Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra

Juan de Dios, Santo

Memoria Litúrgica, 8 de marzo

Religioso

Martirologio Romano: San Juan de Dios, religioso, nacido en Portugal, que, después de una vida llena de peligros en la milicia humana, prestó ayuda con constante caridad a los necesitados y enfermos en un hospital fundado por él, y se asoció a compañeros con los que constituyó después la Orden Hospitalaria San Juan de Dios. En este día, en la ciudad de Granada, en España, pasó al eterno descanso. ( 1550)

Fecha de canonización: 16 de octubre de 1690 durante el pontificado de Alejandro VIII

Breve Biografía

"En el año de 1538, reinando en españa el Emperador Carlos V, y siendo Arzobispo de la Ciudad de Granada don Gaspar de Avalos... que alcanzó felicidad en sus tiempos, de florecer en su obispado hombres señalados en santidad y virtud; entre los cuales fue unop, pobre, bajo y desechado en los ojos de los hombres, pero muy conocido y estimado en los de Dios, pues mereció llamarse en apellido Juan de Dios”.

Se trata de Juan Ciudad Duarte, un hombre nacido año 1495 en el pueblo portugués de Montemor o Novo, del obispado de Évora, Portugal y que muere en Granada, España, el año 1550 a la edad de 55 años, siendo considerado uno de los tesoros de la ciudad. Para todos es conocido como "el santo". El apellido de Dios le vino impuesto por un Obispo conocedor de su obra a favor de los pobres y enfermos. No cabe mayor honor que apellidarse de Dios y nada refleja mejor el modo de hacer de este hombre.

Aparece a la edad de ocho años en el pueblo toledano de Oropesa. En las biografías de Juan de Dios, hay las grandes lagunas y muchos interrogantes, algunos todavía no resueltos, en relación a su ascendencia, pueblo, familia, vida, hasta bien entrado en años... La tradición habla que vino con un clérigo que pasó por su casa y es acogido en la de Francisco Cid Mayoral donde vivió mucho tiempo, casi la friolera de 29 años en dos ocasiones diferentes.

Siendo mancebo de veintidós años le dio voluntad de irse a la guerra" luchando en la compañía del Conde de Oropesa, al servicio del Emperador Carlos V que fue en socorro de la plaza de Fuenterrabía atacada por el Rey Francisco I de Francia. La experiencia no puede ser más desastrosa, está a punto de ser ahorcado y regresa de nuevo a Oropesa hasta que es solicitado para defender Viena, en un momento de amenaza por parte de los turcos.

Después de estas experiencias guerreras vuelve al oficio de pastor, leñador para ganarse el sustento, albañil en la construcción de las murallas de Ceuta y finalmente, inicia en Gibraltar el oficio de librero, que ejerce en Granada de forma estable en un puesto de la calle Elvira, hasta su conversión.

En Granada comienza la ve Juan de Dios, cuando más asentado y cuando al parecer, había terminado su “andadura” española y europea. Juan había caminado tanto en bucsa de una cita que por fin acontece el año 1539, fiesta de S. Sebastián en el Campo de los Mártires, a la vera de la Alhambra. Ese día un predicador de fama, S. Juan de Ávila es el encargado del sermón. No sabemos qué munición usó el "maestro Ávila", el caso es que el corazón de Juan de Dios quedó tocado, sus palabras "se le fijaron en las entrañas" y "fueron a él eficaces", dice su biógrafo Castro. Juan parece haberse vuelto loco y grita, se revuelca clamando "misericordia". Se produce un total despojo de sus pocos haberes, hasta de sus vestidos...

El pueblo se divide: unos dicen que era loco y otros que no era sino santo y que aquella obra era de Dios. Aquello era ni más ni menos que la cita con Dios.

No es un asunto fácil. Desde ahora comienza una nueva aventura totalmente inédita en la vida de Juan. Después de la experiencia espectacular de su conversión tiene que entrar en contacto con los pobres más marginados de siempre, los enfermos mentales. “Dos hombres honrados compadecidos tomaron de la mano a Juan y lo llevaron... ¿Dónde? Al manicomio. Un ala del Hospital Real de Granada estaba ocupada por los locos. Allí, siente en sus carnes el duro tratamiento que se da a estos enfermos en su propia carne y se rebela de ver sufrir a sus hermanos. De esta experiencia surge la conversión a los hombres, que ya serán para Juan, "hermanos". "Jesucristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo".

El corazón herido, cogido por el amor desbordante de Dios no le dejará en paz hasta el último momento en que muere de rodillas. En el año 1539, de acuerdo con san Juan de Avila, es huésped en Guadalupe donde se prepara en las artes médicas, y en 1540 inicia su primera obra, un pequeño hospital en la calle de Lucena, "tanta gente acudía por la fama de Juan y por su mucha caridad que los amigos le compraron una casa para hospital en la cuesta Gomérez”.

La fama de Juan es grande en Granada: acoge a todos los pobres inválidos que encuentra, a los niños huérfanos y abandonados, visita y rehabilita a muchas mujeres prostitutas, y todo sin renta fija, salvo la limosna en la cuál es verdadero maestro, "¿quién se hace bien a si mismo dando a los pobres de Cristo?" -sería su lema cotidiano. El corazón encendido de Juan, contrasta con el fuego del Hospital Real en llamas el día 3 de julio de 1549. Allí acude como toda la ciudad, pero no para lamentarse, sino para remangarse y entrar y sacar los enfermos saliendo sano y salvo. Desde ese momento, Juan adquiere la categoría de santo y su fama llega a todos los que pudieran tener alguna duda de su pasado en la zona de los enfermos mentales. En el mes de enero de 1550, tratando de salvar a un joven que se estaba ahogando en el río Genil, enfermó gravemente.

En el lecho de muerte a Juan le queda la herencia que entrega al arzobispo y a su sucesor, Antón Martín: libro de las deudas y los enfermos asistidos. Así se continúa la obra de Juan de Dios hasta nuestros días.

Juan muere el día 8 de marzo de 1550. Su entierro es una auténtica manifestación de duelo y simpatía hacia su persona y su obra.

Experiencia del amor de Dios

Santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30. Lunes III de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, ayúdame por favor a experimentar tu amor en cada instante de mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30

En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria».

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hacia un precipicio de la montaña donde estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos se alejó de allí.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

En la vida, es bueno aprender a tener certezas, fundamentos; una roca firme en la cual nos podemos sentir seguros, afianzarnos, sin que cambie nuestra manera de amar, o sin dejarnos abatir por las dificultades o inconvenientes que van surgiendo día a día.

Teniendo en cuenta este fundamento en nuestra vida, notaremos que pocas cosas cambiarán. Sí cambiarán las circunstancias, los lugares, los momentos, incluso las personas, pero no cambia el hecho de que somos amados por Dios, pues la mayor certeza y fundamento que podemos tener en la vida, es el experimentar y gozar de este amor que no sólo es temporal, sino que se vive para toda la eternidad.

Al experimentarlo, como lo experimentaron la viuda y el leproso del Evangelio de hoy, vemos que en primer lugar, no es un amor en multitud, ya que no somos un número más en el mundo, al contrario, es un amor personal, de un padre que vela, que ama a cada uno de sus hijos y que sale al encuentro de aquél que se siente necesitado. Otro aspecto que podemos descubrir es el hecho de que es un amor sin medida, pues Dios se dona a nosotros aun en los momentos en que experimentamos la fragilidad humana. Para experimentarlo debemos dejar abierta la puerta de nuestro corazón, recogernos interiormente e intentar escuchar la dulce y suave voz de Dios, que susurra, ¡te amo!, en cada momento de la vida.

«Dios no nos ama porque nosotros tengamos ninguna razón que suscite amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende, por su naturaleza, a difundirse, a entregarse. Dios tampoco vincula su benevolencia a nuestra conversión, más bien es una consecuencia del amor de Dios».

(Catequesis del Papa Francisco, 14 de junio de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Demostraré mi amor a Dios viviendo con alegría ante las dificultades e imprevistos que surjan en la vida.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Reflexión sobre la magnanimidad

Seguramente pocos tendrán los medios como para comprar una casa a un pobre vagabundo pero todos tenemos la oportunidad de ofrecer una cálida sonrisa, una palabra de aliento o un gesto de afecto a aquellos con quienes nos topamos diariamente.

Para la mentalidad del pueblo judío, las viudas y los huérfanos eran la imagen de la soledad y el desamparo. Tras la muerte del marido las viudas no heredaban y, en caso de no haber tenido hijos, debían regresar a la casa paterna: del sometimiento al difunto marido retornaban a la obediencia hacia el padre o hacia el hermano mayor. La legislación acentuaba el humanitarismo proveyendo que se les asignasen los restos de las cosechas que quedaban en el campo tras la siega y después de la recogida de la aceituna y la vendimia (Dt 16, 11 s.s.; 24, 19), lo que nos deja entrever la situación de penuria y estrechez en que vivían la mayoría de ellas.

Pero a la pobreza material, que podría justificar algún pequeño acto de egoísmo, se le antepone la virtud. En el Nuevo Testamento hay una viuda que me ha llamado la atención desde que escuché por vez primera el pasaje evangélico que a ella se refiere. Su actitud, sencillamente conmovedora, conquista con facilidad. El comentario que de ella hace Jesús la enaltece.

La escena no es difícil de imaginar: frente al receptáculo de las limosnas en el templo, Jesús observa las actitudes de los ricos que pasan a dejar sus monedas. Unos alardean las cantidades depositadas mientras otros se retan soberbiamente a ver quién es capaz de dejar más… De pronto, entre las finas telas de las túnicas de esas opulentas personas, se va abriendo paso un cuerpecillo encorvado que roba inmediatamente la mirada del Maestro.

Es una mujer adornada con la vejez de muchos años; una mujer envuelta en un largo y gastado velo negro. Arrastra las sandalias y camina con dificultad pero con paso seguro. No lleva algo en la mano, lo lleva todo. Los ricos la ven despectivamente mientras ella baja la cabeza y sigue su paso. Al llegar a la urna alza la mano con temblor, con un poco de pena ante los hombres que continúan viéndola. Apenas abrir la palma de su mano y los oídos perciben casi inmediatamente dos pequeños golpes nacidos del contacto del metal con el fondo… Y el Señor Jesús, que seguía todo con fina atención, mueve la cabeza con ese gesto tan conocido por los suyos, un gesto propio para cuando deseaba convocarlos sin necesidad de pronunciar palabras.

Todavía no se congregan todos sus discípulos cuando, sin quitarle la mirada a la ancianita, empieza a decir con firmeza: “Os digo de verdad que esa viuda pobre ha echado más que todos los que han echado. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir” (Mc 12, 43-44).

…No ha echado de lo que le sobraba sino de lo que necesitaba, cuanto poseía y tenía para vivir… Es que únicamente las almas grandes y virtuosas son capaces de darse enteramente y sin cláusulas. Sólo las almas generosas son capaces de actos como ese porque han penetrado el misterio de aquella máxima de la sabiduría popular que dice que hay más alegría en dar que en recibir.

Pero no, la viuda del relato evangélico no era nada más una persona generosa. Los generosos saben dar pero todavía arrastran el lastre de la sujeción al devenir de los estados de ánimo: hoy dan si se sienten bien pero mañana no saben si serán capaces; dependerá de cómo se sientan. Y es que nuestra viuda es una persona que ha conducido su generosidad al culmen, hasta la cima de la virtud, hasta la magnanimidad. Y no se puede pensar en que aquel gesto hubiese sido un hecho puntual aislado sino un acto más en esa cadena de buenos hábitos que dan esa áurea de virtud a su obra. Tan es así que se ganó el laurel del reconocimiento de un Dios que conoce los interiores de las personas.

Al recordar ese acto culmen de una mujer sencilla y en las condiciones propias de su viudez, ¿no nos interpela algo dentro a nosotros? La imitación, ciertamente, no consiste en reproducir el mismo acto –si bien no estaría de más tenerlo en lista– sino en cultivar las mismas actitudes, lo que está en el fondo. Nadie se vuelve magnánimo de la noche a la mañana sino a través de pequeños actos de generosidad diarios que a la larga se vuelven espontáneos y, poco a poco, magnánimos. Seguramente pocos tendrán los medios como para comprar una casa a un pobre vagabundo pero todos tenemos la oportunidad de ofrecer una cálida sonrisa, una palabra de aliento o un gesto de afecto a aquellos con quienes nos topamos diariamente.

No podemos esperar grandes oportunidades para ser generosos y, luego, poco a poco, magnánimos.
Bastan las pequeñas ocasiones del día a día. Así, casi sin darnos cuenta, con el empeño constante, seremos capaces de dar como esa viuda, las “moneditas” que de no ser por ejercitarnos todos los días, jamás hubiésemos dado.

Dios tiene la última palabra, no el terrorismo y la muerte

Ángelus del Papa, 7 de marzo de 2021

En la tercera jornada de su viaje apostólico a Iraq, tras haber rezado en la ciudad de Mosul por las víctimas de la guerra, el Papa Francisco visitó a la comunidad cristiana de Qaraqosh y rezó con ellos la oración mariana del Ángelus en la Iglesia de la Inmaculada Concepción.

Dios vence al pecado y a la muerte
Después de agradecer al Patriarca Ignace Youssif Younan por su saludo de bienvenida, así como a la señora Doha Sabah Abdallah y al padre Ammar Yako por compartir sus testimonios de fe en medio de un duro escenario de violencia; el Papa expresó su gratitud a Dios por haberle permitido vivir este encuentro:

"Mirándolos, veo la diversidad cultural y religiosa de la gente de Qaraqosh, y esto muestra parte de la belleza que vuestra región ofrece al futuro. Vuestra presencia aquí recuerda que la belleza no es monocromática, sino que resplandece por la variedad y las diferencias", dijo Francisco recordando también, "con mucha tristeza" los otros signos que se perciben en esta ciudad cristiana iraquí:

“Los signos del poder destructivo de la violencia, del odio y de la guerra. Cuántas cosas han sido destruidas. Y cuánto debe ser reconstruido. Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra. La última palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte”.

La devastación se puede ver con los ojos de la fe
En este sentido, el Santo Padre subrayó que incluso ante la devastación que causa el terrorismo y la guerra, se puede ver "con los ojos de la fe", el "triunfo de la vida sobre la muerte" y prueba de ello -continuó Francisco- "es el ejemplo de sus padres y de sus madres en la fe que adoraron y alabaron a Dios en este lugar".

“La gran herencia espiritual que nos han dejado continúa viviendo en ustedes. Abracen esta herencia. Esta herencia es su fortaleza. Ahora es el momento de reconstruir y volver a empezar, encomendándose a la gracia de Dios, que guía el destino de cada hombre y de todos los pueblos. ¡No están solos! Toda la Iglesia está con ustedes, por medio de la oración y la caridad concreta”.

"Confíen en Dios que nunca defrauda"
De ahí que el Papa invitara a esta comunidad cristiana a perseverar "con firme esperanza en su camino terreno, confiando en Dios que nunca defrauda y que siempre nos sostiene con su gracia".

La reconstrucción de la que habla el Pontífice, no solo se refiere a los edificios y estructuras físicas, sino que se trata también de reconstruir "los vínculos que unen comunidades y familias, jóvenes y ancianos".

Jóvenes y ancianos unidos por sus sueños
En alusión a las palabras del profeta que dice «Sus hijos e hijas profetizarán; sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (cf. Jl 3,1), el Obispo de Roma señaló que cuando los ancianos y los jóvenes de un pueblo "se encuentran", los primeros "sueñan un futuro para los jóvenes"; y los segundos, "pueden recoger estos sueños y profetizar", es decir, llevarlos a cabo.

“Cuando los ancianos y los jóvenes se unen, preservamos y trasmitimos los dones que Dios da. Miremos a nuestros hijos, sabiendo que heredarán no solo una tierra, una cultura y una tradición, sino también los frutos vivos de la fe que son las bendiciones de Dios sobre esta tierra. Los animo a no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a custodiar los vínculos que los mantienen unidos y a custodiar sus raíces”.

"No olviden que Jesús está a su lado"
En cuanto a los momentos en los que la fe puede vacilar, "cuando parece que Dios no ve y no actúa", como puede suceder en los días más oscuros de guerra, inseguridad o crisis debido a la actual pandemia sanitaria, el Papa exhortó a los presentes a no olvidar que Jesús está a su lado.

"No dejen de soñar. No se rindan, no pierdan la esperanza", afirmó Francisco animando a invocar la intercesión de los santos que desde el cielo velan sobre nosotros: «Invoquémoslos y no nos cansemos de pedir su intercesión, incluidos "los santos de la puerta de al lado”, que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios».

"El perdón es necesario para permanecer cristianos"
Otro de los puntos centrales del discurso del Papa fue el tema del perdón, que es necesario para aquellos que sobrevivieron a los ataques terroristas. Perdón, "una palabra clave" necesaria para "permanecer en el amor, para permanecer cristianos", dijo el Papa.

Asimismo, el Pontífice pidió "por favor" a la comunidad de Qaraqosh que no se desanime ya que el "camino hacia una recuperación total podría ser todavía largo".

“Se necesita capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar. Sé que esto es muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer la paz a esta tierra. Nosotros confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena voluntad, decimos «no» al terrorismo y a la instrumentalización de la religión”.

Rezar por la conversión de los corazones
Igualmente, Francisco hizo hincapié en la importancia de dar gracias a Dios, siempre, "por sus dones", y pedirle que conceda "paz, perdón y fraternidad" a esta tierra y a su gente:

"No nos cansemos de rezar por la conversión de los corazones y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y del amor fraterno, que respete las diferencias, las distintas tradiciones religiosas, y que se esfuerce por construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las personas de buena voluntad", añadió.

"Confié a María el renacer de esta cuidad"
Por otra parte, el Santo Padre compartió con los fieles un momento especial que vivió en su llegada a Qaraqosh:

“Mientras llegaba con el helicóptero, miré la estatua de la Virgen María colocada sobre esta iglesia de la Inmaculada Concepción, y le confié el renacer de esta ciudad. La Virgen no solo nos protege desde lo alto, sino que desciende hacia nosotros con ternura maternal. Esta imagen suya incluso ha sido dañada y pisoteada, pero el rostro de la Madre de Dios sigue mirándonos con ternura. Porque así hacen las madres: consuelan, reconfortan, dan vida”.

El Papa agradece a las madres y mujeres de Iraq
Antes de despedirse, el Papa agradeció de corazón a todas las madres y las mujeres de este país, "mujeres valientes que siguen dando vida, a pesar de los abusos y las heridas" y pidió que las mujeres "sean respetadas y defendidas, que se les brinden cuidados y oportunidades".

Francisco firma el Libro de Honor
La visita finalizó con el rezo del Ángelus: "Recemos juntos a nuestra Madre, invocando su intercesión por vuestras necesidades y vuestros proyectos. Los pongo a todos bajo su protección. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí", concluyó Francisco, quien acto seguido procedió a la firma del Libro de Honor de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, escribiendo estas palabras:

“Desde esta iglesia destruida y reconstruida, símbolo de la esperanza de Qaraqosh y de todo Irak, pido a Dios, por intercesión de la Virgen María, el don de la paz”.

El valor de ser mujer

Publicamos las palabras de SS Benedicto XVI y el artículo escrito por monseñor Rodrigo Aguilar Martínez sobre el Día Internacional de la Mujer.

Benedicto XVI abogó por una mayor valoración de la mujer para conmemorar el Día Internacional de la Mujer

Tras rezar el Ángelus con miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre invitó "a reflexionar sobre la condición de la mujer y a renovar el compromiso para que siempre y en todo lugar cada persona pueda vivir y manifestar en plenitud sus propias capacidades, obteniendo pleno respeto por su dignidad".

El pontífice recordó que ésta es la enseñanza del Concilio Vaticano II y del magisterio de los papas, en particular la carta apostólica Mulieris dignitatem < de siervo de Dios Juan Pablo II (15 de agosto de 1988).

"Ahora bien --reconoció--, los testimonios de los santos tienen más valor que los documentos; y nuestra época ha tenido el de la Madre Teresa de Calcuta: humilde hija de Albania, convertida, por la gracia de Dios, en ejemplo para todo el mundo en el ejercicio de la caridad y en el servicio de la promoción humana".

Al mismo tiempo, exclamó, "¡Otras muchas mujeres trabajan cada día, en lo escondido, por el bien de la humanidad y por el Reino de Dios!".

Por este motivo, concluyó asegurando su oración "por todas las mujeres para que sean cada vez más respetadas en su dignidad y valoradas en sus positivas potencialidades".

Artículo de Mons Rodrigo Aguilar

El 8 de marzo, desde hace casi un siglo, se celebra el Día internacional de la mujer. Dios ha creado al ser humano como varón y mujer: iguales en dignidad y diferentes no para pelearse, sino para complementarse.

Cristo Jesús -Camino, Verdad y Vida- nos enseña actitudes concretas en la relación con la mujer: "En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible." (Documento de Aparecida, 451). "La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia." (Id).

Sin embargo mucho falta en nuestra cultura para que la valoración de la mujer no quede sólo en el discurso y en la celebración de un día, sino que sea parte de la realidad de todos los días. Nuestra cultura sigue siendo machista, con muy variadas manifestaciones de violencia y marginación contra la mujer; por otra parte, con frecuencia se descargan en ella muchos deberes que han de ser compartidos.

Invito a usted a renovar actitudes y acciones concretas, en los diferentes ámbitos en que nos movamos, para reconocer y valorar la dignidad y la participación de la mujer en la familia, en la sociedad, en la Iglesia. En breves pero sustanciosos números, el Documento de Aparecida (451-458) nos ofrece aportaciones en este sentido: "La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de la identidad femenina en reciprocidad y complementariedad con la identidad del varón.

Por eso, la Iglesia está llamada a compartir, orientar y acompañar proyectos de promoción de la mujer con organismos sociales ya existentes, reconociendo el ministerio esencial y espiritual que la mujer lleva en sus entrañas: recibir la vida, acogerla, alimentarla, darla a luz, sostenerla, acompañarla y desplegar su ser de mujer, creando espacios habitables de comunidad y de comunión." (Aparecida, 457).
De hecho en nuestra historia familiar, personal y social, la mujer ha ocupado un lugar valioso e insustituible. El "genio femenino", al que se refería el Papa Juan Pablo II, se ha desplegado con gracia, delicadeza y eficacia: que los varones sepamos agradecerlo, acogerlo y promoverlo; que las mujeres sepan reconocerlo, defenderlo y cultivarlo.

Con respetuoso afecto envío la bendición sobre usted, mujer; y también sobre usted, varón, para revalorar los beneficios de la mujer en su vida.

Los caminos de Dios no son los nuestros

Lunes tercera semana Cuaresma. Vivir junto a Dios es vivir en zozobra, es vivir en interrogantes: ¿Qué quieres de mi, Señor?.

“Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel”. Esta frase con la que el general asirio confiesa su fe después de haber sido curado, es la frase con la que todos nosotros podríamos también resumir nuestra existencia. Ésta tendría que ser la experiencia a la que todos llegásemos en el camino de nuestra vida. Un Dios que a veces llega a nuestra vida de formas y por caminos desconcertantes, un Dios que a veces llega a nuestra vida a través de situaciones que, según nuestros criterios humanos, no serían los normales, no serían los lógicos, no serían los racionales; un Dios que aparece en nuestra vida para santificarnos y para llenarnos de su luz y de su verdad, aunque nosotros no entendamos cómo. Porque esto es lo que hace Dios nuestro Señor con todas las vidas humanas: las lleva por sus caminos, aunque ellas no sepan cómo.

Los caminos de Dios no son nuestros caminos. A veces no son ni siquiera los caminos de las personas que han sido elegidas. A veces para las mismas personas elegidas, los caminos de Dios son sumamente obscuros, son sumamente extraños, no son siempre comprensibles. Esto es muy importante para nosotros, porque a veces podríamos pensar que las personas que han sido elegidas por Dios para hacer una grandísima obra en su vida, tienen realizados y escritos todos los puntos y comas de los planes de Dios; y no es así. También las personas elegidas por Dios para realizar una gran obra en su Iglesia tienen que ir, constantemente, aprendiendo a leer lo que Dios nuestro Señor les va diciendo.

En la primera lectura se nos habla de este general asirio que quiere ser curado, y para él, el ser curado tiene que ser una especie de gran majestad, de gran poderío, y por eso se va con el rey. Cuando se da cuenta de que el camino de Dios es distinto, no lo hace por su propio juicio, sino que es uno de sus esclavos quien le va a decir: “Padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa muy difícil, ciertamente la habrías hecho. ¡Cuánto más, si sólo te dijo que te bañaras y quedarías sano!”.

La pregunta fundamental es si nosotros estamos aprendiendo a leer los caminos de Dios sobre nuestra vida. Si nosotros estamos aprendiendo a entender esas páginas que a veces son borrosas, a veces son extrañas. Si nosotros estamos aprendiendo a conocer a Dios nuestro Señor o siempre queremos que todos los planes estén escritos, que todos los planes estén hechos.

Vivir junto a Dios es vivir en zozobra, es vivir en interrogantes. Vivir junto a Dios es vivir en continua pregunta. La pregunta es: ¿Qué quieres Señor? Si así es nuestro Señor, ¿por qué entonces, tiene que extrañarnos que la vida de aquellos sobre los que Dios tiene unos planes tan concretos, tan claros, sea difícil? Si para ellos es costoso leer, ¿no lo va a ser para nosotros? ¿Podemos nosotros pensar que no nos va a costar leer los planes de Dios, que no nos va a costar ir entendiendo exactamente qué es lo que Dios me quiere decir? Constantemente, para todos nosotros, la vida se abre como una especie de obscuridad en la que tenemos que ir realizando y caminando.

“No hay más Dios que el de Israel”. ¿Sabemos nosotros que Él es el único Dios y que por lo tanto, Él es el único que nos va llevando a lo largo de nuestra existencia por sus caminos, que no son los nuestros? Estos caminos a veces coinciden, a veces pueden llegarse a entender, pero no siempre es así. Cada uno de nosotros, en su vocación cristiana, tiene un camino distinto. Si pensamos cómo hemos llegado cada uno de nosotros al conocimiento de Cristo, nos daremos cuenta que cada uno tuvo una historia totalmente diferente; cada uno tuvo una historia muy particular. Y aun después de nuestro encuentro con Cristo, incluso después de que hemos llegado a conocerlo, la historia sigue una aventura. Y si nuestra historia no es una aventura, quiere decir que hemos hecho lo que estaba a punto de hacer el general asirio: marcharse. Marcharnos porque no entendimos los planes de Dios y preferimos manejarnos a nuestro antojo, manejarnos según nuestra comodidad. Nos marchamos pensando que a este Señor no hay quien lo entienda y perdemos la oportunidad de experimentar y saber que el único Dios, es el Dios de Israel.

Jesús, en el Evangelio, viene a recalcarnos precisamente que es Dios quien elige, quien se fija, quien llama y que es Él quien sabe porqué permite los caminos por los cuales nuestra vida se va desarrollando. Es Dios quien lo hace, no nosotros.

El ejemplo de las muchas viudas que había en Israel y Dios se fijó en una y el ejemplo de los muchos leprosos que había en Israel y Dios escogió precisamente a uno que ni era de Israel, nos deja muy claro que es Cristo el que manda. Nosotros tenemos que atrevernos a ponernos ante Dios con una sola condición: la condición de estar totalmente abiertos a su voluntad. De nada nos serviría conocer grandes hombres, de nada nos serviría conocer grandes personajes si no aprendemos la lección fundamental que estos grandes hombres vienen a dejarnos: la lección de estar siempre dispuestos a leer la letra de Dios, de estar siempre dispuestos a entender el camino por el cual Dios nos va llevando. Recordemos que Él sabe cuál es.

Los que vivían en el mismo pueblo de Jesús rechazan el modo de ser de Cristo y lo que hacen es alejarse de su vida. Solamente se puede tener a Cristo cerca cuando se tiene el alma abierta. Cada vez que nuestra alma se cierra a la generosidad, a la entrega, a la fidelidad, a la disponibilidad, en ese mismo momento, nuestra alma está alejando a Cristo de nosotros.

¡Qué serio es que pudiéramos ser nosotros los responsables de que Cristo no estuviese verdaderamente en nuestra vida! ¡Qué serio es que pudiéramos ser nosotros los causantes de que nuestra vida estuviese vacía de Cristo! Hay que ser muy exigentes con uno mismo. Hay que tener una gran disciplina interior, que a veces nos puede faltar. La disciplina que nos hace, en todo momento, seguir el camino concreto con el cual Dios nuestro Señor va marcando nuestra vida.

¿Estamos dispuestos a entenderlo? Solamente vamos a estar dispuestos a entenderlo si hay en nuestra vida la característica que hay en todos los hombres que quieren verdaderamente encontrarse con Dios: estar sediento de Dios, que da la vida. Estar sedientos de Él es el único modo que va a haber para que nuestra alma encuentre siempre, y en todo momento -a través de las circunstancias, de las personas, de los ambientes, de las dudas, de las caídas, de nuestras debilidades— a Dios; si realmente somos, tal y como lo dice el salmo: “Como un venado que busca el agua de los ríos, así cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío”.

El alma que tiene sed de Dios pasará por lo que sea: estará en obscuridades, tendrá dificultades, caídas, miserias, pero encontrará a Dios y Dios no se apartará de él. Podrá encontrarse con el Señor, no importa por qué caminos, pues esos son los caminos del Señor y Él sabe por dónde nos lleva. Lo único que importa es tener sed de Dios. Una sed que es lo que nos autentifica como personas de cara a nuestros hermanos los hombres, de cara a nuestra familia, de cara a nuestro ambiente, de cara a nosotros mismos.

No es cuestión de entender las cosas. No es cuestión de saber que mi vida tiene que estar realizada, manejada y ordenada de determinada manera, sino que es cuestión de tener sed de Dios. El alma que tiene sed de Dios va a permitir que sea Dios quien le realice la vida. Y el alma que va a realizarse apartada de Dios, significa que no tiene, verdaderamente, sed de Dios. Podrá ser muchas cosas —podrá ser un magnífico organizador en la Iglesia, podrá ser un excelente conferencista, podrá ser un hombre de un gran consejo espiritual—, pero si no tiene sed de Dios, no estará realizando la obra de Dios.

Ahora veámonos a nosotros mismos en nuestra organización, en nuestro trabajo, en nuestro esfuerzo, en nuestra vocación cristiana y rasquemos un poco, a ver si en nuestro corazón hay verdaderamente sed de Dios. Si la hay, podemos estar tranquilos de que estamos en el camino en el que hay que estar. Podemos estar tranquilos de que estamos en la ruta en la cual hay que ir. Podemos estar tranquilos porque tenemos en el corazón lo que hay que tener. No tendremos que tener miedo porque esa sed de Dios irá haciendo que la luz y la verdad de Dios se conviertan en nuestra guía hasta el Monte del Señor. Es un camino que requiere estar dispuestos, en todo momento, a querer entender lo que Dios nos pide. Estar dispuestos, en todo momento, a no apartar jamás de nuestro corazón a Jesucristo y mantener siempre viva en nuestro corazón la fe del Dios que da la vida.

Preces

Los habitantes de Nazaret cerraron sus oídos a la palabra de Jesús y no creyeron en él. Nosotros, en cambio, le decimos:

R/M Señor, ayúdanos a permanecer atentos a tu palabra.

Que durante la Cuaresma encontremos tiempo para leer las Escrituras,

– y para meditar sobre lo que allí nos dices.MR/

Que quienes se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana puedan obtener una formación adecuada,

– y en su corazón crezca el deseo de amarte.MR/

Te damos gracias por los padres y maestros que saben hablar de ti a los niños,

– y te pedimos por todos los que desean darte a conocer a los demás.MR/

Asiste a los misioneros para que encuentren las palabras adecuadas para anunciar el evangelio,

– y haz que, fiados de tu gracia, no se desanimen ante las dificultades.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

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