«Todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya»
- 17 Diciembre 2016
- 17 Diciembre 2016
- 17 Diciembre 2016
Evangelio según San Mateo 1,1-17.
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
San Josep Manyanet
San José Manyanet y Vives, presbítero y fundador
En Barcelona, en España, san José Manyanet y Vives, presbítero, que fundó las Congregaciones de Hijos e Hijas de la Sagrada Familia, para que, a ejemplo de la santa Familia de Nazaret, Jesús, Maria y José, todas las familias se orientaran hacia la perfección.
Josep Manyanet nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España), en el seno de una familia numerosa y cristiana. Fue bautizado el mismo día y, a la edad de 5 años, fue ofrecido por su madre a la Virgen de Valldeflors, patrona de la ciudad. Tuvo que trabajar para completar los estudios secundarios en la Escuela Pía de Barbastro y los eclesiásticos en los seminarios diocesanos de Lleida y Urgell. Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859. Tras doce años de intenso trabajo en la diócesis de Urgell al servicio del obispo, en calidad de paje y secretario particular, mayordomo de palacio, bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y secretario de visita pastoral, se sintió llamado por Dios para hacerse religioso y fundar dos congregaciones religiosas.
Contando con la aprobación del obispo, en 1864 fundó a los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, a las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.
Con oración y trabajo constantes, con el ejercicio ejemplar de todas las virtudes, con amorosa dedicación y solicitud por las almas, guió e impulsó a lo largo de casi cuarenta años la formación y expansión de los institutos, abriendo escuelas, colegios y talleres y otros centros de apostolado en varias poblaciones de España. Hoy, los dos institutos están presentes en países de Europa, las dos Américas y África.
Especialmente llamado por Dios para presentar al mundo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, escribió varias obras y opúsculos para propagar la devoción a la Familia de Jesús, María y José, fundó la revista La Sagrada Familia y promovió la erección, en Barcelona, del templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra del arquitecto siervo de Dios Antonio Gaudí, destinado a perpetuar las virtudes y ejemplos de la Familia de Nazaret y ser el hogar universal de las familias.
El beato Josep Manyanet predicó abundantemente la Palabra de Dios y escribió también muchas cartas y otros libros y opúsculos para la formación de los religiosos y religiosas, de las familias y de los niños, y para la dirección de los colegios y escuelas-talleres. Sobresale «La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia» (Barcelona 1895), su autobiografía espiritual, en la cual, mediante unos diálogos del alma, personificada en Desideria, con Jesús, María y José, traza todo un proceso de perfección cristiana y religiosa inspirada en la espiritualidad de la casa y escuela de Nazaret. También «Preciosa joya de familia» (Barcelona 1899), una guía para los matrimonios y familias, que les recuerda la dignidad del matrimonio como vocación y la importante tarea de la educación cristiana de los hijos. Para la formación de los religiosos escribió un libro de meditaciones titulado «El espíritu de la Sagrada Familia», en donde describe la identidad de la vocación y misión de las religiosas y religiosos Hijos de la Sagrada Familia en la sociedad y en la Iglesia.
Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le ayudaron a superarlas. Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años -que él llamaba «las misericordias del Señor»-, el 17 de diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía». Sus restos mortales descansan en la capilla-panteón del mismo colegio Jesús, María y José, continuamente acompañados por la oración y el agradecimiento de sus hijos e hijas espirituales y de innumerables jóvenes, niños y familias que se han acercado a Dios, atraídos por su ejemplo y sus enseñanzas. Fue canonizado por SS Juan Pablo II el 16 de mayo de 2004.
fuente: Vaticano
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Es posible que haber nacido en el seno de una familia numerosa que, además, era creyente, influyese en su acontecer marcándole con un amor singular a la Sagrada Familia. Nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España). Su madre, sin duda artífice de su amor a María, siguió la bellísima tradición de consagrarle a la Virgen, bajo la advocación de Valldeflors, a la que se honraba en la localidad porque era su patrona. Sintiendo la llamada al sacerdocio recibió formación en Barbastro primeramente, y luego en seminarios de Lleida y Urgell costeándose él mismo los estudios con su trabajo. Virtuoso hombre de oración, devoto de la Eucaristía, prudente y sensible, con encomiable espíritu de servicio, después de ser ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859 fue de impagable ayuda para el prelado de Urgell quien durante doce años lo tuvo a su lado. Fue su secretario particular, mayordomo, vicesecretario de cámara, secretario de visita pastoral y también se ocupó de la biblioteca del seminario.
En esos años de ejercicio pastoral en la Seu d’Urgell acrecentó su convicción de que la familia es el pilar de la sociedad. Porque ciertamente los valores que se aprenden en ella en gran medida condicionan el resto de la vida; es clave en la educación y enseña el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias que se van presentando. Si, además, el devenir de un hogar está anclado en el modelo que ofrece la Sagrada Familia los frutos no se hacen esperar. Josep fue consciente de que la sociedad precisaba este referente inequívoco y tomó conciencia de la importancia de tutelar de forma exquisita la educación dirigida a niños y jóvenes; sería un semillero de gracias vertidas a través de ellos en la sociedad. De modo que, con este objetivo evangelizador, puso en marcha en 1864 losHijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y diez años más tarde fundó las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.
En un momento dado, en medio de conflictos políticos, sufrió persecución y clausura de uno de sus centros, pero continuó su labor sin arredrarse. Durante cuatro décadas marcadas por intensa actividad, se mantuvo al frente de sus hijos e hijas. Bajo su amparo y tutela se multiplicaron escuelas, colegios, talleres y vías diversas de apostolado en distintos puntos de España, que luego se extendieron a parte de Europa y América. Viéndole trabajar con tanto ahínco, lleno de fe y esperanza, escribiendo textos dirigidos a difundir la devoción por la Sagrada Familia, era difícil adivinar que todo ello procedía de un hombre de frágil salud que, además, debía hacer frente a numerosos contratiempos que le salían al paso. Pero así era. En su costado tenía lo que él solía denominar «las misericordias del Señor», unas llagas abiertas que es fácil imaginar lo que debieron suponer de padecimientos durante los últimos 16 años de su vida.
Fue un ejemplo de fortaleza y fidelidad; se distinguió también por su predicación. Mantuvo viva hasta el fin la urgencia por difundir lo que el beato Juan Pablo II denominó «Evangelio de la familia», diseminado en numerosas obras dirigidas a sus hijos, a los escolares que se formaban en los centros regidos por ellos y a las familias. Entre otras, fue autor de La Escuela de Nazaret, Casa de la Sagrada Familia (de carácter autobiográfico), Preciosa joya de familia y El espíritu de la Sagrada Familia. Impulsó la revista Sagrada Familia y la construcción del templo expiatorio dedicado a ella en Barcelona, obra monumental del genial arquitecto y siervo de Dios, Antoni Gaudí. Viendo su quehacer en conjunto, se aprecia el afán de Josep por llevar a todos el amor a Jesús, María y José mostrándolos al mundo como ejemplo a imitar. Y el nombre de los tres fue el que brotó de sus labios cuando le llegó la suprema hora el 17 de diciembre de 1901. Quienes le rodeaban le oyeron decir por última vez lo que tantas veces había expresado: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía», jaculatoria que incontables familias han enseñado a recitar a sus hijos desde niños para que la rezaran poco antes de conciliar el sueño. Juan Pablo II lo beatificó el 25 de noviembre de 1984 y él mismo lo canonizó el 16 de mayo de 2004.
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Josep Manyanet para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino Del Oficio Divino, 3, 18
«Todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya»
Se nos lee la genealogía de Cristo en san Mateo. Esta costumbre, tradicional en la santa Iglesia, tiene un bello y misterioso motivo. Porque en verdad esta lectura nos presenta la escalera que Jacob vio de noche durante un sueño (Gn 28,11s). En lo alto de esta escalera, que por la parte alta tocaba al cielo, el Señor, apoyado en ella, se apareció a Jacob y le prometió darle en herencia la tierra... Ahora bien, sabemos que «estas cosas sucedieron en figura para nosotros» (1C 10,11), ¿Qué prefiguraba, pues, esta escalera sino la casta de la que Jesucristo debía nacer, casta que el santo evangelista, con boca divina, ha hecho subir de manera tal que acaba en Cristo pasando por José? Es en este José a quien Jesús, niño pequeño, se apoyó. A través de la «puerta del cielo» (Gn 28,17)..., es decir, por la Bienaventurada Virgen María, hecho niño por nosotros, salió gimiendo... Durante el sueño, Jacob oyó que el Señor le decía: «Todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya» y ahora por el nacimiento de Cristo, se cumple esta realidad.
Es esto mismo lo que el evangelista veía cuando puso en su genealogía a Rahab la prostituta y a Ruth la moabita; porque veía muy claro que Cristo no vino en la carne solamente para los judíos, sino también para los paganos, él que se digno recibir antepasadas salidas de entre los paganos. Venidos, pues, de los dos pueblos, judíos y paganos, como los dos lados de la escalera, los padres antiguos, situados a diferentes grados, sostienen a Cristo Señor que sale de lo alto de los cielos. Y todos los santos ángeles bajan y suben a lo largo de esta escalera, y todos los elegidos entran, primero, en el movimiento de descenso de esta escalera para recibir, humildemente, la fe en la encarnación del Señor, y seguidamente son elevados a fin de contemplar la gloria de su divinidad.
Decidir confiar. Mateo 1, 1-17. III Sábado Adviento. Ciclo A. Genealogía de Jesucristo
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, me amas como no tengo una idea. Lo «peor» de todo es que esto no lo comprenderé jamás teóricamente, sino «experiencialmente». ¿Qué puedo hacer entonces? Justo eso: pedirte la experiencia de tu amor. ¡Quiero renovarlade verdad! En tus manos pongo esta intención y mi oración. Amén.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Hay instante más bello, que aquél en que se espera algo bueno? Cuántas veces, ante un proyecto que nos ilusiona, esperamos con una emoción y espera que no desesperan. Como si nos tocase disfrutar de lo esperado aun sin tenerlo. La espera de un día especial, de un aniversario, de un cumpleaños, de la llegada de un familiar, de una persona querida, de un hijo, de un bebé que viene al mundo.
Siempre están presentes las expectativas, y a veces no nos dejan dormir. Tenemos temores, miedos de verdad justificados –otros no. Pero desde luego que nos ilusiona, pese a todo pesar. Y ante los miedos, o se decide sucumbir o se decide confiar.
Creo que un poco sucedió así contigo, Madre mía. ¡Quisiera ponerme en tu lugar! ¡Tanto misterio en tan esperada espera!, en donde la voz de Dios era tan tenue, y tenías que agudizar tanto el oído. Y, al mismo, tiempo confiabas en Dios. Sí, tenías tantas preguntas y miedos, ¡pero confiabas en Dios!, y eso te «solucionó» todo. Nada cambia al exterior para e quien en Dios confía, pero en el interior ocurre un milagro: el corazón se torna como el de Cristo mismo.
Con esa actitud, desde lo más profundo de tu ser, Madre mía, ante la espera, quiero detenerme frente a todas mis esperas, sobre todo frente a la de prepararme para recibirte, Jesús.
«El profeta Isaías describe la figura del Siervo de Yahveh y su misión de salvación. Se trata de un personaje que no ostenta una genealogía ilustre, es despreciado, evitado de todos, acostumbrado al sufrimiento. Uno del que no se conocen empresas grandiosas, ni célebres discursos, pero que cumple el plan de Dios con su presencia humilde y silenciosa y con su propio sufrimiento. Su misión, en efecto, se realiza con el sufrimiento, que le ayuda a comprender a los que sufren, a llevar el peso de las culpas de los demás y a expiarlas. La marginación y el sufrimiento del Siervo del Señor hasta la muerte, es tan fecundo que llega a rescatar y salvar a las muchedumbres.
Jesús es el Siervo del Señor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Cómo voy en mis propósitos de adviento?, ¿tengo alguno? Hoy lo renovaré en mi corazón para ofrecértelo, Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Felices 80 años Papa Francisco!
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires Argentina
El papa Francisco cumple este sábado, 17 de diciembre, 80 años. Por eso presidirá una concelebración eucarística con los cardenales residentes en Roma, ese día a las 8 de la mañana (hora de Roma), en la capilla Paulina.
Para el Santo Padre –informó la oficina de prensa de la Santa Sede– el resto de la jornada será “normal”, es decir, llena de compromisos. Recibirá al presidente de la república de Malta, al prefecto de la Congregación para los obispos, al obispo de Chur, Suiza y a la comunidad de Nomadelfia.
Biografía
Jorge Mario Bergoglio nació en el seno de una familia católica el 17 de diciembre de 1936, en el barrio porteño de Flores, siendo el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por Mario José Bergoglio y Regina María Sívori, inmigrantes italianos. Fue bautizado el día de Navidad de 1936 en la Basílica María Auxiliadora y San Carlos del barrio de Almagro en Buenos Aires.
Durante su infancia fue alumno del Colegio Salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles y estudió en la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 27 Hipólito Yrigoyen en la que se graduó como técnico químico. Luego trabajó en el laboratorio Hickethier-Bachmann.
Durante su juventud, sufrió una enfermedad a los pulmones por lo que fue sometido a una operación quirúrgica en la que le fue extirpada una porción de pulmón, lo que no le impidió desarrollar sus actividades con normalidad.
El 11 de marzo de 1958 ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en el Seminario de Villa Devoto. Como novicio de la Compañía de Jesús terminó sus estudios en el Seminario Jesuita de Santiago de Chile.
Entre 1967 y 1070 cursó estudios de teología en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, casi a los 33 años de edad.
Continuó sus estudios de 1970 a 1971 en la Universidad de Alcalá Henares (España) y el 22 de abril de 1973 realizó su profesión de jesuita. De regreso a Argentina fue maestro de novicios en la Villa Barilari; profesor en la Facultad de Teología de San Miguel; consultor provincial de la Compañía de Jesús, cargo que ocupó hasta 1979; y rector del Colegio Máximo de la Facultad.
Fue nombrado Obispo Auxiliar de Buenos Aires por el Papa Juan Pablo IIel 20 de mayo de 1992. Cuando la salud del entonces Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Antonio Quarracino, empezó a debilitarse, Mons. Bergoglio fue designado Arzobispo Coadjutor el 3 de junio de 1997. Al fallecer el Cardenal Quarracino lo sucedió en el cargo de Arzobispo de Buenos Aires el 28 de febrero de 1998.
Durante el consistorio del 21 de febrero de 2001, el Papa Juan Pablo II lo creó Cardenal. Como Purpurado formó parte de la Comisión para América Latina; la Congregación para el Clero; el Pontificio Consejo para la Familia; la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; el Consejo Ordinario de la Secretaría General para el Sínodo de los Obispos y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Fue Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, en dos períodos consecutivos desde noviembre de 2005 hasta noviembre de 2011. Integró también el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
El Cardenal Bergoglio siempre tuvo un estilo de vida sencillo y austero. Vivía en un apartamento pequeño en vez de la residencia episcopal, renunció a su limosina y a su chofer, se movilizaba en transporte público y preparaba su comida.
El Cardenal Bergoglio disfrutaba de la ópera, el tango y el fútbol, cuya pasión aún disfruta al ser socio activo del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.
Es el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica desde el 13 de marzo de 2013.
Para felicitarle
Además, quien quiera felicitar al Pontífice, puede hacerlo a través de estas direcciones de correo electrónico:
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En las redes sociales, el hashtag creado para la ocasión será #Pontifex80
Las vías del Espíritu Santo
Tercera predicación de adviento del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia
No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, cantando y alabando al Señor con todo vuestro corazón
Por: Padre Raniero Cantalamessa / Predicador de la Casa Pontificia. | Fuente: ZENIT – Roma / 16 Diciembre 2016
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La tercera predicación de Adviento ha sido realizada este viernes en la capilla Rendemptoris Mater en el palacio apostólico Vaticano, por el religioso capuchino Raniero Cantalamessa, ante la presencia del santo padre Francisco, cardenales y otros miembros de la Curia Romana.
A continuación el texto completo:
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
Tercera predicación de Adviento 2016
LA SOBRIA EBRIEDAD DEL ESPÍRITU
- Dos tipos de ebriedad
- El lunes después de Pentecostés de 1975, en ocasión de la clausura del Primer Congreso mundial de la Renovación Carismática Católica, el beato Pablo VI dirigió a los diez mil participantes reunidos en la basílica de San Pedro un discurso en el que la definió como “una oportunidad para la Iglesia”.
Una vez concluida la lectura del discurso oficial el Papa añadió, improvisando, las siguientes palabras:
“En el himno que leemos esta mañana en el breviario y que se remonta a san Ambrosio, en el IV siglo, se encuentra esta frase difícil de traducir aunque sea muy simple: Laeti, que significa con alegría; bibamus, que significa bebamos; sobriam, que significa bien definida y moderada; profusionem Spiritus, o sea la abundancia del Espíritu. ‘Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus’. Podría ser el lema de vuestro movimiento: un programa y un reconocimiento del movimiento mismo”.
La cosa importante que debemos notar enseguida es que aquellas palabras del himno no fueron escritas en el origen para la Renovación carismática. Ellos siempre fueron parte de la liturgia de las horas de la Iglesia universal; son por lo tanto una exhortación dirigida a todos los cristianos y como tal quiero nuevamente proponerla, en estas meditaciones dedicadas a la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
En verdad en el texto original de san Ambrosio, en el lugar de “profusionem Spiritus”, la abundancia del Espíritu, está “ebrietatem Spiritus”, o sea la ebriedad del Espíritu1.
La tradición sucesiva había considerado a esta última expresión demasiado audaz y la había sustituido con una más blanda y aceptable. Entretanto de esta manera se había perdido el sentido de una metáfora antigua como el mismo cristianismo. Justamente por lo tanto, en la traducción italiana del breviario se ha recuperado el sentido original de la frase ambrosiana. Una estrofa del himno de Laudes, de la cuarta semana del salterio, en idioma italiano de hecho dice:
Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en Él probamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Lo que empujó a los Padres a retomar el tema de la “sobria ebriedad”, ya desarrollado por Filone Alessandrino2, fue el texto en el cual el Apóstol exhorta a los cristianos de Éfeso diciendo:
“No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, entreteniéndose juntos con salmos, himnos, cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con todo vuestro corazón” (Ef 5,18-19).
A partir de Orígenes son incontables los textos de los Padres que ilustran este tema, jugando a veces sobre la analogía, otras sobre la contradicción entre la ebriedad material y la ebriedad espiritual. La analogía consiste en el hecho que ambas ebriedades infunden alegría, hacen olvidar los esfuerzos y hacen salir de uno mismo.
La contraposición consiste en el hecho de que mientras la ebriedad material (alcohol, droga, sexo, éxito) vuelve vacilantes e inseguros, la espiritual nos vuelve estables en el bien; la primera hace salir de sí mismos para vivir por debajo del propio nivel racional, la segunda hace salir de sí mismos para vivir por encima de la propia razón. Para ambas se usa la palabra “éxtasis” (¡nombre dado recientemente a una droga tremenda!), pero uno es un éxtasis hacia el bajo y lo otro un éxtasis hacia lo alto.
Aquellos que en Pentecostés confundieron a los apóstoles por ebrios tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente en atribuir la ebriedad al vino ordinario, cuando en cambio se trataba del “vino nuevo”, elaborado de la “viña verdadera” que es Cristo; los apóstoles estaban sí ebrios, pero de aquella sobria ebriedad que da la muerte al pecado y da vida al corazón 3.
Tomando inspiración en el episodio del agua que fluye de la roca en el desierto (Es 17, 1-7), y del comentario que hace san Pablo en la Carta a los Corintios (“Todos bebieron de la misma bebida espiritual… Todos hemos bebido de un solo Espíritu). (1 Cor 10,4; 12,13), el mismo san Ambrosio escribía:
“El Señor Jesús hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura quedaron saciados; aquellos que la bebieron en la verdad quedaron incluso ebrios. Buena es la ebriedad que infunde alegría. Buena es la ebriedad que afirma los pasos de la mente sobria… Bebe a Cristo que es la vid; bebe a Cristo que es la roca de la cual brota el agua; bebe a Cristo para beber su sus palabras… La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora cuando lo central de la palabra eterna baja en las venas de la mente y en las energías del alma”. 4
2. De la ebriedad a la sobriedad
¿Qué nos dice hoy a nosotros este sugestivo oxímoron de la sobria ebriedad del Espíritu? Una primera enseñanza es esta. Existen dos modos diversos de actuar para el cristiano, un modo humano y otro modo divino, un modo natural y un modo sobrenatural. Un modo en el cual el protagonista es el hombre con su racionalidad, también si iluminada por la fe, y un modo en el cual el protagonista, el “agente principal” es el Espíritu Santo.
Este segundo modo es el que san Pablo llama “dejarse conducir por el Espíritu” (cfr. Gal 5,18), o actuar “en el Espíritu”. Aunque los efectos sean diversos de acuerdo a si se actúa únicamente “en sabiduría”, o sea siguiendo la prudencia, el buen sentido, la experiencia, la organización, la diplomacia, o si a todo esto se añade “la manifestación del Espíritu y su potencia”(cfr. 1 Cor 2,4).
¿Cómo hacer para retomar este ideal se la sobria ebriedad y encarnarlo en la actual situación histórica y eclesiástica? ¿Dónde está escrito que un modo así “fuerte” de sentir al Espíritu era una exclusividad de los Padres y de los tiempos de la Iglesia, pero que no lo es más para nosotros? El don de Cristo no se limita a una época particular, pero se ofrece en cada época.
Hay bastante para todos en el tesoro de su redención. Es justamente el rol del Espíritu el que vuelve universal la redención de Cristo, disponible para cada persona, en cada punto del tiempo y del espacio. En el pasado el orden que se inculcaba era, generalmente, el que va de la sobriedad a la ebriedad. En otras palabras, el camino para obtener la ebriedad espiritual o el fervor, se pensaba, es la sobriedad, o sea la abstinencia de las cosas de la carne, el ayunar del mundo y de sí mismo, en una palabra la mortificación. En este sentido el concepto de sobriedad ha sido profundizado en particular por la espiritualidad monástica ortodoxa, relacionada a la llamada ‘oración de Jesús’. En esa la sobriedad indica “un método espiritual” hecho de “vigilante atención” para librarse de los pensamientos pasionales y de las palabras malas, substrayendo a la mente cualquier satisfacción carnal y dejándole, como única actividad la compunción por el pecado y la oración.5
Con nombres distintos (desvestirse, purificación, mortificación, es la misma doctrina ascética que se encuentra en los santos y en los maestros latinos. San Juan de la Cruz habla de un “despojarse y desnudarse por el Señor de todo lo que no es del Señor”6.
Estamos en los períodos de la vida espiritual llamados purgativo e iluminativo. En estos el alma se libera con fatiga de sus hábitos naturales, para prepararse a la unión con Dios y a sus comunicaciones de gracia. Estas cosas caracterizan el tercer nivel, la “vida unitiva” que los autores griegos llaman “divinización”.
Nosotros somos herederos de una espiritualidad que concebía el camino de perfección de acuerdo a esta sucesión: antes es necesario vivir largo tiempo en el nivel purgativo, antes de acceder a aquel unitivo; es necesario ejercitarse largamente en la sobriedad, antes de sentir la ebriedad. Cada fervor que se manifestara antes de aquel momento había que considerarlo sospechoso. La ebriedad espiritual, con todo lo que eso significa, está colocada por lo tanto al final, reservado a los “perfectos”. Los otros, “los proficientes”, tienen que ocuparse sobre todo de la mortificación, sin pretender, porque están lejos aún con los propios defectos, de tener una experiencia fuerte y directa de Dios y de su Espíritu.
Hay una gran sabiduría y experiencia en la base de todo esto, y pobre de aquel que considere estas cosas como superadas. Es necesario entretanto decir que un esquema así rígido indica también un lento y progresivo desplazamiento del acento de la gracia al esfuerzo del hombre, de la fe a las obras, hasta resentir a veces de pelagianismo. De acuerdo al Nuevo Testamento, hay una circularidad y una simultaneidad entre las dos cosas: la sobriedad es necesaria para llegar a la ebriedad del Espíritu, y la ebriedad del Espíritu es necesaria para llegar a practicar la sobriedad.
Una ascesis tomada sin un fuerte empuje del Espíritu sería esfuerzo muerto y no produciría otra cosa que “vanidad de la carne”. Para san Pablo es “con la ayuda del Espíritu” que nosotros debemos “hacer morir las obras de la carne”(cfr. Rm 8,13). El Espíritu nos ha sido dado para que estemos en grado de mortificarnos, antes aún que como premio para ser mortificados.
Una vida cristiana llena de esfuerzos acéticos y de mortificación, pero sin el toque vivificante del Espíritu, se asemejaría -decía un antiguo Padre- a una misa en la que se leyeran tantas lecturas, se cumplieran todos los ritos y se llevaran tantas ofrendas, pero en la cual no se realizara la consagración de las especies por parte del sacerdote. Todo quedaría aquello que era antes: pan y vino.
“Así –concluía aquel Padre– sucede también con el cristiano. Aunque él haya cumplido perfectamente el ayuno y la vigilia, la salmodia y toda la ascesis y cada virtud, pero no se ha cumplido por la gracia, en el altar de su corazón la mística operación del Espíritu Santo, todo este proceso ascético está inconcluso y es casi vano, porque él no tiene la exultación del Espíritu místicamente operante en el corazón”. 7
Esta segunda vía –que va de la ebriedad a la sobriedad– fue la que Jesús le hizo seguir a sus apóstoles. Y si bien tuvieron como maestro y director espiritual al mismo Jesús, antes de Pentecostés ellos no fueron capaces de poner en práctica casi ninguno de los preceptos evangélicos. Pero cuando en Pentecostés fueron bautizados con el Espíritu Santo, entonces se los ve transformados, con la capacidad de soportar por Cristo molestias de todo tipo y hasta el mismo martirio. El Espíritu Santo fue la causa de su fervor, más que el efecto de ese.
Hay otro motivo que nos lleva a redescubrir este camino que va de la ebriedad a la sobriedad. La vida cristiana no es solamente una cuestión de crecimiento personal en la santidad; es también ministerio, servicio, anuncio, y para cumplir estas tareas tenemos necesidad de la “potencia que viene desde lo alto”, de los carismas; en una palabra, de una experiencia fuerte, pentecostal, del Espíritu Santo.
Nosotros tenemos necesidad de la sobria ebriedad del Espíritu, más aún de lo que tuvieron los Padres. El mundo se ha vuelto refractario al Evangelio, tan seguro de sí que solo el “vino fuerte” del Espíritu puede prevalecer a su incredulidad y quitarlo fuera de su sobriedad toda humana y racionalista que se hace pasar por “objetividad científica”.
Solamente las armas espirituales, dice el Apóstol, “tienen de Dios la potencia para abatir las fortalezas, destruyendo los raciocinios y toda arrogancia que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometiendo cada intelecto a la obediencia de Cristo. (2Cor 10, 4-5).
3. El bautismo en el Espíritu
¿Cuáles son los “lugares en donde el Espíritu actúa hoy de este modo pentecostal?
Escuchemos nuevamente la voz de san Ambrosio que fue el cantor por excelencia entre los Padres latinos, de la sobria ebriedad del Espíritu. Después de haber recordado los dos “lugares” clásicos en donde encontrar el Espíritu -la Eucaristía y las Escrituras-, él indica una tercera posibilidad. Dice:
“Hay también otra ebriedad que se realiza a través de aquella penetrante lluvia del Espíritu Santo. Fue así que en los Actos de los Apóstoles, aquellos que hablaban en idiomas diversos aparecían a los oyentes como si estuvieran llenos de vino”. 8
Después de haber recordado los medios “ordinarios” san Ambrosio, con estas palabras indica un medio diverso, “extraordinario”, en el sentido de que no ha sido fijado antes y no es algo instituido. Consiste en revivir la experiencia que los apóstoles hicieron en día de Pentecostés. Ambrosio no entendía seguramente señalar esta tercera posibilidad para decir al público que esta estaba excluida para ellos, siendo reservada solamente a los apóstoles y a la primera generación de los cristianos. Al contrario, él entendía animar a sus fieles a hacer como la primera generación de los cristianos. Él anima a sus fieles a hacer experiencia de aquella “lluvia penetrante del Espíritu” que se verificó en Pentecostés.
Queda por lo tanto abierta también para nosotros la posibilidad de contactar al Espíritu por esta vía nueva, personal, independiente, que depende únicamente de la soberana y libre iniciativa de Dios. No debemos caer en el error de los fariseos y de los escribas que a Jesús le decían: “Existen nada menos que seis días para trabajar, ¿por qué actuar fuera de ellos, de esta manera nueva e inusitada?”.
El teólogo Yves Congar en su informe al Congreso Internacional de Penumatología que se realizó en 1981 en el Vaticano, en ocasión del XVI centenario del Concilio Ecuménico de Constantinopla, hablando de los signos del despertar del Espíritu Santo en nuestra época dijo:
“¿Cómo no situar aquí la corriente carismática, mejor llamada Renovación en el Espíritu? Esto se ha difundido como fuego que corre sobre los pajares. Es algo muy diverso de una moda… Por un aspecto, sobre todo, esto se asemeja a un movimiento de despertar: por el carácter público y verificable de su acción que cambia la vida de las personas… Y como una juventud, una frescura y nuevas posibilidades en el seno de la vieja Iglesia, nuestra madre. Salvo excepciones muy raras, Renovación se coloca en la Iglesia y lejos de poner en discusión las instituciones clásicas, las reanima” 9.
Es verdad que esta como otras análogas realidades nuevas de la Iglesia de hoy, presenta a veces problemáticas, excesos, divisiones, pecados. Esto fue también para mi al inicio una piedra de escándalo. Pero esto sucede con todos los dones de Dios, apenas caen en las manos de los hombres. ¿A caso la autoridad ha sido siempre ejercitada en la Iglesia como la entiende el Evangelio, sin manchas humanas de autoritarismo o búsqueda de poder? Y a pesar de ello nadie sueña de querer eliminar este carisma de la vida de la Iglesia. No fueron exentos de desórdenes y defectos ni siquiera las primeras comunidades carismáticas cristianas, como la de Corinto. El Espíritu no vuelve ni a todos ni inmediatamente santos. Actúa en grado diverso y de acuerdo a la correspondencia que encuentra.
El instrumento principal con el cual la Renovación en el Espíritu “cambia la vida de las personas es el bautismo en el Espíritu. Hablo sobre ello sin ninguna intención de proselitismo, sino solamente porque pienso sea justo que se conozca en el corazón de la Iglesia una realidad que involucra a millones de católicos. Se trata de un rito que no tiene nada de esotérico, sino que es hecho más bien de gestos de gran simplicidad, calma y alegría, acompañados por actitudes de humildad, de arrepentimiento, de disponibilidad de volverse niños, que es la condición para entrar en el Reino.
Es una renovación y una actualización no solo del bautismo y de la confirmación, sino de toda la vida cristiana: para los casados, del sacramento del matrimonio, para los sacerdotes, de su ordenación, para los consagrados, de su profesión religiosa. El interesado se preparara, además que con una buena confesión, participando a encuentros de catequesis en los cuales viene puesto en un contacto vivo y alegre con las principales verdades y realidades de la fe: el amor de Dios, el pecado, la salvación, la vida nueva, la transformación en Cristo, los carismas, los frutos del Espíritu.
Una década después que llegó la Renovación carismática en la Iglesia católica, Karl Rahner escribía:
“No podemos refutar que el hombre pueda hacer aquí abajo experiencias de gracia, que le dan un sentido de liberación, le abren horizontes enteramente nuevos, se imprimen profundamente en él, lo transforman, plasmando también por largo tiempo su actitud cristiana más íntima. Nada prohibe llamar a tales experiencias bautismo del Espíritu”.
¿Es justo esperarse que todos pasen por esta experiencia? ¿Es este el único modo posible para sentir la gracia de Pentecostés?
Si por bautismo en el Espíritu entendemos un cierto rito, en un determinado contexto, debemos responder no; no es el único modo para tener una experiencia fuerte en el Espíritu. Hubo y hay incontables cristianos que han hecho una experiencia análoga, sin saber nada del bautismo en el Espíritu, recibiendo una efusión espontánea del Espíritu, a continuación de un retiro, de un encuentro, de una lectura, de un toque de la gracia.
Es necesario decir entretanto que el “bautismo en el Espíritu” se ha revelado un medio simple y potente para renovar la vida de millones de creyentes en todas las Iglesias cristianas y sería necesario pensarlo bien antes de decir que no está hecho para nosotros, si el Señor nos pone en el corazón el deseo y nos ofrece la ocasión.
También un curso de ejercicios espirituales puede muy bien concluirse con una especial invocación del Espíritu Santo, si quien lo guía ha hecho experiencia y los participantes lo desean. He tenido una experiencia el año pasado. El obispo de una diócesis del sur de Londres convocó, por iniciativa suya, a un retiro carismático abierto también al clero de otras diócesis. Estaban presentes un centenar entre sacerdotes y diáconos permanentes y al final todos pidieron recibir y recibieron la efusión del Espíritu, con el apoyo de un grupo de laicos de Renovación que vinieron para la ocasión. Si los frutos del Espíritu son “amor, alegría y paz”, al final estos se podían tocar con las manos, entre los presentes.
No se trata de adherir a uns más bien que a otros movimientos actuales en la Iglesia. No se trata ni siquiera, propiamente hablando de un movimiento, sino de una “corriente de gracia” abierta a todos, destinada a perderse en la Iglesia como una descarga eléctrica que se dispersa en la masa, para después desaparecer una vez que se cumplió esta tarea.
Concluimos con las palabras del himno litúrgico recordado en el inicio:
Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en él saboreamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Notas:
S. Ambrosio, himno “Splendor paternae gloriae”, en Sancti Ambrosii, Opera, 22: Hymni, Inscriptiones, Fragmenta, Milano, Roma 1994, p. 38.
Filone Alejandrino, Legum allegoriae, I, 84 (ed. Claude Mondesert, Paris, u Cerf 1962, p. 88 (meth? nefalios).
S. Cirillo de G., Cat. XVII, 18-19 (PG 33, 989).
S. Ambrosio, Comm. al Sal 1, 33.
fr. Esichio, Carta a Teodulo, in Filocalia, I, Torino 1982, p. 230ss).
S. Juan de la Cruz, La subida del monte Carmelo 5, 7; en Opere, Roma 1979, p. 82)
Macario Egipcio, in Filocalia, 3, Torino 1985, p. 325).
S. Ambrosio, Comm. al Sal 35, 19.
Y. Congar, Actualité de la Pneumatologie, in Credo in Spiritum Sanctum, Libreria Editrice Vaticana, 1983, I, p. 17ss.
n K. Rahner, Erfahrung des Geistes. Meditation auf Pfingsten, Herder, Friburgo i. Br. 1977.
Un tierno silencio de Navidad
Adviento es el tiempo de la humilde espera del Salvador, de la plena alegría por su nacimiento.
“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”: el papa Francisco muestra que, en el misterio de Cristo, los signos manifiestan la ternura de Dios. Y san Ignacio de Antioquía dice que al Señor se le conoce en su silencio.
El tiempo de Navidad está anunciado por un Adviento donde la moderación y el relativo silencio de los instrumentos musicales en la liturgia son signos de la humilde espera del Salvador, de la plena alegría de su nacimiento
El Verbo se hace carne y lo contemplamos niño: “infans”, en latín, lo que significa literalmente “que no habla”. La Palabra no sabe hablar. El silencio de Dios invita a la contemplación, a la admiración, a la adoración. El Verbo se ha abreviado, dicen los Padres de la Iglesia: el Hijo de Dios se ha hecho pequeño para que la Palabra esté a nuestro alcance, signo silencioso y tierno que pide amor.
La liturgia extiende ese silencio a la naturaleza entera. “Cuando un sereno silencio lo envolvía todo y la noche estaba a la mitad de su curso”, reza el libro de la Sabiduría, bajó a la tierra “desde el Cielo tu omnipotente Palabra” (Sb 18, 14-15). La aplicación de ese texto al nacimiento de Jesús se remonta probablemente al judeocristianismo, es decir en los primeros tiempos de la Iglesia.
La Palabra no sabe hablar. El silencio de Dios invita a la contemplación, a la admiración, a la adoración.
El rezo del Ángelus vespertino nació de la creencia de que en aquella hora, cuando cae el silencio de la noche, la Virgen María recibió el saludo angélico. Poco a poco, se extendió la práctica de recitar esa oración a mediodía, pidiendo entonces, en el siglo XV, por la paz de la Iglesia
María, y José, el silencioso, volverán a Nazaret: treinta años de silencio de Jesús, amaba subrayar san Josemaría . Vendrá la vida pública, e incluso un día Cristo callará ante Herodes “con un divino silencio” .Isaías había profetizado: “En el silencio y en la esperanza residirá vuestra fortaleza”; san Josemaría lo aplicaba también a la adversidad: “Callar y confiar” ; pues, como decía Benedicto XVI, “las circunstancias adversas son misteriosamente «abrazadas» por la ternura de Dios” . En palabras de Francisco, “poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «[…] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,26)” .
Un poeta francés dice que los pensamientos son pájaros que cantan solo cuando están en el árbol del silencio. El cristiano piensa y reza: “Días de silencio y de gracia intensa... Oración cara a cara con Dios...” .
En la pluma de san Josemaría, la palabra “silencio” es frecuentemente usada con los adjetivos fecundo, alegre, amable . El trabajo callado es elocuente, el esfuerzo silencioso da frutos …
El silencio respira paz, humildad, descanso, serenidad, e incluso eficacia; permite el recogimiento. Elías escuchó a Dios en “un susurro de brisa suave”, literalmente en “la voz de un fino silencio” (1R 19,12), que expresaba la intimidad de una conversación.
Hacen falta tiempos de “silencio interior”, constata san Josemaría. Como dice la beata Madre Teresa de Calcuta, “Dios habla en el silencio del corazón. […] El fruto de ese silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz. Porque la paz proviene de quien siembra el amor transformándolo en acción”.
Da paz buscar un cierto silencio en el trabajo, en la familia y en la sociedad. Según una bella tradición cristiana, se puede tender al silencio cuando empieza la tarde, en memoria de la pasión del Señor, y guardarlo durante la noche, para descansar en Él. Después de la muerte en la cruz vendrá el silencio del sepulcro, hasta la gloria de la resurrección. El gran silencio de los cartujos y de tantos religiosos acompaña y sostiene la oración de toda la Iglesia.
El silencio lleva a ser atento con los demás y refuerza la fraternidad. El Evangelio pide, como recuerda el papa Francisco, “un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro”. La ternura de Dios hace nuestro corazón sensible, cercano. Nos abre a los demás y descubrimos, en palabras de san Josemaría, “personas que necesitan ayuda, caridad y cariño”. En un tiempo donde parece que tenemos que llenar todo nuestro día de iniciativas, de actividades, de ruido, es bueno hacer silencio fuera y dentro de nosotros para poder escuchar la voz de Dios y la del prójimo.
Cada Adviento evoca la espera gozosa de la segunda venida del Señor. Cuando se abre el séptimo sello del Apocalipsis, se hace un silencio en el cielo (Ap 8, 1) que nos prepara al misterio trinitario. Calla el cielo porque reza, en humilde espera de la manifestación de Dios. Como dice el Pseudo-Dionisio, veneramos en respetuoso silencio lo inefable de Dios: adoramos .
El Concilio Vaticano II recomienda en la santa liturgia el “silencio sagrado” ante Dios . Así, durante la celebración eucarística, señala Francisco, “los creyentes hacen silencio y lo dejan hablar a Él”. El Prelado del Opus Dei recuerda como los tiempos de silencio invitan a la asamblea reunida en la caridad a “escuchar las sugerencias íntimas” del Espíritu Santo.
La ternura de Dios se manifiesta en los signos… Según una bella expresión de los Padres, aprendamos a leer esos «modos de ser» de Dios, que se nos revela en Jesucristo. Acompañemos el silencio de María y José. “Caía la tarde, con un silencio denso... Notaste muy viva la presencia de Dios... Y, con esa realidad, ¡qué paz!”.
Guillaume Derville
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Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, 88.
Cf. Ordenación general del Misal Romano, 313.
Cf. Jean Daniélou, Théologie du judéo-christianisme. Histoire des doctrines chrétiennes avant Nicée, 1, Desclée-Cerf, Paris 19912, p. 276.
Cf. Mario Righetti, Historia de la liturgia I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, p. 206-207.
Cf. san Josemaría, Surco, 485; Es Cristo que pasa, 38; Amigos de Dios, 281, 284.
San Josemaría, Es Cristo que pasa, 72; cf. Surco, 485; cf. Via Crucis, 1, 4. Cf. Mt26, 62.
San Josemaría, Forja, 799. Cf. Is 30, 15.
Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, 106.
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 6.
San Josemaría, Surco, 179.
Cf. San Josemaría, Camino, 447, 645, 672;
Cf. San Josemaría, Surco 300, 530.
En hebreo, es la fórmula enigmática: “qol demama daqqa”, que Francisco glosa en su homilía en Santa Marta, cf. Osservatore Romano, 13 de diciembre de 2013, p. 8.
San Josemaría, Surco, 670.
Beata Teresa de Calcuta, Entrevista concedida en 1987 al periodista R. Farina, y publicada en el seminario italiano Il Sabato, cit. en J.L. Illanes, Tratado de Teología espiritual, EUNSA, Pamplona 2007, p. 394-395.
Francisco, Mensaje para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2014), 8 de diciembre de 2013, 10.
San Josemaría, Conversaciones, 96.
Cf. Pseudo-Dionisio, De divinis nominibus, c. I, n. 11, cit. en Fernando Ocáriz,Sobre Dios, la Iglesia y el mundo, Rialp, Madrid 2013, p. 70.
Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 30.
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 143.
Javier Echevarría, Vivir la Santa Misa, Rialp, Madrid3, p. 70; cf. también p. 25, 106, 186. Cf. Ordenación general del Misal Romano, 45, 55-56. Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 66.
Misa del papa en el día de su cumpleaños
Cardenal Sodano: "Gracias al Señor que lo eligió para esta misión"
El Papa en la misa de su 80 cumpleaños: "Rezad para que mi vejez sea tranquila, religiosa, fecunda y alegre"
"La vejez es sabiduría. Esperemos que lo sea también para mí"
José Manuel Vidal, 17 de diciembre de 2016 a las 09:05
El camino ha sido bello. El Señor ha sido fiel y no nos ha desilusionado. Hubo momentos bellísimos de fielidad y también de pecado"
(José M. Vidal).- El día de su 80 cumpleanos, el Papa celebra la eucaristía con los cardenales, a primera hora de la mañana, en la capilla paulina. El decano, Angelo Sodano, en nombre del colegio cardenalicio, le desea 'ad multos annos'. Francisco, en la homilía hace un canto a la "memoria que da fuerza al alma", porque "lo propio del amor es no olvidar" el paso de Dios por nuestras vidas.
Cardenal Sodano: "Sentimos el deseo de exclamar con el salmo 118: ¡Alegrémonos en el Señor!"
"Damos gracias al señor por haberlo elegido para esta misión y por todo el amor con el que está desempeñando esta mision"
"Nosotros le estamos cercanos. Nuestra oración le acompañará siempre" "Reunidos a su alrededor, le desemos 'ad multos annos'"
Lectura del libro del Génesis, salmo responsorial y lectura del Evangelio de San Mateo sobre le genealogía de Jesús.
Algunas frases de la homilía del Papa
"En el momento fuerte, la liturgia nos hace parar un poco. Detengámonos"
"La Iglesia quiere que hagamos memoria. Mira hacia atras, mira el camino"
"La memoria da fuerza al alma"
"La memoria es una forma de rezar y de encontrarse con Dios"
"La gracia de la memoria. Pedir esta gracia. No olvidar"
"Es lo propio del amor no olvidar y tener siempre bajo los ojos todo lo que hemos recibido y mirar a la historia"
"Nuestros padres, nuestros antepasados, el camino de la fe"
"El pueblo que camina hacia una promesa, con la fuerza de la Alianza"
"Así es el camino para los cristianos. Así es nuestro camino"
"La promesa será plena al final, pero se consolida con toda alianza que hacemos con el Señor"
"Todos nosotros hemos sido elegidos"
"Mirar atrás para seguir caminando hacia adelante"
"En el camino, siempre encontramos gracia y pecado"
"Momentos de gran fidelidad al Señor y momentos feos de infidelidad y de pecado, que nos hacen sentir la necesidad de la salvación"
"Cuando necesitamos la salvación, hacemos una confesión de fe"
"Y seguimos adelante en la alegría de la esperanza"
"El camino ha sido bello. El Señor ha sido fiel y no nos ha desilusionado"
"Hubo momentos bellísimos de fielidad y también de pecado"
"El Señor siempre al lado, para defirnos: Sigue adelante"
"Que Dios nos dé siempre la gracia de la memoria"
"Es la historia de un Dios que quiso caminar con su pueblo"
"Que el Señor nos ayude a retomar la gracia de la memoria"
"Tranquilos, todavia no hemos llegado a dar la sangre, como dice la Carta a los Hebreos"
"Un poco de humor para seguir adelante"
Palabras del Papa antes de la bendición final
"Quisiera agradecerles esta concelebración y por acompañarme este día
"Gracias por sus palabras, cardenal Sodano"
"Me viene en mente la palabra vejez, que da miedo"
"Ayer me regalaron el De senectute de Cicerone"
"Pero recuerdo lo que os dije el 15 de marzo en nuestro primer encuentro: La vejez es sabiduría. Esperemos que lo sea también para mí"
"La vejez se viene encima rápidamente"
"La vejez es tranqula y religiosa"
"Rezad para que mi vejez sea tranquila, religiosa y fecunda y también alegre"