«Partió los panes y se los dio a los discípulos; y los discípulos se los dieron a la gente»
- 01 Agosto 2016
- 01 Agosto 2016
- 01 Agosto 2016
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
San Alfonso María Ligorio
San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que refulgió por su celo por las almas y por sus escritos, su palabra y su ejemplo. A fin de promover la vida cristiana en el pueblo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo, especialmente sobre teología moral, disciplina en la que es considerado maestro, y tras muchos obstáculos, fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente falta de formación. Elegido obispo de Sant'Agata dei Goti, se entregó de modo excepcional a este ministerio, que tuvo que dejar quince años después aquejado por graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera dei Pagani, en Campania, entre grandes sacrificios y dificultades.
San Alfonso nació cerca de Nápoles en 1696. Sus padres eran don José de Liguori, capitán de las galeras del rey, y Doña Ana Cavalieri. Ambos esposos eran tan distinguidos como virtuosos. El santo recibió en el bautismo los nombres de Alfonso María Antonio Juan Francisco Cosme Damián Miguel Gasllar; pero prefería que le llamasen simplemente Alfonso María. El padre de Alfonso, deseaba que su primogénito recibiese una educación muy esmerada y le nombró tutores desde muy niño. Empezó a estudiar jurisprudencia a los trece años y a los dieciséis, por privilegio especial, pudo presentar en la Universidad de Nápoles el examen de doctorado en derecho civil y canónico y obtuvo el título por aclamación. Una leyenda afirma que Alfonso no perdió un solo caso en los ocho años que ejerció la abogacía. En 1717, Don José arregló el matrimonio para su hijo, pero la boda no llegó a celebrarse. Alfonso siguió trabajando como hasta entonces. Durante un par de años, el joven se resfrió un tanto en su vida religiosa y concibió cierto gusto por la vida social, aunque conservó siempre el propósito de no cometer un solo pecado mortal.
Alfonso era muy afecto a oír música en el teatro, pero además se presentaban ahí otros espectáculos indecorosos. Para evitarlos, como Alfonso era muy miope, le bastaba quitarse los anteojos cuando se levantaba el telón, oír la buena música y no ver el mal espectáculo. En la cuaresma de 1722 hizo un retiro en el convento de los lazaristas; ello y la recepción del sacramento de la confirmación en el otoño del mismo año, reavivaron su fervor, de suerte que, en la cuaresma del año siguiente, el joven hizo voto de virginidad y de abandonar el ejercicio de su profesión en cuanto comprendiese que Dios se lo pedía. Pocos meses más tarde, Dios manifestó claramente su voluntad.
Cierto noble napolitano había puesto pleito al gran duque de Toscana para obtener la posesión de una propiedad valuada en una suma altísima. Una de las partes contendientes, probablemente el noble napolitano, solicitó los servicios de Alfonso, y el discurso que éste pronunció en favor de su cliente, impresionó mucho a la corte. Pero cuando Alfonso terminó de hablar, eI abogado de su adversario se contentó con decirle: «Todo vuestro discurso ha ido inútil, porque no habéis mencionado el punto del que depende esencialmente la solución del caso». Alfonso le pidió la prueba de ello, y el abogado le tendió un documento que Alfonso había leído varias veces, pero sin caer en la cuenta del sentido del párrafo subrayado. La cuestión que se trataba de aclarar era si la propiedad estaba sujeta a la ley de Lombardía o a las capitulares de Anjou.
Ahora bien, el párrafo mencionado por el abogado del adversario resolvía la cuestión contra el cliente de Alfonso. Este guardó silencio un momento y después declaró: «Me he equivocado. Tenéis razón y habéis ganado la causa». Dicho esto, abandonó la sala. A pesar de la indignación de su padre, Alfonso se negó a seguir en el ejercicio de su profesión y a contraer matrimonio. En dos ocasiones, mientras visitaba a los enfermos del hospital de incurables, oyó una voz que le decía: «Abandona el mundo y entrégate a Mí». Alfonso se dirigió entonces a la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia, puso su espada sobre el altar y pidió ser admitido en el oratorio. Don José hizo lo imposible por disuadir a su hijo, pero al fin, viéndole tan decidido, le dio permiso de que recibiese la ordenación sacerdotal, a condición de que abandonase el oratorio y fuese a vivir a su casa. Siguiendo el consejo del P. Pagano, su director de conciencia, que era oratoriano, Alfonso aceptó la condición.
Después de hacer los estudios sacerdotales en su casa, fue ordenado en 1726. Pasó los dos años siguientes en trabajos de misión en el reino de Nápoles, donde dejó huella. En los comienzos del siglo XVIII, se exageró en el púlpito la tendencia renacentista a la oratoria ampulosa y florida y, en el confesionario, el rigorismo jansenista. El padre Alfonso se rebeló contra ambas tenciencias. Predicaba con tal sencillez, que alguien observó: «Es un placer escuchar vuestros sermones, porque os olvidáis de vos para predicar a Jesucristo». El santo decía más tarde a sus misioneros: «Emplead un estilo sencillo, pero trabajad a fondo vuestros sermones. Un sermón sin lógica resulta disperso y falto de gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más sencilla». El santo trataba a sus penitentes como almas que era necesario salvar y no como criminales que había que castigar para que volviesen al buen camino. Se dice que jamás rehusó la absolución a un penitente. Naturalmente, los métodos del padre Alfonso no agradaban a todos y no faltaba quien los mirase con suspicacia. El santo organizó en grupos a los «lazzaroni» de Nápoles para enseñarles la doctrina cristiana y la práctica de la virtud. En una ocasión, Alfonso reprendió a uno de los miembros porque ayunaba exageradamente, y a otro le dijo: «Dios quiere que comamos para vivir. Por consiguiente, cuando haya buena carne, comedla tranquilamente, pues os hará mucho bien». Los enemigos del santo se encargaron de desvirtuar esas palabras y transformar su sentido, afirmando que Alfonso se dedicaba a organizar la secta «de la buena carne» y que ello olía a epicureísmo, quietismo y otras herejías. Las autoridades civiles y eclesiásticas intervinieron en el asunto, arrestaron a algunas personas y obligaron a san Alfonso a explicarse. El arzobispo, después de oírle, le aconsejó únicamente que fuese más prudente: pero la secta «de la buena carne» siguió existiendo y se transformó, con el tiempo, en la gran Cofradía de las Capillas; sus miembros, que pertenecían a las clases trabajadoras, se reunían diariamente para orar en común y recibir instrucción en las capillas de la cofradía.
En 1729, a los treinta y tres años de edad, San Alfonso abandonó la casa paterna y pasó a ejercer el cargo de capellán en un seminario en que se preparaban los misioneros destinados a China. Ahí conoció a Tomás Falcoia, con el que pronto trabó amistad. Tomás era un sacerdote de la edad de Alfonso, que había consagrado su vida a fundar un instituto, según una visión que tuvo en Roma. Pero hasta entonces, sólo había conseguido establecer un convento de religiosas en Scala, cerca de Amalfi, donde las religiosas se regían por las reglas de las visitandinas. Una de ellas, llamada María Celeste, comunicó al P. Falcoia que había tenido una revelación de las reglas que debían gobernar a la congregación, y el joven sacerdote quedó muy impresionado al ver que dichas reglas coincidían exactamente con las que le habían sido reveladas a él. San Alfonso empezó a interesarse en el asunto en 1730. Por la misma época, el P. Falcoia fue elegido obispo de Castellamare, lo que le permitió entrar de nuevo en contacto con las religiosas de Scala. Uno de los primeros actos de su episcopado fue invitar a Alfonso a predicar unos ejercicios a las religiosas. El hecho había de tener grandes consecuencias para todos.
San Alfonso predicó los ejercicios y aprovechó la ocasión para investigar, con la precisión de un abogado, el asunto de las visiones de María Celeste, hasta que llegó a la conclusión de que se trataba realmente de una revelación y no de una alucinación. Así pues, con la autorización del obispo de Scala y el consentimiento de las religiosas, les aconsejó que se atuviesen a las reglas de la revelación de María Celeste. El día de la Transfiguración de 1731, las religiosas vistieron el nuevo hábito, rojo y azul, y abrazaron la estricta clausura y la vida de penitencia. Tales fueron los comienzos de la Congregación de las Redentoristas, que todavía existen en algunos países. San Alfonso se había encargado de explicar y comentar los puntos oscuros de la regla. Mons. Falcoia le propuso entonces que fundase una congregación de misioneros que se dedicasen a trabajar entre los campesinos. El santo aceptó, a pesar de la violenta tempestad que suscitó la empresa. En 1732, se trasladó de Nápoles a Scala, después de haberse despedido, con detenimiento y tristeza, de su padre. En noviembre del mismo año, fundó la Congregación del Santísimo Redentor, cuya primera casa pertencía al convento de las religiosas. La ongregación contaba con nueve postulantes. San Alfonso era el superior inmediato, Mons. Falcoia tomó por su cuenta la dirección general. Pero casi nmediatamente surgieron dificultades, pues unos sostenían que san Alfonso era la suprema autoridad de la congregación y otros apoyaban la causa del obispo. En una palabra, la congregación se vio pronto dividida por el cisma. Por otra parte, María Celeste partió a Foggia a fundar un nuevo convento, de suerte que, al cabo de cinco meses, el santo se encontró sólo con un hermano coadjutor. Sin embargo, más tarde se presentaron otros candidatos, y san Alfonso estableció la sede de la congregación en una casa más grande. En 1733, los nuevos misioneros predicaron en Amalfi con gran éxito. En enero del año siguiente, fundó otra casa en Villa degli Schiavi y se dedicó a misionar ahí. San Alfonso es tan famoso como moralista, como escritor y como fundador de los Redentoristas que, con frecuencia, se olvida su brillante actuación como misionero popular. De 1726 a 1752, san Alfonso predicó con enorme éxito en todo el reino de Nápoles, particularmente en las regiones rurales. Su confesonario estaba siempre asediado y Alfonso convertía a los pecadores más endurecidos a la práctica de los sacramentos, reconciliaba a los enemigos y restablecía la paz en las familias. De san Alfonso heredaron us hijos la costumbre de volver a los pueblos misionados algunos meses después de las prédicas para confirmar y consolidar el trabajo.
Pero las dificultades de la nueva congregación apenas habían comenzado. En el año de la fundación de Villa degli Schiavi, España reconquistó el Reino de Nápoles. Carlos III, monarca absolutista si los hubo, ocupaba el trono, y su primer ministro, el marqués Bernardo Tanucci, iba a ser durante toda su vida el gran enemigo de los Redentoristas. En 1737, un sacerdote poco honorable divulgó falsos rumores sobre los ocupantes de la casa de Villa degli Schiavi; algunos hombres armados atacaron a la comunidad y san Alfonso juzgó prudente suprimir esa fundación. Al año siguiente, se vio obligado a suprimir también la casa de Scala. Por otra parte, el cardenanal Spinelli, arzobispo de Nápoles, encomendó al santo la organización de una gran misión en toda su arquidiócesis. San Alfonso la organizó y predicó durante dos años, hasta que la muerte de Mons. Falcoia le permitió volver a ocuparse de su congregación. En el capítulo que fue convocado, san Alfonso fue elegido superior general; el mismo capítulo general se encargó de redactar las constituciones. Los misioneros así reorganizados fundaron varias casas en los años siguiente, a pesar de la oposición de las autoridades españolas. El regalismo estaba a la orden del día, y el anticlericalismo implacable de Tanucci era una espada que amenazaba constantemente la vida de la nueva congregación. En 1748, san Alfonso publicó en Nápoles la primera edición de su «Teología Moral», en forma de comentario a la obra del P. Busenbaum, teólogo jesuita. La segunda edición, que fue propiamente la primera de la obra completa, apareció entre los años de 1753 y 1755. El Papa Benedicto XIV la aprobó y el éxito fue enorme, ya que san Alfonso trazaba con extraordinaria sabiduría el camino intermedio entre el rigorismo jansenista y el laxismo. Durante la vida del santo se publicaron siete ediciones más. Los jansenistas habían acabado por introducir en el pueblo la costumbre de comulgar muy de vez en cuando, con el pretexto de estar mejor preparados para recibir ese altísimo sacramento, y habían considerado la devoción a la Santísima Virgen como una superstición. San Alfonso atacó ambos errores y defendió sobre todo la devoción a Nuestra Señora, con la publicación de «Las Glorias de María» (1750).
A partir de 1743, fecha de la muerte de Mons. Falcoia, san Alfonso desplegó una actividad increíble para guiar a su Congregación a través de los más peligrosos escollos, en el intento de obtener para ella la autorización regia; ayudaba a las almas, predicaba misiones en Nápoles y en Sicilia y escribía libros. Lo extraordinario era que aún encontraba tiempo para pintar y componer himnos y piezas musicales. Un prelado de Nápoles resumió la opinión popular en las siguientes palabras: «Si yo fuese Papa, le canonizaría sin hacer ningún proceso». El P. Mazzini escribía: «Cumplió de un modo perfectísimo el precepto divino de amar a Dios sobre todas las cosas, con todo su corazón y con todas sus fuerzas. Ello es patente a todos y parlicularmente a mí, que pasé tantos años con él. El amor de Dios resplandecía en todos sus actos y palabras: en su manera de hablar de Dios, en su recogimiento, en la devoción con que oraba ante el Santísimo Sacramento y en su continuo ejercicio de la presencia divina». San Alfonso era estricto, pero a la vez tierno y compasivo. Como él mismo había sufrido de escrúpulos, sabía comprender a quienes los padecían. En el proceso de beatificación, el P. Cajone afirmó: «A mi modo de ver, su virtud característica era la pureza de intención. Trabajaba siempre y en todo, por Dios, olvidado de sí mismo. En cierta ocasión nos dijo: `Por la gracia de Dios, jamás he tenido que confesarme de haber obrado por pasión. Tal vez sea porque no soy capaz de ver a fondo en mi conciencia, pero, en todo caso, nunca me he descubierto ese pecado con claridad suficiente para tener que confesarlo.'» Esto es verdaderamente extraordinario, si se tiene en cuenta que san Alfonso era un napolitano de temperamento apasionado y violento, que podía haber sido fácilmente presa de la ira, del orgullo y de la precipitación.
A los sesenta y cinco años, san Alfonso fue nombrado por el papa Clemente XIII obispo de Santa Agata dei Goti, situada entre Benevento y Capua. El mensajero del Nuncio Apostólico se presentó en Nocera, saludó al santo con el título de Ilustrísimo Señor y le dio el documento en que se le anunciaba su nombramiento. San Alfonso, después de haberlo leído, lo devolvió con estas palabras: «Por favor, no volváis a llamarme Ilustrísimo Señor, porque eso me causaría la muerte». Pero el Papa no aceptó la renuncia, y el santo fue consagrado en la iglesia de la Minerva de Roma. Santa Agata era una diócesis pequeña. Tal vez era ésa su única cualidad. Había en ella 30.000 habitantes, diecisiete casas religiosas y cuatrocientos sacerdotes, de los que unos cuantos vivían confortablemente de las rentas de sus beneficios sin practicar los ministerios sacerdotales, y los otros no sólo eran negligentes, sino que positivamente vivían en el mal. Los fieles no eran mejores que sus pastores y la situación empeoraba de día en día. El nuevo obispo se estableció modestamente y organizó una gran misión. Para ello pidió ayuda a todas las congregaciones religiosas de Nápoles; la única que excluyó, con gran tacto y prudencia, fue la de los redentoristas. El santo sólo recomendó dos cosas a los misioneros: la sencillez en el púlpito y la caridad en el confesonario. Más tarde, dijo a un sacerdote que no seguía sus consejos: «Vuestro sermón me quitó el sueño toda la noche ... Si lo que queríais era predicaros a vos y no a Jesucristo, no valía la pena venir desde Nápoles a Ariola». San Alfonso emprendió también la reforma del seminario y de la manera negligente de conceder los beneficios eclesiásticos. Algunos sacerdotes celebraban la misa en menos de quince minutos. San Alfonso los suspendió «ipso facto», a no ser que se corrigiesen, y escribió un conmovedor tratado sobre ese punto: «En el altar el sacerdote representa a Jesucristo, como dice san Cipriano. Pero muchos sacerdotes actuales, al celebrar la misa, parecen más bien saltimbanquis que se ganan la vida en la plaza pública. Lo más lamentable es que aun los religiosos, y los religiosos de órdenes reformadas, celebran la misa con ial prisa y mutilando tanto los ritos, que los mismos paganos quedarían escandalizados ... Ver celebrar así el Santo Sacrificio es para perder la fe».
Algún tiempo después, se descargó sobre la diócesis de Santa Agata una terrible carestía, a la que siguió una epidemia de peste. San Alfonso había vaticinado esa calamidad desde hacía dos años, pero sin que nadie hiciese algo por evitarla. Las gentes morían de hambre por millares. El santo vendió cuanto tenía, desde su coche de mulas hasta su anillo pastoral, para comprar grano. La Santa Sede le dio permiso de emplear los fondos de la diócesis, y san Alfonso contrajo deudas a diestra y siniestra para socorrer a los necesitados. Cuando la chusma pidió que se condenase a muerte al alcalde de Santa Agata, a quien se acusaba injustamente de almacenar el grano, san Alfonso hizo frente a la multitud, ofreció su propia vida a cambio de la del alcalde y, finalmente, consiguió apaciguar al populacho adelantándole la ración de los dos días siguientes. El santo obispo se mostró particularmente enérgico en la reforma de la moralidad pública. Trataba siempre de proceder con bondad al principio, pero, cuando no obtenía promesas serias de enmienda o las gentes no las cumplían, no vacilaba en recurrir a medidas más vigorosas y aun en solicitar la ayuda de las autoridades civiles. Naturalmente, eso le creó numerosos enemigos; más de una vez los personajes de alcurnia y las gentes contra las que el santo había instruido procesos, le amenazaron con matarle. Probablemente los tribunales exageraron algún tanto la costumbre de imponer el destierro a los pecadores públicos y privados que no se enmendaban, y seguramente que los obispos de las diócesis circundantes no encontraban gran consuelo en la opinión del obispo de Santa Agata, quien decía: «Cada obispo está obligado a velar por su propia diócesis. Cuando los que infringen la ley se vean en desgracia, arrojados de todas partes, sin techo y sin medios de subsistencia, entrarán en razón y abandonarán su vida de pecado».
En junio de 1767 san Alfonso sufrió un terrible ataque de reumatismo. La enfermedad se complicó rápidamente, de suerte que el santo recibió los últimos sacramentos, y la diócesis empezó a preparar sus funerales. Sin embargo, después de doce meses de enfermedad, Alfonso salió del peligro, aunque quedó para siempre con el cuello torcido, como lo muestran varias pinturas. Al principio tenía el cuello tan doblado, que la presión del mentón le abrió una llaga en el pecho y no podía celebrar la misa; gracias a la intervención de los cirujanos pudo levantar un tanto la cabeza, pero aun entonces el santo tenía que sentarse para comulgar. Además de los ataques lanzados contra su teología moral, san Alfonso tuvo que hacer frente a los que sostenían que la Congregación de los Redentoristas era simplemente una continuación de la Compañía de Jesús (que había sido suprimida en los dominios españoles en 1767). El proceso comenzó en 1770; trece años después, los tribunales dieron la razón a san Alfonso. Clemente XIV murió el 22 de septiembre de 1774. Al año siguiente san Alfonso pidió a Pío VI que le permitiese renunciar al gobierno de su sede. Aunque Clemente XIII y Clemente XIV habían negado al santo ese permiso, Pío VI, teniendo en cuenta los efectos de la fiebre reumática, se lo concedió finalmente. San Alfonso se retiró entonces a la casa de los redentoristas en Nocera, con la esperanza de acabar tranquilamente sus días.
Pero Dios lo dispuso de otro modo. En 1777 las redentoristas fueron atacados de nuevo; san Alfonso decidió entonces hacer otro esfuerzo por conseguir la aprobación real de la congregación, que contaba ya con cuatro casas en los Estados Pontificios, además de las cuatro casas de Nápoles y Sicilia. Lo que sucedió fue una verdadera tragedia. De acuerdo con el consejo de Mons. Testa, capellán del rey, san Alfonso había suprimido las cláusulas referentes a la propiedad en común. Por su parte, Mons. Testa se había comprometido a presentar al rey el texto exacto de la solicitud de san Alfonso. Pero Mons. Testa, en vez de cumplir su palabra, alteró las constituciones en varios puntos vitales y aun suprimió los votos de religión de los miembros de la congregación. Después de ganar a su causa a uno de los consejeros de la congregación, el P. Majone, Mons. Testa presentó el nuevo texto a san Alfonso, pero escrito con letra muy pequeña y con muchas tachaduras. El santo, que estaba ya muy viejo, sordo y medio ciego, firmó el documento después de leer las primeras líneas, que conocía de memoria.
Aun el mismo vicario general de San Alfonso, el P. Andrés Villani, parece haber participado en la conspiración, probablemente por miedo. El rey aprobó íntegramente el documento, que por el mismo hecho adquirió fuerza de ley. Cuando se leyeron a los redentoristas las nuevas constituciones, estalló la tempestad. Los miembros de la congregación dijeron al santo: «Habéis destruido la congregación que habíais fundado». San Alfonso dijo al P. Villani: «Jamás imaginé que podríais traicionarme en esa forma» y se reprochó su propia debilidad y negligencia: «Yo hubiese debido leer el documento; pero bien sabéis cuán difícil me es leer aun unas cuantas líneas». Negarse a aceptar las constituciones aprobadas por el rey equivalía a la supresión de la congregación; aceptarlas, acarreaba forzosamente una sentencia de supresión por parte de la Santa Sede, que había aprobado las reglas en su forma original. San Alfonso llamó a todas las puertas para evitar la catástrofe, pero todo resultó en vano. El santo hubiese querido ir a consultar al Sumo Pontífice, pero no podía hacerlo, porque los redentoristas de los Estados Pontificios habían apelado ya al Papa contra las nuevas constituciones y se habían puesto bajo su protección. Pío VI les prohibió aceptar las constituciones aprobadas por el rey y suprimió la jurisdicción de san Alfonso sobre ellos; tomando provisionalmente a los redentoristas de los Estados Pontificios por los únicos redentoristas legítimos, Pío VI nombró superior general al padre Francisco de Paula. En 1781, los redentoristas de Nápoles aceptaron las constituciones, después de lograr que el rey las modificase ligeramente. Pero la Santa Sede, que juzgó inadmisibles dichas constituciones, hizo definitiva la supresión de la jurisdicción de san Alfonso, de suerte que el santo se vio excluido de la congregación que había fundado.
El santo llevó con increíble paciencia la humillación que le había infligido una autoridad que él amaba y respetaba tanto y vio la voluntad de Dios en aquella medida de la Santa Sede, que aparentemente ponía fin a todas las esperanzas que había acariciado. Pero Dios le reservaba una prueba todavía más dura. Entre los años de 1784 y 1785, el santo atravesó por un terrible período de «noche oscura del alma», durante el cual sufrió tentaciones contra todos los artículos de la fe, todas las virtudes y se vio abrumado por los escrúpulos, vanos temores y alucinaciones diabólicas. La tortura duró dieciocho meses, con algunos intervalos de luz y reposo. A ello siguió un período de éxtasis muy frecuentes, en el que las profecías y milagros sustituyeron a los escrúpulos y tentaciones. El santo murió apaciblemente en la noche del 31 de julio al 1 de agosto de 1787, dos meses antes de cumplir noventa y un años. Pío VI, el Pontífice que por error le había condenado, decretó en 1796 la introducción de la causa de beatificación de Alfonso María de Ligorio. La beatificación tuvo lugar en 1816 y la canonización en 1839. San Alfonso fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1871. El santo había predicho que la Congregación de los Redentoristas había de extenderse y prosperar en los Estados Pontificios y que la reunión con las casas del reino de Nápoles se efectuaría poco después de su muerte. Sus profecías se cumplieron. En 1785, San Clemente Hofbauer fundó la primera casa de la congregación más allá de los Alpes y, en 1793, el gobierno de Nápoles reconoció las constituciones originales de los redentoristas y la unión se llevó a cabo.
La primera biografía importante de san Alfonso fue la que escribió su amigo e hijo espiritual, el P. Tannoia (3 vols., Nápoles, 1798-1802). En la obra del P. Castle hay una crítica muy pertinente de la obra del P. Tannoia (vol. II, pp. 904-905). Las biografías del cardenal Villecourt (1864) y del cardenal Capecelatro (1892) presentan pocos datos nuevos; en cambio, la biografía que escribió en alemán el P. K. Dilgskron (1887) se apoyaba en muchos documentos inéditos y corregía los errores de muchos de los anteriores biógrafos. Sin embargo, la biografía más completa es la que escribió en francés el P. Berthe (1900). SS Juan Pablo II escribió la carta apostólica Spiritus Domini en conmemoración, en 1989, del segundo aniversario de la muerte del santo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Obispo y doctor (1696-1787). Casi todos los Santos traen un "mensaje" para la Iglesia y surgen cuando el pueblo de Dios los necesita. San Alfonso María de Ligorio ha legado a la Iglesia un mensaje que no pasa de moda y que siempre es de palpitante actualidad:
1) Profunda vida y sabia doctrina sobre la oración.
2) Devoción tierna y transformante a la Sagrada Eucaristía.
3) Filial devoción a la Virgen María.
Mensajes todos estos prolongados hasta nosotros por dos conductos: Su vida y sus preciosas Obras, y por medio de sus hijos los Redentoristas que heredaron su espíritu. Perteneció a una familia noble napolitana. A los siete años ya lo ponen a estudiar las letras clásicas. A los doce se matricula en la universidad y a los dieciséis ya es investido con la toga de doctor en ambos Derechos.
Estudia las lenguas modernas, esgrima, arte, música y pintura que después le servirá todo esto para su apostolado.
Su padre le había preparado un ventajoso y lujoso matrimonio, pero Alfonso abrazó el camino de seguimiento de Cristo en el sacerdocio. Se ordenó sacerdote en el año 1726. Aquel mismo día hizo este propósito: "La Iglesia me honra concediéndome este don, yo procuraré honrar a la Iglesia trabajando incansablemente por ella, con mi pureza, con mi santidad".
Se entregó a recorrer toda Italia predicando Misiones populares y escribiendo preciosos tratados sobre todos los temas que sabía interesaban al pueblo fiel: Moral, Catecismos, Sermones, Visitas al Santísimo, Tratados sobre la Virgen María. Las Glorias de María será su obra inmortal juntamente con sus tratados de Teología Moral en la que hasta ahora goza de una gran autoridad. El año 1732 funda la Congregación de los Redentoristas para que sigan su obra.
A sus 66 años el Papa Clemente XIII le obliga a aceptar ser obispo de Santa Águeda de los Godos. Es un padre y un Pastor maravilloso. No pierde un instante por formar a los demás y por santificarse él. El Padre bueno le llama a sus 91 años, el 1 de agosto de 1787.
Oremos
Dios nuestro, que propones constantemente a tu Iglesia nuevos modelos de vida cristiana, apropiados a todas las circunstancias en que puedan vivir tus hijos, concédenos imitar el celo apostólico que desplegó el santo obispo Alfonso María de Ligorio por la salvación de sus hermanos, para que, como él, lleguemos también a recibir el premio reservado, a tus servidores fieles. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad No hay amor más grande
«Partió los panes y se los dio a los discípulos; y los discípulos se los dieron a la gente»
Simplicidad de nuestra vida contemplativa: ¡nos hace ver el rostro de Dios en cada cosa, en cada ser, por todas partes y siempre! Y su mano, presente en cada acontecimiento hace que todo lo llevemos a cabo –la meditación, el estudio, el trabajo y el intercambio, comer y dormir- en Jesús, con Jesús, por Jesús y para Jesús bajo la mirada amorosa del Padre, cuando permanecemos siempre dispuestas a recibirle bajo cualquiera que sea la forma que viene revestido.
Estoy del todo cautivada por el hecho de que Jesús, antes de comentar la Palabra de Dios, antes de anunciar a las multitudes las Bienaventuranzas, movido de compasión por ella, les cura y les alimenta. Y es tan sólo después que les comunica su doctrina.
Ama a Jesús generosamente, ámale confiadamente, sin mirar detrás de ti y sin aprehensión. Date enteramente a Jesús. Y te cogerá como instrumento para realizar sus maravillas con la sola condición de que tú seas infinitamente más consciente de su amor que de tu debilidad. Cree en él, ponte en sus manos en un impulso de confianza ciega y absoluta, porque él es Jesús. Cree en Jesús, y Jesús sólo es la vida; debes saber que la santidad nones otra cosa que este mismo Jesús viviendo íntimamente en ti; entonces él será libre de hacer el gesto de su mano sobre ti.
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La multiplicación de los panes
Mateo 14, 13-21. Tiempo Ordinario. ¿Sabes cuál es el secreto del éxito? ¡Todo depende de en manos de quién está el asunto!
Reflexión
¿Sabes cuál es el secreto del éxito?
Hace unos meses un amigo mío me envió un mensaje titulado: “¿En manos de quién?”, y decía así: “¡Todo depende de en manos de quién está el asunto! Una pelota de basketball en mis manos vale unos 19 dólares, pero en las manos del mejor jugador de basketball vale alrededor de 3.000.000 de dólares. Una raqueta de tenis en mis manos no sirve para nada, pero en manos de Andy Murray significa el campeonato en Wimbledon. Una honda en mis manos es un juego de niños, pero en manos de David es el arma de la victoria del Pueblo de Dios. Cinco panes y dos peces en mis manos son un par de sandwiches de pescado, pero en manos de Jesús son el alimento para miles... ¡Todo depende de en manos de quién está el asunto!”
Este mensaje me pareció sumamente adecuado para el tema de nuestra reflexión de hoy: lo más importante de todo es, en efecto, en manos de quién está el asunto, porque ¡allí está la clave del verdadero éxito!
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesucristo en la ribera del mar de Galilea, rodeado de una enorme muchedumbre de toda la comarca. Lo seguían anhelantes de escuchar su palabra. Jesús, en su predicación, les habla del Reino de los cielos, y pasan las horas sin que la gente se dé cuenta. Estaban todos pendientes de su boca. Hacia media tarde sus apóstoles lo interrumpen para decirle que ya es muy tarde y que despida a la gente para que se vaya a las aldeas vecinas y se compre algo de comer. Y Jesús, con un cierto tono de ironía: “No hace falta que se vayan –les responde–. Dadles vosotros de comer”. Si eran sus invitados, también serían sus comensales; y no los iba a despedir en ayunas. Pero esa respuesta, sin duda, los dejó aún más confundidos... ¿Cómo iban a hacerlo? Ni doscientos denarios de pan –doscientos dólares, diríamos hoy– alcanzarían para que a cada uno le tocara un pedacito... Un muchacho de la multitud ofrece a Andrés, el hermano de Simón Pedro, todo lo que traía en su lonchera: cinco panes y dos peces. Pero eso, ¿qué era para tantos? ¡Una cantidad sumamente irrisoria! ¡No era nada!
Pero fíjate bien, lector amigo, que es aquí cuando interviene Jesús y comienza a realizarse el maravilloso milagro de la multiplicación de los panes que todos conocemos... ¿Qué fue lo que pasó? Dos cosas, aparentemente bien sencillas, pero prodigiosas y decisivas: primera, que el muchacho ofreciera toda su “despensa”, que no era casi nada; y segunda, que la pusiera en manos de Jesús. Y ya sabemos qué pasó a continuación: se saciaron cinco mil hombres con cinco panes –sin contar mujeres y niños, nos dice el evangelista– y llenaron doce canastos con los pedazos que sobraron.
¿Cómo era posible? ¡Eran sólo cinco panes y dos peces! ¡Era una insignificancia, claro! Es absolutamente evidente la desproporción tan abismal entre los medios materiales que se tienen a disposición y los efectos que logra nuestro Señor. Sí. Pero para realizar el milagro fueron necesarios esos cinco panes y esos dos peces. Sin ellos tal vez no habría sucedido nada. Y el Señor quiere contar con eso para realizar sus prodigios.
Monseñor Francois-Xavier Van Thuan, Obispo vietnamita que pasó trece años en la cárcel bajo el régimen comunista durante la dura persecución religiosa en su país, escribió varios libros con hermosos y conmovedores testimonios personales de ese período de su vida. Uno de ellos se titula precisamente “Cinco panes y dos peces”. Y allí él trata de resumir en unas cuantas pinceladas las experiencias espirituales más fuertes de su cautiverio. “Yo hago – nos confiesa con sencillez– como el muchacho del Evangelio que da a Jesús los cinco panes y dos peces: eso no es nada para una multitud de miles de personas, pero es todo lo que tengo. Jesús hará el resto”.
¡Aquí está la primera parte del secreto del éxito!: Darle a Jesús TODO lo que somos y tenemos. No importa que no sea casi nada, o prácticamente nada. Lo importante es dárselo porque Él quiere contar con esa nada para hacer sus obras. Y la segunda parte del secreto es ponerlo en SUS MANOS. Y Él se encarga de todo lo demás.
Que ésta sea, pues, la moraleja y la enseñanza de hoy: Sé generoso y magnánimo con Dios y con los demás: da de ti mismo, no seas egoísta ni tacaño. Da de tus bienes materiales y espirituales, comparte tu tiempo y tus cosas con los demás; pero, sobre todo, dónate a ti mismo a tu prójimo: ¡no importa que sólo tengas cinco panes y dos peces! Pon todos tus proyectos, tus inquietudes, tus preocupaciones, tus miedos, tus deseos, tus sueños, tu familia, tus relaciones, tu “todo” EN MANOS DE DIOS, pues sabemos que “¡todo depende de en manos de quién está el asunto!”
Reflexión apostólica
Cristo vino al mundo para darnos el verdadero pan del cielo. Ese pan es su mismo cuerpo que ha sido entregado en una cruz. Quiere enseñarnos que solo él puede alimentar el alma. Teniendo en cuenta que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma, debemos aprender a valorar el milagro de cada comunión. Si vivimos cerca de una iglesia, debemos intentar ir a menudo a misa, para alimentar el alma y contemplar nuevamente el milagro de la multiplicación de los panes.
Propósito
Acudiré a la recibir la comunión en la misa dominical con más fervor y agradeciendo al Señor que Él se haya hecho mi alimento espiritual que me llevará a la vida eterna.
Diálogo final
Gracias, Señor, porque eres bueno, y nunca nos abandonas.
Vayamos a donde vayamos, tu palabra nos guía y alimenta. Haz que nunca nos acostumbremos a estar contigo y aprendamos a amarte cada día más.
La oración nos permite convertirnos continuamente, permanecer en el estado de constante tensión hacia Dios que es indispensable si queremos conducir a los demás a él. La oración nos ayuda a creer, a esperar y amar incluso cuando nos lo dificulta nuestra debilidad humana.
(Beato Juan Pablo II, Carta Novo incipiente, 8 de mayo de 1979)
Confío en Ti, Señor
Jesucristo
Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas.
Confío en Ti, porque eres completamente de fiar. Eres la misericordia sin orillas ni fronteras. Misericordia que ha perdonado, perdona y seguirá perdonando.
Cuanto necesito de esa misericordia y bondad, yo que soy tan pecador. Espero en Ti porque eres la misericordia infinita. Si yo supiera, si yo creyera que tu bondad y misericordia no tienen medida, me sentiría para siempre seguro y tranquilo. Si eres la misericordia infinita, haz que sea también infinita mi confianza.
Todo lo perdonas, aun los más horrendos pecados, si hay un poco de arrepentimiento y humildad. No cabe desesperanza en el corazón de los más grandes pecadores. El perdón de Dios siempre es mayor.
Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas. Un día las disfrutaré de seguro. Mientras alimento mi esperanza.
La confianza tan necesaria... Las penas son grandes a veces y la esperanza no alcanza. Él nos ha dicho: Confiad totalmente en Mí. Nuestra mente nos dice: No saldrás del hoyo. Así piensan los que se suicidan.
Jesús dice: No os preocupéis... Nuestro refrigerador vacío, la tarjeta vencida, los pagos de la casa sin hacer, la falta de trabajo, no tienes remedio...
La mente y los ojos ven, constatan y deciden en consecuencia. No hay remedio. La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.
Realmente para Dios el resolver mis problemas es de risa. No le cuesta nada, nada. Y pensar que sólo depende de que yo haga un acto de fe y confianza. Jesús en Ti confío.
Todo lo obtendréis... Reto a cada uno de mis oyentes a que tengan esta clase de fe que mueve montañas. La fe mueve montañas, sí, pero solo las que uno se atreve a mover.
Les decía que para los que no tienen trabajo, y sí muchas deudas empiecen a dar algo de lo que todavía tienen, que pidan por los más necesitados que ellos. Y se llevarán la gran sorpresa, Pero esto sólo lo harán los que tienen confianza en Dios.
Problemas de un esposo, hijo o hija que está tercamente alejado de Dios…Oren con confianza inquebrantable de que Dios les concederá la gracia pedida. Pero deben superar la gran prueba: el no ver resultados durante un tiempo o incluso el ver que la situación empeora. Confiar significa continuar orando con la misma seguridad. Y el milagro llegará. Ha llegado ya para muchos y muchas que han orado con esa confianza.
En el evangelio no hay ni un caso de enfermedad o necesidad que no haya sido atendido cuando Cristo encontró una fe como ésa. La siro fenicia... El Centurión y su siervo... La hemorroísa... El leproso...
Problemas duros: Mi hijo está en la cárcel, estoy en quiebra económica, mi matrimonio anda naufragando... alguien de mi familia se fue a otra religión, o anda muy alejado de Dios…Esas personas tienen un reto magnífico, valiente: La confianza mayor que el problema.
La misma confianza que tienes en Dios, tenla en María Santísima. Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos... cuanto más vuestro padre celestial... Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos, cuanto más vuestra madre Celestial...
¿Crees que Ella no puede, crees que Ella no quiere...? El amor que Ella te tiene es como para darte todas las cosas del mundo, con más razón la pequeña cosa que le pides. Problema de confianza, siempre es problema de confianza.
¿Cómo se adquiere la confianza? Pidiéndosela a Dios y a María Santísima y ejercitándola en pequeños y repetidos actos de confianza. Confío en que me ayudarás a tener hoy qué comer, cómo pagar mis deudas, como conseguir trabajo, cómo lograr que mi hijo o hija regrese al buen camino...
Hay, además, una fórmula secreta para obtener cosas que uno necesita: y consiste en dar.
Parece contradictoria pues, si no tengo, qué voy a dar. Siempre el más pobre puede dar algo de lo que tiene. Al dar algo parece empobrecerse de momento, pero hay una ley que se cumple siempre: el que da, recibe. Claro, al que no está acostumbrado a ese modo de proceder o no lo ha experimentado, le cuesta creerlo. Pero yo le reto a que haga la prueba.
Muchos y muchas de Uds. han dado un ejemplo de esto: comprometerse con una ofrenda de amor mensual sin saber si van tener. Pueden estar seguros que se cumplirá lo del profeta Elías con la viuda de Sarepta: No faltará la harina ni el aceite en tu casa hasta que Dios mande la lluvia del cielo... Y así sucedió. Los que han hecho anteriormente la experiencia, lo saben.
Por eso las y los que se han decidido a colaborar en esta obra de evangelización no sólo ayudan económicamente, alargando la vida de Guadalupe radio, sino que han hecho un gran acto de valentía y de confianza en Dios.
Dejo en tus manos, Señor, mi vida entera: Mi pasado, mi presente y mi futuro. También el día de mi muerte. Yo no sé cuándo será ni cómo pero no importa. Me importa que lo sepan las dos personas que más me aman en este mundo, Tú y tu Madre santísima que es también mía. Por eso no tengo miedo a la muerte.
Crecer en la oración con los dones del Espíritu Santo
Espíritu Santo
Permitir que el Espíritu de Dios sea quien moldee los actos de nuestra oración
Por: P. Donal Clancy, L.C. | Fuente: Catholic.net
A lo largo de nuestra preparación para Pentecostés reflexionamos sobre los dones del Espíritu Santo. En esta reflexión hago un resumen de los ocho artículos anteriores tocando los puntos más importantes que tratamos anteriormente. Las ligas hacen referencia a los artículos sobre los dones específicos. Esperamos sea de gran utilidad para todos.
"El Espíritu lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios. Nadie conoce lo que hay en Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido el Espíritu que viene de Dios" (Cf. 1 Co 2, 10-12 passim).
Estas frases de San Pablo señalan un camino para quienes anhelan crecer en la oración: permitir que el Espíritu de Dios que hemos recibido sea quien moldee los actos de nuestra oración, para que en ella hablemos con "palabras aprendidas del Espíritu, expresando las cosas espirituales con palabras espirituales" (1 Co 2, 13). El Espíritu Santo mismo es el gran don que nos eleva para orar como conviene, y con cada uno de sus dones purifica y hace progresar nuestra oración.
Los dones del temor y de la piedad disponen nuestro corazón para orar y nos introducen en la presencia de Dios. El don del temor reverencial nos da una experiencia inmediata de la santidad y grandeza de Dios y nos inclina espontaneamente a actitudes de adoración, alabanza y reverencia. Hace auténtica nuestra oración, pues asegura que nos reconozcamos en la presencia del Dios tres veces santo. El don de la piedad colabora al hacernos descubrir en este Dios de tremenda majestad a un Padre que nos ama, un Padre que quiere que estemos en su presencia con corazón filial y confiado, el más padre de los padres, pues "nadie es padre como lo es Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica, 239), El don de consejo nos permite intuir con certeza, sin necesidad de un discernimiento laborioso, cuáles luces, inspiraciones y deseos vienen del Espíritu Santo. Mientras que el don de fortaleza, además de permitirnos "perseverar en la oración" en medio del desierto y cansancio, nos abre a acoger con generosidad y magnaminidad las mociones del Espíritu.
Los tres dones de ciencia, entendimiento y sabiduría nos guían hacia la oración contemplativa. Con el don de la ciencia todo lo creado trasluce a Dios: vemos el origen divino y el reflejo de sus atributos en las cosas, las personas, los eventos. Con el don del entendimiento, penetramos con fe serena y amor en los misterios revelados. Se nos hacen familiares, bellos, y se goza de la maravillosa armonía que reina entre ellos.
Finalmente, con el don supremo de la sabiduría, el Espíritu de Dios, el único "que conoce lo que hay en Dios" (1Co 2, 11), nos introduce en la intimidad divina. Ya que Dios es amor, vemos con los ojos de Dios a los misterios divinos y a todo lo creado desde el amor divino. Mientras tanto, nuestra oración, participando en la vida de las tres personas divinas, se hace puro amar a Dios.
Oraciones al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.
Oración:
Oh Dios,
que llenaste los corazones de tus
fieles con la luz del Espíritu
Santo; concédenos que,
guiados por el mismo Espíritu,
sintamos con rectitud y
gocemos siempre de tu consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
¡Ven, Espíritu Divino!
(Secuencia de Pentecostés)
El himno mas antiguo al ES
Ven, Espíritu Divino
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
ORACION AL ESPIRITU SANTO
Cardenal Verdier
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.
Espíritu Santo,
Dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén.
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
(de San Agustín)
Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.
Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.
Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas.
Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas.
Rezada a diario por el Papa JPII *
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fíeles
y llena de la divina gracia los corazones,
que Tú mismo creaste.
Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne,
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo.,
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos infinitos. Amén.
V. Envía tu Espíritu y serán creados.
R. Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
* En Enero de 1980, Juan Pablo II, hablando a un grupo de la renovación carismática dijo:
Yo desde pequeño aprendí a rezarle al Espíritu Santo. Cuando tenía 11 años, me entristecía porque se me dificultaban mucho las matemáticas. Mi padre, me mostró en un librito el Himno '"VEN CREADOR ESPIRITU"', y me dijo: Rézalo y verás que El te ayuda a comprender. Llevo mas de 40 años rezando este himnotodos los días y he sabido lo mucho que ayuda el Divino Espíritu.
ORACIONES PARA RECIBIR LOS DONES Y FRUTOS
DEL ESPIRITU SANTO
Envía Padre los dones del Espíritu Santo
Eterno Padre, en nombre de Jesucristo
y por la intercesión de la Siempre Virgen María,
envía a mi corazón al Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Sabiduría.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Entendimiento.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Consejo.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de fortaleza.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Ciencia.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Piedad.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don del Santo Temor de Dios.
Tres veces……….Gloria al Padre………..
Espíritu Santo, eterno Amor,….etc.
PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Creador, visita las almas de los fieles; e inunda con tu gracia los corazones que Tú creaste.
Espíritu de Sabiduría, que conoces mis pensamientos más secretos, y mis deseos más íntimos, buenos y malos; ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo para detestarlo sinceramente.
Intensifica mi vida interior, por el don de Entendimiento.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por el don de Consejo.
Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.
Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de Ciencia.
Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida, y acuda a Ti, cual niño con afecto filial, por el don de Piedad.
Concédeme que Te venere y Te ame cual lo mereces; que ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor de Dios; que tema el pecado más que ningún otro mal; que prefiera perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad. Así sea.
PARA PEDIR LOS FRUTOS
Crecer en la oración con los dones del Espíritu Santo
permitir que el Espíritu de Dios sea quien moldee los actos de nuestra oración
A lo largo de nuestra preparación para Pentecostés reflexionamos sobre los dones del Espíritu Santo. En esta reflexión hago un resumen de los ocho artículos anteriores tocando los puntos más importantes que tratamos anteriormente. Las ligas hacen referencia a los artículos sobre los dones específicos. Esperamos sea de gran utilidad para todos.
"El Espíritu lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios. Nadie conoce lo que hay en Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido el Espíritu que viene de Dios" (Cf. 1 Co 2, 10-12 passim).
Estas frases de San Pablo señalan un camino para quienes anhelan crecer en la oración: permitir que el Espíritu de Dios que hemos recibido sea quien moldee los actos de nuestra oración, para que en ella hablemos con "palabras aprendidas del Espíritu, expresando las cosas espirituales con palabras espirituales" (1 Co 2, 13). El Espíritu Santo mismo es el gran don que nos eleva para orar como conviene, y con cada uno de sus dones purifica y hace progresar nuestra oración.
Los dones del temor y de la piedad disponen nuestro corazón para orar y nos introducen en la presencia de Dios. El don del temor reverencial nos da una experiencia inmediata de la santidad y grandeza de Dios y nos inclina espontaneamente a actitudes de adoración, alabanza y reverencia. Hace auténtica nuestra oración, pues asegura que nos reconozcamos en la presencia del Dios tres veces santo. El don de la piedad colabora al hacernos descubrir en este Dios de tremenda majestad a un Padre que nos ama, un Padre que quiere que estemos en su presencia con corazón filial y confiado, el más padre de los padres, pues "nadie es padre como lo es Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica, 239),
El don de consejo nos permite intuir con certeza, sin necesidad de un discernimiento laborioso, cuáles luces, inspiraciones y deseos vienen del Espíritu Santo. Mientras que el don de fortaleza, además de permitirnos "perseverar en la oración" en medio del desierto y cansancio, nos abre a acoger con generosidad y magnaminidad las mociones del Espíritu.
Los tres dones de ciencia, entendimiento y sabiduría nos guían hacia la oración contemplativa. Con el don de la ciencia todo lo creado trasluce a Dios: vemos el origen divino y el reflejo de sus atributos en las cosas, las personas, los eventos. Con el don del entendimiento, penetramos con fe serena y amor en los misterios revelados. Se nos hacen familiares, bellos, y se goza de la maravillosa armonía que reina entre ellos.
Finalmente, con el don supremo de la sabiduría, el Espíritu de Dios, el único "que conoce lo que hay en Dios" (1Co 2, 11), nos introduce en la intimidad divina. Ya que Dios es amor, vemos con los ojos de Dios a los misterios divinos y a todo lo creado desde el amor divino. Mientras tanto, nuestra oración, participando en la vida de las tres personas divinas, se hace puro amar a Dios.
ORACIONES PARA RECIBIR LOS DONES Y FRUTOS
DEL ESPIRITU SANTO
Envía Padre los dones del Espíritu Santo
Eterno Padre, en nombre de Jesucristo
y por la intercesión de la Siempre Virgen María,
envía a mi corazón al Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Sabiduría.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Entendimiento.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Consejo.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de fortaleza.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Ciencia.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Piedad.
Ven, Espíritu Santo, y dame el don del Santo Temor de Dios.
Tres veces……….Gloria al Padre………..
Espíritu Santo, eterno Amor,….etc.
PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Creador, visita las almas de los fieles; e inunda con tu gracia los corazones que Tú creaste.
Espíritu de Sabiduría, que conoces mis pensamientos más secretos, y mis deseos más íntimos, buenos y malos; ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo para detestarlo sinceramente.
Intensifica mi vida interior, por el don de Entendimiento.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por el don de Consejo.
Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.
Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de Ciencia.
Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida, y acuda a Ti, cual niño con afecto filial, por el don de Piedad.
Concédeme que Te venere y Te ame cual lo mereces; que ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor de Dios; que tema el pecado más que ningún otro mal; que prefiera perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad. Así sea.
PARA PEDIR LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO
Espíritu de Caridad, haznos amar a Dios y a nuestros semejantes como Tú quieres que los amemos.
Espíritu de Gozo, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu gracia.
Espíritu de Paz, concédenos tu paz, aquella paz que el mundo no puede dar.
Espíritu de Paciencia, enséñanos a sobrellevar las adversidades de la vida sin indagar el por qué de ellas y sin quejarnos.
Espíritu de Benignidad, haz que juzguemos y tratemos a todos con benevolencia sincera y rostro sonriente, reflejo de tu infinita suavidad.
Espíritu de Bondad, concédenos el desvivirnos por los demás, y derramar a manos llenas, cuantas obras buenas nos inspires.
Espíritu de Longanimidad, enséñanos a soportar las molestias y flaquezas de los demás, como deseamos soporten las nuestras.
Espíritu de Mansedumbre, haznos mansos y humildes de corazón, a ejemplo del Divino Corazón de Jesús, obra maestra de la creación.
Espíritu de Fe, otórganos el no vacilar en nuestra fe, y vivir siempre de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, e iluminados por tus santas inspiraciones.
Espíritu de Modestia, enséñanos a ser recatados con nosotros mismos, a fin de no servir nunca de tentación a los demás.
Espíritu de Continencia, haznos puros y limpios en nuestra vida interior, y enérgicos en rechazar cuanto pudiera manchar el vestido blanco de la gracia.
Espíritu de Castidad, concédenos la victoria sobre nosotros mismos; haznos prudentes y castos; sobrios y mortificados; perseverantes en la oración y amantes de Ti, oh Dios del Amor hermoso.
Así sea.
Recomendamos:
Los dones del espiritu Santo
El temor de Dios
El Don de la Piedad
El Don de la Ciencia
El Don del Entendimiento
El Don del Consejo
El Don de la Fortaleza
El Don de la Sabiduría
todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad. Así sea.
El Papa, en el avión de regreso de Cracovia
"No he hablado de Turquía porque no estoy seguro de lo que está sucediendo"
Francisco en el avión de regreso de Cracovia: "No es justo decir que el islam es terrorista"
Sobre las acusaciones de abusos al cardenal Pell: "Una vez que hable la justicia, hablaré yo"
Redacción, 01 de agosto de 2016 a las 07:45
¿Cuántos jóvenes hemos dejado los europeos vacíos de ideales, sin trabajo y que han caído en las drogas y el alcohol y entonces van allí y se enrolan en grupos fundamentalistas?
El papa Francisco volvió a pedir hoy durante el vuelo en el que regresaba a Roma desde Cracovia que no se identifique al islam con el terrorismo y aseguró que también hay fundamentalistas católicos. Francisco ya había defendido con decisión este concepto en el vuelo hacia la ciudad polaca para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) cuando manifestó que el mundo está en guerra, pero que "no se trata de una guerra entre religiones".
Pero hoy en la rueda de prensa que concedió a los medios de comunicación, entre ellos EFE, que volaron con él desde Cracovia, incidió en la idea cuando se le inquirió sobre la reciente muerte de un sacerdote francés a manos de dos jóvenes en nombre del islam.
Explicó que no le gusta hablar "de violencia islámica ya que todos los días se leen en los periódicos violencias de todo tipo" y también cometidas por católicos.
Y entonces para hablar de violencia puso como ejemplo los numerosos casos de feminicidios en Italia.
"Por ejemplo, en Italia hay cada día casos de hombres que matan a la novia, a la suegra y se trata de católicos bautizados", destacó.
"Sí, yo no hablo de violencia islámica o de violencia católica. Los islámicos no son violentos ni tampoco los católicos. Es como una macedonia, hay de todo", comparó.
Para Francisco "en todas las religiones hay un pequeño grupo fundamentalista" y aseguró que también hay fundamentalistas entre los católicos.
Recordó el largo discurso que mantuvo hace algunos meses en el Vaticano con el gran imán de la universidad islámica de El Cairo Al Azhar, Ahmed Al Tayeb, y que ahí pudo comprobar cómo desde el islam "buscan la paz y el encuentro".
Francisco también destacó cómo en Europa se ha dejado solos a muchos jóvenes y que han acabado en grupos fundamentalistas".
"¿Cuántos jóvenes hemos dejado los europeos vacíos de ideales, sin trabajo y que han caído en las drogas y el alcohol y entonces van allí y se enrolan en grupos fundamentalistas", dijo.
En cambio, manifestó que el denominado Estado Islámico "sí se puede decir que es violento" cuando enseña cómo degüella, "pero este es un grupo fundamentalista y se llama Estado Islámico, pero no se puede decir y no es verdad y tampoco justo decir que el islam es terrorista", reiteró.
El terrorismo y la violencia ha estado muy presente en este viaje del papa a Polonia para participar en la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia.
Desde su discursos a los jóvenes para que no reaccionen "al odio con odio" y prefieran el diálogo hasta la oración que pronunció en la iglesia de san Francisco de Cracovia para "convertir los corazones de los terroristas y se den cuenta del mal que hacen".
Por otra parte, Francisco estuvo mucho más cauto a la hora de contestar a otras preguntas de actualidad como la situación en Turquía tras el fallido golpe de Estado, de la que dijo que aún no se puede expresar hasta que no conozca bien lo que ha ocurrido ya que "aún no está claro".
Lo mismo ocurrió sobre Venezuela, donde sólo confirmó la posibilidad de que el Vaticano pueda entrar en el grupo de ex presidentes mediadores para sacar al país de la crisis.
Mientras que sobre el caso de la investigación por presuntos abusos a menores sobre el cardenal australiano George Pell, el "ministro" de Finanzas del Vaticano, dijo que se expresará cuando "hable la Justicia".
Francisco explicó que de todas las denuncias se está ocupando la Justicia y por tanto "no se puede juzgar antes de que la Justicia lo haga" y recordó que "además siempre hay que tener en cuenta el principio de 'in dubio pro reo' (en caso de duda se falla a favor del reo)". (RD/Efe)
Transcripción de la entrevista papal en el avión de regreso de la JMJ (Vatican Insider)
Los católicos están bajo «shock» después del bárbaro asesinato del padre Hamel. Usted dijo que todas las religiones quieren la paz, pero él fue asesinado en el nombre del islam. ¿Por qué cuando usted habla sobre terrorismo no pronuncia nunca la palabra islam?
A mí no me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días, cuando hojeo los periódicos, veo violencia, aquí en Italia: está aquel que mata a la novia o a la suegra, y estos son violentos católicos bautizados. ¿Si hablara sobre violencia islámica también debería hablar sobre la violencia católica? No todos los islámicos son violentos. Es como una macedonia, hay violentos en las religiones. Una cosa es cierta: en casi todas las religiones siempre hay un pequeño grupo fundamentalista. También nosotros los tenemos. Y cuando el fundamentalismo llega a matar (se puede matar con la lengua, lo dice el apóstol Santiago, no yo, y se puede matar con el cuchillo) no es justo identificar el islam con la violencia. Tuve un largo dialogo con el gran imán de al-Azhar: ellos buscan la paz, el encuentro. El nuncio de un país africano me decía que en la capital de su país siempre hay una cola de gente para pasar por la puerta santa y algunos se acercan a los confesionarios. Pero la mayor parte va a rezar al altar de la Virgen, y hay musulmanes que quieren hacer el Jubileo. Cuando estuve en República Centroafricana fui a verlos, el imán se subió al papamóvil. Se puede convivir bien. Hay grupitos fundamentalistas. Me pregunto, ¿cuántos jóvenes que nosotros europeos hemos vaciado de ideales van a la droga, al alcohol o van allá y se enrolan? Sí, podemos decir que el llamado Isis es un estado islámico que se presenta como violento, porque como carta de presentación nos hace ver cómo degollaban a los egipcios. Pero este es un grupito, pero no se puede decir, no es verdad y no es justo decir que el islam es terrorista.
Además de las oraciones y del dialogo, ¿qué iniciativa concreta existiría para contrarrestar la violencia islámica?
El terrorismo está por todas partes, recuerde usted el terrorismo tribal de algunos países africanos. El terrorismo crece cuando no hay otra opción. Ahora digo algo que puede ser peligroso... Pero, cuando se pone al centro de la economía mundial al dios dinero y no al hombre y a la mujer, esto ya es un primer terrorismo. Has expulsado la maravilla de la Creación y has puesto al centro el dinero. Este es un primer terrorismo de base... pensémoslo.
Santidad, la represión en Turquía después del golpe es tal vez peor que el golpe de Estado: militares, jueces, diplomáticos, periodistas... Más de 13 mil arrestos, además de 50 mil personas despedidas. Una purga. Antier el presidente Erdogan respondió a los que lo criticaban que pensaran en sus asuntos. Queremos preguntarle por qué no ha hablado de esto hasta ahora. ¿Teme repercusiones sobre la minoría católica?
Cuando tuve que decir una cosa que no le gustaba a Turquía, pero de la que yo estaba seguro, la dije, con las consecuencias que ustedes conocen -respondió el Papa con una evidente referencia a sus palabras sobre el genocidio armenio. Pero estaba seguro. No he hablado hasta ahora porque no estoy todavía seguro, con las informaciones recibidas, sobre lo que está sucediendo ahí. Escucho la información que llega a la Secretaría de Estado, y las de algunos analistas políticos importantes. Estoy estudiando la situación, con la Secretaría de Estado, y la cosa todavía no está clara. Es cierto, siempre hay que evitar el mal a los católicos, pero no al precio de la verdad. Existe la virtud de la prudencia, pero en mi caso, ustedes son testigos, cuando he tenido que decir alguna cosa sobre Turquía, la he dicho.
¿Qué tal se encuentra después de la caída en Czestochowa?
Estaba viendo a la Virgen ¡y se me olvidó el escalón! Estaba con el incensario en la mano y cuando sentí que me caía me dejé ir, y esto me salvó. Si hubiera opuesto resistencia, habría sufrido las consecuencias. En cambio salió todo bien.
En su primer discurso en el castillo Wawel, inmediatamente después de su llegada a Polonia, usted dijo que comienza a conocer la Europa centro-oriental empezando por este país. ¿Qué le pareció?
Era una Polonia especial, porque estaba invadida una vez más, ¡pero por los jóvenes! Cracovia me pareció tan bella, la gente polaca tan entusiasta. Esta tarde, con esta lluvia, había gente por las calles, no solo los jóvenes sino también las viejitas. Tenía cierto conocimiento de los polacos desde que era niño, porque en donde trabajaba papá llegaron algunos polacos. Eran buenos y me volví a encontrar con esta bondad.
Nuestros hijos jóvenes quedaron conmovidos con sus palabras que corresponden bien a su lenguaje juvenil. ¿Cómo preparó estos ejemplos tan cercanos a sus vidas?
A mí me gusta hablar con los jóvenes y me gusta escuchar a los jóvenes. Siempre me ponen en dificultades, porque me dicen cosas que no he pensado o que he pensado a medias. Jóvenes inquietos, creativos... y de ahí tomo este lenguaje. Muchas veces tengo que preguntar qué significan ciertas expresiones. Nuestro futuro son ellos, y debemos hacer el diálogo entre el pasado y el futuro. Por esto yo subrayo tanto la importancia del diálogo entre los jóvenes y los abuelos, para que podamos dar también nuestra experiencia. Que ellos sientan el pasado, la historia, que la retomen y la saquen adelante con el coraje del presente. Es importante. A mí no me gusta cuando escucho decir: ‘¡Estos jóvenes dicen estupideces!'. También nosotros decimos muchas. Ellos dicen estupideces y también buenas cosas, como nosotros, como todos. Nosotros debemos aprender de ellos y ellos de nosotros. Y así se crece sin encierros y sin censuras.
Hay una pregunta que muchos se hacen en estos días: la policía australiana investiga sobre nuevas acusaciones contra el cardenal George Pell. Esta vez se trata de acusaciones sobre abusos de menores. ¿Según su opinión qué es lo que debería hacer el cardenal?
Las primeras noticias que llegaron eran confusas. Eran noticias de hace 40 años y ni siquiera la policía les había hecho caso en un primer momento. Después todas las denuncias fueron presentadas y en este momento están en manos de la justicia. No hay que juzgar antes de que lo haga la justicia. Si yo diera un juicio a favor o en contra, no sería bueno, porque juzgaría antes. Es cierto, existe la duda. Y existe también ese principio claro del derecho: ‘in dubio pro reo'. Debemos esperar el curso de la justicia y no hacer primero un juicio mediático, un juicio de los chismes. Hay que estar atentos a lo que decidirá la justicia. Una vez que haya hablado la justicia, hablaré yo.
La semana pasada se habló sobre la participación del Vaticano en las negociaciones para resolver la crisis en Venezuela. ¿Es una posibilidad concreta?
Hace dos años tuve un encuentro positivo con el presidente Maduro. Después él pidió audiencia el año pasado, pero la canceló porque tenía otitis. Dejé pasar un poco de tiempo y después le escribí una carta. Sí, con las condiciones que se hacen en estos casos: se piensa en este momento, pero no estoy seguro, a la posibilidad de que en el grupo de la mediación haya un representante de la Santa Sede.