«Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador» y enséñame a apiadarme como Tú de los demás

Rodrigo de Córdoba, Santo

Sacerdote y Mártir, 13 de marzo
 
Martirologio Romano: En Córdoba, en Andalucía (España), pasión de los santos Rodrigo, presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al negarse a aceptar a Mahoma como el verdadero profeta enviado por el Omnipotente, fue encarcelado. En el cautiverio coincidió con Salomón, que algún tiempo antes había pertenecido a la religión mahometana, y al ser decapitados ambos a la vez, finalizaron gloriosamente el curso de su combate. († 857)

Breve Biografía

San Rodrigo mártir vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el emirato de Córdoba.

San Eulogio, obispo de esta ciudad, da cuenta del martirio sufrido por Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día tercero de los dias de marzo (día 13) del año 895.

Natural de un pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote.

Uno de sus hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo dejó malherido; y habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad, explicando que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar.

Su hermano, despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata. Conducido a prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de haber renegado de Mahoma.

Después de numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los sentenció a muerte. Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras, fueron arrojados al río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados solemnemente, durante una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.

La fiesta de san Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.

Reconocer que también soy pecador

Santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14. Sábado III de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, quiero llevar siempre adelante la vida que me has regalado para amarte. Quiero aprender a vivirla, llenarme de ti, llegar a ti. Madre mía, María Santísima, que esta oración me transforme más el corazón para que llegue a ser como el de tu Hijo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Juzgar a los demás es constante aguijón en el hombre. Uno tiende a sentirse mejor que el otro. Tantas veces un prejuicio ha dañado lo que podría haberse convertido en una amistad. «Te doy gracias porque no soy como los demás»… y mientras tanto, la personas humilde diría «Señor, fortalece a mi hermano, a mi hermana, pues es frágil como yo».

La persona humilde conoce su fragilidad, conoce su verdad y la reconoce ante Dios y ante los hombres. Y vive en conciencia tan constante de su debilidad, que no se permite juzgar a los demás. Se sabe tan necesitada de la misericordia de Dios, que la desea igualmente para sus hermanos. Presenta ante Dios una oración por sí misma, para poder servir mejor. Y coloca en las manos del Señor a sus hermanos, a sus amigos y a sus «enemigos» o aquellos que por cualquier razón no le simpatizan. Tiene un corazón grande, con lugar para Dios y en Dios para todos. Señor, ¿puedo ser humilde yo también?, ¿puedo conocer mi miseria para mejor amarte a ti y a los demás?, ¿puedo conocer mi verdad sin desesperar, sabiendo que aunque soy débil, siempre me encuentro en tus manos?, ¿puedo ser pequeño y al mismo tiempo ser grande? Puedo. Con tu gracia puedo.

«Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador» y enséñame a apiadarme como Tú de los demás.

«Él mira el “campo” de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. Qué hermoso es esto: nuestro Dios es un padre paciente, que nos espera siempre y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, para perdonarnos. Él nos perdona siempre si vamos a Él..». (Homilía de S.S. Francisco, 20 de julio de 2014).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré hablar con aquella persona que menos me agrade, ofreciéndole un gesto de caridad que le pueda mostrar algo de tu amor, Señor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 
El desprecio incitado cobra factura

Debemos propiciar el diálogo de la verdadera tolerancia, de la convivencia, y en realidad, de la caridad, del amor.
 
Siembra odios y cosecharás tempestades, humanas. Y la historia del hombre está llena de esos casos. Y en ellos se ataca a otros, por razones desde familiares, de clase social, raciales, y hasta religiosas y políticas. Sucede a todos los niveles. Desde el desprecio sembrado entre miembros de una misma familia, por la causa que sea, desde la envidia hasta la lucha de herencias.

Cuando el mundo se enfrenta, atónito, a una masacre declarada por su autor como causada por el odio, por el desprecio racial, dicha reacción no debería de sorprenderlo. No es que no se duela, sino que debería ya haber aprendido que el manifestar desprecio de cualquier razón hacia otros, considerados no sólo diferentes, sino inferiores, malignos o simplemente despreciables tendrá malos resultados. Violencia.

Como digo, nada es nuevo bajo el sol en estos casos. Efectivamente los casos de desprecio, con el culmen de odio, se han dado una y otra vez. Y el mundo no aprende, y como no aprende a evitarlos, pues se repite.
 
En un caso “clásico”, y en país considerado como civilizado, Alemania, un loco carismático, mentiroso y manipulador, Adolfo Hitler, logró el odio nacional contra los judíos, y la consecuente indiferencia ante la persecución y el despojo de sus ciudadanos de raza judía, luego llevados hasta un holocausto intentando desaparecerlos de la faz del país y luego de la tierra.

Reclamar, a tiempo y a destiempo (ante hechos consumados) a dirigentes del mundo que siembran el desprecio, la discriminación y el odio (como extremo), es justificado y necesario. Contrarrestarlo siempre ha sido muy difícil, pues las personas-conciencia-social, se enfrentan a la gran capacidad de convocatoria de los sembradores del desprecio y el odio.

Aunque a la mayoría de la gente, en términos subjetivos, les parecen mal la discriminación, el odio y el desprecio en general, quienes hacen llamados a la razón se enfrentan a que, en la práctica desgraciadamente, la mayoría de las personas justifica algunos de esos casos, y por tanto las acciones de quienes convierten esos sentimientos perversos en ataques a las víctimas de esas descalificaciones.

Mientras algunas personas se quejan y hasta protestan en sus entornos sociales o más allá si les es posible, de los casos graves de odio, sobre todo, la mayoría de las personas no se preocupa por cambiar la cultura del desprecio, la discriminación y el odio en esos entornos familiares, sociales, académicos y políticos. Y hasta les parecen normales, parte de la vida.

El desinterés por exigir respeto digno en vez de desprecio a otros hace que terribles violencias no llamen la atención, como lo han sido las masacres de cristianos (por el sólo hecho de serlo) que ha llevado a cabo el autollamado Estado Islámico, o las guerras de genocidio, que groseramente pasan desapercibidas ante muchos, quienes se consideran gente de bien.

Es crítico, por el bien de la humanidad, en términos generales y del propio entorno, que se combatan esas vociferaciones y acciones contra terceros por las razones citadas, que eduquen a los hijos e influyan en personas cercanas a evitar la violencia verbal de desprecio, y las propias acciones físicas de violencia, pero comenzando por uno mismo.

Mientras la persona no cambie su escala de valores, de respeto a los demás, la conciencia de que ante Dios todos somos iguales en dignidad, no podrá influir realmente en terceras personas, y en especial las más cercanas, pues deberán ver el ejemplo personificado de lo que se predica.

No hay duda alguna de que los discursos, los comentarios que destilan odio contra otros, tienen consecuencias, sea a nivel internacional, interracial, interreligioso, como a nivel local, comunitario y hasta familiar. El acoso llamado bullying inicia como verbal, para ser luego de violencia física.

Para evitar este pago de facturas, que luego se revierten contra sus originadores, debemos, como padres de familia, como personas influyentes o líderes sociales, religiosos o políticos, propiciar el diálogo de la verdadera tolerancia, de la convivencia, y en realidad, de la caridad, del amor que debemos tener los unos con los otros, tal como Jesús nos lo pide.

Los 5 consejos del Papa a los confesores

El Santo Padre ha dirigido un discurso a los participantes en la 31ª edición del Curso sobre el Foro Interno.

El Santo Padre ha dirigido un discurso a los participantes en la 31ª edición del Curso sobre el Foro Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica en el que han participado 870 clérigos de manera online. Su reflexión ha girado en torno al significado del Sacramento de la Reconciliación y las 3 expresiones que mejor lo explican. La primera: "abandonarse al Amor"; la segunda: "dejarse transformar por el Amor"; y la tercera: "corresponder al Amor". “Me gustaría detenerme con vosotros en tres expresiones, que explican bien el sentido del Sacramento de la Reconciliación, porque confesarse no es ir a la tintorería a quitarse una mancha. No. Es otra cosa. Pensemos bien lo que es” ha dicho el Papa.

Primer consejo: asombrarse de los hermanos que piden el perdón de Dios

Para Francisco, abandonarse al Amor significa “hacer un verdadero acto de fe”, pero la fe – advierte el Papa – “nunca puede reducirse a una lista de conceptos o a una serie de afirmaciones que hay que creer. La fe se expresa y se entiende dentro de una relación: la relación entre Dios y el hombre y entre el hombre y Dios”, pues la fe “es el encuentro con Dios mismo que es Misericordia y es el abandono en los brazos de este Amor misterioso y generoso, que tanto necesitamos, pero al que, a veces, tenemos miedo de abandonarnos”.

El Pontífice después señala que “quien no se abandona al amor de Dios acaba, tarde o temprano, abandonándose a otra cosa, terminando "en brazos" de la mentalidad mundana, que al final trae amargura, tristeza y soledad y no se cura”. Por tanto, el primer paso que Francisco considera para una buena confesión es “el acto de fe, de abandono, con el que el penitente se acerca a la Misericordia”.

Su consejo para los confesores es que “deben ser capaces de asombrarse siempre de los hermanos que, por fe, piden el perdón de Dios y, todavía sólo por fe, se abandonan a Él, entregándose en la Confesión”.

Segundo consejo: percibir el milagro del cambio

Dejarse transformar por el Amor: Esta es la segunda expresión sobre la que ha reflexionado Francisco. Sabemos muy bien que no son las leyes las que salvan: “el individuo no cambia por una árida serie de preceptos, sino por la fascinación del Amor percibido y libremente ofrecido” dice Francisco. Por tanto, cuando el penitente que encuentra en la conversación sacramental un rayo de este Amor acogedor, “se deja transformar por el Amor, por la Gracia, empezando a experimentar esa transformación de un corazón de piedra en un corazón de carne”.

Ante esta situación, el buen confesor – dice Francisco – “está siempre llamado a percibir el milagro del cambio, a advertir la obra de la Gracia en el corazón de los penitentes, favoreciendo en lo posible la acción transformadora”.

Tercer consejo: señalar siempre el amor al prójimo

Después, el Papa explica que el abandono y el dejarse transformar por el Amor tienen como consecuencia necesaria una correspondencia con el amor recibido. Francisco declara que es una correspondencia “que se manifiesta en el cambio de vida y en las obras de misericordia que le siguen”, pues, quien ha sido acogido por el Amor “no puede dejar de acoger a su hermano”, quien se ha abandonado al Amor, “no puede sino consolar al afligido” y quien ha sido perdonado por Dios, “no puede dejar de perdonar de corazón a sus hermanos”.

En este sentido, el Santo Padre asegura que “Dios nos muestra un amor posible, en el que vivir esa correspondencia imposible” y que no es otra que “el amor al hermano”: “Amando a nuestros hermanos nos mostramos a nosotros mismos, al mundo y a Dios que le amamos de verdad”. Su tercer consejo para los confesores es que el buen confesor “señala siempre el imprescindible amor al prójimo como gimnasio diario en el que entrenar el amor a Dios”.

Cuarto consejo a los confesores: No hacer preguntas impertinentes

Al final de su discurso, les ha pedido que recuerden siempre “que cada uno de nosotros es un pecador perdonado, puesto al servicio de los demás, para que también ellos, a través del encuentro sacramental, puedan encontrar ese Amor que ha fascinado y cambiado nuestras vidas”. Teniendo esto en cuenta, el Papa ha querido subrayar algo que considera fundamental: cuál debe ser la actitud religiosa que debe tener el confesor ante el pecador perdonado. Francisco invita a los confesores a “acoger en paz, acoger con paternidad”, “todo el mundo sabrá cómo es la expresión de la paternidad – dice el Papa – una sonrisa, los ojos en paz... acoger ofreciendo tranquilidad, y luego dejar hablar”.

También pide estar atentos cuando el penitente tiene cierta dificultad para seguir adelante con un [determinado] pecado. “Si lo entiende, no hace preguntas indiscretas” dice Francisco e insiste: “No les haga más dolor, más tortura en esto. Por favor, no hagas preguntas. A veces me pregunto: esos confesores que empiezan: "Y así, así, así [dice: tai, tai, tai]...", pero dime, ¿qué estás haciendo, tú? ¿Estás haciendo la película en tu mente? Por favor, ¿eh?”.

Quinto consejo: ser padres y no el tribunal de examen académico

Por último, el Papa explica a los confesores que ser “misericordioso” no significa tener la mano larga: “Significa ser hermano, padre, consolador”. "Eh, padre, no puedo hacerlo, no sé cómo lo haré..." - "Reza, y vuelve cuando lo necesites, porque aquí encontrarás un padre, un hermano: encontrarás esto": Esa es la actitud, dice Francisco. Y por favor – concluye – “no hagas el tribunal de examen académico. No te metas en el alma de los demás”.

Cristo que nos llama a la conversión del espíritu

Sábado tercera semana Cuaresma. ¿Qué esfuerzo he hecho para que Cristo sea el centro de mi vida?

La experiencia de buscar convertir nuestro corazón a Dios, que es a lo que nos invita constantemente la Cuaresma, nace necesariamente de la experiencia que nosotros tengamos de Dios nuestro Señor. La experiencia del retorno a Dios, la experiencia de un corazón que se vuelve otra vez a nuestro Señor nace de un corazón que experimenta auténticamente a Dios. No puede nacer de un corazón que simplemente contempla sus pecados, ni del que simplemente ve el mal que ha hecho; tiene que nacer de un corazón que descubre la presencia misteriosa de Dios en la propia vida.

Durante la Cuaresma muchas veces escuchamos: “tienes que hacer sacrificios”. Pero la pregunta fundamental sería si estás experimentando más a Dios nuestro Señor, si te estás acercando más a Él.

En la tradición de la Iglesia, la práctica del Vía Crucis —que la Iglesia recomienda diariamente durante la Cuaresma y que no es otra cosa sino el recorrer mentalmente las catorce estaciones que recuerdan los pasos de nuestro Señor desde que es condenado por Pilatos, hasta el sepulcro—, necesariamente tiene que llevarnos hacia el interior de nosotros mismos, hacia la experiencia que nosotros tengamos de Jesucristo nuestro Señor.

Tenemos que ir al fondo de nuestra alma para ahí ver la profundidad que tiene Dios en nosotros, para ver si ya ha conseguido enraizar, enlazarse con nosotros, porque solamente así llegamos a la auténtica conversión del corazón. Al ver lo que Cristo pasó por mí, en su camino a la cruz, tengo que preguntarme: ¿Qué he hecho yo para convertir mi corazón a Cristo? ¿Qué esfuerzo he hecho para que mi corazón lo ponga a Él como el centro de mi vida?

Frecuentemente oímos: “es que la vida espiritual es muy costosa”; “es que seguir a Cristo es muy costoso”; “es que ser un auténtico cristiano es muy costoso”. Yo me pregunto, ¿qué vale más, lo que a mí me cuesta o lo que yo gano convirtiéndome a Cristo? Merece la pena todo el esfuerzo interior por reordenar mi espíritu, por poner mis valores en su lugar, por ser capaz de cambiar algunos de mis comportamientos, incluso el uso de mi tiempo, la eficacia de mi testimonio cristiano, convirtiéndome a Cristo, porque con eso gano.

A la persona humana le bastan pequeños detalles para entrar en penitencia, para entrar en conversión, para entrar dentro de sí misma, pero podría ser que ante la dificultad, ante los problemas, ante las luchas interiores o exteriores nosotros no lográramos encontrarnos con Cristo.

Nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días si queremos en la Eucaristía; nosotros, que tenemos a Jesucristo si queremos en su Palabra en el Evangelio; nosotros, que tenemos a Jesucristo todos los días en la oración, podemos dejarlo pasar y poner otros valores por encima de Cristo. ¡Qué serio es esto, y cómo tiene que hacer que nuestro corazón descubra al auténtico Jesucristo!

Dirá Jesucristo: “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, si pierdes tu alma? ¿Qué podrás dar tú a cambio de tu alma?” Es cuestión de ver hacia dónde estamos orientando nuestra alma; es cuestión de ver hacia dónde estamos poniendo nuestra intención y nuestra vida para luego aplicarlo a nuestras realidades cotidianas: aplicarlo a nuestra vida conyugal, a nuestra vida familiar, a nuestra vida social; aplicarlo a mi esfuerzo por el crecimiento interior en la oración, aplicarlo a mi esfuerzo por enraizar en mi vida las virtudes.

Cuando en esta Cuaresma escuchemos en nuestros oídos la voz de Cristo que nos llama a la conversión del espíritu, pidámosle que sea Él quien nos ayude a convertir el corazón, a transformar nuestra vida, a reordenar nuestra persona a una auténtica conversión del corazón, a una auténtica vuelta a Dios, a una auténtica experiencia de nuestro Señor.

La matemática refuerza la certeza de la verdad absoluta que es Dios: habla un Nobel matemático

El matemático italiano Enrico Bombieri reflexiona sobre la verdad lógica en la matemática y también en Dios, Creador de un universo con lógica
 
Parece increíble, pero nadie conoce al matemático italiano más importante. O por lo menos, nadie que esté fuera del mundo científico. Su nombre es Enrico Bombieri, único italiano en haber ganado la medalla Fields, que corresponde al Nobel de los matemáticos. Enseña en la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos.

El óptimo Francesco Agnoli ha entrevistado recientemente al prestigioso matemático, que ha reflexionado ampliamente sobre la relación entre ciencia y metafísica, explicando: «Para mí la matemática es un modelo de la verdad, - si bien es un modelo bastante restringido por normas claras de consistencia -, que nos dice que una Verdad absoluta (con V mayúscula) debe existir aunque no podamos comprenderla».

Y añade:«Intentar justificar la existencia de Dios con la matemática me recuerda la historia que se cuenta de San Agustín cuando, paseando por la orilla del mar meditando sobre el misterio de la Trinidad, se encontró con un muchacho que recogía el agua del mar con una cucharita y la echaba con cuidado en un cubo. San Agustín le preguntó: ‘Muchacho, ¿qué haces?’ y el joven respondió: ‘Estoy contando cuanta agua hay en el mar’. ‘Pero, ¡esto es imposible!’, replicó San Agustín. Y el muchacho le respondió: ‘Entender el misterio de la Trinidad es más difícil’. La matemática, que es la ciencia de la verdad lógica, ciertamente nos ayuda a entender las cosas y es por lo tanto natural para un matemático que cree en Dios, cualquiera que sea su denominación, reconciliar el concepto de la existencia de Dios con la verdad que proviene de la matemática, aunque sea limitada».

«Para mí», sigue el profesor Bombieri, «es suficiente lo que dice Metastasio [escritor y poeta italiano y uno de los más importantes libretistas de opera del siglo XVIII, ndt]: ‘Por donde gire la mirada, allí inmenso Dios te veo’. Mirar el universo, en nuestra pequeñez, en lo grande al límite de lo incomprensible, y también en lo abstracto de la matemática, me basta para justificar a Dios».

El Big Bang y San Agustín

Por otra parte, añade, «el Big Bang de la astrofísica moderna no nos hace pensar sólo en la creación bíblica, sino que nos dice también que el tiempo ha sido creado junto al universo, un concepto que se remonta a la metafísica de San Agustín. La matemática es esencial para dar consistencia a todo esto, pero sola no es suficiente para decir que esta visión del origen del universo estrellado de Kant sea exacta al cien por cien».

El célebre matemático ha querido también recordar a su maestro, el gran matemático Ennio De Giorgi: «Algunos pobres que De Giorgi intentaba ayudar con asiduidad habían aprendido sus horarios y cuando él llegaba a piazza dei Cavalieri, a los pies de la escalinata que lleva a la entrada de la Escuela Normal [de Pisa, ndt], ellos ya estaban allí. Él siempre llevaba algo para darles, sin hacer que se sintieran incómodos, sin tener jamás un gesto de impaciencia y menos aún de fastidio. A mí me asombraba ver estos impulsos de generosidad y me parecía de verdad que la bondad de Dios se manifestaba en él de manera sublime».

Un Dios concreto, con amor

«Pascal y De Giorgi», sigue diciendo Bombieri, «habían entendido que Dios no es sólo un Dios platónico, abstracto, geométrico, aritmético o sencillamente creador de un universo abandonado a sí mismo. Ellos tenían la visión de un Dios que es más difícil de entender, un Dios que está hecho no sólo de potencia, sino también de amor infinito. Sólo así es posible, con humildad, aceptar el concepto cristiano de la Redención».

La entrevista es en su conjunto de una gran belleza y vale la pena leerla [aquí en italiano en PDF]. Es interesante, por ejemplo, el comentario del profesor Bombieri a los versos de Dante, poeta que él ama mucho («Dante es un conocedor profundo del alma humana y nos presenta cómo el mundo de la naturaleza, el mundo de las fuerzas que guían la vida humana y el mundo transcendente que pertenece a Dios están entrelazados entre ellos», ha dicho), así como la reflexión que hace sobre el bien y el mal y su existencia en el mundo matemático.

Hay también espacio para un comentario al discurso de Benedicto XVI de abril de 2006 sobre la matemática. Bombieri dice: «La consistencia matemática de nuestro universo es ciertamente una razón para ver al Dios creador del universo, como bien lo expresó el Papa Benedicto XVI en su discurso. Sin embargo, hay algo más. La matemática abstracta, en cuanto coherente ciencia de la verdad lógica, nos refuerza en la certeza de la verdad absoluta que es Dios. Dios es Creador, Amor infinito y Verdad infinita».

El pequeño divulgador científico creado por el mundo mediático, Piergiorgio Odifreddi, [Benedicto XVI se molestó en escribirle 11 páginas de explicaciones, ] se lamentaba en su libro “Perché Dio non esiste” (Aliberti 2010) escribiendo: «Carlo Rubbia me parece que es católico. Enrico Bombieri, medalla Fields, es católico y va a misa» (p. 122).

La profundidad de las reflexiones del ganador italiano de la medalla Fields, que se puede apreciar en esta entrevista, es ciertamente el motivo por el cual el frívolo mundo mediático prefiere desgraciadamente dar espacio sólo a pseudo-intelectuales, armados con textos superficiales y provocaciones banales. Esta entrevista ha sido una muy apreciada excepción.

(Traducción del italiano de Uccronline por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
 
En el siguiente vídeo, algunas frases de grandes científicos sobre la armonía del universo que les acerca a Dios
 
Los orígenes de la Cuaresma

¿Cómo vivían los Primeros Cristianos la Cuaresma? El tiempo de Cuaresma surge de un período de celebración y preparación pascual.
 
¿Cómo vivían los Primeros Cristianos la Cuaresma?
¿CÓMO Y CUÁNDO EMPIEZA A VIVIRSE LA CUARESMA?
¿POR QUÉ 40 DÍAS? ¿POR QUÉ LA PENITENCIA Y EL AYUNO?
¿POR QUÉ LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA?

Habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. A finales del siglo IV, Roma conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días

La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en  Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.

Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.

Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.

¿Por qué la ceniza?

Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma comenzaron a celebrarse cómo si formaran parte del período penitencial, probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».

El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable. Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.

Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus características.

¿Por qué los cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuaresmal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.

El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.

PRECES

En la parábola del fariseo y del publicano que subieron al templo a orar aprendemos cómo ponernos delante de Dios. Necesitados de su ayuda, le pedimos:
R/MSeñor, escucha y ten piedad.
Ayúdanos a ser conscientes de nuestras faltas,
– y no permitas que tratemos con desprecio a los demás.MR/
Que reconozcamos que el bien que hacemos es obra de tu gracia,
– y sepamos ver cuanto de bueno hay en los demás.MR/
Danos un corazón humilde,
– y guía nuestra oración para que sea sincera.MR/
Que sepamos pedir lo que más necesitamos,
– y agradecer cuanto tú nos das.MR/
Que hoy caminemos en tu presencia,
– y nuestras obras glorifiquen tu nombre.MR/
znuestro…

ORACIÓN

Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor, al unirnos a los sacramentos pascuales, que gocemos plenamente de su eficacia. Por nuestro Señor Jesucristo.


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