Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso

El Papa en el Ángelus: bajar al valle para «encender pequeñas luces en el corazón de las personas»

El papa Francisco durante la oración del Ángelus de este domingo 28 de febrero

Ser lámparas del Evangelio es la misión del cristiano. En el camino cuaresmal estamos llamados a “contemplar”, como Pedro, Santiago y Juan, “la anticipación de luz” de Jesús. Pero debemos tener cuidado que esta contemplación no se convierta “en pereza espiritual”. Jesús mismo, tras haberse mostrado, “devuelve al valle” a los discípulos. Y así, también nosotros debemos volver a nuestra vida cotidiana, entre nuestros hermanos y hermanas, para que, iluminados por su luz, “podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”, ha explica en el Ángelus de hoy el Papa Francisco, explica la agencia de noticias de la Santa Sede Vatican News.

En el segundo domingo de Cuaresma el Papa Francisco reflexionó, antes de rezar el Ángelus, en el Evangelio del día (Mc 9, 2-10) que nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús en el monte. Esa “anticipación de luz”, el rostro radiante de Jesús ante los discípulos asustados, a quienes había anunciado que sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte, es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra.

La muerte no es el final de todo

El Papa se centró, en primer lugar, en los sentimientos de los discípulos tras el anuncio de Jesús: “Podemos imaginar lo que debió ocurrir en el corazón de sus amigos, esos amigos íntimos, sus discípulos: la imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Y precisamente en ese momento, con esa angustia en el alma, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo al monte”.

Posicionándonos en el lugar de la transfiguración, el monte, ese lugar “elevado, donde el cielo y la tierra se tocan”, y donde Moisés y los profetas “vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios”, el Santo Padre señaló que el episodio de la transfiguración ofrece a los discípulos asustados, "la luz de la esperanza", “la luz para atravesar las tinieblas”, pues anticipa que “la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección”. “Vivir esta ‘anticipación’ de luz en el corazón de la Cuaresma”, dijo Francisco, es “una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra”.

La luz del Resucitado

Tras centrarse en los sentimientos de los discípulos, ubicó el Evangelio del día en los sentimientos de los fieles: también nosotros pasamos a veces “por momentos de oscuridad en nuestra vida personal, familiar o social, y tememos que no haya salida”. “Nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte”. Incluso “en el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla y defenderla”.

Atención a la “pereza espiritual”

Recordando que “también nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de su victoria pascual”, el Papa Francisco advirtió que, sin embargo, debemos “guardarnos”, de que esa sensación de “es bueno estarnos aquí”, como exclamó Pedro, no se convierta en “pereza espiritual”. Pues, como hizo con los discípulos, Jesús mismo “nos devuelve al valle”: “No podemos quedarnos en el monte y disfrutar solos de la dicha de este encuentro. Jesús mismo nos devuelve al valle, entre nuestros hermanos y a nuestra vida cotidiana. Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta. ¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida; la luz de la fe no es para una bella emoción espiritual. No, este no es el mensaje de Jesús”.

Iluminados por la luz de Cristo, llevarla a todas partes

En definitiva, “estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”, pues es misión del cristiano “encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza”.

Ayunar del cotilleo

Después de la oración mariana el Sumo Pontífice unió su voz a la de los Obispos de Nigeria, que se pronunciaron por el secuestro de las 317 muchachas en una escuela, el viernes pasado, y llamó a rezar por ellas para que regresen pronto a sus hogares. Además, recordó que hoy es el Día mundial de las Enfermedades Raras, y señaló que “hoy más que nunca”, la red de solidaridad entre los familiares, fomentada por las asociaciones que trabajan en ello, “es más importante que nunca”. Finalmente, en el saludar a todos los fieles y peregrinos, deseó a todos un buen camino cuaresmal, y recomendó un ayuno muy particular, que “no hará pasar hambre”: “Les recomiendo un ayuno, un ayuno que no les hará pasar hambre: ayunen de chismes y murmuraciones. Es una forma especial. En esta Cuaresma no hablaré mal de los demás, no cotillearé.... Y esto lo podemos hacer todos, todos. Este es un buen ayuno. Y no olviden que también les será útil leer cada día un pasaje del Evangelio, llevar el pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, y tomarlo cuando se pueda, cualquier pasaje. Esto abre el corazón al Señor”.

Rosendo (Rudesindo), Santo

Obispo, 1 de marzo

Martirologio Romano: En Celanova, de Galicia, en España, san Rosendo (Rudesindus), antes obispo de Dumio, que cuidó de promover o instaurar la vida monástica en la misma región y, habiendo renunciado a la función episcopal, tomó el hábito monástico en el monasterio de Celanova, que después presidió como abad ( 977).

Etimológicamente: Rosendo = “ gobernante glorioso”. Viene de la lengua alemana.

Fecha de canonización: En el año 1195 por el Papa Clemente III.

Breve Biografía

San Rosendo pertenecía a una noble familia de Galicia. Según Esteban de Celanova, su biógrafo, la madre (Ilduara) se hallaba orando en la iglesia de San Salvador, en el Monte Córdoba, cuando recibió un aviso del cielo de que tendría un hijo.

Rosendo era un joven serio y devoto. Cuando la sede de Dumium (actualmente Mondoñedo) quedó vacante, el pueblo le eligió obispo. En vano alegó el santo que sólo tenía dieciocho años y que era inepto para el cargo; el pueblo insistió, y Rosendo se vio obligado a aceptar.

Su gobierno fue totalmente diferente del de su primo Sisnando, obispo de Compostela, quien descuidaba sus deberes y pasaba el tiempo en paseos y diversiones. la vida de Sisnando era tan escandalosa, que el rey Sancho le encarceló y pidió a Rosendo que tomase el gobierno de su diócesis; el santo tuvo que aceptar contra su voluntad.

En una ocasión, hallándose ausente el rey Sancho, los normandos cayeron sobre Galicia y los moros invadieron Portugal. San Rosendo se puso al frente del ejército y al grito de "algunos ponen su confianza en los carros de guerra y otros en los caballos, pero nosotros invocamos el nombre del Señor" (Sal 19,8), rechazó a los normandos hasta sus naves y obligó a los moros a retirarse a sus territorios.

Después de la muerte del rey Sancho, ocurrida el año 967. Sisnando se evadió de la prisión y, en la noche de Navidad, atacó a Rosendo y le amenazó de muerte si no abandonaba la diócesis. El santo no opuso resistencia, y se retiró al monasterio de San Juan de Caveiro, que él mismo había fundado. Allí permaneció hasta que, en una visión, recibió la orden de ir a fundar otra abadía en el sitio que le sería mostrado. Para gran gozo suyo, fue conducido al valle de Villar, que pertenecía a sus antepasados. Se trataba de una tierra "en la que abundaban las fuentes y que se prestaba para el cultivo de flores, cereales y verduras, como también para los árboles frutales". Allí erigió, en el curso de ocho años, el monasterio de Celanova.

Nombró superior a un santo monje llamado Franquila, y él mismo se puso bajo sus órdenes. Con la ayuda de su abad, construyó otros monasterios, a los que impuso la estricta observancia de la regla de San Benito. A la muerte de Franquila fue elegido abad. Su fama era tan grande, que los obispos y abades acudían en busca de su dirección y varios conventos se pusieron bajo su jurisdicción.

Su biógrafo habla de numerosos milagros: el santo curó a muchos epilépticos y endemoniados, devolvió la vista a varios ciegos y su intercesión obtuvo la restitución de bienes robados y la liberación de cautivos. El mismo Esteban de Celanova comienza su catálogo de milagros narrando una experiencia personal: "Siendo muy joven, mis padres me destinaron a los estudios literarios. Para escapar de las dificultades de la escuela, acostumbraba yo ir a esconderme en el bosque. Como me mostraba irreductible, a pesar de que me vigilaban muy de cerca, mi maestro fue, por divina inspiración, a la tumba de san Rosendo, encendió un cirio y rogó a Dios que, si realmente me había escogido para la vida religiosa, me atase con los lazos de la virtud y abriera mi inteligencia al estudio. Según me decía con frecuencia mi maestro, a partir de ese momento empecé a ser más dócil y, no mucho después, tomé el hábito religioso en el mismo monasterio". San Rosendo fue canonizado en 1195 o 96.

De todos modos, no es del todo seguro que el monje Esteban haya escrito realmente la biografía que se le atribuye; en todo caso, vivió dos siglos después de San Rosendo. Casi todos los documentos y milagros publicados por los bolandistas en Acta Sanctorum, son posteriores a la muerte del santo. Es muy oscura la relación de san Rosendo con las diócesis de Dumium y Compostela, y es muy difícil determinar si no se había retirado ya a Celanova antes de que el rey le llamara a gobernar la sede de su primo.

En caminos rocosos de la vida es difícil imitar tu constancia, Señor.

Santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38. Lunes II de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, vengo ante ti así como soy, con todo lo que tengo y también con deseos de darte aquello que no tengo… Así me pongo ante ti hoy… Te amo, Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es difícil seguir tu camino y tus pasos; es difícil sonreírle a aquel que me ha lastimado, pero ¿quién dijo que el camino del amor era fácil?

Se hace más difícil el camino cuando busco la medida de los hombres… cuando río para recibir una sonrisa de ellos. Cuando doy y espero gratificación; cuando espero perfección de aquello que es imperfecto.

Es difícil, Señor, pues Tú bien sabes que soy débil… conoces mi carácter, mi personalidad, en fin, conoces todo de mí.

Si espero algo de alguien es de ti, Señor. Por ti sonrío, por ti ayudo y trato de hacer el bien. Por ti amo aunque ese amor no sea correspondido.

Tú eres la única medida…Tú eres el único por el que quiero ser medido. Tú eres la medida del amor… Tú eres la perfección de mi imperfección. Gracias, Señor.

«En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de misericordia. Puede ser fácil hablar de misericordia, mientras que es más difícil llegar a ser testigos de esa misericordia en lo concreto. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre”. Y esto toma toda la vida».

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Si hay algo que perdonar o que pedir perdón éste día va ser el mejor momento.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta

Lunes segunda semana Cuaresma. Podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios y juicios de Dios, sino de los nuestros.

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios.

No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

"Con la misma medida que midáis, seréis medido".

Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.

Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!". También es muy seria la frase de Cristo: "Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?".

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: "Dad y se os dará". Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.
Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.

Los chistes de color ¿son pecado?

Cuando se banaliza las diversas realidades del hombre estamos rebajando su dignidad misma

La vida nos presenta diversas situaciones para contar un chiste, un chascarrillo, un detalle que jalonea una sonrisa o una carcajada fresca, limpia sana. Bien decía Santa Teresa que un santo triste es un triste santo y cuentan también que San Felipe Neri no se cansaba de hacer bromas y contar chistes a sus contertulios del oratorio. Hay quien dice que para sacar de la melancolía a un pobre monje entrado en edad, lo invitó a jugar a las carreras entre los muros del claustro conventual. Al final los dos rieron y adiós melancolía.

Los chistes, es verdad, alegran la vida, hacen más ligero el caminar cotidiano y bien presentados suscitan la risa, el descanso y la distensión en quien los escucha y en quien los cuenta. Los hay que sirven para ejemplificar situaciones en la vida y así se utilizan como excelentes medios pedagógicos desde las clases de educación básica hasta las aulas universitarias. Hay párrocos y conferencistas que saben ilustrar magistralmente sus prédicas y disertaciones con una colección excelente de chistes de diverso género. Parecería que las únicas reglas a seguirse en lo referente a chistes serían las del ingenio, la oportunidad y la gracia. No hay cosas más sosa y más grotesca que un chiste mal contado o contado malamente en situaciones desagradables. Dígase así de los chistes contados en los velorios o incluso, en los sepelios.

Sin embargo, debemos estar atentos al color de los chistes. Los chistes pueden ser de muy diverso color... eso es algo bien sabido. Los hay blancos y los hay de un color subido. Todo depende del lado del Atlántico en el que nos encontremos. Mientras que allende el océano un chiste verde podría causar el sonrojo y el sarcasmo de los hombres, en la América de Gabriel García Marques un chiste verde es un chiste soso. Para los lectores de Manzoni y Dante Alighieri en Italia un chiste “a luci rosse” tiene la misma connotación que un chiste verde en la España de Cervantes o un chiste rojo en el México de Octavio Paz. Ya el lector habrá captado la intención del color de los chistes. Me refiero lógicamente a aquellas historias en donde el elemento sexual viene a ser tratado de cualquier forma o la utilización de palabras lleva connotaciones no siempre de acuerdo con la intención semántica de quien habla. Lo que dicho en otras palabras significaría los chistes “de doble sentido” en donde hacemos referencia a situaciones sexuales o a los órganos genitales con palabras que degradan su casto significado.

¿Pero qué tiene de malo? ¿Puede llegar a convertirse en pecado un chiste rojo o verde?

Hablemos sin rodeos. Cuando en los chistes se banalizan o se ridiculizan las diversas realidades del hombre como pueden ser su componente sexual, o su realidad íntima como la de la relación sexual, estamos rebajando la dignidad misma del hombre y de la mujer. Estamos por tanto faltando a la caridad. El respeto que nos merece la dignidad del hombre viene a ser pisoteado en aras de un gusto pasajero, por lo que se degrada el concepto de hombre y de realidad sexual, además de que poco a poco tendemos a “cosificar” esas realidades humanas.
Además, bien sabemos que esas realidades suscitan en el hombre la excitación de los sentidos, llevándolo en no pocos casos a una ocasión próxima de pecado: las imaginaciones, los deseos y los recuerdos que dejan en el alma ese tipo de chistes no son una ayuda para vivir coherentemente nuestro compromiso de cristianos en el campo de la castidad, especialmente en un mundo exacerbado por todo tipo de referentes sexuales.

Habiendo tantos y tan buenos chistes es una pena que se tenga que recurrir a ellos para poner la nota cómica en una conversación. Son señales de vacío mental, de falta de recursos o de una concepción inadecuada en la visión de la sexualidad. Rojos, verdes o a “luci rosse”, esos chistes deben ser evitados por quien se profese como buen católico y en la medida de lo posible evitar su propagación.

Preces

Dios, que nos perdona, nos llama también a perdonar a nuestros hermanos. Contemplando el rostro misericordioso de Cristo, le pedimos:

R/M Señor, danos entrañas de misericordia.

Para que no tengamos miedo de reconocer
nuestras propias culpas,

– ni cerremos nuestro corazón a los que quieren reconciliarse con nosotros.MR/

Para que los países que sufren el mal de la guerra encuentren la paz,

– y sus habitantes puedan vivir con seguridad.MR/

Para que los desencuentros en las familias sean vencidos con la fuerza del amor,

– y vivamos la alegría de caminar en tu presencia.MR/

Para que a lo largo de este día reflejemos en nuestras palabras y acciones el amor que nos tienes,

– y sepamos comunicarlo a los demás.MR/

Intenciones libres

Oración

Oh, Dios, que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio espiritual, concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros corazones sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

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