“Hacedla fructificar”
- 16 Noviembre 2016
- 16 Noviembre 2016
- 16 Noviembre 2016
Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Santa Margarita de Escocia
Santa Margarita de Escocia, reina
Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina.
Margarita era una de las hijas de Eduardo d'Outremer («El Exilado»), pariente muy cercano de Eduardo el Confesor, y hermana del príncipe Edgardo. Este último, cuando huía de las acechanzas de Guillermo el Conquistador, se refugió junto con su hermana, en la corte del rey Malcolm Canmore, en Escocia. Una vez allí, Margarita, tan hermosa como buena y recatada, cautivó el corazón de Malcolm y, en el año de 1070, cuando ella tenía veinticuatro años de edad, se casó con el rey en el castillo de Dunfermline.
Aquel matrimonio atrajo muchos beneficios para Malcolm y para Escocia. El rey era un hombre rudo e inculto, pero de buena disposición, y Margarita, atenida a la gran influencia que ejercía sobre él, suavizó su carácter, educó sus modales y le convirtió en uno de los monarcas más virtuosos de cuantos ocuparon el trono de Escocia. Gracias a aquella admirable mujer, las metas del reino fueron, desde entonces, establecer la religión cristiana y hacer felices a los súbditos. «Ella incitaba al monarca a realizar las obras de justicia, caridad, misericordia y otras virtudes», escribió un antiguo autor, «y en todas ellas, por la gracia divina, consiguió que él realizara sus piadosos deseos.
Porque el rey presentía que Cristo se hallaba en el corazón de su reina y siempre estaba dispuesto a seguir sus consejos». Así fue por cierto, ya que no sólo dejó en manos de la reina la total administración de los asuntos domésticos, sino que continuamente la consultaba en los asuntos de Estado.
Margarita hizo tanto bien a su marido como a su patria adoptiva, donde dio impulso a las artes de la civilización y alentó la educación y la religión. Escocia era víctima de la ignorancia y de muchos abusos y desórdenes, tanto entre los sacerdotes como entre los laicos; pero la reina organizó y convocó a sínodos que tomaron medidas para acabar con aquellos males. Ella misma estuvo presente en aquellas reuniones y tomó parte en los debates. Se impuso la obligación de celebrar los domingos, los días de fiesta y los ayunos. A todos se les recomendó que se unieran en la comunión pascual y se prohibieron estrictamente muchas prácticas escandalosas, como la simonía, la usura y el incesto. Santa Margarita se esforzó constantemente para obtener buenos sacerdotes y maestros para todas las regiones del país y formó una especie de asociación de costura entre las damas de la corte, a fin de proveer de vestiduras y ornamentos a las iglesias. Junto con su esposo, fundó y edificó varias iglesias, entre las que destaca, por su grandiosidad, la de Dunfermline, dedicada a la Santísima Trinidad.
Dios bendijo a los reyes con seis varones y dos hijas, a quienes su madre educó con escrupuloso cuidado; ella misma los instruyó en la fe cristiana y, ni por un momento dejó de vigilar sus estudios. Su hija Matilde se casó después con Enrique I de Inglaterra y pasó a la historia con el sobrenombre de «Good Queen Maud» («la buena reina Maud», por este matrimonio, la actual Casa Real Británica desciende de los reyes de Wessex y de Inglaterra, anteriores a la conquista), mientras que tres de sus hijos, Edgardo, Alejandro y David, ocuparon sucesivamente el trono de Escocia; al último de los nombrados se le veneraba localmente como santo. Los cuidados y la solicitud de Margarita se prodigaban entre los servidores de palacio, en el mismo grado que entre su propia familia. Y todavía, a pesar de los asuntos de Estado y las obligaciones domésticas que debía atender, mantenía su espíritu en total desprendimiento de las cosas de este mundo y enteramente recogido en Dios. En su vida privada, observaba una extrema austeridad: comía frugalmente y, a fin de que le quedara tiempo para sus devociones, se lo robaba al sueño. Cada año observaba dos cuaresmas: una en la fecha correspondiente y la otra antes de la Navidad. En esas ocasiones, dejaba el lecho a la media noche y asistía a la iglesia para oír los maitines; a menudo, el rey la acompañaba. Al regreso a palacio, lavaba los pies a seis pobres y les daba limosnas. También durante el día empleaba algunas horas en la oración y sobre todo, en la lectura de las Sagradas Escrituras.
El librito en que leía los Evangelios, cayó en cierta ocasión al río; pero no quedó dañado en lo más mínimo, aparte de una mancha de agua en la cubierta; ese mismo volumen se conserva todavía entre los tesoros más preciados de la Biblioteca Bodleiana en Oxford. Quizá la mayor virtud de la reina Margarita era su amor hacia los pobres. Con frecuencia salía a visitar a los enfermos y los cuidaba y limpiaba con sus propias manos. Hizo que se construyeran posadas para los peregrinos y rescató a innumerables cautivos, sobre todo a los de nacionalidad inglesa. Siempre que aparecía en público, lo hacía rodeada por mendigos y ninguno de ellos quedaba sin una generosa recompensa. Nunca llegó a sentarse a la mesa, sin haber dado de comer antes a nueve niños huérfanos y a veinticuatro adultos. Muchas veces, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma, el rey y la reina invitaban a comer en palacio a trescientos pobres y ellos mismos los atendían, a veces de rodillas, y con platos y cubiertos semejantes a los que usaban en su propia mesa.
En 1093, el rey Guillermo Rufus tomó por sorpresa el castillo de Alnwick y pasó por la espada a toda la guarnición. En el curso de la contienda que siguió a aquel suceso, el rey Malcolm fue muerto a traición y su hijo Eduardo pereció asesinado. Por aquel entonces, la reina Margarita yacía en su lecho de muerte. Al enterarse del asesinato de su marido, quedó embargada por una profunda tristeza y, entre lágrimas, dijo a los que estaban con ella: «Tal vez en este día haya caído sobre Escocia la mayor desgracia en mucho tiempo».
Cuando su hijo Edgardo regresó del campo de batalla de Alnwick, ella, en su desvarío, le preguntó cómo estaban su padre y su hermano. Temeroso de que las malas noticias pudiesen afectarle, Edgardo repuso que se hallaban bien. Entonces, la reina exclamó con voz fuerte: «¡Ya sé lo que ha pasado!». Después alzó las manos hacia el cielo y murmuró: «Te doy gracias, Dios Todopoderoso, porque al mandarme tan grandes aflicciones en la última hora de mi vida, Tú me purificas de mis culpas. Así lo espero de Tu misericordia». Poco después, repitió una y otra vez estas palabras: «¡0h, Señor mío Jesucristo, que por tu muerte diste vida al mundo, líbrame de todo mal!». El 16 de noviembre de 1093, cuatro días después de muerto su marido, Margarita pasó a mejor vida, a los cuarenta y siete años de edad. Fue sepultada en la iglesia de la abadía de Dunfermline, que ella y su marido habían fundado. Santa Margarita fue canonizada en 1250 y se la nombró patrona de Escocia en 1673.
Las bellas memorias de santa Margarita, que probablemente debemos a Turgot, prior de Durham y posteriormente obispo de Saint Andrews, quien conoció bien a la reina, puesto que, durante toda su vida oyó sus confesiones, nos hacen una inspirada descripción de la influencia que ejerció sobre la ruda corte escocesa. Al hablarnos sobre su constante preocupación por tener bien provistas a las iglesias con manteles y ornamentos para los altares y vestiduras para los sacerdotes, dice: Aquellas labores se confiaban a ciertas mujeres de noble linaje y comprobada virtud, que fueran dignas de tomar parte en los servicios de la reina. A ningún hombre se le permitía el acceso al lugar donde cosían las mujeres, a menos que la propia reina llevase un acompañante en sus ocasionales visitas. Entre las damas no había envidias ni rivalidades, y ninguna se permitía familiaridades o ligerezas con los hombres; todo esto, porque la reina unía a la dulzura de su carácter un estricto sentido del deber y, aun dentro de su severidad, era tan gentil, que todos cuanto la rodeaban, hombres o mujeres, llegaban instintivamente a amarla, al tiempo que la temían, y por temerla, la amaban. Así sucedía que, cuando ella estaba presente, nadie se atrevía a levantar la voz para pronunciar una palabra dura y mucho menos a hacer algún acto desagradable. Hasta en su mismo contento había cierta gravedad, y su cólera era majestuosa. Ante ella, el contento no se expresaba jamás en carcajadas, ni el disgusto llegaba a convertirse en furia. Algunas veces señalaba las faltas de los demás -siempre las suyas-, con esa aceptable severidad atemperada por la justicia que el Salmista nos recomienda usar siempre, al decirnos: «Encolerízate, pero no llegues a pecar». Todas las acciones de su vida estaban reglamentadas por el equilibrio de la más gentil de las discreciones, cualidad ésta que ponía un sello distintivo sobre cada una de sus virtudes. Al hablar, su conversación estaba sazonada con la sal de su sabiduría; al callar, su silencio estaba lleno de buenos pensamientos. Su porte y su aspecto exterior correspondían de manera tan cabal a la firme serenidad de su carácter, que bastaba verla para sentir que estaba hecha para llevar una vida de virtud. En resumen, puedo decir que cada palabra que pronunciaba, cada acción que realizaba, parecía demostrar que la reina meditaba en las cosas del cielo.
Acta Sanctorum, junio, vol. V, debe consultarse, lo mismo que una excelente traducción del mismo al inglés, hecha por Fr. W. Forbes-Leith (1884). El resto del material nos lo proporcionan cronistas como Guillermo de Malmesbury y Simeón de Durham: la mayoría de estas crónicas han sido resumidas con provecho por Freeman, en Norman Conquest. Se encontrará un interesante relato sobre la historia de sus reliquias, en Dictionary of National Biography, vol. XXXVI. Hay modernas biografías de Santa Margarita, como la de S. Cowan (1911) , L. Menzies (1925), J. R. Barnett (1926) y otras.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
oración:
Señor Dios nuestro, que hiciste de santa Margarita de Escocia un modelo admirable de caridad para con los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos nosotros fiel reflejo de tu bondad entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
Santa Inés de Asís
Santa Inés de Asís, virgen
En Asís, población de Umbría, en el convento de san Damián, santa Inés, virgen, que en la flor de la juventud, siguiendo a su hermana santa Clara, se abrazó de todo corazón a la pobreza, bajo la dirección de san Francisco.
Cuando santa Clara abandonó la casa paterna para hacerse monja bajo la dirección de su hermano san Francisco, su hermana Inés, que tenía entonces quince años, fue a reunirse con ella en el convento de las benedictinas de Sant'Angelo di Panzo, donde Clara estuvo algún tiempo. En la «Crónica de los Veinticuatro Generales» hay un relato muy detallado sobre la forma brutal con que los parientes de santa Inés trataron de hacerla volver atrás, así como de los milagros que sostuvieron a la santa y obligaron a sus parientes a dejarla en paz. Sin embargo, la bula de canonización de santa Clara, escrita por Alejandro IV, no dice una palabra sobre ello.
San Francisco concedió el hábito a Inés y la envió con su hermana a San Damián. Ocho años más tarde, cuando san Francisco fundó el convento de Monticello, en Florencia. Inés fue elegida abadesa. Según se dice, supervisó desde allí las fundaciones de Mántua, Venecia, Padua y otras más. Bajo la sabia dirección de santa Inés, el convento de Monticello llegó a ser casi tan famoso como el de San Damián.
La santa apoyó ardientemente a su hermana en su larga lucha para obtener el privilegio de la pobreza absoluta. En agosto de 1253, santa Inés fue a acompañar a santa Clara en sus últimos momentos y se dice que ésta predijo entonces que su hermana la seguiría en breve. Lo cierto es que Santa Inés murió el 16 de noviembre del mismo año y fue sepultada en San Damián.
En 1260, sus reliquias fueron trasladadas junto con las de su hermana a la nueva iglesia de Santa Clara de Asís. Dios glorificó el sepulcro de Inés con repetidos milagros. Benedicto XIV concedió a los franciscanos el privilegio de celebrar su fiesta. Se conserva todavía una conmovedora carta que santa Inés escribió a santa Clara en 1219, poco después de haberse trasladado de San Damián a Monticello.
Acerca del artículo de la Chronica XXIV Generalium, cf. Analecta Franciscana, vol. III (1897), pp. 173-182. También se habla varias veces de Santa Inés en los primeros volúmenes de los Annales Ordinis Minorum de Wadding. Naturalmente se habla de la santa en todas las vidas de su hermana, como, por ejemplo, en la de Locatelli. Véase León, Auréole Séraphique (trad. ingl), vol. IV, pp. 66-70. En el Directorio Franciscano puede consultarse fragmentos del escrito de Clara Augusta Lainati, O.S.C., «Santa Clara de Asís. Apuntes biográficos de Santa Inés de Asís», y otros escritos sobre la santa, donde se citan, y reproducen en algunos casos, los escasos materiales biográficos disponibles.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), presbítero, fundador Homilía en Amigos de Dios
“Hacedla fructificar”
“Señor, aquí tienes tu pieza de oro, la guardé en un pedazo de tela”. ¿De qué se va a ocupar después este hombre si ha abandonado su instrumento de trabajo? De manera irresponsable optó por la solución más cómoda, la de devolver lo que había recibido. ¡Se dedicará a matar el tiempo: los minutos, las horas, los días, los meses, los años, la vida! Los otros se han esforzado mucho negociando, preocupándose noblemente por devolver a su amo más de lo que recibieron, el fruto legítimo, porque la recomendación fue muy concreta: “Hacedlo fructificar hasta que yo vuelva”; encargaos de este trabajo para sacar provecho hasta que vuestro amo regrese. Pero él, en revancha, no hace nada con la pieza; este hombre estropea su existencia.
¡Qué lástima no vivir más que para matar su tiempo, ese tesoro de Dios! Nada puede excusar un comportamiento semejante. San Juan Crisóstomo escribe: “Que nadie diga: no dispongo más que de un talento, no puedo hacer nada con él. Con un solo talento puedes actuar de forma meritoria”. Triste cosa es no sacar provecho, hacer rendir todas las capacidades, pequeñas o grandes, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad! Cuando, por egoísmo, el cristiano se encoge, se esconde, se desinteresa, en una palabra, cuando mata su tiempo, se arriesga mucho a matar su cielo. El que ama a Dios no se limita tan sólo a poner todo lo que posee, todo lo que es al servicio de Cristo: se da él mismo.
Estar listos para rendir cuentas del tesoro encomendado
Lucas 19, 11-28. Miércoles XXXIII. Tiempo ordinario. Ciclo C. Los talentos.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy, Jesús, te agradezco cuánto amor me has tenido. Al igual que san Pedro, veo mi pobre barca, mis pobres redes y me doy cuenta que Tú me has mirado y me has amado. Me ha llamado a estar contigo y me has dicho «amigo». No tengo mucho que pueda ofrecerte. Pero te doy todo lo que soy. Haz de mí lo que quieras. Señor, tuyo soy, para Ti nací, qué quieres de mí.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
A veces puede pasar que al vernos podemos centrarnos en los defectos, que si soy así y no me gusta, que no puedo con tal o cual defecto, que tengo pocas cualidades. Sin embargo, si vemos mejor el panorama nos podremos dar cuenta de que esos defectos a veces pueden ocultar un gran regalo. En esos defectos encontramos la posibilidad de ser ayudados. Cuando no podemos solos es cuando podemos decirle al Señor: ¡No puedo más, ayúdame!
El Señor ha puesto en nuestras manos un tesoro maravilloso.
¡Qué regalo tener la fe! ¡Qué tesoro maravilloso saber que Jesús está en nuestros corazones! y como dice san Pablo: «Llevamos un tesoro en vasijas de barro, para que se conozca que un poder tan extraordinario no puede venir de nosotros sino de Dios». (2 Cor. 4, 7).
Y entonces, ¿cómo podemos hacer fructificar este tesoro? Pues en primer lugar reconociendo sí nuestros límites, pero también reconociendo que el Señor nos ha visto y nos ha dado una misión muy concreta. No podemos ocultar el don de la fe, ni al mismo Cristo en una devoción de las puertas de mi casa para dentro. Al contrario, la fe y la amistad con Cristo la debemos cultivar día a día. Tal vez este tesoro es muy pobre, como aquel a quien le dieron un talento, pero si lo trabajamos día a día irá creciendo.
Y así como una planta crece con el tiempo, con el sol y con el frío, así nuestra fe y nuestra amistad con Jesús, crecerá estando con Él. Pasar el tiempo con Jesús a veces no será fácil y tendremos que luchar con el cansancio, pero quien persevera alcanza. Y así, cuando al final de la vida el Rey nos llame, estaremos listos para rendir cuentas del tesoro encomendado.
«En un auténtico examen de conciencia: ¿tengo memoria de las maravillas que el Señor hizo en mi vida? ¿Tengo memoria de los dones de Dios? ¿Soy capaz de abrir el corazón a los profetas, es decir a quien me dice: “esto no funciona, deber ir por ahí, sigue adelante, arriesga”, como hacen los profetas? ¿Estoy abierto a ello o tengo miedo y prefiero encerrarme en la jaula de la ley?¿Tengo esperanza en las promesas de Dios, como la tuvo nuestro padre Abrahán, que salió de su tierra sin saber a dónde dirigirse, sólo porque confiaba en Dios?»
(Homilía de S.S. Francisco,30 de mayo de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy te ofrezco, Jesús, antes de irme a dormir hacer un rato de oración para examinar cómo cuido del tesoro de mi fe, agradecerte este regalo y proponerme un medio concreto para duplicar los talentos que he recibido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El cielo y la tele
Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo.
Por un momento nos dedicamos a “canalear”. Canal 1: noticias. Canal 2: una película del Oeste. Canal 3: un programa sobre el arte colonial. Canal 4: un “reality show”. Canal 5: un concurso de canciones. Canal 6: una telenovela. Canales 7, 8, 9: publicidad...
El dedo pasa de una tecla a otra, la televisión cambia de imágenes y de sonidos. Por más que vamos hacia atrás, hacia delante, no encontramos nada, absolutamente nada, sobre el cielo...
La televisión nos llena de imágenes de lo inmediato. Noticias de guerras, escenas de terremotos, películas de ciencia ficción más o menos realistas. Tanta imagen puede embotar nuestra capacidad de fantasía, alejarnos de lo que vale realmente. A veces somos capaces de contar con mil detalles cómo ha sido una fiesta de sociedad que nos presentaron en televisión. Pero nos sentimos incapaces de decir tres palabras sobre lo que pueda ser el cielo.
Cierto: lo que ocurre tras la muerte es invisible. Nadie nos ha contado cómo es el cielo. Podemos imaginarlo de mil maneras, pero no hay ninguna cámara televisiva en un lugar que, por ahora, nos resulta inaccesible. Quizá por eso no pensamos mucho en lo que hay después de la muerte, en lo que espera a cada hombre y a cada mujer cuando cruza la frontera.
A pesar del vacío “televisivo”, el cielo sigue “allí”. Conviene pensar en él, soñar en la vida que nos espera, planear lo que vamos a hacer la mayor parte de nuestro tiempo cuando inicie la existencia futura, la vida eterna.
Es verdad que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”, como decía san Pablo (1Co 2,9-13). Pero también es verdad lo que sigue en ese mismo texto de la Escritura: “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado” (1Co 2,9-13).
Tenemos el Espíritu de Dios. Cristo, el Resucitado, nos ha enviado un Consolador. Necesitamos a veces quitar algo de tiempo dedicado a la televisión para contemplar, para suplicar, para orar y pedir luz y comprensión de las verdades decisivas, de las certezas que pueden guiar nuestra existencia, con la mirada puesta en el cielo sin dejar de tener los pies sobre la tierra.
Desde la visión de Dios nos daremos cuenta de que no podemos vivir según el espíritu del mundo (un espíritu que aparece, muchas veces, en la televisión), sino según el Espíritu de Dios. Seremos capaces, entonces, de desapegar nuestro corazón de las frágiles riquezas materiales (Lc 12,21), de todo aquello que no puede dar vida eterna.
“A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera” (1Tm 6,17-19).
Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo. No lo hemos visto (ni lo veremos) nunca en la pantalla de nuestro televisor. Pero con la luz de la fe, con la certeza del amor, con la alegría de la esperanza, nuestros corazones serán capaces de soñar en ese encuentro, eterno, dichoso, con un Padre que nos ama con locura.
¿Por qué Jesucristo es Rey?
Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista
Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:
Reina en las inteligencias de los hombres porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad; Reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos; Reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie -entre todos los nacidos- ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Sin embargo, profundizando en el tema, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.
Ahora bien, que Cristo es Rey lo confirman muchos pasajes de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento. Esta doctrina fue seguida por la Iglesia -reino de Cristo sobre la tierra- con el propósito celebrar y glorificar durante el ciclo anual de la liturgia, a su autor y fundador como a soberano Señor y Rey de los reyes. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, adjudican el título de rey a aquel que deberá nacer de la estirpe de Jacob; el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra.
Además, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: "Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra" Por último, aquellas palabras de Zacarías donde predice al "Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino", había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas, ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?
En el Nuevo Testamento, esta misma doctrina sobre Cristo Rey se halla presente desde el momento de la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen, por el cual ella fue advertida que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David, y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin.
El mismo Cristo, luego, dará testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey y públicamente confirmó que es Rey, y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, bastante olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador, ya que con su preciosa sangre, como de Cordero Inmaculado y sin tacha, fuimos redimidos del pecado. No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande; hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo.
El Papa: “La exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar no debe llevarnos a considerarnos mejores”
En la última audiencia general del Año de la Misericordia, el Santo Padre reflexiona sobre la obra de misericordia que nos pide “sufrir con paciencia los defectos del prójimo”
(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- El próximo domingo, 20 de noviembre, se celebrará la Jornada mundial de los derechos de la infancia y de la adolescencia. Por ello, el papa Francisco ha lanzado un llamamiento, al finalizar la audiencia general, en el que ha apelado a las conciencias de todos, instituciones y familias, para que los niños “sean siempre protegidos y su bienestar tutelado” para que “no caigan nunca en formas de esclavitud, reclutamiento en grupos armados y maltratos”. Asimismo, el Pontífice ha deseado que “la Comunidad internacional pueda vigilar su vida” garantizando a cada niño y niña “el derecho a la escuela y a la educación” para que “su crecimiento sea sereno y miren con confianza al futuro”. En la audiencia general de esta semana, la última del Año Santo de la Misericordia, el Papa ha reflexionado sobre la obra de misericordia que nos pide “sufrir con paciencia los defectos del prójimo”. De este modo, en el resumen que hace el Santo Padre en español, ha explicado que en la Biblia “Dios se muestra como un Dios paciente y misericordioso, que soporta los lamentos de su pueblo”.
También Jesús “fue paciente durante los tres años de su vida pública”, ha asegurado. De este modo ha invitado a pensar en el episodio de la madre de Santiago y Juan, que pidió para sus hijos que se sentaran uno a su derecha y otro a su izquierda en el Reino de los Cielos. Jesús, en cambio, “aprovechó esa situación para enseñarles y corregirles”, ha precisado el Santo Padre. Asimismo, ha recordado que esta obra de misericordia espiritual está relacionada con otras dos: “corregir al que se equivoca” y “enseñar al que no sabe”. Supone un gran esfuerzo –ha advertido– ayudar a otros para que crezcan en la fe y caminen en la vida. En esta misma línea ha subrayado que “la exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar” no nos ha de llevar a considerarnos mejores que los demás, sino, más bien, “nos impulsa a entrar en nosotros mismos” para verificar “si somos coherentes con lo que pedimos a los demás”. A continuación, el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Así, les ha pedido poner en práctica las obras de misericordia, corporales y espirituales, “para que todos puedan experimentar la presencia y ternura de Dios en sus vidas”. Después de los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha dedicado unas palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. De este modo, les ha recordado que en el mes de noviembre la liturgia nos invita a la oración por los difuntos. Así, ha pedido no olvidar a quienes “nos han querido” y “nos han precedido en la fe”, como también a aquellos a los que nadie recuerda. Al respecto, el Santo Padre ha explicado que el sufragio en la celebración eucarística es la mejor ayuda espiritual que podemos ofrecer a sus almas.
Por ello, el Papa ha pedido recordar con particular afecto a las víctimas del reciente terremoto en el centro de Italia: “recemos por ellos y por sus familiares y continuemos siendo solidarios con los que han sufrido daños” .
Francisco se cambia de capelo para regalarlo
El Papa invita a "soportar pacientemente a las personas molestas"
Francisco pide que se garantice a los niños del mundo "escuela y educación"
Francisco advierte que "es fácil señalar con el dedo los defectos de los demás"
José Manuel Vidal, 16 de noviembre de 2016 a las 10:06
Recordamos con afecto a las víctimas del reciente terremoto en el centro de Italia: Rezamos por esllos y por sus familiares y sigamos siendo solidarios con todos los damnificados
(José M. Vidal).- "Soportar pacientemente a las personas molestas" fue el tema de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia de los miércoles. El Papa advierte que es "fácil señalar con el dedo los defectos de los demás", pero nos cuesta más reconocer que "a veces, también nosotros podemos ser molestos".
Lectura del evangelio de Lucas: "¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?... Hipócrita. Sácate primero la viga de tu ojo y, entonces, verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Obra de misericordia todos conocemos bien, pero no ponemos en práctica como deberíamos: soportar pacientemente a las personas molestas. Y hay muchas"
"Las personas molestas suelen ser las más cercanas a nosotros. Entre los familiares, en el trabajo y en el tiempo libre"
"¿Qué debemso hacer con las persoans olestas"
"También nosotros somos molestos para los demás"
"Dios tiene que utilizar la misericordia para soportar los lamentos de su pueblo"
"Dios tuvo paciencia"
"Es fácil señalar con el dedo los defectos de los demás"
"¡Cuánta paciencia tuvo Jesús durante los tres años de su vida pública!"
"La madre de los Zebedeos hacía lobby para sus hijos" "El suyo no es un reino de poder, sino de servicio"
"Ayudar a las personas a crecer en la fe. Pienso especialmente a los catequistas, entre ellos tantas madres..."
"Es bello e importante acompañar en la búsqueda de lo esencial". "Enseñar a mirar a lo esencial"
"Enseñar a descubrir qué quiere el Señor de nosotros". "Evitar la tentación de caer en la adulación"
"No sentirnos superiores a los demás". "Que el Espíritu nos ayude a ser humildes y pacientes"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas
He dedicado la catequesis de hoy a la obra de misericordia que nos pide «sufrir con paciencia los defectos del prójimo». En la Biblia, Dios se muestra como un Dios paciente y misericordioso, que soporta los lamentos de su pueblo. También Jesús fue paciente durante los tres años de su vida pública. Pensemos en el episodio de la madre de Santiago y Juan, que pidió para sus hijos que se sentaran uno a su derecha y otro a su izquierda en el Reino de los Cielos. Jesús, en cambio, aprovechó esa situación para enseñarles y corregirles.
Esta obra de misericordia espiritual está relacionada con otras dos: «corregir al que se equivoca» y «enseñar al que no sabe». Supone un gran esfuerzo ayudar a otros para que crezcan en la fe y caminen en la vida.
La exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar no nos ha de llevar a considerarnos mejores que los demás, sino, más bien, nos impulsa a entrar en nosotros mismos para verificar si somos coherentes con lo que pedimos a los demás.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Les animo a poner en práctica las obras de misericordia, corporales y espirituales, para que todos puedan experimentar la presencia y ternura de Dios en sus vidas.
Saludo en italiano
"El próximo domingo, 20 de noviembre, se celebrará la Jornada mundial de los derechos de la infancia y de la adolescencia"
"Llamo a la conciencia de todos, instituciones y familias, para que los niños sean siempre protegidos, y su bienestar sea tutelado, para que no caigan jamás en formas de esclavitud, reclutamientos en grupos armados y maltratos
"Deseo que la comunidad internacional vigile sus vidas, garantizando a todo niño y niña el derecho a la escuela y a la educación, para que su desarrollo sea sereno y miren con confianza al futuro"
"Recordamos con afecto a las víctimas del reciente terremoto en el centro de Italia: Rezamos por esllos y por sus familiares y sigamos siendo solidarios con todos los damnificados"