Cristo nos llama a todos a la conversión
- 26 Agosto 2014
- 26 Agosto 2014
- 26 Agosto 2014
DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO (A) -24 de agosto de 2014
Is 22, 19-23; Rm 11, 33-36; Mt 16, 13-20
Bajo la lluvia de este "agosto resfriado", más de una vez me ha venido a la memoria un pensamiento muy sencillo de Pascal: En cada gota de agua hay más de Dios que de agua. Con ello Pascal expresaba su intuición del misterio de la presencia de Dios en el mundo sosteniéndolo y generando constantemente en él nueva vida. Y es desde esta perspectiva que los creyentes miramos y valoramos la historia humana de la que formamos parte. Isaías lo hizo así en su tiempo. Y a pesar de contemplar la mala gestión de los poderosos de aquel momento histórico supo dar un mensaje de esperanza basado en la providencia de Dios que, si bien puede parecer que hay momentos que nos abandona, la experiencia de la historia nos dice que podemos mantener la certeza de que nunca se olvida de nosotros. El Señor no deja de suscitar personas de bien en medio del desorden y de todo desastre. La historia la construimos los hombres, ciertamente, pero quien edifica en el bien es la presencia de Dios en ella por medio de su Palabra y a través de las personas que se comportan, tal como está escrito, con honradez de corazón.
San Pablo contemplando la voluntad salvadora de Dios, que atraviesa la historia respetando la libertad de sus protagonistas pero haciéndose presente entre ellos como misericordia constante y gracia siempre nueva, exclamaba: Todo viene de él, pasa por él y se encamina hacia él. Todo viene de él nos dice el apóstol, y a pesar de que lo que de él viene en manos de los hombres puede malograrse, todo pasa por él porque en la cruz y en la resurrección de Jesús todo reencuentra la bondad del sentido primigenio y recibe la fuerza de su santidad original. Finalmente todo se encamina hacia él según los ritmos y los límites humanos, pero llevando con mayor o menor provecho el germen de una plenitud eterna. Desde esta perspectiva podemos también contemplar el episodio evangélico de hoy. La confesión es de Pedro pero la inspiración, nos dice Jesús, proviene del Padre del Cielo, porque todo viene de él. La comunidad que el Hijo del hombre funda en esta fe de Pedro es humana, pero el poder de atar y de desatar que le es dado es del Hijo de Dios vivo. Así pues, este poder, esta gracia que vienen de la cruz y de la resurrección del Señor, pasan por él, pasan por la humanidad glorificada del Hijo de Dios. Y todo se encamina hacia él, para que el poder de las llaves no es otro que el perdón de los pecados que es el Espíritu Santo, poder de la gracia divina que desata el hombre de la muerte y don del amor divino que el liga, ya en este mundo, a la vida eterna, encaminándose a la plenitud en Dios del cual toda persona tiene el deseo en el alma y lleva en el corazón la añoranza. Como el apóstol no podemos decir otra cosa que: Gloria a él para siempre.
La contemplación del don de Dios en la obra de Jesucristo no sólo nos debe mover a la alabanza sino que debe suscitar en nosotros el anhelo de responder con generosidad. ¿Quién es Jesús realmente para mí? Esta pregunta de hace 2000 años es actual para cada generación. Y el ejemplo del pasado nos puede servir para responder con más autenticidad. Esta pregunta ya se la habían hecho los discípulos en la travesía accidentada del lago de Galilea; fascinados por Jesús pero ajenos a su mensaje de cruz y de vida. Esta misma cuestión ya se la planteó el pueblo, entusiasmado pero distante, cuando Jesús entró como rey Mesías aclamado por los niños en la ciudad de Jerusalén. Caifás la formuló directamente a Jesús en medio del consejo del Sanedrín, pero la respuesta se la ocasionó escándalo y ofuscamiento totales. Pilato sabiendo de oídos que Jesús era el Mesías no fue capaz de reconocer en la debilidad de la pasión la verdadera identidad del Señor. Y es que cuesta realmente reconocer su divinidad sobre todo en la pasión y en la cruz. Todos quisiéramos cantar, como escribió Machado, más al Jesús que caminó sobre el agua que es clavado en la cruz. Nos cuesta ver que el camino del amor esforzado hasta el extremo que muestra la cruz del Señor es el único camino auténtico de vida y de plenitud. Ciertamente, sin la certeza de la resurrección sería del todo imposible dar un solo paso en este camino. Sin la experiencia del resucitado ningún apóstol no hubiera podido escribir una sola palabra creíble sobre Jesús. Sin la resurrección la comunidad que se dispersó por la muerte del Señor no hubiera tenido valor ni fuerzas para volver a reunirse y anunciar su Evangelio.
¿Qué es la Iglesia para nosotros quizá es la realidad que más claramente respondería a lo que es verdaderamente Jesús en nuestra vida. La Iglesia, la comunidad de fe que el domingo tras domingo celebra la presencia viva de Jesús resucitado, es la que hace posible que la fuerza de su Espíritu que es perdón, gracia y vida abundante, llegue efectivamente a los hombres curando, alentando y dando sentido y plenitud al cotidiano de nuestras vidas. En el seno de la comunidad a la pregunta de Jesús sigue incomodando nuestra fe dormida. El ejemplo de los Doce nos debe servir de consuelo y de coraje. Antes de responder a la pregunta de Jesús, ellos experimentaron la verdad de su persona justamente en la dificultad: Cuando Pedro que caminaba sobre el agua se hundía y pidió a Jesús que lo salvara.
Nosotros desde nuestra debilidad también experimentamos la fuerza salvadora de Jesús. Nosotros, como Pedro y los otros discípulos somos hombres de poca fe, poca pero suficiente para no hundirse en medio de la tormenta y seguir dentro la barca de Jesús para llegar a buen puerto con él. Cuando uno experimenta el poder del perdón de Jesús capaz de hacer resurgir una vida maltrecha y desesperanzada, cuando uno siente la fuerza del amor y del consuelo de su proximidad a través de la oración y de la comunidad en momentos de angustia o de duelo, no puede negar su poder glorioso. Sí, tú eres Señor el hijo de Dios, afirmaron todos los que estaban con Pedro en la barca. Tú eres el Mesías el Hijo el Dios vivo responde hoy, Pedro, en nombre de los Doce y de todos nosotros. Esta confesión de fe, como la que ahora haremos en el Credo, no es una formula más aprendida de memoria, contempla corazón adentro todo el amor y la misericordia de Dios manifestada a través de sacralidad de la historia humana y de nuestra realidad personal, y el hecho de recitarla supone nuestra adhesión al ser y el hacer de Dios que se manifiestan. Nuestra fe tal vez se parece a una de esas gotas de agua de este "agosto resfriado" que recordaba al principio, pero sin embargo, como cada una de estas gotas, la fe que profesamos en Jesús, el Hijo del Dios vivo, es portadora de vida y de esperanza más allá de lo que podemos comprender en un primer momento, porque en ella hay más de Dios que de nosotros. Gloria a él en la Iglesia y en Jesucristo de generación en generación por los siglos de los siglos. Amén.
Una premisa fundamental de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es que los seres humanos fuimos creados por Dios, un Dios que crea cosas buenas y que lo hace por amor; por tanto, los seres humanos lo somos en plenitud cuando cumplimos y vivimos los deseos y propósitos para los que fuimos creados. Hemos sido creados para amar, para disfrutar de la vida, para crear comunidad de amor en el mundo.
Cuando creemos realmente que hemos sido creados para la vida, entonces podemos empezar a dejar de lado nuestros temores acerca de lo que Dios quiere para nosotros. Es sólo cuando estamos convencidos del amor de Dios que podemos confiar en nosotros mismos y darnos plenamente a Él. Crecemos en nuestra percepción y conciencia del amor de Dios cuando prestamos atención a los detalles cotidianos y cuando practicamos la gratitud. Haciendo atención empezamos a ver que Dios, está presente en nosotros a través de lo cotidiano y ordinario. Dios no nos pide que seamos "especiales" o santos ", porque de hecho ya lo somos.
Evangelio según San Mateo 23,23-26.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
San Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos del 25/01/1937 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 767.768, § 883.884.885)
Cristo nos llama a todos a la conversión
No tenemos virtud, no porque sea difícil, sino porque no queremos. No tenemos paciencia…, porque no queremos. No tenemos templanza…, porque no queremos. No tenemos castidad, por lo mismo. Si quisiéramos seríamos santos…, y es mucho más difícil ser ingeniero, que ser santo. ¡Si tuviéramos fe!
Vida interior…, vida de espíritu, vida de oración. ¡Dios mío! ¡eso sí que debe ser difícil! No hay tal. Quita de tu corazón lo que estorba y en él hallarás a Dios. Ya está todo hecho. Muchas veces buscamos lo que no hay, y en cambio pasamos al lado de un tesoro y no lo vemos. Esto nos pasa con Dios, que le buscamos […] en una maraña de cosas, que a nosotros nos parecen mejores cuanto más complicadas. Y, sin embargo, Dios le llevamos dentro, y ahí no lo buscamos. Recógete dentro de ti mismo…, mira tu nada del mundo, ponte a los pies de una Cruz, y si eres sencillo, verás a Dios.
He aquí la vida de oración…, no hay que poner lo que ya está, sino que hay que quitar lo que sobra. Dogo lo que ya están suponiendo al alma en gracia de Dios, y si algunas veces Dios no está en ella es porque nosotros no queremos. Tenemos tal cúmulo de atenciones, distracciones, aficiones, deseos de vanidades, presunciones; tanto mundo dentro, que Dios se aleja… pero nada más quererlo Dios llena el alma de tal modo, que hace falta estar ciego para no verlo. ¿Quiere un alma vivir según Dios?... Quite de ella todo lo que nos sea Él…, y ya está. Es relativamente fácil. Si quisiéramos, y con sencillez a Dios se lo pidiéramos, haríamos grandes progresos en la vida del espíritu. Si quisiéramos seríamos santos… Pero somos tan tontos que no queremos… Preferimos perder el tiempo en estúpidas vanidades.
26 de agosto 2014 Martes XXI 2 Ts 2, 1-3a.14-17
En la comunidad de Tesalónica había un ambiente donde se creía que era inminente la venida del Señor. De ahí que recomiende que: «No se deje engañar por nada ni por nadie. Dios a través del evangelio que os anunciamos, os ha llamado a poseer la gloria de Jesucristo. »¿En qué crees, pues, que consiste poseer la gloria de Jesucristo? Señor, que sepa ver tu gloria.
Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Santa
Fundadora, 26 de agosto
Virgen y Fundadora
del Instituto de las Hermanitas de los
Ancianos Desamparados
Martirologio Romano: En Liria, en España, santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos, fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.
Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de sus existencia una ofrenda de caridad efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras... de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.
Nació en Ayltona (Lérida) el 9 de enero de 1843. Sus padres, Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos labradores, educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con María a la nueva aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres hijas a la congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en olor a santidad; su tío el Beato Francisco Palau, fraile carmelita exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un huracán enardecido, acabará también en los altares.
Teresa creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos.
Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.
Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en "Pueyo" con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo de : Archidiócesis de Madrid
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el mantel porque derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de madera, pero incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer con la familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo en la compañía de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se entretenía jugando con un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le preguntó su mamá: Y el niño, “estoy haciendo una cuchara de madera para cuando papá y tú seáis mayores”.
En la provincia y Diócesis de Lérida y en Aytona, España, de Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el 9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad Su caridad activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía en Lérida, a donde se había trasladado para poder asistir a la escuela de la ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de Barcelona. Solicitó ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por algún tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su director, a quién confió la dirección de su alma, la encauzó hacia la fundación de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de algunas jóvenes, y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque entonces, hace más de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman líos entre las familias para zafarse del engorro de los viejos, según el refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la modernidad; pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su humanísima tradición de respetar al anciano y considerarle como una bendición. Les minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de los cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo que se cree super civilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la nueva congregación, recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida superiora. Un grupo de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de la pequeña comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia, constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento de los Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre de la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló tan de prisa la Obra, que en 1887, cuando fue aprobada por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a sus hijas en el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta exponerse a la soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un verdadero cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y de las clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de identificar sus sentimientos con la voluntad divina. Desarrolló una actividad incansable y una inalterable confianza en Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de los más humildes oficios, respondía: "No hay nada pequeño cuando se trata de la Gloria de Dios". Cuando le decían que emprendía obras con un atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo: "Mientras más pobres haya, habrá más bienhechores".
Tenía el secreto de su paz interior inalterable en medio del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Su organismo no pudo resistir al régimen que se impuso. A las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de la epidemia del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos. Cuando la enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la esperanza de que el buen aire le devolviera la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
¿Podemos sacar "copias" de Jesucristo?
Tenemos permiso, autorización, y hasta mandato, de sacar cuantas más y mejores copias se puedan.
Uno de los fenómenos más comunes entre las personas que se aman es aquel que podríamos llamar mimetismo. O sea, el afán por asemejarse a la persona querida. Se le quiere imitar en todo: en la manera de pensar, de hablar, de expresarse, de actuar. Se tiende a hacer siempre lo mismo que ella.
Este hecho, comprobado tantas veces, tiene una aplicación muy grande en el orden espiritual de la fe.
Desde el momento que nuestra religión se centra en Jesucristo conocido, amado, vivido, todo el afán del cristiano es asemejarse lo más posible a Él. La ilusión más grande es salir una copia perfecta de Nuestro Señor Jesucristo.
De ahí ha nacido la expresión tan cristiana de la Imitación de Cristo, que ha dado incluso el título al libro mejor que ha nacido en el seno de la Iglesia.
Aquellos dos jóvenes artistas eran ciertamente muy ambiciosos, y se hicieron una apuesta: uno debía pintar la Mona Lisa de Vinci y el otro las Meninas de Velázquez, obras cumbres de la pintura universal. Las copias habrían de resultar tan fieles que fuera después imposible distinguirlas de los cuadros originales.
Otro estudiante ya había conseguido eso mismo en literatura: de tal manera imitó a Teresa de Ávila, que los miembros del jurado colegial hubieron de repasar las obras de la gran Doctora, para comprobar que el escrito del discípulo no había sido un plagio.
Esta nota curiosa de los tres muchachos atrevidos, los dos pintores y el literato, se convierte en un signo bello de la principal tarea cristiana.
¿Quién es un cristiano? La respuesta es clara si examinamos el plan de Dios, el cual nos eligió para ser en todo iguales a su Hijo, el Señor Jesucristo. San Pablo es en esto terminante:
- Pues, a los que había previsto, los eligió a ser copias exactas de la imagen que es el tipo, o modelo, su Hijo, Cristo Jesús.
Aquí observamos una diferencia esencial entre el concurso de Dios y los concursos artísticos en la sociedad.
En una exposición de pintura, de fotografía, de escultura..., en un certamen de literatura, de poesía..., en un desfile de modas..., no se admiten imitaciones. Quien es sorprendido en un plagio, no solamente es descalificado, sino acusado y multado por robo a la propiedad intelectual de otro. Las obras deben ser plenamente originales.
Esta es la razón de ser de esos avisos al pie de tantas publicaciones:
- Prohibida la reproducción total o parcial. Cualquier infracción será castigada según la ley.
En el concurso convocado por Dios ocurre todo lo contrario, porque en él no caben las originalidades.
El primer premio del certamen se lo llevará aquel que resulte la copia más fiel de Jesucristo, que es el tipo, la imagen, el modelo propuesto por Dios a toda la Humanidad redimida.
Tanto es así, que cuando Pablo les invita a los primeros cristianos a imitarle en todo lo bueno que hayan visto en su persona pues les dice: imitadme a mí, se encarga muy bien de añadir: como yo imito a Cristo. El prototipo no es Pablo, sino Jesucristo.
En los concursos de Dios, el aviso a los ladrones de copias sería muy diferente. Podría Dios formularlo de esta manera:
- Permiso, autorización, y hasta mandato, de sacar cuantas más y mejores copias se puedan. Grandes premios a las reproducciones más fieles... Es el caso de los que llamamos Santos por antonomasia, los reconocidos y proclamados tales por la Iglesia, y venerados en los altares. Son hombres y mujeres como nosotros, pero que fueron unos imitadores perfectos de Jesucristo. Se puede recordar, por ejemplo, a un San Vicente de Paúl, el cual, ante cualquier cosa que había de hacer, se detenía unos instantes, y se preguntaba: - ¿Qué haría Cristo aquí y ahora, en mi lugar? Como es natural, Vicente resultó una copia perfecta del Señor.
Si somos buenos observadores cuando se nos dirige en la Iglesia la Palabra de Dios, habremos notado que la predicación de la Iglesia, notablemente mejorada en comparación de épocas pasadas, se dirige a esto: a presentarnos al Jesucristo del Evangelio como el único modelo a quien imitar.
¿La vida de familia? Como la de Jesús con su Madre y con José.
¿La oración? Como la de Jesús, constante, confiada, ininterrumpida.
¿El trabajo? Como el de Jesús por los campos y en el taller de Nazaret.
¿El trato con los demás, el amor, la comprensión? Como los de Jesús, de una exquisitez, delicadeza y elegancia como del Hombre más perfecto... Esta tarea tan interesante y tan hermosa es de todos, y no de unos privilegiados. El día en que nuestro trabajo, nuestra plegaria, nuestra relación con los demás y todo nuestro quehacer en la vida sean como los de Jesucristo y estén animados por sus mismos sentimientos, quedaríamos mejor clasificados como cristianos que los valientes alumnos de Teresa, de Vinci y de Velázquez como literatos o pintores....