Fiesta de la dedicación de una iglesia, fiesta del Pueblo de Dios
- 09 Noviembre 2016
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Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Sermón 5 para la Dedicación
Fiesta de la dedicación de una iglesia, fiesta del Pueblo de Dios
Hermanos, celebramos hoy una gran fiesta. Es la fiesta de la casa del Señor, del templo de Dios, de la ciudad del Rey eterno, de la Esposa de Cristo… Preguntémonos ahora qué puede ser la casa de Dios, su templo, su ciudad, su Esposa. Lo digo con temor y respeto: somos nosotros. Sí, nosotros somos todo esto en el corazón de Dios. Lo somos por su gracia, no por nuestros méritos… La humilde confesión de nuestras dificultades excita su compasión. Esta compasión es lo único que hace a Dios socorrer nuestra necesidad, como un rico padre de familia, y nos hace encontrar pan en abundancia junto a él. Somos su casa donde nunca falta el alimento de vida…
“Sed santos, dice, porque yo, vuestro Señor, soy santo” (Lv 11,45). Y el apóstol Pablo nos dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” ¿Será suficiente la santidad? Según el testimonio del apóstol también la paz es necesaria: “Procurad la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá a Dios” (Heb 12,14). Esta paz es la que nos hace vivir juntos, unidos como hermanos, y edifica para nuestro Rey, una ciudad enteramente nueva llamada Jerusalén que significa: visión de paz…
Dios mismo, en fin, es quien nos dice: “Yo seré tu Esposo, en fidelidad, y te desposaré conmigo en juicio y en justicia (mía, no la tuya) “me he desposado contigo en ternura y misericordia” (Os 2,22.21) ¿No se ha portado él como un esposo? ¿No os ha amado y se ha mostrado celoso como un esposo? Entonces ¿cómo podéis dejar de consideraros su Esposa? Por tanto, hermanos, sabemos por experiencia que somos la casa del Padre de familia por el alimento tan abundante que tenemos, el templo de Dios por nuestra santificación, la ciudad del Rey supremo para nuestra comunión de vida, la esposa del Esposo inmortal por el amor. Creo, pues, que puedo afirmar sin miedo: esta fiesta es realmente nuestra fiesta.
Dedicación de la Basílica de Letrán Año 324 Basílica significa: "Casa del Rey".
En la Iglesia Católica se le da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente se puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les concede ese honor especial. En cada país hay algunos. La primera Basílica que hubo en la religión Católica fue la de Letrán, cuya consagración celebramos en este día. Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre, Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en templo y consagró el 9 de noviembre del año 324. Esta basílica es la Catedral del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su frontis tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la ciudad y del mundo". Se le llama Basílica del Divino Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre.
En recuerdo de ese hecho se le puso ese nuevo nombre. Se llama también Basílica de San Juan (de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan Bautista y la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de la parroquia de San Juan. Durante mil años, desde el año 324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de Letrán", fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco Concilios (o reuniones de los obispos de todo el mundo). En este palacio se celebró en 1929 el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia (Tratado de Letrán). Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a vivir al Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea el Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad. La Basílica de Letrán ha sido sumamente venerada durante muchos siglos. Y aunque ha sido destruida por varios incendios, ha sido reconstruida de nuevo, y la construcción actual es muy hermosa. San Agustín recomienda: "Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que dijo San Pablo: ‘Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo’. Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma".
Sugerencia para la homilía
Primera: Ezequiel 47:1-2, 8-9, 12;Salmo 46:2-3, 5-6, 8-9; Segunda: I Corintios 3:9-11, 16-17; Evangelio: Juan 2:13-22
Sagrada Escritura
Primera: Ezequiel 47:1-2, 8-9, 12
Salmo 46:2-3, 5-6, 8-9
Segunda: I Corintios 3:9-11, 16-17
Evangelio: Juan 2:13-22
SOMOS TEMPLOS VIVOS
La fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán pasa normalmente bastante desapercibida, pero este año cobra notoriedad al caer en domingo. San Juan es el primer gran templo cristiano construido en Roma después de las persecuciones, en el siglo IV; es la catedral del Papa como obispo de Roma
Hermanas y hermanos:
1.- La Basílica de San Juan de Letrán es símbolo de la unidad de todas las comunidades cristianas con Roma y nos recuerda que todos estamos construidos sobre el mismo cimiento de Jesucristo. Cada uno de nosotros participamos en la construcción de la iglesia. San Agustín recomienda: "Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que dijo San Pablo: ´Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo´. Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma".
2.- Aquí, donde estamos reunidos ahora celebrando la Eucaristía, ¡cuántas cosas importantes han pasado! Seguramente que muchos de los presentes han sido bautizados en este templo, y han iniciado así su camino cristiano. Muchos también han recibido aquí la primera comunión y desde aquella primera vez han continuado participando cada domingo en la Misa. Quizá también han recibido aquí la confirmación, o han celebrado su matrimonio. Y más de una vez han venido a decir el último adiós, y a rezar, por algún pariente o amigo difunto. O han entrado aquí a rezar ante el sagrario. Este templo es una señal visible de todo esto y todas las iglesias nos recuerdan que Dios está presente en medio de los hombres.
3.- Todos nosotros hemos sido consagrados "templo de Dios" el día de nuestro bautismo. Por esa razón todo hombre merece respeto, estimación, valoración. "Si alguno destruye el templo de Dios, Él lo destruirá porque el templo de Dios es santo: ese templo son ustedes".
Cada hombre y cada mujer son sagrados. No podemos convertir a nuestro hermano en esclavo o servidor nuestro, en alguien a quien no sabemos perdonar, comprender, ayudar. Nadie es un instrumento, un productor o un objeto de placer para nosotros. Cada hombre y cada mujer, sea barrendero o artista de cine, sea gobernante o un obrero sin trabajo, sea viejo o niño, sea un ejecutivo triunfante o un minusválido, sea una mujer llena de belleza o una mujer fea, sea un policía o un terrorista, todos son "sagrados", son templo de Dios. Merecedores de todo amor, de todo respeto, de toda comprensión.
Que la Eucaristía de hoy nos haga vivir más intensamente los cimientos de nuestra fe. Que siempre que entremos en esta iglesia, o en cualquier otra iglesia, o siempre que pasemos por delante de la misma, se renueven estos cimientos. Sobre todo debemos dar frutos en el cumplimiento de los mandamientos, especialmente del mandamiento "nuevo" de la caridad que es el cimiento que sostiene a la Iglesia fundada por Cristo. Así sea.
El Templo de carne y hueso
Juan 2, 13-22, Fiesta Litúrgica, No conviertan en mercado la casa de mi Padre
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: ‘Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.’ Y ahora. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.» (San Anselmo de Canterbury).
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Desde siempre, Dios ha querido vivir entre nosotros. En el desierto, Él tenía una tienda entre los judíos que peregrinaban; en Jerusalén, el rey Salomón le dedicó un edificio grandioso y bellísimo; pero el Señor nunca estuvo tan presente hasta el momento en que tomó un cuerpo y se hizo hombre como nosotros.
Por eso, con mucha razón Jesucristo «hablaba del templo de su cuerpo». En ningún otro lugar Dios se sentía más «en casa», y entrar en ese corazón significa encontrar a Dios mismo. Por eso Cristo no tenía ningún otro ideal.
Su alimento era hacer la voluntad de su Padre (cf. Jn 4).
Él vivió totalmente dedicado, es decir consagrado, hacia su Padre. El celo con el que defendió la pureza del templo en Jerusalén era sólo un eco de aquella pasión con la que defendía su propia pureza. Y una clara imagen del celo que sigue teniendo por conservar a la Iglesia limpia de toda mancha y corrupción. ¡Cuántas veces derrama su gracia en los sacramentos para limpiar nuestros corazones!
Pidamos hoy al Señor este mismo celo por defender nuestra pureza y vida de gracia. Con el bautismo nos hemos convertido también nosotros en templos de Dios, no de piedra, sino de carne y hueso.
El mayor tesoro que tenemos es Dios mismo que habita en nosotros; no podemos perderlo por culpa de otros intereses, y menos aún por el pecado. Más bien Dios se merece una extremada atención por buscar ante todo su gloria y su voluntad. Y el mejor culto que se le puede ofrecer es el de la propia vida: dedicarle, consagrarle todas las fuerzas y todo el corazón.
«El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio. Por lo que no podemos ilusionarnos con entrar en la casa del Señor y “encubrir”, con oraciones y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a las exigencias de la justicia, la honradez o la caridad hacia el prójimo. No podemos sustituir con «honores religiosos» lo que debemos dar al prójimo, postergando una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía por el camino de la rectitud y de la perfección cristiana.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una comunión espiritual, pidiendo a Cristo la gracia de darle gloria con mi cuerpo y agradeciéndole su presencia en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Papa y el bebé, en la audiencia
"Pienso a menudo en los encarcelados. Los llevo en el corazón"
Francisco: "No dejemos solos a los enfermos. Los hospitales son catedrales del dolor"
"Entre las obras de misericordia, no pueden faltar las de visitar y asistir a los enfermos"
José Manuel Vidal, 09 de noviembre de 2016 a las 10:22
Seamos instrumentos de la misericordia de Dios. Todos podemos serlo. La misericordia restituye alegría y dignidad a los que las han perdido
(José M. Vidal).-Audiencia del Papa Francisco, centrada en dos obras de misericordia: visitar a los enfermos y a los encarcelados. Dos obras de misericordia que el Papa "lleva en el corazón". Por eso, pide a los católicos que no dejen solos a los enfermos y a los presos, en sus "catedrales del dolor".
Día frío y soleado en la Plaza de San Pedro, que se dirige hacia la clausura, este fin de semana, del Año de la Misericordia, con el Jubileo de los excluidos.
Lectura del Evangelio de Marcos, en el pasaje de la curación de la suegra de Pedro: "La suegra de Simón estaba en casa con fiebre...La cogió de la mano, la levantó y la curó...Ella se puso a servirles...Por la noche, curó muchos enfermos y expulsó muchos demonios..."
Algunas frases de la catequesis del Papa
"La vida de Jesús fue un incesante encuentro con las personas"
"Especialmente, encuentros con los enfermos de todo tipo"
"Entre las obras de misericordia, no pueden faltar las de visitar y asistir a los enfermos"
"Y la de ser cercanos a los que se encuentran en la cárcel"
"Los enfermos y encarcelados viven una condición que limita su libertad"
"Jesús nos donó la posibilidad de ser libres, a pesar de las limitaciones de la enfermedad"
"El Señor nos invita a un gesto: la compasión"
"En la enfermedad, se hace experiencia más profunda de la soledad en la vida"
"Una sonrisa, una caricia, un saludo son gestos sencillos, pero muy importantes para el que se siente abandonado a sí mismo"
"¡Cuántas personas se dedican a visitar a los enfermos en sus casas o en los hospitales!"
"Es la expresión elocuente y eficaz de la misericordia"
"No dejemos solos a los enfermos"
"Los hospitales son auténticas catedrales del dolor, donde se evidencia la fuerza de la caridad que sostiene"
"También pienso en los encarcelados. Jesús no los ha olvidado tampoco"
"No hacernos jueces de nadie"
"La sociedad actual sufre de justicialismo"
"Si alguien está en cárcel es porque se ha equivocado"
"Pero sigue siendo para siempre una persona amada por Dios"
"¿Quién puede entrar en la intimidad de su conciencia?"
"Es demasiado fácil lavarse las manos, afirmando que se ha equivocado"
"Visitar a los encarcelados es una obra de misericordia"
"Que nadie señale con el dedo a nadie"
"Pienso a menudo en los encarcelados. Los llevo en el corazón"
"Necesitan cercanía y ternura"
"¡Cuántas lágrimas he visto en las mejillas de los presos!"
"Jesús y los apóstoles pasaron por la prisión"
"El pasado domingo fue el Jubileo de los presos. Por la tarde, vino a verme un grupo de presos de Pádua. Les pregunté que iban a hacer el día siguiente, antes de volver a la cárcel. 'Iremos a la cárcel Mamartina, para compartir la experiencia de San Pablo', me dijeron. Me hizo bien. Querían ir a la cárcel en la que había estado Pablo".
"Pablo se sentía solo, porque la mayoría le había dejado solo"
"Jesús fue a visitar a la suegra de Pedro y dejó todo lo demás"
"Seamos instrumentos de la misericordia de Dios. Todos podemos serlo. Y esto nos hará más bien a nosotros que a los demás"
"La misericordia restituye alegría y dignidad a los que las han perdido"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Muchos relatos de los evangelios nos muestran que la vida de Jesús se caracterizó por ser un continuo encuentro con las personas, fue especialmente cercano a los enfermos, a los que consoló y curó de sus enfermedades y dolencias. También los encarcelados fueron objeto de su cercanía; a los privados de libertad, Jesús les brindó la nueva y verdadera libertad que nace del encuentro personal con él y que da un sentido nuevo a la vida.
Por lo tanto, siguiendo el ejemplo Jesús, no podía faltar entre las obras de misericordia el visitar a los enfermos y a los encarcelados. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en instrumentos de la misericordia de Dios, siendo cercanos y sin juzgar a nadie, para que nadie se sienta abandonado a su suerte ni tampoco acusado, sino que todos, sin exclusión, se sientan amados por Dios mediante gestos que expresen solidaridad y respeto. Estos gestos, cuando son hechos en nombre de Dios, se convierten en auténticos signos elocuentes y eficaces de su misericordia.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a que sean valientes y abran el corazón a Dios y a los hermanos, de modo que sean instrumentos de la misericordia y ternura de Dios, que restituye la alegría y la dignidad a quienes la han perdido. Muchas gracias.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado en la audiencia general sobre la obra de misericordia que invita a visitar a los enfermos y a los presos. De este modo ha asegurado que una visita puede hacer sentir a la persona enferma menos sola y un poco de compañía es una buena medicina. Respecto a los presos ha precisado que “todos necesitan cercanía y ternura, porque la misericordia de Dios cumple prodigios”.
Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días
La vida de Jesús, sobre todo en los tres años de su ministerio público, fue un incesante encuentro con personas. Entre ellas, un lugar especial han recibido los enfermos. ¡Cuántas páginas de los Evangelios narran estos encuentros! El paralítico, el ciego, el leproso, el endemoniado, e innumerables enfermos de todo tipo… Jesús se ha hecho cercano a cada uno de nosotros y les ha sanado con su presencia y el poder de su fuerza resanadora. Por lo tanto, no puede faltar, entre las obras de misericordia, la de visitar y asistir a las personas enfermas. Junto a esta podemos incluir la de estar cerca a las personas que están en la cárcel. De hecho, tanto los enfermos como los presos viven una condición que limita su libertad. Y precisamente cuando nos falta, ¡nos damos cuenta de cuánto es preciosa! Jesús nos ha donado la posibilidad de ser libres a pesar de los límites de la enfermedad y de las restricciones. Él nos ofrece la libertad que proviene del encuentro con Él y del sentido nuevo que este encuentro lleva a nuestra condición personal. Con estas obras de misericordia, el Señor nos invita a un gesto de gran humanidad: el compartir. Recordemos esta palabra: compartir. Quien está enfermo, a menudo se siente solo. No podemos esconder que, sobre todo en nuestros días, precisamente en la enfermedad se experimenta de forma más profunda la soledad que atraviesa gran parte de la vida. Una visita puede hacer sentir a la persona enferma menos sola y ¡un poco de compañía es una buena medicina! Una sonrisa, una caricia, un apretón de manos son gestos sencillo, pero muy importantes para quien se siente abandonado. ¡Cuántas personas se dedican a visitar a los enfermos en los hospitales y en sus casas! Es una obra de voluntariado impagable. Cuando se hace en nombre del Señor, entonces se convierte también en expresión elocuente y eficaz de misericordia. ¡No dejemos solas a las personas enfermas! No impidamos que encuentren alivio, y nosotros así enriquecernos por la cercanía de quien sufre. Los hospitales son hoy verdaderas “catedrales del dolor” pero donde se hace evidente también la fuerza de la caridad que sostiene y siente compasión. Del mismo modo, pienso en los que están encerrados en la cárcel. Jesús tampoco les ha olvidado. Poniendo la visita a los presos entre las obras de misericordia, ha querido invitarnos sobre todo, a no hacernos juez de nadie. Cierto, si uno está en la cárcel es porque se ha equivocado, no ha respetado la ley y la convivencia civil. Por eso están descontando su pena en la prisión.
Pero cualquier cosa que un preso pueda haber hecho, él sigue siendo amado por Dios. ¿Quién puede entrar en la intimidad de su conciencia para entender qué siente? ¿Quién puede comprender el dolor y el remordimiento? Es demasiado fácil lavarse las manos afirmando que se ha equivocado. Un cristiano está llamado a hacerse cargo, para que quien se haya equivocado comprenda el mal realizado y vuelva a sí mismo. La falta de libertad es sin duda una de las privaciones más grandes para el ser humano. Si a esta se añade el degrado de las condiciones –a menudo privadas de humanidad– en la que estas personas viven, entonces realmente es el caso en el cual un cristiano se siente provocado a hacer de todo para restituirles su dignidad. Visitar a las personas en la cárcel es una obra de misericordia que sobre todo hoy asume un valor particular por las diferentes formas de justicialismo a las que estamos sometidos. Nadie apunte contra nadie. Hagámonos todos instrumentos de misericordia, con actitudes de compartir y de respeto. Pienso a menudo en los presos… pienso a menudo, les llevo en el corazón. Me pregunto qué les ha llevado a delinquir y cómo han podido ceder a las distintas formas de mal. Y también, junto a estos pensamientos siento que todos necesitan cercanía y ternura, porque la misericordia de Dios cumple prodigios. Cuántas lágrimas he visto correr por las mejillas de prisioneros que quizá nunca en la vida habían llorado; y esto solo porque se han sentido acogidos y amados.
Y no olvidemos que también Jesús y los apóstoles han experimentado la prisión. En los pasajes de la Pasión conocemos los sufrimientos a los que el Señor ha sido sometido: capturado, arrestado como un criminal, escarnecido, flagelado, coronado de espinas… Él, ¡el único Inocente! Y también san Pedro y san Pablo estuvieron en la cárcel (cfr Hch 12,5; Fil1,12-17).
El domingo pasado –que fue el domingo del Jubileo de los presos– por la tarde vinieron a verme un grupo de presos de Padua. Les pregunté qué harían al día siguiente, antes de volver a Padua. Me dijeron: “Iremos a la Prisión Mamertina para compartir la experiencia de san Pablo”. Es bonito, escuchar esto me ha hecho bien. Estos presos querían encontrar a Pablo prisionero. Es algo bonito, y me ha hecho bien. Y también allí, en la presión, han rezado y evangelizado. Es conmovedora la página de los Hechos de los Apóstoles en las que es contado el encarcelamiento de Pablo: se sentía solo y deseaba que alguno de los amigos le visitara (cfr 2 Tm 4,9-15). Se sentía solo porque la mayoría le había dejado solo… el gran Pablo.
Estas obras de misericordia, como se ve, son antiguas y también actuales. Jesús ha dejado lo que estaba haciendo para ir a visitar a la suegra de Pedro; una obra antigua de caridad. Jesús la ha hecho. No caigamos en la indiferencia, sino convirtámonos en instrumentos de la misericordia de Dios. Todos podemos ser instrumentos de la misericordia de Dios y esto hará nos más bien a nosotros que a los otros porque la misericordia pasa a través de un gesto, una palabra, una visita y esta misericordia es un acto para restituir la alegría y la dignidad a quien la ha perdido.