Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado
- 13 Junio 2016
- 13 Junio 2016
- 13 Junio 2016
Evangelio según San Mateo 5,38-42.
Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
San Antonio de Padua
San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia
Memoria de san Antonio, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Portugal, primero fue canónigo regular y después entró en la Orden recién fundada de los Hermanos Menores, para propagar la fe entre los pueblos de África, pero se dedicó a predicar por Italia y Francia, donde atrajo a muchos a la verdadera fe. Escribió sermones notables por su doctrina y estilo, y por mandato de san Francisco enseñó teología a los hermanos, hasta que en Padua descansó en el Señor.
A pesar de que Antonio era de nacionalidad portuguesa y había nacido en Lisboa, adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde vivió hasta su muerte y donde todavía se veneran sus reliquias.
Vino al mundo en 1195 y en la pila bautismal se le llamó Fernando, nombre éste que cambió por el de Antonio al ingresar en la Orden de Frailes Menores, por devoción al gran patriarca de los monjes y patrono titular de la capilla en que recibió el hábito franciscano.
Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades. Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes franciscanos que, poco tiempo antes, habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando, que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellos despojos y, al mismo tiempo, nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. Comprendió al punto que, como canónigo regular, nunca llegaría a realizar su aspiración y, desde aquel momento, buscó ansiosamente una oportunidad de poner en práctica sus deseos.
La ocasión se presentó poco después, cuando algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principios de 1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por vientos contrarios, se desvió de la ruta y Fray Antonio se encontró en Messina, la capital de Sicilia. Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y san Francisco, sentado a sus pies, estaba presente. Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués.
Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli. Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no era sacerdote; pero lo positivo es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.
Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a san Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar en varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía.
En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras. Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos. Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función. En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a san Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: «Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla». Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el pulpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del pulpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficientes para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.
Poco después de la muerte de san Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los modernos historiadores no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general del 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó «el Arca de los Testamentos», por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.
Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio. Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de san Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores. Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.
Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de san Antonio comenzó a resentirse y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero. Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad. El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos y pasó a recibir su recompensa en la vida eterna. Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad. Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año desde su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona «O doctor optime» en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a san Antonio «Doctor de la Iglesia».
En este relato tan suscinto ha sido imposible describir o discutir algunos de los muchos milagros atribuidos al santo; pero ya sea que los hiciera o no, durante su vida en este mundo, lo que verdaderamente le ha otorgado el título de "milagroso san Antonio" es la interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte. Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a san Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando san Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos. En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece san Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión se llaman «pan de san Antonio»; esta tradición comenzó a practicarse en 1890. No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba san Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que le obligó a regresar al convento y devolver el libro.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que diste a tu pueblo un predicador insigne del Evangelio en San Antonio de Padua, y un intercesor eficaz que lo asistiera en sus dificultades, concédenos, por su intercesión, que seamos fieles a las enseñanzas del Evangelio y que contemos con tu ayuda en todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Concilio Vaticano II Mensaje a los jóvenes el 7/12/ 1965 (© Copyright 1980 - Libreria Editrice Vaticana)
«Yo os digo, no respondáis al malvado»
En el nombre de este Dios y de su hijo, Jesús, os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías. Luchad contra todo egoísmo. Negaos a dar libre curso a los instintos de violencia y de odio, que engendran las guerras y su cortejo de males. Sed generosos, puros, respetuosos, sinceros. Y edificad con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores. La Iglesia os mira con confianza y amor. Rica en un largo pasado, siempre vivo en ella, y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la historia y de la vida, es la verdadera juventud del mundo. Posee lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas. Miradla y veréis en ella el rostro de Cristo, el héroe verdadero, humilde y sabio, el Profeta de la verdad y del amor, el compañero y amigo de los jóvenes. Precisamente en nombre de Cristo os saludamos, os exhortamos y os bendecimos.
Los reconocerán por el amor
Tiempo Ordinario. Jesucristo ha venido a mostrarnos una nueva forma de ver la vida, basada en el amor por encima del odio.
Oración introductoria
Señor, no puedo quedar indiferente ante esta invitación que me haces a ser más generoso. Que vea tu ejemplo de amor por los demás y me esfuerce por imitarlo.
Petición
Señor Jesús, dame la fortaleza necesaria para vivir tu enseñanza de amor. Ayúdame a darme cuenta de que me invitas a ser más generoso. Que acoja esta invitación de forma que me done a los demás.
Meditación del Papa Francisco
También Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y nos explica la nueva ley, la suya. Lo hace mediante algunas anti?tesis entre la justicia imperfecta de los escribas y los fariseos y la más alta justicia del Reino de Dios. La primera anti?tesis del pasaje de hoy se refiere a la venganza. “Han oído que se les dijo: ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Pues yo les digo: ...si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra”. No sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos de esforzarnos por hacer el bien con largueza.
La segunda antítesis se refiere a los enemigos: «Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: “Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen”. A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacios de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades, en el mundo. (Homilía de S.S. Francisco, 23 de febrero de 2014).
Reflexión
El mundo en que vivimos sería realmente diferente si creyéramos en la fuerza del amor. La experiencia nos demuestra que donde se ha sembrado el rencor, sólo se han cosechado frutos amargos. El amor es la cura para tantos males que padece el mundo. El remedio para la soledad, el abandono y la tristeza es el amor. Con la fuerza del amor nos podemos enfrentar a los retos que nos va a presentar la vida. Un amor que nos libera de nuestro egoísmo y nos ayuda a abrirnos a los demás.
Propósito
Hoy tendré un detalle con algún familiar y perdonaré al que me ofenda.
Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por haberme llamado a formar parte de tus discípulos. Dame la gracia de servir a los demás sin cálculo y sin medida, así como Tú lo hiciste. Tú has dicho: "Nadie tiene mayor amor que aquél que da la vida por sus amigos". Sé que hay muchas personas que esperan ser amadas, y yo estoy dispuesto. Pero este amor perderá su fuerza si Tú no lo alimentas, si Tú no lo alientas. No quiero tener límites en mi amor. Que cuando sirva a las personas con las que convivo, recuerde que te lo estoy haciendo a ti.
El amor se manifiesta mejor con hechos que con palabras. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre Jesucristo)
Alegría y Vida, en la experiencia Antoniana
El experimentar la bondad y misericordia de Dios torna a San Antonio en un hombre de misericordia frente a todos
La primera palabra que usaba San Antonio en su predicación no es cruz ni la última es muerte. La primera palabra es alegría y la última palabra es vida. Comienza siempre por anunciar la alegría de una buena noticia, la liberación plena del ser humano.
¿Por qué esta alegría? Porque los seculares enemigos de la humanidad de Jesús fueron vencidos por la muerte y resurrección: las enfermedades, los pecados, la muerte. Jesús emerge como el más fuerte que vence al fuerte. Así San Antonio manifestará la alegría en la irrupción del Reino entre los que están más distantes de Dios, los pecadores, los pobres, los humillados.
San Antonio, imitando a Cristo, hace una experiencia profundamente placentera de Dios. Dios Padre de infinita bondad ama a los ingratos y a los malos y tiene predilección por los pequeños. Es el Dios de los pecadores, del hijo pródigo, de la oveja perdida, del publicano, del gentil, de la mujer adúltera. A éstos, San Antonio proclama la alegría y la vida nueva de reino: "Dichosos los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios".
Esta experiencia del Dios bondad y misericordia, torna a San Antonio en un hombre de bondad y de misericordia frente a todos, especialmente a los estigmatizados por el sufrimiento y la necesidad. La pasión por el Padre alimentaba cada día en la vida de San Antonio la pasión por los hombres: "¡Sed misericordiosos como el Padre es misericordioso!" ¡Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto!
Era una exigencia en San Antonio que sin un cambio en el modo de pensar y de obrar no se inaugura el Reino ni en nuestro corazón ni en el corazón del mundo. La misericordia y la bondad para con todos, particularmente para con los últimos, libera de las cruces de la vida y hace ligero el fardo de la vida.
San Antonio nos recuerda que el evangelio del Reino de Dios es buena noticia porque causa alegría. Y causa alegría porque, mediante la conversión, la realidad del ruin se hace buena; el hombre que odia se vuelve compasivo; de cerrado sobre sí mismo se abre amorosamente a los demás. Con esta actitud comienza a ser verdad histórica el hecho de que somos hermanos unos de otros y, realmente, hijos del Padre. Es así como comienza a ser realidad el Reino del Padre y a fermentar en nuestro medio.
El mensaje central de San Antonio no consiste en predicar la cruz, ni en crear cruces, ni en legitimar las cruces que unos imponen sobre los hombros de los otros, sino en gestar una forma de vida que evite la creación de cruces para los demás, que libera a los crucificados y confiere un sentido humano y divino para las cruces inevitables de nuestra existencia finita y mortal.
La condenación a muerte de Jesús fue consecuencia de su vida y de sus obras de misericordia. Estas escandalizaron a los piadosos del templo. Para ellos, Jesús había ido demasiado lejos. Intentaron encuadrarlo dentro de los cánones del tiempo; después, procuraron reducirlo al silencio; enseguida lo enemistaron con el pueblo y con las autoridades romanas; lo expulsaron de la sinagoga, excomulgándolo; lo difamaron acusándolo de poseído del demonio, de hereje, samaritano, comilón y bebedor y amigo de gente de mala clase; lo amenazaron de muerte haciéndolo ir al exilio; finalmente, decidieron matarlo, aprisionándolo, torturándolo, sometiéndolo a juicio y crucificándolo en el Calvario. La muerte de Jesús en la cruz no fue para ellos sino un crimen más.
Jesús decide no echar pie atrás, no desistir, ni huir sino ofrecer su vida y sacrificarse.
La muerte no se presentará entonces como castigo sino como expresión de libertad. Él tuvo que atravesar una profunda crisis. Tuvo que asimilar el trauma del rechazo y de la muerte hasta abrazarla con plena decisión de su libertad. A El también le parecía la cruz una ignominia y maldición, pues era el castigo para los falsos profetas.
La muerte fue la consecuencia de la oposición que su vida y sus obras provocaron. La resurrección es el triunfo de la vida de Jesús; aquella vida de entera donación y servicio, aquella vida de intimidad con el Padre hasta el punto de identificarse con El, no podía acabar en la cruz.
Cada existencia humana viene estructurada por el dinamismo pasión. muerte y resurrección. Todo tiene su precio. La vida nunca aparece terminada. Es una tarea que debe realizarse cada día. Obstáculos que deben superarse, deseos frustrados, esperanzas fugaces. Cada uno tiene que aprender a renunciar y a aceptar lo cotidiano pero abriendo camino hacia ascensiones humanizadoras.
San Antonio, con su vida y doctrina, nos exhorta a afrontar las crisis que pertenecen a la estructura de la vida en continuo crecimiento.
“David tiró por tierra a Goliat con la honda y una piedra; así Cristo con la honda de la humanidad y la piedra de la Pasión venció al diablo.” (San Antonio de Padua)
La perfecta creación de Dios
Para conocer y amar a Dios con todo nuestro corazón es importante leer la Sagrada Escritura.
“¿Quién soy yo?, ¿de dónde proviene el ser humano?, ¿qué es la vida?” En el artículo anterior iniciamos un apasionante viaje por la biblia, por el conjunto de libros que los cristianos consideramos como “la palabra de Dios”; ubicándonos en el libro del Génesis, específicamente en el relato de la creación. Cabe destacar que la biblia, como palabra de Dios, no es un libro de fábulas, de historias maravillosas y hasta increíbles, mucho menos es para la entretención, ni para explicarnos aspectos científicos, entre otras cosas. La Biblia, o Sagradas Escrituras es el conjunto de libros compilados por inspiración del Espíritu Santo, en la cual Dios nos habla de Él mismo, de los hombres, y de como Él se relaciona con ellos a lo largo de la historia. Por ende, cuando nos referimos a los relatos de la creación, Dios tiene como propósito instruirnos en la verdad, el amor y en la vida espiritual a través de un lenguaje asequible, con la finalidad que todo ser humano pueda reconocer su maravilloso poder, que tiene por centro su esencia, el AMOR. Hay que recordar que Dios no habla como nosotros, con el sonido de la boca o con gestos corporales; Dios nos habla y se comunica con nosotros de diversas maneras: Por medio de nuestra propia conciencia, por medio de otras personas, por medio de la Iglesia, por medio de la oración, por medio de su Palabra y de muchas otras maneras. Por tal motivo, he decidido hablar de la creación en 2 partes; para que logremos reconocer que Dios nos habla hasta en los relatos que nos sabemos de memoria y que muy probablemente los hemos venido escuchando desde muy pequeños. Con propiedad puedo asegurar que los relatos de la creación son la respuesta que encontró el pueblo de Israel a sus interrogantes, y que dicho sea de paso, el hombre actual las sigue teniendo. ¿Quién soy yo?, ¿de dónde proviene el ser humano?, ¿qué es la vida?, etc.
Como dije en el artículo anterior, publicado tiempo atrás, no pretendo entrar en aspectos teológicos, porque la finalidad de este artículo es descubrir las enseñanzas que se encuentran en los relatos de la creación, para saber qué es lo que Dios nos quiere dar a entender por medio de ellos.
Ahora bien, entrando en cuestión, una de las interrogantes más frecuentes acerca de los relatos de la creación es preguntarse ¿por qué dos historias? A continuación responderé esta interrogante de la manera más sencilla posible y sin entrar en mucho debate teológico para que podamos pasar a la sustancia del texto bíblico. El libro del Génesis fue escrito entre los siglos X y IV a.C. y durante su redacción fue “modificado” por cuatro tradiciones, de acuerdo a las situaciones particulares que vivía Israel durante ese lapso de tiempo, con la finalidad de dar respuestas a los acontecimientos e interrogantes del pueblo desde la óptica de la fe. Estas tradiciones son: Yahvista (porque llaman a Dios, Yahvé), Elohista (llaman a Dios, Elohím), deuterocanónica y finalmente, la tradición sacerdotal. El primer relato es de la tradición sacerdotal, se presenta como un poema litúrgico, una especie de canto, himno o credo, es una narración muy bien organizada, lo cual respalda la teoría que era básico en alguna celebración religiosa.
El segundo relato curiosamente, es más antiguo que el primero, procede de la tradición Yahvista, y probablemente fue redactado en tiempos del Rey Salomón. Este relato de la creación es más informal que el primero, menos ordenado, por consiguiente presenta un lenguaje más popular, pintoresco y familiar. Este relato también, presenta a un Dios que tiene un trato más amigable y cercano con su máxima creación, el hombre. A continuación pasaremos a desglosar los versículos del texto y poder sacar las enseñanzas que nos deja el segundo relato de la creación (Gn 2, 4- 25).
– Gn 2, 4- 6: Lo primero que podemos identificar en este texto es que, Dios posee un nombre, Yahvé; esto complementa lo que mencionábamos acerca de las tradiciones presentes en la redacción del Antiguo Testamento, específicamente el Pentateuco (5 primeros libros de la biblia). Contrario a lo que dice el primer relato de la creación, este nos presenta un lugar seco antes que todo fuera creado, en el capítulo anterior se narra que el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. La enseñanza que podemos sacar del texto es que Dios efectivamente es el que infunde la vida, porque al hablar del agua en forma de lluvia que hace brotar la vida, los arbustos, las plantas; el autor sagrado pretende reafirmar que el don de la vida es dado por Dios, lo interesante del relato es que muestra al hombre como colaborador de la vida. Dios hace llover, crea los manantiales, pero el hombre riega sus cultivos. Podemos afirmar que este relato presenta al hombre como un ser con capacidad de decisión, con libertad para poder cultivar, de poder llevar el agua adonde le plazca, el hombre es cooperador con la creación, contribuye en la formación de la vida que Dios regala. En este texto no vemos al hombre sometido por Dios y a sus reglas, en contraposición con lo que en la actualidad se pretende dar entender acerca de estos hermosos textos, para desacreditar tanto a Dios como la creencia religiosa. – Gn 2, 7: Este versículo nos narra de manera diferente la creación del hombre con respecto a la lectura anterior. En el relato del capítulo 1, no dice como Dios crea al hombre, en cambio, este narra que toma polvo de la tierra y a partir de ahí lo ha forma. El pasaje pretende dar a enseñar que el ser humano posee una naturaleza corporal, por esa razón Dios toma polvo de la tierra, el polvo es el símbolo de nuestra naturaleza corporal, es con el que el escritor sagrado pretende demostrar que efectivamente somos materia. Pero, inmediatamente que Dios forma al ser humano del polvo de la tierra, insufla (sopla) en sus narices el aliento de vida, lo que quiere dar a entender el texto es que, además de tener una naturaleza corporal, también poseemos una espiritual. Entonces podemos decir que un individuo está dotado de una naturaleza corporal y de una naturaleza espiritual, por la primera somos imagen de Dios, ya que él nos pensó así; y por la segunda, somos semejanza de Dios, porque él no es un ser corpóreo, es un ser espiritual (1) Por otro lado, analizando un poco más en este verso, específicamente cuando Dios “sopla” el aliento de vida. Nadie sabe en qué momento específico recibimos este soplo de vida, dice Eclesiastés 11, 5: “Tú no sabes por dónde llegó el espíritu al niño en el vientre de la mujer embarazada: otro tanto ignoras la obra de Dios tomada en su conjunto”.
Biológicamente la vida inicia con la fecundación del óvulo por parte del espermatozoide, tenemos certeza de la parte corporal, pero el momento exacto de la parte espiritual la ignoramos, por tal Iglesia defiende la vida desde el vientre de la Madre, porque al privar a un feto de la vida, estamos rechazando ese “soplo de vida que Dios infunde en el ser humano, con el que somos imagen y semejanza de Dios, dotados de una dignidad humana desde el mismo instante de la concepción. Esta dignidad humana es infinitamente superior a los hechos o situaciones previas a la fecundación; porque la vida del ser humano está ligada a su misma dignidad. – Gn 2, 8- 9: Estos versículos nos enseñan que la perfección de Dios ha llegado a tal grado, que toda la naturaleza cuenta con una armonía excepcional, y el ser humano, está insertado en este mundo sutilmente armónico. Lo realmente cautivante es lo que está en el medio del jardín, “el árbol de la vida” y “el árbol de la ciencia del bien y del mal”; en la mente del autor sagrado, el árbol de la vida es un símbolo del don de inmortalidad que Dios había conferido al primer hombre, y el árbol de la ciencia del bien y del mal, el símbolo de la línea divisoria de la ley moral entre el bien y el mal. De hecho, Adán y Eva, al tomar de la fruta de este árbol, conocieron prácticamente la distinción entre el bien y el mal; de ahí el nombre que le aplica el escritor de árbol de la ciencia del bien y del mal. (2) – Gn 2, 10- 17: Los versículos 10 al 14 son una interpretación de la ubicación adonde el autor sagrado suponía que el jardín del edén había estado ubicado, probablemente era un área en la que él consideraba que se daban las condiciones idóneas para que el jardín del edén estuviese en tal latitud.
Al llegar a los verso 15 y 16, nos damos cuenta que al hombre Dios le concede dominio, autoridad y responsabilidad sobre todo lo creado; es decir, retomamos el concepto de jurisdicción que hablamos en el artículo anterior con el que autor sagrado refleja la supremacía del hombre como creación de Dios, y las responsabilidades que se derivan de esta supremacía. Dentro de las responsabilidades que Dios dejó al hombre sobresale la obediencia total al creador, pero esta obediencia no es impositiva, sino espera del hombre un actuar libre, recto; como aquel que se mantiene en fidelidad a quien ama por sobre todas las cosas. “Pero al mismo tiempo, el hombre debe someterse a la voluntad de Dios, que le pone límites en el uso y dominio de las cosas (cf. Gn 2,16 s.), a la par que le promete la inmortalidad (cf. Gn 2,9 Sg 2,23). El hombre, pues, al ser imagen de Dios, tiene una verdadera afinidad con El. Según esta enseñanza, el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad”. (3)
– Gn 2, 18- 24: Este versículo por demás interesante narra desde otra perspectiva la creación; pero principalmente, lo que el autor pretende enseñar no es más que la sociabilidad del hombre. Según el relato, Dios creó a todos los animales para que el hombre no estuviera “solo” y al ver que estos seres no eran la compañía perfecta, crea a la mujer de la costilla del hombre. El hombre aparentemente tenía todo para ser feliz; sin embargo, hacía falta algo, alguien que poseyera su misma dignidad humana, su misma naturaleza corpórea, y este ser no podía ser otro que la mujer. Al crear a la mujer, Dios crea un complemento, tanto a nivel anatómico, psicológico y espiritual; es por tal motivo que la Iglesia defiende el matrimonio tradicional, porque Dios en su plan amoroso dotó al hombre con la capacidad de amar y de manera peculiar, como lo es el amor conyugal. Este amor es tan fuerte, tan especial que el hombre y la mujer rompen la cotidianidad de su vida para unirse y así formar una nueva familia, continuando con el ciclo de amor, contribuyendo en la creación, utilizando la jurisdicción, la autoridad y la responsabilidad que Dios le ha dado al hombre. Dice Mt 19, 4- 5: “Jesús respondió: “¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne?” Con la cita de Mateo, podemos comprobar como Jesús da vigencia a un texto tan antiguo y a vez refuerza que el hombre está llamado a vivir en comunión de una manera singular como lo es el matrimonio, lo cual es algo bueno y querido por Dios. No vale la pena entrar en el debate sobre la veracidad de la narración, es decir, intentar descubrir quien fue primero, el hombre o la mujer. Lo que realmente importa es discernir qué el hombre y la mujer fueron dotados de la misma dignidad (significado de la costilla), y que por tener la misma dignidad ambos son seres complementarios, y al descubrir esta complementariedad, ambos están llamados a vivir en la unidad como Dios vive en la unidad (misterio de la Trinidad), porque ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios.
– Gn 2, 25: El segundo relato de la creación concluye narrando que tanto el hombre como la mujer estaban desnudos y que no había pena entre ellos. Este texto lo que pretende mostrar es que, Dios creó al ser humano bueno y perfecto, sin corrupción, un ser libre de mancha, puro, totalmente libre de cualquier atadura. Ese es el significado de la desnudez que narra la biblia. El autor utiliza la desnudez corporal, para referirse al mismo tiempo a un aspecto espiritual; es decir, el ser humano se mostraba tal cual era ante su similar y ante Dios. Por eso la importancia de aspectos tan poco valorados hoy en día como la virginidad, la castidad, la exclusividad de las relaciones sexuales para el matrimonio, la fidelidad, etc. Al vivir estos aspectos no solo cumplimos el plan de Dios sino que nos revestimos de ese ser humano bueno y en busca de la perfección, capaz de edificar su espíritu. Solo al vivir estos aspectos Dios alcanza a observar un poco de ese ser humano que un día creó, que lucha por regresar a él, y que da su esfuerzo por serle agradable y cumplir su voluntad; porque la desnudez que narra este versículo es la pureza con la Dios nos dotó en un inicio, y a la cual estamos llamados a regresar al hacer operante en nosotros el plan de salvación en su Hijo, Jesús.
Habiendo terminado de sacar “algunas enseñanzas” de este segundo relato de la creación, dejo una invitación para que puedas formar el hábito de leer las sagradas escrituras; porque al leer las sagradas escrituras no solo lees la historia de la salvación, también aprendes sobre Dios, sobre su pedagogía, encuentras respuestas a las interrogantes más profundas del ser humano. Ten presente que no puedes amar a quien no conoces y la manera de conocer a Dios es mediante la lectura de la palabra. Pero también, no puedes amar con quien no hablas, y la oración es el único medio para hablar con Dios.
En conclusión, ¿Quieres amar a Dios por sobre todas las cosas? Lee su palabra y ora, porque solo así sabrás cual es el plan el que tiene para ti; y créeme, él no te va a decepcionar.