Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros

Reina de los Cielos

La Coronación de la Virgen por la Trinidad. Diego Velázquez, 1645,Museo del Prado,Madrid.

Reina de los Cielos es un título dado a la Virgen María, la madre de Jesucristo, por los cristianos, sobre todo por la Iglesia católica, y también, en cierta medida, en la anglicana, luterana y la Iglesia ortodoxa, a los que el título es una consecuencia (en disputa) del Concilio de Éfeso, del siglo V, donde la Virgen María fue proclamada "Theotokos", es decir, "Madre de Dios".

Este título o nombre dado a la Virgen estimuló la veneración que se expresa en la teología, la literatura y la liturgia, como la Liturgia de las Horas, la música y el arte. Desde el Concilio de Éfeso fue muy común la representación pictórica de María como Reina.

Ciudades en Italia y en otros lugares proclamaron a María Reina de los cielos también como patrona, como Siena, Massa Marittima, San Gimignano, así como Polonia y el Estado de Baviera.

En los tiempos modernos, la Iglesia católica también ha utilizado el título de Reina del Universo para María, reflejo de la comprensión científica moderna del espacio exterior.

El papa Benedicto XVI señaló que la aceptación de María de la voluntad divina es la razón última por la cual es Reina de los Cielos. Debido a su aceptación humilde e incondicional de la voluntad de Dios: "Dios la exaltó por sobre todas las criaturas, y Cristo la coronó Reina del cielo y la tierra".

El título de Reina del Cielo también fue utilizado en la Antigüedad por otras religiones. En particular, fue utilizado por el profeta Jeremías, probablemente en referencia a Asera, una diosa adorada como la consorte de Yahvé en el antiguo Israel y de Judá, y en el templo de Yahvé en Elefantina en el Alto Egipto.

Fra Angelico: La coronación de María con santos, Florencia, 1437-1446

En las distintas confesiones cristianas, el título recibe varios tipos de acepciones, debido a la diferencias en la teología y la tradición en las distintas Iglesias.

Catolicismo

La doctrina católica sobre este tema se expresa en la encíclica papal Ad Caeli Reginam, publicada por el papa Pío XII. La misma afirma que María es llamada la Reina del Cielo, porque su Hijo Jesucristo, es el Rey de Israel y el rey celestial del Universo. En la tradición hebrea, la madre del rey es la reina (ver reina madre). El dogma católico (Constitución Apostólica Munificentissimus Deus) afirma que la Virgen María, después de cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

El título de Reina de los Cielos ha sido durante mucho tiempo una tradición católica, incluido en las oraciones y la literatura devocional, y visto en el arte occidental en el tema de la Coronación de la Virgendesde la Edad Media, mucho antes de que se le diera un estatus formal de definición dogmática por parte de la Iglesia. Durante siglos, los católicos, mientras se recitaban las Letanías lauretanas ya estaban invocando a María como "Reina de los Cielos".

Coronación De Nuestra Santísima Virgen

En el Quinto Misterio del Santo Rosario: Misterios Gloriosos, contemplamos la Coronación de María como Reina y Madre del Universo.

María es la Reina del cielo, por Gracia, según Cristo es el Rey por naturaleza y conquista. María en su divina maternidad: el ser madre de Jesucristo, el único que en sentido estricto, propio y absoluto, es Rey del Universo por naturaleza. A lo que hay que añadir que la Virgen también es proclamada Reina en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo, asociada a su Hijo, en la obra de nuestra eterna salvación.



«Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén»



QUINTO MISTERIO: La Coronación. . María es coronada como Reina de los Cielos y la tierra.

(Sal. 45, 14-15; Ap 11, 19;12, 1) “Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados es llevada ante el rey.” Y “una gran señal apareció en el cielo; una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.”



Los misterios del rosario nos acercan más a Jesús y a María.



Coronemos a nuestra Madre con todas nuestras ofrendas. Dios les bendiga.

Evangelio según San Mateo 23,1-12. 


Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul 


Discursos ascéticos, 1ª serie, nº 34

«El que se humille será ensalzado»

Aquel que reconoce sus propios pecados... es más grande que aquel que, por su oración, resucita a los muertos. Aquel que gime durante una hora por su alma es más grande que el que abraza al mundo por su contemplación. Aquel a quien se le ha dado ver la verdad sobre sí mismo es más grande que aquel a quien le ha sido dado ver a los ángeles.

23 de agosto 2014 Sábado XX Ez 43, 1-7a

Si hay un lugar por el pueblo de Israel donde mejor se manifiesta Dios es el templo y es allí donde se realizan las celebraciones más importantes.

Ezequiel conoce el pecado del pueblo. Imagina un nuevo templo, pero sobre todo un culto digno de Dios. La profecía de hoy describe la reintegración de Javea en el templo y comienza así para explicarlo: «El ángel me condujo a la puerta que da al oriente, de donde venía la gloria del Dios de Israel». Y un poco más adelante dice: "la gloria del Señor llenaba el lugar santo».

Se podría traducir la palabra gloria, por honor. Así el honor de Dios ha sido de nuevo restablecido en los hombres. ¿En la comunidad de los creyentes, consideras que, con nuestros actos, con el testimonio que damos de nuestra fe, manifestamos el honor, la gloria, de Dios? Señor, perdóname si mi ejemplo deshonra tu dignidad.

Felipe Benizi (o Benicio), Santo

Servita, Agosto 23
 
Sacerdote

Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285). 



El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada. 



Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: "Acércate y sube a este carro". 



Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: "Felipe, acércate y sube a este carro", tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: "Felipe, acércate y sube a este carro". Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección. 



Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia. 



En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María. 



En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo. 



Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.

María y un seminarista en Nazaret

Pide por todos los seminaristas, para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar la voz de María que los acompaña.
 
Durante la misa, nuestro Obispo es asistido en ella por un sacerdote, dos monaguillos y un seminarista de quien, y por casualidad, apenas sé su nombre. Me pregunto, Madre querida, cuál habrá sido el camino que debió recorrer ese joven para llegar hasta... 


- Hasta un especial sitio en mi Inmaculado Corazón.- Me respondes mientras le miras desde tu imagen del altar. 


- Madre, por caridad, cuéntame lo que él y tantos como él, significan para ti. Tu imagen de La Dolorosa, al pie de la Cruz, y junto a San Juan, parece murmurar una respuesta. Así es Madre, tu siempre eres para tus hijos, respuesta serena al alma. 


- Verás, hija, desde aquellos tiempos en que veía a los Apóstoles ir recorriendo lentamente los caminos que Jesús les mostraba. Desde que aprendí a conocer sus dudas, sus preguntas, sus renuncias. Desde aquellos días mi corazón ha ansiado ser compañera de camino en quienes entregan su vida al servicio de Dios. Ese camino que empezó, para mí, el día de la Anunciación, en medio de un indescriptible gozo, pero que continuó, más tarde, en medio del silencio y la rutina de Nazaret. 


- Comprendo, Madre, o casi... pero, a ellos, a nuestros seminaristas, ¿Cómo les acompañas? 


- Cuando un alma escucha el llamado de Dios y responde, le invito a compartir mi alegría en el día de la Anunciación. Luego, le acompaño fielmente en las dificultades que debe afrontar, pues les espera un viaje a Belén, no programado, y muchas puertas que han de cerrarse. Tendrá una Nochebuena con canto de ángeles y también un Simeón anunciando espadas. Deberá buscar, en medio de tantas noches oscuras, un sitio seguro para resguardarse de las tentaciones. Oh! Hija, no puedes imaginar cuán hermoso, sereno y perfumado, es el sitio que tengo reservado para ese amado hijo. 


-Es ¿Tu Corazón? O sí, seguro ha de ser tu Corazón, Madre querida. Allí tienes, para el alma, una exquisita ternura, un refugio seguro en las tormentas del alma, y, sobre todo, el camino más corto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo. 


-Así es hija. Desde mi corazón, le llevaré a los días en que Jesús se perdió y yo le buscaba. Le contaré que muchas veces deberá hacer esta búsqueda a lo largo de su vida. Después, le traeré conmigo a los días de Nazaret, al silencio, a lo cotidiano, a las pequeñas cosas. 


- Entonces, Madre, un seminario ¿Es como un pequeño Nazaret? 


- Pues... sí. 


- Y, si es Nazaret, entonces ¡estas tú!. Siempre, cada día, cada mañana. 


- Cada mañana- y tus ojos parecen recorrer todos los seminarios del mundo-, cada mañana le pregunto, si quiere permanecer junto a mí en Nazaret. Y su "sí" me alegra el alma. Y nos vamos juntos a buscar agua al pozo. Él alivia mis cansados brazos y yo le sirvo agua fresca cuando estudia en la biblioteca.También me ayuda a cargar la leña y encender el fuego y yo le regalo gracias a su alma, para que su oración no sea una simple repetición de palabras sino un torrente de amor que, desde su corazón, llegue al Corazón de Jesús. 
Miro hacia el altar y allí, en un rincón, en un Nazaret de silencio, el joven seminarista se arrodilla durante la Consagración. 


- Hija mía- susurras a mi corazón- ahora soy yo la que quiere pedirte algo. 


- Dime, Madre, dime, pues mi corazón halla gozo en servirte. 


- Ora, hija, ora por ese joven y por todos los seminaristas. Ora para que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar el canto del viento de Nazaret, el perfume de aquel hogar, que ahora habitan. Ora para que, cada mañana, su corazón elija, nuevamente, acompañarme al Corazón de Jesús, de donde brotan ríos de agua viva.. Ora para que sientan mi mano en la suya, mi abrazo en la noche oscura del alma, mi compañía en cada día, en cada alegría, en cada soledad, en cada pena. ¿Puedo, hija, contar con tus oraciones?. 


-Sí, Madre, sí, y perdóname por no habértelas ofrecido antes. Perdóname por haber esperado, cómodamente, que siempre haya un sacerdote en la parroquia, sin haber pensado que, para hallarlo, primero debió existir un seminarista que, cada mañana, eligió ser tu compañero en Nazaret. Que sintió tu mano, cuando yo sólo le regalaba olvido, que sintió tu abrazo, cuando yo ni siquiera me preocupé por saber su nombre. 


La misa ha terminado. Todos se han retirado. El joven seminarista atiende los pequeños detalles para la siguiente misa. Ahora sé que está contigo en Nazaret, ordenando la casa, esperando a Jesús. 
Te regalo, Madre, mi oración por él. Regálale tu, todo el perfume de Nazaret.

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