Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida

"DIOS NOS DESEA, ES EL ESPOSO ENAMORADO Y CELOSO", AFIRMA EL PREDICADOR PAPAL

Cantalamessa: "Jóvenes, sed de los que toman la dirección opuesta, tened la valentía de ir contra corriente"

"Dios revela su potencia en la debilidad, su sabiduría en la necedad, su riqueza en la pobreza"

Jesús Bastante, 30 de marzo de 2018 a las 17:44

Francisco, en la liturgia de Viernes SantoOsservatore Romano

Tenemos que ir al encuentro de los hombres, especialmente de los pobres, de los últimos, del sufrimiento y la marginación

(Jesús Bastante).- Sangre y agua. Muerte y silencio. Dolor. San Pedro acogió los oficios de Viernes Santo, seguramente la ceremonia más solemne de las que se celebran en la basílica vaticana. Sin consagración, sin homilía papal, es el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, quien ofrece la reflexión después de la escucha, a cuatro voces (tres acólitos y el coro), y en latín, del Evangelio de la Pasión de Juan.

En silencio y con una tenue luz, Francisco procesiona hasta el frente de la basílica, donde se encuentra una alfombra. Se tumba. En silencio ora, asumiendo el dolor por la muerte de Cristo. Después ocupa su lugar a la izquierda de un altar vacío. Frente a él, Cantalamessa reivindica a Juan, el testigo directo, gracias al cual "nadie podrá nunca convencernos que esta solemne declaración no responda a la verdad histórica".

"Tenemos un testigo ocular, que se juega su honestidad personal", resalta el predicador, quien resalta cómo "Juan entendió el sentido de las últimas palabras de Jesús". Y entiende, añade, "que Dios se revela en lo contrario de lo que es. Revela su potencia en la debilidad, su sabiduría en la necedad, su riqueza en la pobreza". Excepto en la cruz, donde Dios revela su verdadera gracia: "Dios es amor, en la cruz manifiesta hasta dónde se abre esta capacidad infinita de autodonación de Dios".

Juan, que era joven, también es testigo de cara al próximo Sínodo sobre los jóvenes. "Tenemos todos los motivos para pensar que Juan se adhirió a Jesús cuando era muy joven. Fue un auténtico enamoramiento, un encuentro personal, existencial", explicó el predicador. "Este año nos esforzaremos por descubrir qué espera Cristo de los jóvenes, qué pueden dar a la Iglesia y a la sociedad, pero lo más importante es hacer conocer a los jóvenes lo que Jesús puede aportarles", añadió. "Hagamos que en todos los discursos sobre los jóvenes, y a los jóvenes, resuene la invitación del Santo Padre en Evangelii Gaudium: 'Invito a todos los cristianos, en cualquier lugar o situación, a renovar hoy mismo su encuentro personal con Jesucristo, o al menos a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de buscarlo, cada día, sin descanso'", pues "no hay motivo para que alguien pueda pensar que esta invitación no es para él".

"Encontrar personalmente a Cristo es posible hoy, porque él ha resucitado. Todo es posible. Nada cambiará realmente en la vida sin Él", clamó Cantalamessa, quien recordó que "tenemos que ir al encuentro de los hombres, especialmente de los pobres, de los últimos, del sufrimiento y la marginación". Ir hacia ellos, aclaró, "es el mejor modo de separarse del mundo, es separarse del principio mismo que rige el mundo: el egoísmo". Un egoísmo que viene del propio Satanás, explicó, y que a veces e manifiesta en una opinión pública que provoca que "actuar, pensar, o decir algo en contra es considerado algo absurdo, una injusticia o un delito". Es la "adaptación al espíritu de los tiempos, el conformismo". Frente a ello, el predicador recordó unos versos de T. S. Elliot: "En un mundo de fugitivos, la persona que toma la dirección opuesta parecerá un desertor". Y, tomándolos como base, apuntó: "Queridos jóvenes: sed de los que toman la dirección opuesta, tened la valentía de ir contra corriente". Porque "la dirección opuesta no es un lugar, es una persona. Es Jesús, nuestro amigo y redentor".

"En la cruz -añadió Cantalamessa- , Jesús se mostró cómo ágape, que no está reñido con el eros, con la alegría de ser amado. Dios nos desea, es el esposo enamorado y celoso". "También el suyo es un amor erótico, en el sentido noble de este término. Es lo que explicó Benedicto XVI en Deus Caritas Est".

"Jesús, en la cruz, no sólo nos ha dado el ejemplo del amor en donación: nos ha merecido la gracia de poderlo ejercitar", culminó. "El agua y la sangre que brotaron de su costado llegan a nosotros hoy en los sacramentos de la Iglesia, en la palabra. Aunque solo mirando con fe al crucificado".

LAS PALABRAS DE FRANCISCO A SCALFARI RESUCITAN UN DEBATE ABORDADO POR LOS ÚLTIMOS PAPAS

¿Existe o no existe el Infierno?

Juan Pablo II dijo que "no es un lugar", mientras que Benedicto XVI aseguró que existe, "y no está vacío"

Jesús Bastante, 30 de marzo de 2018 a las 12:06     

El Jardín de las Delicias El Bosco

Durante siglos se pensó que resucitaríamos con el cuerpo con el que muriéramos, o que lo haríamos a la misma edad de Cristo, los 33 años; también se decía que los niños sin bautizar iban al Limbo

(Jesús Bastante).- "No existe un infierno existe la desaparición de las almas pecadoras". Estas declaraciones, atribuidas al Papa Francisco por parte de Eugenio Scalfari, han vuelto a desatar la polémica, un tanto absurda, sobre si el Infierno es un lugar físico o un estado del alma. Más allá de las puntualizaciones del Vaticano (el texto del fundador de 'Repubblica' es una "reconstrucción" de la conversaciónmantenida este martes), lo cierto es que el debate sobre los 'novísimos' (cielo, infierno, purgatorio...) han perseguido a los últimos pontífices.

"No son castigadas (las almas malas). Las que se arrepienten obtienen el perdón de Dios y van a las filas de las almas que lo contemplan, pero las que no se arrepienten y por lo tanto no pueden ser perdonadas, desaparecen. No existe un infierno, existe la desaparición de las almas pecadoras".
 
Esta es la expresión de Scalfari atribuye a Bergoglio, y que ha desatado los 'demonios' de los sectores ultraconservadores de la Iglesia católica, que poco menos han interpretado (porque de interpretaciones se trata todo) que el Papa negaba los conceptos de bien y de mal.

Sin embargo, suponiendo que las palabras del Papa fueran ciertas, lo único que puede desprenderse de ellas es una doctrina milenaria, que defiende la libertad del ser humano, incluso para no querer ser salvado. La condena eterna, que no es otra que no estar junto a Dios, va más allá de un lugar físico: durante siglos se pensó que resucitaríamos con el cuerpo con el que muriéramos, o que lo haríamos a la misma edad de Cristo, los 33 años; también se decía que los niños sin bautizar iban al Limbo, o que los hombres y mujers nacidos antes de Cristo no podrían ir al Cielo, pues no eran cristianos -no podían serlo-. Y eso Francisco lo deja claro afirmando (siempre según Scalfari) que hay almas que no se arrepienten y que, por tanto, no pueden ser perdonadas.

¿Qué dijeron sus antecesores? El mismísimo san Juan Pablo II modificó en 1999 el concepto tradicional de lo que el mundo católico entendía por 'Infierno'. Así, para el pontífice polaco "el cielo no es un lugar físico entre las nubes", mientras que "el infierno tampoco es un lugar", sino una situación que viven las personas que se apartan de Dios. Algo, por otro lado, muy similar a las palabras atribuidas a Bergoglio.

Por su parte, Benedicto XVI aseguró que el infierno existe y no está vacío. "El infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno", dijo en abril de 2007, aunque coincidió que este tipo de cuestiones son más situaciones del alma que lugares físicos asimilables para el cuerpo humano.

Con todo, el Vaticano ha tardado pocas horas en desmentir esta información. Aseguran que el encuentro entre Francisco y el periodista fue una reunión privada con motivo de la Pascua y no una entrevista. "Lo que informa el autor en el artículo es el resultado de su reconstrucción, en la que no se citan las palabras textuales pronunciadas por el Papa. Por lo tanto, ninguna cita del artículo debe considerarse una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre", detalla la Salta Stampa en un comunicado.

No es la primera vez que se cuestionan las citas que añade Scalfari en sus textos. Es un veterano periodista de 93 años que no tiene reparos en admitir que nunca graba sus entrevistas y a veces ni toma notas. Confía en su memoria para después narrar sus encuentros. Pese a las polémicas, el Pontífice sigue aceptándole entrevistas pues, como ha señalado en más de una ocasión, prefiere pedir perdón a pedir permiso.

Evangelio según San Marcos 16,1-7. 


Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. 
A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. 
Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?". 
Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. 
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, 
pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. 
Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho".

 

Testigos de la grandeza de Dios

Santo Evangelio según San Marcos 16, 1-7. Vigilia pascual en la noche Sábado Santo.



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, enséñanos a ser verdaderos testigos de tu grandeza.

El Sábado Santo la Iglesia se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa hasta que, después de la Vigilia solemne se desborda la alegría pascual. Por eso hoy incluimos como Evangelio del día el que se lee en la Vigilia Pascual.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Hay hechos que marcan nuestra existencia. Momentos o situaciones en los cuales, nos encontramos de frente a una realidad que nos sobrepasa. Ante ello, nos maravillamos o nos angustiamos, nos alegramos o nos entristecemos; haciendo cambiar espontáneamente nuestra manera de pensar, nuestra manera de ver o incluso nuestra manera de actuar. Ante estos hechos hay que comprender la realidad, la cual nos convierte en testigos o protagonistas de una experiencia o un hecho vivido, un acontecimiento que nos ha marcado.

En el Evangelio de hoy nos encontramos ante este gran acontecimiento, la resurrección de Jesucristo, lo cual nos convierte en testigos de la resurrección de aquél que ha muerto y vuelto a la vida por cada uno de sus hijos. Es por ello que no podemos ser indiferentes ante este hecho, sino que debe de marcar nuestras vidas, pues es aquí donde se experimenta claramente la grandeza y la acción de Dios omnipotente.

Al experimentar esta grandeza, nos convertimos como María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, en testigos de la grandeza de Dios y más aún palpamos en el fondo de nuestro corazón la resurrección de Jesucristo, pues aquél que es testigo, no está llamado a tener una actitud pasiva, al contrario, está llamado a dar testimonio de aquello que ha vivido, a compartir aquella experiencia que ha hecho y más aún a dejarse cambiar por la mano bondadosa de un Dios, omnipotente, que ha revivido para estar presente en cada instante de la vida. Está llamado a transmitir la alegría, a ser portador del gozo de haber experimentado el amor de un Dios, que ha muerto, pero que hoy, más que nunca, ha resucitado.

Quien hace esta experiencia se convierte en testigo de la Resurrección, porque en cierto sentido ha resucitado él mismo, ha resucitado ella misma. Entonces es capaz de llevar un "rayo" de la luz del Resucitado en las diversas situaciones: en las felices, haciéndolas más bellas y preservándolas del egoísmo; y en las dolorosas, llevando serenidad y esperanza. (Papa Francisco, 21 de abril de 2014)

Las mujeres en el sepulcro. Fueron a encontrar a un muerto, su viaje parecía inútil. También ustedes van por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia. Pero, al igual que aquellas mujeres, van adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que remover. Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al Señor resucitado y vivo, se abrazan a Él y lo anuncian inmediatamente a los hermanos, con los ojos que brillan de alegría.
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedicaré unos minutos para estar en compañía de aquél que ha resucitado y que está siempre a nuestro lado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


Jesús yace en el sepulcro


Sábado santo. En la Vigilia Pascual celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte, sobre el pecado.


Por: SS Papa Francisco 



Jesús yace en el sepulcro. Sus discípulos, las mujeres que le seguían y María, su madre, hoy se unen en oración. Recuerdan su muerte, experimentan el vacío de su ausencia y a la vez el consuelo de la esperanza. Un día de dolor y de esperanza.
En la Vigilia Pascual celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte, sobre el pecado. Celebramos que Cristo vive y nos invita, como dice el Papa Francisco a volver a Galilea, al encuentro personal con Él.

La vigilia Pascual

“Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús haresucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán». «No temáis» y «vayan a Galilea».

Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22).

Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria; sin miedo, «no temáis». Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también otra «Galilea», una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió seguirlo; volver a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Se trata de hacer memoria, regresar con el recuerdo. ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás. Allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tengáis miedo, no temáis, volved a Galilea.”

VIGILIA PASCUAL, HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO, Sábado Santo, 19 de abril de 2014. Texto completo

¿Qué quiere decir: Jesús bajó a los infiernos?

Cuando en el Credo decimos que Jesús descendió a los infiernos, ¿cuál es el sentido de esta expresión?

Pregunta:

Lo saludo y le formulo la siguiente consulta: cuando rezamos en el Credo que Jesús descendió a los infiernos, ¿cuál es el sentido de esta expresión? Gracias.

Respuesta:

Estimado: Ya desde las formulaciones de la fe más antiguas se contiene la expresión «bajó a los infiernos». Primero la fórmula se difundió entre los credos «semiarrianos»; pero ya desde el siglo IV aparece en los símbolos ortodoxos (por vez primera en el símbolo de Tyranius Rufinus)[1].

La Escritura llama infiernos, sheol o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.

¿Cuál es la base bíblica para sostener esta verdad? Dice el Catecismo: «Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús resucitó de entre los muertos (Hch 3,15; Rm 8,11; 1Co 15,20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos. Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos»[2].

También san Pedro enseña: Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva… (1 Pe 4,6).

Los efectos que produjo el descenso de Nuestro Señor a los infiernos fueron, según santo Tomás: en el infierno de los condenados éstos se convencieron de su incredulidad y malicia; en el purgatorio llevó a quienes allí estaban esperanza de alcanzar la gloria; en el limbo de los patriarcas infundió gloria eterna a los justos que estaban allí retenidos por el solo pecado original.

Explica el Catecismo: «Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos… Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos. Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido»[3].

Sin embargo, esto no quiere decir que haya descendido a todos estos lugares con su propia presencia real; de éste modo sólo descendió al limbo de los patriarcas, y desde allí extendió a los demás infiernos su influencia.

¿Qué sentido tiene este hecho en el plan de salvación? El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo, pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

«Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte para que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan. Jesús, el Príncipe de la vida (Hch 3,15), aniquiló mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud (Hb 2,14?15). En adelante, Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades (Ap 1,18) y al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Flp 2,10)»[4].

El significado de la Vigilia Pascual

Vigilia significa pasar “una noche en vela”



La celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo, es la más importante de todas las celebraciones cristianas, porque conmemora la resurrección de Jesucristo.  

La Vigilia, que significa pasar “una noche en vela”, cobra un sentido especial en la víspera pascual porque recuerda el pasaje bíblico (Mc 16:01) en el que un grupo de mujeres llegan al sepulcro para terminar de embalsamar a Jesús, pero no encuentran su cuerpo. Luego, un ángel se aparece y les dice: “¿Buscan a Jesús el Nazareno? No está aquí. Ha resucitado. Decidles a sus discípulos que vayan a Galilea y allí lo verán” (Mt 28, 6).

En la Vigilia Pascual se celebra la Resurrección que está adornada por el cumplimiento de todas las profecías y la recuperación vital de la vida de Jesús para no morir jamás, indicó en diálogo con ACI Prensa el P. Donato Jiménez.

“Esta resurrección es la que nos enseña a nosotros, más claramente que nada, el cumplimiento de las palabras de Jesús en nuestra vida. Así como Jesucristo murió y al tercer día resucitó, así el cristiano que muere en Cristo también resucitará al fin de los tiempos.”, indicó el sacerdote.

Al inicio de la vigilia, luego de encenderse el cirio y proclamarse la Resurrección, se recita el “Pregón Pascual”.

En él se relata brevemente la historia de la salvación desde la creación, la prueba y caída de Adán, la espera y liberación del pueblo de Israel, hasta la entrega de Jesucristo, quien murió por nuestros pecados y nos lleva a la salvación.

El Pregón está dirigido a toda la humanidad pero especialmente para los cristianos. San Agustín nos invita a recordarlo constantemente porque es un mensaje de esperanza y nos transmite la victoria de la luz sobre la oscuridad.

Luego de las lecturas, continúa la Liturgia Bautismal o, por lo menos, la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales.

Finalmente, en la celebración eucarística se entonan los cantos del aleluya y se grita de júbilo. Se vive un ambiente festivo y de alabanza porque se cumplieron las promesas de Dios, especialmente, por haber restaurado su amistad con la humanidad y otorgar la salvación.

¿Qué significa el Cirio Pascual?

El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de Cristo – Luz...




Por: Redacción | Fuente: www.mercaba.org 




La palabra “cirio” viene del latín “cereus”, de cera, el producto de la abejas. Al hablar de las “candelas”, aludíamos al uso humano y al sentido simbólico de la luz que produce los cirios, también en la liturgia cristiana.


El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de Cristo – Luz, y que sitúa sobre una elegante columna o candelabro adornado.


El Cristo Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego, para indicar que la gracia de Cristo, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos.


Menor importancia tiene los granos de incienso que también se puede incrustar en la cera, simbolizando las cinco llagas de Cristo en la Cruz. Este Cirio “para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nuevo cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo”.


En la procesión de entrada de Vigilia se canta por tres veces la aclamación al Cirio: “Luz de Cristo.

Demos gracias a Dios”, mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes y las luces de la iglesia. Luego se coloca el Cirio en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se proclama en torno a él, después de insertarlo, el solemne Pregón Pascual.


Además del simbolismo de la luz, tiene también el de la ofrenda, como cera que se gasta en honor a Dios, espaciando su luz: “acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda del cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios...Te rogamos que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche”.


Lo mismo que van anunciando las lecturas, oraciones, cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje diáfano de su llama viva. La iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con Él en la noche victoriosa en la que se anuncia – en el momento culminante del evangelio – la gran noticia de su Resurrección.


El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta la tarde del domingo de Pentecostés. Una vez concluido el Tiempo Pascual, conviene que el Cirio se conserve dignamente en el baptisterio, y no en el presbiterio.


Durante la celebración del Bautismo debe estar encendido, para encender de él el cirio de los nuevos bautizados. También se enciende el Cirio Pascual, junto al féretro, en las exequias cristianas, para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua. Así se utiliza el simbolismo de este Cirio en el bautizo y en las exequias, el principio y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna.

¿Qué es la anamnesis?

En sentido estricto, se llama anamnesis a la parte de la plegaria eucarística que sigue inmediatamente a la consagración


INTRODUCCION

El término 'anamnesis’ proviene del griego y significa 'recuerdo', 'reminiscencia' y 'rememoración’. En general 'anamnesis’ quiere decir 'traer al presente los recuerdos del pasado’.
En teología la palabra 'anamnesis’ significa la acción memorial o de recordación que tiene lugar en la Eucaristía durante la Santa Misa en recuerdo de las palabras de Jesús en la Ultima Cena: 'Haced esto en memoria mía’ (Lucas 22:19).

LA ANAMNESIS Y LA SANTA MISA

En sentido estricto, se llama anamnesis a la parte de la plegaria eucarística que sigue inmediatamente a la consagración. La Iglesia cumple fielmente el mandato del Señor al repetir las palabras y los gestos de la institución y, además, la anamnesis expresa el sentido profundo y la actitud espiritual: 'Por eso, Señor, nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la pasión gloriosa de Jesucristo…’ (Canon Romano).

En la parte de la Misa en que se hace anamnesis la Iglesia proclama su recuerdo en la fe, del misterio salvador de Cristo. Ya en la plegaria eucarística de la Tradición Apostólica, la anáfora, se le une la mención de la Resurrección como expresión de la fe de la Iglesia en el misterio que se celebra: la repetición de la Santa Cena y el memorial del misterio salvador de la Cruz, de lo cual brota la anamnesis envuelta en la acción de gracias.

ANAMNESIS Y MEMORIAL

Es necesario tener en cuenta que el término 'recordar’ no debe entenderse como un proceso por el cual evocamos un acontecimiento o una persona del pasado. La anamnesis hace que el pasado sea traído hasta el presente. No se trata de trasladarnos al pasado, sino trasladar el pasado al presente.

De hecho, cuando Cristo celebró la Santa Cena con sus discípulos estaba realizando un memorial, y quiso que ellos repitieran aquello como memorial suyo. De ahí que la palabra 'anamnesis’ se traduzca más correctamente por 'memorial’ que por 'recuerdo’, ya que así se evocan más correctamente las particularidades del término, tanto en el sentido bíblico como en el litúrgico.

ANAMNESIS Y OFRENDA

La anamnesis contiene, junto con la proclamación del memorial, la actualización de la ofrenda, ya que así la Iglesia expresa con ello el sentido sacrificial más propio de la Cena del Señor, Cristo, en efecto, ha dejado a la Iglesia un sacrificio visible, tal como lo requiere la naturaleza humana. Pero este sacrificio es el memorial del sacrificio definitivo al Padre en la Cruz, que se hace presente aquí y ahora de forma incruenta, aplicándose sus frutos. El propio Señor realizó por vez primera este memorial en la Santa Cena, anticipando de esta forma el sacrificio incruento en la Cruz.

El Canon Romano es uno de los que mejor expresan el carácter sacrificial de la celebración eucarística, subrayando la relación con la anamnesis: '… te ofrecemos, de los mismos bienes que nos has concedido, el sacrificio puro, inmaculado y santo, pan de vida eterna y cáliz de salvación’.

ANAMNESIS EN SENTIDO ESCATOLOGICO

Puesto que se recuerda el misterio de la salvación 'hasta que el Señor vuelva’, la anamnesis encierra una referencia al retorno del Señor en la gloria. De hecho, el memorial litúrgico es, de por sí, un alimento para la esperanza del pueblo; el recuerdo de las maravillas de Dios actualizadas en el hoy por la celebración de la Santa Misa, lo cual asegura la total fidelidad de Dios a su promesa.

Recordarle algo a Dios es tanto como asegurar su intervención. De ahí que el sentido original de 1ª. Corintios 11:26, donde dice: 'Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga’, incluye un elemento de finalidad. La traducción más exacta sería: 'hasta que se realice su venida’, lo cual tendría un sentido más profético.

Al celebrar la Santa Cena en la Misa, anunciamos la muerte del Señor. Esta proclamación se realiza por el mismo hecho de celebrar la Eucaristía, pues cuando la comunidad se reúne en asamblea para celebrar el memorial, constituye un signo o señal para toda la humanidad. En la anamnesis se expresa la conciencia que tiene la Iglesia de constituir el signo del misterio pascual de una manera que compromete a toda la humanidad, pues toda ella está abocada, como destino final, a encontrarse con Cristo en su retorno.

LA ANAMNESIS EN LAS PLEGARIAS EUCARISTICAS

Las tres Plegarias Eucarísticas aprobadas por la Sagrada Congregación de Ritos, en el decreto de 23 de mayo de 1968, presentan muestras variadas de anamnesis.

En la Plegaria Eucarística II se conservan prácticamente los textos de la anáfora de la Tradición Apostólica con ligeras adaptaciones, aunque la fórmula anamnética es la misma. Únicamente se la ha añadido en la palabra 'pan’ la determinación 'de vida’, y la palabra 'cáliz’ se ha precisado con los términos 'de salvación’.

En la anamnesis de las plegarias eucarísticas III y IV encontramos estas características”

a.- Se ha expresado de modo explícito la espera en la última venida del Señor.
b.- Se ha hecho explícito el carácter sacrificial de la Eucaristía, indicando que Cristo es el objetivo directo y primordial de la ofrenda.
c.- Se ha añadido el elemento de acción de gracias para completar el de memoria.

Como característica común de esas Plegarias Eucarísticas tenemos la intervención del pueblo, en forma de aclamación, después de la narración: 'Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!’. Esta aclamación es propiamente una anamnesis con la cual el pueblo hace, como lo hará después el celebrante, su memoria y acto de fe en el ministerio que celebra.

La Plegaria Eucarística I es del rico y tradicional Canon Romano, la cual es la que debería usarse regularmente, y que es superior a las otras.


FRANCISCO PRESIDE UN IMPRESIONANTE VIA CRUCIS SINTIENDO “VERGÜENZA POR HABER PERDIDO LA VERGÜENZA”

El Papa denuncia la "arrogancia" de los "miopes y corruptos" que se aprovechan de los crucificados de hoy

"Nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por divisiones y guerras"

Jesús Bastante, 30 de marzo de 2018 a las 21:48

  Francisco preside un impresionante Via Crucis sintiendo “vergüenza por haber perdido la vergüenza”Osservatore Romano

Solo el bien puede vencer el mal y la maldad, solo el perdón puede derrocar el rencor y la venganza, solo el abrazo fraterno puede dispersar la hostilidad y miedo del otro

(Jesús Bastante).- Es, seguramente, el momento más espectacular de la Semana Santa romana. Trasladados a dos milenio atrás, miles de personas participan, iluminadas por las velas, en el impresionante Via Crucis del Coliseo, presidido desde la colina del Palatino por el Papa Francisco. Un Via Crucis especial, con motivo del Sínodo de Jóvenes, escrito por y para los jóvenes, que han querido ser protagonistas en una de las celebraciones más especiales de la semana de Pasión. Allí donde muchos cristianos padecieron el martirio, 15 jóvenes (12 chicos y 3 chicas), prepararon unas sentidas, y muy actuales, meditaciones para este Viernes Santo de muerte y esperanza. Porque "en la oscuridad resplandecerá la luz". "Te veo, Jesús", es el lema de cada estación elegida por los jóvenes de la escuela secundaria y estudiantes universitarios coordinados por su profesora de religión, Andrea Monda, quien también conduce un programa de televisión.

La profesora Monda explicó a Vatican News que los textos se ha hecho en clase y que llevan preparándose desde hace seis meses, compartiendo las lecturas de los Evangelios relacionados con el vía crucis.

Entre los que portaban la cruz en alguna estación, se encontraban una pareja de sirios y sus tres hijos, así como monjas dominicas de Irak. Todo bajo un impresionante dispositivo de seguridad, con más de 10.000 efectivos: la Policía italiana ha elevado la alerta ante la posibilidad de atentados yihadistas en Roma durante estos días.

En su meditación final, el Papa mostró "vergüenza, arrepentimiento y esperanza". Vergüenza, "por dejarte solo sufriendo por nuestros pecados", por haber elegido "a Barrabás y no a ti, al poder y no a ti, al dios dinero y no a ti"; por que "muchas personas, e incluso algunos de tus ministros, se dejan engañar por la ambición y la vanagloria, perdiendo su dignidad y su primer amor". Vergüenza, en definitiva, por "estar dejando a los jóvenes un mundo fracturado por divisiones y guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados". "La vergüenza -añadió- de haber perdido la vergüenza". Junto a ella, de la cruz brota la esperanza, que "se enciende en la oscuridad de nuestra desesperación, porque sabemos que tu única medida de amor es amarnos sin medida". Esperanza ante el mensaje de Jesús, que "continúa inspirando a tantas personas y pueblos que solo el bien puede vencer el mal y la maldad, solo el perdón puede derrocar el rencor y la venganza, solo el abrazo fraterno puede dispersar la hostilidad y miedo del otro".

Esperanza frente a la "lógica de la ganancia y el dinero fácil", como la de miles de misioneros y misioneras que "continúan desafiando a la conciencia dormida de la humanidad, arriesgando sus vidas para servirte en los pobres, en los descartados, en los inmigrantes, en los invisibles, los explotados, los hambrientos y los prisioneros".

Esperanza también en la Iglesia, "santa y compuesta por pecadores", que continúa "pese a todos los intentos de desacreditarla, siendo una luz que ilumine, aliente, eleve y testimonie tu amor ilimitado por la humanidad". Y esperanza por que de la cruz "surgió la resurrección".

"Señor Jesús, ¡siempre danos la gracia de la santa esperanza!", apuntó el Papa, quien pidió "despojar la arrogancia del ladrón colocado a la izquierda, miope y corrupto, que vio en ti una oportunidad para aprovechar, un condenado al que criticar, un perdedor del que burlarse, otra oportunidad para culpar a los demás, e incluso a Dios", e identificarnos con "el buen ladrón" que miró a Jesús "con ojos llenos de vergüenza, arrepentimiento y esperanza".

Estaciones del Vía Crucis romano

«Jesús condenado a muerte». En la primera estación, Valerio lamenta la injusticia de la multitud que prefiere salvar a Barrabás y no al Señor, rogándole su ayuda para saber elegir en la vida ante las opciones que se presentan.

«Jesús con la cruz a cuestas». En la segunda estación, María y Margherita, señalan que la cruz, «símbolo para el hombre de humillación y dolor, se reverla ahora, por la gracia de su sacrificio, como una promesa: de toda muerte resurgirá la vida y en toda oscuridad resplandecerá la luz».

«Jesús cae por primera vez». En la tercera estación, Caterina le dice al Señor: «Con tu coraje nos enseñas que los fracasos y las caídas no deben detener nunca nuestro camino y que tenemos siempre una opción: rendirnos o levantarnos contigo».

«Jesús se encuentra con la Madre». En la cuarta estación, Agnese le pide ayuda al Señor para recordar siempre «el ejemplo de María, que aceptó la muerte de su hijo como misterio grande de salvación»... Para vivir siempre «con la mirada puesta en el bien de los otros ya morir en la esperanza de la resurrección y la certeza de que nunca estamos solos, ni abandonados por Dios ni por María, madre buena que lleva siempre en su corazón a su hijos».

«El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz». En la quinta estación, Chiara, le ruega al Señor «haz que cada uno de nosotros pueda encontrar el coraje de ser como el Cireneo que lleva la cruz y sigue tus pasos». Que cada uno de nosotros sean tan humilde y fuerte como para llevar la cruz de los que encontramos...para estar abiertos al encuentro también en la diversidad».

«La Verónica enjuga el rostro de Jesús». En la sexta estación, Cecilia, le ruega a Jesús: «dame la fuerza para acercarme a las otras personas, a cada persona, joven o vieja, pobre o rica, querida o desconocida, y de ver en sus rostros tu rostro...».

«Jesús cae por segunda vez». En la séptima estación, Francesco, le pide al Señor: «Recuérdanos que cuando nos equivocamos y caemos, si estamos contigo y nos aferramos a tu mano, podemos aprender y volvernos a levantar... Haz que los jóvenes podamos llegar a todos tu mensaje de humildad y que las generaciones futuras abran los ojos hacia ti y sepan comprender tu amor...»

«Jesús que encuentra a las mujeres de Jerusalén» En la octava estación, Sofía reza así: Señor, haz que yo, junto con las mujeres y los hombres de este mundo, podamos ser cada vez más caritativos para con los más necesitados, como hacías tú»

«Jesús cae por tercera vez». En la novena estación, Chiara le ruega a Jesús: «danos el coraje de ir adelante en nuestro camino. Haz que acojamos hasta el fondo la esperanza y el amor que nos has donado. Que todos puedan afrontar los desafíos de la vida, con la fuerza y la fe con la que tú has vivido  los últimos momentos en tu camino hacia la muerte en la cruz».

«Jesús es despojado de las vestiduras». En la décima estación, Greta le ruega al Señor«...haz que podamos ver siempre la dignidad de los demás, estimarla y custodiarla».
«Jesús clavado en la cruz». En la undécima estación, Greta escribe que «hoy en el mundo de Internet, estamos tan condicionados por todo lo que circula en red que a veces dudo también de mis palabras. Pero tus palabras son distintas, son fuertes en su debilidad. Tú nos has perdonado, no tienes rencor, has enseñado a dar la otra mejilla y has ido más allá, hasta el sacrificio total de tu persona». Y le ruega al Señor: ...«haz que ante una injusticia, yo pueda tener el coraje de tomar las riendas de mi vida y actuar de modo distinto».

«Jesús muere en la cruz». En la duodécima estación, Dante escribe: «Es un misterio grande Jesús: nos amas muriendo, habiendo sido abandonado...». Y le ruega al Señor: «...abre mis ojos, haz que yo vea aun en los sufrimientos, en la muerte, en el fin que no es verdadero fin. Perturba mi indiferencia con tu cruz...».

«Jesús que es bajado de la cruz». En décimo tercera estación, Flavia reza así: «Señor, has que en nosotros esté siempre viva la esperanza, la fe en tu amor incondicional. Haz que podamos mantener siempre viva y encendida la mirada hacia la salvación eterna y logremos encontrar alivio y paz en nuestro camino».

«Jesús es puesto en el sepulcro». En la decimocuarta estación, Marta le ruega: «Señor... Tú que no miras lo superficial, sino que ves lo secreto y profundo escucha nuestra voz; haz que podamos descansar en ti, reconocer en ti nuestra naturaleza, ver en el amor de tu rostro dormido nuestra belleza perdida».

Meditación final del Papa:

Señor Jesús, nuestra mirada se dirige hacia ti, llena de vergüenza, arrepentimiento y esperanza.
En vista de tu amor supremo, la vergüenza nos impregna por dejarte solo a sufrir por nuestros pecados:

- La vergüenza de haber escapado antes de la prueba, aunque hayamos dicho miles de veces: "incluso si todos te abandonan, nunca te abandonaré";
- La vergüenza de haber elegido a Barrabás y no a ti, al poder y no a ti, a la apariencia y no a ti, al dios dinero y no a ti, a la mundanidad y no a la eternidad;
- la vergüenza de haberte tentado con la boca y el corazón, cada vez que hemos estado frente a una prueba, diciéndote: "si eres el Mesías, salva y nosotros creeremos";
- vergüenza porque muchas personas, e incluso algunos de tus ministros, se dejan engañar por la ambición y la vanagloria, perdiendo su dignidad y su primer amor;
- vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por divisiones y guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los pequeños, los enfermos, los ancianos son marginados;
- Jesús, la vergüenza de haber perdido la vergüenza;

Delante de tu majestad suprema, la chispa de la esperanza se enciende en la oscuridad de nuestra desesperación, porque sabemos que tu única medida de amor es amarnos sin medida;

- Esperanza porque tu mensaje continúa inspirando, incluso hoy en día, tantas personas y pueblos que solo el bien puede vencer el mal y la maldad, solo el perdón puede derrocar el rencor y la venganza, solo el abrazo fraterno puede dispersar la hostilidad y miedo del otro;
- la esperanza porque su sacrificio continúa aún hoy en día, para liberar la fragancia del amor divino que acaricia el corazón de muchos jóvenes, que siguen consagrando su vida convirtiéndose en ejemplos vivos de la caridad y la generosidad en nuestro mundo devorado por la lógica de la ganancia y dinero fácil;
- esperanza porque muchos misioneros continúan, incluso hoy en día, desafiando a la conciencia dormida de la humanidad, arriesgando sus vidas para servirte en los pobres, en los descartados, en los inmigrantes, en los invisibles, los explotados, los hambrientos y los prisioneros;
- esperanza de que tu Iglesia, santa y compuesta por pecadores, continúe, incluso hoy, y a pesar de todos los intentos de desacreditarla, siendo una luz que ilumine, aliente, eleve y testimonie tu amor ilimitado por la humanidad, un modelo de altruismo, un arca de salvación y una fuente de certeza y verdad;
Esperanza que por tu cruz, resultado de la codicia y la cobardía de muchos maestros de la ley y los hipócritas, surgió la resurrección para transformar la oscuridad de la tumba en la madrugada incendió el domingo sin ocaso, nos enseña que el amor es nuestra esperanza.
 
Señor Jesús, ¡siempre danos la gracia de la santa esperanza!

Ayúdanos, hijo del hombre, a despojar a la arrogancia del ladrón colocado a la izquierda, miope y corrupto, que vio en ti una oportunidad para aprovechar, un condenado al que criticar, un perdedor del que burlarse, otra oportunidad para culpar a los demás, e incluso a Dios.

En cambio, te pedimos, Hijo de Dios, que nos identifiquemos con el buen ladrón que te ha mirado con ojos llenos de vergüenza, arrepentimiento y esperanza; quien, con los ojos de la fe, vio en tu derrota aparente la victoria divina y así se arrodilló ante tu misericordia y con honestidad ha robado el paraíso! Amén!    

                                        

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