«Ser rico ante Dios»

Desenmascarar la insensatez

El protagonista de la pequeña parábola del «rico insensato» es un terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando solo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.

Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Solo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...

El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».

De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Esta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.

Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, solo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?

La crisis económica que estamos sufriendo es una «crisis de ambición»: los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.

Esta crisis no es una más. Es un «signo de los tiempos» que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: «Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel». Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

José Antonio Pagola
18 Tiempo ordinario - C
(Lucas 11,13-21)
31 de julio 2016

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Ecl 1, 2; 2, 21-23; sal 89; Col 3, 1-5; 9-11; Lc 12, 13-21)
AVISOS PARA EL VERANO

Puede parecer que las lecturas de este domingo son contraculturales. Cuando comienza el éxodo del mes de agosto, que para muchos significa el mes de las vacaciones, en el que se proyecta disfrutar de la vida con un mayor consumo de servicios, de bebida y de comida, no parece adecuado ponerse a hacer advertencias restrictivas.

Sin embargo, si se desea descansar, recuperar fuerzas, serenar el alma, gustar la belleza de la creación y disfrutar de las relaciones humanas, es importante no caer en la falsa emulación de aquellos que consumen más de lo que se puede y se debe. El evangelista, como si adivinara el riesgo que se corre durante las vacaciones, aconseja: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.» (Lc).

El exhibicionismo físico y de bienes al final produce tristeza. La medida justa, el equilibrio, la sobriedad, a la hora de plantear el tiempo de descanso, son beneficiosos, y evitan el síndrome posvacacional. ¡Es tan fácil caer en la tentación de aparentar, para demostrar ante los vecinos que se tiene recursos! ¡Que no se es menos!

El tiempo es una realidad transitoria; no solo el tiempo de vacaciones, sino la misma existencia. El salmista pone en nuestros labios una expresión orante, llena de sabiduría: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Sal).

Sin caer en el escepticismo ni perder la alegría que supone gozar de los merecidos días de descanso, es bueno recordar la sentencia: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!” (Ecl).

Los medios de comunicación suelen proyectar durante este tiempo imágenes un tanto frívolas, placenteras, bohemias, como si la vida más deseable fuera la fiesta continua, la extroversión, las experiencias novedosas más excitantes.

¡Ojalá el verano suponga un tiempo para drenar el cansancio y el agotamiento, y ojalá preste energía, ilusión y recuperación de fuerzas! En definitiva, como dice san Pablo: “No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo” (Col).

Conozco a muchas personas que plantean los días de vacaciones como tiempo propicio para la lectura, la oración, la convivencia familiar, en espacios de la geografía interior.

En cualquier caso, te deseo un feliz descanso.

Francisco, vibrante, en la Vigilia de jóvenes

El Papa denuncia la "parálisis del sofá" y recuerda que "tenemos que defender nuestra libertad"
Francisco, ante 1,6 millones de jóvenes: "Nuestra respuesta ante un mundo en guerra tiene un nombre, se llama fraternidad"
"Dios te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo, contigo, puede ser diferente"

Jesús Bastante, 30 de julio de 2016 a las 20:30

No nos pondremos a gritar contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir ni insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, la violencia con más violencia, el terror con más terror

(Jesús Bastante).- Fraternidad. Esa es la respuesta que 1,6 millones de jóvenes dieron ante el llamado del Papa Francisco ante un mundo en guerra. Frente al odio, la división, el consumismo, la juventud "adormecida y atontada", hay que "construir puentes". Y Bergoglio invitó a la marea de gente a hacerlo, en ese mismo momento, de la manera más sencilla: tomándose todos de las manos.

La imagen, con el sol desapareciendo entre el horizonte, resultó impresionante. El Campus de la Misericordia parecía no tener fin, como la propia misericordia que pregona el Evangelio y este testigo de Jesús que es el Papa Francisco. 1,6 millones de jóvenes que traspasaron, montados en los pies de Bergoglio, la improvisada puerta de la misericordia construida en mitad del campo.

El Papa cruzó el dintel con varios jóvenes la puerta, y les pidió que permanecieran, sentados junto a él, a lo largo del altar del Campus de la Misericordia de Cracovia. Antes de sus palabras, tuvo lugar una vigilia con testimonios de tres jóvenes: Rand, de Alepo; Natalia, polaca; y Miguel, paraguayo. La guerra, el vacío y las drogas, como símbolo de algunos de los males que padecen los jóvenes de todo el mundo. Los testimonios se acompañaban con vídeos, y representaciones. El más emotivo fue el del atentado a Juan Pablo II, y el perdón a Alí Agca en la cárcel. Juan Pablo II, Faustina Kowaslka y un tercer testigo, el Papa Francisco. La santa se acercaba a distintos jóvenes, en diferentes situaciones y problemas de sentido en sus vidas, desde el alcohol y las drogas hasta la guerra.

El Papa quiso retomar los sentimientos de los tres jóvenes en su vibrante interpelación. Comenzó por Rand, testigo de una guerra que parece no tener fin, pero que pese a todo reclamaba la oración "por su amado país". "Una historia marcada por el dolor y la guerra, que finaliza con la oración".

Para Francisco, es la oración quien puede unir un mundo dividido. "Venimos de distintas partes del mundo, distintas culturas y pueblos. Somos hijos de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas, luchando por diversos conflictos, o incluso en guerra", subrayó el Papa. "Para nosotros, hoy, aquí, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima. Tiene un nombre, un rostro, una historia". "Hoy la guerra en Siria es el dolor y el sufrimiento de muchas personas, como la joven Rand, que está aquí pidiéndonos que recemos por un país", subrayó Bergoglio.

"Basta de ciudades olvidadas, ya nunca puede haber hermanos rodeados de muerte, sintiendo que nadie les va a ayudar", proclamó el Papa, quien pidió una oración por la guerra de Siria, y por todas las guerras. "Nada justifica la sangre de un hermano, nada es más valioso que la persona que tenemos al lado".

El Papa también agradeció a Natalia y Miguel "haber compartido con nosotros vuestra batallas, vuestras guerras interiores. Nos habéis mostrado vuestras luchas, y cómo hicisteis para superarlas. Sois un signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros". Un plan para el que "no nos pondremos a gritar contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir ni insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, la violencia con más violencia, el terror con más terror. Nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad. Se llama comunión, se llama familia". Dicho esto, Francisco pidió a todos hacer realidad esa fraternidad, levantándose todos, cogerse de la mano y rezar en silencio.

Una oración frente al miedo, que esclaviza y atonta. "El miedo, la angustia, el no sentirse queridos ni valorados. El miedo a no tener otra oportunidad", denunció. Un miedo "que sólo conduce a un lugar: al encierro. Y su hermana gemela, la parálisis", donde "sentimos que no hay espacio para crecer, para crear, para soñar, en definitiva, para vivir. Es uno de los peores males que se nos puede meter en la juventud".

Junto a ella, Bergoglio subrayó otra parálisis, "todavía más peligrosa", la del "sofá". "Cuando confundimos felicidad con un sofá, creemos que para ser feliz necesitamos un buen sofá que nos ayude a estar cómodos, seguros". Un sillón mullido "contra todo tipo de dolores y temores, que nos haga quedarnos en casa.... la 'sofá-felicidad', es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede arruinar la juventud".

Una situación en la que, "poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, embobados, atontados". Recordando sus anteriores palabras sobre los "jóvenes jubilados", el Papa criticó a los "jóvenes adormecidos y atontados" mientras otros, "más vivos pero no más buenos, deciden el futuro por nosotros".

"Para muchos -denunció Francisco- es más fácil tener a jóvenes embobados, es más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos, que responden al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón". El Papa preguntó a los jóvenes: "¿Queréis ser jóvenes adormecidos y atontados? ¿Queréis que otros decidan el futuro por vosotros?¿Queréis ser libres? ¿Queréis luchar por vuestro futuro?.... No estáis demasiado convencidos. ¿Queréis luchar por vuestro futuro?"

"No hemos venido al mundo para vegetar, para pasarla cómodamente, para hacer de la vida un sofá que nos adormezca. Al contrario, hemos venido para dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero muy caro. Perdemos la libertad. No somos libres para dejar huella. Éste es el precio", advirtió Bergoglio, quien volvió a denunciar que "hay mucha gente que quiere que los jóvenes no sean libres. Hay gente que no os quiere, que os quiere atontados, adormecidos, pero nunca libres. Tenemos que defender nuestra libertad".

Frente a esas drogas, las ilegales, pero también las "legalmente aceptadas", el Papa contrapuso la figura de Jesús, "el Señor del riesgo, el Señor del 'siempre más allá'". Un camino complicado, porque "para seguir a Jesús hay que tener coraje, valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que nos ayuden a caminar por caminos nunca soñados, y menos pensados, que abran nuevos horizontes, capaces contagiar la alegría que sale del amor de Dios"

"Andar por los caminos siguiendo la locura de nuestro Dios, que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el preso, en el emigrante, en el vecino que está solo", en cada uno de los rostros en los que está Jesús. "Id por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, personas que piensan, animadores que nos incitan a pensar en una economía más solidaria que ésta".

No es fácil, "eso significa ser valientes, ser libres", y sólo es para unos elegidos. "Sí, es verdad, y esos elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás". Experimentar. "Dios espera algo de ti. Quiere algo de ti, te espera a ti, Dios viene a romper nuestras clausuras, a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Viene a abrir aquello que te encierra. Dios te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo, contigo, puede ser diferente. Si no pones lo mejor de ti mismo, el mundo no será diferente. Es un desafío".

Un reto: cambiar el mundo, que precisa de "jóvenes con las botas puestas, titulares en el campo (no hay espacio para suplentes". Porque "el mundo de hoy os pide que seáis protagonistas de la historia, porque la vida es hermosa siempre y cuando queramos vivirla, siempre y cuando queramos dejar una huella. La historia nos pide que defendamos nuestra dignidad".
"El Señor quiere realizar uno de los mayores milagros", fue concluyendo Francisco, in crescendo, como acostumbra siempre que se encuentra con los jóvenes: "Que tus manos, mis manos, se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo contigo. Y tú, ¿qué respondes? ¿Sí o no?" Porque "su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, no al museo".

Un desafío en el que los jóvenes deben "tener el coraje de enseñarnos a nosotros, los adultos, que es más fácil construir puentes que levantar muros", que " hay que aprender a convivir en la diversidad, en el diálogo, en la multiculturalidad, no como una amenaza, sino como una oportunidad".

Construir puentes. ¿Cómo? "¿Sabéis cuál es el primer puente que podemos construir? Uno que podemos construir aquí y ahora. Estrecharnos las manos. Hacedlo ahora. Daos la mano, todos. Con este puente vamos adelante. Estrechar la mano", un 1,6 millones de jóvenes se dieron la mano y la alzaron al cielo. "Que este puente sea semilla para muchos otros. ¿Te animas? ¿Te animas? ¿Qué respondéis? Quiero ver tus manos y tus pies al Señor que es Camino, Verdad y Vida. El Señor bendiga vuestros sueños".

Estas fueron las palabras del Papa:
Queridos jóvenes,

Es bueno estar aquí con ustedes en esta Vigilia de oración.

Al terminar su valiente y conmovedor testimonio, Rand nos pedía algo. Nos decía: «Les pido encarecidamente que recen por mi amado país». Una historia marcada por la guerra, el dolor, la pérdida, que finaliza con un pedido: el de la oración. Qué mejor que empezar nuestra vigilia rezando.

Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos «hijos» de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra. Otros venimos de países que pueden estar en «paz», que no tienen conflictos bélicos, donde muchas de las cosas dolorosas que suceden en el mundo sólo son parte de las noticias y de la prensa. Pero seamos conscientes de una realidad: para nosotros, hoy y aquí, provenientes de distintas partes del mundo, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene cercanía. Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como el valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país.

Existen situaciones que nos pueden resultar lejanas hasta que, de alguna manera, las tocamos. Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla (del celular o de la computadora). Pero cuando tomamos contacto con la vida, con esas vidas concretas no ya mediatizadas por las pantallas, entonces nos pasa algo importante, sentimos la invitación a involucrarnos: «No más ciudades olvidadas», como dice Rand: ya nunca puede haber hermanos «rodeados de muerte y homicidios» sintiendo que nadie los va a ayudar. Queridos amigos, los invito a que juntos recemos por el sufrimiento de tantas víctimas fruto de la guerra, que recemos por tantas familias de la amada Siria y de otras partes del mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado. Y en este pedido de oración también quiero agradecerles a Natalia y a Miguel, porque ustedes también nos han compartido sus batallas, sus guerras interiores. Nos han mostrado sus luchas y cómo hicieron para superarlas. Son signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros.

Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia. Celebremos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración. Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante el Señor los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera. Pongamos también las «guerras» de ustedes, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón, en presencia de nuestro Dios.

[Silencio]
Mientras rezábamos, me venía la imagen de los Apóstoles el día de Pentecostés. Una escena que nos puede ayudar a comprender todo lo que Dios sueña hacer en nuestra vida, en nosotros y con nosotros. Aquel día, los discípulos estaban encerrados por miedo. Se sentían amenazados por un entorno que los perseguía, que los arrinconaba en una pequeña habitación, obligándolos a permanecer quietos y paralizados. El temor se había apoderado de ellos. En ese contexto, pasó algo espectacular, algo grandioso. Vino el Espíritu Santo y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno, impulsándolos a una aventura que jamás habrían soñado.

Hemos escuchado tres testimonios, hemos tocado, con nuestros corazones, sus historias, sus vidas. Hemos visto cómo ellos, al igual que los discípulos, han vivido momentos similares, han pasado momentos donde se llenaron de miedo, donde parecía que todo se derrumbaba. El miedo y la angustia que nace de saber que al salir de casa uno puede no volver a ver a los seres queridos, el miedo a no sentirse valorado ni querido, el miedo a no tener otra oportunidad. Ellos nos compartieron la misma experiencia que tuvieron los discípulos, han experimentado el miedo que sólo conduce a un lugar: al encierro. Y cuando el miedo se acovacha en el encierro siempre va acompañado por su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida. La parálisis nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros.

Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/kanapa (canapé)». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá/canapé. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá -como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos- que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora. Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. La «sofá-felicidad», «kanapa-szczęście», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, ya que poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros -quizás los más vivos, pero no los más buenos- deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón.

Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad.

Ahí está precisamente una gran parálisis, cuando comenzamos a pensar que felicidad es sinónimo de comodidad, que ser feliz es andar por la vida dormido o narcotizado, que la única manera de ser feliz es ir como atontado. Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad.

Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia. Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a él y a los demás.

Podrán decirme: «Padre pero eso no es para todos, sólo es para algunos elegidos». Sí, y estos elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás. De la misma manera que el Espíritu Santo transformó el corazón de los discípulos el día de Pentecostés, lo hizo también con nuestros amigos que compartieron sus testimonios. Uso tus palabras, Miguel, vos nos decías que el día que en la Facenda te encomendaron la responsabilidad de ayudar a que la casa funcionara mejor, ahí comenzaste a entender que Dios pedía algo de ti. Así comenzó la transformación.

Ese es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti, Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo con vos puede ser distinto. Eso sí, si vos no ponés lo mejor de vos, el mundo no será distinto.

El tiempo que hoy estamos viviendo, no necesita jóvenes-sofá, młody-kanapa, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Sólo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy les pide que sean protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando querramos vivirla, siempre y cuando querramos dejar una huella. La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro. El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo con vos.

Me dirás, Padre, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte.

Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos.

La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal. Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad. Construir puentes: ¿Saben cuál es el primer puente a construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Anímense, hagan ahora, aquí, ese puente primordial, y dénse la mano. Es el gran puente fraterno, y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo... pero no para la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que éste puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella.

Hoy Jesús, que es el camino, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida?
 
Ignacio de Loyola, Santo Memoria Litúrgica, 31 de julio

Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)

Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio de Loyola, presbítero, quien, nacido en el País Vasco, en España, pasó la primera parte de su vida en la corte como paje del contador mayor hasta que, herido gravemente, se convirtió. Completó los estudios teológicos en París y conquistó sus primeros compañeros, con los que más tarde fundaría en Roma la Compañía de Jesús, ciudad en la que ejerció un fructuoso ministerio escribiendo varias obras y formando a sus discípulos, todo para mayor gloria de Dios ( 1556).

Fecha de beatificación: 27 de julio de 1609 por el Papa Pablo V
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV
Breve Biografía

San Ignacio de Loyola supo transmitir a los demás su entusiasmo y amor por defender la causa de Cristo.

Un poco de historia

Nació y fue bautizado como Iñigo en 1491, en el Castillo de Loyola, España. De padres nobles, era el más chico de ocho hijos. Quedó huérfano y fue educado en la Corte de la nobleza española, donde le instruyeron en los buenos modales y en la fortaleza de espíritu.

Quiso ser militar. Sin embargo, a los 31 años en una batalla, cayó herido de ambas piernas por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida.

Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”.

Una noche, Ignacio tuvo una visión que lo consoló mucho: la Madre de Dios, rodeada de luz, llevando en los brazos a su Hijo, Jesús.
Iñigo pasó por una etapa de dudas acerca de su vocación. Con el tiempo se dio cuenta que los pensamientos que procedían de Dios lo dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad. En cambio, los pensamientos del mundo le daban cierto deleite, pero lo dejaban vacío. Decidió seguir el ejemplo de los santos y empezó a hacer penitencia por sus pecados para entregarse a Dios.

A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando.

Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico.

Logró llegar a Tierra Santa a los 33 años y a su regreso a España, comenzó a estudiar. Se dio cuenta que, para ayudar a las almas, eran necesarios los estudios.

Convirtió a muchos pecadores. Fue encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Él consideraba la prisión y el sufrimiento como pruebas que Dios le mandaba para purificarse y santificarse.

A los 38 años se trasladó a Francia, donde siguió estudiando siete años más. Pedía limosna a los comerciantes españoles para poder mantener sus estudios, así como a sus amigos. Ahí animó a muchos de sus compañeros universitarios a practicar con mayor fervor la vida cristiana. En esta época, 1534, se unieron a Ignacio 6 estudiantes de teología. Motivados por lo que decía San Ignacio, hicieron con él voto de castidad, pobreza y vida apostólica, en una sencilla ceremonia.

San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida. Poco después, tuvo que interrumpir sus estudios por motivos de salud y regresó a España, pero sin hospedarse en el Castillo de Loyola.

Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros que se encontraban en Venecia y se trasladaron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Decidieron llamar a su asociación la Compañía de Jesús, porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Paulo III convirtió a dos de ellos profesores de la Universidad. A Ignacio, le pidió predicar los Ejercicios Espirituales y catequizar al pueblo. Los demás compañeros trabajaban con ellos.

El Papa Pablo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebrará la primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedican a predicar y al trabajo caritativo en Italia.

Ignacio de Loyola, de acuerdo con sus compañeros, resolvió formar una congregación religiosa que fue aprobada por el Papa en 1540. Añadieron a los votos de castidad y pobreza, el de la obediencia, con el que se comprometían a obedecer a un superior general, quien a su vez, estaría sujeto al Papa.

La Compañía de Jesús tuvo un papel muy importante en contrarrestar los efectos de la Reforma religiosa encabezada por el protestante Martín Lutero y con su esfuerzo y predicación, volvió a ganar muchas almas para la única y verdadera Iglesia de Cristo.

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, dirigiendo la congregación y dedicado a la educación de la juventud y del clero, fundando colegios y universidades de muy alta calidad académica.



Para San Ignacio, toda su felicidad consistía en trabajar por Dios y sufrir por su causa. El espíritu “militar” de Ignacio y de la Compañía de Jesús se refleja en su voto de obediencia al Papa, máximo jefe de los jesuítas.

Su libro de “Ejercicios Espirituales” se sigue utilizando en la actualidad por diferentes agrupaciones religiosas.

San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV.

¿Qué nos enseña su vida?

  • A ser fuertes ante los problemas de la vida.
  • A saber desprendernos de las riquezas.
  • A amar a Dios sobre todas las cosas.
  • A saber transmitir a los demás el entusiasmo por seguir a Cristo.
  • A vivir la virtud de la caridad ya que él siempre se preocupaba por los demás.
  • A perseverar en nuestro amor a Dios.
  • A ser siempre fieles y obedientes al Papa, representante de Cristo en la Tierra.

Oración

Virgen María,
ayúdanos a demostrar en nuestra vida de católicos convencidos,
una profunda obediencia a la Iglesia y al Papa,
tal como San Ignacio nos lo enseñó con su vida de servicio a los demás.

Amén.



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Jesús Bastante, 31 de julio de 2016 a las 11:55

Un "país puente" entre América del Norte y Sudamérica, entre los océanos Pacífico y Atlántico. Todo un símbolo para unir el norte y el sur, el este y el oeste, en una sola fraternidad humana

(Jesús Bastante).- Como estaba previsto, al término del Angelus, el Papa Francisco proclamó que la próxima edición de la Jornada Mundial de la Juventud, en 2019, tendrá lugar en Panamá. Un "país puente" entre América del Norte y Sudamérica, entre los océanos Pacífico y Atlántico. Todo un símbolo para unir el norte y el sur, el este y el oeste, en una sola fraternidad humana. Cracovia cede el paso a Panamá, que podrá ser el eje de una hipotética visita del Papa a Centroamérica.
En sus palabras finales ante los 1,6 millones de jóvenes, el Papa agradeció a "todos aquellos que han colaborado para el buen desarrollo" de la JMJ, y un "inmenso gracias" a todos los jóvenes. Con un especial recuerdo para Karol Wojtyla: "San Juan Pablo II ha disfrutado desde el cielo, y os ayudará a llevar por todo el mundo la alegría del Evangelio".

Estos días "han sido una «oxigenación» espiritual para que podáis vivir y caminar en la misericordia una vez que hayáis regresado a vuestros países y a vuestras comunidades", apuntó Francisco, quien les pidió "ser testigos de Cristo allá donde vive, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones y en los grupos, en los ambientes de estudio, de trabajo, de servicio, de ocio, donde quiera que la providencia os guie en vuestro camino".

"Con la intercesión de María, invocamos el Espíritu Santo para que ilumine y sostenga el camino de los jóvenes en la Iglesia y en el mundo, para que seáis discípulos y testigos de la Misericordia de Dios", culminó Bergoglio.

Palabras del Angelus:
Queridos hermanos y hermanas,

Al final de esta celebración, deseo unirme a todos vosotros en el agradecimiento a Dios, Padre de infinita misericordia, porque nos ha concedido vivir esta Jornada Mundial de la Juventud. Doy las gracias al Cardenal Dziwisz y al Cardenal Ryłko por las palabras que me han dirigido, y sobre todo por el trabajo y la oración con la que han preparado este evento; y doy las gracias a todos aquellos que han colaborado para su buen desarrollo.

Y un inmenso «gracias» a vosotros, queridos jóvenes. Habéis llenado Cracovia con el entusiasmo contagioso de vuestra fe. San Juan Pablo II ha disfrutado desde el cielo, y os ayudará a llevar por todo el mundo la alegría del Evangelio.

En estos días hemos experimentado la belleza de la fraternidad universal en Cristo, centro y esperanza de nuestra vida. Hemos escuchado su voz, la voz del Buen Pastor, vivo en medio de nosotros. Él ha hablado al corazón de cada uno de vosotros: os ha renovado con su amor, os ha hecho sentir la luz de su perdón, la fuerza de su gracia.

Os ha hecho experimentar la realidad de la oración. Ha sido una «oxigenación» espiritual para que podáis vivir y caminar en la misericordia una vez que hayáis regresado a vuestros países y a vuestras comunidades.

Aquí, junto al altar, hay una imagen de la Virgen María venerada por Juan Pablo II en el santuario de Calvaria. Ella, nuestra Madre, nos enseña cómo la experiencia vivida aquí en Polonia puede ser fecunda; nos dice que hagamos como ella: no desperdiciar el don recibido, sino custodiarlo en el corazón, para que germine y dé fruto, con la acción del Espíritu Santo. De este modo, cada uno de vosotros, con vuestras limitaciones y fragilidades, podrá ser testigo de Cristo allá donde vive, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones y en los grupos, en los ambientes de estudio, de trabajo, de servicio, de ocio, donde quiera que la providencia os guie en vuestro camino.

La Providencia de Dios siempre nos precede. Pensad que ya ha decidido cuál será la próxima etapa de esta gran peregrinación iniciada por san Juan Pablo II en 1985. Y por eso os anuncio con alegría que la próxima Jornada Mundial de la Juventud - después de las dos de ámbito diocesano - será en 2019 en Panamà.

Con la intercesión de María, invocamos el Espíritu Santo para que ilumine y sostenga el camino de los jóvenes en la Iglesia y en el mundo, para que seáis discípulos y testigos de la Misericordia de Dios.

Recitemos juntos ahora la oración del Ángelus.

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