“Si os mantenéis firmes conseguiréis salvaros.”
- 23 Noviembre 2016
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Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»
San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir Los efectos de la paciencia, 13.15
“Si os mantenéis firmes conseguiréis salvaros.” (Lc 21,19)
Nuestro Señor y Maestro nos ha dado este mandamiento para nuestra salvación: “El que persevere hasta el fin se salvará.” (Mt 10,22)... Nuestra fe y nuestra esperanza se fundamentan precisamente en el hecho de ser cristianos. Con todo, para que la fe y la esperanza puedan llevar frutos es necesaria la paciencia. No buscamos la gloria de este mundo sino la gloria futura. El apóstol Pablo nos advierte: “Hemos sido salvados en esperanza. Ver lo que se espera ya no es esperanza. Lo que se ve ¿cómo lo vamos a esperar? Pero si esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia” (Rm 8,24-25).
En otro pasaje, Pablo enseña lo mismo a los justos que trabajan para fructificar los dones de Dios, granjeándose así frutos más abundantes en el cielo...: “Siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos y especialmente a los hermanos en la fe. No nos cansemos de hacer el bien” (cf Gal 6, 10.9) ...Y cuando Pablo habla de la caridad añade la paciencia y la perseverancia: “El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia..., no se irrita ni lleva cuentas del mal...; Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta” (1Cor 13,3-7). Así demuestra que el amor es capaz de perseverar hasta el fin, porque soporta todo.
Todavía en otro pasaje dice: “Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos los unos a los otros con amor. Mostraos solícitos en conservar, mediante el vínculo de la paz, la unidad que es fruto del Espíritu” (Ef 4,2-3). El apóstol nos enseña aquí que los hermanos no pueden guardar la unidad ni la paz si no se animan mutuamente a soportarse y si no guardan el vínculo de la concordia por medio de la paciencia.
No me dejes olvidar…
Lucas 21, 12-19. Miércoles XXXIV. Tiempo ordinario. Ciclo C. Persecución de los discípulos
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, simplemente quiero estar un tiempo contigo, pues me ha llegado la pregunta de cómo sería mi vida si sólo viviera en tu presencia.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
El simple hecho de ir caminando por la senda de la vida nos va mostrando la fugacidad de las cosas. Los momentos que más hemos esperado y, también los que más hemos temido, se vuelven fieles compañeros del tiempo que pasa y no vuelve. Los brindis y abrazos quedan sólo en fotos plasmados; los llantos y la misma muerte se convierten en moralejas o en recuerdos muy presentes. La fidelidad encuentra su sentido en la traición y la vida en la persecución.
Señor, a pesar de llevarme por caminos donde no hay más que flores, montañas y horizontes, también he recorrido caminos en donde sólo hay oscuridad y el cansancio me ha propuesto ya no caminar más. Ayúdame a no detenerme y nunca olvidar que, aunque es verdad que todo cambia, todo pasa… tanto el bien como el mal… Sólo Tú permaneces, sólo Tú estás.
Me has hecho valorar las más grandes alegrías y también me has ayudado a vivir aquello que pensé nunca soportar. Ahí has estado y te repito, Señor, no me hagas olvidar que has cumplido tus promesas. No permitas que olvide que estoy bajo tu cuidado, bajo tu defensa.
Las copas se podrán romper, los abrazos se podrán olvidar, las lágrimas tienden siempre a secar, pero sé que en mi vida tu amor por mí nunca terminará. No me dejes olvidar…
«El poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de noviembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Invitaré a un pequeño grupo de amistades a una hora eucarística, mañana jueves, para preparar nuestro corazón para el inicio del nuevo año litúrgico.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Columbano, Santo
Memoria Litúrgica, 23 de noviembre
Abad
Martirologio Romano: San Columbano, abad, irlandés de nacimiento, que por Cristo se hizo peregrino para evangelizar a las gentes de las Galias. Fundó, entre otros muchos, el monasterio de Luxeuil, que él mismo rigió con estricta observancia, y obligado después a exiliarse, atravesó los Alpes y construyó el cenobio de Bobbio, en la Liguria, famoso por su disciplina y estudios, en el cual se durmió en paz, lleno de méritos para con la Iglesia. Su cuerpo recibió sepultura en este día († 615).
Etimológicamente Columbano = “paloma”. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Nació en Irlanda en el 543. Desde pequeño mostró una clara inclinación para la vida consagrada.
Al salir de Irlanda en compañía del monje y San Galo, recorrió Europa Occidental. Unas veces era rechazado, otras acogido, pero de lo que no cabe duda es que fue el fundador de monasterios y abadías desde las cuales salía un resplandor cultural y religioso dignos de toda loa.
Fueron el foco para culturización y cristianización de la época merovingia. Su estilo de vida fue austero y así se lo exigía a los monjes, pues gracias a ella, encontraron un camino para la santidad al menos trece santos que no es el caso de enumerar.
El monasterio más célebre fue el de Luxeuil, al que confluyeron monjes francos, galos y burgondes. Fue durante dos siglos el centro de vida monástica más importante en todo el Occidente.
En el año 610 tuvo que salir pitando de Francia porque la cruel reina Brunehaut lo perseguía, porque le había echado en cara todos sus vicios y sus crímenes.
Pensaba volver a Irlanda pero se quedó en Nantes. También que tuvo que huir por los Alpes hasta que encontró acogida y refugio en Bobio, al norte de Italia, en la región de la Emilia Romagna, provincia de Piacenza.
Aquí fundó su último monasterio y en él murió en el año 615. La regla monástica original que dio a sus monasterios tuvo una influencia por toda Europa durante más de dos siglos.
Muchos pueblos, regiones y lugares están bajo su patrocinio.
También tuvo dificultades con los obispos franceses. Estos mandan en su diócesis pero no en los monasterios que desde siempre han estado exentos, es decir, no dependen del obispo.
Hubo alguien que lo trató bien. Fue el rey Aguilulfo. Menos mal que los cuatro últimos años de su vida pudo vivir tranquilo.
¿Cómo orar cuando sientes miedo?
Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él.
Todos queremos seguridad y buscamos seguridades. Nos da miedo cuando no hay seguridad, cuando perdemos nuestras seguridades o cuando se ven amenazadas o reducidas.
Te da seguridad un buen empleo, la aceptación de los demás, las cosas que posees, los amigos que te respaldan, un entorno conocido, tus habilidades, tu formación profesional, tus títulos, el dinero, recibir reconocimientos y dignidades, ser consultado, recibir atenciones, tu hogar, una buena salud, etc. Cuando se ponen en riesgo nuestras seguridades nos entra miedo. Se derrumban o disminuyen nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos. Cuando esto sucede nos encontramos en la posición del pobre, del que nunca ha tenido nada o del que lo ha perdido todo y depende totalmente de la gratuidad del amor de Dios. Es humano tener miedo. No nos extraña que hasta los Papas sientan miedo cuando son elegidos. Tengo a la mano una oración del Cardenal Eduardo Pironio, argentino, en que se presenta ante Dios con mucho miedo. Tuve la gracia de tratar mucho con él y hablaba con frecuencia de la confianza, de la virtud de la esperanza; tal vez por el miedo que sentía. Extraigo partes de una de sus oraciones:
Señor,
Hoy necesito hablar contigo con sencillez de pobre, con corazón quebrantado pero enteramente fiel.
Sufro, Señor, porque tengo miedo,
mucho miedo, más que nunca.
Yo no sé por qué, o mejor, sí se por qué:
porque Tú, Señor, adorablemente lo quieres.
Y yo lo acepto.
Pero también escucho tu voz de amigo:
"No tengas miedo, no se turbe tu corazón.
Soy yo. Yo estaré contigo hasta el final."
Repítemelo siempre Señor,
y en los momentos más difíciles,
suscita a mi alrededor almas muy simples
que me lo digan en tu nombre.
Tengo miedo, Señor, mucho miedo.
Miedo de no comprender a mis hermanos
y decirles las palabras que necesitan.
Miedo de no saber dialogar,
de no saber elegir bien a mis colaboradores,
de no saber organizar la diócesis,
de no saber planear,
de dejarme presionar por un grupo o por el otro,
de no ser suficientemente firme
como corresponde a un Buen Pastor,
de no saber corregir a tiempo,
de no saber sufrir en silencio,
de preocuparme excesivamente por las cosas al modo humano,
y entonces, estoy seguro de que me irá mal.
Por eso, Señor, te pido que me ayudes.
Me hace bien sentirme pobre,
muy pobre, muy inútil y pecador.
Ahora siento profundamente mis pecados.
He pecado mucho en mi vida
y tú me sigues buscando y amando.
Pero te repito, sigo teniendo miedo, mucho miedo.
No lo tendría si fuera más humilde.
Yo creo que me asusta la posibilidad del fracaso.
Temo fracasar, sobre todo, después de que me esperaron tanto.
Pero no pienso que Tú también fracasaste,
que no todos aceptaron tu enseñanza.
Hubo muchos que te dejaron porque "les resultaba dura" y absurda tu doctrina.
Nunca te fue bien, Señor:
te criticaron siempre y quisieron despeñarte.
Si no te mataron antes fue por miedo al pueblo que te seguía.
Pero te rechazaron los sacerdotes; te traicionó Judas; te negó Pedro;
te abandonaron todos tus discípulos
¿y no sufrías entonces?
Y yo, ¿quiero ser más que el Maestro y tener más fortuna que mi Señor?
Jesús, enséñame a decir que sí y a no dejarme aplastar por el miedo.
El Cardenal Pironio sabía ver en el sufrimiento la mano providente de Dios Padre. En su testamento espiritual escribe: Que nadie se sienta culpable de haberme hecho sufrir, porque han sido instrumento providencial de un Padre que me amó mucho.
Lo que más aprendo de esta oración es la humildad y la confianza con que se dirige a Dios. Cuando un hijo se dirige a su padre con humildad y absoluta confianza, lo obtiene todo de él. El padre es protector y proveedor. Si el hijo expone a su padre su debilidad, su miseria, sus faltas, su condición vulnerable, y se dirige a él pidiendo ayuda con absoluta confianza, un buen padre siempre responde.
Cuando sentimos miedo al perder nuestras seguridades o al no tener seguridad alguna, podemos tener la certeza de que si lo aceptamos con humildad y acudimos con confianza a Dios Padre, el amor de Dios vendrá en nuestro auxilio. La confianza filial lo obtiene todo de Dios.
Cuando sentimos miedo también podemos orar con la ayuda del Salmo 23: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan y del Salmo 30 En ti, Señor, me cobijo, nunca quede defraudado. Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve; pues tú eres mi peña y mi alcázar.
Cuando sentimos miedo, la roca firme del amor misericordioso de Dios es nuestra seguridad.
Francisco, en el Aula Pablo VI
Francisco reconoce que, a veces, también tiene "dudas de fe"
Papa: "Es una gran injusticia que siga habiendo niños analfabetos"
"La Iglesia ha sentido siempre la necesidad de comprometerse en el campo de la enseñanza"
José Manuel Vidal, 23 de noviembre de 2016 a las 10:32
No hagamos de la fe una teoría abstracta, hagámosla vida...y, entonces, las dudas se desvanecen
(José M. Vidal).- Francisco centra su catequesis del miércoles en dos obras de misericordia espirituales: dar buen consejo aconsejar al que lo necesita y enseñar al que no sabe. Y el Papa denuncia que "es una gran injusticis que siga habiendo niños analfabetos", al tiempo que reconoce que las dudas de fe, a veces, son naturales y también él las tiene.
La audiencia del míércoles se celebra a cubierto, en el Aula Pablo VI. Lectura del Evangelio de Marcos: "El Señor ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las ha revelado a los sencillos".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Terminado el Jubileo, volvemos a la normalidad, pero seguiré haciendo reflexiones sobre las obras de misericordia"
"Aconsejar a los que dudan y enseñar a los que no saben"
"Hay niños que siguen siendo analfabetos. Esto no se puede entender. Es una injusticia"
"Niños que sufren falta de instrucción"
"Una gran injusticia"
"Sin instrucción, víctima de la explotación"
"Muchos sacerdotes dieron la vida educando a la gente. Hagámosles un homenaje con un aplauso"
"Muchos santos han consagrado su vida a la educación"
"Pioneros de la instrucción, como san José de Calasanz"
"Pensemos en Don Bosco"
"A más instrucción, más certezas"
"Misericordia con los que dudan"
"Padre, tengo dudas sobre la fe. ¿Qué debo hacer? ¿Usted no tiene dudas? Si, muchas, muchas"
"Las dudas, a veces, hacen crecer"
"Las dudas han de superarse, escuchando la Palabra de Dios"
"Una vía importante que ayuda mucho en esto es la de la catequesis"
"No hagamos de la fe una teoría abstracta, hagámosla vida...y, entonces, las dudas se desvanecen"
"Para salir de la duda, el amor de Dios"
"Un amor grande, gratuito y dado para siempre. Dios nunca da marcha atrás en el amor"
Texto completo del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está dedicada a dos obras de misericordia muy relacionadas entre sí: dar buen consejo al que lo necesita y enseñar al que no sabe. La falta de instrucción es una grave injusticia que atenta contra la dignidad de las personas. Cuántas personas y sobre todo niños, a causa del analfabetismo, caen víctimas de la explotación y de otras lacras sociales. La Iglesia ha sentido siempre la necesidad de comprometerse en el campo de la enseñanza para cumplir su misión de evangelización. Muchos santos han consagrado su vida a la educación de los más desfavorecidos, sabiendo que ese es el camino para superar la miseria y la discriminación.
"Dar buen consejo al que lo necesita" es un verdadero acto de amor hacia las personas que están desorientadas o tienen dudas. Todos podemos tener en algún momento dudas sobre la fe. La escucha de la Palabra de Dios y la catequesis nos ayudan a superar esas dudas. Pero además es importante concretar la fe en nuestra vida, para que no se convierta en algo teórico y abstracto. Cuando practicamos la fe, sirviendo a los hermanos y especialmente a los más necesitados, entonces muchas dudas desaparecen porque sentimos la presencia de Dios que nos ama.
***
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a tener un corazón atento a las necesidades de las personas que nos rodean, para que también ellas puedan experimentar el amor que Dios les tiene. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Terminado el Jubileo, hoy regresamos a la normalidad, pero quedan todavía algunas reflexiones sobre las obras de misericordia, y así continuamos sobre esto. La reflexión sobre las obras de misericordia espirituales se refiere hoy a dos acciones fuertemente relacionadas entre sí: dar buen consejo al que lo necesita y enseñar al que no sabe, aquello que no sabe, ¿no? La palabra ignorante es demasiado fuerte, ¿no? Pero quiere decir aquellos que no saben algo y se les debe enseñar. Son obras que se pueden vivir sea en una dimensión sencilla, familiar, al alcance de todos, sea – especialmente la segunda, aquella de enseñar – en un plano más institucional, organizado.
Pensemos por ejemplo en tantos niños que todavía sufren de analfabetismo: esto no se puede entender, que en un mundo donde el progreso técnico, científico haya llegado tan alto, existan niños analfabetos. Esto no se puede entender; es una injusticia. Cuantos niños sufren la falta de instrucción. Es una condición de grande injusticia que atenta contra la dignidad de la persona misma. Sin instrucción luego se convierte fácilmente en presa de la explotación y de las diversas formas de lacras sociales. La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha sentido la exigencia de comprometerse en el ámbito de la instrucción porque su misión de evangelización implica el compromiso de restituir la dignidad a los más pobres. Desde el primer ejemplo de una “escuela” fundada aquí en Roma por San Justino, en el segundo siglo, para que los cristianos conocieran mejor la Sagrada Escritura, hasta San José de Calasanz, que abrió las primeras escuelas populares gratuitas de Europa, tenemos una larga lista de santos y santas que en diversas épocas han llevado la instrucción a los más desfavorecidos, sabiendo que a través de este camino habrían podido superar la miseria y las discriminaciones.
Cuantos cristianos, laicos, hermanos y hermanas consagrados, sacerdotes han dado la propia vida en la instrucción, en la educación de los niños y de los jóvenes. ¡Pero esto es grande! ¡Y yo los invito a hacer un homenaje a ellos con un aplauso! Estos pioneros de la instrucción habían entendido a fondo la obra de misericordia y lo habían hecho un estilo de vida capaz de transformar la misma sociedad. ¡A través de un trabajo sencillo y pocas estructuras han sabido restituir la dignidad a tantas personas! Y la instrucción que daban era muchas veces orientada también al trabajo.
Pensemos en Don Bosco, en San Juan Bosco, hay algunos salesianos ahí ¡eh! Pensemos en Don Bosco que con aquellos muchachos de la calle, con el oratorio y luego con las escuelas, los oficios, los preparaba para el trabajo… Es así que han surgido muchas y diversas escuelas profesionales, que instruían al trabajo mientras educaban en los valores humanos y cristianos. La instrucción, por lo tanto, es de verdad una peculiar forma de evangelización.
Más crece la instrucción y más las personas adquieren certezas y conciencia, de la cual todos tenemos necesidad en la vida. Una buena instrucción nos enseña el método crítico, que comprende también un cierto tipo de dudas, útiles a poner preguntas y verificar los resultados alcanzados, en vista de un conocimiento mayor. Pero la obra de misericordia de dar buen consejo al que lo necesita no se refiere a este tipo de dudas. Expresar la misericordia hacia los que tiene dudas equivale, en cambio, a disminuir aquel dolor y aquel sufrimiento que proviene del miedo y de la angustia que son consecuencias de las dudas. Es por lo tanto un acto de verdadero amor con el cual se buscar sostener a una persona en la debilidad provocada por la incertidumbre.
Pienso que alguien podría decirme: “Padre, pero yo tengo tantas dudas sobre la fe, ¿Qué cosa debo hacer? ¿Usted no tiene jamás dudas?”. Tengo muchas, ¡Eh! Tengo muchas… ¡Cierto que en algunos momentos a todos nos surgen dudas! Las dudas que tocan la fe, en sentido positivo, son un signo que queremos conocer mejor y más a fondo a Dios, Jesús, y el misterio de su amor hacia nosotros. “Pero, yo tengo esta duda… busco, estudio, veo o pido un consejo, como hacer…”. Estas dudas nos hacen crecer. Pues, es bueno que nos pongamos preguntas sobre nuestra fe, para de este modo seamos empujados a profundizarla. Las dudas, de todos modos, también son superadas. Por esto, es necesario escuchar la Palabra de Dios, y comprender cuanto nos enseña. Un camino importante que ayuda mucho en esto es aquel de la catequesis, con la cual el anuncio de la fe viene a nuestro encuentro en lo concreto de la vida personal y comunitaria. Y existe al mismo tiempo, otro camino igualmente importante, aquel de vivir lo más posible la fe. No hagamos de la fe una teoría abstracta donde las dudas se multiplican. Más bien, hagamos de la fe nuestra vida. Busquemos practicarla en el servicio a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Y entonces, tantas dudas desaparecerán, porque sentimos la presencia de Dios y la verdad del Evangelio en el amor que, sin merito nuestro, habita en nosotros y lo compartimos con los demás. Como se puede ver, queridos hermanos y hermanas, también estas dos obras de misericordia no están lejos de nuestra vida. Cada uno de nosotros puede comprometerse en vivirlas para poner en práctica la palabra del Señor cuando dice que el misterio del amor de Dios no ha sido revelado a los sabios y a los inteligentes, sino a los pequeños (Cfr. Lc 10,21; Mt 11,25-26). Por lo tanto, la enseñanza más profunda que estamos llamados a transmitir y la certeza más segura para salir de la duda, es el amor de Dios con el cual somos amados (Cfr. 1 Jn 4,10). Un amor grande, gratuito y dado para siempre. Pero, ¡Dios jamás da marcha atrás con su amor, jamás! Va siempre adelante, se queda ahí, es dado para siempre este amor del cual debemos sentir una fuerte responsabilidad, para ser sus testimonios ofreciendo misericordia a nuestros hermanos. Gracias.