El Espíritu Santo suscita la nueva creación en María

Evangelio según San Lucas 1,26-38. 

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo.

El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". 

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. 

San Domingo de Silos

Santo Domingo de Silos, abad

En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina.

Cuenta la tradición que santo Domingo vino al mundo en el año mil de la era cristiana, en la pequeña villa de Cañas, que en aquellos tiempos pertenecía al reino de Navarra (actualmente provincia y comunidad de La Rioja), dentro de una familia de noble linaje. Ya desde niño, asistía a los Oficios Divinos con tal gravedad y cordura, que revelaba en él un profundo espíritu de fe. Después de ejercer cuatro años el oficio de pastor, los padres de Domingo quisieron secundar los deseos del muchacho de consagrarse a Dios, por lo que le dedicaron como clérigo, tal vez con patrimonio de la familia, al servicio y ayuda del sacerdote de la parroquia, con el cual aprendió los Salmos de David, el canto eclesiástico y el Evangelio, ensayándose en la lectura y la comprensión de los libros de la Sagrada Escritura, pasionarios y homilías de los Santos Padres que más frecuentemente se recitaban en los Oficios Divinos. No nos consta con certidumbre si hizo toda la carrera eclesiástica en su pueblo, ya que solía haber una especie de seminarios parroquiales, o bien cursó lo que llamaríamos hoy teología en la ciudad episcopal de Nájera. Lo cierto es que don Sancho, obispo de esta ciudad, se decidió a conferir a Domingo el presbiterado cuando apenas contaba con veintiseis años, edad a la que los otros clérigos recibían solamente el diaconado. Después de una breve experiencia eremítica, a los treinta años, decidió ingresar en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. En los primeros tiempos de vida monástica, se dedicó Domingo a completar su formación intelectual, aprovechando la rica biblioteca del monasterio; allí estudió a Esmaragdo y, sobre todo, el famoso códice de San Millán, que contenían las promulgaciones dogmáticas de los concilios ecuménicos de la Iglesia y otros particulares. A los dos años de profeso, el abad le nombró maestro de los jóvenes que se educaban en el monasterio.

Semejante encumbramiento moral tan rápidamente conquistado, no pudo menos de suscitar ciertos recelos en algunos religiosos que, más antiguos de la casa, podían creerse postergados. Por envidia o buena fe, se puso en tela de juicio su virtud y la objetividad de sus ideales. "Fácil es", decían, "obedecer cuando la obediencia trae consigo honores y cuando el trabajo se ve recompensado con el cariño y el agradecimiento. Confíesele una misión más dura y entonces veremos el verdadero valor de la obediencia". Fue entonces nombrado prior de Santa María de Cañas. El priorato se encontraba en un estado lamentable: desmantelado, sin enseres, sin bienes y sin libros. Con esfuerzo y gran acierto en el manejo de los negocios temporales, arregló las cuentas atrasadas y fomentó el cultivo en las propiedades del monasterio, de suerte que poco tiempo después pudo ya vivir de su trabajo y del de sus monjes, y procurar al priorato lo más preciso en ropas, ornamentos de iglesia y códices, construyendo poco después una iglesia nueva.

Desde el monasterio de San Millán de la Cogolla, se seguía con interés la obra que Domingo realizaba en Cañas, por lo que a finales de 1038, Domingo fue nombrado prior mayor del monasterio, casi a la fuerza, porque la humildad del santo rehuía los honores de tan alto cargo. Desgraciadamente ocurrió que a los pocos meses de ser nombrado prior, murió el abad don García y en su lugar fue nombrado el anterior prior don Gomesano. Si la elección hubiese sido libre y estado en manos de los monjes, es indudable que hubiera recaído en la persona de Domingo.

Gobernaba por entonces los reinos de Navarra y La Rioja don García, hijo mayor del rey don Sancho. Pródigo a veces con los monasterios e iglesias, cuando se veía apurado por las necesidades de la guerra, no respetaba ni derechos sagrados ni sus propias donaciones, ni siquiera las de San Millán. En el año 1040, exhausto su tesoro y creyendo que el nuevo abad le apoyaría en sus pretensiones, se dirigió al monasterio exigiendo una fuerte suma por sus pretendidos derechos reales. La negativa de Domingo fue respetuosa pero rotunda. Esta obstinación exacerbó de tal manera la cólera del monarca, que apenas salió de la iglesia, el rey tuvo una larga entrevista con el abad, quien consintió en deponer a Domingo del cargo de prior y enviarle desterrado al priorato de San Cristóbal, llamado también Tres Celdas. En 1041, Domingo se dirige hacia Castilla. El rey don Fernando le ofreció su protección y una morada en palacio, pero el santo pidió al monarca licencia para vivir retirado en la ermita que pertenecía al monasterio de San Millán, sirviendo en ella a la Virgen María.

A principios del año 1041, el monasterio de San Sebastián de Silos estaba casi abandonado. Perdido su antiguo prestigio y gran parte del patrimonio, todo anunciaba un fin poco glorioso, pues el puñado de monjes que lo habitaba, vegetaba y languidecía tristemente. Fue entonces cuando el rey don Fernando, movido tal vez por los ruegos del padre del Cid Campeador, que tenía sus posesiones colindantes con las de Silos, encomendó a Domingo la resturación del monasterio de San Sebastián de Silos y le propuso como abad. En una mañana de invierno, Santo Domingo entraba en la iglesia acompañado del obispo y de algunos nobles, para tomar posesión del cargo.

Comenzó la restauración material del monasterio por la iglesia, de tal modo que, completada con la cúpula y atrio por sus sucesores, llegó a ser una de las más bellas basílicas románicas de España, parecida a la catedral antigua de Salamanca. Hacia 1056, se comenzó la construcción de la sala capitular en el sitio llamado hoy el "gallinero del santo", así como el maravilloso claustro románico, que es la joya más original en su estilo y que eternizará en la historia del arte el nombre de santo Domingo de Silos.

Corrían los años, y con ellos la actividad material y espiritual del monasterio de Silos iba aumentando. En los últimos años, la muerte se había llevado a sus mejores amigos: al rey don Fernando y a su hijo don Sancho, y finalmente a su amigo y vecino el abad de Arlanza, en 1072. Las fuerzas de su cuerpo se rendían al peso de sus 72 años, tan cargados de fatigas; su cuerpo, necesitaba el apoyo de aquel báculo sencillo de avellano, que aún se conserva en el Monasterio como preciosa reliquia. Su espíritu se mantenía firme y sereno, pero las fatigas del otoño de 1073, después de los últimos esfuerzos para la distribución de las cosechas, le rindieron del todo y cayó enfermo. Santo Domingo, murió el viernes 20 de diciembre de 1073. fuente: Monasterio de Santo Domingo de Silos

Oremos
Señor, tú que diste a Santo Domingo de Silos la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


San Amadeo de Lausanne (1108-1159), monje cisterciense, obispo 3ª homilía marial

El Espíritu Santo suscita la nueva creación en María

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. María, en ti sobrevendrá. En otros santos ha venido ya, en otros, vendrá; pero en ti, sobrevendrá… sobrevendrá por la fecundidad, por la abundancia, por la plenitud de su efusión en todo tu ser.   Cuando te habrá llenado, aún estará sobre ti, se cernirá sobre tus aguas para hacer en ti una obra mejor y más admirable que cuando, cerniéndose sobre las aguas en el principio, hizo evolucionar la materia creada hasta conseguir sus diversas formas (Gn 1,2). “Y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, te pondrá bajo su sombra; entonces él tomará de ti la naturaleza humana, y la plenitud de Dios que tu no podrías soportar, él la conservará asumiendo nuestra carne. Te tomará bajo su sombra porque la humanidad que de ti será tomada por el Verbo hará de pantalla a la luz inaccesible de Dios; esta luz, tamizada por su pantalla, penetrará en tus castísimas entrañas… 

Te pedimos, pues, Soberana, dignísima Madre de Dios, no desprecies a los que hoy te suplicamos con temor, a los que te buscan con piedad, a los que llaman a tu puerta con amor. Dinos, te rogamos, ¿qué sentimiento te ha emocionado, qué amor te ha cautivado… cuando todo esto se ha cumplido en ti, cuando el Verbo se ha hecho carne en ti? ¿En qué estado se encontraba tu alma, tu corazón, tu espíritu, tus sentidos y tu razón? Tú llameabas como la zarza que antaño vio Moisés, y no te quemabas (Ex 3,2). Te fundías en Dios, pero no te consumías. Ardiente, te abrasabas bajo el fuego de lo alto; mas, de este fuego divino te fortalecías, para estar siempre ardiente y fundirte todavía más en él… Has llegado a ser más virgen –e incluso más que virgen, porque eres virgen y madre. Te saludamos, pues, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita eres tú entre todas las mujeres y es bendito el fruto de tus entrañas.

Fue en el silencio… Lucas 1, 26-38, IV Martes de Adviento, Ciclo A, La Anunciación

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús,Tu qué haces nuevas todas las cosas, permite que hoy, aun cuando no estés en mi pensamiento, sea un día totalmente nuevo, lleno de Ti.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Fue en un momento; fue en un instante. Fue en el silencio de María donde quisiste nacer.

Ella tenía sus planes…; planes que eran para Dios. Pareciera que los cambias…sin embargo, no los quitas, no los cambias; los transformas, los sublimas.

María parece no comprender, pero está segura; parece no dudar, sin embargo, pregunta.

Ella toma mi lugar… pareciera que pregunta en mi lugar: «¿pero… cómo será esto?» Quería que yo escuchara la respuesta que bien sabía ella: «Para Dios no hay nada imposible». No hay nada imposible para el amor de Dios.

No hay nada imposible para Ti, Señor. Me viste lejos y te quisiste acercar; me viste preocupado por las riquezas y Tú, siendo rico, el más rico…hiciste de la pobreza tu riqueza.

Aquella respuesta María la encontró desde siempre. En la anunciación, en el nacimiento de Jesús, en la vida oculta…en la Cruz. La respuesta la llevará siempre en su corazón: no hay nada imposible para Dios.

María acompáñame y enséñame a confiar cada día más en Dios, de la misma manera en que tú lo hiciste.

Enséñame a creer que, aunque a veces no entienda los planes de Dios en mi vida, nada es imposible para su amor.

Llévame de la mano en estos días y ayúdame a preparar mi corazón para recibir a Jesús. En el silencio, con tu misma confianza, sabiendo que su llegada, su nacimiento, abarca todo lo que soy… abarca toda mi vida.

«La segunda actitud de María es la decisión. María escucha, reflexiona, pero también sabe dar un paso adelante: decide. Así ha sucedido en la decisión fundamental de su vida: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y también así en las bodas de Caná, cuando María se da cuenta del problema y decidió acudir a Jesús para que interviniera: “No tienen vino”. En la vida, muchas veces es difícil tomar decisiones y por eso tendemos a posponerlas, tal vez dejando que sean otros los que decidan por nosotros; o incluso preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos, seguir la “tendencia” del momento; a veces sabemos lo que deberíamos hacer, pero no tenemos valor, porque nos parece demasiado difícil ir contracorriente... María no tiene miedo de ir contracorriente: con el corazón firme en la escucha, decide, asumiendo todos los riesgos, pero no sola, sino con Dios.»

(Discurso de S.S. Francisco, 31 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Para ir preparando el corazón para la llegada del niño Jesús, antes de la comida de hoy, rezaré el Angelus con espíritu de gratitud y de espera.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador.
¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora!

Por: SS Benedicto XVI  

La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.

Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».

El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.

Extracto de la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento. Diciembre 2006


María y José fueron el canal por el cual Dios se acercó a la humanidad
María es presentada a la luz de la profecía que dice: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo» 


Ángelus dominical del Papa Francisco, ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro

Por: Radio Vaticano / 19 dic 2016 | Fuente: es.gaudiumpress.org 

Ciudad del Vaticano (Lunes, 19-12-2016, Gaudium Press) Ayer en el Ángelus dominical, el Papa Francisco mostró, ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, cómo María Santísima y San José fueron el canal por el cual Dios se acercó a la humanidad.

Los textos de las lecturas bíblicas del día favorecían mostrar esta cercanía del Creador:

"María es presentada a la luz de la profecía que dice: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Mt 1, 23). El evangelista Mateo reconoce que aquello ha acontecido en María, quien ha concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo (cfr. v. 18). El hijo de Dios 'viene' en su vientre para convertirse en hombre y Ella lo acoge. Así, de manera única, Dios se ha acercado al ser humano tomando la carne de una mujer: Dios se ha acercado al ser humano tomando la carne de una mujer", recalcó el Papa. A ejemplo de la Virgen, el hombre debe acoger a Jesús, para "cooperar con su diseño de salvación sobre nosotros mismos y sobre el mundo".

Sobre San José, dijo el Papa que tras su perplejidad con la gravidez de María Santísima, fue "iluminado [por un ángel] sobre la naturaleza de aquella maternidad: «porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). Así, frente al evento extraordinario, que ciertamente suscita en su corazón tantas interrogantes, se confía totalmente en Dios que se le acerca". 

Así, "acogiendo a María, José acoge conscientemente y con amor a Aquel que ha sido concebido en ella por obra admirable de Dios, para quien nada es imposible. José, hombre humilde y justo (cfr v. 19), nos enseña a confiarnos siempre en Dios, que se nos acerca: cuando Dios se nos acerca debemos confiarnos. José nos enseña a dejarnos guiar por Él con voluntaria obediencia. Ambos se dejaron acercar por el Señor".

La Virgen y San José, acogen pues al Señor entre los hombres. "Que este anuncio de esperanza, que se cumple en Navidad, lleve a cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia, y en tantos pequeños que el mundo desprecia, pero que Dios ama y a los cuales se acerca", concluyó el Papa.

¿Cómo hago para escuchar la voz del Espíritu Santo?

El Espíritu Santo tiene su timbre propio; y por el timbre lo conocemos

Pregunta:
Querido Padre: Vengo de una familia muy religiosa, y mis padres siempre me han dicho que debo escuchar la voz del Espíritu Santo antes de tomar decisiones importantes. Estoy, en estos momentos, en circunstancias difíciles en que muchas cosas se me tambalean en la vida; me han venido a la memoria aquellas palabras de mis padres, pero también cierta duda de cómo debo entenderlas. ¡Yo quiero escuchar al Espíritu Santo, pero no estoy segura de qué quiere decir esto! ¿Me puede ayudar?

Repuesta:
Estimada:
El Espíritu Santo habla en el interior del corazón humano. San Bernardo decía que para el Espíritu no hay puerta cerrada, ni estorbo que pueda impedir su entrada, ya que es el dueño y señor absoluto de nuestro espíritu.

Y cuando habita dentro, el efecto que se sigue es que se escucha su voz. Nosotros identificamos a las personas que nos hablan por el timbre de la voz. También el Espíritu Santo tiene su timbre propio; y por el timbre lo conocemos. Ese timbre son sus efectos interiores.

El Espíritu cuando obra en el alma produce: óptimo consuelo, dulce refrigerio, descanso en los trabajos, frescura en el estío, bálsamo en el dolor; Él lava y purifica la inmundicia, riega nuestra sequedad, fecunda la aridez, sana y cura las heridas, flexibiliza lo que se ha endurecido, templa lo que se ha enfriado, endereza lo que se ha torcido. Estos son los efectos que la liturgia de la Iglesia le atribuye en uno de sus más bellos himnos, el Veni, Sancte Spiritus.
En pocas palabras, produce frutos:

  • 1º de penitencia por el pecado propio,
  • 2º de misericordia hacia los defectos ajenos,
  • 3º de alegría y consuelo por los bienes del prójimo,
  • 4º deseos de santidad. Cuando nos sentimos inclinados, pues, a fructificar de este modo, estamos oyendo su voz en el interior del alma.

En cambio el mal espíritu, ya sea el demonio como nuestra misma naturaleza herida por el pecado, obra lo contrario:

  • 1º empuja a la desesperación y a la impenitencia por los pecados propios,
  • 2º nos endurece ante las miserias ajenas;
  • 3º nos entristece y llena de envidia ante los bienes del prójimo,
  • 4º nos hace tibios frente a la santidad. Cuando nos sentimos, entonces, arrastrados a estas cosas, no es la voz de Dios la que resuena en nuestro corazón sino la de nuestro enemigo espiritual.

De ahí que debamos siempre pedir oír la voz del Espíritu, pero también reconocerla una vez oída, y seguirla prontamente y solícitamente cuando se la ha reconocido; de lo contrario, cuando desoímos su voz ésta deja de sonar en nuestro corazón.
Puede ver como bibliografía las Reglas de discernimiento de espíritus que trae San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales (nn. 313-336).

¿Orar a los santos? ¿Acaso Dios necesita secretarios?
Acudimos a ellos no por que ellos sean secretarios de Dios, lo hacemos para que ellos unan sus oraciones a las nuestras

Pregunta:

A ver si me pueden ayudar. Soy católica pero no estoy de acuerdo con las fiestas para los santos y la Virgen pues creo que teniendo un Dios omnipotente no necesita secretarios que le den los mensajes de los feligreses ( sus hijos pues) a él, para mí eso representa falta de fe según mi lógica. Según lo que he estudiado mis maestros dicen que el amor hacia su virgen deriva del mensaje que da Jesús a Juan en el momento de su crucifixión donde dice: 'He ahí a tu madre' y a María: "he ahí a tu hijo", según esto diciendo que debemos de tomarla como parte de nuestra vivencia . Y que al estar cerca a María a fuerzas cumpliremos la voluntad de su hijo. Sinceramente me parece un testimonio escueto, no me basta para que ese día hagan tanta faramalla a una imagen y muchos crean que es ella quien les hace milagros.. Menos me agrada que la gente haga mandas ridículas que dañen su cuerpo con tal de llegar a un Dios por intercesión de otro... ¿Sabe de alguien que pueda explicarme bien el porqué de esa devoción tan exagerada?... Para mí eso de hacer fiesta el día 12 de diciembre, por ejemplo, es una ocasión para hacer negocio por parte de la misma comunidad, de emborracharse, de pedir, pedir, pedir (pero nada de dar). Hasta banda llevan, flores, hasta venden cobijas.. Pero el día 24 de diciembre pocos se acuerdan de Dios... 

Respuesta:

Estimada en Cristo:

No se si seré el más adecuado para responder tus inquietudes, pero lo intentaré, luego tú dirás si lo hice bien o no. Comencemos.

1.- Intercesión
¿Dios necesita secretarios?, definitivamente no, pero veamos que nos dice la Biblia en cuanto a pedir por los demás:

  • “Orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder” Santiago 5, 16
  • “Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos”. Efesios 6, 18
  • “Finalmente, hermanos, orad por nosotros” 2 Tesalonicenses 3, 1

¿Acaso tú nunca has orado por alguien cercano a ti y de ser necesario no haz pedido a personas de tu entorno que te ayuden haciendo oración por ese motivo? ¿Eso te convierte a ti en “secretaria” de Dios?, de ninguna manera, te hace cristianamente humana y por el cariñó que demuestras por tus hermanos Dios te mira aún con más cariño, ya que das amor a aquellos a los que Él también ama.

En la Biblia vemos que esta intercesión es factible y que funciona, por ejemplo en la sanación del siervo del centurión:

Y el siervo de un centurión, al cual tenía Él en estima, estaba enfermo y á punto de morir. Y como oyó hablar de Jesús, envió a Él los ancianos de los Judíos, rogándole que viniese y librase a su siervo. Y viniendo ellos a Jesús, rogáronle con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto; Que ama nuestra nación, y Él nos edificó una sinagoga. Y Jesús fué con ellos. Mas como ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos á Él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado; Por lo cual ni aun me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto en potestad, que tengo debajo de mí soldados; y digo á éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y á mi siervo: Haz esto, y lo hace. Lo cual oyendo Jesús, se maravilló de Él, y vuelto, dijo á las gentes que le seguían: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y vueltos á casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. (Lucas 7:2-10)

“La oración ferviente del justo tiene mucho poder” nos dice el Apóstol Santiago, pero ¿acaso el centurión o cualquiera de nosotros es digno de ser llamado justo?, yo me reconozco pecador y pese a ello San Pablo me invita a vivir orando e intercediendo a favor de mis hermanos, y si mi oración logra un favor de Dios para un hermano en la fe ¿Cuánto más logrará la oración de aquellos que sabemos son verdaderamente justos? Eso no los convierte en “secretarios” de Dios, son nuestros amigos, nuestros hermanos, y acudimos a ellos a sabiendas de que las oraciones de los santos son perfumes que se entregan a Jesús (Ap. 5, 8) y luego él presentará al Padre (Juan 14,6).

Cuando acudimos a ellos no lo hacemos por que ellos sean "secretarios" de Dios, lo hacemos para que ellos unan sus oraciones a las nuestras y así, si ante los ojos de Dios lo que se pide es bueno, se otorgue el favor solicitado.

La Iglesia nunca ha enseñado que la Virgen o los santos obren milagros, veamos que nos dice el Catecismo, (libro al que debemos acudir para entender lo que verdaderamente enseña la Iglesia):

956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad".

La doctrina de la Iglesia Católica expresa que los santos interceden por nosotros, presentando nuestras súplicas -al Padre- por medio del ÚNICO mediador: Cristo Jesús. Quiere decir que lo que ellos presentan a través de Cristo, lo otorga Cristo a través de ellos, por eso los milagros son obra de Cristo por intercesión de otros.

¿Y si alguien -por ignorancia- cree que el favor lo recibió de un santo o de la Virgen?, pues que sea Dios el que juzgue el corazón de esa persona... lo que yo puedo decir que si ellos reciben favores de Dios con su oración -que ante nuestro intelecto más instruido parecería incluso idolátrica- debe ser por la sencillez, humildad y sincero amor a Dios con la que ellos hacen esas oraciones, ya lo dijo Jesús: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños » (Lucas 10, 21).

2.- Amor a la madre de Jesús
Nunca es posible amar demasiado a alguien, ya que por más amor que le entreguemos nosotros, nunca será igual al amor que Dios tiene por aquella persona.

¿Acaso a ti no te agrada que tus amigos ten cariño por tu mamá? Te aseguro que exactamente lo mismo siente Jesús cuando nosotros demostramos cariño hacia su madre, y así le demos a ella las más grandes muestras de afecto nunca podremos igual al amor que él siente por ella.

El pasaje al que haces referencia es Juan 19, 26-27. En ese momento Jesús entrega a Juan (que como Apóstol representa a toda la Iglesia) a María, para que la ame no sólo como madre de Jesús sino como a su propia madre... pero ¿al estar cerca de María, a fuerzas cumpliremos la voluntad del Hijo?, no, ya que así como Judas estuvo cerca de Jesús y al final nunca comprendió lo que él quiso enseñarle, la sola proximidad a María no nos garantiza que cumpliremos la voluntad de Jesús.

Entonces, ¿qué pasa si no acepto a María?, ese ya es otro cantar, vemos en el Evangelio de San Juan, capítulo 2 que hubo una boda en Caná de Galilea, a ella fue invitada María -en primer lugar- y con ella se invitó a Jesús y a sus discípulos.

Donde va María, allí acude su hijo, entonces ¿quieres a Jesús en tu vida?, inicia invitando a María a ella y luego el Hijo irá... así como Jesús vino a nosotros a través de María, nosotros podemos llegar a él acercándonos a ella.

Luego dependerá de nosotros si hacemos o no su voluntad, (la de Jesus), aunque María siempre nos repetirá “hagan lo que él os diga” (Jn 2, 5).

3.- La religiosidad popular
Es verdad que en las muestras populares de religiosidad hay muchas cosas que mejorar, que muchos lucran o aprovechan esas fechas para beber en exceso y hacer otras tantas cosas no dignas, a ellos los juzgará Dios, no me atrevo yo a ser su juez.

Pero ver sólo eso es no querer ver los cientos de muestras de sincera devoción y amor a Dios de miles de corazones humildes que son visibles en esos días, pero que mantienen ese amor durante todos los demás días del año.

¿Puedes ver tú en sus corazones para saber lo que hay en ellos para emitir un juicio de valor? Yo no puedo, por ello me abstengo de juzgarlos, tan sólo me uno a sus oraciones y espero que Dios les conceda aquello que están solicitando.

En Lucas 18, 1-8, el mismo Jesús nos invita a pedir con insistencia, así que aquellos que hacen lo de “pedir, pedir, pedir”, están haciendo lo que Jesús enseña... en cuanto a que den o no den, repito lo que ya dije antes: no soy quien para juzgarlo.
Dios te bendiga.

Magnificat

María, en el Magnificat, no separa lo que Dios ha unido por medio de su Hijo: los problemas temporales de los celestiales.

El gran cántico de la Sma. Virgen en su visita a la casa de Santa Isabel es el Magnificat. Expresa su inmensa alegría por todo lo que Dios ha hecho en su humilde esclava.

En el canto, en realidad, María dice pocas cosas nuevas. Casi todas sus frases encuentran numerosos paralelos en los salmos y en otros libros del Antiguo Testamento. Pero como escribe un teólogo - si las palabras provienen en gran parte del antiguo testamento, la música pertenece ya a la nueva alianza. En las palabras de María estamos leyendo ya un anticipo de las bienaventuranzas y una visión de la salvación que rompe todos los moldes establecidos. En el canto, María dice cosas que deberían hacernos temblar.

El canto es como un espejo del alma de María. Es, sin duda, el mejor retrato de María que tenemos. Su canto es, a la vez, bello y sencillo. Sin alardes literarios, sin grandes imágenes poéticas, sin que en él se diga nada extraordinario. Y sin embargo, ¡qué impresionantes resultan sus palabras!

Es, ante todo, un estallido de alegría. Las cosas de Dios parten del gozo y terminan en el entusiasmo. Dios viene a llenar, no a vaciar. Pero ese gozo no es humano. Viene de Dios y en Dios termina. La alegría de María no es de este mundo. No se alegra de su maternidad humana, sino de ser la madre del Mesías, su Salvador (M. Thurian). No de tener un hijo, sino de que ese hijo sea Dios.

Por eso se sabe llena María, por eso se atreve a profetizar que todos los siglos la llamarán bienaventurada, porque ha sido mirada por Dios. Nunca entenderemos los occidentales lo que es para un oriental “ser mirado por Dios”. Para éste aún hoy la santidad la transmiten los santos por medio de su mirada. La mirada de un hombre de Dios es una bendición. ¡Cuánto más si el que mira es Dios!

La cuarta estrofa del himno de María resume su visión de la historia. Y se reduce a una sola idea: el reino de Dios, que su hijo trae, no tiene nada que ver con el reino de este mundo.

Y ésta es la parte subversiva del himno que no podemos disimular: para María el signo visible de la venida del Reino de Dios es la humillación de los soberbios, la derrota de los potentados, la exaltación de los humildes y los pobres, el vaciamiento de los ricos.

Estas palabras no deben ser atenuadas: María anuncia lo que su Hijo predicará en las bienaventuranzas: que Él viene a traer un plan de Dios que deberá modificar las estructuras de este mundo de privilegio de los más fuertes y poderosos.

Los pobres y humildes de los que habla María son los que sólo cuentan con Dios en su corazón: los humildes, los que temen a Dios, los que se refugian en él, los que le buscan, los corazones quebrantados y las almas oprimidas. María no habla tanto de clases sociales, sino más bien de clases de almas. ¿Y quién podrá decir de sí mismo que es uno de esos pobres de Dios?

María no habla solamente de la pobreza material o de la pobreza espiritual. Habla de la suma de las dos. Y al mismo tiempo ofrece un programa de reforma de las injusticias de este mundo y de elevación de los ojos al cielo. Son dos partes esenciales de su Magnificat y del evangelio, dos partes inseparables.

María, en el Magnificat, no separa lo que Dios ha unido por medio de su Hijo: los problemas temporales de los celestiales. Su canto es, verdaderamente, un himno revolucionario, pero de una revolución integral. Por eso María puede predicar esa revolución con alegría.

Pienso que es necesario que también todos nosotros cantemos con ella, y como ella, atreviéndonos a decir toda la verdad que María anuncia. 

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