“Que cargue con su cruz y me siga”

Aprender a perder

El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia.

Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional.

Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?

Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.

José Antonio Pagola. Domingo 22 (A) Mateo 16, 21-27

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “A” LA SEDUCCIÓN DE DIOS
(Jr 20, 7-9; Sal 62; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27)

Nos cuesta entender el lenguaje bíblico que expresa el deseo de Dios de unirse a su pueblo como esposo con esposa. Y si intentamos acoger la declaración divina de amor, al interpretarla desde los parámetros humanos, corremos el riesgo de forzar su sentido.

El profeta Jeremías llega a expresar su experiencia del amor de Dios, de Quien no pudo huir: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste”. Intentó evadirse, hacer ruido, excusarse: “Me dije: no me acordaré de él, no hablaré más en su nombre; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla, y no podía”.

Cuando Dios toca el corazón se hace irresistible, y se instala el deseo de relación con Él, que se describe como sed, anhelo, búsqueda sin descanso. Así lo expresa el salmista: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”. Si te ha tocado el corazón la certeza del Tú divino, si en verdad se te ha revelado lo que es y desea Dios para ti, comprenderás las imágenes de la sed para describir tu necesidad de celebrar la relación con Aquel que sabes que te ama. Es muy distinto vivir como quien lleva a cabo un proyecto, cumple un propósito, desea alcanzar una meta, de saberse esperado por un rostro que te ama, y al que deseas. El amor de Dios totaliza las relaciones y deja gustar la afectividad teologal. Santa Teresa dice que ningún amor se deja, sino por un amor mayor. Solo cuando se percibe el amor divino se es capaz de lo que San Pablo recomienda en su carta a los romanos: “Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios”. Pero ¿cómo saber si uno ama a Dios? ¿Cómo avanzar por el camino de la pertenencia a Él? Y la Palabra del Evangelio nos traza el mapa. Jesús manifestó el amor mayor por nosotros ofreciendo su vida. Y Él mismo enseñó a los suyos: “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?” A punto de comenzar el mes de septiembre, no tengas como perspectiva reiniciar las tareas como quien debe cumplir un contrato, sino como quien expresa en todo el amor recibido.

Durante estos meses estoy acompañando a muchas personas con el lema teresiano “Amor saca amor”. Si te dejas amar y decir por Dios, como el profeta, brotará de ti la irresistible necesidad de devolver amor.

DOMINGO 22 (A)
Jr 20, 7-9;  Rm 12, 1-2; Mt 16, 21-27

1-Nosotros queremos ser felices, evidentemente. Es una tendencia que nace en lo más profundo de la naturaleza humana. Todos aspiramos a ser felices. El problema consiste en saber encontrar el camino que verdaderamente lleva a esta situación tan deseada.

Nosotros acostumbramos a pensar que esto únicamente se consigue si disfrutamos de una vida fácil, si no tenemos grandes problemas, si todo nos va bien. Pero Jesús, que desea realmente que seamos felices, nos abre los ojos, en este evangelio de hoy, para que no nos equivocamos de camino.

Sólo puede haber felicidad cuando tenemos un proyecto de vida serio, que valga la pena, fundamentado en la verdad del Evangelio y vivido a fondo en el amor. Ni el vacío ni la mentira da la felicidad. Y quien no ama generosamente, tampoco será nunca feliz.

Es todo esto lo que nos quiere decir Jesús, a través de esas frases punzantes que hemos escuchado en el evangelio y que tenemos que saber interpretar bien.

2- "Si alguien quiere venir conmigo, que se niegue a sí mismo" -nos dijo.

Negarse a uno mismo es la actitud contraria a nuestra tendencia egoísta de pensar únicamente en nuestros propios intereses. Jesús nos pide que seamos hombres y mujeres disponibles, que tengamos un corazón tan grande que no quede saturado con nuestros propios problemas y preocupaciones.

Esta apertura a los demás es la condición para la felicidad. Para que esta actitud no es de ninguna manera una actitud empobrecedora: no significa quedarnos vacíos. Al contrario: significa eliminar de nuestro corazón nuestros egoísmos, nuestras envidias y perezas, todo lo que es estéril.

Pero no para quedarnos vacíos, sino para quedarnos con un corazón más libre, más apto para llenarnos del amor a Dios ya los hermanos, que es la fuente de alegría más pura que existe.

Hay personas que nunca serán felices porque no son capaces de hacer felices a los demás. Porque sólo podemos tener y disfrutar de aquella felicidad que damos a los demás gratuitamente.

Con la felicidad y la estimación pasa al revés de otras cosas: cuanto más en mujeres más tienes. Y quien se lo guarda a sí mismo, lo pierde. Quien ama de verdad nunca se empobrece: siempre enriquece, siempre sale ganando, nunca perdiendo.

Por eso Jesús nos ha dicho también: "Quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará".

Hacia dónde se orienta mi vida? La estoy salvando o la estoy perdiendo?

3- El evangelio nos ha dicho también que el apóstol Pedro no estaba demasiado de acuerdo con las palabras de Jesús, que hablaba de sufrimiento y de muerte.

Esta actitud de Pedro nos hace ver la debilidad humana. El pasado domingo Jesús le elogiaba porque había sabido escuchar la inspiración de Dios y la había confesado como Mesías.

Hoy, Pedro ya se ha olvidado de dejarse guiar por la luz que viene de arriba, y vuelve a juzgar las cosas con su propia luz tan a ras de suelo.

Notamos la diferencia entre Pedro y Jesús. Todo dos se refieren al sufrimiento y la muerte. Pero Jesús habla serenamente y deja claro que estas cosas nunca tendrán la última palabra. Por eso afirma que resucitará.

Pedro, ni se da cuenta de este final feliz y definitivo. Por el solo hecho de oír hablar de sufrimiento, ya pierde la serenidad y dice que eso no puede ser.

Hay que reconocer que nosotros, a menudo, también nos pasa lo mismo. También reaccionamos como Pedro sin admitir que el sufrimiento de nuestra vida pueda tener un sentido positivo, nos pueda ayudar a madurar.

Por eso merecemos igualmente la reprensión que Jesús hizo a Pedro: "No piensas como Dios, sino como los hombres". Es decir, no estás en la verdad.

Reconozco que yo también pienso igual que Pedro?

Lo que pasa es que, tanto Pedro como nosotros, olvidamos algo fundamental. Fijémonos que Jesús no nos a dicho solamente que cada uno tome su cruz, sino que añade: "Y me acompañe".

Nos debe dar esperanza saber que el camino de la vida no lo haremos solos, sino en compañía de Jesús.

Y un viaje junto a un buen amigo, nunca se hace largo ni pesado. Sobre todo, sabiendo que Jesús acomodará siempre a mi paso, según las fuerzas físicas y espirituales que tenga yo, en cada momento de mi vida.

De qué podemos tener miedo?

Evangelio según San Mateo 16,21-27. 

Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. 

Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV 
Libro II, cap. 12

“Que cargue con su cruz y me siga”

Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará, y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea. Si contra tu voluntad la llevas, cargas y te la haces más pesada: y sin embargo conviene que sufras. Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave.

¿Piensas tu escapar de lo que ninguno de los mortales pudo? ¿Quién de los Santos fue en el mundo sin cruz y tribulación? Nuestro Señor Jesucristo por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasión. Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y así entrase en su gloria (Lc 24,46s). Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real, que es la vida de la santa cruz? […]

Mas este tal así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de la consolación; porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz.

Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación. […] Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y acabe con fervor de espíritu.

No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz […]. Si miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas: mas si confías en Dios, El te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el mundo y la carne. Y no temerás al diablo tu enemigo, si estuvieses armado de fe, y señalado con la cruz de Cristo.

31 de agosto 2014 Domingo XXII Jr 20, 7-9

La lectura del profeta Jeremías describe, a grandes rasgos, las consecuencias de ser fiel a la llamada de Dios. Si no le importa constatar que «me he dejado seducir» por el Señor; también vive la experiencia de este dejarse seducir, porque: «Todo el día la palabra del Señor me es motivo de escarnios y de burlas.» ¿Cuando ves que tu fe es motivo de escarnios y de burlas , como reaccionas? Señor, que en mi corazón sienta lo que sintió Jeremías: un fuego que quema, un incendio dentro mis huesos.

San Ramón Nonato

San Ramón Nonato, religioso
En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros compañeros de san Pedro Nolasco en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos.

patronazgo: patrono de las mujeres embarazadas, madres lactantes y niños, protector de los inocentes injustamente acusados, para pedir un parto feliz, y contra la fiebre puerperal.

refieren a este santo: San Serapión
Cardenal. Año 1240.
Se le llama Nonato (no-nacido) porque nació después de morir su madre. Ella murió al dar a luz. Después de la muerte le hicieron cesárea para que el niño pudiera nacer.   San Ramón nació en Cataluña, España, en 1204. Muy joven entró en la Congregación de Padres Mercedarios que se dedicaban a rescatar cautivos que los mahometanos habían llevado presos a Argel. Lo recibió el mismo San Pedro Nolasco, fundador de la comunidad.   Pocos años después de haber entrado de religioso fue enviado con una gran cantidad de dinero a rescatar a los católicos que estaban esclavizados por los musulmanes en África. Allá gastó todo el dinero en conseguir la libertad de muchos cristianos y enviarlos otra vez a su patria, de donde habían sido llevados secuestrados por los enemigos de nuestra religión. Cuando se le acabó el dinero se ofreció el mismo a quedarse como esclavo, con tal de que libertaran a algunos católicos que estaban en grave peligro de perder su fe y su religión por causa de los atroces castigos que los mahometanos les infligían.  

Como entre los musulmanes está absolutamente prohibido hablar de la religión católica, y Ramón se dedicó a instruir en la religión a sus compañeros de esclavitud y aun hasta a algunos mahometanos, le dieron terribles tormentos y lo azotaron muchas veces hasta dejarlo casi muerto. Y al fin, como no se callaba, le amarraron la cara a una correa a la cual le echaron candado, para que no pudiera hablar, y no abrían el candado sino cuando iba a comer.   El jefe musulmán, con la esperanza de que Ramón volviera a España y le llevara más dinero para rescatar cristianos, lo dejó en libertad. Pero se dedicó a hablar de nuestra religión a cuantas más personas podía. Esto hizo arder en cólera a los mahometanos y lo volvieron a encarcelar y a atormentar. San Pedro Nolasco envió a algunos de sus religiosos con una fuerte suma de dinero y pagaron su rescate y por orden de sus superiores volvió a España.   Como premio de tantos heroísmos, el sumo Pontífice Gregorio IX lo nombró Cardenal. Pero San Ramón siguió viviendo humildemente como si fuera un pobre e ignorado religioso.-   El Santo Padre lo llamó a Roma para que le colaborara en la dirección de la Iglesia, y el humilde Cardenal emprendió el largo viaje a pie. Pero por el camino lo atacaron unas altísimas fiebres y murió.

Era el año 1240. Apenas tenía 36 años. Pero había sufrido y trabajado muy intensamente, y se había ganado una gran corona para el cielo.   A San Ramón le rezan las mujeres que van a tener un hijo, para que les conceda la gracia de dar a luz sin peligro ni tormentos.

Oremos: Tú, Señor, que concediste a San Ramón Nonato el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

QUERER PENSAR EN TODO COMO JESÚS

Jeremías 20, 7-9;Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9; Romanos 21-12, 1-2; Mateo 16, 21-27

Para meditar este texto del evangelio es bueno que tengamos presente el de la semana anterior. Jesús, que ha bendecido a Pedro y lo ha felicitado porque le ha reconocido como Hijo de Dios, ahora le lanza una grave imprecación: ¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios!. Me pregunto cuántas veces Jesús no habrá pensado lo mismo de mí. La fe no es un hecho sociológico, sino la respuesta personal de cada uno ante Dios que se manifiesta. Conlleva una actitud de confianza y abandono en Dios. Pedro, que lo ha reconocido, inmediatamente se ha olvidado. Su fe no había iluminado su inteligencia ni cambiado su forma de pensar. Por eso siguió razonando como si no hubiera pasado nada. En el momento en que Jesús anuncia que debe ir a Jerusalén para sufrir y morir, Pedro exclama: ¡No lo permita Dios, Señor!, cuando Jesús precisamente va a su pasión para cumplir la voluntad del Padre.

De ahí la exhortación de san Pablo en la segunda lectura de hoy: No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

En el ejemplo de san Pedro, descubrimos muchas enseñanzas para nuestra vida práctica en la Iglesia. La primera es que no están garantizadas por el Espíritu Santo todas las acciones de sus ministros, sino sólo aquellas que guardan especial relación con la salvación. Así, un sacerdote no deja de bautizar o consagrar válidamente a pesar de sus imperfecciones personales. Por lo mismo tampoco todo lo que hace un consagrado está necesariamente bien. San Juan Bosco decía a sus muchachos: “No gritéis viva Pío IX, sino viva el Papa”, haciendo notar que hemos de sobrenaturalizarlo todo. La Iglesia está formada por hombres, pero no es el resultado de una suma.

Además, este episodio nos muestra cómo los peligros contra la fe pueden aparecer en cualquier momento y bajo cualquier excusa. La exclamación de Pedro no es extraña en el contexto –¿cómo iba a aceptar que la persona que más amaba, el más bueno que había conocido, hubiera de sufrir?– y no faltarán ocasiones en que nos dejemos llevar por ellas. Santa Perpetua, que fue martirizada en Cartago poco después del año 200, explica que su padre acudía a verla a la prisión e intentaba disuadirla diciéndole cosas como: “Ten compasión de mis cabellos blancos, ten compasión de tu padre, si es que aún soy digno de ese nombre”; o se presentaba en el tribunal cuando juzgaban a la santa y le mostraba a su hijo diciendo: “Ten compasión de tu hijo”. Pero Perpetua no renegó de su fe y murió mártir. Es muy probable que fuera para ella más duro el tormento que le propiciaron sus familiares que no el trato que recibiera de sus perseguidores.

La fe supone una certeza tan fuerte para quien la tiene que los argumentos del mundo ceden ante ella. Pero eso pasa si nuestra confianza en Dios impregna todo nuestro ser, influye en nuestro modo de pensar y de vivir y configura, en definitiva, toda nuestra existencia. Muchas cosas que son buenas y veraces en sí mismas se vuelven peligrosas y hay que evitarlas si, con ellas, ponemos en peligro nuestra confianza en Dios. Tener fe es querer en todo pensar como Dios.

Francisco, en la ventana

Desea "un buen partido mañana en el Estadio Olímpico" a los jugadores por la paz
Papa: "Es triste encontrar cristianos insípidos, que parecen vino aguado"
Pide a los parlamentarios católicos que representen al pueblo "en conformidad con los valores evangélicos"

Recuerden. Llevad siempre con vosotros un pequeño evangelio, en el bolsillo o en el bolso

(José M. Vidal).- Último ángelus de agosto desde la cátedra de la ventana pontificia. Cons los ecos de fondo de los yihadistas, que amenazan con matar al Papa, y matan a las minorías, cristianas o no, en Irak. Francisco dice que es triste "encontrar cristianos insípidos, que parecen vino aguado", desea un buen "partido" en el Olímpico a los jugadores por la paz y pide a los parlamentarios católicos que representen al pueblo siguiendo "los valores evangélicos".

Algunas frases de la catequesis papal

"Dejaros transformar vuestra forma de pensar"
"Los cristianos vivimos en el mundo, plenamente insertos en la realidad de nuestro tiempo. Y es justo así"
"Esto comporta el riesgo de que la sal pierda el sabor, de que nos convirtamos en mundanos"
"Que el cristiano pierda la novedad del Señor"
"Es triste encontrar cristianos insípidos, que parecen vino aguado. No se sabe si son cristianos o mundanos. Es triste esto"
"Es triste encontrar cristianos que ya no son el sal de la tierra. Su sal ha perdido el sabor, porque se entregaron al espíritu del mundo"
"Es necesario renovarse continuamente"
"¿Cómo? Leyendo y meditando el Evangelio todos los días"
"Recuerden. Llevad siempre con vosotros un pequeño evangelio, en el bolsillo o en el bolso"
"Participando en la misa dominical"
"Son muy importante para la renovación espiritual, las jornadas de retiros y ejercicios espirituales"
"No olviden: Evangelio, eucaristía y oración"
"Perder la propia vida en el sentido de donarla"

Saludos y recomendaciones tras el ángelus
"Mañana, en Italia, se celebra la Jornada para la custodia de lo creado, promovida por la conferencia episcopal"
"Que se salvaguarde la vida y la salud de las personas, respetando el medioambiente y la naturaleza"
Saluda especialmente a los peregrinos de Santiago de Chile, a los motoristas de la policía y a su banda.
"Saludo especial a los parlamentarios católicos, reunidos en su V encuentro internacional. Les animo a vivir el delicado papel de representantes del pueblo en conformidad con los valores evangélicos"
"Ayer, recibí una familia numerosa"
"Saludo a los participantes del encuentro de Scholas"
"Les deseo un buen partido mañana en el Estadio Olímpico"
"Os pide que recéis por mí. Buen apetito"

Texto completo de la reflexión del Papa:

Queridos hermanos y hermanas,¡Buenos días!

siguiendo el itinerario dominical del Evangelio de Mateo, hoy llegamos al punto crucial en el cual Jesús, después de haber verificado que Pedro y los otros once habían creído en Él como Mesías e Hijo de Dios, "comenzó a explicarles que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho, ser asesinado y resucitar al tercer día" (Mt 16,21). Es un momento crítico en el cual emerge el contraste entre el modo de pensar de Jesús y el de los discípulos. Incluso Pedro siente el deber de reprochar al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un final innoble. Entonces Jesús, a su vez, reprocha duramente a Pedro, lo pone "en su lugar", porque no piensa "según Dios, sino según los hombres" (v. 23) y sin darse cuenta hace el papel de satanás, el tentador. Sobre este punto insiste en la liturgia dominical también el apóstol Pablo, el cual, escribiendo a los cristianos de Roma, les dice a ellos: "No se conformen a este mundo, no sigan los esquemas de este mundo, sino déjense transformar, renovando su modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios" (Rm 12,2) De hecho, nosotros los cristianos vivimos en el mundo, insertados plenamente en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y es justo que sea así; pero esto trae consigo el riesgo de convertirnos en "mundanos", el riego que "la sal pierda el sabor" como diría Jesús (cfr. Mt 5,13), es decir, que el cristiano se "diluya", pierda la carga de novedad que viene del Señor e del Espíritu Santo. En cambio debería de ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, esa puede transformar "los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de inspiración y los modelos de vida" (PAOLO VI, Esort. ap. Evangelii nuntiandi, 19). Es triste encontrar cristianos "diluidos", que parecen el "vino diluido" y no se sabe si son cristianos o mundanos, como el "vino diluido" no se sabe si es vino o agua, es triste esto. Es triste encontrar cristianos que no son más la sal de la tierra, sabemos que cuando la sal pierde su sabor no sirve para nada, su sal perdió el sabor porque se han entregado al espíritu del mundo, es decir, se han convertidos en mundanos. Por eso es necesario renovarse continuamente nutriéndose de la linfa del Evangelio. ¿Y cómo se puede hacer esto en la práctica? Sobre todo leyendo y meditando el Evangelio todos los días, así la Palabra de Jesús estará siempre presente en nuestra vida; recuerden que les ayudara llevar siempre el Evangelio con ustedes, un pequeño evangelio, en el bolsillo, en la cartera y leer durante el día un pasaje, pero siempre con el Evangelio porque es llevar la Palabra de Jesús para poder leerla.

Además participando en la Misa dominical, donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchando su Palabra y recibiendo la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros; y luego son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y de ejercicios espirituales. Evangelio, Eucaristía y oración, no se olviden Evangelio, Eucaristía y oración: gracias a estos dones del Señor podemos conformarnos a Cristo y no al mundo, y seguirlo en su vida, el camino de "perder la propia vida" para encontrarla (v. 25). "Perderla" en el sentido de donarla, ofrecerla por amor en el amor - y esto comporta el sacrificio, la cruz - para recibirla nuevamente purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad. La Virgen María nos precede siempre en este camino; dejémonos guiar y acompañar por ella. 

¡Ah! Si yo cambiara

Ha llegado el momento del cambio; no de tu sociedad, tu familia, tu escuela o tu trabajo, sino de ti.

Todos queremos un mundo mejor; siempre estamos a la expectativa, nos alegran las buenas noticias y estamos ávidos de ellas. Las malas noticias nos producen malestar y miramos a nuestro alrededor a la caza despiadada de los culpables; todos vamos detrás de un mundo más humano, más justo, más tolerante y comprensivo; qué diferente sería todo. Por eso ha llegado el momento del cambio; no del cambio de tu sociedad, de tu familia, de tu escuela o universidad, ni de tu trabajo, sino de ti. 

Tú eres el único que puede cambiar, para luego cambiar tu entorno. Con Cristo Resucitado todo ha cambiado y renacen en nuestro corazón las ganas de vivir, nuestra vida así se ve con alegría, armonía y sencillez. Aprovecha esta experiencia, te llenará de satisfacción, pero recuerda, el cambio real comienza desde ti. No pares nunca… 

Si yo cambiara mi manera de pensar hacia los otros... los comprendería. 
Si yo encontrara lo positivo en todos... con qué alegría me comunicaría con ellos. 
Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás... los haría felices. 
Si yo aceptara a todos como son... sufriría menos. 
Si yo deseara siempre el bienestar de los demás... sería feliz. 
Si yo criticara menos y amara más... cuántos amigos ganaría. 
Si yo comprendiera plenamente mis errores y defectos y tratara de cambiarlos... cuánto mejoraría mi hogar y mi ambiente. 
Si yo cambiara el tener más por el ser más... sería mejor persona. 
Si yo cambiara de ser Yo, a ser Nosotros... comenzaría la civilización del Amor. 
Si yo cambiara los ídolos: poder, dinero, sexo, ambición, egoísmo y vanidad definitivamente por: Libertad, Bondad, Verdad, Justicia, Compasión, Belleza y Amor... comenzaría a vivir la verdadera felicidad. 
Si yo cambiara el querer dominar a los demás por el autodominio... aprendería a amar en libertad. 
Si yo dejara de mirar lo que hacen los demás... tendría más tiempo para hacer más cosas. 
Si yo cambiara el fijarme cuánto dan los otros para ver cuánto más puedo dar yo... erradicaría de mí la avaricia y haría este mundo más justo y equitativo. 
Si yo cambiara el creer que sé todo... me daría la posibilidad de aprender más. 
Si yo cambiara el identificarme con mis posesiones: títulos, dinero, status, posición familiar... me daría cuenta que lo más importante de mí es que yo soy un ser que ama. 
Si yo cambiara todos mis miedos por amor... sería definitivamente libre. 
Si yo cambiara el competir con los otros por el competir conmigo mismo... sería cada vez mejor. 
Si yo dejara de envidiar lo ajeno... usaría todas mis energías para lograr lo mío. 
Si yo cambiara el querer colgarme de lo que hacen otros por el desarrollar mi propia creatividad... haría cosas maravillosas. 
Si yo cambiara el esperar cosas de los demás... no esperaría nada y recibiría como regalo todo lo que me dan.
Si yo amara el mundo... lo cambiaría. 
Si yo cambiara... ¡cambiaría el mundo! 

No dejes que la inercia en tu vida y tus buenas intenciones no realizadas paralicen tu corazón. Comienza a cambiar desde dentro. Así verás cómo tus percepciones y modos de enfrentar la vida no han sido lo suficientemente plenos; comprende que la decisión que tomaste, influenciada por tus amigos, no era lo más conveniente. Comienza hoy el cambio y verás qué serás feliz. 

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