, la víspera de Pentecostés de 1544, hallándose en las catacumbas de San Sebastián quedó sellado místicamente por el Espíritu Santo. Vio descender del cielo un globo de fuego que penetrando por su boca le dejó el pecho henchido de amor, y pidió a Dios que cesase esta gracia porque no podía soportar tal efusión mística. Al morir verían que tenía dos costillas rotas que se combaron para dejar espacio al corazón. Estos arrebatos fueron frecuentes e intensos, tanto que las palpitaciones de esta víscera podían oírlas otros.

Su confesor, el padre Persiano Rossa, con el que inmediatamente congenió y con el que compartía similares afanes, le indujo a ser sacerdote. En 1548 ambos fundaron la cofradía de la Santísima Trinidad para los peregrinos. Felipe se ordenó en mayo de 1551, con 36 años. A su apostolado habitual añadió el confesionario al que dedicaba muchas horas. Con su inspirado juicio enseñaba a los penitentes el valor de la oración. Decía: «Un hombre sin oración es un animal sin razón». Sus misas duraban horas. En sus conversaciones espirituales aconsejaba la lectura de vidas de santos y de misioneros. Luego les llevaba a visitar al Santísimo, y si se animaban les invitaba a cuidar enfermos.

Vivía en San Girolamo della Carità donde residían virtuosos sacerdotes. La espiritualidad que vinculaba a todos los penitentes que atendía tenía como eje central la comunión, la oración y otras acciones complementarias entre las que Felipe introdujo la exposición mensual del Santísimo en la iglesia de San Salvatore in Campo. Todo ello fue germen del Oratorio. Entre sus primeros discípulos se hallaban Cesare Baronio, sucesor suyo, y Francesco María Tarugo. Ambos fueron cardenales. Su ímpetu apostólico dejaba traslucir el vigor de la primera caridad que permanecía intacta en su corazón. Llevado del afán que guía a todos los santos impulsó en sus seguidores el hábito de recorrer las 7 iglesias orando en ellas, como hacía él.

Era una actividad abierta a sacerdotes, religiosos y laicos, que fue dejando tras de sí una fecunda estela. Pero no fue del agrado del cardenal Rosaro, vicario de Pablo IV, que le acusó de formar una secta; se le prohibió confesar y predicar. En 1564 el pontífice le dio su apoyo. Y en 1572 lo designaron párroco de San Giovanni dei Fiorentini, que atendió sin abandonar San Girolamo. Fue en 1575, con la venia de Gregorio XIII, cuando él y los sacerdotes del Oratorio contaron con su propio templo, Santa María in Vallicella, que hubo de reconstruir porque se hallaba en estado ruinoso. Felipe siguió en su residencia habitual hasta 1583 momento en tuvo que abandonarla por obediencia al pontífice para iniciar esa obra. En 1590 Sixto V le ofreció el cardenalato, que rehusó diciendo: «Prefiero el paraíso». Fue adornado con dones extraordinarios, entre otros, además de los milagros, el de penetración de espíritus. Murió el 26 de mayo de 1595. Había sido aclamado ya como «apóstol de Roma». Pablo V lo beatificó el 11 de mayo de 1615, y Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622.

Y al instante, recobró la vista
Marcos 10, 46-52. Domingo 30o. del Tiempo Ordinario B. ¿Qué le pediríamos a Cristo? Pero no cosas pequeñas, ¡sino grandes! 


Oración introductoria
Señor, como Bartimeo soy un ciego, me falta la luz de la fe y por eso tropiezo con mi pecado. El egoísmo cierra mis ojos, me paraliza. Por eso yo también te grito fuertemente en esta oración: Señor, ¡ten compasión de mí! ¡Padre mío, haz que vea! ¡Haz que me aleje de mi indiferencia y comodidad movido por el amor, la esperanza y la fe!

Petición
Jesús, ayúdame a ver todo lo que me impide seguirte más generosamente.

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio el ciego Bartimeo grita a Jesús para ser sanado, mientras los discípulos le regañan para que no lo haga. Hay cristianos que se ocupan solo de su relación con Jesús, es una relación cerrada, egoísta.

Ese grupo de gente, también hoy, no escucha el grito de muchos que necesitan a Jesús. Un grupo de indiferentes: no escuchan, creen que la vida sea su grupito; están contentos; están sordos al clamor de tanta gente que necesita salvación, que necesita la ayuda de Jesús, que necesita de la Iglesia. Esta gente es egoísta, vive para sí misma. Son incapaces de escuchar la voz de Jesús.

También está el grupo de los que escuchan este grito que pide ayuda, pero que lo quieren hacer callar. Como cuando los discípulos alejan a los niños para que no incomoden al Maestro. En este grupo están los empresarios, que están cerca de Jesús, están en el templo, parecen religiosos, pero Jesús les expulsa, porque hacían negocios allí, en la casa de Dios. Son esos que no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus negocios y usando al pueblo de Dios, usando a la Iglesia. Estosempresarios alejan a la gente de Jesús.

Son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de recepciones, pero su vida interior no es cristiana, es mundana. Uno que se dice cristiano y vive como un mundano, aleja a los que piden ayuda a gritos a Jesús. 

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 28 de mayo de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
Bartimeo quería algo y lo pidió con todas sus fuerzas, incluso gritando. Jesús no pudo seguir adelante, porque había alguien junto al camino que le necesitaba y que hacía lo posible para ser escuchado.

Entonces le llamó, y el ciego, arrojando todo lo que tenía, su manto, se puso en pie y acudió en seguida.

Nos encontramos ante una lección perfecta de cómo orar. Primero hay que pedir con insistencia, con fuerza, que Cristo venga a socorrernos. Y hacerlo con la actitud del mendigo ciego: con humildad.

A Jesús le llamó "Hijo de David", es decir, hijo del más grande rey de Israel. Y de sí mismo dijo que era alguien de quien debía compadecerse. Así es el encuentro de la criatura con Dios.

Entonces, cuando Dios encuentra un alma bien dispuesta, se rinde, le llama y le hace la gran pregunta: ¿Qué quieres que te haga? Hoy podemos preguntarnos: ¿qué quiero que Dios me haga? ¿Cuál es el gran deseo que arde en mi corazón? Pidamos, pero no cosas pequeñas, sino grandes. Pidamos aumentar nuestra fe hasta límites insospechados, pidamos ser grandes apóstoles, pidamos ser santos. El ciego supo pedir lo que necesitaba. Y para acudir a ese encuentro salvador no le importó dejar su manto, su miserable manto, porque así, desprendido de todo, alcanzaría la gracia que más anhelaba en su corazón.

Propósito Valorar la participación familiar en la Eucaristía dominical como el momento más importante del día.

Diálogo con Cristo  Nada pudo apartar a Bartimeo de su deseo de acercarse al Señor. Ni el qué dirán ni el hecho de que lo que pedía era algo humanamente imposible de lograr. Señor, permite que pueda tener ese celo, esa seguridad. Dame la gracia de vivir con la inquietud, con la sed, con el ansia de participar en tu Eucaristía, porque la fe no es algo que yo puedaconseguir, por más empeño que ponga. La fe es un regalo, un don que debo pedir humilde y constantemente en mi oración.

¡Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!
Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!

Una vez más ante ti, Señor.

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.

¡HOY ES CORPUS CHRISTI!

Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
¡Señor Jesucristo!

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)



Jueves de Corpus Christi
Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. 26 de mayo 2016

Explicación de la fiesta
Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo elJueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.

Es una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo más grande que Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros después de la Ascensión.

Origen de la fiesta:
Dios utilizó a santa Juliana de Mont Cornillon para propiciar esta fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Ella le hizo conocer sus ideas a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV. El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.

El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez por los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.

Urbano IV, siempre siendo admirador de esta fiesta, publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.

La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.

En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.

El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurección de Nuestro Señor Jesucristo.

Fuente: www.corazones.org

El milagro de Bolsena
En el siglo XIII, el sacerdote alemán, Pedro de Praga, se detuvo en la ciudad italiana de Bolsena, mientras realizaba una peregrinación a Roma. Era un sacerdote piadoso, pero dudaba en ese momento de la presencia real de Cristo en la Hostia consagrada. Cuando estaba celebrando la Misa junto a la tumba de Santa Cristina, al pronunciar las palabras de la Consagración, comenzó a salir sangre de la Hostia consagrada y salpicó sus manos, el altar y el corporal.

El sacerdote estaba confundido. Quiso esconder la sangre, pero no pudo. Interrumpió la Misa y fue a Orvieto, lugar donde residía el Papa Urbano IV.
El Papa escuchó al sacerdote y mandó a unos emisarios a hacer una investigación. Ante la certeza del acontecimiento, el Papa ordenó al obispo de la diócesis llevar a Orvieto la Hostia y el corporal con las gotas de sangre.

Se organizó una procesión con los arzobispos, cardenales y algunas autoridades de la Iglesia. A esta procesión, se unió el Papa y puso la Hostia en la Catedral. Actualmente, el corporal con las manchas de sangre se exhibe con reverencia en la Catedral de Orvieto.

A partir de entonces, miles de peregrinos y turistas visitan la Iglesia de Santa Cristina para conocer donde ocurrió el milagro.

En Agosto de 1964, setecientos años después de la institución de la fiesta de Corpus Christi, el Papa Paulo VI celebró Misa en el altar de la Catedral de Orvieto. Doce años después, el mismo Papa visitó Bolsena y habló en televisión para el Congreso Eucarístico Internacional. Dijo que la Eucaristía era “un maravilloso e inacabable misterio”.

Tradiciones mexicanas de Corpus Christi

Esta fiesta tradicional data del año 1526. Se acostumbra rendir culto al Santísimo Sacramento en la Catedral de México. El centro de la festividad era la celebración solemne de la Misa, seguida de una imponente procesión que partía del Zócalo, en la que la Sagrada Eucaristía, portada por el arzobispo bajo palio, era escoltada por autoridades virreinales, cabildo, cofradías, ejército, clero y pueblo. Había también representaciones teatrales alusivas, música y vendimia especial.

Los campesinos traían en sus mulas algunos frutos de sus cosechas para ofrecérselas a Dios como señal de agradecimiento. Esto dio origen a una gran feria que congregaba artesanos y comerciantes de distintos rumbos del país, que traían mercancías a lomo de mula (frutos de la temporada y artesanías que transportaban en guacales).

Cuentan que un hombre, llamado Ignacio, tenía dudas acerca de su vocación sacerdotal y un jueves de Corpus le pidió a Jesucristo que le enviara una señal. Al Pasar el Santísimo Sacramento frente a Ignacio en la procesión, Ignacio pensó: "Si ahí estuviera presente Dios, hasta las mulas se arrodillarían" y, en ese mismo instante, la mula del hombre se arrodilló. Ignacio interpretó esto como señal y entregó su vida a Dios en el sacerdocio y se dedicó para siempre a transmitir a los demás las riquezas de la Eucaristía.

Así fue como surgieron las mulitas elaboradas con hojas de plátano secas con pequeños guacales de dulces de coco o de frutas, de diversos tamaños.

Ponerse una mulita en la solapa o comprar una mulita para adornar la casa, significa que, al igual que la mula de Ignacio, nos arrodillamos ante la Eucaristía, reconociendo en ella la presencia de Dios.

Esta fiesta se celebra cada año el jueves después de la Santísima Trinidad. Se lleva a cabo en la Catedral y los niños se visten de inditos para agradecer la infinita ternura de Jesús. Se venden mulitas con gran colorido.

Diversas maneras de celebrar esta fiesta
Participar en la procesión con el Santísimo

La procesión con el Santísimo consiste en hacer un homenaje agradecido, público y multitudinario de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Se acostumbra sacar en procesión al Santísimo Sacramento por las calles y las plazas o dentro de la parroquia o Iglesia, para afirmar el misterio del Dios con nosotros en la Eucaristía.

Esta costumbre ayuda a que los valores fundamentales de la fe católica se acentúen con la presencia real y personal de Cristo en la Eucaristía.

La Hora Santa
Es una manera práctica y muy bella de adorar a Jesús Sacramentado.

El Papa Juan Pablo II la celebra, al igual que la mayoría de las Parroquias de todo el mundo, los jueves al anochecer, para demostrar a Cristo Eucaristía amor y agradecimiento y reparar las actitudes de indiferencia y las faltas de respeto que recibe de uno mismo y de los demás hombres.

Consiste en realizar una pequeña reflexión evangélica, en presencia de Jesús Sacramentado y, al final, se rezan unas letanías especiales para demostrarle a Jesús nuestro amor.

Se puede celebrar de manera formal con el Santísimo Sacramento solemnemente expuesto en la custodia, con incienso y con cantos, o de manera informal con la Hostia dentro del Sagrario. Cualquiera de las dos maneras agrada a Jesús.

Se inicia con la exposición del Santísimo Sacramento o, en su defecto, con una oración inicial a Jesucristo estando todos arrodillados frente al Sagrario.

A continuación, se procede a la lectura de un pasaje del Evangelio y al comentario del mismo por parte de alguno de los participantes.

Luego, se reflexiona adorando a Jesús, Rey del Universo, en la Eucaristía.

Se termina con las invocaciones y las letanías correspondientes y, en el caso de que la Hora Eucarística se haya hecho delante del Santísimo solemnemente expuesto, el sacerdote da la bendición con el Santísimo; en caso contrario, se finaliza la Hora Santa con una plegaria conocida de agradecimiento.

Recordar en familia lo que es la Eucaristía

  1. ¿Qué es la Eucaristía?
    La Eucaristía es uno de los siete Sacramentos. Nos recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comulgar para estar sana. Cristo dijo: "El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día." 
  2. ¿En qué nos ayuda la Eucaristía? 
    Todos queremos ser buenos, ser santos y nos damos cuenta de que el camino de la santidad no es fácil, que no bastan nuestras fuerzas humanas para lograrlo. Necesitamos fuerza divina, de Jesús. Esto sólo será posible con la Eucaristía. Al comulgar, nos podemos sentir otros, ya que Cristo va a vivir en nosotros. Podremos decir, con San Pablo: "Vivo yo, pero ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí." 
  3. ¿En qué parte de la Misa se realiza la Eucaristía? 
    Después de rezar el Credo, se llevan a cabo: el ofertorio, la consagración y la comunión.
    Ofertorio: Es el momento en que el sacerdote ofrece a Dios el pan y el vino que serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nosotros podemos ofrecer, con mucho amor, toda nuestra vida a Dios en esta parte de la Misa.
    Consagración: Es el momento de la Misa en que Dios, a través del sacerdote, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En este momento nos arrodillamos como señal de amor y adoración a Jesús, Dios hecho hombre, que se hace presente en la Eucaristía.
    Comunión: Es recibir a Cristo Eucaristía en nuestra alma, lo que produce ciertos efectos en nosotros:
    1. nos une a Cristo y a su Iglesia,
    2. une a los cristianos entre sí,
    3. alimenta nuestra alma,
    4. aumenta en nosotros la vida de gracia y la amistad con Dios,
    5. perdona los pecados veniales,
    6. nos fortalece para resistir la tentación y no cometer pecado mortal.
  1.  ¿Qué condiciones pone la Iglesia para poder comulgar? La Iglesia nos pide dos condiciones para recibir la comunión:
    1. Estar en gracia, con nuestra alma limpia todo pecado mortal.
    2. Cumplir el ayuno eucarístico: no comer nada una hora antes de comulgar.
  1. ¿Cada cuánto puedo recibir la Comunión Sacramental? 

    La Iglesia recomienda recibir la Comunión siempre que vayamos a Misa. Es obligación recibir la Comunión, al menos, una vez al año en el tiempo de Pascua, que son los 50 días comprendidos entre el Domingo de Resurrección y el Domingo de Pentecostés.
     
  2. ¿Qué hacer después de comulgar?
    Se recomienda aprovechar la oportunidad para platicarle a Dios, nuestro Señor, todo lo que queramos: lo que nos alegra, lo que nos preocupa; darle gracias por todo lo bueno que nos ha dado; decirle lo mucho que lo amamos y que queremos cumplir con su voluntad; pedirle que nos ayude a nosotros y a todos los hombres; ofrecerle cada acto que hagamos en nuestra vida. 
  3. ¿Qué hacer cuando no se puede ir a comulgar?
    Se puede llevar a cabo una comunión espiritual. Esto es recibir a Jesús en tu alma, rezando la siguiente oración:
    "Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.
    Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma,
    pero no pudiendo hacerlo sacramentalmente,
    ven al menos espiritualmente a mi corazón.
    Quédate conmigo y no permitas que me separe de ti.
    Amén"

 

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