¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

El Papa y la presidenta Park

Pide a Corea que se ponga "a la cabeza en la globalización de la solidaridad"
Papa: "La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente"
¡Muchas gracias por su acogida, que me ha hecho sentir en casa desde el primer momento!

Es una gran alegría para mí venir a Corea, la "tierra de la mañana tranquila"

(José M. Vidal).- Calurosa ceremonia de bienvenida y encuentro del Papa Francisco con la presidenta y las autoridades de Corea del Sur. Tras la acogida de la presidenta, el Papa, en inglés, apuesta por la reconciliación y la paz, porque su búsqueda es "una causa que nos preocupa especialmente". Pide también a Corea que se ponga "a la cabeza de la globalización de la solidaridad".

Bello salón del palacio azul de la presidencia de Corea del Sur. En el estrado, rodeado de flores blancas, dos sillas, separadas por una mesita. A la derecha, un atril. Como fondo, una pantalla. En las sillas, dispuestas en semicírculo, destacan las autoridades coreanas y los obispos del país, presididos por el cardenal Yeom, arzobispo de Seúl.

Media hora antes, el salón está lleno y a la espera. Dos speakers repiten una y otra vez el mismo mensaje: "Dentro de 10, 5, 2 minutos, llegarán la presidenta de la República de Corea y Su Santidad, el Papa Francisco". Nadie se mueve de sus asientos. Y en silencio cuasi religioso.

Entran la presidenta y el Papa. Los presentes se levantan y aplauden. La presidenta se dirige al atril, da la bienvenida al Papa y le agradece su presencia en el país.

El Papa, con auriculares, escucha atentamente el largo discurso de la presidenta, pronunciado en coreano y sin leer y sin apenas gesticular. En primera fila, hace lo mismo el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin.

El Papa responde a la presidenta en inglés. Se pone las gafas y lee despacio y con entonación, como siempre suele hacerlo.
Pide reconciliación y estabilidad en la península de Corea en varias ocasiones. Y lanza un canto a la paz y al diálogo.



Texto íntegro del discurso del Papa

Señora Presidenta,
Excelentísimos Miembros del Gobierno y Autoridades Civiles,
Ilustres miembros del Cuerpo Diplomático,

Queridos amigos:
Es una gran alegría para mí venir a Corea, la "tierra de la mañana tranquila", y descubrir no sólo la belleza natural del País, sino sobre todo de su gente así como su riqueza histórica y cultural. Este legado nacional ha sufrido durante años la violencia, la persecución y la guerra. Pero, a pesar de estas pruebas, el calor del día y la oscuridad de la noche siempre han dejado paso a la tranquilidad de la mañana, es decir, a una esperanza firme de justicia, paz y unidad. La esperanza es un gran don. No nos podemos desanimar en el empeño por conseguir estas metas, que son un bien, no sólo para el pueblo coreano, sino para toda la región y para el mundo entero.
Agradezco a la Presidenta, Señora Park Geun-hye, su cordial recibimiento. Mi saludo se dirige a ella y a los distinguidos miembros del Gobierno. Quiero dar las gracias también a los miembros del Cuerpo Diplomático y a todos los presentes, que han colaborado activamente en la preparación de mi visita. Muchas gracias por su acogida, que me ha hecho sentir en casa desde el primer momento.

Mi visita a Corea tiene lugar con ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática, que reúne a jóvenes católicos de todo este vasto continente para una gozosa celebración de la fe común. Durante esta visita, además, proclamaré beatos a algunos coreanos que murieron mártires de la fe cristiana: Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Estas dos celebraciones se complementan una a otra. La cultura coreana ha sabido entender muy bien la dignidad y la sabiduría de los ancianos y reconocer su puesto en la sociedad. Nosotros, los católicos, honramos a nuestros mayores que sufrieron el martirio a causa de la fe, porque estuvieron dispuestos a dar su vida por la verdad en que creían y que guiaba sus vidas. Ellos nos enseñan a vivir totalmente para Dios y haciendo el bien a los demás.

Un pueblo grande y sabio no se limita sólo a conservar sus antiguas tradiciones, sino que valora también a sus jóvenes, intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente. Siempre que los jóvenes se reúnen, como en esta ocasión, es una preciosa oportunidad para escuchar sus anhelos y preocupaciones. Además, esto nos hace reflexionar sobre el modo adecuado de transmitir nuestros valores a la siguiente generación y sobre el tipo de mundo y sociedad que estamos construyendo para ellos. En este sentido, considero particularmente importante en este momento reflexionar sobre la necesidad de transmitir a nuestros jóvenes el don de la paz.

Esta llamada tiene una resonancia especial aquí en Corea, una tierra que ha sufrido durante tanto tiempo la ausencia de paz. Por mi parte, sólo puedo expresar mi reconocimiento por los esfuerzos hechos a favor de la reconciliación y la estabilidad en la península coreana, y animar estos esfuerzos, porque son el único camino seguro para una paz estable. La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente, porque afecta a la estabilidad de toda la región y de todo el mundo, cansado de las guerras.

La búsqueda de la paz representa también un reto para cada uno de nosotros y en particular para quienes entre ustedes tienen la responsabilidad de defender el bien común de la familia humana mediante el trabajo paciente de la diplomacia. Se trata del reto permanente de derribar los muros de la desconfianza y del odio promoviendo una cultura de reconciliación y de solidaridad. La diplomacia, como arte de lo posible, está basada en la firme y constante convicción de que la paz se puede alcanzar mediante la escucha atenta y el diálogo, más que con recriminaciones recíprocas, críticas inútiles y demostraciones de fuerza.

La paz no consiste simplemente en la ausencia de guerra, sino que es "obra de la justicia" (cf. Is 32,17). Y la justicia, como virtud, requiere la disciplina de la paciencia; no se trata de olvidar las injusticias del pasado, sino de superarlas mediante el perdón, la tolerancia y la colaboración. Requiere además la voluntad de fijar y alcanzar metas ventajosas para todos, poner las bases para el respeto mutuo, para el entendimiento y la reconciliación. Me gustaría que todos nosotros podamos dedicarnos en estos días a la construcción de la paz, a la oración por la paz y a reforzar nuestra determinación de conseguirla.

Queridos amigos, sus esfuerzos como representantes políticos y ciudadanos están dirigidos en último término a construir un mundo mejor, más pacífico, más justo y próspero, para nuestros hijos. La experiencia nos enseña que en un mundo cada vez más globalizado, nuestra comprensión del bien común, del progreso y del desarrollo debe ser no sólo de carácter económico sino también humano. Como la mayor parte de los países desarrollados, Corea afronta importantes problemas sociales, divisiones políticas, inequidades económicas y está preocupada por la protección responsable del medio ambiente. Es importante escuchar la voz de cada miembro de la sociedad y promover un espíritu de abierta comunicación, de diálogo y cooperación. Es asimismo importante prestar una atención especial a los pobres, a los más vulnerables y a los que no tienen voz, no sólo atendiendo a sus necesidades inmediatas, sino también promoviendo su crecimiento humano y espiritual. Estoy convencido de que la democracia coreana seguirá fortaleciéndose y que esta nación se pondrá a la cabeza en la globalización de la solidaridad, tan necesaria hoy: esa solidaridad que busca el desarrollo integral de todos los miembros de la familia humana.

En su segunda visita a Corea, hace ya 25 años, san Juan Pablo II manifestó su convicción de que «el futuro de Corea dependerá de que haya entre sus gentes muchos hombres y mujeres sabios, virtuosos y profundamente espirituales» (8 octubre 1989). Haciéndome eco de estas palabras, les aseguro el constante deseo de la comunidad católica coreana de participar plenamente en la vida del país. La Iglesia desea contribuir a la educación de los jóvenes, al crecimiento del espíritu de solidaridad con los pobres y los desfavorecidos y a la formación de nuevas generaciones de ciudadanos dispuestos a ofrecer la sabiduría y la visión heredada de sus antepasados y nacida de su fe, para afrontar las grandes cuestiones políticas y sociales de la nación.

Señora Presidenta, Señoras y Señores, les agradezco de nuevo su bienvenida y su acogida. El Señor los bendiga a ustedes y al querido pueblo coreano. De manera especial, bendiga a los ancianos y a los jóvenes que, preservando la memoria e infundiéndonos ánimo, son nuestro tesoro más grande y nuestra esperanza para el futuro.

Se trata de un Kia Soul negro, un coche humilde en Corea

Pequeño auto del papa fascina a surcoreanos
La frugalidad y actitud humilde de Francisco han recibido una amplia cobertura en Corea del Sur

El Kia Soul del Papa

Los medios de comunicación surcoreanos informaron ampliamente que el papa pidió el coche surcoreano más pequeño durante su visita

La elección de vehículo del papa Franciscodurante su visita de cinco días a Corea del Sur ha sorprendido a muchos en este país donde los personajes importantes rara vez salen a la calle en cualquier vehículo que no sea un auto lujoso.

Después de su llegada el jueves, el papa salió del aeropuerto en un compacto negro Kia que muchos surcoreanos considerarían un medio de transporte demasiado humilde para una gran figura mundial.

Con la transmisión televisiva en directo, el papa subió al asiento trasero del Kia Soul con forma de caja, bajó la ventanilla y saludó. Rodeado de unos pocos sedanes negros más grandes, el coche compacto del papa se dirigió a Seúl.

La frugalidad y actitud humilde de Francisco han recibido una amplia cobertura en Corea del Sur, un país altamente competitivo que celebra ostentosas muestras de estatus y riqueza. Este rasgo nacional se puede ver en un auge de sectores como la tutoría privada y la cirugía plástica.

Las imágenes del pontífice sonriente dentro de un auto modesto conmovieron a la gente. Un surcoreano tuiteó el mensaje "El papa anduvo en el Soul porque está lleno de alma": un juego de palabras porque "soul" significa "alma" en inglés.

Para el hombre al que han llamado "el papa del pueblo" la elección tiene sentido. Francisco ha evitado los papamóviles blindados que sus predecesores utilizaban en viajes al extranjero e instó a los sacerdotes de todo el mundo a viajar en autos no ostentosos.

Dentro del Vaticano, Francisco prefiere un Ford Focus azul o, cuando está en la Plaza de San Pedro, un vehículo blanco descapotado que le permite un contacto más cercano con los fieles.

Los medios de comunicación surcoreanos informaron ampliamente que el papa pidió el coche surcoreano más pequeño durante su visita. El Soul es el segundo modelo más pequeño de Kia y al parecer ofrece más espacio para las piernas que otros coches compactos.
Ya de por sí entusiasmados por la primera visita papal en 25 años, los surcoreanos parecieron fascinados por el automóvil modesto en que se movilizó el visitante. "Me siento honrado de que el papa Francisco no esté en un vehículo blindado", comentó Shon Cho-eun, estudiante cristiano. "Espero que llegue a salvo y nos deje mensajes positivos". (RD/Agencias)

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. 

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense 
Sermón 1 para la Asunción, 1-4; SC 202 María, madre de los vivientes

Ven, tú al que escogí, en ti estableceré mi trono" (liturgia latina)… "Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios" (Sal. 65,5); mucho más, vivirás en ellos, reinarás en ellos y colocarás en ellos el trono de tu realeza. Y, por supuesto, María es bienaventurada entre todas las bienaventuradas, ella que ha sido escogida antes que todos los demás santos. El Señor la eligió como morada, diciendo: "esta es mi mansión por siempre, aquí que viviré, porque la deseo" (Sal. 131,14). Durante nueve meses vivió en ella; durante numerosos años vivió con ella y le estuvo sometido… Ahora, viviendo en ella y con ella para siempre, de manera que sobrepasa nuestra comprensión, la llena de la gloria que ven los bienaventurados. Le da exteriormente la gloria en su cuerpo; interiormente, imprime en ella la gloria del Verbo…

Esta Virgen madre única, que se vanagloria de haber dado a luz al Hijo único del Padre, estrecha con amor al mismo Hijo único con todos sus miembros (Ef. 5,30), y no enrojece de ser llamada la madre de todos aquellos en los que ve a Cristo ya formado o en formación. La primera Eva… ha sido llamada "madre de todos los vivientes" (Gn 3,20), pero en realidad fue… la madre de los que mueren… Y porque esta primera Eva no pudo realizar fielmente lo que significa su nombre, es María quien realizó este misterio. Como la Iglesia cuyo símbolo es, María es la madre de todos los que renacen a la vida.

Sí, es la madre de la Vida que hace vivir a todos los hombres (Jn 11,25; 5,25s). Dando a luz la Vida, hizo nacer en cierta manera a una vida nueva a todos los que debían encontrar su vida en esta Vida… Por eso la madre bienaventurada de Cristo, sabiéndose madre de los cristianos por este misterio, se muestra también madre de todos por su solicitud y su ternura… Y ahora "vivimos al abrigo" de la Madre "del Dios " altísimo" permanezcamos “bajo su protección, al amparo de sus alas " (Sal. 90,1; 16,8). Más tarde, compartiremos su gloria
 y seremos acogidos en su corazón, ya que el Rey de la gloria puso en ella su trono.

15 de agosto 2014 Viernes La Asunción de la Virgen Ap 11, 19a; 12, 1-6a-10ab

Hoy podemos cantar cuán grande María y, con todo, podemos tener la sensación de que las palabras se nos harán achaparradas para expresar el don de Dios en Ella, y, a través de Ella, a todos nosotros. La Iglesia utiliza las palabras del Apocalipsis en el que se describe la lucha triunfante de la mujer sobre el dragón. El texto termina así: «Ahora es la hora de la victoria de nuestro Dios, la hora de su poder y de su Reino, y el de su Cristo." Señor, que cuando miramos María, admiramos su grandeza y el tu don inmenso. Seremos acogidos en su corazón, ya que el Rey de la gloria puso en ella su trono.

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.

La Asunción de la Santísima  Virgen al Cielo. Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado a tantas personas tristes, y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber los apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo a la eternidad. Los apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición. Pero Tomás, Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían vuelto de sepultar a la Santísima Madre.- Pedro -dijo Tomás- no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso en esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Y Pedro aceptó. Se fueron todos hacia su santo sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir, de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosa música en el aire.- Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen, encontraron solamente... una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a su Madre Santísima y la había llevado al cielo. El 10 de noviembre de 1950 el Papa Pío XII declaró que el hecho de que la Virgen María fuera llevada al cielo en cuerpo y alma es una verdad de fe que obliga a ser creída por todo católico.- San Alfonso Rodríguez vio un 15 de agosto cómo fue la recepción de la Santísima Virgen en el cielo el día de su llegada, y quedó extasiado, inmensamente emocionado. San Esteban, Rey de Hungría, celebraba con mucha solemnidad la fiesta de la Asunción de María el 15 de agosto, y ese día fue llevado por Dios a la eternidad.- San Juan Berchmans, y San Estanislao de Kostka, jóvenes jesuitas, deseaban ir a celebrar en el cielo la fiesta de la Asunción. San Juan Berchmans murió el 14 de agosto, y San Estanislao en la mañana del 15, con el rosario en la mano y pronunciando los santísimos nombres de Jesús y María, y fueron a celebrar la gran fiesta de Asunción al cielo.   Santa Teresa dice que vio un día de la la Asunción cómo fue la llegada de la Santísima Virgen al cielo y que desde entonces quedó con el inmenso deseo de sufrir y trabajar con conseguirse un puesto en el paraíso.  "Y apareció en el cielo una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y 12 estrellas a su alrededor. Más impresionante que un ejército en orden de batalla". ( Apocalipsis, 12)

Asunción 1. María en el cielo, un dogma de vida

Para gran parte del pueblo católica, ésta es con la Inmaculada lafiesta de María. La Inmaculada marca el comienzo de su historia, la Asunción la Meta. Entre ambos términos queda el transcurso de su vida, que ha sido lo más importante, al lado de la vida de Jesús.

Este “dogma” de la Asunción se inscribe en el misterio de la Resurrección de Jesús, abierta a todos los creyentes, es decir, a todos aquellos que la aceptan. En la conciencia de la Iglesia Católica, María, su madre, ha sido la primera que ha resucitado con él (no en sentido cronológico, sino en sentido humano).
En esa línea, lo que se dice de María puede aplicarse de algún modo a todos los cr que nacen de Dios como personas (llamados a la Vida) para culminar (por un tipo de Asunción de cada uno)..

Significativamente, en esta fiesta de la Asunción de María la Iglesia proclama el evangelio de Magníficat, que no trata de la vida de María en el cielo, sino de la exigencia de transformación de los hombres en la tierra:

¡Derriba del trono a los potentados, eleva a los oprimidos, a los hambrientos los colma de bienes, a los ricos los despide vacíos…

De ese Evangelio de la Asunción (de María en la tierra) trataré mañana. Hoy quiero comentar el sentido más teológico de esta fiesta, tomando como base los apuntes que he tomado para escribir el libro de Santa María de la Carne al que ayer aludí. Buena fiesta a todos.

(Imagen: Imagen 1. Grabado de María que me firmó Pedro García Lema (1906-1988), artista místico, gallego de origen, muerto en New York, tras una de nuestras conversaciones sobre el símbolo cósmico de María, hacia el año 1982, que dejé en el Convento de la Merced; al final otra pintura suya, que también me dedicó, recordando conversaciones amistosas sobre Dios y el Arte)

UN DOGMA ANTROPOLÓGICO, UN DOGMA DE MARÍA

Éste es como el de la Inmaculada un dogma antropológico, que nos permite entender la culminación de María, como definió para la Iglesia católica, en lenguaje de su tiempo, el Papa Pío XII, el año 1950:

Pronunciamos, declaramos y definimos que la Inmaculada Padre de Dios, la Siempre Virgen María, cumplido el transcurso de su vida terrestre, fue elevada (Asunta) en cuerpo y alma a la gloria celeste (Denzinger-Schönmetzer 3903).

De esa forma se completa y culmina el paralelo entre María y Jesús (en contraposición al formado por Eva y Adán), al que aludieron ya algunos antiguos Padres de la Iglesia, como Justino e Ireneo. De esa forma aplica a María el don y experiencia pascual de Jesús, algo que en principio no se afirma sólo de ella sino de todos los creyentes, y en el fondo de todos los hombres “salvados”, según el evangelio:

‒ Éste es un dogma pascual. El dogma de la Inmaculada insistía en el nacimiento sin pecado de María. Este nuevo dogma la vincula a la pascua: Resurrección y Ascensión al “cielo”. La declaración no dice cómo murió en sentido externo, de tal forma que algunos han podido afirmar que no murió, sino que fue arrebatada directamente a la Gloria del Cristo, como 1 Tes 4, 17 supone para los justos de la última generación, es decir, de la de Pablo. Pero ése es un tema secundario (aunque en otro tiempo haya sido muy discutido). De un modo u otro, María ha culminado su camino, siendo acogida con Cristo, y así se dice que ha sido asumida (Asunción) y no que se ha elevado por sí misma como Cristo (Ascensión), para destacar su condición de criatura. La iglesia sabe que ella ha culminado su camino, alcanzando así la gloria mesiánica de Dios.

‒ Éste es, también, un dogma anti-helenista, es decir, contrario a un espiritualismo que dividen al hombre, diciendo que en la muerte "el cuerpo vuelve al polvo y el alma vuela al cielo". En contra de eso, María ha vinculado en su vida cuerpo y alma, lo mismo que Jesús, Logos de Dios, de quien se dice que es carne (Jn 1, 14). María es carne, es decir, una vida histórica concreta, que ha nacido por gracia (Inmaculada) y que gratuitamente culmina su existencia, en manos de Dios, con Jesús. La tendencia helenista, dominante en la iglesia, ha venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte, pero que el cuerpo tiene que esperar hasta el momento de la resurrección final. En contra eso, abriendo un camino nuevo de experiencia antropológica y de comunión pascual, este dogma afirma que María ha culminado ya su vida en Dios, por medio de Jesús, en cuerpo y alma, es decir, como carne personal, persona histórica. De esta forma, la mariología nos sitúa en el centro del misterio cristiano, sin separación de cuerpo y alma.

‒ Éste es un dogma abierto a la simbología teológica, como ha destacado la tradición de la iglesia en la escena de la "Coronación de María como reina del cielo y de la tierra". Evidentemente, se trata de una imagen, pero es muy significativa: María es recibida en el misterio de la Trinidad de manera que el Padre y el Hijo unidos la coronan con el Espíritu Santo (que puede aparecer en forma de paloma). De esa manera, ella que es humanidad, persona de este mundo, queda integrada en el misterio de Dios, pero no en nombre propio, sino en nombre y en lugar del conjunto de la historia humana.

Esta definición mariana de la Asunción ha completado el ciclo de las definiciones antropológicas marianas. El dogma de la Inmaculada suponía que Dios ha dirigido de manera personal el nacimiento y despliegue de María. El dogma de la asunción añade, de manera consecuente, que

Dios mismo ha querido recibirla (en la pascua de Cristo) tras la muerte.

Según eso, María no ha sido un alma que ha descendido de la altura inmortal, sino una persona histórica, y de esa forma se ha venido realizando a lo largo de un tiempo concreto, que va del nacimiento hasta la muerte. De Dios ha nacido, naciendo de otros hombres y mujeres (de sus padres); en diálogo con Dios y con su entorno (especialmente con Jesús) ha realizado su vida, llegando a ser plenamente en su muerte, que no ha sido una vuelta a la nada, sino una plenitud personal, una apertura en manos de Dios, con Jesucristo:

‒ Jesús ha resucitado como un hombre, como mesías de la nueva humanidad reconciliada, culminando así su camino de Hijo de Dios, condenado por los hombres, pero vivificado por su Padre, que le acoge y transfigura, haciéndose así principio y centro de nueva humanidad reconciliada, mesiánica.

‒ María ha muerto también: ha entregado su existencia en Dios, y Dios le ha recibido en la gloria de su mismo Hijo Jesucristo, en el Espíritu. Así podemos afirmar, en lenguaje simbólico, que ella es la primera de los hombres ya resucitados en el Cristo, la primera (¡no la única!) de aquellos que culminan su camino personal, siendo así recibidos (¡culminados!) dentro del triunfo pascual de Jesús, Hijo de Dios.

El texto ya citado de la definición de 1950 presenta este misterio con palabras teológicas de entonces. Por un lado, para no adentrarse en controversias de carácter teológico, ha evitado hablar de la muerte de María, diciendo «cumplido el curso de su vida terrestre fue asunta...». Por otro lado emplea categorías de alma y cuerpo, para señalar de esa manera el sentido total, abarcador, de la asunción de María; ella culmina en Dios del todo (en alma y cuerpo) y no sólo en un aspecto separado o parcial de su existencia.

Este uso teológico está determinado por una tradición católica que emplea los conceptos de alma y cuerpo en relación a la persona y vida del cristiano: el hombre «es alma», es decir, un ser viviente espiritual, distinto de la pura materia; el hombre «es cuerpo», ser del mundo que se encuentra integrado en el proceso vital y material del cosmos. Esos conceptos se han solido emplear de muchas formas, aunque en términos normales han tendido a interpretarse de manera disociada: muchos han visto al hombre como un alma inmortal unida por un tiempo al cuerpo. Por la muerte cesa es unidad y el alma sube al cielo, por los méritos de Cristo, si es que ha sido justa sobre el mundo, mientras el cuerpo se corrompe sobre el mundo hasta la resurrección final. Así se podría decir que sólo María está en el cielo en cuerpo y alma.

TIEMPO DE MARÍA, EL FUTURO DE LA HISTORIA.

Al afirmar que María «ha sido asunta» (asumida, elevada) en la gloria de los cielos tras la muerte, este dogma supone que ella ha entrado en el tiempo pascual de la resurrección de los muertos; ella no es Dios ni tiene eternidad, pero ha recibido en Cristo la forma de existencia plena, como persona ya plenamente realizada. El tiempo no discurre para ella como sobre el mundo, en un camino que avanza sin cesar entre principio (nacimiento) y muerte, sino que se ha cumplido y, de esa forma, integrándose en el Cristo, ella participa de la nueva creación que es la plenitud de Dios para los hombres. En esa línea podemos distinguir tres tipos de «tiempo», si es que puede emplearse en cada caso esa palabra:

‒ Hay un tiempo eterno que es propio de Dios, como amor originario, encuentro de vida sin fin, en forma de Trinidad, antes de la creación y de la historia de los hombres, pero en el fondo de ella. Estrictamente hablando, este es un tiempo “abstracto”, pues de hecho, en la historia de la salvación, Dios se hace tiempo pascual (de plena encarnación) para los hombres.

‒ Hay un tiempo histórico, propio de la vida de los hombres en el mundo, como proceso que discurre del nacimiento hasta la muerte. También este tiempo es “abstracto”, pues los hombres no quedan encerrados en su propio tiempo, sino que se abren en Cristo al tiempo pascual de Dios (a no ser que escojan ellos mismos la muerte).

‒ Hay finalmente un tiempo pascual, que es la plenitud de Dios para los hombres, como unión de los tiempos precedentes; éste es el tiempo propio de Jesús resucitado (en cuanto humano) y de aquellos que acogen su camino y participan de su reino. Es el tiempo de María asunta al cielo.

El tiempo pascual es participación del tiempo eterno, si es que vale esa palabra: los salvados se introducen, siendo creaturas, en el ámbito fundante del misterio, en el campo del amor donde se encuentran y se abrazan el Padre con el Hijo en el Espíritu, por medio de Jesús resucitado. En este aspecto, toda salvación ha de entenderse como «participación trinitaria»: nos unimos a Jesús y desde el fondo de su vida filial, por medio del Espíritu, gozamos de la misma Vida pascual de Dios. Pero, al mismo tiempo, en otro sentido, el tiempo pascual es cumplimiento de la historia. Quizá pudiéramos llamarle «tiempo histórico cumplido», ya ratificado. Por eso, los salvados (o resucitados) son los mismos que han vivido sobre el mundo, pero ya no mueren, sino que comparten con Jesús el tiempo de la resurrección .

En ese sentido decimos que María ha resucitado de los muertos (de la muerte) y de esa forma ha culminado su camino personal, siendo acogida por Dios en la vida y victoria de su Hijo Jesucristo; por eso permanece (vive) desde ahora para siempre, en el tiempo de la pascua, como signo y principio de la nueva humanidad. Pero, al mismo tiempo, acompaña a los hombres que se mantienen todavía en el tiempo de la historia. En su Asunción intervienen, según eso, dos aspectos o niveles que debemos distinguir con cuidado.

‒ María ha muerto: ha culminado su camino y ha entregado vida y alma (o alma y cuerpo) en manos de Dios Padre. De esa forma acaba y ratifica el camino que había comenzado en la “concepción inmaculada” y que se había centrado en un «fiat» (hágase y hagamos) a lo largo de toda su vida.

‒ Dios la ha resucitado, transfigurando su existencia, ofreciéndole el «nuevo nacimiento» en Cristo. Ella no es la redentora (¡no es la resurrección de los muertos! Cf. Jn 11, 25), de manera que no puede presentarse como salvadora (no es el Mesías). Pero por la gracia de Dios, expresada por su Hijo Jesucristo, podemos afirmar que ella ha resucitad, que está Asunta ya en los cielos.

En ella se realizan, de manera ejemplar y fundacional, los aspectos básicos de la «antropología básica» cristiana, tal como fue descrita por de J. Ratzinger en un texto muy significativo:

La idea de inmortalidad expresada en la Biblia con la palabra resurrección indica la inmortalidad de la «persona», del hombre. Se trata de una inmortalidad dialogal (resurrección), es decir, la inmortalidad no nace simplemente de la evidencia de no-poder-morir sino del acto salvador del que ama y tiene poder para realizarlo... El amor pide eternidad, el amor de Dios no sólo la pide, sino que la da y lo es... Mediante la resurrección, la forma bíblica de inmortalidad ofrece una concepción completamente humana y dialógica de la inmortalidad: la persona, lo esencial al hombre, permanece; lo que ha madurado en la existencia terrena de la espiritualidad corporal y de la corporeidad espiritual permanece, de un modo distinto. Permanece porque vive en el recuerdo de Dios. Porque el hombre es quien vive y no el alma separada, el elemento co-humano pertenece al futuro; por eso, el futuro de cada uno de los hombres se realizará plenamente cuando llegue a término el futuro de la humanidad... La resurrección de la carne es la resurrección de las personas (Leiber) no de los cuerpos (Körper)... Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos sino de las personas. Esto no se realiza en el retorno del «cuerpo carnal», es decir, del sujeto biológico, cosa según Pablo imposible («la corrupción no heredará la incorrupción») sino en la diversidad de la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado .

Parece que J. Ratzinger cambió después su manera de enfocar el tema, pero su perspectiva anterior era coherente y refleja una experiencia básica cristiana que resulta muy valiosa para comprender el sentido de la Asunción de María. A partir de ella podemos condensar los dos aspectos de ese dogma, en clave de resurrección cristiana y de realización personal.

‒ La Asunción debe entenderse como resurrección, en el sentido que mostraba J. Ratzinger. María ha vivido en un constante diálogo de amor con Dios y tras la muerte (por la muerte) ese diálogo ha quedado culminado: Dios asume en su misterio de Vida la persona y vida de María por el Cristo, en la gracia del Espíritu; de esa forma ratifica su camino, comenzando a realizar en ella (María “asunta al cielo”) el mundo nuevo del Reino proclamado a través del evangelio.

‒ La Asunción ha de entenderse como culminación personal de María. En los momentos anteriores, ella se estaba realizando, no había llegado aún a su meta. Con la muerte ha culminado su camino: Ella se ha entregado en Dios y Dios ha recibido, en el camino y meta pascual de Jesucristo, toda la trayectoria de su vida a fin de culminarla. Por eso, lo que resucita es «la persona» de María, todo lo que ella ha sido, todo lo que ha ido realizando. No sube al “cielo” el alma «separada» del cuerpo o de los restantes hombres y mujeres de la historia, sino toda su persona, con aquellos que asumen su mismo camino.

Así culmina nuestra visión de los dogmas "católicos" de la Inmaculada y Asunción. Son dogmas que no han recibido, por ahora, el consenso de todas las iglesias, quizá porque nosotros (los católicos) no hemos sabido presentarlos, quizá porque otros (protestantes…) no ven fácil la manera de integrarlos en su visión de conjunto del misterio. Personalmente, pienso que son muy valiosos y que pueden ayudarnos a entender la historia y realidad (la plenitud) del hombre sobre el mundo, pero no pueden imponerse, ni ponerse en el centro de atención de todos los creyentes, especialmente en el diálogo ecuménico.

 


El Papa y las bailarinas en la Jornada de la juventud en Corea

"Cuando en familia se habla la misma lengua, hay esperanza humana"
El Papa a los jóvenes : "Señor, que en Corea no haya vencedores y vencidos, sólo una familia de hermanos"
Promete ocuparse personalmente de la eventual beatificación de los mártires de Camboya

José Manuel Vidal, 15 de agosto de 2014 a las 12:10

Papa: "La búsqueda de la paz por parte de Corea es una causa que nos preocupa especialmente"

El Papa da la bendición y pide a los chavales que recen por él: "No os olvidéis de rezar por mí"

(José M. Vidal).- Tras la misa en el estadio de Dajeon, el Papa se trasladó al santuario de Solmoe, para celebrar un multitudinario encuentro con los jóvenes de Corea y de toda Asia. UN encuentro emotivo y vibrante. Les pidió que no tengan miedo a entregarse a Dios como laicos o como consagrados. Prometió interceder para que se beatifiquen los mártires de Camboya. Y, sobre todo, dio un consejo y una esperanza a los coreanos: "Una familia de hermanos, sin vencedores ni vencidos".

Jóvenes de diversos países de Asia, con sus camisetas multicolores. Tras el saludo del obispo, un coro de músicos y bailarinas interpretan ante el Papa una bella danza. El Papa, emocionado y sonriente, da las gracias con las manos, al estilo oriental.

A continuación, intervienen tres jóvenes,representantes de Camboya, Hong Kong y Corea, que expresan al Papa sus preocupaciones y las de sus pueblos respectivos.

La joven de Camboya le dice al Papa que los que van a misa en su país son acusados de seguir "una fe extranjera". Y recuerda a los mártires camboyanos. Y pide al Papa que vaya también a Camboya a beatificar a sus mártires.

El joven de Hong Kong le pregunta al Papaqué hacer para hacer llegar pacíficamente el amor de Dios a todos los chinos.

La joven coreana, Marina Park, le dice al Papa que, en su país, se vive in capitalismo que olvida los principios morales. Y la gente siente la frustración y la confusión de valores.

Y solicita al Papa que les hable a los jóvenes que viven en el capitalismo de los valores que dan la felicidad. Después, recuerda que Corea es una nación dividida desde 1950 y en el odio recíproco. ¿Qué podemos hacer por la recdonciliación con Corea del Norte?

Un grupo de teatro escenifica, precisamente, ante el Papa el sufrimiento y el dolor provocados por el dinero y el egoísmo.

El Papa se dirige a los jóvenes en inglés.

Pancartas, aplausos, banderas, camisetas con fotos del Papa, caricaturas simpáticas... El encuentro del Santo Padre con los jóvenes este viernes fue un abrazo de emoción y gratitud. El Papa Francisco quiso reflexionar con ellos sobre el lema del viaje "La gloria de los mártires brilla sobre mí" y les recordó que el Señor quiere que su gloria brille en sus vidas y que a través de ellos "ilumine la vida de este vasto Continente". En su discurso, que se llevó a cabo en el santuario de Solmoe donde el Papa fue recibido con numerosos cantos y aplausos, el obispo de Roma advirtió a los jóvenes de que Cristo llama a la puerta de sus corazones y les pide que "vayan por caminos llamando a las puertas de otros, invitando a acogerlo en sus vidas".

Papa Francisco preguntó a los chicos si están dispuestos a decirle que "sí", al Señor, a lo que ellos respondieron con un fuerte "¡Sí!" y con muchos aplausos. Les dio tres consejos para ser verdaderos testigos del Evangelio: confiar en la fuerza que Cristo les da, permanecer cerca del Señor con la oración cotidiana y finalmente que sus pensamientos y acciones estén guiados por la sabiduría de la palabra de Cristo y el poder de su verdad.

Antes del discurso del Papa, muchachos de diferentes países asiáticos le formularon algunas preguntas y preocupaciones de su día a día. Además, todos pudieron disfrutar de diferentes espectáculos de música y baile que amenizaron la jornada.
Incluso en inglés, lentamente, el Papa improvisa e interactua con los jóvenes:

-¿Queréis seguir a Cristo?
-Sí
-¿Estáis seguros?
Y pasa al italiano
"Me ha llegado al alma lo que dijo Marina: si caminar por el camino de la vida religiosa o estudiar para ayudar a los demás".
"Es un conflicto aparente. Cuando el Señor llama a hacer el bien a los demás, ya sea en la vida religiosa o laical. Adorar a Dios y hacer el bien a los demás. Hay muchos que se hacen la misma pregunta. El camino la debe elegir el Señor. Tú debes seguir a Jesús y preguntarle: 'Señor, qué tengo que hascer?"
"Ésta es la oración que un joven debe hacer: 'Señor, qué quieres de mí'. Con la oración y con el consejo de buenso amigos...Incluso el Papa puede dar un buen consejo...encontrar el camino que el Señor quiere para mí".
"Estoy seguro que el Señor os escuchará, incluso a ti, Marina. Gracias por tu testimonio".
"La pregunta no la hizo Marina, sino May".
"May habló también de mártires en su tierra en Camboya"
"Te prometo que me ocuparé, cuando vuelva a casa, de hablar a un gran tipo que se llama Angelo, para que se ocupe de los mártires de Camboya".
"¿No están cansados? ¿Seguimos?"
"Marina hizo una pregunta sobre la felicidad. La felicidad no se compra y, cuando la compras, no dura. No dura la felicidad que se compra. La felicidad del amor es la única que dura"
"El camino del amor es sencillo: amar a Dios y al hermano, al que está cerca de ti, al que necesita amor. ¿Cómo sé que amo a Dios, padre? Si amas al prójimo, si no tienes odio en tu corazón, amas a Dios. Esa es la prueba segura de que amas a Dios"

"Marina hizo una pregunta dolorosa. Y le doy las gracias por haberla hecha: la división entre los hermanos de Corea. Hay una Corea. La familia está dividida. ¿Cómo ayudar a que esta familia se una? Dos cosas. Primero un consejo. Y, después, una esperanza".

"El consejo: rezar. Rezar por nuestros hermanos del Norte. Señor, somos una familia. Ayúdanos a la unidad. Señor, que en Corea no haya vencedores y vencidos, sólo una familia de hermanos. Os invito a rezar juntos por la unidad de las dos Coreas".

"En silencio, rezamos"

"Y la esperanza. ¿Cuál es la esperanza? Corea es una, una familia. Sois hermanos que habláis la misma lengua. Cuando los hermanos de José fueron a Egipto a comprar comida, encontraron un hermano. Porque José recordó que hablaban la misma lengua. Pensad en vuestros hermanos del Norte. Hablan la misma lengua. Y, cuando en familia, se habla la misma lengua, hay esperanza humana"

"Os contaré una bella historia del Evangelio. Aquel hijo que había traicionado al padre y a la familia...en cierto momento, con mucha vergüenza, decidió regresar. Había pensado cómo le iba a pedir perdón a su padre...El Padre lo vio de lejos...Porque todos los días subía a la terraza para ver si regresaba el hijo. Lo abrazó, no lo dejó hablar, ni siquiera le dejó pedir perdón. E hizo fiesta. Es ésta la fiesta que le gusta a Jesús. Soy pecador, padre...Mejor, habrá más fiesta en el cielo. El Padre hará fiesta, una gran fiesta para ti..."

"Ninguno de nosotros sabe lo que le espera en la vida. Podemos hacer cosas malas, muy malas. Por favor, no desesperar. Volved. Volver a casa, porque me espera el Padre. Y si soy muy pecador, hará una gran fiesta. Y vosotros, sacerdotes, abrazad a los pecadores y sed misericordiosos"

"Escuchar esto es bello. Me hace feliz esto. Porque Dios no se cansa nunca de perdonarnos. no se cansa nunca de esperarnos". "Tres cosas: rezar, eucaristía y trabajar por los demás".

El Papa da la bendición y pide a los chavales que recen por él: "No os olvidéis de rezar por mí".

El triunfo definitivo de María

Lucas 1, 39-56. Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Que hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, guía y compañera de camino hasta la eternidad.

Oración introductoria 

María, madre de Jesús y madre mía, tú escuchaste siempre a tu Hijo. Tú supiste glorificarlo y te llenaste de júbilo al saber reconocer a Dios. Estrella de la mañana, refugio de los pecadores, háblame de Él y muéstrame el camino para seguir a Cristo por el camino de la fe. 

Petición 

María, ayúdanos a imitar tu docilidad, tu silencio y escucha. María, háblanos de Jesús. 

Meditación del Papa Francisco 

Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: "Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". María tiene memoria de Dios. En este cántico de María está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma. (S.S. Francisco, 29 de septiembre de 2013)

Reflexión 

Hay, en Jerusalén, dos basílicas cristianas dedicadas a la Asunción de la Santísima Virgen. Una, más pequeña y modesta en su fachada, pero muy hermosa por dentro, se encuentra al lado del huerto de Getsemaní. Está en el fondo del torrente Cedrón y muy cerquita de la basílica de la "Agonía" o de "Todas las naciones". La fachada es cruzada, pero el interior es la cripta de la primitiva iglesia bizantina construida a finales del siglo IV, durante el reinado de Teodosio el Grande (379-395). Y se cree que en este santo lugar yació el cuerpo de la Virgen María antes de ser asunta a los cielos. 

La otra iglesia, ubicada en el Monte Sión, es una de las iglesias católicas más grandes y más magníficas de Jerusalén, y se le conoce con el nombre de "iglesia de la Dormición", pues en ella se pretende recordar y celebrar el "tránsito" de la Virgen de este mundo al otro. Está ubicada a unos cuantos pasos del Cenáculo, en donde nuestro Señor celebró la Última Cena con sus discípulos y en donde instituyó la Eucaristía. 

Otra tradición dice que María murió en Éfeso, bajo el cuidado del apóstol san Juan. Pero no consta, ni parece verosímil que la Virgen se fuera a una ciudad tan lejana, ya anciana, siendo que en Jerusalén tendría a muchos de sus familiares. Además, la antiquísima veneración del sepulcro de la Virgen en Getsemaní y la celebración de la fiesta de la Dormición de María en Jerusalén inclinan la balanza hacia esta afirmación. 

Sea como sea, el hecho es que, desde los primerísimos años de la Iglesia, ya se hablaba del "tránsito" de la Santísima Virgen, de su "dormición" temporal y de su "asunción" a los cielos. Y, sin embargo, aunque era una creencia general del pueblo cristiano, la Iglesia no proclamó este dogma sino hasta el año santo de 1950. Ha sido, hasta el presente, el último dogma mariano. La bula declaratoria de Pío XII reza así: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial". 

La Asunción de María no se contiene de modo explícito en la Sagrada Escritura, pero sí implicítamente. El texto del Apocalipsis que escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy puede ser un atisbo, aunque no tiene allí su fundamento bíblico. Más bien, los Santos Padres y los teólogos católicos han visto vislumbrada esta verdad en tres elementos incontestables de nuestra fe: la unión estrecha entre el Hijo y la Madre, atestiguada en los Evangelios de la Infancia; la teología de la nueva Eva, imagen de la mujer nueva y madre nuestra en el orden de la gracia; y la maternidad divina y la perfecta redención de María por parte de Cristo. Todo esto "exigía" la proclamación de la Asunción de nuestra santísima Madre al cielo. 

En efecto, la persuasión de todo el orbe católico acerca de la excelsa santidad de María, toda pura e inmaculada desde el primer instante de su concepción; el privilegio singularísimo de su divina maternidad y de su virginidad intacta; y su unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde el momento de la Encarnación hasta el pie de la cruz y el día de la Ascensión de su Hijo al cielo, han sido siempre, desde los inicios, los argumentos más contundentes para creer que Dios no permitiría que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro. Ella no podía sufrir las consecuencias de un pecado que no había conocido jamás. 

"Con razón no quisiste, Señor -rezamos en el prefacio de la Misa de hoy- que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro". 

La Asunción de nuestra Madre santísima constituye, además, una participación muy singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección y del triunfo definitivo de los demás cristianos, hijos suyos. 

Ella, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y primicia de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. Y ya desde ahora, María brilla ante el pueblo de Dios, aún peregrino en este mundo, como faro luminoso, como estrella de la mañana, como señal de esperanza cierta, como causa de nuestra alegría, como auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos. ¡El triunfo de María es ya nuestro triunfo! 

Propósito 
¡Acojamos hoy a su regazo maternal y que María santísima, asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, nuestra guía, nuestra protectora y abogada, nuestra reina y nuestra compañera de camino hasta la eternidad! 

Diálogo con Cristo 
"No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si la contemplas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; si ella es tu guía, no te fatigarás; y si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto". Texto de san Bernardo 

María está cerca de cada uno de nosotros

Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, está "dentro" de todos nosotros.

Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con "hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios. 

Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa" en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad. 

María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo. 

Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida. 

Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica», que hemos publicado recientemente, en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran "templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos, como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo. 

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. 

Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. 

Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.

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