“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.”
- 24 Agosto 2014
- 24 Agosto 2014
- 24 Agosto 2014
Qué decimos nosotros
También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. No nos pregunta solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras comunidades?
¿Conocemos cada vez mejor a Jesús, o lo tenemos “encerrado en nuestros viejos esquemas aburridos” de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades, o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?
¿Amamos a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia y el olvido? ¿Quienes se acercan a nuestras comunidades pueden sentir la fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?
¿Nos sentimos discípulos y discípulas de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la sociedad actual, o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera, o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?
¿Estamos aprendiendo a mirar la vida como la miraba Jesús? ¿Miramos desde nuestras comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad, o nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?
¿Seguimos a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre, o seguimos pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos exclusivamente de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo de seguir a Jesús es vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?
¿Vivimos el domingo cristiano celebrando la resurrección de Jesús, u organizamos nuestro fin de semana vacío de todo sentido cristiano? ¿Hemos aprendido a encontrar a Jesús en el silencio del corazón, o sentimos que nuestra fe se va apagando ahogada por el ruido y el vacío que hay dentro de nosotros?
¿Creemos en Jesús resucitado que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza renovadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro de nosotros?
XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A”
(Is 22, 19-23; Sal 137; Rom 11, 33-36; Mt 16, 13-20)
EL DON DEL PERDÓN
Entra dentro de ti, aunque vivas un tiempo de descanso un tanto extrovertido. No pierdas la ocasión que te ofrece la Palabra que se proclama este domingo. Jesucristo ha entregado a la Iglesia el poder divino de perdonar los pecados, de desatar la conciencia, secuestrada tantas veces por la mala memoria.
Ya el profeta Isaías prefiguraba el don que Jesús entregó a Pedro, y en él a la Iglesia: “Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra, nadie lo cerrará, lo que él cierre, nadie lo abrirá.” (Is 22, 22). El salmista responde: “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos”. Y el apóstol san Pablo reconoce: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!” (Sal 137). San Benito reza en su Regla: “El
Señor que comenzó esta obra buena en ti, Él mismo la lleve a término”. Y lo hace con el ofrecimiento permanente del perdón.
La Iglesia no se arroga ningún poder judicial. Los sacerdotes “no son agentes de aduana”, nos ha dicho el papa Francisco. El sacramento del perdón es el regalo precioso del Resucitado, para que sus hermanos, los hombres, puedan avanzar por los desiertos de la vida con el auxilio del agua para su sed; del pan vivo, para su hambre; de las sandalias y de la túnica, que no se les desgastan en su éxodo o exilio, gracias al perdón y a la misericordia divina.
El Maestro no dijo al discípulo: “-Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”, para que la Iglesia se convirtiera en un poder fiscalizador, sino para que sea un puerto franco, donde los náufragos no sucumban en su despojo durante la travesía.
No disimules tu debilidad, no huyas de la zona oscura; atrévete a pronunciar las sombras que te habitan delante de quien puede ofrecerte, en nombre del Señor, luz, paz, alegría, serenidad, descanso, unidad interior, restablecimiento, novedad, como ningún otro medio te puede conceder.
Quizá has probado a distraerte, has intentado olvidar en el tiempo de vacaciones, has relativizado los hechos que sabes que te hieren. Antes de reiniciar las tareas, puedes aprovechar la ocasión para drenar todo aquello que te pesa y te entristece. Dicen que a la vuelta de vacaciones, muchos sienten depresión. Tienes la posibilidad de librarte de toda nostalgia, dejando entrar en tu corazón la gracia del perdón divino, y desde él, el deseo de reemprender de nuevo, con ilusión, el trabajo.
La identidad de Jesús
Este domingo la Iglesia nos propone el pasaje de la confesión de san Pedro. El relato narra cómo este apóstol reconoció la identidad medular de Jesús. Mientras la gente identifica a Jesús de manera aproximada y periférica, Pedro reconoció la verdadera identidad de Jesús, como el Mesías, el Hijo de Dios. A su vez, Jesús otorgó a Simón un nuevo nombre y con ello, una nueva misión y en cierto modo también una nueva identidad. Pedro es el quicio de la Iglesia de Jesús, porque la fe en Cristo es la fuerza que sostiene la Iglesia.
El tema de la identidad de Jesús sigue tan actual como cuando se escribió el Evangelio. Jesús es quien es y su identidad no depende de que la reconozcamos o no. Pero el modo como nosotros percibimos, reconocemos y acogemos a Jesús sí condiciona nuestra relación con él y lo que esperamos y recibimos de él.
Cuando Jesús preguntó a sus discípulos acerca de lo que la gente decía de él, ellos le dieron unas pocas respuestas. Todas esas respuestas indicaban que la gente veía a Jesús como un profeta, como uno que hablaba de parte de Dios, lo que no está del todo desencaminado, pero no era preciso y cabal. Si hiciéramos una encuesta acerca de lo que hoy se dice de Jesús nos encontraríamos muchas más respuestas que entonces, algunas de las cuales, del todo desenfocadas. Escucharíamos opiniones tales como que Jesús es un maestro de moral; Jesús es el defensor de los pobres; Jesús es el operador de milagros; Jesús es una imagen objeto de devoción; Jesús es reformador de la sociedad; Jesús es el Salvador. Se podrían multiplicar las identidades que se le atribuyen a Jesús.
En este evangelio Jesús nos sigue planteando la misma pregunta que planteó a sus discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Y el gran reto que tenemos es que Jesús apruebe nuestra respuesta como aprobó la de Pedro: ¡Dichoso tú, Simón, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Esta respuesta de Jesús indica que la declaración de Pedro sobre Jesús no fue fruto meramente del trato que él había tenido con él, sino de una experiencia de fe. Pedro se había encontrado con Jesús en un plano superior al mero trato de amistad. Pedro descubrió y declaró que Jesús no solo era un hombre que decía y hacía cosas buenas, sino que era una persona en la que él había encontrado al mismo Dios y en la que él podía poner su confianza y su fe.
¿Nos hemos encontrado nosotros con Jesús? ¿Hemos experimentado el amor de Dios por nosotros en el trato con Jesús? ¿Se ha transformado nuestra propia vida en el encuentro con Jesús? Estas preguntas son importantes, porque la nueva evangelización, a la que estamos convocados, dice que el inicio de nuestra identidad como discípulos misioneros de Jesús es precisamente nuestro encuentro con él, que de tal forma transforme nuestra vida, que nos permita descubrir nuestra más auténtica identidad personal y nuestra vocación y misión. Pero, ¿dónde y cómo nos vamos a encontrar hoy con Jesús? ¿Quién facilitará nuestro encuentro con él? Y si ya lo conocemos, ¿cómo fortalecemos su amistad?
El encuentro con Jesús auténtico será posible en primer lugar como encuentro de fe, en la Iglesia. Conocer a Jesús en su identidad verdadera como el Mesías, el Hijo de Dios, no es posible desde una aproximación superficial, exterior, objetiva, sino como un encuentro de fe que transforma a la propia persona. Se facilita a través de la lectura de la Palabra de Dios, especialmente de los evangelios. Pero el encuentro con Jesús no significa conocer el texto de los evangelios o incluso sabérselo de memoria, sino abrirse en actitud de oración a la persona de la que esos textos hablan.
Un encuentro con Jesús se realiza a través de los sacramentos de la Iglesia, pero el encuentro con Jesús no significa realizar los ritos de manera digna y según las normas, sino dejarse tocar y transformar por Jesucristo que nos sale al encuentro con el amor y la misericordia de Dios en el signo sacramental. El encuentro con Jesús es posible a través del servicio al prójimo, pero no consiste en dar cosas a los necesitados, sino en acogerlos y compadecerse de sus sufrimientos y dolores. Cuando eso ocurra, entonces conoceremos a Jesús no con un conocimiento humano, sino como gracia de parte del Padre que está en los cielos.
Simón Pedro escuchó a continuación que Jesús le otorgaba una nueva identidad y misión. Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. A nosotros Jesús nos otorgará la identidad de discípulos misioneros suyos para construir la Iglesia por medio de nuestra fe, de nuestro testimonio y nuestra caridad. Tendremos la misión de conducir a otros hacia Jesús. Seremos misioneros que de este modo construyen la Iglesia como la comunidad de los discípulos de Jesús que vivimos unidos por un mismo Espíritu. Si Pedro es piedra fundamental de la Iglesia, nosotros somos las piedras vivas que edifican la Iglesia sobre el cimiento de Pedro y los apóstoles.
Ésta es la fuerza transformadora del Evangelio. Así se despliega la gracia de Dios que renueva y da vida. De este modo descubriremos también el sentido y misión de nuestra propia vida, cuando nos comprendamos a nosotros mismos a la luz del amor que Dios nos tiene y vivamos como hijos suyos que tenemos puestas en él nuestra mirada.
Este gran don, este gran regalo de Dios, nos motiva a unir nuestra voz a la de san Pablo, que en la segunda lectura de hoy alaba la sabiduría y la ciencia de Dios. En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él. A él la gloria por los siglos de los siglos.
DOMINGO 21 (A)
Is 22, 19-23; Rm 11, 33-36; Mt 16, 13-20
1-Jesús, en el evangelio, nos hace una pregunta: "Y vosotros, ¿quién decís que soy?"
Es una pregunta personal e intransferible. Por tanto, no podemos responder por lo que dice la gente o por lo que me han enseñado. Se me pide qué es lo que yo creo realmente.
¿Quién es Jesús para mí? Únicamente es un personaje admirable que vivió hace dos mil años? ¿O es de verdad aquella luz y aquella fuerza que da sentido y coherencia a toda mi vida?
Es decir, aquel que me impulsa a levantarme cuando me siento fracasado y desanimado; aquel que me devuelve la esperanza después de cada decepción; aquel que me da la certeza de que amar es la mejor manera de pasar por la vida ...
¿Creo en un Jesús vivo o en un muerto e inoperante? ¿Mi influencia de verdad? Es una cuestión esencial para un creyente.
Tengamos presente, sin embargo, que la respuesta a la pregunta que nos hace Jesús no deben ser nuestras palabras sino, sobre todo, nuestra vida. Es nuestra vida lo que muestra la autenticidad de nuestra respuesta.
¿Estoy demostrando, con mi estilo de vida, que Jesús es realmente, para mí, un Espíritu que llevo dentro y que me impulsa a vivir amando y haciendo el bien?
Fijémonos en que no se trata de "imitar" Jesús, desde fuera. Ser cristiano es tomar conciencia de que, desde el bautismo, llevamos dentro el Espíritu de Jesús resucitado, y también dejarnos guiar internamente por Él.
Se trata de ser un nuevo Jesús, pero "encarnado" con los rasgos únicos e irrepetibles de mi personalidad, distinta de la de cualquier otro creyente.
¿Soy, de verdad, un nuevo Jesús que dejo un rastro personal de la bondad de Dios por todas partes donde voy pasando?
2- Hay otra cuestión importante en este evangelio. Pedro afirma: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo". Y Jesús le dice que es afortunado porque: "Esto no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del cielo". Es esencial que nos demos cuenta de que el elogio de Jesús no viene motivado porque la respuesta de Pedro sea acertada, sino porque ha sido capaz de escuchar la inspiración de Dios.
Sin esta luz que viene de arriba, difícilmente llegaremos a un conocimiento profundo de Jesús. Y sin este conocimiento, nuestra fe no tendrá consistencia. ¿Estamos atentos a las inspiraciones de Dios?
Nunca agotar el conocimiento de Jesús. Cada vez que sinceramente me pregunto quién es Jesús, puedo descubrir aspectos nuevos que antes ignoraba. Porque él se nos va revelando progresivamente.
Y no olvidemos que, cuanto más conocimiento tengo de Jesús, más sentido echo de mi fe ya toda mi vida.
3- Recordemos, finalmente, aquellas palabras de Jesús: Yo te digo que tú eres Pedro. sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Reino de la Muerte no podrán resistir ".
Es una afirmación solemne y, al mismo tiempo, sorprendente que hace Jesús. Digo sorprendente porque. Por un lado, asegura con firmeza que la Iglesia permanecerá para siempre y, por otra parte, la edifica sobre un hombre: Pedro. Pedro era un hombre de buena voluntad, pero que falló muchas veces. Y es que, a ser discípulo de Jesús, no se aprende en un día: es un proceso largo, muy largo, que dura toda la vida.
Esto nos debe hacer comprender por qué la Iglesia-que como todos los que creemos en Jesucristo- está llena de defectos: desde el Papa hasta el último cristiano. La Iglesia no está formada por un conjunto de hombres y mujeres perfectos. Este tipo de hombres y mujeres no existe. La Iglesia está constituida por hombres y mujeres pecadores. Pero eso sí, que reconocen con humildad sus defectos y, con la ayuda del Señor, se esfuerzan para irlos superando, para intentar ser fieles a Jesucristo, en medio de sus inevitables infidelidades. Querer considerar la Iglesia de otra manera es no haber entendido el evangelio. Sin embargo, la Iglesia ha llegado hasta aquí y seguirá adelante porque lleva dentro la fuerza del Espíritu de Dios, que es indestructible. La fuerza viene de Dios, no de los hombres. La verdadera Roca es Jesús, no Pedro. Por eso, también hay siempre -siempre! - En todas las épocas y en todos los niveles, hombres y mujeres honestos, fieles, santos de verdad. No lo olvidemos eso. Son el signo de la presencia del Espíritu en la Iglesia. Alegrémonos en y esforcémonos por ser una persona de esta MENA. Es el mejor testimonio que podemos dar en esta época tan materialista, tan poco fraternal y tan desilusionada.
Evangelio según San Mateo 16,13-20.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
El Ministerio Cristiano
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.”
El ministerio de Pedro permanece siempre en la Iglesia en la persona de aquellos que le suceden. Hay, pues, que admitir que la bendición del Señor, pronunciada primero sobre Pedro, desciende también sobre sus siervos, por pequeños que sean, si “guardan lo que les ha sido confiado”(Cf 1Tim 6,20). San Pedro es el símbolo y el representante de todos ellos.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del abismo no la hará perecer.” (Mt 16,18) “Te daré las llaves del reino de los cielos.” (Mt 16,19) ¡Una promesa sagrada y gloriosa! ¿Sería posible que esta promesa se agotara enteramente en la persona de Pedro? ¿Está contenida en el evangelio únicamente para dar testimonio a favor de alguien que ya ha desaparecido hace mucho tiempo?
¿Es una característica de la Palabra inspirada ensalzar a las personas? De este modo ¿no se quedaría la riqueza de esta promesa y de la bendición de Cristo en una interpretación minimalista? ¿No desborda esta promesa cualquier interpretación minimalista, hasta que nuestra falta de fe sea vencida por la bondad de Aquel que se comprometió en ella? En resumen ¿no es un conjunto de prejuicios que impide a tanta gente acoger esta promesa de Cristo, hecha a Pedro, según la plenitud de la gracia que la acompaña?... Si las promesas de Cristo a los apóstoles no se cumplen en la Iglesia a lo largo de los siglos ¿cómo podríamos entender la eficacia de los sacramentos más allá de los tiempos del comienzo de la Iglesia?
San Bartolomé Apóstol
San Bartolomé, apóstol
Fiesta de san Bartolomé, apóstol, a quien generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirle, agregándolo a los Doce. Después de la Ascensión del Señor, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio.
patronazgo: patrono de varias ciudades europeas, de los mineros, albañiles, agricultores, viticultores, pastores, trabajadores del cuero, curtidores, talabarteros, zapateros, sastres, panaderos, carniceros, y comerciantes del aceite y el queso (en Florencia); protector contra las enfermedades de la piel y nerviosas.
tradiciones, refranes, devociones: Por san Bartolomé, tormenta ha de haber.
Otoñada derechera, por San Bartolomé, el agua primera.
(variante del mismo:) Para que la otoñada sea buena, por San Bartolomé las aguas primeras.
L'eve de Saint Dzouan tôte le pan; La plodze de Saint Loren arreuve dzeusto a ten; Me a Saint Bartolomé gneun n'en vout më (francoprovenzal: El agua por San Juan se lleva el pan; La lluvia de San Lorenzo llega justo a tiempo; Pero por San Bartolomé, nadie quiere más.)
refieren a este santo: San Gregorio el Iluminador, San Simeón
A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo. Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios").
Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas.
Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 )-
Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.
Oremos: Fortalece Señor, nuestra fe, para que nos adhiramos a Cristo, tu Hijo, con la misma sinceridad con que lo hizo el apóstol San Bartolomé, y haz que, por la intercesión de este santo, sea siempre tu Iglesia sacramento de salvación universal para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Afianza, Señor, en nosotros aquella fe con la que san Bartolomé, tu apóstol, se entregó sinceramente a Cristo, y haz que, por sus ruegos, tu Iglesia se presente ante el mundo como sacramento de salvación para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
24 de agosto 2014 Domingo XXI Is 22, 19-23
Dios elige a los que quiere que estén en frente de su pueblo, pero además de autoridad, los reviste de responsabilidad y tendrán que dar cuenta. «Aquel día llamaré a mi siervo ... le daré la autoridad que tienes, y será un padre para los habitantes de Jerusalén ... Le pondré al hombro la llave del palacio de David, y cuando él habrá abierto, nadie no cerrará, y cuando habrá cerrado, nadie podrá abrir. »Probablemente esto nos suene como la descripción de un poder absoluto, pero conviene no olvidar que Dios llama a los que están dispuestos a servir, no a servirse de ella. Cuando ejerzas tu autoridad, te acuerdas que eres un servidor? Señor, que mi autoridad sea un servicio humilde.
Francisco, en la ventana
Pide a los jóvenes que "testimonien a todos la belleza de la fe cristiana"
Papa: "Recemos juntos a la Virgen por esta amada tierra de Ucrania en el día de su fiesta nacional"
"¿Cómo va tu fe? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones?"
José Manuel Vidal, 24 de agosto de 2014 a las 12:20
Si el Señor encuentra una fe sincera, ve en nosotros piedras útiles para construir su comunidad
(José Manuel Vidal).-Tras el paréntesis veraniego, la gente ha vuelto a llenar la plaza de San Pedro para escuchar el ángelus del Papa. Francisco, desde la cátedra de la ventana, habló a su pueblo de la fe y de la confesión de Pedro, como Roca de la Iglesia. También pidió a los jóvenes que testimonien la belleza de la fe y rezó con los presentes por "la amada Ucrania, en el día de su fiesta nacional"
Algunas frases
"Jesús atrribuye a Simón este nuevo nombre: :Pedro, Roca"
"No por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina"
"Reconoce en Simón la mano del Padre"
"El Padre le dio a Simónn una fe confiable"
"UN pueblo fundado sobre la fe"
"Una relación de maor y de fe"
"Nuestra relación con Jesús construye la Iglesia"
"La imagen de la comunidad como edificio"
"El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros"
"¿Cómo va tu fe? ¿Qué encuentar el Señor en nuestros corazones?"
"Nos hará bien pensar en esto"
"Si el Señor encuentra una fe sincera, ve en nosotros piedras útiles para construir su comunidad"
"La piedra angular de esta comunidad y única es Cristo"
"Pedro es piedra en cuanto fundamento visible de la Iglesia"
"Mucha gente piensa que Jesús es un gran profeta,un modelo de Justicia...Jesús nos pregunta: ¿Quién decís que soy yo?'"
"Pensemos y recemos al Padre para que nos dé la respuesta"
"Repitamos tres veces todos juntos: Tu eres el Cristo, el hijo de Dios vivo"
Saludos tras el ángelus
"Mi pensamiento va de una forma especial a la amada tierra de Ucrania, que celebra su fiesta nacional. A todas sus hijas e hijos"
"A sus anhelos de paz y de serenidad, amenazados por una situación de tensión y conflicto, que genera tanto sufrimiento entre la población civil"
"Confiemos a la Virgen la nación y recemos por las víctimas y sus familias"
"Recibí una carta de un obispo. Cuenta todo este dolor. Recemos juntos a la Virgen por esta amada tierra de Ucranica en el día de su fiesta nacional"
Saluda a los peregrinos. Especialmente, a los fieles de Santiago de Compostela, de Chile, de Francia y a la diócesis de Palestrina.
Saluda a los 600 jóvenes de Bérgamo, que a pie, con su obispo, llegaron a Roma desde Asís. "De Francisco a Francesco. Valientes, los bergamascos. Enhorabuena.
"Volved a Casa con el deseo de testimoniar a todos la belleza de la fe cristiana"
Texto completo de la alocución del Papa antes de rezar el Ángelus:
Queridos hermanos y hermas ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo»; y Jesús llama «bienaventurado» a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: "Pedro", que en la lengua de Jesús suena "Cefas", una palabra que significa "piedra". En la Biblia este nombre, este término, "piedra", está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.
Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe "fiable", sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.
Jesús tiene el propósito de dar vida a "su" Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza. Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe "de confianza". Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta.
El Señor tiene en su mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina de Simón, lo llama "piedra", y manifiesta la intención de construir su Iglesia sobre esta fe.
Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
El Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto.
Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas partes del mundo.
También en nuestros días «mucha gente» piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia... Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?». ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?
Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Saludos del Papa después de rezar el Ángelus dominical:
Queridos hermanos y hermanas, mi pensamiento se dirige en modo particular a la amada tierra de Ucrania, de la cual es hoy la Fiesta Nacional, a todos sus hijos e hijas, a sus anhelos de paz y serenidad, amenazados por una situación de tensión y de conflicto que no alude a placarse, generando tanto sufrimiento entre la población civil. Confiemos al Señor Jesús y a la Virgen la entera Nación y recemos unidos, sobre todo por las víctimas, sus familias y cuántos sufren. He recibido una carta de un obispo y cuenta todo este dolor. Recemos juntos a la Virgen por esta amada tierra de Ucrania en el día de la Fiesta Nacional.
Ave María...
Saludo cordialmente a todos los peregrinos romanos y a aquellos provenientes de varios Países, en particular a los fieles de Santiago de Compostela (España), a los niños de Maipú (Chile), a los jóvenes de Chiry-Ourscamp (Francia) y a cuantos participan en el encuentro internacional promovido por la diócesis de Palestrina.
Saludo con afecto a los nuevos seminaristas del Pontificio Colegio Norteamericano, llegados a Roma para emprender los estudios teológicos.
Saludo a los seiscientos jóvenes de Bérgamo, que a pie, junto a su Obispo, han llegado a Roma de Asís. Es decir de Francisco a Francisco, como está escrito allí. Pero, ¡son buenos ustedes bergamascos, eh! Ayer por la tarde, su obispo, junto a uno de los sacerdotes que los acompañan, me han contado cómo han vivido estos días de peregrinación. ¡Felicitaciones! Queridos jóvenes, vuelvan a casa con el deseo de dar testimonio a todos de la belleza de la fe cristiana.
Saludos a los jóvenes de Verona, MontegrottoTerme y de la Valle Liona, como también a los fieles de Giussano y Bassano del Grappa.
Les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.
¡Les deseo un feliz domingo y buen almuerzo! ¡Hasta pronto!