“Vete primero a reconciliarte con tu hermano...”
- 09 Junio 2016
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Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
San Efrén (Nisibe)
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia, que primero ejerció en Nísibe, su patria, el ministerio de la predicación y la enseñanza de la doctrina, y más tarde, al invadir Nísibe los persas, se trasladó a Edesa, en Osroene, donde inició una escuela teológica con los discípulos que le habían seguido, en la que ejerció su ministerio con la palabra y los escritos. Fue célebre por su austeridad de vida y la riqueza de su doctrina, y por los exquisitos himnos que también compuso mereció ser llamado «cítara del Espíritu Santo».
San Efrén que, durante su vida, alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe, es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920. En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman «Arpa del Espíritu Santo» y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos. A pesar de que no era un hombre de mucho estudio (según otro Doctor de la Iglesia, san Roberto Bellarmino, nuestro santo era «más piadoso que sabio»), estaba empapado en las Sagradas Escrituras y parecía tener un conocimiento intrínseco de los misterios de Dios.
San Basilio le describe como «un interlocutor que conoce todo lo que es verdad»; San Jeronónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos: «Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre». Sin embargo, para mucha gente, el mayor interés en san Efrén radica en el hecho de que a él le debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción. Rápidamente, la música sacra se extendió desde Edessa por todo el Oriente y, poco a poco, conquistó a Occidente. «A los himnos que le dieron fama -dice un escritor anglicano- debe el ritual sirio en todas sus formas, su vigor y su riqueza; a ellos se debe también, en gran parte, el lugar de privilegio que la himnología ocupa ahora en las iglesias de todas partes» (Dr. John Gwynn, en el vol. XIII de «Nicene and Post-Nicene Fathers»).
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis, de Mesopotamia, región ésta que todavía se encontraba bajo el dominio de Roma. Por estas palabras que se atribuyen a Efrén, sabemos que sus padres eran cristianos: «Nací en los caminos de la verdad y, a pesar de que mi mente de niño no comprendía su grandeza, la conocí cuando llegaron las pruebas». En otra parte de ese mismo escrito que puede o no ser auténticamente suyo, nos dice: «Desde temprana edad, mis padres me mostraron a Cristo; ellos, los que me concibieron según la carne, me educaron en el temor de Dios... Mis padres fueron confesores ante el juez: ¡Sí! ¡Yo soy descendiente de la raza de los mártires!»
A pesar de todo esto, se tiene generalmente por cierto que el padre y la madre de Efrén eran paganos y que hasta expulsaron al hijo pequeño de la casa, cuando éste, en su niñez, abrazó al cristianismo. A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, desde entonces, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, san Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325. Tras la muerte de san Jacobo, el joven Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron. Probablemente era maestro o director de la escuela episcopal. Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió ahí, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.
Su aspecto era, por cierto, el de un asceta, según dicen las crónicas: de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía. Sin embargo, un incidente que relatan todos sus biógrafos, nos demuestra que a pesar de su seriedad, sabía apreciar una agudeza, aun cuando le afectara a él. La primera vez que bajó de la cueva para entrar en Edessa, una mujer que lavaba ropa junto al río, levantó la cabeza y se le quedó mirando con una fijeza irritante. Efrén se le acercó, la reconvino severamente por su audacia y le dijo que, en su condición de mujer, lo que convenía era bajar la vista modestamente al suelo. Pero ella no se inmutó y repuso con presteza: «¡No! Eres tú quien debe mirar al polvo puesto que de ahí vienes. Yo no procedo mal al mirarte, puesto que eres hombre y yo vengo de un hombre». Efrén quedó sorprendido por el ingenio rápido de aquella mujer y exclamó: "¡Si las mujeres de esta ciudad son tan listas, cuánto más sabios deben ser los hombres!» Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia. A Edessa la llamaba «la ciudad bendita» y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.
Consideraba como su principal tarea combatir las falsas doctrinas que surgían por todas partes y, precisamente al observar el éxito con que Bardesanes propagaba erróneas enseñanzas por medio de las canciones y la música populares, Efrén reconoció la potencialidad de los cánticos sagrados como un complemento del culto público. Se propuso imitar las tácticas del enemigo y, sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo al mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos por sus propios himnos. A pesar de todo esto, no llegó a ser diácono sino a edad más avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como san Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta. Aunque por otra parte, en su escritos hay pasajes que parecen indicar que desempeñaba un puesto de presbítero.
Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a san Basilio, de quien tanto y tan bien había oído hablar. San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que san Gregorio de Nissa, el hermano de san Basilio, quien escribió un encomio del venerable sirio. Una de las crónicas declara que san Efrén extendió su viaje y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración no está apoyada por alguna autoridad y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos. La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte. Había hambre en toda la comarca y san Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados. Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos. Según las palabras de uno de sus biógrafos más antiguos, «Dios le había dado la oportunidad de ganarse una corona al término de su existencia». Evidentemente, agotó sus energías en aquellos menesteres, puesto que, terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más. Las «Crónicas» de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el 379.
San Efrén fue un escritor prolífico. Entre las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio. Se las puede agrupar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso. Sozomeno afirma que san Efrén escribió treinta millares de líneas. Sus poemas más interesantes son los «Himnos Nisibianos» (carmina nisibena), de los que se conservan setenta y dos de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias. Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo. Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que, en la actualidad no existe más que en su traducción al armenio, no obstante que, en fechas recientes, se descubrieron en Mesopotamia, algunos fragmentos antiguos escritos en griego.
A pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de san Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos a formarnos una idea sobre el hombre que fue. Lo que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente humano con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención. Se diría que se anticipa a esa actitud de emocionada devoción ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el Occidente antes de la época de san Francisco de Asís. Es conveniente dar aquí algunas muestras del lenguaje de san Efrén. Por ejemplo, en uno de sus himnos o comentarios (es difícil clasificar de una u otra manera a estas composiciones métricas), el poeta habla del aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena, de esta manera:
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo! Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto! ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!
¡Oh, lugar santo! Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación. Sólo Él bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para Él. Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento...
0 bien, leamos esta descripción del momento en que Jesucristo fue azotado:
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales. ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento! Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes! Al contemplarlo a Él, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado. ¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas! ¡Un hombre, al que Él había formado, levantaba el látigo! ¡Él, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; Él, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar. El pilar de ignominia fue abrazado por Él, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor. Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.
El documento conocido con el nombre de «Testamento de San Efrén», nos revela más ampliamente todavía el carácter del santo escritor. A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí. San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en el tono emocionado y de profunda humildad que encontrará el lector en los versos que siguen:
No me embalsaméis con aromáticas especias,
porque no son honras para mí.
Tampoco uséis incienso ni perfumes;
el honor no corresponde a mí.
Quemad el incienso ante el altar santo:
A mí, dadme sólo el murmullo de las preces.
Dad vuestro incienso a Dios,
y a mí cantadme himnos.
En vez de perfumes y de especias
dadme un recuerdo en vuestras oraciones...
Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme.
Dadme provisiones para mi larga jornada:
vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios.
Contad hasta completar los treinta días
y entonces, hermanos haced recuerdo de mí,
ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto
sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Diácono y doctor de la Iglesia (c.a. 306-373) Nació en Nisibe, de familia cristiana, hacia el año 306. Se ordenó de diácono y ejerció dicho ministerio en su patria y en Edesa, de cuya escuela teológica fue el iniciador. A pesar de su intensa vida ascética, desplegó una gran actividad como predicador y como autor de importantes obras, destinadas a la refutación de los errores de su tiempo. A él le debemos la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia como una importante característica del culto y un medio de instrucción. San Efrén fue un escritor prolífico; son obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, todas escritas en verso. año 373.
Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo. Murió e
Oremos
Señor, tú que, con la luz del Espíritu Santo, inspiraste himnos admirables a San Efrén, diácono, para cantar los santos misterios y, con la fuerza de este mismo Espíritu, lo llevaste a entregar su vida a tu servicio, llénanos también a nosotros con la luz del Espíritu Santo, para que nuestra alma proclame tu grandeza y nuestro espíritu se alegre, cantándote a ti, nuestro Salvador. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo Pequeño Tratado sobre la oración, 8-9; PG 11, 441-443
“Vete primero a reconciliarte con tu hermano...”
Nadie puede alcanzar nada por la oración si no ora con buenas disposiciones y con una fe recta...No es cuestión de hablar mucho... No se trata de venir a la oración con un alma turbada por los resentimientos. Uno no se puede imaginar que alguien venga a la oración sin preparar su interior. Tampoco se puede imaginar que alguien venga a la oración para pedir el perdón de sus pecados y no haya perdonado antes de todo corazón a su hermano...
En primer lugar, pues, el que se dispone a orar hará bien en adquirir una actitud que le ayude a ponerse en presencia de Dios y a hablarle como a alguien que le ve y que está presente. Hay imaginaciones y recuerdos de acontecimientos pasados que estorban al espíritu si se deja invadir por ellos. Por esto es útil acordarse de que Dios está aquí y que conoce los movimientos más secretos de nuestro interior. Entonces, el alma procura agradar a Dios que está presente, que la ve y que conoce todos sus pensamientos, aquel que escruta los corazones y sondea las entrañas (Sal 7,10)...
Tal como dicen las Escrituras, el que ora levante sus manos puras, que perdone a los que le han ofendido, rechace todo lo que le estorba en el alma y le hace irritarse contra alguien... ¿Quien dudará que este estado del alma es el más favorable a la oración? Pablo enseña esto mismo cuando dice en la primera carta a Timoteo: “Deseo, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos limpias de ira y altercados” (1 Tim 2,8).
Primero reconciliate con tu hermano
Tiempo Ordinario. Pedir a Dios la gracia de saber perdonar y no juzgar.
policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Oración introductoria
Señor, gracias por recordarme que no quieres ofrecimientos ni una oración alejada de la realidad mi vida. Limpia mi corazón de todo resentimiento y amargura, de todo rencor o envidia, con tu gracia podré ser un instrumento de tu paz.
Petición
Señor, concédeme disculpar de inmediato, con un gesto bondadoso, todas las ofensas y pequeñas molestias del día.
Meditación del Papa Francisco
En las tablas de la ley está la ley hacia Dios y la ley hacia el prójimo y las dos van juntas. Yo no puedo decir: ‘Pero, no, yo cumplo los tres primeros mandamientos… y los otros más o menos’. No, si tú no haces estos, esos no puedes hacerlos y si tú haces eso, debes hacer esto. Están unidos: el amor a Dios y el amor al prójimo son una unidad y si tú quieres hacer penitencia, real no formal, debes hacerla delante de Dios y también con tu hermano, con el prójimo.
Y como dice el apóstol Santiago, puedes tener mucha fe pero si no haces obras, no sirve de nada. Uno puede ir a misa todos los domingos y comulgar, y se puede preguntar: ¿cómo es tu relación con tus trabajadores? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿También pagas la contribución para la pensión? ¿Para asegurar la salud?
Esos hombres y mujeres de fe que dividen las tablas de la ley: ‘sí, sí, yo hago esto’ - ‘¿pero tú das limosna?’ - ‘sí, sí, siempre envío el cheque a la Iglesia’ - ‘Ah, muy bien. Pero a tu Iglesia, en tu casa, con los que dependen de ti -ya sean hijos, abuelos, trabajadores- ¿eres generoso, eres justo?’ Tú no puedes hacer ofrendas a la Iglesia sobre los hombros de la injusticia que haces con tus trabajadores. Esto es un pecado gravísimo: es usar a Dios para cubrir la injusticia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de febrero de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Jesús habla de la realidad dándole un nuevo sentido, iluminándola con el espíritu de la Ley. Para ejemplificar el amor al prójimo, habla de la historia del buen samaritano y concluye, ahora "ve y haz tú lo mismo". Y cuando baja a los detalles de la vida cotidiana sabe que la mayoría de sus oyentes podrían ser protagonistas en sus ejemplos...
Si es verdad que el amor es el primer mandamiento ¿cómo se pone en práctica? Jesús nos ilustra con tres casos.
Constituyen el primer grado, lo que hay que evitar. El insulto, la enemistad y la querella contra el prójimo no serán propias de un cristiano. Pero más allá del precepto negativo "no matarás"... se nos abre el horizonte ilimitado del amor al prójimo.
El primer paso es evitar esas tres actitudes, pero Jesús no se detendrá en ellas mas que como un mero paso intermedio, él va más allá. Por tanto es un buen momento para hacer nosotros también nuestro propio examen de conciencia. Para preguntarnos, a la luz de la fe, ¿qué hay de todo esto en mi corazón? Saber perdonar, no guardar rencores e imitar con ello a Jesucristo es exigente, pero al mismo tiempo liberador.
La gracia de Dios nos impulsa a ello, es una obra propia del Espíritu Santo, si le dejamos actuar en nuestra alma.
Propósito
Si estoy distanciado de alguna persona, dar el primer paso para la reconciliación.
Diálogo con Cristo
Lo que cultivo en mi corazón, bueno o malo, va floreciendo y eventualmente se manifiesta en mis acciones. Gracias, Jesucristo, Tú me has enseñado a amar y a buscar la santidad. Me has dado la fe, la esperanza y la caridad para sostenerme y orientarme hacia la fuente de tu gracia, para poder vivir el amor diariamente. María, madre de la misericordia, ayúdame a cultivar un corazón semejante al tuyo
La intercesión de los santos
¿Por qué los católicos rezamos a los Santos? Analicemos un argumento comúnmente usado contra la intercesión de los Santos:
¿Por qué los católicos rezamos a los Santos? Los católicos no creemos que los santos tengan ´poderes especiales´ que compitan con Dios. Simplemente creemos que al morir están con Cristo, y siguen siendo parte de la Iglesia: Siguen rezando a Cristo por nosotros, porque siguen estando vivos.
Cristo. El Único Mediador entre los Hombres y Dios Padre.
Bien, analicemos un argumento comúnmente usado contra la intercesión de los Santos: "Jesucristo es el único mediador". Analicemos más a fondo la lógica de nuestros hermanos evangélicos:
1. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres.
2. Los católicos dicen que María es intercesora ante Jesús.
3. ¡Pero Jesús es Dios!
4. Entonces María es otro mediador entre Dios y los hombres.
5. Así que "según los católicos", Jesús NO es el único mediador entre Dios y los hombres. (De hecho es según el malentendido protestante del catolicismo)
6. Por lo tanto, lo que dicen los católicos de la intercesión, es herético y antibíblico.
Bueno... analicemos esto más de cerca:
1. Jesús es Dios.
2. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres.
3. ¿Pero para qué mediaría Jesús ante sí mismo? ¡Eso no es mediación!
4. Por lo tanto, la mediación entre Dios y los hombres, perteneciente a Jesús, tiene que ser entre Dios Padre, y los hombres.
Si Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, es porque es Dios y hombre. En cualquier caso, la intercesión de los santos no interfiere con la única mediación, porque los santos no dejan de ser hombres (humanos).
Ahora regresemos al contexto. Jesús es el único mediador entre Dios Padre y los hombres. Cuando Pablo habla de Jesús como mediador, muy pocos sabían que Jesús es Dios. Antes de mostrar que Jesús es Dios (y eso lo hizo san Juan, no san Pablo), uno tenía que probar que Jesús es el Mesías esperado del pueblo hebreo. El Cristo. En otras palabras, cuando san Pablo habla de Dios, se refiere al Padre. Incluso Jesús había dicho que su Padre era a quien los judíos llamaban "su Dios".
¿Es esto una herejía? Lo dudo. ¿Puede aplicarse la intercesión de los santos aquí? Obvio que sí, otro argumento menos contra "rezar" a los santos.
Ahora, ¿qué tipo de exclusividad tiene esta mediación? Obviamente no es una mediación de conseguir milagros de Dios, o la ayuda de Dios, porque también los ángeles nos ayudan, como ayudaron a Lot en Sodoma, o cuando un ángel rescató a san Pedro de la cárcel, o, si incluimos otros relatos, cuando el arcángel Rafael ayuda a Tobías. Si hablamos de una mediación exclusiva, esto no puede aplicar. Es decir: Una mediación exclusiva en cuanto a pedir milagros, va contra la misma Biblia (como cuando el profeta Elías resucita al hijo de la extranjera). Por lo tanto tenemos que distinguir sobre el verdadero significado de la mediación única de Cristo (lo cual veremos más adelante). El único modo de asociar los milagros con la mediación de Cristo, que no contradiga la Biblia, es que dicha mediación sea difusiva, siendo Cristo el último eslabón.
Nunca dice la Biblia que Cristo sea el único mediador entre alguien y Dios, sino el único mediador entre LOS hombres (en total) y Dios. Es decir: Es Jesús quien envía a los ángeles (o a los Santos). Incluso si Jesús quisiera que María reinara sobre los ángeles, esto no influiría en su mediación, porque ella actuaría en el nombre de Jesús.
Ahora veamos qué pasa con la intercesión. Supongamos que quiero dar a Dios un regalo (una oración). Primero se lo tengo que dar a Jesús, luego Jesús se lo da a Dios. Ahora, supongamos que se lo quiero dar primero a María (humana). Ella se lo da a Jesús (hombre y Dios), y Jesús se lo da al Padre (Dios). Jesús no deja de ser el único mediador entre Dios y los hombres. Entonces la única Mediación es difusiva (no hay de otra). Veamos el siguiente diagrama:
Analicemos primero la figura B de la intercesión. Quizás esta sea tu idea de la intercesión católica. Otras personas reemplazando a Jesús en la intercesión. Bueno, entendiste mal.
Ahora veamos la figura A. Aquí, aunque María y los santos participan en la intercesión, Jesús es un eslabón. Sin este eslabón, no habría Mediación entre Dios y los hombres. Puedes rezarle directamente a Jesús si quieres. Pero, ¿no sería mejor si María, los ángeles y los santos lo hicieran, para que la oración sea más efectiva? (La Biblia dice que la oración del Justo es poderosa. ¿Y quién más justo que los santos para que le recen a Jesús?)
Aquí puedes ver cómo los católicos entendemos la intercesión. Todas las oraciones son dirigidas a María, los ángeles y los santos, y son redirigidas a Dios Padre gracias a la mediación de Jesús.
El verdadero significado de la mediación única de Jesús.
Hasta ahora he rebatido el argumento que cita fuera de contexto, que "Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres". Ahora, para terminar esto, veamos a qué tipo de mediación se refería san Pablo. No señor, no era pedir milagros.
Amonesto pues, ante todas cosas, que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por todos los hombres; Por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador; El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; El cual se dio á sí mismo en precio del rescate por todos, para testimonio en sus tiempos." (1 Tim 2:1-6)
Porque los otros cierto sin juramento fueron hechos sacerdotes; mas éste, con juramento por el que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote eternamente Según el orden de Melchîsedec: Tanto de mejor testamento es hecho fiador Jesús. Y los otros cierto fueron muchos sacerdotes, en cuanto por la muerte no podían permanecer. Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable: Por lo cual puede también salvar eternamente á los que por Él se allegan á Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Heb 7:21-25
Otra vez, Pablo habla de Jesús como mediador de la salvación de los hombres. También habla de la Nueva Alianza. Por eso en la última cena, habla de la sangre de la Nueva Alianza, que es derramada por nosotros (en la cruz).
Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas (Heb 8:6)
Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que interviniendo muerte para la remisión de las rebeliones que había bajo del primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna (Heb 9:15)
Una Nueva Alianza. Jesús es el Nuevo y Eterno Sacerdote, que se sacrificó a Sí mismo para nuestra salvación. Esta es la mediación de la que Pablo habla. A través de Jesús, llegamos al Padre: "Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida. Nadie llegará al Padre si no es por mí" (Juan 14:6)
Esta es la mediación de Jesús. La mediación de la salvación. Ni los ángeles ni los hombres podían reconciliarnos con el Padre. Por eso Pablo dice que Jesús era el único que se podría sacrificar por nuestros pecados. ¿Tiene sentido, no?
Regresemos al concepto de la intercesión (incluso rezar para la salvación de alguien) al diagrama anterior. De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica dice:
´Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad´ (LG 49) (CCC 956).
Notemos que aunque los santos interceden por nosotros, no toman el rol de Jesús como mediador... así como Dios gobierna al mundo a través de los ángeles, Jesús nos ayuda a través de los santos. No es difícil de entender.
Si la gente va a Jesús (p.ej. son ´salvados´, como dicen los evangélicos) por las oraciones de alguien, es porque Jesús escuchó esas oraciones. Las personas también llegan a Jesús por medio de la Iglesia. ¿Quién dice que esta mediación no empezó por el amor del Padre, en el Espíritu Santo?
"¡Pero el Espíritu Santo intercede por nosotros!" Cuando le pides a alguien que rece por tí, (de acuerdo con esta lógica), estás violando esta regla, al "reemplazar al Espíritu Santo" en la oración (¡idolatría!). Todos sabemos que esto es ridículo. Cuando pides por alguien, sabes que es el Espíritu Santo quien pide por él, usándote como un instrumento. ¿Quién dice que el Espíritu Santo deja de actuar en los que ya están en el cielo?
Es ilógico pensar que aquellos que murieron en santidad (que ya tenían el Espíritu Santo), dejaron de tenerlo a la hora de la muerte. Sus cuerpos se separaron de sus almas, de acuerdo, pero esto no afecta al Espíritu Santo en nada.
Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom 8:38-39) (NIV)
En este pasaje de la carta a los Romanos, san Pablo nos dice que la muerte NO nos separará del amor de Jesús (notemos que no incluye el pecado, pero eso es otro asunto). Aquellos que tenían el Espíritu Santo (y no lo perdieron), todavía lo tienen después de la muerte. Así, que cuando los Santos rezan por nosotros, es también el Espíritu Santo quien reza por ellos (y en consecuencia, también por nosotros).
Terminemos con el más claro pasaje de intercesión: La sanación del siervo del centurión.
Y el siervo de un centurión, al cual tenía Él en estima, estaba enfermo y á punto de morir. Y como oyó hablar de Jesús, envió a Él los ancianos de los Judíos, rogándole que viniese y librase a su siervo. Y viniendo ellos a Jesús, rogáronle con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto; Que ama nuestra nación, y Él nos edificó una sinagoga. Y Jesús fué con ellos. Mas como ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos á Él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado; Por lo cual ni aun me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto en potestad, que tengo debajo de mí soldados; y digo á éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y á mi siervo: Haz esto, y lo hace. Lo cual oyendo Jesús, se maravilló de Él, y vuelto, dijo á las gentes que le seguían: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y vueltos á casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. (Lucas 7:2-10)
Bien, veamos lo que pasó:
1. El centurión envió algunos ancianos a pedirle a Jesús que sanara al siervo.
2. Los ancianos hablaron en favor del centurión (dudo que un siervo edificara una sinagoga).
3. Algunos amigos del centurión dijeron a Jesús lo que el centurión les dijo. Repitieron el mensaje.
4. Luego Jesús dijo: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe".
5. Y luego sanó al siervo del centurión.
¿El centurión, EN ALGÚN MOMENTO habló directamente a Jesús? No, y ¡oh sorpresa! Jesús dijo que no había hallado una fe tan grande en Israel! ¡La intercesión sirve! El centurión ha de haber agradecido a sus amigos que enviaron el mensaje. Pero ¿quién hizo el trabajo duro? ¡Jesús! Todo mundo lo sabía. No fueron los amigos los que sanaron al sirviente. Pero cooperaron en su sanación.
Del mismo modo, nuestros hermanos mayores en el cielo, interceden por nosotros ante Jesús, así que Jesús nos salva de peligros para nuestros cuerpos e incluso almas. Recordemos que Jesús salvó la vida del siervo. ¿No es la vida espiritual más importante que la material?
"Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe"
Si los santos están VIVOS, rezando y cuidando de nosotros, ¿por qué no pedirles ayuda? ¿Es acaso la cooperación entre cristianos idolatría? ¿Acaso los santos le roban el crédito a Jesús, sólo porque le piden al mismo Jesús que nos ayude?.
El Papa en Sta. Marta: Insultar es dar una bofetada al alma del hermano
En la homilía de este jueves, el Santo Padre recuerda el mal que hace el pueblo el contra-testimonio de los cristianos
Ciudad del Vaticano).- Es “herético” querer “esto o nada”, no es católico. Lo ha indicado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, centrada en el “sano realismo” que el Señor ha enseñado a sus discípulos. El Santo Padre también ha subrayado el mal que causan al pueblo de Dios los hombres de Iglesia que hacen el contrario de lo que dicen. Por eso, ha exhortado a librarse de ese idealismo rígido que no permite reconciliarnos entre nosotros. Jesús, en el Evangelio del día, indica que “vuestra justicia debe superar la de los escribas y los fariseos”. Y a esta afirmación el papa Francisco ha hecho referencia para explicar la importancia del realismo cristiano. De este modo, el Santo Padre ha afirmado que el pueblo estaba “un poco perdido” porque “esos que enseñaban la ley no eran coherentes” en su “testimonio de vida”. Y Jesús pide superar esto, “subir”. Al respecto pone como ejemplo el primer mandamiento: “amar a Dios y amar al prójimo”. Y ha recordado que quien se enfada con su hermano, deberá ser sometido a juicio.
A continuación, el Papa ha advertido que nos hace bien escuchar esto, en este tiempo donde estamos tan acostumbrados a los calificativos y tenemos un vocabulario tan creativo para insultar a los otros. Esto “es pecado”, es “matar, porque es dar una bofetada al alma del hermano”, a “su dignidad”. Y con amarga ironía ha añadido que a menudo decimos muchas palabrotas “con mucha caridad, pero las decimos a los otros”. Por otro lado, haciendo referencia a la presencia de los niños en el misa, el Pontífice ha exhortado a permanecer “tranquilos”, porque “la predicación de un niño en la iglesia es más bonita que la del sacerdote, del obispo o del Papa”. Así, ha invitado a dejarlo hacer “que es la voz de la inocencia la que nos hace bien a todos”. Retomando la lectura, el Santo Padre ha precisado que Jesús, a este pueblo desorientado le pide que mire “arriba” y vaya “adelante”. Y ha recordado el mal que hace el pueblo el contra-testimonio de los cristianos. En esta línea ha observado cuántas veces algunos sacerdotes, obispos, gente de Iglesia e incluso Papas, dicen cómo hacer las cosas y luego hacen lo contrario. Este es el escándalo –ha reconocido– que hiere al pueblo y no deja que el pueblo de Dios crezca, que vaya adelante. No libera. Por esta razón, el Santo Padre ha recordado que la generosidad y la santidad que pide Jesús “es salir pero siempre, siempre, hacia arriba. Salir hacia arriba”. Esta –ha indicado– es la liberación de la rigidez de la ley y también de los idealismos que no nos hacen bien. En esta línea ha explicado que Jesús nos conoce bien y conoce nuestra naturaleza y nos exhorta a ponernos de acuerdo con el otro cuando tenemos una diferencia con el otro. El Papa ha añadido que Jesús “nos enseña también un sano realismo”. Muchas veces no se puede llegar a la perfección, pero al menos en lo que podamos, ponernos de acuerdo. Y lo ha explicado así: “este sano realismo de la Iglesia católica: la Iglesia católica nunca enseña ‘o esto, o esto’. Eso no es católico. La Iglesia dice: ‘Esto y esto’. ‘Haz la perfección: reconcíliate con tu hermano. No insultarlo. Ámalo. Pero si hay algún problema, al menos poneos de acuerdo, para que no salte la guerra’. Este sano realismo del catolicismo. No es católico ‘o esto, o nada’: eso no es católico. Esto es herético”. Asimismo, ha precisado que Jesús sabe caminar con nosotros, nos da el ideal, nos acompaña hacia el ideal, nos libera de este encarcelamiento de la rigidez de la ley y nos dice: ‘Pero, haced esto hasta el punto que podáis hacer’. Y él entiende bien. Y esto es nuestro Señor, es esto lo que nos enseña”.
El Pontífice ha aseverado que el Señor “nos pide que no seamos hipócritas: no ir a alabar a Dios con la misma lengua con la que se insulta al hermano”.
Finalmente, para concluir la homilía, ha invitado a pedir al Señor “que nos enseñe, primero a salir de toda rigidez, pero a salir hacia arriba, para poder adorar y alabar a Dios; que nos enseñe a reconciliarnos entre nosotros; y también, que nos enseñe a ponernos de acuerdo hasta el punto que nosotros podamos hacerlo”.