“Entonces tocó sus ojos...”
- 02 Diciembre 2016
- 02 Diciembre 2016
- 02 Diciembre 2016
Evangelio según San Mateo 9,27-31.
Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David".
Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor". Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído". Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa". Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego Himno 27, 116-124.128-132.138-149
“Entonces tocó sus ojos...” (Mt 9,27)
¡Busquemos al único que nos puede devolver la libertad, sigámosle sin parar, con todo nuestro deseo, él cuya belleza toca los corazones, él que los atrae hacia su amor y los une a él para siempre! Sí, por medio de nuestras acciones corramos todos hacia él. No nos dejemos vencer por nadie ni engañarnos por nadie, ni distraernos por nadie en nuestra búsqueda.
Sobretodo, no digamos que Dios no manifiesta su presencia a los hombres. No digamos que a los hombres es imposible ver la luz de Dios....ni siquiera que es imposible verlo hoy. Gracias a Dios, nunca ha sido imposible, a condición de desearlo de veras. ¡Démonos cuenta cuál es la belleza de nuestro Maestro! No cerremos los ojos de nuestro corazón fijándolos en las realidades mundanas. Sí, que las preocupaciones por las cosas de este mundo no nos hagan esclavos de la gloria humana, hasta tal punto de abandonar a aquel que es la luz de la vida eterna.
¡Caminemos, juntos hacia él, con un solo corazón, un solo espíritu, una sola alma! Humildemente clamemos a él, nuestro Maestro bueno, nuestro Señor misericordioso, él que es el “único amigo de los hombres” (Sab 1,6) ¡Busquémosle porque se nos revelará, aparecerá, se manifestará, él que es nuestra esperanza!
Bibiana (Viviana), Santa
Mártir, 2 de diciembre
Martirologio Romano: En Roma, santa Bibiana, mártir, a quien el papa san Simplicio dedicó una basílica en el Esquilino (s. inc.).
Etimologicamente: Bibiana = "aquella que vive", es de origen latino.
Breve Biografía
Ya se menciona en el Liber Pontificalis el culto a la mártir Bibiana cuando se afirma en él que el Papa Simplicio (468 - 473) le dedicó una basílica. Restaurada en el siglo XVII por el infatigable papa Urbano VIII quien con su pasión renacentista, además de salvar un monumento antiguo, quiso dejar un testimonio litúrgico del hallazgo incluyendo en el calendario de la Iglesia universal la fiesta de Santa Bibiana en el día 2 de Diciembre. La basílica tiene tres naves divididas por ocho columnas antiguas y contiene una escultura graciosa de la Santa esculpida por Bernini. Está situada cerca de la vía férrea, da nombre al túnel por donde se ésta se cruza —Arcos de Santa Bibiana— se halla próxima a la Stazione Termini.
¿Quién fue Santa Bibiana?
Bernini, todo arte, la representa con los instrumentos del martirio que le dieron la Vida: la columna donde fue flagelada, los azotes, la corona del martirio y la sonrisa en su cara. Pero todo ello, con ser verdadero, es cosa común y aplicable a la mayor parte de los mártires cristianos en la Roma pagana, por lo que es decir mucho y, al mismo tiempo, nada acerca de un personaje concreto.
El relato de las actas no es fiable. Las actas de los mártires que comienzan a proliferar y los escritos aún más tardíos del martirio no son dignos de crédito histórico por las añadiduras apócrifas y contradicciones que contienen. Incluso los datos que se mencionan, como hacer responsable de su martirio al emperador Juliano el Apóstata, adolecen de un pronunciado desinterés cronológico. La leyenda de nuestra santa que relata pormenorizadamente su martirio es una novela ejemplar que aplica un esquema general romano.
Pero es cierto que Santa Bibiana existió y que fue mártir. Posiblemente también existieron su madre Dafrosa y su hermana Demetria cuyos sarcófagos intactos se descubrieron debajo de los dos vasos de vidrio con inscripciones que conservaban las reliquias de la Santa. La historia se remonta como más remoto documento al papa Simplicio que se sitúa en el siglo V. La veneración de esta mártir es anterior al ese dato. Y por ello no está lejos de la verdad histórica la afirmación de que vivió santa Bibiana a finales del siglo III, antes incluso de lo que cantan las actas.
Es, pues, Bibiana una santa de la que poco sabemos por los documentos que pueden aducirse con valoración histórica cierta. Conocemos su existencia y la entrega colmada, definitiva, que de su vida hizo a Dios, dándole un sí apoteósico con el martirio. Todo lo demás ¿qué importa? Al fin y al cabo, las piedras talladas, papiros, pellejos, papeles y datos informáticos en donde pueda constar la historia más completa de cualquier santo no son más que raspar en la corteza sin alcanzar jamás ese núcleo personal de la relación entre el santo —la santa en nuestro caso— y Dios. Lo que consta en los archivos nos puede llevar al reconocimiento de sus virtudes, pero la reciprocidad de amores entre redimido y Redentor es un misterio siempre escondido para la historia y patente sólo cabe Dios.
Perseverar en la oración.
Mateo 9, 27-31. Viernes I de Adviento. Ciclo A. Y se les abrieron sus ojos
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor, que estás presente en este momento. Sé que quieres estar conmigo y yo también deseo acompañarte. Señor, enséñame a orar. Gracias por todos los dones que me concedes siempre sin yo merecerlo. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Permíteme en este rato conocerte y amarte un poco más. Llena mi corazón de celo por la salvación de las almas y la extensión de tu Reino.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Antes de meditar en el pasaje de hoy conviene recordar que estoy ya en el periodo de preparación para tu venida a mi alma. Las recomendaciones que me das en la Liturgia son los mejores medios para prepararme bien. Al fin y al cabo nadie puede prepararte mejor el lugar que quieres sino Tú mismo, claro que con mi ayuda y por ello pones a mi disposición estos consejos.
Puedo tomar un medio para seguir en este camino de adviento. Es el medio de la oración. Una oración perseverante y con fe.
Contemplo a estos dos ciegos que sin verte te siguen e insisten en su petición. Es una muy buena imagen de la oración. Esa oración en la que a veces me tengo que lanzar a ciegas pues no te veo ni te siento. Una oración sacudida por una desgracia familiar, una rutina incrustada en mi vida o incluso un buen momento de bienestar en el que me olvido de Ti. Sin embargo, dame la gracia de continuar siguiéndote aunque me cueste y no te vea. Creer que sigues allí y me puedes obtener lo que pido.
Este Evangelio es imagen de la oración perseverante. Los ciegos insisten y no se cansan de gritar todo el camino la misma frase. Que tampoco yo me canse de hacer mis peticiones, aunque sean las mismas y pareciera que no escucharas. Sí me escuchas pero quieres que te siga con perseverancia. Perseverar en la oración es un buen medio en este adviento.
Señor, que mi oración este llena de fe en Ti para que te permita actuar en mi vida. Pero la fe no es sólo creer en Ti y saber que existes. La fe no es algo inerte que Tú me das y basta. La fe es reconocer tu poder y tu amor y dejarte actuar según este amor y este poder. La fe es una virtud que se ejercita en actos concretos, por eso, Señor, te pido que aumentes mi fe.
«Qué fácil y equivocado es creer que la vida depende de lo que se posee, del éxito o la admiración que se recibe; que la economía consiste sólo en el beneficio y el consumo; que los propios deseos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad social. Mirando sólo a nuestro yo, nos hacemos ciegos, apagados y replegados en nosotros mismos, vacíos de alegría y vacíos de libertad. ¡Es algo tan feo!»
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy procuraré repetir esta jaculatoria durante el día: «Señor creo en Ti, pero aumenta mi fe».
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Empezar a prepararnos para Navidad y la vida eterna...
Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos.
Estamos en tiempo de Adviento Es el tiempo santo de preparación que la Iglesia Católica celebra desde el principio de los cuatro domingos anteriores a la Navidad.
Siempre que vamos a tener un gran acontecimiento en nuestras vidas, nos preparamos. Así se preparaban en los tiempos antiguos para la llegada del MESÍAS.
Así nosotros hemos de prepararnos para esta Nochebuena, para esta Navidad en que celebraremos la llegada del Niño-Dios.
Esto es una conmemoración pero también se nos pide una preparación muy especial para la segunda llegada de Jesucristo como Supremo Juez, también llamada Parusía en la que daremos cuenta del provecho que hayamos sacado de su Nacimiento y de su muerte de Cruz.
El día en que hemos de morir es el acontecimiento más grande e importante para el ser humano.
No resulta agradable hablar de ello ni pensar en esto. Tal vez por ser lo único cierto que hay en nuestra vida: la muerte. Es más agradable quedarnos en la fiesta, en la alegría de una hermosa Navidad.
Pero no olvidemos que este episodio ya fue. El otro está por venir. Aún no llega, pero... llegará. Velen, pues, y hagan oración continuamente para que puedan comparecer seguros ante el Hijo del Hombre Juan 21, 25-28,34-36. Estas son las palabras de Jesús a sus discípulos, en aquellos tiempos y nos las está repitiendo continuamente en nuestro presente.
Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. ¿Quién podrá comparecer seguro ante el
Hijo del Hombre? Tan solo el pensamiento de este Juicio nos hace estremecer.
Pero recobremos la esperanza sabiendo que seremos juzgados con gran misericordia y amor si en este tiempo de Adviento nos preparamos rebosante de amor mutuo y hacia los demás como dice San Pablo en su carta a los tesalonicenses, porque tuve sed y me disteis de beber, porque tuve hambre y me disteis de comer...
Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro "pequeño mundo" y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Solo así podremos estar seguros ante la presencia y el Juicio de Nuestro Señor Jesucristo que lleno de amor y misericordia unirá a nuestras pobres acciones los méritos de su pasión y muerte.
El que cumple la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos
Nuestra fe se funda en la escucha de la Palabra de Dios y en la confianza que depositamos en su providencia.
Isaías 26,1-6: “El pueblo justo se mantiene fiel al Señor”
Salmo 117: “Bendito el que viene en nombre del Señor”
San Mateo 7,21.24-27: “El que cumple la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos
Isaías es el profeta que nos va guiando en el camino del adviento. Hoy nos ofrece un gran contraste entre lo que nosotros vivimos y la idealización que hace de la Jerusalén reconstruida. El pueblo ha conocido el dolor y el destierro, sin embargo ahora tiene la esperanza de poder vivir en seguridad y paz dentro de la ciudad fuerte que el Señor custodia. Todo lo contrario sucede con la poderosa Babilonia a la que se alude con tintes dramáticos de destrucción.
Son signos que también tienen mucho sentido para nosotros que estamos sufriendo la inseguridad. Las ciudades y las poblaciones están cada día más inseguras y desprotegidas. No bastan policías ni guardianes para defenderlas. Han caído presas de la violencia.
Las palabras de Isaías suenan a promesa bendita para nosotros, pero también expresan sus condiciones. Tendremos una ciudad fuerte si el pueblo es justo y se mantiene fiel al Señor. Minamos nuestros cimientos y después queremos tener una ciudad fuerte.
La conclusión del Sermón de la Montaña es muy gráfica señalando las diferentes formas de construir una casa: sin cimientos que al primer soplo de viento o de tormenta se viene abajo; o una casa segura y firme, basada en escuchar de la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Nuestra fe se funda en la escucha de la Palabra de Dios y en la confianza que depositamos en su providencia. No basta decir: “Señor, Señor”, porque no son palabras vanas las que sostienen la esperanza.
Es la práctica diaria y constante, es el rumiar con detenimiento y devoción la Palabra viva… ¡Es poner cimientos a la casa! Sin este fundamento de una vida interior alimentada por la Palabra de Dios, encarnada en las obras concretas de amor a los hermanos, no se puede construir firmemente.
Es tiempo de Adviento, tiempo de revisar los fundamentos de nuestras familias, de nuestra sociedad y de cada uno de nosotros. Si estamos construyendo sobre las arenas movedizas del placer y del poder, no nos extrañemos que la construcción se nos venga abajo. La invitación de Isaías es: “confíen siempre en el Señor, porque el Señor es nuestra fortaleza para siempre”.