Uno de los primeros testimonios históricos de los evangelistas
- 21 Septiembre 2016
- 21 Septiembre 2016
- 21 Septiembre 2016
Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
Festa de san Mateo, apóstol y evangelista
San Mateo, apóstol y evangelista
Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Levi, que, al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de Abrahán, con lo que, de este modo, se da plenitud al Antiguo Testamento.
Sin duda que los estudios críticos de la Biblia, y en especial del Nuevo Testamento, han dado vuelta muchísimas certezas populares en torno a los evangelios, una de ellas es la supuesta existencia de una redacción primitiva del Evangelio de san Mateo en arameo, dato que ya hoy de ninguna manera es aceptable, aunque formaba parte del conocimiento normal, incluso científico, en época de la redacción del Butler que prsentaré. Por no modificar su redacción mantengo el texto exactamente como lo trae, puesto que aporta una narración coherente y tradicional acerca del personaje. Pero debe advertirse que no es posible en la actualidad identificar al autor de ninguno de los cuatro evangelios con apóstoles que hayan escrito, en general se consideran apostólicos por su relación con el testimonio apostólico, porque dependen de la predicación directa e indirecta de los apóstoles, pero no por haber sido escritos por los apóstoles. Sigue a continuación el artículo del Butler-Guinea, con apenas cambios en relación al «martirio» de san Mateo.
Dos de los cuatro Evangelistas dan a San Mateo el nombre de Leví, mientras que San Marcos lo llama «hijo de Alfeo». Posiblemente, Leví era su nombre original y se le dio o adoptó él mismo el de Mateo («el don de Yavé»), cuando se convirtió en uno de los seguidores de Jesús. Pero Alfeo, su padre, no fue el judío del mismo nombre que tuvo como hijo a Santiago el Menor. Se tiene entendido que era galileo por nacimiento y se sabe con certeza que su profesión era la de publicano, o recolector de impuestos para los romanos, un oficio que consideraban infamante los judíos, especialmente los de la secta de los fariseos y, a decir verdad, ninguno que perteneciera al sojuzgado pueblo de Israel, ni aún los galileos, los veían con buenos ojos y nadie perdía la ocasión de despreciar o engañar a un publicano. Los judíos los aborrecían hasta el extremo de rehusar una alianza matrimonial con alguna familia que contase a un publicano entre sus miembros, los excluían de la comunión en el culto religioso y los mantenían aparte en todos los asuntos de la sociedad civil y del comercio. Pero no hay la menor duda de que Mateo era un judío y, a la vez, un publicano.
La historia del llamado a Mateo se relata en su propio Evangelio. Jesús acababa de dejar confundidos a algunos de los escribas al devolver el movimiento a un paralítico y, cuando se alejaba del lugar del milagro, vio al despreciado publicano en su caseta. Jesús se detuvo un instante «y le dijo: 'Sígueme', y él se levantó y le siguió.» En un momento, Mateo dejó todos sus intereses y sus relaciones para convertirse en discípulo del Señor y entregarse a un comercio espiritual. Es imposible suponer que, antes de aquel llamado, no hubiese conocido al Salvador o su doctrina, sobre todo si tenemos en cuenta que la caseta de cobros de Mateo se hallaba en Cafarnaún, donde Jesús residió durante algún tiempo, predicó y obró muchos milagros; por todo esto, se puede pensar que el publicano estaba ya preparado en cierta manera para recibir la impresión que el llamado le produjo. San Jerónimo dice que una cierta luminosidad y el aire majestuoso en el porte de nuestro divino Redentor le llegaron al alma y le atrajeron con fuerza. Pero la gran causa de su conversión fue, como observa san Beda, que «Aquél que le llamó exteriormente por Su palabra, le impulsó interiormente al mismo tiempo por el poder invisible de Su gracia.
El llamado a san Mateo ocurrió en el segundo año del ministerio público de Jesucristo, y éste le adoptó en seguida en la santa familia de los Apóstoles, los jefes espirituales de su Iglesia. Debe hacerse notar que, mientras los otros evangelistas, cuando describen a los apóstoles por pares colocan a Mateo antes que a Tomás, él mismo se coloca después del apóstol y además agrega a su nombre el epíteto de «el publicano». Desde el momento del llamado, siguió al Señor hasta el término de su vida terrenal y, sin duda, escribió su Evangelio o breve historia de nuestro bendito Redentor, a pedido de los judíos convertidos, en la lengua aramea que ellos hablaban. No se sabe que Jesucristo hubiese encargado a alguno de sus discípulos que escribiese su historia o los pormenores de su doctrina, pero es un hecho que, por inspiración especial del Espíritu Santo, cada uno de los cuatro evangelistas emprendió la tarea de escribir uno de los cuatro Evangelios que constituyen la parte más excelente de las Sagradas Escrituras, puesto que en ellos Cristo nos enseña, no por intermedio de sus profetas, sino directamente, por boca propia, la gran lección de fe y de vida eterna que fue su predicación y el prototipo perfecto de santidad que fue su vida.
Se dice que san Mateo, tras de haber recogido una abundante cosecha de almas en Judea, se fue a predicar la doctrina de Cristo en las naciones de Oriente, pero nada cierto se sabe sobre ese período de su existencia. La iglesia le veneraba también como mártir, no obstante que la fecha, el lugar y las circunstancias de su muerte, se desconocen, motivo por el cual en la última reforma de Martirologio ya no se menciona su martirio. Los padres de la Iglesia quisieron encontrar las figuras simbólicas de los cuatro evangelistas en los cuatro animales mencionados por Ezequiel y en el Apocalipsis de san Juan. Al propio san Juan lo representa el águila que, en las primeras líneas de su Evangelio, se eleva a las alturas para contemplar el panorama de la eterna generación del Verbo. El toro le corresponde a san Lucas que inicia su Evangelio con la mención del sacrificio del sacerdocio. El león es el símbolo de san Mateo, quien explica la dignidad real de Cristo, descendiente de David (el León de Judá); sin embargo, san Jerónimo y san Agustín, asignan el león a san Marcos y el hombre a san Mateo, ya que éste comienza su Evangelio con la humana genealogía de Jesucristo.
El relato sobre San Mateo que figura en el Acta Sanctorum, Sept. vol. VI, se halla muy mezclado con las discusiones en relación con sus supuestas reliquias y sus traslaciones a Salerno y otros lugares. Puede hacerse un juicio sobre la poca confianza que se puede poner en esas tradiciones, si se tiene en cuenta el hecho de que cuatro diferentes iglesias de Francia han asegurado poseer la cabeza del apóstol. M. Bonnet publicó una extensa narración apócrifa sobre la predicación y el martirio de san Mateo, en Acta Apostolorum apocrypha (1898), vol. II, parte I, pp. 217-262 y hay otro relato, mucho más corto, de los bolandistas. El Martirologio Romano se refiere a su martirio y dice que tuvo lugar en "Etiopía", pero en el Hieronymianum se afirma que fue martirizado "en Persia, en la ciudad de Tarrium." De acuerdo con von Gutschmidt, esta declaración se debe a un error de lectura del nombre de Tarsuana, ciudad que Ptolomeo sitúa en Caramania, región de la costa oriental del Golfo Pérsico. A diferencia de la gran diversidad de fechas que se asignan a los demás apóstoles, la fiesta de san Mateo se ha observado en este día, de manera uniforme de todo el Occidente. Ya en los tiempos de Beda existía una homilía escrita por él y dedicada a esta fiesta de san Mateo: véase el artículo de Morin en la Revue Bénédictine, vol. IX (1892), p. 325. Sobre los símbolos del evangelista ver DAC., vol. V, cc. 845-852.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir Contra los herejes, III 11,8; 9,1
Uno de los primeros testimonios históricos de los evangelistas
Los apóstoles se fueron hasta los extremos de la tierra proclamando la buena noticia de los beneficios que Dios nos regala y anunciando a los hombres la paz del cielo. (cf Lc 2,14) Ellos poseían, cada uno en particular y todos en común, la buena noticia de Dios. Mateo precisamente, entre los hebreos, difundió en su propia lengua una forma escrita del evangelio, mientras que Pedro y Pablo evangelizaron en Roma y fundaron la Iglesia. Después de la muerte de ellos, Marcos el discípulo e intérprete de Pedro (1P 5,13) nos transmitió también, por escrito, la predicación de Pedro. Asimismo, Lucas, el compañero de Pablo, ha consignado en un libro el evangelio predicado por éste. Por fin, Juan, el discípulo del Señor, el mismo que reposó sobre el costado de Jesús (Jn 13,25) ha publicado a su vez el evangelio durante su estancia en Efeso.
Mateo, en su evangelio presenta la genealogía de Cristo como hombre: “Genealogía de Jesús, Mesías, Hijo de David, Hijo de Abrahán:...el nacimiento de Jesús fue así:..” (cf Mt 1,1-18) Este evangelio presenta a Cristo en su condición humana. Por esto encontramos en él a un Cristo animado siempre por sentimientos de humildad, siendo un hombre lleno de ternura... El apóstol Mateo conoce un solo y único Dios que prometió a Abrahán multiplicar su descendencia como las estrellas del firmamento (Gn 15,5) y que nos ha llamado, gracias a Jesucristo su Hijo, del culto a las piedras al conocimiento del Dios verdadero (cf Mt 3,9), de manera que “al que no es mi pueblo lo llamaré “Pueblo mío”, y “Amada mía” a la que no es mi amada.”(Os 2,25; Rm 9,25)
El Papa y el Patriarca Bartolomé, en Asís
"El nombre de Dios jamás puede justificar la violencia. Solo la paz es santa"
El Papa en Asís: "No hay mañana en la guerra y la violencia de las armas"
"Que los líderes de las naciones no se cansen de promover vías de paz"
José Manuel Vidal, 20 de septiembre de 2016 a las 17:15
Asumamos esta responsabilidad y reafirmemos nuestro sí a ser, juntos, constructores de la paz, que Dios quiere y de la que la humanidad tiene sed
(José Manuel Vidal).- Tras la oración ecuménica, la ceremonia conclusiva, con todos los líderes religiosos del mundo en torno al Papa. En su intervención, Francisco repite que "no hay mañana en la guerra ni en la violencia de las armas" y que jamás se puede matar en nombre de Dios, al tiempo que pide a las religiones unirse en la búsqueda de la paz. Porque, sin paz, no hay futuro para la Humanidad. Ante el Papa, diversas intervenciones. La primera, la del obispo de Asís, Domenico Sorrentino: "No a la cultura de la guerra y sí a la cultura de la paz o cultura de la misericordia".
En nombre de los franciscanos, interviene el custodio de Asís, padre Mauro Gambetti: "Los humildes se respetan y se valoran".
A continuación, interviene Andrea Riccardi, en nombre de la Comunidad de San Egidio: "Momentos bellos, como esta tarde, en el que descubrimos la paz en el corazón de las personas y de las religiones"
"Pensemos en las madres que ven sufrir a sus hijos"
"Las religiones son y pueden ser fuentes de paz"
"Es bello que los líderes religiosos se muestren juntos por la paz"
"Desde hace 30 años, caminamos en el espíritu de Asís por el mundo"
"Todo el que reza puede liberar energías de paz"
"¡Cuánta sed de paz en Siria!"
"La guerra es obra de gente ávida de poder y de dinero"
"Todos podemos ser artesanos de la paz con la fuerza de la oración y la humildad del diálogo"
"Las religiones son llamadas a una mayor audacia, porque el mundo tiene sed de paz"
"Hay que eliminar para siempre la guerra, porque la guerra es la madre de toda inhumanidad"
"Nada se pierde con el diálogo, todo es posible con la paz
Tras la vibrante intervención de Riccardi, el testimonio de una refugiada procedente de Alepo, cristiana: "Vengo de Alepo, la ciudad mártir de Siria"
"Cuando pronuncio su nombre, me estremezco"
"Allí, antes de la guerra, había respeto y diálogo y respeto entre lenguas y religiones"
"Comenzaron a llover misiles. Siento todavía los gritos de padres, madres y niños, que buscan a sus padres"
"Resistimos tres años, con la esperanza de que terminase la guerra, viviendo en la miseria"
"Tuvimos que dejarlo todo, para huir al Líbano"
"Vivo en Toscana e intento integrarme en este bello país, Italia"
"Nos han dado de nuevo la sonrisa que habíamos perdido durante la guerra"
Interviene, a continuación, Bartolomeo I
"Una ocasión de mirarnos a los ojos y hablarnos francamente y ser amigos"
"No puede haber paz sin reconocimiento recíproco, sin justicia, sin una colaboración entre todos los pueblos del mundo"
"La paz necesita justicia y una renovada economía mundial, atenta a las necesidades de los más pobres"
"Salvaguardar las tradiciones culturales, religiosas y artísticas de todos los pueblos de la tierra"
"Justicia es ser coherente con lo que profesamos y creemos"
"Es indispensable que toda religión y toda cultura se mire a sí misma y haga autocrítica y análisis, para preguntarnos dónde hemos fallado"
"Los fundamentalistas amenazan el diálogo hacia afuera y hacia dentro de nuestras propias tradiciones religiosas"
"¿Seremos capaces de aislarlos?"
"Tenemos el deber de salvaguardar a todo ser humano"
"Salvaguardar nuestra casa común y todo lo que hay en ella"
Después, interviene un judío, que pasó por la dramática experiencia del Holocausto, el rabino David Brodman: "Tenía 7 años, cuando fui deportado al campo de concentración"
"Soy rabino"
"La humildad es signo de santidad"
"El Papa Francisco es un claro ejemplo de humildad y santidad para nuestro tiempo"
"Para mí, el espíritu de Asís es el mejor ejemplo de humildad y de santidad y la respuesta mejor al Holocausto y a las guerras"
"Desde aquí gritamos al mundo que es posible vivir en paz, siendo diferentes. Todos diferentes, pero unidos"
Testimonio de un ulema de Indonesia: "Traigo la voz del Islam a esta plaza"
"Estamos viviendo un tiempo difícil, con el drama de la pobreza, del terrorismo, de la injusticia, la discriminación, la violencia o la crisis ecológica"
"El Islam es una religión de paz"
"El que mata a una persona, mata a toda la humanidad"
"Acabar incluso con la violencia de Estado"
"El espíritu de Asís y el espíritu del Islam pueden llevar a la paz"
Es el turno del líder budista japonés Tendai, ayudado por dos ayudantes, para acercarse al ambón: "MOmento feliz en los 91 años de mi vida"
"La histori anos ha mostrado que la paz conseguida por la fuerza cae a manos de la fuerza".
Se levanta el Papa y se dirige al ambón
Algunas frases del discurso del Papa
"Les saludo con gran respeto y afecto y les agradezco su presencia"
"Hemos venido a Asís como peregrinos en busca de paz"
"Ponemos ante Dios las angustias de tantas nacione sy personas"
"Tenemos sed de paz. Tenemos necesidad de rezar por el paz, porque la paz es don de Dios"
"Muchos habéis hecho un largo camino para llegar a este lugar bendito"
"La gran enfermedad de nuestro tiempo es la indiferencia: un virus que paraliza"
"Engendra un nuevo paganismo, el paganismo de la indiferencia"
"Hemos visto en los ojos de los refugiados el horror de la guerra"
"Pienso a los niños que no conocieron en la vida más que violencia...todos tienen gran sed de paz"
"Que estas tragedias no caigan en el olvido"
"No hay mañana en la guerra y la violencia de las armas que destruye la alegría de la vida"
"Creemos en la fuerza humilde de la oración"
"Que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia"
"La paz no es sólo una protesta contra la guerra, sino el resultado de la oración"
"Pidamos el agua limpia de la paz, de la que la humanidad tiene sed"
"Nuestras diferencias religiosas no son motivo de conflicto"
"Hoy no hemos rezado unos contra otros, como ha sucedido en la historia. Hemos rezado unos al lado de los otros, unos con los otros"
"JUntos, aquí reunidos, afirmamos que el que utiliza la religión para fomentar la violencia contradice su aspiración más auténtica y profunda"
"La violencia no representa la verdadera naturaleza de la religión, sino su traición"
"El nombre de Dios jamás puede justificar la violencia"
"Solo la paz es santa, no la guerra"
"No permanecer en la lógica del conflicto ni en la rabia de la protesta"
"Hay que mancharse las manos con los que lo necesitan"
"Dar el primer puesto al que sufre"
"Asumir los conflictos y sanarlos desde dentro"
"La paz es un hilo de esperanza que une la tierra con el cielo"
"Paz significa acogida"
"Paz quiere decir colaboración e intercambio con el otro"
"Paz significa educación y cultura del encuentro"
"Aquí, todos juntos y en paz, esperamos en un mundo fraterno"
"Nuestro futuro es vivir juntos"
"Liberémonos de las desconfianzas, de los fundamentalismos y del odio"
"Que los creyentes seamos artesanos de la paz"
"Los líderes religiosos estamos llamados a ser puentes creativos de paz"
"Que los líderes de las naciones no se cansen de promover vías de paz"
"La paz es una responsabilidad universal"
"Asumamos esta responsabilidad y reafirmemos nuestro sí a ser, juntos, constructores de la paz, que Dios quiere y de la que la humanidad tiene sed"
Tras la intervención del Papa, se guarda un minuto de silencio por las víctimas de las guerras y de la violencia del mundo.
Se lee el Manifiesto por la paz, que los niños reparten entre todos los presentes.
El Papa en Asís: En el ‘Tengo sed’ de Jesús, la voz de los que sufren la guerra
De las víctimas de los conflictos a los niños a quienes se privó de ver la luz de este mundo
20 SEPTIEMBRE 2016 REDACCIONEL PAPA FRANCISCO
(ZENIT – Roma).- Después del almuerzo los representantes de las diversas religiones reunidos en Asís rezaron en lugares diferentes. Los de credo cristiano se reunieron en la basílica inferior de San Francisco, cerca de la tumba de San Francisco para una oración ecuménica.
El papa Francisco recordó que en el ‘Tengo sed’, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo.
A continuación el Papa realizó una meditación, cuyo texto proponemos a continuación:
“Ante Jesús crucificado, resuenan también para nosotros sus palabras: «Tengo sed» (Jn 19,28). La sed es, aún más que el hambre, la necesidad extrema del ser humano, pero además representa la miseria extrema. Contemplemos de este modo el misterio del Dios Altísimo, que se hizo, por misericordia, pobre entre los hombres.
¿De qué tiene sed el Señor? Ciertamente de agua, elemento esencial para la vida. Pero sobre todo de amor, elemento no menos esencial para vivir. Tiene sed de darnos el agua viva de su amor, pero también de recibir nuestro amor. El profeta Jeremías habló de la complacencia de Dios por nuestro amor: «Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia» (Jer 2,2).
Pero dio también voz al sufrimiento divino, cuando el hombre, ingrato, abandonó el amor, cuando –parece que nos quiere decir también hoy el Señor– «me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua» (v. 13). Es el drama del «corazón árido», del amor no correspondido, un drama que se renueva en el Evangelio, cuando a la sed de Jesús el hombre responde con el vinagre, que es un vino malogrado. Así, proféticamente, se lamentaba el salmista: «Para mi sed me dieron vinagre» (Sal 69,22).
«El amor no es amado»; según algunos relatos esta era la realidad que turbaba a san Francisco de Asís. Él, por amor del Señor que sufre, no se avergonzaba de llorar y de lamentarse en alta voz (cf. Fuentes Franciscanas, n. 1413). Debemos tomar en serio esta misma realidad cuando contemplamos a Dios crucificado, sediento de amor.
La Madre Teresa de Calcuta quiso que, en todas las capillas de sus comunidades, cerca del crucifijo, estuviese escrita la frase «tengo sed». Su respuesta fue la de saciar la sed de amor de Jesús en la cruz mediante el servicio a los más pobres entre los pobres.
En efecto, la sed del Señor se calma con nuestro amor compasivo, es consolado cuando, en su nombre, nos inclinamos sobre las miserias de los demás. En el juicio llamará «benditos» a cuantos hayan dado de beber al que tenía sed, a cuantos hayan ofrecido amor concreto a quien estaba en la necesidad: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
Las palabras de Jesús nos interpelan, piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su «tengo sed», podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo.
Todos estos son hermanos y hermanas del Crucificado, los pequeños de su Reino, miembros heridos y resecos de su carne. Tienen sed. Pero a ellos se les da a menudo, como a Jesús, el amargo vinagre del rechazo. ¿Quién los escucha? ¿Quién se preocupa de responderles? Ellos encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión.
Ante Cristo crucificado, «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1,24), nosotros los cristianos estamos llamados a contemplar el misterio del Amor no amado, y a derramar misericordia sobre el mundo. En la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido trasformado en bien; también nosotros, discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser «árboles de vida», que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor. Del costado de Cristo en la cruz brotó agua, símbolo del Espíritu que da la vida (cf Jn 19,34); que del mismo modo, de nosotros sus fieles, brote también compasión para todos los sedientos de hoy.
Que el Señor nos conceda, como a María junto a la cruz, estar unidos a él y cerca del que sufre. Acercándonos a cuantos hoy viven como crucificados y recibiendo la fuerza para amar del Señor Crucificado y resucitado, crecerá aún más la armonía y la comunión entre nosotros. «Él es nuestra paz» (Ef 2,14), él que ha venido a anunciar la paz a los de cerca y a los de lejos (Cf. v. 17). Que nos guarde a todos en el amor y nos reúna en la unidad, para que lleguemos a ser lo que él desea: «Que todos sean uno» (Jn 17,21)”.
Misericordia quiero, y no sacrificio
Mateo 9, 9-13. Tiempo Ordinario. No necesitan médico los que están sanos sino los que estamos mal.
Oración preparatoria
Señor, yo también quiero dejar todo para estar sólo contigo en esta oración. Concédeme desprenderme de todas mis preocupaciones para poder escuchar y ser dócil a las inspiraciones de tu Santo Espíritu.
Petición
Señor, cúrame de todo aquello que me aleje de cumplir tu voluntad.
Meditación del Papa
Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores", de "publicanos y prostitutas". Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia: sólo aman a los que les aman y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico", mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros".
Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores". Benedicto XVI, 30 de agosto de 2006.
Reflexión
Dios respeta en su integridad al hombre, y cuando llama a un alma a su servicio, en su solemne poder, ni la violenta, ni la atosiga, sino que con paciencia y amor la deja casi andar a la deriva o al vaivén de las circunstancias. No es fácil, por tanto, dar una respuesta como la de Mateo: pronta, sincera, total.
San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Sólo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.
Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros. Tenemos una misión, comos eslabones de una cadena. Decía el Cardenal Newman: "No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto confiaré en él quienquiera que yo sea, dondequiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡El sabe lo que hace!"
Propósito
Buscar un acercamiento o tener un acto de caridad con esa persona que «me cuesta» aceptar.
Diálogo con Cristo
Señor, gracias por invitarme a seguirte, a ser tu discípulo y misionero. Ardientemente deseo tener la fe y el amor suficiente para responder con prontitud a tu llamado. Quiero salir de esta oración con la sabiduría, la fuerza y la alegría, que logre contagiar de tu amor a los demás. Siguiendo el ejemplo de María, y por su intercesión, te pido que sea fermento y canal para comunicar tu amor en mi familia, en mi profesión, en el círculo de mis amigos.
¿Por qué orar?
Si tuviera que desearte el don más bello, y pedirlo para ti a Dios, no dudaría en pedirle el don de la oración.
Sólo del encuentro diario con Dios, el creyente puede hallar la fuerza para vivir y aprender a amar a los demás.
"Si tuviera que desearte el don más bello, si quisiera pedirlo para ti a Dios, no dudaría en pedirle el don de la oración."
Orando se vive.
Orando se ama.
Orando se alaba.
Como la planta que no hace brotar su fruto si no es alcanzada por los rayos del sol, así el corazón humano no se entreabre a la vida verdadera y plena si no es tocado por el amor.
Y es que, quien ora vive, en el tiempo y en la eternidad.
Me preguntas: ¿por qué orar? Te respondo: para vivir. De aquí nace la exigencia de indicar el camino para una oración hecha de cotidianeidad: fija tú mismo un tiempo para dar cada día al Señor, de intimidad: recógete en silencio, lleva a Dios tu corazón y de confidencia: no tengas miedo de decirle todo.
Así, cuando vayas a orar con el corazón en alboroto, si perseveras, te darás cuenta de que después de haber orado largamente tus interrogantes se habrán disuelto como nieve al sol.
Un efecto que muchos buscan por otras vías, a menudo bajo la insignia de la ausencia de obstáculos y empeño. La paz que nace de la oración, en cambio, es distinta: «Que sepas, que no faltarán las dificultades. Llegará la hora de la “noche oscura”, en la que todo te parecerá árido y hasta absurdo en las cosas de Dios: no temas. Es esa hora en la que para luchar está Dios mismo contigo».
Pero los momentos oscuros no negarán los frutos de una oración vivida en el corazón: «Un don particular que la fidelidad en la oración te dará es el amor a los demás», y es que «la oración es la escuela del amor».
Se repitió milagro de licuefacción de la sangre de San Jenaro
El hecho se produce desde hace 400 años
El pasado día lunes, 19 de septiembre de 2016, se repitió el milagro de San Jenaro, Obispo y santo patrón de Nápoles, al licuarse su sangre en el día de su fiesta y martirio a las 10:38 a.m., hora de Italia.
Una gran multitud de fieles, que desde las primeras horas del día concurrió la Catedral de la ciudad y la plaza, saludó el anuncio del milagro con un caluroso aplauso.
El Arzobispo de Nápoles, Cardenal Crescenzio Sepe, levantó el relicario que contiene la sangre del santo del siglo III mientras se agitaba un tradicional pañuelo blanco.
Las ampollas permanecerán a la vista en la Catedral durante varios días antes de ser devuelto a una bóveda en la capilla del tesoro de la catedral.
La sangre seca de San Jenaro se conserva en dos ampollas de vidrio y se licua tradicionalmente tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta del Santo y el 16 de diciembre. La Iglesia dice que el milagro sucede gracias a la dedicación y las oraciones de los fieles.
El milagro consiste en que la masa de sangre reseca rojiza, adherida a un lado de la ampolla, se convierte en sangre completamente líquida tras el paso de varios minutos, llegando a cubrir todo el vidrio.
El proceso de licuefacción a veces toma horas, incluso días o en ocasiones no sucede en absoluto. En los días en que no se produce el milagro, los fieles locales interpretan que podría haber un desastre.
El 21 de marzo del 2015, mientras el Papa Francisco daba algunos consejos a los religiosos, sacerdotes y seminaristas de Nápoles, también ocurrió el milagro de San Jenaro y la sangre se licuó.
Antes de aquel suceso, la última vez que el milagro ocurrió con un Pontífice fue en 1848 con Pío IX. No había sucedido cuando Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron la ciudad en octubre de 1979 y en el mismo mes en 2007, respectivamente.
El Papa Francisco, en la audiencia del miércoles
"El perdón es el pilar que rige la vida de la comunidad cristiana"
El Papa explca que ser misericordiosos significa "no desplumar a los demás con críticas, envidias o celotipias"
"No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que yerra"
José Manuel Vidal, 21 de septiembre de 2016 a las 10:34
El cristiano debe perdonar, porque ha estado perdonado. Todos nosotros hemos sido perdonados. Lo recitamos todos los días en el Padrenuestro
(José M. Vidal).- Audiencia papal, tras la jornada de oración por la paz de ayer en Asís. El Papa Francisco recuerda que misericordiar se conjuga con otros dos verbos: perdonas y donar. Misericordia significa, entre otras cosas, "no desplumar a nadie con nuestras críticas", porque el perdón es el "pilar de la vida cristiana". Porque "no tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que yerra".
Lectura del Evangelio de Lucas. "Sed misericordiosos como vuestro Padre Dios. No juzguéis y no sereis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seríes perdonados...Dad y se os dará...La medida que uséis la usarán con vosotros"
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Misericordiosos como el Padre, lema de este año santo"
"No se trata de un eslogan, sino de un empeño vital"
"Sed perfectos como vuestro Padre celestial"
"La perfección consiste en el amor, cumplimiento de la Ley"
"Ser perfectos significa ser misericordiosos"
"Una persona que no es misericordiosa no es perfecta ni buena. La bondad y la perfección radican en la misericordia"
"Toda la revelación de Dios es un incansable amor por los hombres"
"Dios es como un padre o una madre"
"Un amor tan grande, que sólo Dios lo puede realizar"
"La Iglesia sólo puede ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo en todo tiempo y para toda la Humanidad"
"Todo cristiano está llamado a ser testigo de la misericordia"
"¿Qué significa, para los discípulos, ser misericordioso"
"Lo explica Jesús con dos verbos: perdonar y dar"
"La misericordia se expresa, ante todo, en el perdón"
"El perdón es el pilar que rige la vida de la comunidad cristiana"
"El cristiano debe perdonar, porque ha estado perdonado. Todos nosotros hemos sido perdonados. Lo recitamos todos los días en el Padrenuestro.
Así es fácil perdonar. Si Dios me perdonó a mí, ¿por qué no voy a perdonar yo? ¿Soy yo más grande que Dios?"
"Condenar al pecador rompe el vínculo de fraternidad y desprecia la misericordia de Dios"
"No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que yerra, tenemos el deber de recuperarlo y acompañarlo en su camino de conversión"
"Un segundo pilar: donar". "Dios nos da más allá de nuestros méritos"
"Con la medida del amor que demos seremos medidos". "Es una lógica coherente"
"El amor misericordioso es la única vía para recorrer". "¡Cuántas necesidades!"
"No desplumar a los demás con las críticas, con las envidias y con las celotipias"
"No os olvidéis de esto: misericordia es don. El perdón es donar. Y asi el corazón se esponja en el amor. El egoísmo y la rabia reduce el corazón y se pone rígido como una piedra"
"¿Queréis un corazón como una piedra? No "¿un corazón lleno de amor?" Sí
"Si preferís un corazón lleno de amor, sed misiericordiosos"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy hemos escuchado el pasaje evangélico que inspira el lema de este año santo: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Dios ama con un amor tan grande que para nosotros parece imposible. Toda la historia de la salvación es una historia de misericordia, que alcanza su culmen en la donación de Jesús en la cruz. ¿Cómo alcanzar esta perfección? La respuesta estriba en que Jesús no pide cantidad, sino ser signo, canal, testimonio de su misericordia. Por eso los santos han encarnado el amor de Dios que les desbordaba en múltiples formas de caridad en favor de los necesitados.
El Evangelio nos da dos pautas para ello: perdonar y dar. Jesús no busca alterar el curso de la justicia humana, pero manifiesta que en la comunidad cristiana hay que suspender juicios y condenas. El perdón es manifestación de la gratuidad del amor de Dios, que nunca da a un hijo por perdido. No podemos ponernos por encima del otro, al contrario, debemos llamarlo continuamente a la conversión. Del mismo modo, Jesús nos enseña que su voluntad de darse está muy por encima de nuestras expectativas y no depende de nuestros méritos, sino que la capacidad de acoger su amor, crece en la medida que nos damos a los demás, más amamos, más lleno de Dios estará nuestro corazón.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos al Señor que no perdamos nunca nuestra identidad de hijos de un mismo Padre, que nos une en su amor. Que Dios los bendiga.