Destruid este templo y en tres días lo levantaré

Perpetua y Felicidad, Santas

Memoria Litúrgica, 7 de marzo

Mártires en Cartago

Martirologio Romano: Memoria de las santas mártires Perpetua y Felicidad, que bajo el emperador Septimio Severo fueron detenidas en Cartago junto con otros adolescentes catecúmenos. Perpetua, matrona de unos veinte años, era madre de un niño de pecho, y Felicidad, su sierva, estaba entonces embarazada, por lo cual, según las leyes no podía ser martirizada hasta que diese a luz, y al llegar el momento, en medio de los dolores del parto se alegraba de ser expuesta a las fieras, y de la cárcel las dos pasaron al anfiteatro con rostro alegre, como si fueran hacia el cielo ( 203).

Patronazgo: de las madres, de las madres embarazadas que dan a luz en condiciones difíciles (Felicidad), de las madres lactantes (Perpetua)

Etimológicamente: Perpetua = Aquella que siempre ayuda a los demás, es de origen latino.

Etimológicamente: Felicidad = Aquella a quien la suerte le acompaña, es de origen latino.

Breve Biografía

Vibia Perpetua, una joven madre de 22 años, escribió en prisión el diario de su arresto, de las visitas que recibía, de las visiones y de los sueños, y siguió escribiendo hasta la víspera del suplicio. “Nos echaron a la cárcel –escribe– y quedé consternada, porque nunca me había encontrado en lugar tan oscuro. Apretujados, nos sentíamos sofocar por el calor, pues los soldados no tenían ninguna consideración con nosotros”. Perpetua era una mujer de familia noble y había nacido en Cartago; con ella fueron encarcelados Saturnino, Revocato, Secóndulo y Felicidad, que era una joven esclava de la familia de Perpetua, todos catecúmenos.

A los cinco se unió su catequista Saturno y, gracias a él, todos pudieron recibir el bautismo antes de ser echados a las fieras y decapitados en el circo de Cartago, el 7 de marzo del año 203. Felicidad estaba para dar a luz a su hijo y rezaba para que el parto llegara pronto para poder unirse a sus compañeros de martirio.

Y así sucedió, el niño nació dos días antes de la fecha establecida para el inhumano espectáculo en el circo: fue un parto muy doloroso, y cuando un soldado comenzó a burlarse: “¿Cómo te lamentarás entonces cuando te estén destrozando las fieras?” Felicidad replicó llena de fe y de dignidad: “¡Ahora soy yo quien sufro; en cambio, lo que voy a padecer no lo padeceré yo, sino que lo sufrirá Jesús por mí!”.

Ser cristianos en esa época de fe y de sangre constituía un riesgo cotidiano: el riesgo de terminar en un circo, como pasto para las fieras y ante la morbosa curiosidad de la muchedumbre. Perpetua tenía un hijito de pocos meses. Su padre, que era pagano, le suplicaba, se humillaba, le recordaba sus deberes para con la tierna criatura. Bastaba una palabra de abjuración y ella regresaría a casa. Pero Perpetua, llorando, repetía: “No puedo, soy cristiana”.

Los escritos de Perpetua formaron un libro que se llama Pasión de Perpetua y Felicidad, que después completó otra mano, tal vez la de Tertuliano, que narró cómo las dos mujeres fueron echadas a una vaca brava que las corneó bárbaramente antes de ser decapitadas. La frescura de esas páginas ha llenado de admiración y conmoción a enteras generaciones. Precisamente los hermanos en la fe fueron quienes pidieron a Perpetua que escribiera esos apuntes para dejar a todos los cristianos por escrito un testimonio de edificación.

Nuestras santas son representadas normalmente en la arena, embestidas por una vaca, algunas veces abrazándose para darse fuezas y en otras dándose el beso de la paz, estas representaciones han sido mal interpretadas en la actualidad por algunos colectivos con opiniones sesgadas sobre la amistad, con intención explícita de hacerlas símbolo de algo que no fueron: amantes.

Oración
Señor y Dios nuestro,
las santas mártires Perpetua y Felicidad,
movidas por tu amor,
vencieron los tormentos y la muerte
y superaron la furia del perseguidor,
concédenos, por su intercesión,
crecer siempre en ese mismo amor divino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que contigo y el Espíritu Santo vive y reina en unidad,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

INTENCION DEL CORAZON

Santo Evangelio según san Juan 2, 13-25. Domingo III de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido la gracia de que en esta Cuaresma pueda prepararme bien para vivir junto a ti, tu pasión, muerte y resurrección.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-25

Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; y a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre».

En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.

Después intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré». Replicaron los judíos: «Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este día la liturgia nos presenta el Evangelio en el que Jesús expulsa a los vendedores del templo, no queriendo que convirtieran la casa de su Padre en una cueva de ladrones. En los siguientes versículos vemos el diálogo que tiene con los judíos donde revela su pasión, muerte y resurrección. Y en la última parte del evangelio, vienen unas palabras en las que me quiero detener para meditar y prepararnos bien en esta Cuaresma.

«Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en Él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque Él sabía lo que hay en el hombre». «Pero Jesús no se fiaba de ellos.» ¿Por qué? Porque conocía las intenciones de sus corazones. Él sabía que no lo buscaban por quién era, sino por lo que hacía. No lo buscaban a Él por ser Dios, sino por las cosas que hacía.

Muchas veces en nuestra vida podemos caer en este error, buscar a Dios sólo por conveniencia y necesidad en momentos difíciles, pero cuando todo va bien no nos acordamos de Él. Buscar a Dios en todo momento, en las buenas y en las malas; y cada vez que nos acerquemos a Él preguntarnos: ¿Qué es lo que busco en Cristo? ¿Busco sólo lo que Dios me da o busco a Dios mismo? ¿Quiero lo que Dios quiere o lo que yo más quiero?

Ahora nos puede surgir esta pregunta: ¿Jesús se fía de mí? La respuesta es obvia, claro que se fía, tanto que decidió quedarse en la Eucaristía. Lo que Él busca de nosotros es que nuestras intenciones siempre sean buenas. Este tiempo de Cuaresma, es excelente para corregir las intenciones de mi corazón si están desviadas, pues mis intenciones siempre deben de ir al unísono de la voluntad de Dios.

«La Iglesia nos llama a tener y promover una vida litúrgica auténtica, a fin de que pueda haber sintonía entre lo que la liturgia celebra y lo que nosotros vivimos en nuestra existencia. Se trata de expresar en la vida lo que hemos recibido mediante la fe y lo que hemos celebrado. El discípulo de Jesús no va a la iglesia sólo para cumplir un precepto, para sentirse bien con un Dios que luego no tiene que “molestar” demasiado. “Pero yo, Señor, voy todos los domingos, cumplo…, tú no te metas en mi vida, no me molestes”. Esta es la actitud de muchos católicos, muchos. El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio».

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita al Santísimo, pidiéndole la gracia del pleno conocimiento de las intenciones de mi corazón.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Comerciantes tramposos: Dios les advierte

Urge la revisión de las prácticas comerciales, para tener una vida empresarial o profesional conforme a los mandamientos del Señor.

El profeta Amós escribió que el Señor ha jurado: “no olvidaré jamás ninguna de estas acciones”. ¿A qué acciones se refería? A las trampas en el comercio. Conforme al libro de este profeta, el Señor las aborrece, digo por esa frase tan lapidaria (Amós 8, 4-7).

Como si lo escribiera por estos años, las trampas señaladas no han cambiado entre los comerciantes tramposos, que abusan de su clientela. Lamentablemente, mientras que la corrupción en la administración pública escandaliza a prácticamente toda la gente, no sucede lo mismo con el comercio corrupto.

Amós hace referencia a los malos comerciantes que están esperando los momentos propicios para esquilmar a la gente, en especial a los pobres. Y los acusa de que “disminuyen las medidas (como los litros de 900 mililitros), aumentan los precios (la especulación injustificada, aprovechando el aumento de la demanda o la baja de la oferta de lo que sea), alteran las balanzas” (recuerden los kilos de 900 gramos y semejantes): y continúa con lo peor, que se da en nuestra realidad por comerciantes abusivos: “obligan a los pobres a venderse, por un par de sandalias los compran” (remember las tiendas de raya, que luego existen con simple endeudamiento impagable), y termina con “y hasta venden salvado como trigo” (uff, cuántos engaños hay en dar lo que se dice gato por liebre).

Lamentablemente, la sociedad ha tenido que irse organizando, con ayuda de autoridades, a protegerse de los abusos, mentiras y trampas de malos comerciantes. Una procuraduría de defensa del consumidor lamentablemente es indispensable, (con el nombre que sea). La denuncia pública sobre las transas comerciales, para advertir a otras personas se está volviendo común, como en redes sociales y también en medios formales de comunicación.

Tomemos un caso muy grave, y que combatido por autoridades y denunciado por la sociedad, sigue gozando de cabal salud. Es el fraude con medicamentos que no curan, o que ocasionan daños a veces irreparables o hasta de muerte. En la industria farmacéutica y su cadena de distribución hay mucho de bueno, de excelente, pero también mucho de malo, según el caso. Medicamentos cuya venta, por dañina, se prohíbe en algunos países, como en los Estados Unidos, se venden tranquilamente en otras naciones que aún no lo prohíben.

Las prácticas de cobros indebidos en prestación de servicios diversos y profesionales, violando contratos y leyes, no deja de existir. Desde cargos en cuenta de intereses no debitados, o servicios nunca prestados, hasta engaños en la medicina profesional o la abogacía, como ejemplos.

Es importante que la sociedad y el Estado se esfuercen en reducir estas prácticas que atentan contra la sociedad, y no quedarse en la lucha contra la corrupción en las acciones de gobierno. Pero más necesario es el hacer cada vez mayores esfuerzos por crear conciencia entre los comerciantes de que no pueden hacer trampas impunemente, al menos ante el Señor, conforme lo advierte sin rodeo alguno el profeta Amós.

Como en muchos otros campos del actuar humano, en el comercio hay mucha insensibilidad respecto a la indebida trampa para esquilmar de alguna manera, mucho o poco (a veces con muchísimos “pocos”) a la clientela. No se puede justificar el mal comercio con la boba excusa de que otros también lo hacen, excusa cómoda y popular.

Hay un campo nuevo de ética comercial no de los tiempos de Amós: la publicidad. En ella hay luego graves engaños a la sociedad, y que algunos inescrupulosos “creativos” publicitarios llaman mercadotecnia, pero que sólo son descaradas faltas de ética empresarial. Ardides directos, burdos, o expresiones e imágenes que llevan a error, pero que son sutilmente cuidadas para no violar leyes o reglamentos y evitar multas, pero con la intención de engañar al consumidor actual o potencial.

Urge la revisión de las prácticas comerciales, para tener una vida empresarial o profesional conforme a los mandamientos del Señor, como el de “no robarás”, pues el robar no es solamente apuntar con un arma o romper una cerradura para quedarse con lo ajeno. También es engañar en medidas, precios, balanzas, y el engaño en lo que se entrega (volvamos al gato por liebre) tal como señala Amós y que el Señor advierte por su profeta: “no olvidaré jamás ninguna de estas acciones”.

No se trata de evitar la trampa para no ser multado, clausurado o encarcelado, se trata de la salud del alma, que es lo que al Señor le importa.

La educación en la ética, y en especial en los mandamientos de la cultura judeo-cristiana, esa es la clave. Y muy importante es también la corrección fraterna, familiar, eclesial y hasta académica. “La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana”, ha dicho el Papa Francisco, en relación con el Evangelio de San Mateo (18), precisando que “corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor”.

El Papa: la paz es posible si nos reconocemos como hermanos

Desde la Tierra de Abraham, el Papa Francisco lanza un gran desafío a todo Iraq.

Este sábado, 6 de marzo, en la llanura de Ur, se llevó a cabo el Encuentro Interreligioso, en el marco del 33 Viaje Apostólico del Papa Francisco a Iraq. El Santo Padre viajó esta mañana a Ur de los Caldeos, en el sur de Irak, una ciudad que según la tradición es el lugar donde nació el patriarca Abraham. En esta ciudad y frente a la llamada casa de Abraham y el monumental Zigurat, un imponente santuario piramidal sumerio, el Papa Francisco aseguró que, "hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión".

Promover la fraternidad
Además, – en el informe se nuestro Director Editorial, Andrea Tornielli, que forma parte del séquito papal en Iraq – el Santo Padre pidió que, "se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa, que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el cielo para el que ha sido creado". Por ello, ha dicho el Pontífice, son las religiones las que tienen que exhortar con más fuerza "a los responsables de las naciones para que la creciente proliferación de armas ceda el paso a la distribución de alimentos para todos" y "dar voz al grito de los oprimidos y de los descartados del planeta; demasiados carecen de pan, medicinas, educación, derechos y dignidad".

La oración de los cinco dedos

Podríamos orar todos por cada uno

1. El dedo pulgar es el que está más cerca de tí. Así que comienza orando por aquéllos que están más unidos a tí. Son los más fáciles de recordar. Orar por los que amamos es "una dulce tarea."

2. El próximo dedo es el índice: Ora por los que enseñan, instruyen y curan. Ellos necesitan apoyo y sabiduría al conducir a otros por la dirección correcta. Manténlos en tus oraciones.

3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes, a los gobernantes, a quienes tienen autoridad. Ellos necesitan la dirección divina.

4. El próximo dedo es el del anillo. Sorprendentemente, éste es nuestro dedo más débil. El nos recuerda orar por los débiles, enfermos o atormentados por problemas. Ellos necesitan tus oraciones.

5. Y finalmente tenemos nuestro dedo pequeño, el más pequeño de todos. El meñique debería recordarte orar por tí mismo. Cuando hayas terminado de orar por los primeros cuatro grupos, tus propias necesidades aparecerán en una perspectiva correcta y estarás preparado para orar por tí mismo de una manera más efectiva.

Tener conciencia de nuestra debilidad

Tercer Domingo Cuaresma. ¿Por qué en el espíritu a veces nos sentimos tan fuertes, cuando realmente somos tan débiles?

Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

Creo que muchas veces nuestro problema de conversión del corazón, que nos lleva a una falta de identidad, no es otro sino esa especie como de ligereza, de superficialidad con la que, al ver las situaciones que estamos viviendo, pensamos que al fin y al cabo no pasa nada. Sin embargo, puediera ser que, cuando quisiéramos arreglar las cosas, ya no haya posibilidades de hacerlo.

Cuántas veces vivimos con una superficialidad que nos impide entrar en nuestro interior y darnos cuenta de la gravedad de algunos comportamientos, de algunas actitudes que estamos tomando, o darnos cuenta de la seriedad de algunos movimientos interiores que estamos consintiendo; con lo que nosotros estamos aceptando una forma de vida que puede llegar a apartarnos realmente de Dios, que pueden llegar a endurecer nuestro corazón e impedir que el corazón se convierta y llegue a darse a Dios nuestro Señor.

Cuántas veces este problema sucede en las almas, y cómo, cuando nosotros lo captamos, podríamos decir simplemente: “total es sin importancia, no pasa nada”. Sin embargo, es como si el soldado que estuviese vigilando en su puesto de guardia oyese un ruido y dijese: “no es nada.” Pero, ¿qué pasaría si detrás de ese ruido estuviese alguien?

Ahora bien, para vigilar, no basta no ser indiferentes. Para vigilar auténticamente, es muy importante que nos demos cuenta tanto de la profundidad como de la debilidad del alma. Tenemos que darnos cuenta de que no tenemos garantizada la vida. ¿Quién de nosotros puede poner una mano en el fuego por la propia seguridad, o por la propia salvación? San Pablo dice: “Quién está de pie, tenga cuidado, no sea que caiga”.

Tenemos que ser conscientes de que solamente un alma que se sabe herida, es un alma capaz verdaderamente de vigilar, porque entonces va a tener una especie como de instinto interior que le va a ir llevando a no dejar pasar las cosas sin revisarlas antes. Es como cuando estamos enfermos y no podemos tomar algún tipo de comida, antes de comer algo nos fijamos qué ingredientes tiene esa comida, no vaya a hacer que nos haga daño. ¿Por qué en el espíritu a veces nos sentimos tan fuertes, cuando realmente somos tan débiles?

Sin embargo, esa debilidad no nos debe llevar a una actitud de temor ante la vida, a una angustia interior insoportable. Porque si nos damos cuenta de que lo único que puede sostener nuestra vida, lo único que puede hacernos profundizar realmente en nuestra existencia no es otra cosa sino el amor de Dios, el anhelo de Dios, el deseo de Dios, eso mismo nos llevaría a una auténtica conversión del corazón, a un grandísimo amor a Él.

¿Hay en mi alma ese anhelo de Dios nuestro Señor? ¿Hay en mi alma ese ardiente fuego por amar a Dios, por hacer que Dios realmente sea lo primero en mi vida? Éste es el camino de conversión, es la forma de ver el camino de la salvación. No nos quedemos simplemente en los comportamientos externos.
La Cuaresma, más que un comportamiento externo, tiene que ser un llegar al fondo de nosotros mismos; la mortificación corporal debe dar frutos espirituales.
Vamos a pedirle a Jesucristo en la Eucaristía, que así como Él se nos da en ese don, nos conceda poseer una gran profundidad en nuestra vida para poder tener conciencia de nuestra debilidad, y, sobre todo, nos conceda un gran anhelo de vivir a su lado, porque si algún día en ese camino de conversión del corazón, por ligereza o por superficialidad, caemos, si tenemos el anhelo de amar a Dios, tenemos la certeza de que tarde o temprano, de una forma u otra, acabaremos amando.

Con María, caminando la Cuaresma...

María, muchas veces me quedo atrapada en mis miedos, mis dudas, mis ignorancias, pero me consuela saber que siempre encontraré tu mano.

Convertios, y creed en el Evangelio... repetirá una y otra vez, el sacerdote en la imposición de las cenizas. Convertios.

- Pero ¿No se supone, Madre querida, que ya estamos convertidos? Digo, estamos aquí, en misa, creemos en tu Hijo, ¿Por qué nos dice esto?.

Miro tu imagen, tu conocida y querida imagen, Señora de Luján, y te pido disculpas por mi ignorancia, pero mi amor a tu Hijo necesita respuestas....

- Hija querida, puedes preguntarme todo, todo lo que no comprendas, porque cada pregunta tuya, cada búsqueda de la verdad es una caricia a mi corazón entristecido. Y nada me hace más feliz que contestarte, mostrarte los caminos a mi Hijo, tomarte de la mano y llevarte a Él, pues muchas veces veo que no te atreves a caminar sola..

Es cierto, María, muchas veces me quedo atrapada en mis miedos, mis dudas, mis ignorancias, pero me consuela saber que puedo extender mi mano en la plenísima seguridad de que siempre hallare la tuya.

-Para aclarar tu duda te digo que ese “Convertios” que tanto te descoloca es como una puerta para comenzar a caminar tu cuaresma...

- ¿Mi Cuaresma, Señora?

- Sí, tu Cuaresma... como te hable un día de tu propio camino hacia la Navidad, debo hablarte ahora de tu propio camino de Cuaresma....

- Explícame, Señora

Me quedo mirando tu imagen fijamente, me abrazas el alma y me llevas de la mano a los lejanos parajes de Tierra Santa...

Era invierno (Jn 10,22). El viento helado cala hasta los huesos, caminamos entre la gente y te sigo, sin saber adónde. De repente nos encontramos frente a las escalinatas del Templo de Jerusalén. Allí  Jesús se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver como la gente echaba dinero para el tesoro (Mc 12,41) Nos vamos acercando lentamente, yo temo de que alguien advierta mi presencia...

No temas, nadie puede verte, solo Jesús y yo...-Recuerdo muchas veces en que creí que nadie podía verme, y siento vergüenza por todos mis pecados escondidos....

- Señora ¿qué hacemos aquí?.

Quiero que comiences a caminar tu cuaresma, y que la vivas tan plenamente como te sea posible.

- Supongo que eso será muy bueno para mí.

No sólo para ti . Verás, si todo el dolor de esta cuaresma de tu vida, lo depositas en mi corazón, si vives tu tristeza, tu angustia y tu soledad como un compartir la tristeza y soledad de mi Hijo, entonces, querida mía, no sólo será beneficioso para tu alma, sino que yo lo multiplicaré para otras almas....

Asombro, esa es la palabra que podría definir todos mis encuentros contigo... asombro; ante la magnitud de tu amor, ante la magnitud de la misericordia tuya y de tu Hijo... Asombro y alegría... una dulcísima alegría de saberme tan amada.

- Mira, hija, el rostro de Jesús....

Contemplo el amadísimo rostro. Su mirada está serena, aunque inmensamente triste.

- ¿Por qué esta triste el Maestro, Madre?

Pregúntaselo hija, vamos anda....

Confieso que me tiemblan las piernas y el corazón amenaza con salir de mi pecho pero, increíblemente, una serena paz me inunda el alma....

- Señor- y no encuentro palabras. Sí, todas las palabras que transito diariamente y cuyos rostros y voluntades creo conocer, todas las palabras con la que he justificado mis olvidos, parecen desvanecerse antes de que pueda atraparlas. Vuelan, como pájaros espantados, no se sienten dignas, comprendo entonces que sólo el amor es digno. Por fin, atrapo las más puras...

- Señor, déjame compartir tu tristeza...

Oh, Señora mía, tu Hijo vuelve sus ojos mansos hacia mí y su mano se apoya en mi hombro.... mi alma se estremece ¿Quién soy yo, para merecer tal detalle de amor?

-¿Por qué me pides eso?

- Porque te amo, y no tengo nada digno para darte que te alivie-mi voz es apenas un susurro- Porque me amas y sé que estás pasando todo esto para que yo tenga vida eterna. Tú nos pides que carguemos la cruz y te sigamos, Maestro.. pero yo...¡yo no sé como se hace eso!- Y me deshago en llanto, y me siento pequeña, insignificante, tan pecadora e indigna que quisiera salir corriendo ...pero ¿Adónde? Adonde iré, Señor mío, si sólo tú tienes palabras de vida eterna.

- Hermanita del alma-y tu voz mansa calma y disipa mis tempestades -si quieres seguirme, niégate a ti misma, carga con tu cruz de cada día y sígueme.

Jesús me mira y su mirada traspasa todas las corazas con las que intento cada día disfrazar mi corazón. Quisiera que viese el paisaje que Él espera, no el que mi tibieza y olvidos construyeron neciamente. Pero ya es tarde para pretender eso.. o no. Tu misericordia, Señor, es un torrente inagotable que puede sanar el corazón más destruido, el más olvidado, el más solitario.

Unos hombres se acercan. Probablemente sus apóstoles. Jesús se retira y María, que está a pocos pasos escuchando cada palabra, se acerca a mí. Tomándome por los hombros, me lleva a las afueras de la ciudad. Allí, en un reparo tibio doy rienda suelta a mi llanto....

Ella nada dice, sólo me mira con infinita ternura.

- Ay, Madre, Madre, ¡Cómo puedo ser tan torpe!. El Maestro es tan sencillo y claro para hablarme, que se supone debo entender ¡Pero no, no entiendo! ¡No sé como llevar a mi vida de cada día sus preciosísimos consejos! ¡Ayúdame, por piedad!..

Colocas delicadamente mi cabeza en tu hombro...¡Qué remanso para mi alma dolorida!...

- Hija, intentaré explicarte más detalladamente, no sólo para que comprendas sino para que te determines a caminar .

- Te escucho, Madre, mi corazón tiene tanta sed de tus palabras.

Bien, comenzaremos por lo primero que te dijo Jesús: “¿Por qué me pides eso?”. Él sabe que tú no le pedirías caminos si no fuese que el Espíritu te ha creado esa necesidad. Tú no amaste a Jesús y Él te escuchó, sino que Él te amó primero. ¿Comprendes la diferencia?. Que tú le busques, le necesites, es una clara señal de que Él te ama. Luego te dijo las condiciones para seguirlo. Veamos esto parte por partes: ”Si quieres seguirme”. No se trata de que te acerques por interés de conseguir algo que deseas, porque te sientes sola y no encuentras nada mejor o porque se supone que debes hacerlo. Nada de eso. Se trata de que “quieras” y ese querer parte de una gracia del Espíritu que tu corazón escucha y acepta. Luego te dijo: “Niégate a ti misma”. Allí te esta pidiendo que cultives, en lo más profundo de ti, la humildad y que la dejes crecer sin ahogarla con tu orgullo y vanidad.

- Para ello necesitaré mucho oración, supongo...

Por cierto. Oración, pero oración que no es mera repetición de palabras. Puedes comenzar analizando tu actitud en la oración. ¿Cómo rezas? ¿Como el fariseo?. “Te doy gracias porque no soy como los demás”, creyendo que tu fe es mejor o mas valiosa a los ojos de Dios que la de una simple mujer que reza cada día el rosario en la soledad de la parroquia, con una voluntad y constancia que tú no posees. Hija, intenta rezar como el publicano, que se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo: “Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador”. Renunciar a la tentación del aplauso, del halago. Renunciar a la vanidad de sentirse mejor que otros es difícil hija, mas no imposible. Cuando lo logras, las alas de tu alma se despliegan en vuelo límpido hacia cielos más altos.

- Madre, madre... cuánto he lastimado el Sagrado Corazón de tu Hijo, cuánto necesito de su misericordia. Continúa, que en este punto ya no quiero el retorno...

- “Toma tu cruz y sígueme”. Así, tal cual, hija. “Tu” cruz, no la ajena, no la que te gustaría, sino la tuya, la conocida, la que crees no merecer y que, sin embargo, te lleva a la eternidad. ”Sígueme” pero ¿Cómo piensas seguirle? ¿Rezongando y protestando por el peso de tu cruz, quejándote de que otros tienen cruces más livianas? ¡Cómo si pudieras tú ver el corazón sangrante o el alma doliente de tu hermano! ¿Le seguirás arrastrando la cruz para que deje marcas en la arena buscando la compasión de los demás?... Hija, debes abrazar tu cruz y amarla...

- ¿Cómo se ama la cruz, Señora?

Se ama en aquél que te lastima con su indiferencia, en el que no te escucha, en la que te difama. Se ama construyendo cada día en tu familia aunque sientas que predicas en el desierto. Se ama sembrando, aunque sientas que el viento de la indiferencia arrastra la semilla. Tú nunca sabes si alguna quedó plantada y la misericordia de Dios hará que dé fruto, a su tiempo, cuando menos lo esperes. No temas la dureza del tiempo de siembra, piensa en la alegría de la cosecha... que llega, hija, llega, siempre.

Tu voz dulce, segura y pura riega la aridez de mi alma, abre puertas cerradas por tanto tiempo y el sol de la luz de Cristo entra a raudales en los más recónditos espacios de mi interior. Caminar la cuaresma, vencerme, cargar la cruz.¿Podré?¿Cuánto tiempo durará en mí este deseo de caminar tras Jesús?

- Tanto tiempo como lo alimentes. La Eucaristía, Jesús mismo, te dará la fuerza, la constancia, la paz. Y yo estaré siempre contigo, para secar tu frente, para enjugar tus lágrimas, aún cuando no me veas, aún cuando me creas lejos. Siempre.

Cae la tarde y el sol se esconde en el horizonte mientras yo me escondo en tu pecho en apretado abrazo. Cuando abro los ojos el sacerdote está por comenzar la ofrenda del pan y del vino. Miro tu imagen. Me sonríes desde ella. Un viento fresco entra por la ventana, el sol se termina de esconder en el horizonte y, por un exquisito regalo tuyo, siento que me continúas abrazando. Siempre.

Amigo que lees estas líneas. No temas recorrer tu propia Cuaresma, no reniegues de tu cruz. Cuando sientas que caes bajo su peso, levanta los ojos y verás la mano de tu madre, extendida. No le reproches nada, sólo tómala, y veras que tus heridas cicatrizan en medio del mas profundo amor.

NOTA:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

Profanación

Meditación al Evangelio 7 de marzo de 2021

La religión del mercado

A pesar de todo el desconcierto económico y la crisis provocada por la pandemia, seguimos en la época del “mercado total” y cada quien busca su propia ganancia. Estamos en un ambiente en el cual lo decisivo es ganar, adquirir prestigio y bienestar, acumular bienes. Parece como una nueva religión con su propio credo y sus mandamientos, con sus adoradores y sus sacrificios, con sus templos y sus ritos, con sus promesas de felicidad plena. Ha convertido el mercado en una religión y con frecuencia ha convertido las religiones en un mercado, donde se vende, se compra, se engaña, se gana y se pierde. Vivimos en una civilización que tiene como centro de pensamiento y criterio de actuación, el anhelo de ganar y tener dinero. El refrán gringo “el tiempo es oro”, se ha metido, primero disimuladamente y después descaradamente, en nuestro corazón, hasta pervertir el sentido de la vida, del tiempo, de la persona; para tasarlo todo en signos monetarios. Por el dinero se es capaz de sacrificios, de renuncias, de cambio de criterios. Y se profana lo más sagrado: el “templo de Dios” que es cada persona. Y así vemos las personas reducidas a mercancía, a votos, a piezas de mercado y a números que ocultan el verdadero rostro de Cristo vivo que está sufriendo.

Destrucción de templos

Se olvida que la persona es el templo de Dios y se le compra y se le vende; hay mercaderes de niños y mercaderes de sexo; hay quien negocia con la vida, con los órganos humanos, con los sueños y los anhelos más profundos, con las vacunas. Se presentan traficantes de droga que matan el alma y el cuerpo, que negocian con las armas y con las almas, que destruyen pueblos y asesinan familias en su loca ambición de más y más dinero. Se medra con el hambre y la sed, con las  necesidades elementales de la persona. Se obtienen ganancias asesinando a inocentes y se destruyen los templos inocentes que apenas inician la vida en el vientre de su madre. Todo se hace en aras de un nuevo dios llamado dinero, dólar o euro. Y esto no es lejos, es en nuestras familias, con los sencillos, con los gobernantes, entre amigos, entre conocidos, en el mismo hogar, templo sagrado de la familia y de la vida. Así se profana el templo material, pero se profana sobre todo el sagrado templo y recinto de Dios que es cada persona. Cuando se profana cualquier persona, se atenta contra el mismo Dios.

La ira de Jesús

Pocas veces encontramos tan enojado e iracundo a Jesús. Algunos hasta les parece una escena que deberíamos quitar del evangelio para no escandalizar… pero, quizás debamos pensar al contrario y mirar si hoy Jesús también tendría que tomar su látigo y arrojar lejos a todos los que profanan y destruyen sus templos sagrados. No estamos acostumbrados a una imagen violenta de un Mesías golpeando a la gente con un azote en las manos, sin embargo, esta es la reacción de Jesús cuando hacemos de su casa no un lugar de oración y encuentro, sino un mercado donde se manipula lo sagrado y no se respeta lo divino. Y, sobre todo, esta es la reacción de Jesús cuando se pervierte y manipula mercantilmente la dignidad de la persona, cuando se le ve con signo de pesos, cuando se le convierte en un objeto más de negociación.

Un programa y una pregunta

Juan coloca esta expulsión de los mercaderes del templo al inicio de su Evangelio, como para presentarnos, desde el comienzo, el programa de Jesús: se inaugura un nuevo tiempo y un nuevo templo. Se adorará al Señor en un nuevo espíritu y con un nuevo corazón. Cristo mismo dice que es él es el templo que destruirán y que resucitará al tercer día. Y realmente ahora nos da la oportunidad de revisar a fondo nuestra vida y nuestro programa. Tendremos que ver si  el interior de cada uno de nosotros se ha convertido en un santuario para Dios, donde se adora en justicia y en verdad, donde los valores son su amor y su misericordia, donde se acoge al hermano para compartir y servir. Es una invitación sería de Jesús, devorado por el celo de la Casa de su Padre, que nos exige respeto para su templo material y dignidad para el sagrado templo que es cada persona y que también somos cada uno de nosotros. 

Reflexión profunda la de este día: ¿En qué basamos nuestra propia dignidad? ¿No nos hemos pervertido y corrompido por el dinero y la ambición? ¿Miramos a los hermanos como templos de Dios o nos hemos convertido en ladrones de su dignidad? ¿Qué nos dice hoy Jesús en nuestra manera de vivir y de relacionarnos con Dios y los demás? ¿Asistimos a las celebraciones para encontrarnos con el Padre y los hermanos, o sólo por ritualismo y costumbre?

Gracias, Padre Bueno, por hacer de nuestra humilde persona un templo que se llena de tu presencia, concédenos sabiduría y amor para respetar y valorar cada templo viviente y hacer de tu casa un lugar de oración, de encuentro y de armonía. Amén

El Papa en Mosul, destruida por el ISIS: La fraternidad es más fuerte

Photo by Vincenzo PINTO / AFP

07/03/21

El Papa presidió emotiva oración por las víctimas de la guerra en Hosh al-Bieaa (plaza de la Iglesia) en Mosul, Irak.

Haga click aquí para abrir el carrusel fotográfico

«Hoy, a pesar de todo, reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra«. Lo dijo el Papa Francisco durante la oración por las víctimas de la guerra en Mosul, Irak, este domingo, 7 de marzo.

El escenario de evento ha sido la plaza de las cuatro iglesias (sirio-católica, armenio-ortodoxa, sirio-ortodoxa y caldea), visiblemente destruidas entre 2014 y 2017 por los atentados terroristas y el odio fundamentalista.

«Hoy elevamos nuestras voces en oración a Dios omnipotente por todas las víctimas de la guerra y de los conflictos armados» afirmó el Papa.

Edificios destruidos, niños con banderas, alegría y cantos. El Papa se conmovió en Mosul, la «ciudad de los profetas», ocupada durante tres años por las tropas del autoproclamado Estado Islámico. La ciudad se llama así por la presencia de las tumbas de cinco profetas musulmanes

Se calcula que medio millón de personas, entre ellas más de 120.000 cristianos, han huido de Mosul, que tenía una población de 1.846.500 habitantes en 2004.

Antes de rezar por todas las víctimas de la guerra en Irak y en todo el Oriente Medio, El Papa compartió palabras emblemáticas:

Si Dios es el Dios de la vida —y lo es— a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre.Si Dios es el Dios de la paz —y lo es— a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre.Y si Dios es el Dios del amor —y lo es— a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos.

Testimonios conmovedores

Francisco escuchó conmovido el testimonio de padre Raid Adel Kallo quien estuvo exiliado luego de la persecución del ISIS y, al volver a la ciudad, encontró solidaridad y respeto para volver a comenzar.

«Salí de la ciudad el 10 de junio de 2014 con una parroquia de 500 familias cristianas; la mayoría ha emigrado al extranjero, el resto tiene miedo de volver. Los cristianos aquí no son más de 70 familias, pero yo vivo hoy donde hay dos millones de musulmanes que me llaman Padre Raid, vivo mi misión con ellos, trabajo con el Comité de la Familia de Mosul para promover la misión de la coexistencia pacífica».

El Papa se mostró dolido «por el desplazamiento forzoso de muchas familias cristianas que tuvieron que abandonar sus casas».

«La trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás».

En este contexto, el Pontífice invitó a elevar a Dios una oración por todas las víctimas de la guerra y de los conflictos armados.

«Es cruel que este país, cuna de la civilización, haya sido golpeado por una tempestad tan inhumana, con antiguos lugares de culto destruidos y miles y miles de personas —musulmanes, cristianos, yazidíes,que han sido aniquilados cruelmente por el terrorismo, y otros— desalojadas por la fuerza o asesinadas.»

Photo by Vincenzo PINTO / AFP

La voz penitente del Papa

El Papa se dirigió a «Dios altísimo, Señor del tiempo y de la historia», con voz penitente: «Nos hemos cerrado en nosotros mismos y en nuestros intereses particulares, e indiferentes a Ti y a los demás, hemos atrancado las puertas a la paz«.

Rememoró el horror de la llanura de Nínive: «Así se repitió lo que el profeta Jonás oyó decir de Nínive: la maldad de los hombres subió hasta el cielo (cf. Jon 1,2)». Tierra donde «subió una vez más el grito de sangre inocente (cf. Gn 4,10)».

La histórica Oración del Papa: 

Kyrie eleison, Kyrie eleison, Kyrie eleison.[silencio] Señor Dios nuestro, en esta ciudad dos símbolos dan testimonio del deseo constante de la humanidad de acercarse a Ti: la mezquita Al Nuri con su alminar Al Hadba y la iglesia de Nuestra Señora de la Hora, con un reloj que desde hace más de cien años recuerda a los transeúntes que la vida es breve y el tiempo precioso. Enséñanos a comprender que Tú nos has confiado tu designio de amor, de paz y de reconciliación para que lo llevemos a cabo en el tiempo, en el breve desarrollo de nuestra vida terrena. Haznos comprender que sólo poniéndolo en práctica sin demoras esta ciudad y este país se podrán reconstruir, y se lograría sanar los corazones destrozados de dolor. Ayúdanos a no emplear el tiempo al servicio de nuestros intereses egoístas, personales o de grupo, sino al servicio de tu designio de amor. Y cuando nos desviemos del camino, haz que podamos escuchar las voces de los verdaderos hombres de Dios y recapacitar durante un tiempo, para que la destrucción y la muerte no nos arruinen de nuevo. Te confiamos a aquellos cuya vida terrena se ha visto abreviada por la mano violenta de sus hermanosy te suplicamos también por los que han lastimado a sus hermanos y a sus hermanas; que se arrepientan, alcanzados por la fuerza de tu misericordia.Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis. Requiescant in pace. Amen.

Mensajero de paz

Photo by Vincenzo PINTO / AFP

Al final del momento de oración, tras el descubrimiento de una placa conmemorativa de la visita, seguido del vuelo de una paloma blanca y tras la bendición final, el Francisco, antes de abandonar la plaza, saludó a algunas personalidades religiosas y civiles.

Las palabras inscritas en la placa conmemorativa de la visita del Papa a Mosul son significativas:

“¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!” (RM, 10:15).Domingo, 7 de marzo de 2021. En recuerdo de la visita de Su Santidad, el Papa Francisco, mensajero de la paz y del amor fraterno, en la ciudad de Mosul y la llanura de Nínive. En este lugar, que los cristianos han tenido que abandonar obligatoriamente (2003-2017), el Papa rezó por la difusión de la paz y la justicia, la convivencia pacífica y la fraternidad entre los hombres».

La destrucción de Mosul

Photo by Vincenzo PINTO / AFP

El Papa acompañado por el Arzobispo de Mosul y Aqra de los Caldeos, monseñor Najeeb Michaeel, O.P., visitó el centro de Hosh-al-Bieaa.

Francisco lució silencioso en un carrito para el golf. Cerraba los ojos y rezaba, mientras atravesaba el centro sometido a una devastación sistemática.

En junio de 2017, el autodenominado Estado Islámico, cercado por las fuerzas gubernamentales, y con sólo el control de la ciudad vieja, destruyó varios lugares sagrados. Hoy el Papa rezó entre esas ruinas. En julio de 2017, tras nueve meses de combates, Mosul fue liberada.

Luego se trasladó en auto blindado a la zona de despegue y, tras despedirse del arzobispo de Mosul y de Aqra de los caldeos y del gobernador de Mosul, tomó un helicóptero para ir a Qaraqosh.

Galería fotográfica

Preces

Jesús expulsó el mercado del Templo. Necesitados de purificación, le decimos:

R/M Señor, ten piedad de nosotros.

Protege a los ministros de la Iglesia,

– líbralos de las tentaciones del poder, la riqueza y la comodidad.MR/

Ayúdanos para que podamos adorarte en espíritu y verdad,

– que nuestras prácticas religiosas nos hagan crecer en tu amor.MR/

Bendice a quienes con su trabajo contribuyen a la limpieza y conservación de los templos,

– que experimenten la alegría de propiciar un lugar adecuado para la oración y el culto.MR/

Que la celebración de este domingo nos ayude a vivir intensamente la Cuaresma,

– y nos impulse a querer mejor a nuestro prójimo.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia. Por nuestro Señor Jesucristo.

Texto completo de la Homilía del Papa Francisco en la Catedral caldea de Bagdad

La Palabra de Dios nos habla hoy de sabiduría, testimonio y promesas. La sabiduría ha sido cultivada en estas tierras desde la antigüedad. Su búsqueda ha fascinado al hombre desde siempre; sin embargo, a menudo quien posee más medios puede adquirir más conocimientos y tener más oportunidades, mientras que el que tiene menos queda relegado.

Se trata de una desigualdad inaceptable, que hoy se ha ampliado. Pero el Libro de la Sabiduría nos sorprende cambiando la perspectiva. Dice que «el que es pequeño será perdonado por misericordia, pero los poderosos serán examinados con rigor» (Sb 6,6). Para el mundo, quien posee poco es descartado y quien tiene más es privilegiado. Pero para Dios, no; quien tiene más, quien tiene poder es sometido a un examen riguroso, mientras que los últimos son los privilegiados de Dios.

Jesús, la Sabiduría en persona, completa este vuelco en el Evangelio, no en cualquier momento, sino al principio del primer discurso, con las Bienaventuranzas. El cambio es total. Los pobres, los que lloran, los perseguidos son llamados bienaventurados. ¿Cómo es posible? Bienaventurados, para el mundo, son los ricos, los poderosos, los famosos. Vale quien tiene, quien puede y quien cuenta. Pero no para Dios.

Para Él no es más grande el que tiene más, sino el que es pobre de espíritu; no el que domina a los demás, sino el que es manso con todos; no el que es aclamado por las multitudes, sino el que es misericordioso con su hermano. A este punto nos puede venir la duda: Si vivo como pide Jesús, ¿qué gano? ¿No corro el riesgo de que los demás me pisoteen? ¿Vale la pena la propuesta de Jesús? ¿O es perdedora? No es perdedora, sino sabia.

La propuesta de Jesús es sabia porque el amor, que es el corazón de las bienaventuranzas, aunque parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence. En la cruz demostró ser más fuerte que el pecado, en el sepulcro venció a la muerte. Es el mismo amor que hizo que los mártires salieran victoriosos de las pruebas, ¡y cuántos hubo en el último siglo, más que en los anteriores!

El amor es nuestra fuerza, la fuerza de tantos hermanos y hermanas que aquí también han sufrido prejuicios y ofensas, maltratos y persecuciones por el nombre de Jesús. Pero mientras el poder, la gloria y la vanidad del mundo pasan, el amor permanece, como nos dijo el apóstol Pablo, «no pasa nunca» (1 Co 13,8). Vivir las bienaventuranzas, pues, es hacer eterno lo que pasa. Es traer el cielo a la tierra.

Pero, ¿cómo practicamos las bienaventuranzas? Estas no nos piden que hagamos cosas extraordinarias, que realicemos acciones que están por encima de nuestras capacidades. Nos piden un testimonio cotidiano. Bienaventurado es el que vive con mansedumbre, el que practica la misericordia allí donde se encuentra, el que mantiene puro su corazón allí donde vive. Para convertirse en bienaventurado no es necesario ser un héroe de vez en cuando, sino un testigo todos los días.

El testimonio es el camino para encarnar la sabiduría de Jesús. Así es como se cambia el mundo, no con el poder o con la fuerza, sino con las bienaventuranzas. Porque así lo hizo Jesús, viviendo hasta el final lo que había dicho al principio. Se trata de dar testimonio del amor de Jesús, aquella misma caridad que san Pablo describe de manera tan hermosa en la segunda lectura de hoy. Veamos cómo la presenta.

Primero dice que la caridad «es magnánima» (v. 4). No nos esperábamos este adjetivo. El amor parece sinónimo de bondad, de generosidad, de buenas obras, pero Pablo dice que la caridad es ante todo magnánima. Es una palabra que, en la Biblia, habla de la paciencia de Dios.

A lo largo de la historia el hombre ha seguido traicionando la alianza con Él, cayendo en los pecados de siempre y el Señor, en lugar de cansarse y marcharse, siempre ha permanecido fiel, ha perdonado, ha comenzado de nuevo.

La paciencia para comenzar de nuevo es la primera característica del amor, porque el amor no se indigna, sino que siempre vuelve a empezar. No se entristece, sino que da nuevas fuerzas; no se desanima, sino que sigue siendo creativo. Ante el mal no se rinde, no se resigna.

Quien ama no se encierra en sí mismo cuando las cosas van mal, sino que responde al mal con el bien, recordando la sabiduría victoriosa de la cruz. El testigo de Dios actúa así, no es pasivo, ni fatalista, no vive a merced de las circunstancias, del instinto y del momento, sino que está siempre esperanzado, porque está cimentado en el amor que «siempre disculpa y confía, siempre espera y soporta» (v. 7).

Podemos preguntarnos: ¿Y yo cómo reacciono ante las situaciones que no van bien? Ante la adversidad hay siempre dos tentaciones. La primera es la huida. Escapar, dar la espalda, no querer saber más. La segunda es reaccionar con rabia, con la fuerza.

Es lo que les ocurrió a los discípulos en Getsemaní; en su desconcierto, muchos huyeron y Pedro tomó la espada. Pero ni la huida ni la espada resolvieron nada. Jesús, en cambio, cambió la historia. ¿Cómo? Con la humilde fuerza del amor, con su testimonio paciente. Esto es lo que estamos llamados a hacer; es así como Dios cumple sus promesas.

Promesas. La sabiduría de Jesús, que se encarna en las bienaventuranzas, exige el testimonio y ofrece la recompensa, contenida en las promesas divinas. De hecho, vemos que a cada bienaventuranza sigue una promesa. Quien la vive poseerá el reino de los cielos, será consolado, será saciado, verá a Dios (cf. Mt 5,3-12).

Las promesas de Dios garantizan una alegría sin igual y no defraudan. Pero, ¿cómo se cumplen? A través de nuestras debilidades. Dios hace bienaventurados a los que recorren el camino de su pobreza interior hasta el final. Este es el camino, no hay otro.

Fijémonos en el patriarca Abraham. Dios le promete una gran descendencia, pero él y Sara son ancianos y no tienen hijos. Y es precisamente en su vejez paciente y confiada cuando Dios obra maravillas y les da un hijo. Veamos a Moisés. Dios le promete que liberará al pueblo de la esclavitud y por eso le pide que hable con el faraón. Moisés le dice que no es capaz de hablar, porque es tartamudo; sin embargo, Dios cumplirá la promesa a través de sus palabras.

Fijémonos en la Virgen que, según lo establecido en la ley, no puede tener hijos, y es llamada a ser madre. Y veamos a Pedro, que niega al Señor, y Jesús lo llama para que confirme a sus hermanos. Queridos hermanos y hermanas, a veces podemos sentirnos incapaces, inútiles. Pero no hagamos caso, porque Dios quiere hacer maravillas precisamente a través de nuestras debilidades.

A Él le encanta comportarse así, y esta tarde, ocho veces nos ha dicho ţūb'ā [bienaventurados], para hacernos entender que con Él lo somos realmente. Claro, pasamos por pruebas, caemos a menudo, pero no debemos olvidar que, con Jesús, somos bienaventurados. Todo lo que el mundo nos quita no es nada comparado con el amor tierno y paciente con que el Señor cumple sus promesas.

Querida hermana, querido hermano: Tal vez miras tus manos y te parecen vacías, quizás la desconfianza se insinúa en tu corazón y no te sientes recompensado por la vida. Si te sientes así, no temas; las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido.

El Señor te promete que tu nombre está escrito en su corazón, en el cielo. Y hoy le doy gracias con ustedes y por ustedes, porque aquí, donde en tiempos remotos surgió la sabiduría, en los tiempos actuales han aparecido muchos testigos, que las crónicas a menudo pasan por alto, y que sin embargo son preciosos a los ojos de Dios; testigos que, viviendo las bienaventuranzas, ayudan a Dios a cumplir sus promesas de paz.

PAXTV.ORG