El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama
- 11 Marzo 2021
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Obispo, 11 Marzo
Martirologio Romano: En Jerusalén, san Sofronio, obispo, que tuvo como maestro y amigo a Juan Mosco, con quien visitó diversos lugares monásticos. Fue elegido, a la muerte de Modesto, para la sede de la Ciudad Santa, y en ella, cuando cayó en manos de los sarracenos, defendió valientemente la fe y la seguridad del pueblo. († 639)
Breve Biografía
Sofronio nació en Damasco y desde pequeño estudió tan excesivamente, que estuvo a punto de quedar ciego; pero gracias a eso el santo llegó a ser tan versado en la filosofía griega, que recibió el sobrenombre de "el sofista".
Junto con su amigo, el célebre ermitaño Juan Mosco, viajó mucho por Siria, Asia Menor y Egipto, donde tomó el hábito de monje, el año 580. Los dos amigos vivieron juntos durante varios años en la "laura" de San Sabas y el monasterio de Teodosio, cerca de Jerusalén.
Su deseo de mayor mortificación los llevó a visitar a los famosos ermitaños de Egipto. Después fueron a Alejandría, donde el patriarca San Juan el Limosnero les rogó que permaneciesen dos años en su diócesis para ayudarle a reformarla y a combatir la herejía. En dicha ciudad fue donde Juan Mosco escribió el "Prado Espiritual", que dedicó a San Sofronio. Juan Mosco murió hacia el año 620, en Roma, a donde había ido en peregrinación.
San Sofronio retornó a Palestina y fue elegido patriarca de Jerusalén, por su piedad, saber y ortodoxia.
En cuanto tomó posesión de la sede, convocó a todos los obispos del patriarcado para condenar la herejía monotelita y compuso una carta sinodal, en la que exponía y defendía la doctrina católica. Esa carta, que fue más tarde ratificada por el sexto Concilio Ecuménico, llegó a manos del Papa Honorio y del patriarca de Constantinopla, Sergio, quien había aconsejado al Papa que escribiese en términos evasivos acerca de la cuestión de las dos voluntades de Cristo.
Parece que Honorio no se pronunció nunca sobre el problema; su silencio fue muy poco oportuno, pues producía la impresión de que el Papa estaba de acuerdo con los herejes.
Sofronio, viendo que el emperador y muchos prelados del oriente atacaban la verdadera doctrina, se sintió llamado a defenderla con mayor celo que nunca.
Llevó al Monte Calvario a su sufragéneo, Esteban, obispo de Dor y ahí le conjuró, por Cristo Crucificado y por la cuenta que tendría que dar a Dios el día del juicio, "a ir a la Sede Apostólica, base de toda la doctrina revelada, e importunar al Papa hasta que se decidiese a examinar y condenar la nueva doctrina".
Esteban obedeció y permaneció en Roma diez años, hasta que el Papa San Martín I, condenó la herejía monotelita, en el Concilio de Letrán, el año 649.
Pronto tuvo San Sofronio que enfrentarse con otras dificultades. Los sarracenos habían invadido Siria y Palestina; Damasco había caído en su poder en 636; y Jerusalén en 638. El santo patriarca, había hecho cuanto estaba en su mano por ayudar y consolar a su grey, aun a riesgo de su vida.
Cuando los mahometanos sitiaban la ciudad, San Sofronio tuvo que predicar en Jerusalén el sermón de Navidad, pues era imposible ir a Belén en aquellas circunstancias.
El santo huyó después de la caída de la ciudad y, según parece, murió al poco tiempo, probablemente en Alejandría. Además de la carta sinodal, San Sofronio escribió varias biografías y homilías, así como algunos himnos y odas anacreónticas de gran mérito.
Se ha perdido la "Vida de Juan el Limosnero", que compuso en colaboración con Juan Mosco; también se perdió otra obra muy voluminosa, en la que citaba 600 pasajes de los Padres para probar que en Cristo había dos voluntades.
Santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23. Jueves III de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23
En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan lo hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace unos años atrás un hermano en la Legión me estaba enseñando a soldar. Todo era sencillo cuando él estaba allí, los metales se unían y mis ojos quedaban bien, pero cuando me quedaba solo, era imposible para mí soldar los metales y mis ojos me ardían mucho. Jesús nos dice que quién no esté con Él en la recolecta desparrama la cosecha. Esto me recuerda como yo necesitaba al hermano para poder soldar bien, yo necesitaba a mi mentor.
Cristo es mi mentor y mis soldaduras son mis obras cristianas, porque yo no puedo hacer obras de caridad sin Cristo, jamás las podré hacer si mi corazón está alejado de Dios. Hay una verdad que me debe de llenar de confianza y es que Cristo, mi mentor, nunca me abandonará, que Cristo siempre estará conmigo, y esta consciencia me ayudará que no desparrame en la cosecha, que no falle en el amar.
No ese amor como el de los fariseos que se creían capaces de hacer todo por Dios sin necesidad de Él. Por eso ellos no pudieron ver a Dios, no pudieron ver a Jesús como lo que es, el mentor del amor, mi Dios, nuestro Dios. Seamos unos que caminan con Él, que aman con Él, que somos cristianos solamente con Él.
Que en esta Cuaresma dejemos que nuestro corazón se prepare para Dios con la ayuda de su compañía, que sea Él y sólo Él quien nos enseñe a amar con nuestras obras cristianas. Dejemos que el mentor del amor transforme nuestro corazón.
«Jesús estaba cerca de la gente, estaba en medio de la gente y la misma gente, no le dejaba que se fuera. El Señor no tenía alergia a la gente: tocar a los leprosos, los enfermos no le daban repulsión. Y este ser cercano a la gente, da autoridad. La comparación con los doctores, escribas y sacerdotes es evidente: estos se alejaban de la gente, en su corazón despreciaban a la gente, la pobre gente, ignorante, amaban distinguirse, paseando «n las plazas bien vestidos, con la túnica de lujo. Ellos tenían una psicología clerical: enseñaban con una autoridad clerical. Jesús en cambio estaba cerquísima de la gente y eso le daba autoridad». (Homilía de S.S. Francisco, 10 de enero de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una obra de caridad con la consciencia de que Cristo está junto a mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El veneno de la división
El veneno de la división entra de muchas maneras, por muchas causas, en muchos ámbito
Unos esposos discuten. Temas tratados una y otra vez, palabras fuertes, enojos. Al final del día, entre sus corazones ha aumentado la separación hasta niveles nunca antes alcanzados.
Un barrio organiza sus festividades anuales. No hay acuerdo sobre los eventos, ni sobre el recorrido de una caravana, ni sobre el grupo musical que podría ser invitado. Al final, el barrio termina con una división insoportable.
Unas elecciones se celebran en medio de una especial crisis económica. Los ánimos, calientes, se reflejan en la oficina, en el taller, en el bar, en los hogares. Tras los resultados, discusiones y discusiones sin fin.
El veneno de la división entra de muchas maneras, por muchas causas, en muchos ámbitos. No siempre reviste la misma gravedad, pues hay divisiones sobre temas menores y con repercusiones mínimas. Pero casi siempre las divisiones provocan heridas.
La pregunta surge natural: ¿cuál fue la causa de esta división? ¿Se trataba de un argumento que la "merecía"? ¿Puede superarse? ¿Ha dejado daños en los corazones?
No es fácil responder, pero vale la pena buscar causas y condiciones que han llevado a esta o a aquella división, para afrontarlas en sus raíces.
Unas causas surgen desde la complejidad de ciertos temas. Otras, desde las maneras diferentes de pensar y de sentir. Otras, simplemente desde malentendidos mezclados con esa continua tendencia humana que incita a imponerse sobre los demás.
Desde la búsqueda de las causas puede pensarse en las soluciones, sea a nivel preventivo (vacunas o antídotos, si fuera posible aplicarlos a los corazones), sea a nivel curativo, cuando los gritos han herido las relaciones entre seres humanos.
El veneno de las divisiones ha penetrado en la existencia humana desde sus orígenes, y sigue hoy presente entre nosotros. Todo lo bueno que hagamos para evitar sus daños, para curar sus efectos, será bienvenido.
Porque, por muchas y graves que sean las divisiones, todos los seres humanos compartimos un mismo origen en el amor de Dios, y estamos llamados a un encuentro, definitivo, con ese Dios Amor.
Tal vez recordar nuestro inicio y nuestra meta sea un buen antídoto para muchas divisiones y, sobre todo, sirva como estímulo para promover esa unidad y armonía que tanto embellecen las vidas de las personas y de los pueblos.
El pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, el desafío es la fraternidad
Catequesis del Papa Francisco, 10 de marzo de 2021
“El pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, tiene derecho a encontrar la dignidad que le pertenece”. A su regreso del Viaje Apostólico en Iraq, tierra de Abrahán, padre de la fe, de las tres religiones monoteístas, quien escuchó la llamada de Dios hace cuatro mil años y partió de su tierra bajo la promesa de Dios de una descendencia, el Papa Francisco dedicó su catequesis a la histórica peregrinación en esa amada, martirizada y milenaria tierra, que ha vivido años de guerra y terrorismo. Un viaje que, como él mismo dijo en el inicio de su catequesis, fue realizar un proyecto de Juan Pablo II, quien deseaba, recordamos, recorrer el camino de la salvación, para el Jubileo del año 2000. Un proyecto que el santo polaco no pudo cumplir por la situación en Irak, pero que “la providencia” – como dijo Francisco hoy – “quiso que esto sucediera ahora, como signo de esperanza”, durante la pandemia.
Después de esta visita, mi alma está llena de gratitud. Gratitud a Dios y a todos aquellos que la han hecho posible: al presidente de la República y al Gobierno de Irak; a los patriarcas y a los obispos del país, junto a todos los ministros y los fieles de las respectivas Iglesias; a las Autoridades religiosas, empezando por el Gran Ayatolá Al-Sistani, con quien tuve un encuentro inolvidable en su casa en Nayaf.
El sentido penitencial de esta peregrinación
Francisco habló de la “fuerza” del sentido penitencial que sintió de esta peregrinación: “no podía acercarme a ese pueblo atormentado, a esa Iglesia mártir, sin tomar sobre mí, en nombre de la Iglesia católica, la cruz que ellos llevan desde hace años; una cruz grande, como esa colocada en la entrada de Qaraqosh”.
Lo sentí de forma particular viendo las heridas todavía abiertas de las destrucciones, y más todavía encontrando y escuchando a los testigos supervivientes de la violencia, la persecución, el exilio… Y al mismo tiempo vi en torno a mí la alegría de acoger al mensajero de Cristo; vi la esperanza de abrirse a un horizonte de paz y de fraternidad, resumido en las palabras de Jesús que eran el lema de la visita: «Vosotros sois todos hermanos» (Mt 23,8). Encontré esta esperanza en el discurso del presidente de la República, la encontré en muchos saludos y testimonios, en los cantos y en los gestos de la gente. La leí en los rostros luminosos de los jóvenes y en los ojos vivaces de los ancianos. La gente llevaba cinco horas esperando al Papa, de pie, incluso mujeres con niños en brazos: esperaban y en sus ojos había esperanza.
¿Quién vende las armas a los terroristas?
El pueblo iraquí - aseveró el Pontífice - tiene derecho a vivir en paz, tiene derecho a encontrar la dignidad que le pertenece. Y la respuesta a la guerra que destruyó tantos lugares de la Mesopotamia, cuyas "raíces religiosas y culturales son milenarias", “es la fraternidad”. “Pero, – quiere saber el Papa - ¿quién vende las armas a los terroristas?”.
Mesopotamia es cuna de civilización; Bagdad ha sido en la historia una ciudad de importancia primordial, que albergó durante siglos la biblioteca más rica del mundo. ¿Y qué la destruyó? La guerra. La guerra siempre es el monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad. Pero la respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas. Y me pregunté: ¿quién vendía las armas a los terroristas? ¿Quién vende ahora armas a los terroristas que están llevando a cabo masacres en otros lugares, en África por ejemplo? Esta es una pregunta que me gustaría que alguien respondiera. La respuesta no es la guerra, sino que la respuesta es la fraternidad.
El desafío para el mundo entero es la fraternidad
La fraternidad, sí, de la que tanto nos habla el Papa Francisco, de la que lleva el titulo el Documento firmado en Abu Dabi y de la que nos habla en su carta encíclica Fratelli tutti es el desafío para Iraq, pero también “es el desafío para tantas regiones de conflicto, y, en definitiva, es el desafío para el mundo entero”. ¿Seremos capaces - pregunta Francisco - de hacer que haya fraternidad entre nosotros, de hacer una cultura de hermanos? ¿O seguiremos con la lógica iniciada por Caín, la guerra?
Por esto nos hemos encontrado y hemos rezado, cristianos y musulmanes, con representantes de otras religiones, en Ur, donde Abrahán recibió la llamada de Dios hace unos cuatro mil años. Abrahán es padre en la fe porque escuchó la voz de Dios que le prometía una descendencia, dejó todo y partió. Dios es fiel a sus promesas y todavía hoy guía nuestros pasos de paz, guía los pasos de quien camina en la Tierra con la mirada dirigida al Cielo. Y en Ur, estando juntos bajo ese cielo luminoso, el mismo cielo en el cual nuestro padre Abrahán nos vio a nosotros, su descendencia, nos pareció que resonaba todavía en los corazones esa frase: Vosotros sois todos hermanos.
Los mensajes que partieron hacia el mundo
Y fueron muchos los mensajes de fraternidad que partieron de la cuna de la civilización al mundo entero. El Papa los recorre uno a uno: el encuentro en la catedral siro católica de Bagdad, donde fueron asesinados 48 personas cuya causa de beatificación está en curso, el mensaje lanzado desde Mosul y Qaraqosh, donde la furia del autodenominado Estado Islámico azotó con fuerza la misma identidad de estas ciudades, el mensaje que partió de las celebraciones eucarísticas en rito caldeo en Bagdad y aquella en Erbil, capital de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí:
Un mensaje de fraternidad llegó desde el encuentro en la catedral siro-católica de Bagdad, donde en 2010 fueron asesinados cuarenta y ocho personas, entre las cuales dos sacerdotes, durante la celebración de la misa. La Iglesia en Irak es una Iglesia mártir y en ese templo, que lleva inscrito en la piedra el recuerdo de esos mártires, resonó la alegría del encuentro: mi asombro de estar en medio de ellos se fusionaba con su alegría de tener al Papa con ellos.
Lanzamos un mensaje de fraternidad desde Mosul y desde Qaraqosh, sobre el río Tigris, en las ruinas de la antigua Nínive. La ocupación del Isis causó la fuga de miles y miles de habitantes, entre los cuales muchos cristianos de diferentes confesiones y otras minorías perseguidas, especialmente los yazidíes. Se ha arruinado la antigua identidad de estas ciudades. Ahora se está tratando de reconstruir con mucho esfuerzo; los musulmanes invitan a los cristianos a volver, y juntos restauran iglesias y mezquitas: la fraternidad está allí. Y sigamos, por favor, rezando por estos hermanos y hermanas nuestros tan probados, para que tengan fuerza de volver a comenzar. Y pensando en tantos iraquíes emigrados quisiera decirles: habéis dejado todo, como Abrahán: como él, custodiad la fe y la esperanza, y sed creadores de amistad allá donde estéis, y si pueden, regresen.
Un mensaje de fraternidad vino de las dos Celebraciones eucarísticas: la de Bagdad, en rito caldeo, y la de Erbil, ciudad donde fui recibido por el presidente de la región y su primer ministro, por las autoridades, - que agradezco tanto que hayan ido a recibirme - y también fui recibido el pueblo. La esperanza de Abrahán y de su descendencia se ha realizado en el misterio que hemos celebrado, en Jesús, el Hijo que Dios Padre no escatimó, sino que donó para la salvación de todos: Él, con su muerte y resurrección, nos ha abierto el paso a la tierra prometida, a la vida nueva donde las lágrimas son secadas, las heridas sanadas, los hermanos reconciliados.
Dios, que es paz, conceda un futuro de fraternidad
"Alabemos a Dios por esta histórica visita", exhorta el Sumo Pontífice a todos los fieles, que pide seguir rezando por esa tierra y por Oriente Medio, porque “a pesar del fragor de la destrucción y de las armas”, en esa árida tierra, “las palmas, símbolo del país y de su esperanza, han seguido creciendo y dando fruto”:
Así sucede con la fraternidad: como el fruto de las palmas no hace ruido, pero es fructífera y nos hace crecer. ¡Dios, que es paz, conceda un futuro de fraternidad a Irak, a Oriente Medio y al mundo entero!
Abrir nuestro corazón al don de Dios
Pidámosle a Cristo nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, y nos permita abrir el nuestro para ser don de Dios para los demás.
Nuestra vida no es simplemente una serie de circunstancias, una serie de días que van pasando uno detrás de otro, sino que todos los días de nuestra vida son un don de Dios, no sólo para nosotros, sino sobre todo un don de Dios para los demás, para aquellos que viven con nosotros. Un don de Dios que requiere, por parte nuestra, reconocerlo y hacernos conscientes de que efectivamente es un regalo de Dios. Y permitir, como consecuencia, que en nuestro corazón haya un espíritu agradecido por el hecho de ser un don de Dios.
En la historia de la Iglesia, Dios nuestro Señor ha ido dando dones constantemente, y a veces Él se prodiga de una forma particular en algunas circunstancias, por lo demás muy normales, muy corrientes, pero que se convierten de modo muy especial en don de Dios para sus hermanos. Es Él quien decide dar hombres y mujeres a su Iglesia que ayuden a los demás a caminar, que ayuden a los demás a encontrarse más profundamente con Cristo; es Él quien decide hacer de nuestras vidas un don para los demás.
Ciertamente que esto requiere, por parte de quien toma conciencia de ser un don de Dios para los demás, una correspondencia. No basta con decir “yo me entrego a los demás”, “yo soy un don de Dios para los demás”, es necesario, también, estar conscientes de lo que por nuestra parte esto va a suponer. A veces podemos convivir con el don de Dios y no ser conscientes de que lo tenemos a nuestro lado y no ser conscientes de que Dios está junto a nosotros. Podemos estar conviviendo con el don de Dios y no reconocerlo.
Algo así les había pasado a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo. A pesar de llevar ya tiempo con nuestro Señor, no habían captado el don de Dios. Tanto es así que, justamente después que Cristo les habla de pasión, de muerte y de resurrección, acompañados de su madre, llegan y le dicen a Jesús: “Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Cuando Jesús está hablando de renuncia, de entrega, de sacrificio, de redención, ellos le hablan a Cristo de dignidades, de cargos y de honores.
¡Qué misterio es el hecho de que se puede convivir con el don de Dios y, sin embargo, no reconocerlo! Nuestra vida puede ser una vida semejante a la de los hijos de Zebedeo, que tenían el don de Dios más grande —Cristo nuestro Señor—, y no lo habían reconocido.
El don de Dios, el Hijo de Dios caminaba con ellos, comía con ellos, dormía con ellos, les hablaba, les enseñaba, y ¡no lo habían reconocido! Es necesario tener los ojos abiertos y el corazón dispuesto a acoger el don de Dios, porque nos damos cuenta de que, no solamente Juan y Santiago no habían captado nada del don de Dios que era Cristo para sus vidas, tampoco nosotros mismos, muchas veces, lo hemos captado.
En este Evangelio encontramos una serie de características que tiene que tener nuestro corazón para ser capaz de reconocer el don de Dios: En primer lugar, estar dispuestos a servir a los demás; en segundo lugar, estar dispuestos a beber el cáliz del Señor, y en tercer lugar, estar dispuestos a ir con Cristo, como corredentores, por el bien de los demás.
Corredentor, compañero y servidor son las características del corazón que está dispuesto a reconocer el don de Dios y del corazón que está dispuesto a ser don de Dios para nuestros hermanos. A nosotros, entonces, nos correspondería preguntarnos: ¿Soy yo también corredentor? ¿Tomo yo como mía la misión de la Iglesia, la misión de Cristo, que es salvar a los hombres? ¿Soy compañero de Cristo, es decir, lo tengo frecuentemente en mi corazón, bebo su cáliz, comparto con Él todo? ¿Su vida es mi vida, sus intereses los míos, sus inquietudes las mías? ¿Soy servidor de los demás? ¿Estoy dispuesto a ser de los que sirven, de los que ayudan, de los que colaboran, de los que cooperan, de los que se entregan, de los que dan sin esperar necesariamente una recompensa?
Así como el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos, ¿tenemos nosotros la conciencia de que éste debe ser el retrato de nuestra vida: corredentores, compañeros y servidores de Cristo? Esta conciencia, que nos convierte en don de Dios para los demás, es la que nos convierte en colaboradores, en ayuda y en camino de Dios para nuestros hermanos los hombres.
No soñemos pensando que simplemente porque los criterios del Evangelio más o menos se nos emparejen y estemos de acuerdo con ellos, ya por eso tenemos claro el don de Dios. Si no eres con Cristo corredentor, si no eres capaz de beber su cáliz y si no eres con Cristo servidor de tus hermanos, serás lo que seas, pero no me digas que has encontrado el don de Dios, porque te estás engañando.
Cuando el Señor nos llama a la fe cristiana, es para llenarnos de cosas cotidianas y normales, como es cada una de nuestras vidas. En lo cotidiano está el don, no tenemos que buscar cosas extraordinarias ni milagros ni cosas raras.
Pidámosle a Cristo que nos conceda abrir nuestro corazón al don de Dios, pero también pidámosle que nos permita abrir nuestro corazón para que también nosotros, corredentores, compañeros y servidores, sepamos ser don de Dios para los demás.
"Escuchen mi voz"
Jueves tercera semana Cuaresma. Ser entre los hombres, una luz encendida, un camino de salvación.
Jesucristo nuestro Señor no quiere dejarnos solos. Quiere ser Él el que nos acompañe, quiere ser Él el que camina junto a nosotros: "Escuchen mi voz y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré para que les vaya bien". Éstas son las palabras con las que nuestro Señor exhorta al pueblo, a través del profeta, a escuchar y a seguir el camino de Dios
Cristo, en el Evangelio, nos narra la parábola del hombre fuerte que tiene sus tesoros custodiados, hasta que llega alguien más fuerte que él y lo vence. Quién sabe si nuestra alma es así: como un hombre fuerte bien armado, dispuesto a defenderse, dispuesto a no permitir que nadie toque ciertos tesoros. Sin embargo, Dios nuestro Señor —más fuerte sin duda—, quizá logre entrar en el castillo y logre arrebatarnos aquello que nosotros le tenemos todavía prohibido, le tenemos todavía vedado. Cristo es más fuerte que nosotros. Y no es más fuerte porque nos violente, sino que es más fuerte porque nos ama más.
Es el amor de Jesucristo el que llega a nuestra alma y el que viene a arrebatar en nuestro interior. Es al amor de Jesucristo el que no se conforma con un compromiso mediocre, con una vida cristiana tibia, con una vida espiritual vacía. Y Cristo quiere todo, según nuestro estado de vida: quiere todo en nuestra vida conyugal, quiere todo en nuestra vida familiar, quiere todo en nuestra vida social.
“Escuchen mi voz". Estas palabras tienen que resonar constantemente en nosotros a lo largo del tiempo cuaresmal. Si Dios nuestro Señor ha inquietado nuestra alma, si Dios nuestro Señor no ha dejado tranquilo nuestro corazón, si nos ha buscado, si nos ha asediado, si nos ha tomado, si nos ha conquistado, no es ahora para dejarnos solitarios por la vida, sino porque el primero que se compromete a llevar adelante nuestra vocación cristiana es Él, y va a estar con nosotros. La pregunta que nosotros tenemos que hacernos es: ¿Estamos dispuestos a seguir a Cristo o estamos dispuestos a abandonarlo?
Al final de la lectura del profeta Jeremías, aparece una frase muy triste: "De este pueblo dirá: Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, ni aceptó la corrección; ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca".
Está en nuestras manos dar fruto. Está en nuestras manos perseverar. Está en nuestras manos el continuar adelante con nuestro compromiso de cristianos en la sociedad. De nosotros depende y a nosotros nos toca que Jesucristo pueda seguir caminando con nosotros, yendo a nuestro lado. El Señor vuelve a buscarnos hoy, el Señor vuelve a estar con nosotros, ¿cuál va a ser nuestra respuesta? ¿Cuál va a ser nuestro comportamiento si nuestro Señor viene a nuestro corazón?
Jesús, al final del Evangelio, nos lanza un reto: "El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama". Un reto que es una responsabilidad: o estamos con Él y recogemos con Él; o estamos contra Él, desparramando. No nos deja alternativas. O tomamos nuestra vida y la ponemos junto con Él, la recogemos con Él, la hacemos fructificar, la hacemos vivir, la hacemos llenarse, la hacemos ser testigos cristianos de los hombres, o simplemente nos vamos a desparramar.
¿Quién de nosotros aceptaría ver su vida desparramada? ¿Quién de nosotros toleraría que su existencia simplemente corriese? ¿No nos interesa tenerla verdaderamente rica, no nos interesa tenerla verdaderamente comprometida junto a Jesucristo nuestro Señor? Esto no se puede quedar en palabras, tenemos necesidad de llevarlo a los demás. Esto es obra de todos los días, es un compromiso cotidiano que está en nuestras manos.
Vamos a pedirle a Jesucristo que nos guíe para comprometernos con nuestra fe, para comprometernos con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La Iglesia que se nos ha entregado, viniendo desde muchas generaciones. La Iglesia de los mártires, la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia de los confesores. La Iglesia que ha llegado a nosotros a través de dos mil años por medio de la sangre de muchos que creyeron en lo mismo que creemos nosotros. La Iglesia que es para nosotros el camino de santificación, y que es la Iglesia que nosotros tenemos que transmitir a las siguientes generaciones con la misma fidelidad, con la misma ilusión, con el mismo vigor con que a nosotros llegó.
Pidámosle al Señor que la podamos transmitir íntegra a las generaciones que vienen detrás y la podamos extender a las generaciones que conviven con nosotros y que todavía no conocen a Cristo.
Este compromiso no es un compromiso hacia dentro, sino que es un compromiso hacia afuera. Un compromiso que nace de un corazón decidido, pero que tiene que transformarse en acción eficaz, en evangelización para el bien de los hombres.
Vamos a pedirle a Jesucristo que nos conceda la gracia de recoger con Él, la gracia de estar siempre a favor de Él, de escuchar su voz y de caminar por el camino que Él nos muestra, para ser entre los hombres, una luz encendida, un camino de salvación, una respuesta a los interrogantes que hay en tantos corazones, y que sólo nuestro Señor Jesucristo puede llegar a responder.
La Cuaresma: ¿Cómo vivirla?
La Cuaresma implica un empeño ascético, individual y colectivo: oración, ayuno, abstinencia......
¿Qué es la Cuaresma?
- Es un período especial del año litúrgico durante el cual el pueblo cristiano se prepara para celebrar el misterio Pascual.
- La Cuaresma es un tiempo oportuno para estar, junto con María Santísima y San Juan, el discípulo amado, junto a Cristo que en la Cruz consuma, por toda la humanidad, el sacrificio de su vida (cfr Jn 19, 25).
- «Mirarán al que traspasaron»: es tiempo oportuno para mirar con confianza el costado de Jesús, atravezado por la lanza, del cual brotaron «sangre y agua» (Jn 19, 34)!
- «Que la Cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que también nosotros cada día debemos «volver a dar» al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente en la alegría de la Pascua» (benedicto xvi, Mensaje para la Cuaresma 2007).
¿Por qué cuarenta días?
- La teología y la espiritualidad de la Cuaresma se constituyeron en relación con diversos eventos del Antiguo y del Nuevo Testamento.
- El mismo número 40 nos recuerda:
· los días del diluvio universal;
· los años transcurridos por Israel en el desierto;
· los días transcurridos por Moisés en el Monte Sinaí;
· los días transcurridos por el profeta Elías en el desierto antes de llegar al encuentro con Dios en el Monte Horeb;
· los días de penitencia de los habitantes de Nínive;
· los días del ayuno de Jesús en el desierto, donde al final fue tentado por el Diablo.
- Todo ésto tiene un valor didáctico. La Cuaresma es el tiempo:
· de la destrucción del mal, como para los hombres del diluvio;
· de la prueba y de la gracia, come para Israel;
· de la oración que dispone para el encuentro con Dios, como para Moisés y Elías;
· de la penitencia y de la expiación en espera del juicio divino, como imitación de los 40 días de ayuno y de penitencia con los que los habitantes de Nínive aplacaron la ira divina;
· del ayuno finalizado a comer el verdadero alimento, que es hacer la voluntad del Padre: «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (así le respondió Jesús a Satanás al final de los 40 días pasados en el desierto).
¿Cuáles son los grandes temas cuaresmales?
Tres son en particular los temas que son propuestos por la liturgia cuaresmal:
1. El tema pascual. Porque la Cuaresma es preparación a las celebraciones pascuales, el tema muerte-vida asume una importancia fundamental. Comienza desde el segundo domingo (la Transfiguración) y se hace más explícito en las dos últimas semanas.
2. El tema bautsimal. La Cuaresma en su estructura fundamental se formó en torno al sacramento del Bautismo administrado a los adultos durante la Vigilia Pascual. Los cristianos toman mayor conciencia del propio bautismo.
3. El tema penitencial. Se desarrollo sobretodo al inicio de la Cuaresma (miércoles de ceniza y el evangelio de las tentaciones de Jesús en el primer domingo).
¿Cuáles son las prácticas cuaresmales?
- La Cuaresma implica un empeño ascético, individual y colectivo, cuyas formas tradicionales son:
· oración (Misa cotidiana sobre todo y el Via Crucis)
· ayuno (es el conjunto de las prácticas de mortificación: comida-palabras-diversiones): la mortificación permite una mayor disponibilidad hacia el prójimo, mayor tiempo para el voluntariado y más dinero para la caridad.
- En Cuaresma la Iglesia recuerda que están mandados:
· ayuno y abstinencia de carne: el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo;
· la abstinencia de carne: todos los Viernes de Cuaresma.
- Iglesia recomienda en particular la práctica, durante la Cuaresma, de las obras de misericordia corporales y espirituales:
· Las siete obras de misericordia corporales
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Vestir al desnudo.
4. Dar posada al peregrino
5. Visitar los enfermos.
6. Visitar a los presos.
7. Sepultar a los muertos.
· Le siete obras de misericordia espirituales
1. Dar consejo al que lo necesita.
2. Enseñar al que no sabe.
3. Corregir al que yerra.
4. Consolar al triste.
5. Perdonar las ofensas.
6. Soportar con paciencia los defectos de nuestros prójimos.
7. Rezar a Dios por los vivos y por los muertos.
- Estas prácticas, «expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás » (Catecismo de la Iglesia Católica, 1434).
¿Cuál es la importancia del ayuno?
(tomado del: benedicto xvi, Mensaje para la Cuaresma 2009)
- «En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo.»
- El ayuno, en cambio, para el creyente tiene una relevante importancia, y es rico de numerosos significados y finalidades:
· Dimensión personal:
*Con el ayuno, de hecho, «el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en
su bondad y misericordia».
*práctica del ayuno «contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y acrecer la intimidad con el Señor».
*«Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación».
*Con el ayuno y la oración, «Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios».
*Tal práctica es «un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos».
*Del mismo modo, «ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana».
· Dimensión social:
*El Santo Padre subraya también el significado social del ayuno, afirmando que «ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos».
*Lo que ahorramos ayunando, podemos destinarlo a obras de beneficiencia u obras caritativas.
*Por esto, exhorta a las parroquias «a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna.»
- Definitivamente, gracias al ayuno, la Cuaresma es el tiempo ideal «alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo».
Acerca de la limosna:
- ¿Cómo dar la limosna?
He aquí algunas indicaciones:
· debe ser escondida. «Que no sepa tu mano derecha lo que hace tu mano izquierda», dice Jesús, «para que tu limosna quede secreta» (Mt 6, 3-4);
· realizarla:
*sin ofender a quien la recibe;
*sin mostrarnos nostros mismos (vanagloria)
*alegría: hay más alegría en el dar que en el recibir (cfr Hch 20, 35)
· en el silencio, lejos de los reflectores de la sociedad mediática;
· no limitarse solamente a dar cosas materiales (dinero, comida…), sino darnos nostros mismos: nuestra estima, nuestro respeto, nuestro tiempo, nuestros talentos (voluntariado);
· ofrecer el don material, como signo del don más grande que podemos hacer a los demás: el anuncio y el testimonio de Jesucristo;
· lo que da valor a la limosna es el amor: un ejemplo lo tenemos en la viuda del Evangelio (cfr. Mc 12, 42-44).
- ¿Cómo dar la limosna?
· Ayudar a quien tiene mayor necesidad
· compartir con lo otros lo que tenemos gracias a la bondad divina
· practicar la virtud de la justicia: antes y más que un acto de caridad
· reconocer en los pobres al mismo Cristo
· imitar a Cristo, quien se hizo pobre para hacernos ricos
· poner por obra un ejercico ascético para nosotros:
* para liberarnos del apegamiento a las cosas terrenas
* para purificarnos interiormente
· afirmar el principio de que no somos los propietarios sino los administradores de los bienes que poseemos, donados por Dios
· actuar movidos por la gloria de Dios
· practicarla no por filantropía sino por caridad, amor: como gesto de comunión eclesial
· acercarnos a Dios, acercádonos a los demás: instrumento de auténtica conversión y reconciliación con Dios y con los hermanos;
· obtener el perdón de los pecados. San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados: «La caridad- escribe- cubre la multitud de los pecados» (1 Pe 4, 8).
PRECES
A Jesús, que no deja de llamarnos a la conversión, le decimos:
R/MSeñor, ten misericordia de nosotros.
Danos paciencia, para que no nos desanimemos por las dificultades,
– sino que confiemos en tu poder.MR/
Danos constancia para que permanezcamos firmes en las prácticas cuaresmales,
– sabiendo que eres tú quien nos sostiene.MR/
Danos humildad, para que no nos fiemos de nuestras propias fuerzas,
– pero seamos dóciles a las inspiraciones de tu gracia.MR/
Danos conciencia de que somos obra de tus manos,
– y de la vida eterna que has preparado para los que te aman.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
ORACIÓN
Invocamos humildemente, Señor, tu grandeza para que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el Misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo.