Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios

Evangelio según San Juan 6,60-69.

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".

San Conrado Birndorfer

San Conrado (Juan Evangelista) Birndorfer de Parzham

El testimonio de vida de este humilde capuchino nuevamente pone de relieve que la santidad se alcanza en cualquier misión por sencilla que sea. El dintel del convento y la campanilla que avisaba de la presencia de alguien era el escenario cotidiano de Conrado. Ante todo recién llegado al claustro de la ciudad bávara de Altötting con su cálida sonrisa y sencillez dibujaba seductoras expectativas aventurando las bendiciones que podían derramarse sobre ellos en el religioso recinto. Para un santo las contrariedades son vehículos de insólita potencia que les conducen a la unión con la Santísima Trinidad. Él sobrenaturalizó lo ordinario en circunstancias hostiles. Y conquistó la santidad. No hicieron falta levitaciones, milagros, ni hechos extraordinarios, sino el escrupuloso cumplimiento diario de su labor realizada por amor a Cristo. En la portería que tuvo a su cargo durante más de cuatro décadas no olvidó que franqueaba el acceso a su Divino Hermano, especialmente cuando los pobres llegaban a él y les atendía con ejemplar caridad. Con virtudes como la amabilidad, caridad y paciencia, fruto de su recogimiento, forjaba su eterna corona en el cielo, aunque ni sus propios hermanos de comunidad podían sospecharlo.

Nació en Venushof, Parzham, Alemania el 22 de diciembre de
1818 en el seno de una acomodada familia de labradores que
tuvieron diez hijos, de los cuales fue el penúltimo. Estos
generosos progenitores, con sus prácticas piadosas diarias realizadas en familia, le enseñaron a amar a Cristo, a María y a conocer la Biblia. No era extraño que con ese caldo de cultivo siendo niño le agradase tanto orar y sentirse feliz al hablar de Dios. Su madre advertía en el pequeño una chispa especial cuando narraban las historias sagradas, y le preguntaba: «Juan, ¿quieres amar a Dios?». La respuesta no se hacía esperar: «Mamá, enséñeme usted cómo debo amarle con todas mis fuerzas». Creció aborreciendo las blasfemias y el pecado. Poco a poco se vislumbraba su amor por la oración. A esta edad fue manifiesta su inclinación por el espíritu franciscano. A los 14 años perdió a sus padres y se convirtió en punto de referencia para sus hermanos. Todos siguieron ejercitando las prácticas que ellos les enseñaron. Juan, en particular, aprovechaba la noche para rezar y realizar penitencias que muchas veces solían durar hasta el alba.

En 1837 inició su formación con los benedictinos de Metten, Deggendorf. Pero se ve que lo suyo no era el estudio. En una visita que efectuó al santuario de Altötting tuvo la impresión de que María le invitaba a quedarse allí. Sin embargo, en 1841 se vinculó a la Orden Tercera de Penitencia (Orden franciscana seglar). Dios le puso otras cotas que no supo interpretar y las expuso a un confesor después de haber orado ante la Virgen de Altötting. El sacerdote le dijo: «Dios te quiere capuchino». Repartió sus cuantiosos bienes entre los pobres y la parroquia para ingresar en el convento de Laufen en 1851. Tenía 33 años. Allí tomo el nombre de Conrado. Su noviciado estuvo plagado de pruebas y públicas humillaciones que, pese a ser de indudable dureza, aún le parecían nimias para lo que juzgaba merecía: «¿Qué pensabas? –se decía–, ¿creías que ibas a recibir caricias como los niños?». En esos días escribió esta nota: «Adquiriré la costumbre de estar siempre en la presencia de Dios. Observaré riguroso silencio en cuanto me sea posible. Así me preservaré de muchos defectos, para entretenerme mejor en coloquios con mi Dios». Tras la profesión fue destinado a la portería del convento de Santa Ana de Altötting, noticia que le llenó de alegría. Era un lugar donde la afluencia de peregrinos exigía la atención de una persona exquisita como él. En aquel pequeño reducto se santificó durante cuarenta y tres años, viviendo el recogimiento en medio de la algarabía creada por el constante ajetreo de los peregrinos. «Estoy siempre feliz y contento en Dios. Acojo con gratitud todo lo que viene del amado Padre celestial, bien sean penas o alegrías. Él conoce muy bien lo que es mejor para nosotros [...]. Me esfuerzo en amarlo mucho. ìAh!, este es muy frecuentemente mi único desasosiego, que yo lo ame tan poco. Sí, quisiera ser precisamente un serafín de amor, quisiera invitar a todas las criaturas a que me ayuden a amar a mi Dios».

Un día advirtió una celdilla casi oculta debajo de la escalera. Tenía una pequeña ventana que daba a la Iglesia. Y su corazón palpitó de gozo: ¡desde allí podía ver el Sagrario! Era un lugar oscuro y reducido. A fuerza de insistencia consiguió que le dejaran habitarla y en esa morada siguió cultivando su amor a Cristo crucificado y a María. Ayudaba a la sacristía y en las primeras misas en el santuario. Sus superiores le autorizaron a comulgar diariamente, algo excepcional en esa época. Nadie le oyó quejarse ni lamentarse. Trataba con auténtica caridad a todos, especialmente a las personas que intentaban incomodarle y socavar su admirable y heroica paciencia. Nunca perdió la mansedumbre. «La Cruz es mi libro, una mirada a ella me enseña cómo debo actuar en cada circunstancia». Fue un gran apóstol en la portería, el hombre del silencio evangélico: «Esforcémonos mucho en llevar una vida verdaderamente íntima y escondida en Dios, porque es algo muy hermoso detenerse con el buen Dios: si nosotros estamos verdaderamente recogidos, nada nos será obstáculo, incluso en medio de las ocupaciones que nuestra vocación conlleva; y amaremos mucho el silencio porque un alma que habla mucho no llegará jamás a una vida verdaderamente interior». Logró convertir a personas de baja calaña, hombres y mujeres, que después se entregaron a Dios en la vida religiosa. En sus apuntes espirituales se lee: «Mi vida consiste en amar y padecer [...]. El amor no conoce límites». Sintiéndose morir, tocó la puerta del padre guardián, diciéndole: «Padre, ya no puedo más». Tres días más tarde, el 21 de abril de 1894, falleció. Pío XI lo beatificó el 15 de junio de 1930, y lo canonizó el 20 de mayo de 1934.

Oración:

Señor Dios, que has concedido a tu obispo san Anselmo el don de investigar y enseñar las profundidades de tu sabiduría, haz que nuestra fe ayude de tal modo a nuestro entendimiento, que lleguen a ser dulces a nuestro corazón las cosas que nos mandas creer. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Tratado 25 sobre S. Juan, 14-16

“¿También vosotros queréis marcharos?”

“Yo soy el pan vivo, el pan verdadero que ha bajado del cielo y da la vida al mundo.” (Jn 6,32-33)... Vosotros anheláis este pan del cielo, vosotros lo tenéis delante de vosotros y no lo coméis. “Pero yo os digo: porque me habéis visto, no creéis.” (Jn 6,36) Con todo, no os condeno: vuestra infidelidad ¿puede anular la fidelidad de Dios? (cf Rm 3,3) Mira: “Todo lo que me dé el Padre vendrá a mi, y al que venga a mí no le echaré fuera.” (Jn 6,37) ¿Cuál es esta interioridad de la que uno no puede salir fuera? Un gran recogimiento, un suave secreto. Un secreto que no cansa, limpio de toda amargura de pensamientos malos, exento de los tormentos de tentaciones y dolores. ¿No es éste el secreto donde entrará el siervo fiel y solícito que escuchará las palabras: Entra en el gozo de tu Señor? (cf Mt 25,21)...

A éste no lo echarás fuera porque tú has descendido del cielo no para hacer tu voluntad sino la voluntad del que te ha enviado. (Jn 6,38) Misterio profundo...Sí, para curar la causa de todos los males, es decir, el orgullo, el Hijo de Dios ha bajado y se ha hecho hombre humilde. ¿Por qué enorgullecerte, oh hombre? Dios se hizo humilde por ti. Te avergonzarías, quizá, al imitar la humildad de un hombre, ¡imita la humildad de Dios!... Dios se hizo hombre, tú, oh hombre, reconoce que eres hombre: toda tu humildad consiste en conocerte como hombre. Dios, al enseñarnos la humildad nos dijo: “Yo he venido para hacer la voluntad del que me ha enviado.. He venido, humilde, a enseñar la humildad como un maestro de humildad. El que venga a mí se convierte en miembro de mi cuerpo. El que viene a mí será humilde... No hace su propia voluntad sino la de Dios. Por esto no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.” (cf Gn 3,24)

La cima de hoy

Santo Evangelio según San Juan 6,60-69. Sábado III de Pascua.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Señor, ayúdame a verte hoy. Aumenta mi fe, esperanza y, sobre todo, mi amor por Ti. Concédeme guardar el silencio que me permitirá escucharte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Hace unos años fui de paseo a la montaña con unos hermanos. La montaña era bastante boscosa y el camino, difícil; además, mis problemas de rodilla no me facilitaba la subida. Hubo un momento que me quise devolver, pero perderme la cima era algo que no quería. Llegué muy cansado pero valió la pena, pues no había estado en mejor lugar hasta entonces; aquella cima fue el mejor premio que pude tener.
Nuestro día a día se pueden relacionar con uno de estos paseos. Ser cristiano hoy en día resulta una subida bastante difícil y en algunas ocasiones parece normal querer dejar de subir, dejar de ser cristiano por unos momentos, olvidar un poco lo hermoso de la cima, olvidar un poco a Cristo y, así, descansar en el camino o devolverme. Pero Jesús me pregunta ¿También tú quieres dejarme? Una pregunta que me interpela y me hace pensar sobre lo que realmente quiero, ¿quiero ver la cima? ¿Quiero ver a Cristo?

La subida no es lo que quiere, jamás será mi objetivo. Lo que toda persona desea es ver la cima. ¿Qué mejor cima que aquella que lleva como nombre Cristo? Porque no hay nada más alto, más hermoso, más grande que la cima del amor de Cristo, un lugar donde siempre puedo descansar, un lugar donde nunca me decepcionaré. Esta cima la puedo subir todos los días de mi vida cuando hago la opción de amar a Cristo. Y cada momento que sienta la debilidad de mis rodillas y desee regresar debo responder a la pregunta de Cristo, ¿a quién iré? Porque sólo el amor de Cristo es el lugar perfecto para mí, sólo Cristo es la cima más hermosa que puedo subir. Ser transformados: esta es la gracia de la salud que trae Jesús. Muchas veces, cuando pensamos en esto, decimos: "pero, ¡yo no puedo!", porque comenzar una vida nueva, dejarme transformar, dejarme re-crear por Jesús es muy difícil. Isaías profetiza: "Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón intranquilo: ¡Ánimo, no temáis! Mirad a vuestro Dios". "Valentía" es la palabra de Dios: "Valentía, dejaros re-crear". No sanar solamente, sino re-crear: re-crear; y esa raíz amarga florecerá, florecerá con las obras de justicia; y tú serás un hombre nuevo, una mujer nueva.

(Homilía de S.S. Francisco, 5 de diciembre de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado... o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un acto de caridad por amor a Cristo.


Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.

Tu presencia en la Eucaristía

Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza.


Por: SS Juan Pablo II/ Adoración Eucarística | Fuente: Catholic.net

Señor Jesús:

Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.

"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69).

Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.

Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.

Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.

Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).

Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.

Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.

Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).

Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.

Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.

Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.

Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con tan buen amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el amor es el que habla" (Sta. Teresa).
Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos "gemidos inenarrables" (Rom.8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o "misterio".
Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el "misterio" de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR. Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.

Anselmo, Santo

Memoria Litúrgica, 21 de abril

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia, que, nacido en Aosta, fue monje y abad del monasterio de Bec, en Normandía, enseñando a los hermanos a caminar por la vía de la perfección y a buscar a Dios por la comprensión de la fe. Promovido a la insigne sede de Canterbury, en Inglaterra, trabajó denodadamente por la libertad de la Iglesia, sufriendo por ello dificultades y destierros († 1109). Etimológicamente: Anselmo=Aquel que tiene la protección divina, es de origen germánico.

Breve Biografía

San Anselmo nació en Aosta (Italia) en 1033 de noble familia. Desde muy niño se sintió inclinado hacia la vida contemplativa. Pero su padre, Gandulfo, se opuso: no podía ver a su primogénito hecho un monje; anhelaba que siguiera sus huellas. A causa de esto, Anselmo sufrió tanto que se enfermó gravemente, pero el padre no se conmovió. Al recuperar la salud, el joven pareció consentir al deseo paterno. Se adaptó a la vida mundana, y hasta pareció bien dispuesto a las fáciles ocasiones de placeres que le proporcionaba su rango; pero en su corazón seguía intacta la antigua llamada de Dios.

En efecto, pronto abandonó la casa paterna, pasó a Francia y luego a Bec, en Normandía, en cuya famosa abadía enseñaba el célebre maestro de teología, el monje Lanfranco.

Anselmo se dedicó de lleno al estudio, siguiendo fielmente las huellas del maestro, de quien fue sucesor como abad, siendo aún muy joven. Se convirtió entonces en un eminente profesor, elocuente predicador y gran reformador de la vida monástica. Sobre todo llegó a ser un gran teólogo.

Su austeridad ascética le suscitó fuertes oposiciones, pero su amabilidad terminaba ganándose el amor y la estima hasta de los menos entusiastas. Era un genio metafísico que, con corazón e inteligencia, se acercó a los más profundos misterios cristianos: "Haz, te lo ruego, Señor—escribía—, que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia".

Sus dos obras más conocidas son el Monologio, o modo de meditar sobre las razones de la fe, y el Proslogio, o la fe que busca la inteligencia. Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica. Sus obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provienen del vivo impulso del corazón y de la inteligencia. En esto, el padre de la Escolástica se asemejaba mucho a San Agustín.

Fue elevado a la dignidad de arzobispo primado de Inglaterra, con sede en Canterbury, y allí el humilde monje de Bec tuvo que luchar contra la hostilidad de Guillermo el Rojo y Enrique I. Los contrastes, al principio velados, se convirtieron en abierta lucha más tarde, a tal punto que sufrió dos destierros.

Fue a Roma no sólo para pedir que se reconocieran sus derechos, sino también para pedir que se mitigaran las sanciones decretadas contra sus adversarios, alejando así el peligro de un cisma. Esta muestra de virtud suya terminó desarmando a sus opositores. Murió en Canterbury el 21 de abril de 1109. En 1720 el Papa Clemente XI lo declaró doctor de la Iglesia.

Cuando la Iglesia duele. ¿Cómo tener paz en medio de la tormenta de abusos?

Creo que muy a pesar del dolor es necesario servirnos de este tipo de acontecimientos, para reflexionar claramente sobre nuestra fe y labor pastoral.

Actualmente se conocen diversos casos de abuso a menores cometidos por personas mayores, familiares, vecinos, amigos... y también, tristemente, por sacerdotes o ministros consagrados. Este es un hecho que se lamenta a nivel mundial ya que como seres humanos buscamos proteger a aquellos más indefensos, más aún dentro de la Iglesia.
Innumerables reportajes han sido lanzados a nivel mundial, incluso películas se han hecho sobre este tema. Y la Iglesia, los católicos no solo nos llenamos de dolor sino también de mucha vergüenza.

Es sabido que este tipo de temas genera una tormenta (Mateo 8, 23-27), para la barca que es la Iglesia, tormenta que sacude aun a aquellos que se dicen no creyentes, pues hasta los no creyentes esperan de alguna manera que la Iglesia obre el bien. Para los que pertenecemos a ella, las explicaciones, las oraciones, las reflexiones quedan cortas, nos es muy difícil de afrontar, el mundo literalmente se nos vuelve encima. En estos momentos de dificultad, ¿qué nos queda? Creo que muy a pesar del dolor es necesario servirnos de este tipo de acontecimientos, para reflexionar claramente sobre nuestra fe y labor pastoral.

«Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron. Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Y llegándose a Él, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y Él les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8, 23-27).

1.Permitirnos el dolor


Es necesario pensar en el dolor. No podemos ignorar que estos hechos causan dolor en toda la Iglesia, pero principalmente en la persona que, como víctima, es directamente afectada, sea la persona abusada, o el acusado injustamente. Al igual está el dolor que siente (o que debería sentir) quien ha cometido el abuso, dolor de haber traicionado su vida y vocación, dolor de haber ofendido a Dios y dañado a un hermano. Y no podemos olvidar el dolor que sufre la Iglesia como madre y maestra. Y el dolor que todos como Iglesia sentimos. Cuando uno peca, el pecado no es algo que se queda en cada quien (más aún uno de tal magnitud) el pecado de uno ineludiblemente afecta a todos, hasta en esto vivimos en comunidad.

2. Una Iglesia humana

Como hemos dicho al inicio, estos casos de abuso, no ocurren solamente por parte de miembros de la Iglesia. Son numerosos los casos de abuso perpetrado por familiares, amigos y demás; pero sí es particular que, aun para aquellos que no se declaran creyentes, sea más doloroso, e incluso escandaloso, cuando estos casos ocurren dentro de la Iglesia. La palabra sigue valiendo y de las personas que el libertad han dejado todo para seguir a Cristo se espera el bien. Un pecado como este es dolorosísimo.

Hay que recordar que la Santa Madre Iglesia está llamada en todos sus miembros, clérigos y laicos, a caminar hacia la santidad. Si bien el Señor llama a cada uno a vivir una vocación particular, no nos llama por lo nobles y santos que somos, sino que nos llama sabiendo quien es cada persona (1 Cor 1,27), nos llama a la conversión y a caminar hacia Él por medio de esa vocación.

3. Mantener la fe

«Él les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma» (Mt 8, 26).


¿Mantener la fe? Sí, es en momentos como este en los que la fe es probada y lo único que queremos hacer es reclamarle a Dios. Es un momento en el que debemos interrogarnos sobre nuestro discipulado: ¿seguimos a las personas o seguimos a Jesús? La decepción puede ser tan grande que podemos terminar abandonándolo todo. La fe debe estar siempre puesta en Jesús, es Él quien calma la tormenta y trae la paz. El consuelo solo lo podremos encontrar en Él.


4. La opción es el perdón y la justicia


Perdonar y hacer un proceso de reconciliación, se presenta como un camino largo y difícil. Creo que sin la ayuda de Dios es casi imposible, sobre todo cuando la víctima es alguien cercano e indefenso. El perdón es un camino de renuncia a nosotros mismos y de exaltación del amor al prójimo. Solo podremos lograrlo mientras permanezcamos unidos a Cristo. Es una muestra firme de la fe que se tiene en Jesús, aquel que fue capaz de enseñarnos que es más grande el perdón que el pecado, la misericordia que la condena (Jn 8,1-11 / Lc 15, 11- 32).

La justicia es algo que ayuda mucho en el proceso del perdón. Saber que Dios no olvida y que existen los medios para sancionar a aquel que hace daño. No debemos tener temor a la justicia y a dejarla en manos de aquellos que tienen la autoridad para aplicarla.


5. La tormenta sacude la vocación

Si bien es cierto que estos acontecimientos hacen que surjan dudas respecto a nuestro discipulado, a nuestro servicio apostólico en la Iglesia, a nuestro camino vocacional como cristianos. Es necesario recurrir a Cristo para que Él nos muestre que su llamado es más fuerte que la tormenta. La vocación que pasa por la prueba es aquella que se hace más fuerte y radical, es aquella que se hace preguntas y al responderlas se enriquece y fortalece de tal manera que sus raíces se afirman con mayor fuerza.

Creería que este es un momento preciso para dar una respuesta más radical al llamado que Dios hace en nuestras vidas, que interesante sería trabajar en nuestros apostolados juveniles, por ejemplo, el tema del proyecto de vida frente a los obstáculos que se pueden aparecer en el camino y como estos deben ayudarnos a seguir adelante y no estancarnos.


6. Jesús calma la tormenta y protege la barca

Finalmente, es importante que no olvidemos que la Iglesia como barca que navega en el mundo, siempre lleva dentro de sí a Jesús, y que al igual que en el Evangelio, es Él quien calma las tormentas que arrecian. Aquellas tormentas que sacuden la fe y generan interrogantes solo pueden ser apaciguadas por la mano del Señor que actúa cuando le llamamos por medio de la oración.


Como apostolado podemos servirnos de estos acontecimientos para generar en los grupos parroquiales, comunidades y demás espacios de encuentro, momentos de reflexión crítica, reflexiones que partiendo de la fe, la Palabra de Dios y la oración, nos ayuden a crecer en nuestro camino de discernimiento y vocación a la santidad.

«El reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor nos permite volver a Jesús sabiendo que «Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece... Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual». Qué bien nos hace a todos dejar que Jesús nos renueve el corazón» (Papa Francisco).

Si alguna vez te es difícil enfrentarte a personas que atacan tu fe por estos temas que afectan a nuestra Iglesia,
te recomendamos escuchar esta conferencia que te podría dar algunas luces.

¿Por qué el demonio odia tanto a María y por qué tú deberías amarla?

Porque él aborrece el hecho de que su derrota final vendrá de la mano de una sierva humilde

Satanás odia a la Santísima Virgen María. De hecho, ha estado haciendo todo lo que está en su poder para desmotivar la devoción hacia ella e inculcar odio hacia ella durante dos milenios. ¿Te has dado cuenta que son los dogmas Marianos y las devociones a la Virgen las que despiertan las más fuertes reacciones en aquellos que rechazan a la Iglesia? Incluso algunos buenos católicos se avergüenzan de la devoción a Nuestra Señora, y sienten que no deberíamos ser tan extremos en nuestra veneración a ella.

Tal vez, te has preguntado porque la Iglesia tiene en tal alta estima a la Inmaculada Virgen María. Tal vez, te has preguntado porque Dios ha escogido servirse de ella en la obra redentora. Hoy, me gustaría echar una mirada al porque el diablo odia tanto a nuestra Santísima Madre, y porque nosotros deberíamos ser sus fieles siervos.

Ella aplastará su cabeza

El escenario es el jardín del Edén. Los personajes son Dios, la serpiente, Adán y Eva. El diablo se regodea en su triunfo. Acaba de engañar a Eva, y a través de ella, a Adán. Que orgulloso está de sí mismo. Casi puedes sentir su orgullo demoniaco en la destrucción, ya que ha podido malograr la obra de la mano creadora de Dios, y arrastrar a los seres humanos - por quien Dios tiene un amor especial - a la muerte y la miseria.

Dios aparece en la escena a limpiar el desorden, declarando la trágica maldición que arrastra el pecado, pero también para proclamar el proto evangelio, un primer vistazo al Evangelio y la condena del diablo.

Dios comienza por dirigirse a Satanás, diciendo que se arrastrará en el suelo por el resto de sus días. Luego revela algo que hace que Satanás tiemble de horror: su derrota final vendrá de las manos de una mujer. "Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón". (Génesis 3,16)

Ahora los académicos argumentan acerca de si el pronombre en la frase es o no masculino, "Su descendencia te aplastara la cabeza" - eso es si se refiere a la Virgen María o a Jesucristo. Pero voy a contarles un pequeño secreto: eso no importa. Verán, Jesús aplastará la cabeza de Satanás a través de María. Ella es el instrumento que Jesús utilizará cuando destruya a su antiguo enemigo.


Con eso en mente, es totalmente legítimo decir “Él aplastará tu cabeza” tanto como es decir “Ella aplastará tu cabeza”. Es casi como decirle a un asaltante armado, “Un paso más y te disparo” y “Un paso más y mi magnum .44 te volará la cabeza”. Ambas afirmaciones son verdaderas.

Entonces, ¿Por qué le duele tanto al diablo que María sea quien lo derrote? ¿Porque Dios quiso utilizar a María para derrotar a Satanás? Ahora lo explico.

Derriba del trono a los poderosos


El diablo odia, y me refiero a que él aborrece el hecho de que su derrota final vendrá de la mano de una sierva humilde. De alguna forma, su corazón orgulloso puede manejar el ser derrotado por Dios porque sabe que es Todopoderoso y Omnipotente. ¿Pero ser destrozado por una pequeña Dama de Nazaret? La idea es sencillamente humillante. Eso lo vuelve loco. Porque si hay algo que la creatura más orgullosa de toda la creación odia, es ser humillada.

Satanás encuentra que su derrota a manos de la Virgen María es tan humillante porque ella es mujer, y las mujeres son el sexo débil (1 Pedro 3,7), y él desprecia a los débiles. Él de verdad disfruta ver a las mujeres siendo abusadas, degradadas y siendo vista como objetos. Eso sin mencionar que nuestra Bendita Señora es humana, y Satanás odia a los humanos porque tenemos cuerpos y él es puro espíritu, que desprecia los cuerpos. Pero hay otra muy profunda razón por la que Satanás odia ser derrotado por la Virgen María: Ella es su reemplazo en el cielo.

Verás, Lucifer fue originalmente la mejor creación de Dios. Él era más hermoso, más poderoso que todas las otras creaturas que Dios había hecho. Y como todos sabemos, se le subió a la cabeza. Él era tan hermoso, tan poderoso que realmente creía que podía ser mejor que Dios. Las marcas indelebles de Satanás son el orgullo y la envidia del Todopoderoso.

¿Y cuáles son las características que definen a nuestra Señora? Primero y principalmente, ella es supremamente humilde. De hecho, ella es la más humilde creatura que ha existido. Por cada onza de orgullo que el diablo tiene, María tiene el doble de humildad. Por cada gota llena de odio y amargura en el corazón negro de Satanás, el Corazón de María está llena del doble de alabanza, adoración y amor. Por cada parte de la depravada, pervertida y deformada alma del diablo, el Corazón de María está lleno de pureza y fecundidad. Y por gracia, Dios ha hecho de ella la más exquisita y más gloriosa creatura en el universo, el título que el diablo solía reclamar para sí.

En todas las formas, la Inmaculada es totalmente opuesta a Satanás. En cada forma, ella es su reemplazo en el Cielo, y él lo sabe. Este Divino intercambio de Satanás por María se revela en el himno de nuestra Señora, el Magníficat:


"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre".


En el Magníficat, vemos el rol de María en la salvación resumida bellamente:
    •    La humildad de María “Porque ha mirado la humillación de su esclava. 

    •    El maravilloso trabajo de la gracia de Dios en ella: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el 
Poderoso ha hecho obras grandes por mí” 

    •    Dios reprendiendo a Satanás “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos” 

    • Su colocación de María en el lugar de Satanás:” y enaltece a los humildes”
Lo peor de todo para Satanás, su reemplazo en el cielo no es otra que la Madre de la Palabra viva, Jesucristo, cuya pasión y muerte redimió a toda la humanidad a la que él ha tratado tanto de destruir. Su «SÍ» a Dios deshizo la desobediencia de Eva, labrando del camino para la obra salvadora del nuevo Adán. La misma debilidad de Eva que Satanás instigó, fue reemplazada por la debilidad de la obediencia de María, una obediencia a la voluntad de Dios que la ha hecho poderosa más allá de cualquier límite. Este es el plan Divino para la derrota del enemigo. Esta es la humillación y condena de Satanás.

Hasta la vista Satanás


Tal vez no lo sepas, pero Satanás te odia. Su amarga envidia lo lleva a querer destruir la obra de Dios y arrastrarla al abismo del infierno. A él no le gustaría nada más que tú - hecho a imagen de Dios - lo acompañaras en las llamas eternas de un lago de fuego, porque a la miseria le gusta la compañía.

Pero no temas. La antigua serpiente no tiene poder contra la Inmaculada Virgen, porque en el plan de Dios, ella es el instrumento que Jesús utilizó para humillar y destruirlo. ¿Quieres aplastar la cabeza del diablo en tu vida? ¿Quieres pasar con seguridad a través de las pruebas, tentaciones y tormentas hacia tu hogar eterno? La respuesta es simple, recurre a María. Ámala, sé su devota servidora. Se su siervo, su defensor, su apóstol. Consagra tu ser total y completamente porque nada de lo que le pertenezca se verá perdido. Como San Juan Damasceno dijo de forma tan hermosa:

"Ser devoto a la, Santísima Virgen María, es un brazo de salvación que Dios nos entrega a aquellos a los que Él quiere salvar".


Satanás esta todo alborotado, haciendo todo lo que puede porque sabe que su tiempo se acaba. Está asustado y enojado, porque sabe que un día muy pronto, él será aplastado por la Mujer que hace que su corazón tiemble, la mujer que "¿Quién es ésta que se asoma como el alba, Hermosa como la luna llena, Refulgente como el sol, Imponente como escuadrones abanderados?" (Cantares 6:10).

Oración

Majestuosa Reina del Cielo y Reina de los Ángeles, recibiste de Dios el poder y la comisión de aplastar la cabeza de Satanás; por lo cual humildemente te suplicamos, enviar a las legiones de los cielos, que, bajo tu mandato, puedan expulsar a los espíritus malignos, e involucrarlos en todas partes en la batalla, frenar su insolencia, y lanzar de nuevo en el abismo del infierno. "¿Quién como Dios?" Oh buena y tierna Madre, has de ser siempre nuestra esperanza y el objeto de nuestro amor.
Oh Madre de Dios, envía los santos ángeles para defenderme y conducir lejos de mí al cruel enemigo. Santos Ángeles y Arcángeles, defiéndenos y guárdanos. Amén

ENTREVISTA CON LA DIRECTORA DE LA EDICIÓN EN ESPAÑOL DE OSSERVATORE ROMANO

Silvina Pérez: "Las mujeres, pese al machismo, son el alma de la Iglesia"

"El Papa ha traído esa gran brisa de aire fresco que nació en la Conferencia de Aparecida"

Francesco Gagliano, 20 de abril de 2018 a las 12:34

Francisco, con Silvina Pérez

La iglesia en salida de Francisco es nuestra piedra angular, por lo que todo está relacionado con las periferias, con los últimos, los pobres

(Francesco Gagliano, corresponsal en el Vaticano).- La periodista y autora de televisión, Silvina Pérez, nació en Argentina, en Buenos Aires, pero ha vivido durante años en Italia. Después de trabajar en información y programas políticos para La7 y Rai, se unió al Osservatore Romano, donde se convirtió en directora de la edición en español, la primera mujer en ocupar este puesto en el periódico histórico de la Santa Sede. Junto con Lucetta Scaraffia, es autora del libro "Francisco. El Papa americano ". Recientemente participó en la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina, que se centró en el papel de las mujeres dentro de la Iglesia en esa parte del mundo. La conocimos para mostrarnos esta preciosa experiencia y para conocer a una periodista que comparte mucho más que los orígenes argentinos con el Papa Francisco. En la reforma de los medios del Vaticano, ¿cuál es el elemento que considera más importante para lograr lo que el Santo Padre ha propuesto?

Como periodista que trabajo en los medios del Vaticano y como laica, que trata de poner su fe al servicio de la Iglesia, creo que el modelo que se debe seguir lo más posible es que el Papa nos muestra todos los días. La iglesia en salida de Francisco es nuestra piedra angular, por lo que todo está relacionado con las periferias, con los últimos, los pobres. Es a estas realidades a las que deben dirigir nuestra mirada periodística; es allí donde debemos encontrar las historias y las noticias, demostrando poder contarlas con la profesionalidad necesaria pero con atención a los contenidos y las formas de narración que se distinguen de las otras formas de hacer periodismo. Comparto profundamente lo que el Santo Padre dijo sobre esta reforma: no puede haber reforma si
no hay una conversión genuina de corazones antes. Esto significa tomar una mirada diferente a la realidad, y esto es lo que el Papa nos pide, y saber cómo traducirlo y comunicarlo a otros a través de nuestras crónicas.

No debemos perseguir una agenda mediática que no hayamos hecho nosotros, tenemos la gran fortuna de tener una perspectiva del mundo que nos rodea que comienza desde nuestra identidad como creyentes y es esta perspectiva la estrella polar en las historias que contamos. Esta debe ser nuestra prioridad, todo lo demás (los vehículos con los que se difunden estas historias o la organización de los medios) es secundario. En resumen, podría decirse "¿cómo hacer que las "pequeñas-grandes historias" se conviertan en noticias de interes y entren en la en la agenda diaria de los medios?" Este es quizás el verdadero desafío de la reforma.

Eres argentina como Jorge Mario Bergoglio y, por lo tanto, tienes un punto de vista privilegiado para comprender algunos aspectos de tu pontificado. ¿Qué importancia atribuyes, por ejemplo, al hecho de que el español es su idioma privilegiado, al que a menudo ocurre incluso cuando se habla en italiano?

Francisco ha traído esa gran brisa de aire fresco que nació en las iglesias latinoamericanas hace más de diez años con la Conferencia de Aparecida. En esa ocasión se estableció un curso muy importante, con un cuidado pastoral y un pensamiento teológico que están aportando un nuevo valor a la Iglesia universal. Bergoglio entonces, quien como sabemos en la época de Aparecida era cardenal arzobispo de Buenos Aires, fue el responsable de la redaccion del documento final y alma verdadera de la conferencia.

Una vez que fue elegido Pontífice, trajo consigo una mirada verdaderamente nueva y diferente de América Latina, en los pontificados anteriores, especialmente en el de Pablo VI, la atención a esta parte del mundo había crecido progresivamente, pero la llave de lectura era aquella de una entidad única monolítica, homogenea. Francisco fue el primero en mostrarnos que Latinoamérica es una realidad compleja y muy articulada y la prueba es la organización y el orden con el cual programò sus de los Viajes Apostólicos en el continente. La perspectiva que el Papa ha dado de esta región no solo es histórica sino también futura, solo piense en el próximo sínodo de la Amazonía, que trata principalmente de América Latina pero, sobre todo, del futuro de toda la humanidad; en resumen, hay mensajes que desde ese rincón del planeta interesan a todo el mundo. Creo que este aspecto merece un análisis especial para nosotros que seguimos a la Iglesia, hay muchos mensajes que el Papa nos brinda desde su continente y que en el futuro tendrán una importancia cada vez mayor.

Hablando de América Latina, hace poco más de un mes se celebró la asamblea plenaria anual de la Comisión Pontificia para América Latina (CAL) y de la cual surgió un tema de reflexión ya querido por el Papa: la figura y el papel de mujeres dentro de la Iglesia en América Latina. ¿Qué desarrollos le gustaría para este tema y qué le gustaría ver resaltado?

Estoy muy agradecida con el Papa, el Cardenal Ouellet y el Profesor Guzmán Carriquiry por organizar este momento en la Iglesia dentro de un pontificado latinoamericano como el de Francisco. Creo que la riqueza que surgió de esa asamblea fue realmente uno de esos eventos que fortalecen este pontificado y que dejara sin dudas una huella para el futuro de la Iglesia; fue un momento de gracia en el que el Espíritu Santo se sintió
realmente actuando y no creo de estar exagerando al afirmarlo.

Durante cuatro días con obispos, cardenales y 15 mujeres entre seculares y religiosos, discutimos sobre el papel de las mujeres a partir de un requisito previo esencial: la igualdad entre hombres y mujeres. Entonces comenzamos a partir de este punto en los informes y testimonios que se dieron, la prueba es que no hubo reclamos sectoriales, pero las reflexiones nacieron en un espíritu de plena colaboración y armonía con la contraparte masculina. Este es un punto de partida que no debe subestimarse porque es cierto que en América Latina el machismo es un problema crónico, pero también es cierto, por ejemplo, que en ese continente hemos tenido al menos cinco mujeres presidentas y muchas mujeres son lideres sociales o protagonistas en las dsitintas sociedades

También en este aspecto de América Latina hay una gran complejidad: por un lado, hay procesos de integración social en muchos sectores, por el otro, miles de mujeres son familias monoparentales y crían hijos solos fuera del matrimonio; en esto las intervenciones a la asamblea se hicieron preguntas serias. Por lo tanto, fue un momento de profunda reflexión y participación para desarrollar nuevas ideas sobre cómo dar nueva dignidad a las mujeres dentro de la Iglesia.

Me llamó la atención el testimonio de una religiosa que trabaja en Texas, sor Mercedes, al servicio de los migrantes que intentan cruzar la frontera para mejorar sus vidas: y a quienes le preguntaron por qué las religiosas están tan mal representados en la estructura de la Iglesia, ella respondio porque nosotras somos la infraestructura es decir, aquello que sostiene pero no se ve. Esta historia ha proporcionado la imagen alrededor de la cual se desarrolló el diálogo abierto y franco de aquellos días. Las mujeres en America latina ya sea: monjas, religiosas, catequistas,o laicas son las que transmiten la fe directamente a sus hijos, son el alma de la
Iglesia.

El paso que la Iglesia a través de los ojos de las mujeres debido a que la iglesia es una mujer, ya ha dicho el Papa nos ha pedido específicamente una nueva hermenéutica sobre la mujer, una teología de la mujer es capaz de reflejar esta interpretación. Lo que hay que hacer realmente es mirar dentro de la iglesia. Es un compromiso muy grande que involucra a teólogos, biblistas, religiosas, monjas, pero especialmente a los hombres también, quienes deben asumir su responsabilidad al proporcionar su contribución. Es a partir de este análisis que nace la propuesta del Cardenal Ouellet de un Sínodo para las mujeres que, algún día, también puede cambiar la estructura general de los sínodos, donde mañana se espera una mayor presencia de mujeres.

También se habló de una mayor presencia de las mujeres en la organización de la parroquia superar el papel "auxiliar" en lo que va demasiado a menudo ha servido, o seminarios de formación, de modo que ahora, incluso en aquellos lugares, que derribar un prejuicio y una cierta forma de machismo que también se encuentra en la Iglesia, así como en la sociedad civil. Todo esto fue recogido en un documento de 19 puntos que el Cardenal Ouellet presentó al Papa y que estamos seguros de que puede ser de interés no solo para la realidad de América Latina, sino también para el resto del mundo.

 

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