«No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»

Evangelio según San Marcos 11,11-26. 

Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania.  Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. 

Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado". Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas". Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes. 

San Agustìn de Cantorbery

Nació en el siglo VI. Fue monje y prior del monasterio de San Andrés que había sido fundado por san Gregorio Magno en Roma. Este pontífice le envió a evangelizar la fecunda Inglaterra en la que tantos monasterios y santos habían florecido pese a las invasiones sufridas, como las de los sajones que indujo a muchas gentes a la idolatría. Gran parte de los contemporáneos de Agustín, que eran ingleses, aún persistían en ella y el cristianismo estaba en trance de desaparecer. Sin embargo, hasta el Santo Padre habían llegado noticias del ferviente anhelo y disposición a abrazarse a la fe que mostraban numerosos anglosajones. Así que maduró en su oración el sueño de evangelizar y afianzar la Iglesia en ese país. Simplemente necesitaba obreros para atender tanta mies. Y dio un primer paso. Alentó la conversión de las gentes ordenando a su administrador en los territorios provenzales, el presbítero Cándido, que le proporcionara algunos esclavos oriundos de esas tierras con objeto de formarlos y enviarlos después a predicar entre sus compatriotas. Pero se dio cuenta de que era una labor lenta. Y un apóstol se caracteriza por la urgencia; no mide el tiempo por las agujas del reloj. Es la fe rompiendo toda barrera la que marca una ruta a seguir que jamás se detiene. Desde el punto de vista espiritual un segundo perdido es irreparable; no se puede volver a recuperar.

De modo que el año 596, el papa escogió a Agustín, conocido por su virtud y celo apostólico. Y éste, con treinta y nueve monjes, partió en la primavera de ese mismo año a Gran Bretaña. Al llegar a la Provenza hicieron un alto en el monasterio de Lérins. Allí constataron la dificultad que revestiría su misión. Los compañeros del santo se aterrorizaron ante los relatos trazados por los monjes que ilustraban los peligros que podrían hallar subrayando la crueldad del pueblo.

Entonces, Agustín se vio obligado a regresar a Roma para informar al papa del carácter belicoso de los sajones. Éste no dio marcha atrás y animó a todos a enfrentarse a las circunstancias con fe. Les entregó cartas de recomendación para prelados y reyes, designando abad a Agustín. El retorno lo hicieron por Autun, donde pasaron el invierno. Después recorrerían Orleáns, Tours para embarcar después rumbo a Gran Bretaña desde Boulogne. En la primavera del año 597 llegaron a la isla de Thanet, siendo recibidos personalmente por el rey Ethelberto. Llegaban portando la cruz y recitando procesionalmente las letanías. Conmovido el rey, pidió que le explicaran las verdades de la fe, les autorizó para predicar el Evangelio y les condujo a una residencia en Canterbury, que fue origen de la conocida abadía. Siguiendo retazos de la historia, el primer encuentro entre ambos debió producirse en campo abierto, seguramente al abrigo de un corpulento roble, ya que el monarca tendría sus reservas pensando en algún maleficio obrado por Agustín. No tardó en percatarse de su error. El hombre que tenía ante sí era un dechado de sencillez, de prudencia y sabiduría. Le hablaba de un Dios amor tan poderoso que enseguida quedó seducido por Él. Fue constatando la autenticidad de todos los misioneros, la fortaleza que mostraban ante las dificultades, su entrega sin paliativos…, y se convirtió. Pidió ser bautizado ante el asombro de sus súbditos, a quienes dio plena libertad para seguir sus pasos. No usó su poder para ello. Hizo saber a Agustín su convicción de que debía respetar la creencia primitiva que había formado parte de su pueblo durante tanto tiempo. Pero las gentes cuando vieron que él seguía la enseñanza del santo, quisieron secundarle. Miles de ellos fueron instruidos y se abrazaron también a la religión cristiana en las navidades del año 597. Ethelberto colaboraba con esta ingente obra apostólica y legó hasta su propio palacio que fue monasterio y sede del obispo.

En esa época, Agustín fue consagrado obispo en Francia. Entretanto, comunicó al papa estos hechos a través de dos monjes que envió al efecto. Y san Gregorio respondió enviando nuevos colaboradores que portaron valiosos recursos para las gentes. Asimismo eran custodios del palio y el nombramiento de Agustín como arzobispo primado de Inglaterra. Llevaban indicaciones expresas del pontífice en las que, con gran prudencia, proporcionaba al nuevo primado paternales y lúcidos consejos. Respecto a los templos decía: «no conviene derribarlos, sino solamente los ídolos en ellos existentes». Y en cuanto a las tradiciones del pueblo advertía: «como hay costumbre de hacer sacrificios de bueyes a los demonios, es conveniente cambiarla en una fiesta cristiana. Así las fiestas de la Dedicación y de los Mártires podrían celebrarlas por medio de banquetes fraternales». Otras previsiones del papa concernientes a la organización jerárquica eclesial del país tuvieron que esperar. La comunidad presidida por Agustín vivía bajo la regla benedictina. En ese momento era el único obispo que había para la Gran Bretaña sajona. Y mientras se progresaba en la evangelización, mantuvo diversas entrevistas con responsables de la iglesia bretona. No solo buscaba ayuda con nuevos misioneros, sino la conciliación entre los dos pueblos que estaban enfrentados. En el año 601 todavía no se había llegado a un acuerdo. La autoridad de Agustín no era reconocida por los bretones y tampoco estaban dispuestos a evangelizar a los anglosajones. Así que Agustín y sus compañeros se volcaron con más brío en la tarea apostólica. En el 604 murió el papa y ese mismo año se establecía un segundo obispado en Rochester, y quedaban abiertas las puertas a un tercer obispado en Londres. Para ello Agustín contó con la ayuda incondicional de Ethelberto. Pero este nuevo despliegue acontecía cuando este gran apóstol de Inglaterra se hallaba al final de su vida. Murió el 26 de mayo del año 605 dejando en marcha esta magna obra que, aunque impulsada por el pontífice, fue materializada por él.

San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia 
Homilías sobre el Evangelio de San Marcos, n° 9

«No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»

"Jesús entró en el Templo y empezó a expulsar a los que vendían y compraban".Ciertamente enterados de la resurrección de Lázaro están estupefactos de que el hijo de una viuda haya resucitado, otros se impresionan por otros milagros. Sin duda, es admirable devolver a la vida un cuerpo muerto. Por mi parte, estoy más impresionado por este hecho: este hombre, hijo de carpintero, un pobre sin morada, sin lugar donde reposar, desarmado, ni líder ni juez ¿qué autoridad tiene....para enfrentarse él sólo a una multitud? Nadie ha protestado, nadie ha osado poner resistencia, ninguna persona ha osado oponerse al Hijo que repara la injuria hecha a su Padre...

"Empezó a expulsar a aquellos que vendían y compraban dentro del Templo" si esto ha sido posible  en casa de los judíos, ¿por qué no puede ser con más razón en nuestra propia casa? Si esto acontece dentro del marco de la Ley ¿por qué no puede ocurrir con más motivo en el marco del Evangelio? ... Cristo, pobre, expulsa a vendedores y compradores que son ricos. Aquellos que venden son expulsados igual que los que compran. Que nadie diga: "Yo regalo todo lo que tengo, yo hago limosna a los pobres como Dios manda".En un pasaje de San Mateo leemos esto:"Gratis habéis recibido, dad gratis" (Mt 10,8). La gracia de Dios no se vende, se da.

Francisco, durante el Corpus en San Juan de Letrán

"Jesús se ha dejado partir por nosotros, y pide que nos dejemos partir por los demás"
Francisco, en el Corpus: “Hay que recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos”
"Cuántos cristianos se han desvivido para defender la dignidad de los más pobres, marginados y discriminados"

Jesús Bastante, 26 de mayo de 2016 a las 19:35

Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás

(Jesús Bastante).- Le conocieron al partir el pan. Como los discípulos de Emaús, como los miles de hombres, mujeres y niños que comieron hasta saciarse a partir de cinco panes y dos peces. Como los discípulos en la Última Cena. En el día del Corpus Christi, y en una corta pero intensa homilía, Francisco ha pedido a los fieles "recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos".Con dos actitudes: "Ofrecer los panes y peces que tenemos y recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos".

"Hacer y también partir, esta es la otra palabra que explica el 'Haced esto en memoria mía'.Jesús se ha dejado partir por nosotros, y pide que nos dejemos partir por los demás", proclama el Papa.

Tarde de Corpus Christi en Roma. El Papa se traslada a la explanada de San Juan de Letrán para celebrar la Eucaristía del Cuerpo de Cristo. Una misa solemne, en mitad de un angustioso calor, que en la tarde romana se hace más evidente aún. Después acudirá en procesión a Santa María la Mayor.

Decenas de miles fieles se mezclan con los turistas, las cámaras con los cantos clásicos de una celebración preparada con rigor. En primera fila, la curia vaticana. Al fondo, el pueblo. No es lo que quiso Cristo. No es lo que quiere el Papa. "Haced esto en memoria mía",arranca la homilía, con las instrucciones que Jesús les dio a los apóstoles: "Tomad el pan, dad gracias, partidlo, tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo". Y es que "Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua".

Un gesto actual, que ha llegado hasta nosotros. "Es el 'hacer' la Eucaristía, que tiene a Jesús como protagonista, pero que se hace a través de nuestras pobres manos, ungidas por el Espíritu Santo", dijo el Papa, que recordó el episodio evangélico de la multitud cansada y hambrienta. "Jesús dijo a sus discípulos: dadles de comer. En realidad es Jesús el que bendice y parte los panes, con el fin de que todos se sacien. Pero los cinco panes y los dos pescados fueron aportados por los discípulos. Jesús quería eso: en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay otro gesto: los trozos de pan partidos por las manos sagradas del Señor pasan a las pobres manos de los discípulos. También esto es 'hacer' con Jesús, es dar de comer con él".

Y, sin embargo, "hay que pasar siempre a través de estos dos pequeños gestos: ofrecer los panes y peces que tenemos y recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todo.Hacer y también partir, esta es la otra palabra que explica el "Haced esto en memoria mía". Jesús se ha dejado partir por nosotros, y pide que nos dejemos partir por los demás", proclamó Bergoglio, quien recordó el episodio de Emaús: todos reconocemos a Cristo a partir el pan.

"La Eucaristía ha sido el comienzo de la vida de la Iglesia", afirmó el Papa, pero advirtió que "también recordamos a los santos, a los conocidos y a los anónimos, que se han dejado partir sus vidas para satisfacer a sus hermanos". ¿Quiénes son? "Cuántas madres, cuántos padres, se parten el pecho para criar a sus hijos y hacerlo bien. Cuántos cristianos, ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres y discriminados". ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? "En Jesús, que también hoy se parte".

Por eso, Francisco invitó a continuar llevando a cabo el gesto de Jesús, "para hacer memoria de Él, para dar de comer a la muchedumbre actual, para partir nuestra vida como símbolo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero".

Homilía del Papa:
«Haced esto en memoria mía» (1Co 11,24.25). El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena. «Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo. «Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos. Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros.

Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas -famosos o anónimos-, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía». Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero.

Le fe mueve montañas

Tiempo Ordinario. Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.

Oración introductoria
Señor, creo en ti, ayúdame a creer con firmeza; espero en ti, ayúdame a vivir sin desconfianza; Señor, te amo, ayúdame a demostrártelo con hechos. Quiero ofrecer esta meditación por los que no creen en ti, por los que pasan problemas muy difíciles, por los que se olviden de ti.

Petición
Señor, aumenta mi fe, que pueda verte en cada instante de mi vida. Que cuando vaya a tu casa, ella sea para mí una casa de oración donde me aumentes la fe y te conozca más.

Meditación del Papa Francisco
La liturgia del día propone el Evangelio en el que Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, porque han transformado la casa de oración en una cueva de ladrones. Y lo que hace Jesús es un gesto de purificación, el templo había sido profanado y con el Templo, el pueblo de Dios. Profanado con el pecado tan grave que es el escándalo.

La gente es buena, la gente iba al Templo, no miraba estas cosas; buscaba a Dios, rezaba... pero debía cambiar las monedas para las ofrendas. El pueblo de Dios no iba al Templo por esta gente, por los que vendían, pero iban al tempo de Dios y allí había corrupción que escandalizaba al pueblo. Por eso yo pienso en el escándalo que podemos causar a la gente con nuestra actitud, con nuestras costumbres no sacerdotales en el Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad... Cuántas veces vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está ahí la lista de los precios, para el bautismo, la bendición, las intenciones para la misa. Y de todo esto el pueblo se escandaliza. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión 
En este pasaje del evangelio, Cristo muestra su amor al Padre, busca darle siempre el primer lugar en su vida. Para estar con Dios es necesario darle el lugar que le corresponde, pues si no fuera por Él, no sería posible nada de lo que ahora vemos y sentimos. Cristo nos muestra la importancia de poner a Dios en el centro, de estar unidos a Él, y la forma de estar unidos es vivir con fe en cada momento de nuestra vida. Cuando vivimos cada día así, dejamos entrar a Dios en nuestra burbuja para transformarnos en sus hijos muy amados.

Propósito
El día de hoy, en cada actividad, buscaré ver a Dios para tenerle presente.

Diálogo con Cristo
¡Señor!, sé que a veces me he alejado de ti. No me he confiado en tus manos, me he desesperado cuando surge alguna dificultad. Quiero ser tu mejor amigo, ayúdame a salir de esta incredulidad que no me permite estar muy cerca de ti. Señor, confío en ti. Ayúdame a crecer más en ti, pues tú vales la vida entera; ayúdame a verte en los demás, en los que sufren; enséñame el camino que he de seguir y nunca permites que me separa de ti. Así sea.

Renovar de modo más maduro la propia adhesión a la fe es condición para una participación verdadera y plena en la celebración eucarística, que constituye la cumbre de la vida eclesial (Juan Pablo II)

La Presencia de Dios en lo pequeño y cotidiano
Dios se comunica con nosotros de múltiples maneras, solo hay que saber oírlo y verlo en las pequeñas cosas cotidianas.

Tomás de Kempis nos aconseja en su inmortal obra "La imitación de Cristo" (escrita varios siglos atrás): "Atender  a qué es lo que se dice y no a quién lo dice".

Dios se comunica con nosotros de múltiples maneras, solo hay que saber oírlo y verlo en las pequeñas cosas cotidianas. Muchas veces esperamos grandes manifestaciones, cuando en realidad Dios es el Rey de lo pequeño, lo humilde, cuando actúa aquí en la tierra. Toda la Gloria y Omnipotencia de Dios, se transformó en humildad y pequeñez cuando EL se manifestó, hecho hombre, entre nosotros. Una cueva en Belén, el hogar mas humilde, una vida escondida, todo señala la pequeñez como puerta hacia la Santidad. Los hechos, las obras, las más simples expresiones de nuestra voluntad,  son el signo de nuestro estado espiritual. Ni grandes manifestaciones, ni una vida extremadamente visible u ostentosa, nada de eso fue enseñado a nosotros a través del ejemplo dado por Jesús, a lo largo de Su vida en la tierra, como Criatura/Dios. El nos enseñó con los hechos, con Su Palabra. Y quienes lo juzgaron y condenaron, simplemente miraron quien hablaba, olvidando o pasando por alto el mensaje.

¡Se mató al mensajero, en la Cruz!.

¿Cuantas veces en este mundo vemos que se hace lo mismo?. Se da valor a las ideas  o a las obras a partir del prestigio del autor, y se descartan enormes mensajes para la humanidad, simplemente por no aceptarse a los mensajeros más humildes, más pequeños,  más simples. Pero la trampa es más compleja aún, ya que para llegar a ser respetado se debe adherir a  las reglas del mundo: vanidad, egocentrismo, corrupción, envidia, poder, etc.
De este modo, se vuelve muy difícil llegar a difundir las buenas obras, desde mensajeros basados en la humildad, la pequeñez, la sinceridad, el amor, la unión verdadera y la entrega.

¿Cuantos casos como la Madre Teresa pueden pasar los filtros que el mundo pone?.

¿Cuantos quedan en el camino?.

Sepamos escuchar a Dios, El está dentro nuestro, en las cosas pequeñas, en los mensajes de humildad y sencillez. Y sepamos verlo en aquellos a los que el mundo condena por no cumplir con sus estándares, aquellos que solo quieren vivir en la simpleza del día a día. Los modelos a imitar muchas veces están mas cerca de nosotros de lo que pensamos, solo hace falta prestar atención, poner una mirada a nuestro alrededor, y descubrir la Presencia de Dios donde menos la esperamos.


¿Está bien tomarnos de las manos al rezar el Padrenuestro en Misa?
Nuestra atención se debería centrar en Cristo, en su Sacrificio y nuestra unión a ese Sacrificio

Santa Lidia (s. I) era una comerciante de púrpuras, una mujer rica que convirtió por la predicación de S. Pablo. Vivía en Filipos, donde insistió en hospedar a S. Pablo en su casa mientras estuviera el santo en la ciudad. (Hechos 16, 13-15) Pero, no era la proximidad física ni los gestos externos los que unían a las primeras comunidades cristianas a pesar de la hospitalidad que se mostraban. Aunque Sta. Lidia y S. Pablo no estuvieran siquiera en la misma ciudad, había algo que les unía fraternalmente aún más: la Eucaristía.

Como nos dice Jesús en el Evangelio “Mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo” (Jn. 6, 32). Este Pan del Cielo es el mismo Cuerpo y Sangre de Jesucristo que compartimos los católicos en la Santa Misa, el que está verdaderamente presente en la

Eucaristía tras la Consagración mientras se conserven las especies de pan y vino.
La siguiente traducción de un fragmento del programa “Web of Faitih” de los Padres Levis y Trigilio en EWTN (Episodio 2, desde el minuto 47:48, producido el 30.6.08) ayuda a comprender un poco mejor la importancia de la Eucaristía para los católicos.

Carta de un oyente:
“Querido Padre

“En cada parroquia que he tenido, se pide a la gente que se cojan la mano al rezar el Padrenuestro. Conozco a muchos que obviamente están incómodos o son reacios a unirse a eso, pero lo hacen de todos modos. Soy uno de esos individuos. Cuando expreso mis sentimientos sobre eso, la gente me pregunta: “¿Por qué eres tan quisquilloso?” o “¿Por qué no puedes aceptarlo?” Me dicen que podría ser un abuso, pero que aún si lo fuera, no sería uno muy grande.

Siendo un converso del protestantismo al catolicismo, tengo grandes deseos de atender una Misa que no tenga abusos. ¿Es esto un abuso? ¿Qué tal si yo y otra persona que estamos hartos de esto imprimimos un pequeño artículo sobre las razones por las cuales cogerse de las manos es un error y lo dejamos en la cesta de la colecta? ¿Sería una buena idea? [dice el P. Trigilio: “No.”] Gracias por su respuesta y la energía que pone en cada programa. Que Dios le bendiga, Bob.”

P. Trigilio: “Bueno, Bob, no uses la cesta de la colecta como un medio de expresar su opinion ni siquiera su aversión de algo. No está allí para eso. Lo que necesita hacer es hablar con el sacerdote, hacer una cita para hablar con él, escribir una carta si lo desea, explicando su vacilación a hacer eso e indíquele que no hay nada en las Instrucciones Generales del Misal Romano que diga que ésta sea una opción viable (cogerse de las manos).

Es algo que se ha metido sigilosamente en la experiencia americana (Nota del editor:  también lo vemos en latinoamérica). No se ve esto en Europa. Se ve en Norteamérica, particularmente en los Estados Unidos, la costumbre viene de que la gente que va a grupos de oración en los cuales, cuando se reza -fuera de la Misa- la gente se coge de la mano, eso es bueno porque es un gesto muy emotivo, un gesto muy simbólico. Pero, en la Misa cada gesto es determinado por la Iglesia y sus rúbricas. O sea que por eso tenemos partes particulares de la Misa en las que nos arrodillamos, partes en las que nos levantamos, partes en las que nos sentamos, y no hay mención en las rúbricas de una parte en que nos cogemos de la mano al rezar el Padrenuestro.

“Claro que hay gente que dice: “¿Qué importa eso?” Lo que importa es esto: la razón por la que la gente se coge de la mano durante el Padrenuestro en otras tradiciones de fe es que no tienen la Presencia Real [de Cristo]. No hay una Comunión real y válida que en efecto les une, pero los católicos nos unimos en la Comunión, no cuando nos cogemos la mano”.

P “Eso es exáctamente lo que creo es el argumento más fuerte contra la práctica de cogerse la mano durante la Misa. En la mayoría de los servicios dominicales protestantes no tienen Comunión. Tienen una prédica durante el servicio de la Palabra del Señor y en cierto momento podrían o ciertamente si tienen “comunión”, se cogerán las manos. Es en cierto modo una práctica protestante, de todas formas, y la experiencia principal de la Misa católica es la Consagración y la Comunión. Allí es donde mostramos nuestra unidad. Allí es donde nos unimos a Cristo por nuestro sacerdocio común en el Señor y lo de cogerse la mano es obviamente una distracción de eso. O sea que logramos nuestra unidad por Cristo, mientras que ellos consiguen su unidad a través de este cogerse las manos.”

P. “Es una fraternidad que es buena cuando se ve a ese nivel, [de la oración privada] pero cuando se ve en la esfera sacramental, es el mismo Cristo en su Presencia Real el que nos une. Y como le digo a la gente, no es sólo un asunto menor porque si empezamos a permitir que pasen cosas que no están permitidos, ¿entonces qué pasa con las cosas que se deberían de hacer y no se hacen? Da comienzo a un ‘efecto dominó’. Y si estas personas tienen buenas intenciones, que no lo sé, lo que hace falta es una catequesis apropiada de por qué tenemos la Liturgia.

P.  “De nuevo es la glorificación del sentimiento, John. El hecho de que una persona se ha confesado, se ha preparado para la Eucaristía, está en estado de gracia… está ciertamente unido a otras personas en estado de gracia, mientras quizás alguien que está en pecado grave, ha deatendido los sacramentos…”

P. “¿Y qué pasa con los enfermos y los que no pueden salir de casa? ¿No están unidos porque no cogen las manos de nadie? ¡Claro que no! A veces se convierte en una prueba olímpica… ¿Quién puede estirarse más entre bancos? (P. Levis: “Lo he visto”) ¿por detrás…? Se convierte en una clase de desfile. En cualquier caso, digo que se haga fuera de la Misa pero no en el contexto de la Misa. Sigue lo que nos da la Iglesia como rúbricas apropiadas. Están allí por un propósito. Si quisieran hacer esto los obispos, mandarían una petición a Roma para que fuera esto una opción viable. No lo han hecho.”

P. “Es siempre un jugador grande y fuerte de fútbol americano el que se estira hacia una pequeña anciana de setenta años y le saca de su banco. Distrae la atención bastante antes de la Comunión. Sí, como dice, nuestra atención se debería centrar en Cristo, el sacrificio como nos lo dice el Papa. La Eucaristía es sobre todo un Sacrificio y nuestra unión a ese Sacrificio. Nuestra fraternidad… estamos más en solidaridad por nuestro sufrimiento y nuestras oraciones que en este contexto visible.”


¿Hay algún documento sobre el uso de guitarras y los aplausos en la Misa?
Una pregunta que en nuestros días muchos se pueden hacer, ¿existe respuesta?, sí, te invitamos a leerla.

Pregunta:
Me gustaría saber si hay un documento que haga mención al uso de la guitarra dentro de la Misa y también sobre los aplausos.

Respuesta:
Para entrar en el tema del uso de los instrumentos en la liturgia, y en particular de la guitarra, no estaría de más recordar, como enseña el Card. Ratzinger, que «la liturgia cristiana se define por su relación con el Logos» (seguimos libremente, J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, ed. Cristiandad, Madrid 2001, 171-179). Esto, en un triple sentido:

  1. En la música litúrgica, basada en la fe bíblica, hay una «clara primacía de la palabra». De aquí se sigue «el predominio del canto sobre la música instrumental (que de ningún modo ha de ser excluida)».
  2. El canto logra superar las palabras, que muchas veces no alcanzan para expresar la inefabilidad del misterio, pero no supera la Palabra (el Logos), por lo que se hace necesaria la música. Ahora bien, «la liturgia cristiana no está abierta a cualquier tipo de música». Una música que «arrastra al hombre a la ebriedad de los sentidos, pisotea la racionalidad y somete el espíritu a los sentidos», no eleva al hombre. Por eso la música litúrgica debe ser tal que, superando la sensualidad, eleve el corazón (sursum corda, “levantemos el corazón”).
  3. «La música humana es tanto más bella cuanto más se adapte a las leyes musicales del universo». La liturgia debe ser cósmica, es decir, abierta al canto de los ángeles «que rodean a Dios e iluminan el universo». «Nosotros, al celebrar la Santa Misa, nos incorporamos a esta liturgia que siempre nos precede. Nuestro canto es participación del canto y la oración de la gran liturgia que abarca toda la creación». Por tanto, en la liturgia, los cantos deberían ser tales que se puedan cantar en presencia de los ángeles. Los instrumentos son el coro de las criaturas que acompañan la voz del hombre en la alabanza divina.

Pues bien, sobre estos principios, reformulamos la pregunta: ¿puede utilizarse la guitarra en la liturgia? Creemos que no puede excluirse de plano, sino que su aceptación dependerá del tipo de música que se sirva de ella, y de su modo de ejecución.

En la música litúrgica judía, se utilizaban instrumentos de cuerda para «acompañar» (y subrayamos este verbo, «acompañar») el canto de los salmos. De hecho, «psalterio», viene del griego, «psallein» (traducción del hebreo «zamir», que significa «pulsar» (una cuerda) o «puntear», y salmodiar es cantar con acompañamiento de una cítara o un arpa, o un instrumento afín. De aquí se puede colegir la exclusión de la guitarra «rasgueada», que privilegia el ritmo, y se pone sobre la palabra y al nivel de los sentidos. En efecto, la guitarra así tocada, resuena en el corazón, pero no lo eleva.

Los Papas siempre se han preocupado de corregir los abusos en materia de música litúrgica, sobre todo para que la liturgia no se confunda con una teatralización de tipo operístico. Así, por ejemplo, Benedicto XIV, en la Encíclica Annus Qui, de 1749, delimitó el uso de los instrumentos musicales, admitiendo: «…el órgano, también violones, violoncelos, fagotes, violas y violines» y excluyendo «los timbales, los coros de caza, las trompetas, los oboes, las flautas, los flautines, los salterios modernos, las mandolinas e instrumentos similares, que sólo sirven para hacer la música más teatral». Aquí se circunscriben las guitarras. Sin embargo, la preocupación estaba dirigida no tanto a ciertos instrumentos sino a aquellos que representaban este tipo de música. «De forma semejante, Pío X intentó, entonces, alejar la música operística de la liturgia, declarando el canto gregoriano y la gran polifonía de la época de la renovación católica (con Palestrina como figura simbólica destacada) como criterio de la música litúrgica. Así, la música litúrgica se ha de distinguir claramente de la música religiosa en general…» (J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia…, 169).

Si tenemos en cuenta el uso actual de la guitarra, esto es, para el folclore o canto popular, el canto melódico, incluso, el rock (con la guitarra eléctrica), no parece que sea un instrumento adecuado para la liturgia, pero si se toca con arte y punteando, de manera que sirva de acompañamiento, creemos que podría usarse, como pueden usarse la cítara y el arpa. El problema, de todos modos, estaría en ¿para qué tipo de música que sea apta para la liturgia, puede ser utilizada la guitarra como instrumento de acompañamiento? ¿Y a qué textos velará con su sonido?

Tal vez su uso litúrgico, pues, se vea reducido al acompañamiento de los salmos en la liturgia de las horas, a modo de cítara o arpa. Esto no obsta a que se use este hermoso instrumento para otro tipo de cantos religiosos, pero extra-litúrgicos, así como por ejemplo, en algún tipo de reuniones y jornadas.

La Constitución sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, establece: «Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales.

En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, a tenor del artículo 22, Par. 2, 37 y 40, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles» (n. 120).

En cuanto a los aplausos en la liturgia, digamos, ante todo, que se oponen al decoro y la belleza propios de la liturgia. Se trata del culto de la Esposa de Cristo, en el que deben resplandecer el orden, la mesura, y las manifestaciones contenidas.

Cuando se aplaude, ¿a quién se aplaude? Si se aplaude a una persona por un discurso, o porque ha hecho sus votos religiosos, o se ha casado, o porque ha cantado muy bien, etc, estamos ante una desnaturalización de la liturgia, que es el culto que se tributa a Dios y no al hombre, aunque sea porque se quiera alabar en el hombre, las “maravillas” de Dios, ya nos lo recordaba el ex Pontífice-, «cuando se aplaude por la obra humana dentro de la liturgia, nos encontramos ante un signo claro de que se ha perdido totalmente la esencia de la liturgia…» (El espíritu de la liturgia. Una introducción, J. RATZINGER, ed. Cristiandad, Madrid 2001, 223).

Por el contrario, si es a Dios a quien se aplaude, entonces hay que decir que la liturgia tiene sus modos de alabar a Dios y de expresar el júbilo, y es mediante las aclamaciones, esto es, el canto del Aleluya, del Amen, del Deo gratias, etc. Los aplausos están muy ligados al uso profano. Pongamos un ejemplo. Así como en la liturgia hay modos propios de saludar y no cabe un cotidiano y vulgar “¡Buenos días!”, sino un bíblico (aunque no menos sencillo), “¡El Señor esté con vosotros!”, acompañado de un extender y juntar los brazos por parte del que saluda (como un modo estilizado y litúrgico del abrazo humano), así tampoco caben los aplausos en señal de aprobación o confirmación, o bien como expresión de júbilo, pues estos sentimientos del alma tienen su modo estilizado en las aclamaciones.

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